Todo comenzó por casualidad, en marzo de 2020. Yo debía hacer un trabajo de fotografía de paisajes y faunas en un parque nacional en la provincia de Corrientes, en Argentina, donde resido actualmente. Con mi mujer hacemos ese tipo de fotografías para vender en distintos sitios y revistas. Ella, con la ayuda de mi cuñada, se encarga de hacer el trabajo con los editores en las computadoras y yo de tomar las fotos, con cámaras y con un dron.
Por cuestiones de comodidad, tenemos una camioneta 4x4 con un camper colocado (una especie de casa montada sobre la camioneta). Es solamente para dos personas, con todas las comodidades y además con una antena de Internet satelital.
Siempre viajábamos con mi esposa, pero tres días antes de salir, a ella la tuvieron que operar de urgencia porque tuvo peritonitis. Yo quise suspender el viaje, pero ella, porque el trabajo era muy bien pagado, insistió para que fuera. Y para poder mandar las fotos de prueba y que las aprueben, me propuso que vaya con su hermana, Marisa, que estaba de acuerdo.
—Silvia, amor, no quiero viajar con tu hermana. El camper lo hicimos para nosotros, hay una sola cama… Dije.
—Fernando, necesitamos ese trabajo. Marisa se va a llevar un colchón inflable y va a dormir en el piso, hay lugar.
Resultado, que, con una semana de atraso, partimos Marisa y yo. Marisa tiene 27 años, es una linda mujer, sin ser una belleza, muy buenos pechos, y una cola más que apetecible. Entre nosotros nunca hubo nada, ni siquiera miradas antes de ese viaje. Dos días después, llegamos a un camping donde íbamos a hacer base y movernos en una moto enduro que yo llevaba en el techo del camper.
—Fer, si no te molesta me voy a dar una ducha.
—No, para nada. Me fije y los baños del camping son lindos y están muy limpios. Andá tranquila.
—Mmm, no… prefiero bañarme aquí… Me dijo señalando el minúsculo baño del camper.
—Bueno, si eso queres, voy a charlar con la gente de aquí para ver donde podemos ir mañana… Dije.
Salí del camper y estuve charlando con el encargado. Me recomendó varios lugares y volví al camper.
—Menos mal que volviste, por tonta no agarre toalla. ¿Me alcanzas una? Me dijo ella desde el baño.
Se la alcance, y ella apenas abrió la puerta para tomarla. Me senté a mirar cosas en la computadora y ella salió del baño apenas tapada con la toalla.
—Sí que es chico el baño… dijo ella.
—Eh… sí, voy a dar una vuelta así te vestís tranquila.
—Dejate de joder Fernando… vamos a estar quince días conviviendo. Y yo no pienso salir cuando vos te bañes y te cambies. Somos adultos…
Sin decir más, se quitó la toalla, quedando en bolas totalmente y se puso una tanga diminuta, una remera y un short.
—Nunca imagine que te pondrías colorado de ver a una mujer desnuda… Me dijo.
—Nunca imagine verte en bolas totalmente, sos mi cuñada…
—¿Entonces que estés colorado es un elogio encubierto?
—Totalmente.
—Gracias…
—Escuchame, Marisa, vos dormí en la cama, que yo duermo en la colchoneta.
—De ninguna manera. Yo entro en este espacio, vos no.
Cenamos y luego de cenar bajamos a contemplar la noche estrellada y tomar un whisky, como yo hago habitualmente a la noche. Y fueros dos vasos los que tomamos. Mi cuñada se puso algo alegre, no muy acostumbrada a tomar. Nos fuimos a acostar y yo lo hice en la cama, y ella como había elegido, en la colchoneta. Por la temperatura, yo solamente con un bóxer, y en la oscuridad vi que ella se quitaba el short y la remera.
A los diez minutos empezamos a escuchar los ruidos de la noche, aves, algunos yaguaretés, y ella de un salto se subió a mi cama.
—Fernando, ¿Qué mierda es eso? Me pregunto asustada, acostada de costado dándome la espalda.
—Animales Fernanda…
—Chistoso, eso lo sé… ¿Cerraste bien la puerta? ¿No entrará ninguno? ¿Hay osos aquí?
—Cerré bien la puerta y no hay osos. Dormí acá, yo voy a la colchoneta.
—Ni en pedo duermo sola.
De a poco se fue corriendo, hasta quedar pegada a mí. Yo ya estaba excitado, y mi pija se estaba poniendo dura. Sin que lo espere, ella se dio vuelta, y de puso de costado mirando hacia mí. Por las ventanas entraba la luz de la luna y el bulto en mi bóxer era visible.
—Parece que tenes una importante inflamación… Me dijo.
—Marisa, dormite por favor.
—Silvia siempre dice que tenes un buen aparato… y que lo sabes usar como pocos… voy a ver si es cierto.
Y llevo su mano a mi pija y la empezó a acariciar por encima del bóxer. Segundos después la estaba chupando con todo. Yo acariciaba y apretaba sus tetas. Yo gemía y ella no paraba de chuparme. Logre que deje de chuparme y la hice acostar boca arriba.
—No estoy tomando ni traje pastillas. Me dijo.
—Y yo no tengo preservativos.
—Sigo chupando entonces.
—No… tengo otra idea.
La hice poner boca abajo y le empecé a acariciar el culo mientras me masturbaba.
—Acabame en el culo. Dijo Marisa.
Me puse sobre ella y con mis piernas, separé las de ella. Corrí su tanga y acerqué mi pija y ella sintió que la apoyaba en su orto.
—Fer no… así…
Fue lo que llego a decir cuando mi pija empezaba a entrar en su orto. No la había dilatado ni siquiera había puesto un poco de saliva.
—Fer por favor… no…
Yo ya estaba dentro de ella y me empecé a mover. Ella mordía la almohada y lloraba. Yo más me excitaba. Estuve un rato cogiendo ese hermoso culo, hasta que por fin acabé adentro de ella, llenando su intestino con mi leche.
Me acosté nuevamente y la escuché sollozar un rato, sin decir nada. Cuando desperté estaba parada, solo con la tanga mirando por la ventana.
—Buen día. Dije.
—Hola.
—¿Me acompañas a sacar fotos?
—Bueno…
Nos vestimos, tome las cámaras y salimos a caminar buscando imágenes. El lugar era espectacular, aves por doquier, carpinchos, y un par de yaguaretés que pude fotografiar de lejos.
Habíamos llevado un par de sándwiches y un agua mineral, por lo que nos sentamos a hacer un break.
—¿Gozaste anoche? Me preguntó.
—Sí, tenes un culo hermoso.
—Cuando te pedí que me acabes en el culo, no era dentro, era sobre…
—Entendí otra cosa…
—Me di cuenta… yo… quería que acabes en mi boca.
—¿Aún queres?
—Ehh…
Me baje mi bermuda y mi pija quedó al aire. Ella se acercó y se puso a chuparla, más caliente que la noche anterior.
—Sos muy caliente… Dije.
Ella no contesto si siguió chupando. Y vi como se llevaba una mano a la concha para masturbarse. Chupaba y se masturbaba con todo.
—Muy caliente, y muy cerda… Dije y le di una suave cachetada que hizo que se meta toda mi pija en su boca.
Ahora ella se cogía la boca con mi pija. Me hizo acabar con todo, con toda mi pija en su boca, y trago todo. Y ella tuvo un orgasmo al mismo tiempo masturbándose.
—¿Gozaste? Pregunte yo ahora.
—Sí…
Seguimos sacando fotos y cuando caía el atardecer, volvimos al camper. Ella se ducho primero y se puso a trabajar en las fotos. Yo me duché y salí del baño desnudo. Marisa levanto la vista, me miro y volvió a mirar la computadora. Me acerque y tome su cabeza para que nuevamente me la chupe.
Mi pija estaba bien dura y ella otra vez llevo su mano a su concha.
—Quiero cogerte el culo.
—Fernando… anoche me hiciste mierda…
—Te vas a poner en cuatro patas en el suelo, te lo vas a abrir, te voy a coger el culo y te voy a acabar en la boca, como buena puta que sos.
Ella no dijo nada, busco el aceite en la alacena y se puso en los dedos. Se metió uno y se puso de rodillas, luego se puso otro y empezó a resoplar y volteo para mirarme. Lloraba, gemía, y se metía dedos con todo.
—Así puta, pajéate el culo para mí. Dije y tomé mi cámara para fotografiar como se metía dedos en el culo
—Fernando…
—Imagínate la cara de tu hermana si te viese, o si viese estas fotos… Dije y ella acelero el movimiento de sus dedos entrando y saliendo de su culo.
—No lo hagas… por favor…
Me pude detrás de ella y le enterré la pija en el orto. Ella lloraba y gemía de placer al mismo tiempo. Estuve un buen rato bombeando hasta que me salí, tome su cabeza y le cogí la boca en forma bestial. Ella volvió a meter sus dedos en el culo y tuvo un par de orgasmos antes que yo acabe llenándole la boca con mi leche, refregué mí pija en su rostro y ella me la chupo hasta dejarla bien limpia. Con sus dedos junto todo mi esperma de su cara y los chupo.
—No tuviste piedad de mí… dijo sonriendo.
—Ni la pienso tener…
El viaje duró una semana, y todos los días, por lo menos dos veces, teníamos sexo, exclusivamente por su orto y su boca.
Ganamos mucha plata con las fotos, y mi mujer nunca se enteró, que, desde ese viaje, su hermana era mi amante.
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