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Capítulo 41.
Ventaja Estratégica.
Vi a mi madre preparando la comida detrás de la barra americana de la cocina. Sabía que en cuanto me viera me llegaría un denso discurso sobre lo que pasó dentro del cuarto de Macarena.
Diario de Cuarentena:
<Inicia el operativo “Desayuno”>.
Me moví con sigilo, para que ella no me notara.
La misión consistía en llegar hasta la heladera, agarrar la leche y luego, con mucho cuidado, revisar la alacena de la cocina y encontrar la caja de cereales. Era una misión prácticamente imposible; pero Alicia parecía muy ensimismada en su tarea.
Avancé manteniendo mi espalda pegada a la pared del comedor, miré a Alicia de reojo, estaba a mi derecha mirando fijamente los vegetales que estaba cortando. Si yo entraba a la cocina en ese momento, ella notaría el movimiento con su visión periférica. Aguardé con paciencia unos segundos y avancé como rayo cuando ella giró su cabeza al momento de poner los vegetales cortados en una olla. Eso me permitió llegar hasta la heladera.
Creí que la parte más difícil del operativo ya había pasado. Ahora Alicia me daba la espalda, solo tenía que ser muy silencioso y podría huir de allí con mi preciado desayuno sin tener que aguantar su discurso. Pero en ese preciso momento noté algo que me dejó idiotizado.
El culo de mi madre estaba prácticamente al descubierto. Ella tenía puesto un delantal, por lo que al verla de frente, y con la mitad inferior cubierta por la barra americana, no se me ocurrió pensar que en realidad solo llevaba puesta su ropa interior. Una diminuta tanga rosa y un corpiño del mismo color.
Esa tanga estaba tan apretada que podía ver claramente la división de los labios vaginales de mi madre. La vi desnuda muchas veces, pero anoche tuve que irme a dormir sin poder descargar después de la paja inconclusa que me hizo Macarena.
Mientras admiraba sus hermosas nalgas me pregunté por qué mi mamá estaba vestida de esa manera. El motivo por el cual las mujeres de mi familia dejaron de circular desnudas o en ropa interior fue por la llegada de Brenda; pero ahora Brenda sabe que en esta casa se practica el nudismo… además la propia Brenda hizo un análisis intenso y detallado de la anatomía de Alicia. Quizás esto motivó a mi mamá a recuperar una bonita costumbre que yo ya daba por perdida. Aunque sí me sorprende que sea justamente ella la primera en volver a la ropa interior, teniendo en cuenta que, en un principio, la idea no le gustaba mucho.
Diario de Cuarentena:
<Soldado ¿Algún reporte sobre el operativo?>
Mi mente estaba perdida en esa apretada tanga y en cómo se le marcaba la concha a la perfección, en especial cuando ella se inclinaba un poco hacia adelante.
Actué por puro instinto. Saqué la verga del pantalón y comencé a masturbarme sin dejar de mirar ese fantástico culo.
Tenía ganas de hacer una locura, y justamente ese era el problema: se trataba de una locura. Alguien podría vernos.
Me quedé allí unos segundos, sin hacer ni el menor ruido. A mi espalda estaba la puerta que daba al patio, miré rápidamente y pude cerciorarme de que allí no había nadie. Sin embargo el problema podría venir por el frente, justo delante de la barra americana.
El living-comedor estaba vacío pero sabía que hacer esto era algo de alto riesgo, cualquiera que saliera de alguna de las habitaciones podría verlo.
Diario de Cuarentena:
<Soldado, si va a abandonar el operativo “Desayuno”, al menos no sea cobarde y siga adelante con esta nueva misión>.
Macarena me lo había dicho muy claro: si quiero recibir la menor reprimenda posible, debo aprovechar cualquier ventaja que tenga sobre mi madre. Y además la calentura me sigue diciendo a gritos que debo seguir adelante.
Con la pija ya dura me acerqué a mi madre y la abracé por detrás. Ella soltó un pequeño grito ahogado y dio un salto en el lugar. Se relajó al darse cuenta de que era yo.
―Nahuel! Casi me matás del susto!
―Hace como media hora que estoy parado acá ―sí, “media hora” es una exageración; pero es cierto que estuve algunos minutos mirándole el orto sin que ella se diera cuenta.
―Y qué hacías ahí?
―Me preguntaba por qué se te había dado por andar en ropa interior. ¿Acaso ya no importa que haya una invitada en casa?
Mientras le hablaba aproveché para restregar mi verga erecta contra sus nalgas. También metí las manos debajo del delantal y fui en busca de sus tetas. Las agarré por encima del corpiño.
―Ay, pero vos ya sabés lo que pasó con Brenda, no te hagas el desentendido, sé que viste todo desde el baño.
―Ajá, entonces ya no te importa que Brenda te vea el culo… y qué hay de las otras? Las demás también pueden andar en tanga?
―Em… quizás… este… em… Brenda me comentó que ya sabe que en esta casa la ropa no se suele usar demasiado. Entonces pensé que quizás… ay, Nahuel… no me arrimes así ―mi verga se quedó apuntando directamente a su concha, no hubo penetración solo porque la tela de la tanga estaba allí.
―No sabía que te molestaran estos arrimones. La última vez que estuvimos en la pieza me quedó bien claro que…
―Sí, sí… ya sé; pero acá nos pueden ver. Tus hermanas no saben nada de esto… y si Brenda se entera, sería un escándalo. Y hablando de eso… ¿qué fue lo que pasó con Macarena?
Sabía que tarde o temprano llegaría ese planteo, y ya tenía una estrategia para lidiar con ello.
―Bueno, pasó algo como esto…
Hice a un lado su tanga y comencé a enterrar lentamente la cabeza de mi verga.
―Ay… Nahuel! ¿Qué hacés?
―Me preguntaste qué pasó con Macarena, yo te lo estoy mostrando…
―Pero… no así, no acá… nos pueden ver…
―¿Querés saber lo que pasó, sí o no? ―Sabía que esto sería irresistible para una mujer tan controladora como Alicia. Ella se quedó muda y yo seguí hundiendo mi verga en su concha. Mi madre estaba muy húmeda, su sexo no opuso resistencia.
―¿Me estás diciendo que… hubo penetración? ―Preguntó.
―¿Acaso no lo sospechabas? Digo… los gemidos de Macarena lo dejaron bastante claro.
―Pensé que… auch… ―mi verga entró más―. Pensé que era un jueguito de Maca, para hacerme enojar. No creí que llegaran tan lejos.
―Hacerte enojar nunca fue nuestra intención… ni siquiera sabíamos que vos estabas afuera.
Le di una fuerte embestida clavando de una sola vez más de la mitad de mi verga.
―Ay, Nahuel… despacito.
―Macarena no se quejó tanto cuando hice eso… al contrario, ella me pidió que lo mantuviera fuerte…
―Auch… pero yo… ay… a mí no me la metas así… me duele.
―Creo que el problema es que también te gusta. ¿Cierto? ―No dijo nada. Di dos duras embestidas más―. Sabés que podés ser sincera conmigo… así yo voy a ser sincero con vos.
―Sí, es cierto. Duele porque la tenés muy grande… y muy dura; pero… uf… ay… dios… también es agradable. Eso me preocupa. No debería agradarme tanto. Sos mi hijo. Y lo mismo digo de Macarena, ella es tu hermana. No puedo creer que se la hayas enterrado de esta manera.
―Y no solo eso… se la metí hasta el fondo… así…
―Ay…. dios… ―chilló mi madre entre dientes. Me di cuenta de que tuvo que hacer un gran esfuerzo por no gritar―. Con razón esa puta te pidió más… uf… Nahuel, creo que no sos consciente de la verga que tenés. Ay… cuando tengas una novia, la vas a hacer muy feliz.
―¿Y a vos? ¿No te hace feliz que te la meta así?
Empecé a darle duras embestidas; pero cortitas. Quería que sus nalgas se sacudieran con cada penetración. Me aferré a sus tetas, metiendo las manos por debajo del corpiño, y esto me brindó un mejor apoyo. Pude acelerar el ritmo de las penetraciones.
―Ay… por favor!
―¿Te gusta?
―Sí, ya te dije que sí… y estoy segura que a tu hermana también le gustó mucho….
―Y eso te molesta.
―Un poco, sí…
―¿Por qué?
―Le metiste la pija a tu hermana… te parece poco?
―También te la metí a vos, y no te molestó tanto.
―Pero nosotros hicimos un acuerdo, te prometí que te ayudaría con tu… problemita.
―Sí, es cierto; pero también me dijiste que aprovecharías para sacarte la calentura conmigo.
―Es verdad, quizás no debí decir eso… ay, Nahuel… por favor! metemela despacito…
―¿Así? ―Frené un poco el ritmo de mis movimientos.
―Sí… así… mmmm… así me gusta más.
―Ah, así que tu problema no es que te la meta fuerte y que te haga doler, o el hecho de que seas mi mamá… lo que vos querés es que lo haga bien. Que te la meta como a vos te gusta….
―Mmm… es que… auuu… es que si me la vas a meter, al menos me gustaría que lo hicieras bien.
―¿Acaso no querías que te cuente lo que hice con Maca? Te aseguro que no fue así….
―Mmm… bueno, sí… está bien… tenés razón ―ella jadeaba, suspiraba, gemía, apenas podía hablar―. Mostrame cómo lo hiciste con Macarena…
Apreté sus tetas con fuerza, eran mucho más grandes que las de Maca y no me entraban completas en las manos, aún así poder amasarlas era sumamente agradable. Retrocedí con mi verga, casi hasta sacarla, y le di una dura embestida. La clavé casi hasta el fondo.
―AY… mamita querida… ―ella se mordió el labio y echó su cabeza hacia atrás―. No podía esperar otra cosa de una puta como Macarena… estoy segura de que se lo pasó muy bien.
―Eso fue lo que me dijo… y te puedo asegurar que sus gemidos no fueron actuados, y vos los escuchaste.
―Sí, sí… no quise reconocerlo; pero ahora sé que fueron reales… sé que le gusto… y la entiendo, ¿cómo no le va a gustar esta pija? Es para volverse loca. ¿Qué más hiciste con ella?
―Ahora vas a ver…
Saqué mi verga de su concha y la humedecí con saliva, aunque ya estaba muy húmeda, por los jugos vaginales de mi madre. Antes de que ella pudiera reaccionar, la apoyé contra el agujero de su culo.
―No… no me digas que… Ay… Ay… no, Nahuel, por favor… no, por el culo no. Te lo digo en serio… ay… no… no…
Mi glande consiguió entrar con relativa facilidad, lo cual me sorprendió. Pensé que mi madre llevaba años sin practicar el sexo anal. Y como la única verga a la que tiene acceso es la mía, solo podía haber una explicación a la dilatación de su culo.
―Te estuviste metiendo un consolador por el orto? Y acordate, a mí no me mientas. Quiero que seas sincera, como lo estoy siendo yo.
―Sss… sí…. ―dijo, entre dientes.
―¿Cuándo te lo metiste?
―Hoy… a la mañana, mientras me daba una ducha… sé que el sexo anal es una perversión; pero lo necesitaba… después de la charla que tuve con Tefi, realmente lo necesitaba. Me llegaron muchos recuerdos… ay, Nahuel, por favor… no me la metas.
―¿Tenés miedo que te duela o tenés miedo de que te guste?
―Tengo miedo de que me guste… uf… ―mi verga comenzó a perderse dentro de su culo―. De verdad hiciste esto con Macarena? Bah, no sé para qué te pregunto… sé que sí… sé que a Macarena le gusta mucho el sexo anal. Ya me lo dejó bien clarito.
―Sí, sé que te robó uno de tus plugs anales. Por eso me imaginé que vos también habías estado metiéndote algo por el culo.
―No me juzgues, Nahuel… ay… despacito, por favor… si lo vas a hacer, hacelo con mucho cuidado.
Estaba metiendo mi verga en el culo de mi propia madre. Esta era, quizás, la situación más morbosa que había vivido hasta el momento.
Alicia estaba entregada, sus manos estaban sobre la mesada y tenía la espalda arqueada, con la cabeza hacia atrás y el culo en pompa. Era como si me dijera: “Estoy lista para que me la metas toda”.
A pesar de eso, fui despacio. Recordé lo que me había enseñado durante la charla con Tefi, ir de a poco, esperar a que el culo se dilate bien.
Empezó a entrar y pude notar como era mi madre la que medía el ritmo, ella avanzaba o retrocedía, dependiendo de si quería que la verga saliera o entrara más.
El momento era perfecto. No quería interrupciones, no quería dejar de menear mi cadera, quería ver cómo mi verga se perdía dentro de ese agujero, quería sentir todas esas hermosas sensaciones que trae la penetración anal. Sin embargo…
En ese momento me di cuenta de que detenerme me pondría en una situación favorable. Mi madre estaba gozando como una puta y parecía dispuesta dejarse clavar por el culo sin más quejas ni planteos.
Por eso me detuve.
No sé si lo que hice fue muy inteligente, o muy estúpido.
Saqué la verga y me aparté de ella.
―Bueno, creo que ya fue suficiente ―dije, intentando respirar normalmente a pesar de que tenía el corazón muy acelerado.
―¿Qué? ¿Ya está? No entró mucho. ¿Acabaste? No me pareció que hayas acabado.
―No lo hice. Me pareció… no sé, raro. ¿De verdad tengo que llenarle el culo de semen a mi propia madre? Eso no está bien.
―Sí, es cierto, pero… ―guardé silencio por unos segundos, ella se giró para mirarme a los ojos y no encontró palabras. La única opción que le quedaba era suplicar que yo siguiera dándole por el culo.
―Mejor lo dejamos así ―dije, y comencé a alejarme de ella.
―Nahuel ―dijo, cuando yo ya había cruzado la mitad de la distancia que me separaba del pasillo. Hice oídos sordos y seguí mi camino―. Nahuel…
Con la pija más dura como un bate de baseball entré al dormitorio de Macarena. Ella estaba leyendo un libro acostada en la cama. Vestía solamente una bombacha blanca de algodón, y se estaba masturbando, podía ver cómo se movían los dedos detrás de la tela.
―¡Hey! ¡Qué sorpresa! ―Dijo al verme. Sus ojos se clavaron en mi verga―. Me parece que ya sé a qué venís.
―¿Y es un mal momento? ―Pregunté.
―No, al contrario, es un momento perfecto. Estoy leyendo una de las novelas porno de Pilar…
―No querrás decir “novelas románticas”?
―Mmm… esta de romántica tiene poco. Es más porno que otra cosa. Y está buena. Al menos sirve para hacerse una buena paja. No me extraña que Pilar haya desarrollado curiosidad por el sexo anal después de leer esto. A las chicas de la historia les rompen el orto casi todo el tiempo.
―Suena interesante, después me gustaría leerlo.
―Y por qué andás con la pija tan dura?
―Por culpa de mamá. La cosa se puso picante en la cocina.
―¿En la cocina? Uy! ¿Cómo me perdí eso? ―Dejó el libro sobre la mesita de luz, perecía realmente interesada―. Y qué pasó?
―Em… digamos que le expliqué, con lujo de detalles, lo que pasó acá ayer.
Macarena se sentó en la cama dando un salto y me miró con los ojos muy abiertos.
―¿Le diste por el culo a mamá?
―Em… solo un poquito.
―Un poquito ya es un montón.
―Y me acordé de lo que vos dijiste sobre “retrasar el placer”. Intenté aplicarlo. Quizás eso me dé alguna ventaja sobre mamá; pero la verdad es que…. ―señalé mi verga.
―Ah, ya veo… no te aguantás la calentura. Querés que tu hermana favorita te ayude a acabar.
―Algo así. Me harías ese favor?
―No, para nada. Buscate a otra ―no lo dijo con rencor. Incluso noté una sonrisa desafiante. Macarena se bajó de la cama y pasó a mi lado.
―¿Adónde vas?
―A buscar a mamá.
―¿Qué? ¿Para qué?
―Para obtener mi propia ventaja. Ahora debe estar re caliente. No se va a negar a una buena chupada de concha. Es más, me va a suplicar por eso. Es mi momento perfecto para que no me joda más por lo que pasó ayer.
―Pero… eso arruinaría todos mis planes.
―Ah, lo siento, hermanito. Lo hubieras pensado mejor. Eso te pasa por no conocer bien a tu hermana.
Diciendo esto, salió de la habitación.
Debo admitir que la muy desgraciada es astuta. Egoísta, sí, un poco. Pero astuta.
Puso en primer lugar sus propios intereses; pero tiene razón. Después de lo que pasó, Alicia debe estar hirviendo como una pava. No se me ocurre un mejor momento para que Macarena obtenga ventaja sobre ella.
El problema es que yo me tengo que quedar con la pija dura… y Alicia recibiría una importante ayuda para apaciguar su calentura.
Definitivamente detenerme fue una pésima idea. Muy estúpida. Salí perdiendo.
Diario de Cuarentena:
<Cadete Nahuel: en el cuartel estamos muy decepcionados con usted. Pensamos que es un boludo. Nos hace quedar como tarados frente al enemigo. El paredón de fusilamiento lo espera. Es por misericordia. Solo queremos ahorrarle el sufrimiento>.
Abatido, me senté en el borde de la cama de Macarena y me quedé mirando la erección que no se iba a bajar sola en un buen rato… y aunque se bajara, aún me quedaría la calentura.
En mi mente pareció una idea brillante. El momento perfecto para que mi mamá quedara rendida a mis pies, casi la podía imaginar suplicando que se la meta. Eso me hubiera traído numerosas ventajas. Ya no me molestaría tanto con sus manías y me daría más libertades. Ahora solo puedo imaginarla revolcándose en la cama con Macarena, y lo peor de todo es que eso solo consiguió calentarme más. Mi verga, traicionera, se puso aún más dura como si me estuviera diciendo: “Hey, yo quiero ver esa escena lésbica entre madre e hija”.
No pienso darle el gusto. Al fin y al cabo estoy en esta situación por culpa de ella. Fue mi propia verga la que me incitó a arrimar a mi mamá.
Eso me pasa por pensar con la cabeza que no corresponde.
De pronto me puse de pie.
Por mi cabeza cruzó una idea fantástica. Brillante. Casi perfecta.
Estaba pensando en quién podría ayudarme a bajar la calentura. Se me cruzaron todas las opciones. La más viable era hablar con mi tía Cristela; pero si ella no estaba en el cuarto de Macarena, ni el patio, ni el living. Entonces, ¿Dónde podría estar?
Mi cerebro descartó posibilidades rápidamente: no estaría con Gisela, porque allí está Brenda y seguramente las dos estarían cogiendo. Con Pilar nunca se llevó muy bien, no se odian, pero tampoco es que sean muy amigas. Tefi manifestó que Cristela y Ayelén deberían irse, eso dejó la situación un poco tensa, por lo que mi tía no estaría allí. Tampoco estaría en el cuarto de mi mamá, yo salí de allí y la hubiera visto cruzando el pasillo.
Solo podía estar en un lugar: en mi cuarto, con Ayelén.
Y ahí fue cuando me acordé de que mi prima existe. Sí, mi cerebro a veces la anula, creo que es un mecanismo de defensa, para poder vivir en paz.
Digo que mi plan (mi nuevo plan, no el que falló) es casi perfecto porque depende de lo que mi tía Cristela piense al respecto.
Metí la verga en el pantalón, aunque eso no disimuló mucho mi erección. De todas formas fue una mera precaución por si me cruzaba con Brenda; pero no fue así.
Llegué a mi cuarto y abrí la puerta sin golpear.
Ayelén y Cristela se sobresaltaron; pero luego se tranquilizaron al ver que era yo. Las dos estaban completamente desnudas, acostadas en mi cama. Si mis compañeros de fútbol supieran que tengo dos hermosas mujeres desnudas en mi cama, se cortarían las pelotas de pura envidia.
Mi tía y mi prima estaban mirando algo en mi televisor, una película, o quizás una serie. No presté atención. Lo único que me importaba era que estaban allí… y desnudas. Entré y cerré la puerta detrás de mí.
―Hola, tía. No sabía que estabas acá ―dije, haciéndome mundialmente el boludo. Algo que me sale muy bien. Es uno de mis mejores talentos.
―Hey, Nahuel. ¿Qué pasa? Ya está lista la comida?
―No creo. La comida se va a demorar un poco.
―¿Por qué? ¿Pasó algo malo?
―No, nada de eso. Es solo que… em… mi mamá se fue a la pieza a charlar con Macarena, y cuando esas dos empiezan a hablar, pueden pasar horas hasta que terminen.
―Ah, ya veo. Entonces quizás deba encargarme de los preparativos de la cena.
―Puede ser, sí ―realmente no me importaba que ella saliera de la habitación, solo la necesitaba allí para plantearle cuál sería mi próximo movimiento.
―¿Por qué viniste? ―Preguntó mi prima, desafiante. Ella sabía muy bien por qué yo estaba ahí, lo supo en el momento en que vio mi erección.
Hablé dirigiéndome a mi tía Cristela.
―No sé si mi mamá te comentó sobre el nuevo arreglo que tenemos con Ayelén. Sería como una forma de pagar el alquiler. Vos no tenés por qué hacerlo, porque siempre ayudás en la casa con un montón de cosas; pero Ayelén se pasa todo el día encerrada en mi dormitorio sin hacer nada.
―Lo decís como si vos hicieras mucho, pendejo ―espetó mi prima.
―Mi mamá no se queja de mí ―dije, encogiéndome de hombros―, pero sí está harta de tu actitud. Esto ya lo hablamos Ayelén, vos accediste a hacerlo.
―Ya me puedo imaginar en qué consiste ese “pago de alquiler” ―dijo Cristela, mirando mi erección.
―¿Y vos qué opinás? ―Le pregunté.
―Opino que es una gran idea. Y esto lo digo como madre. Aye, tenés que aprender a tratar mejor a la gente, en especial cuando te están haciendo un gran favor. Nahuel te cedió su cuarto durante un montón de días. El pobre ni siquiera puede venir a jugar con la computadora, porque vos la usás todo el día.
Me molesta que mi prima use mi computadora; pero no puedo evitarlo. Una vez que ella se queda sola dentro del cuarto, es la dueña y señora de todos los objetos que hay en él.
―Me imaginé que te iba a parecer una buena idea ―dije, con una sonrisa triunfal―. Justamente vine por eso, a cobrarme el alquiler.
―Muy bien ―dijo Cristela, con mucha calma―, acercate y Aye va a hacer lo que tenga que hacer. ¿No es así, hija?
Ella miró a su madre con ojos inyectados de ira.
―Lo voy a hacer solo porque hice un trato con la tía Alicia ―dijo mi prima―. Si no fuera por eso, mandaría a este boludo a la mierda. Solo viene para ponerla, y ni siquiera sabe cómo hacerlo. Si supiera, al menos yo la pasaría mejor; pero es aburrido coger con un boludo inexperto.
―¿Y por qué no le enseñás un poco? ―Sugirió mi tía.
―Yo no tengo por qué enseñarle nada.
Me arrodillé en la cama y saqué la verga del pantalón, quedó justo al alcance de la mano de Cristela, ella la agarró y comenzó a masturbarme lentamente.
―Me vas a decir que no te dan ganas de jugar con esta pija cuando la ves? ―Preguntó mi tía―. ¡Mirá lo que es! Es justo como te gustan a vos. Si te habré visto comiendo pijas como esta.
―La pija no es lo único importante ―dijo Ayelén―. Si el tipo que está detrás me parece un boludo, entonces no me voy a calentar. ―Ella se puso en cuatro, apuntando su culo justo hacia mí―. Dale, hacé lo que tengas que hacer, y andate. Lo único bueno de esto es que acabás enseguida, porque no sos capaz de aguantar ni diez minutos.
Tuve ganas de retrucarle y decirle que sería capaz de aguantar eso y mucho más. Sin embargo, no lo hice. Después de lo que pasó con mi mamá en la cocina, no me veía capaz de aguantar tanto, al fin y al cabo corté la acción poco antes de eyacular.
Me mantuve callado y mi tía apuntó mi verga hacia la concha. Yo estaba a punto de penetrarla, cuando Cristela dijo:
―Todavía, no. Esperá un poquito.
¿Acaso esto es lo que Macarena me explicó? ¿Retrasar el placer? No me veía capaz de hacerlo, yo quería meterla ya.
Mi tía apretó fuerte mi verga, dándome a entender que ella era la que estaba al mando. Apoyó mi glande sobre los labios vaginales de su hija y comenzó a frotarlos con él. Pude ver cómo la concha de Ayelén se abría y, poco a poco, se iba humedeciendo más.
―Tenés que preparar a la chica antes de meterla ―explicó Cristela―, en especial porque vos la tenés muy grande. Si es una chica estrecha, podrías lastimarla.
Debo admitir que eso de frotar el glande contra la concha es agradable… no es tan intenso como meterla; pero me agrada.
―Ahora andá metiéndola de a poquito ―dijo Cristela. Comencé a hundir la cabeza de mi verga dentro de ese agujero húmedo―. Eso, así… ahora sacala y volvé a intentar, bien, así… de a poco, con calma. ―Siguiendo sus instrucciones, conseguí meter el glande completo―. Ahora prestá atención, esta parte es importante. Si realmente querés calentar a una mujer, una buena técnica es meterle la cabeza de la verga, pegarla contra una de las paredes internas de la vagina, y sacarla. Así…
Ella sostuvo mi verga apuntando hacia arriba, el agujero de la concha se abrió más y pude ver una buena dilatación cuando la verga salió. Ayelén incluso emitió un suave gemido. Me sorprendió que ella estuviera tan callada. Quizás… esto le estaba gustando.
Para comprobarlo, repetí la acción, esta vez sin la guía de mi tía. Yo mismo me encargué de meter el glande y sacarlo manteniéndolo bien pegado a una de las paredes internas de la concha. Repetí esto una y otra vez. Pude ver cómo mi prima se mojaba cada vez más y ocasionalmente dejaba salir un gemido. Tenía muchas ganas de metersela toda de una vez; pero no lo hice porque mi tía así me lo pidió.
―No la metas todavía. El juego previo es muy importante para levantar la temperatura. ¿Vos querés que Ayelén disfrute? Entonces no le des como un animal hasta que ella esté preparada. A ver, no voy a negar que una buena penetración sin previo aviso es placentera; pero esa parte ya la tenés dominada. Con esto vas a aprender a ser más eficiente en el sexo.
Seguí jugando con la concha de Ayelén durante un rato más hasta que Cristela dijo:
―Ahora sí, metela… pero no completa. Más o menos la mitad.
La penetración fue suave y al mismo tiempo apretada. Es difícil explicarlo. La concha de Ayelén pareció cerrarse alrededor de mi verga, eso fue muy agradable.
―Dale despacito sin meter más de la mitad. Mientras tanto, yo te voy a ayudar con otra cosita que sé que le gusta mucho a mi hija.
Acto seguido, Cristela pasó su dedo ensalivado por el agujero del culo de Ayelén. Lo frotó lentamente.
―¿Te gusta, hija? ―Preguntó.
―Callate, mamá. Dejame en paz.
Ayelén apoyó la cabeza contra la almohada. Cristela me guiñó un ojo dándome a entender que todo estaba saliendo según lo planeado. Ayelén estaba caliente, lo estaba disfrutando; pero es orgullosa, no lo va a admitir nunca.
Que mi tía esté presente solo hace que la situación me parezca mucho más morbosa. Me encanta ver cómo toca a su hija… y no se limitó solo a tocar.
Cristela bajó la cabeza, abrió esas hermosas nalgas y pasó la lengua directamente por el agujero del culo. Al ver esto aceleré un poco el ritmo de mis penetraciones y fui más adentro. Como mi tía no dijo nada, seguí haciéndolo. Ella parecía muy concentrada en lamer el culo de Ayelén… y a mi prima parecía no molestarle. En ningún momento dijo: “¿Pero cómo se te ocurre chuparle el culo a tu propia hija?”, o algo así. Lo que me dio a entender que no era la primera vez que esto ocurría. Comencé a preguntarme qué clase de relación hay entre Ayelén y Cristela. Desde un principio me resultó obvio que conocen detalles de la vida sexual de la otra, porque las dos son muy abiertas en cuanto al sexo; pero esto ya es llevar las cosas a otro nivel. Esto ya es incesto.
El culo de mi prima comenzó a dilatarse cuando Cristela comenzó a meterle los dedos.
Admiré ese gran espectáculo mientras le daba duras embestidas, comencé a fantasear con la idea de penetrar también ese agujero.
―Le está gustando ―dijo Cristela―, aunque ella prefiera morirse antes de reconocerlo, sé que le está gustando. La conozco. Seguí así, Nahuel.
Agarré a mi prima desde la cintura y seguí dándole duro. Ella ahogaba sus gemidos contra la almohada.
Estuve un buen rato dándole y cuando mi tía sacó los dedos de su culo me di cuenta de que ese agujero tenía una dilatación perfecta.
Apunté la verga hacia allí… y mi prima se apartó rápidamente.
―No, no. Ni hablar. Nunca dije nada de entregar el orto ―chilló.
―Ay, no te hagas la puritana ahora ―dijo Cristela―. Bien que te gusta el sexo anal.
―Me gusta; pero no le voy a dar el lujo a este pelotudo de metérmela por el culo. Se va a tener que quedar con las ganas. Además… ya le dije qué culo puede probar.
En ese momento recordé el desafío que me había impuesto mi prima. Ayelén cometió un grave error al traer eso a mi memoria justo en este momento.
Se me encendió la lamparita.
La idea que se me ocurrió era tan brillante, tan perfecta, que salí del cuarto de Ayelén… no, de mi propio cuarto, porque va a volver a ser mío. Salí con la pija dura por delante.
Por suerte no me crucé con nadie en el trayecto.
Abrí la puerta del cuarto de mi madre, sabía que no se habían molestado en cerrarlo con tranca. La imagen que me encontré fue fantástica. Alicia acostada boca arriba, con las piernas bien abiertas, y sobre ella, en sentido inverso, se encontraba Macarena, comiéndole la concha. Pude ver perfectamente cómo la lengua de mi hermana se entretenía con el clítoris.
Alicia se sobresaltó al escuchar la puerta abriéndose y, con movimientos de serpiente, se deslizó apartándose de su hija.
―Ay, Nahuel… ¡Qué susto! Em… estábamos… este… yo le estaba explicando a Macarena que… em… este…
―Mamá, no hace falta que te inventes una excusa ―le dije―, ya sé qué está pasando acá. Aunque no lo quieras admitir, a vos te gusta la concha… casi tanto como la verga. Y te gusta la de Macarena… quizás eso no lo vayas a reconocer nunca, pero sé que es así ―mi hermana sonreía mientras me escuchaba hablar―. Y está bien, si querés te podés quedar acá, chupándole la concha a Maca, estoy seguro de que ella hará un buen trabajo chupando la tuya. Pero tengo otra propuesta para vos. Se trata de Ayelén. Estaba con ella, en mi pieza… y la tía Cristela, estábamos… em… bueno, ya te imaginarás lo que estábamos haciendo. En un momento Ayelén dijo: “Si querés recuperar tu cuarto, quiero ver cómo le metés la verga en el culo a tu mamá”. ―Si bien pasaron muchos días desde que mi prima sugirió ese desafío, yo siempre lo tuve presente… y hoy es el día perfecto para aprovecharlo―. Teniendo en cuenta lo que pasó en la cocina, pensé: “A mi mamá no le molestaría ayudarme a recuperar mi cuarto”. ¿Cierto?
―Em… y dónde dormiría Ayelén?
―No sé, en el living ―dije, encogiéndome de hombros―. Me vas a ayudar? De verdad quiero recuperar mi cuarto, mamá.
Alicia se fijó en mi verga erecta y pude ver un brillo de lujuria en los ojos.
―Si lo único que tenés que hacer es metérmela por el culo un ratito, entonces sí, estoy dispuesta a ayudarte. ―Se puso de pie, completamente desnuda, y se asomó por la puerta, miró el pasillo detenidamente―. Vamos a cruzar rápido, y por turnos. Si Brenda nos sorprende desnudos, prefiero que sea por separado. Primero voy yo… te espero allá.
Acto seguido, salió corriendo. Por un instante pude ver cómo sus grandes tetas rebotaban, luego me fijé en sus nalgas. Dios, qué buena está! Qué ganas tengo de metérsela otra vez.
―Bien jugado, hermanito ―dijo Macarena, desde la cama.
―Estás enojada conmigo por haber interrumpido tu jueguito con mamá?
―Sí, por supuesto. Y esta me la vas a pagar, de alguna manera. Pero al mismo tiempo, estoy muy orgullosa de vos. Estás aprendiendo. Sé que a mamá le gustan las conchas; pero no puedo competir con una verga. En eso siempre me vas a llevar ventaja, al menos con mamá… si fuera Gisela, la ventaja la tendría yo.
―No estoy tan seguro ―le dije―. Gisela me quiere mucho, y la noté muy entretenida con las fotos que nos sacamos.
―Sí, pero eso lo hizo para complacer a una mujer. Que no se te olvide.
―Acá tenemos que quedarnos en un desacuerdo.
―De verdad pensás que si Gisela tuviera la oportunidad de coger con alguno de nosotros, ¿te elegiría a vos?
―Sí, eso es lo que pienso.
―Mmmm… interesante. En algún momento vamos a poner a prueba esa teoría.
―Hey, yo lo dije de forma hipotética ―aclaré.
―Uy, ya te acobardaste, hermanito?
―No es eso. Me refiero a que Gisela no va a coger con ninguno de los dos. Está un poco loca, es cierto; pero no creo que llegue tan lejos.
―Bueno, esa es otra cosa que podemos poner a prueba. ―Ella se abrió los labios vaginales con los dedos―. Estoy toda mojada. ¿De verdad me vas a dejar así?
Mi primera reacción fue dar un paso hacia adelante. Tenía a Macarena dispuesta y abierta para mí… ¿Cómo rechazarlo?
Pero después pensé con claridad. Esta era otra de sus tretas.
―Te vas a quedar así ―dije―. No voy a caer en tu trampa. Vos querés hacerme acabar para que yo no se la meta a mamá, porque sabés que si lo hago salgo ganando.
―Mmm… bueno, tenía que intentarlo. Es una pena. Tendré que conformarme con una paja… a menos que me dejes entrar a tu pieza.
―No ―dije con el mayor de los pesares―. Porque sé que de alguna manera lo vas a arruinar. Ya dijiste que me ibas a hacer pagar por esto. Te tendrás que quedar con las ganas, hermanita.
No me costó tanto dar media vuelta y dirigirme hacia la puerta, porque sabía que en mi dormitorio me estaba esperando una gran recompensa. Aún así me sentí un poco mal por dejar a Macarena sola, y con las ganas.
―Estoy orgullosa de vos, hermanito ―repitió mi hermana mientras me alejaba.
Miré el pasillo. Estaba desierto. Salí corriendo tan rápido como pude, con la pija dura apuntando hacia adelante.
Diario de Cuarentena:
¡A la carga, soldado! ¡Haga sentir orgulloso al pelotón! ¡Siempre confiamos en usted!
Capítulo 41.
Ventaja Estratégica.
Vi a mi madre preparando la comida detrás de la barra americana de la cocina. Sabía que en cuanto me viera me llegaría un denso discurso sobre lo que pasó dentro del cuarto de Macarena.
Diario de Cuarentena:
<Inicia el operativo “Desayuno”>.
Me moví con sigilo, para que ella no me notara.
La misión consistía en llegar hasta la heladera, agarrar la leche y luego, con mucho cuidado, revisar la alacena de la cocina y encontrar la caja de cereales. Era una misión prácticamente imposible; pero Alicia parecía muy ensimismada en su tarea.
Avancé manteniendo mi espalda pegada a la pared del comedor, miré a Alicia de reojo, estaba a mi derecha mirando fijamente los vegetales que estaba cortando. Si yo entraba a la cocina en ese momento, ella notaría el movimiento con su visión periférica. Aguardé con paciencia unos segundos y avancé como rayo cuando ella giró su cabeza al momento de poner los vegetales cortados en una olla. Eso me permitió llegar hasta la heladera.
Creí que la parte más difícil del operativo ya había pasado. Ahora Alicia me daba la espalda, solo tenía que ser muy silencioso y podría huir de allí con mi preciado desayuno sin tener que aguantar su discurso. Pero en ese preciso momento noté algo que me dejó idiotizado.
El culo de mi madre estaba prácticamente al descubierto. Ella tenía puesto un delantal, por lo que al verla de frente, y con la mitad inferior cubierta por la barra americana, no se me ocurrió pensar que en realidad solo llevaba puesta su ropa interior. Una diminuta tanga rosa y un corpiño del mismo color.
Esa tanga estaba tan apretada que podía ver claramente la división de los labios vaginales de mi madre. La vi desnuda muchas veces, pero anoche tuve que irme a dormir sin poder descargar después de la paja inconclusa que me hizo Macarena.
Mientras admiraba sus hermosas nalgas me pregunté por qué mi mamá estaba vestida de esa manera. El motivo por el cual las mujeres de mi familia dejaron de circular desnudas o en ropa interior fue por la llegada de Brenda; pero ahora Brenda sabe que en esta casa se practica el nudismo… además la propia Brenda hizo un análisis intenso y detallado de la anatomía de Alicia. Quizás esto motivó a mi mamá a recuperar una bonita costumbre que yo ya daba por perdida. Aunque sí me sorprende que sea justamente ella la primera en volver a la ropa interior, teniendo en cuenta que, en un principio, la idea no le gustaba mucho.
Diario de Cuarentena:
<Soldado ¿Algún reporte sobre el operativo?>
Mi mente estaba perdida en esa apretada tanga y en cómo se le marcaba la concha a la perfección, en especial cuando ella se inclinaba un poco hacia adelante.
Actué por puro instinto. Saqué la verga del pantalón y comencé a masturbarme sin dejar de mirar ese fantástico culo.
Tenía ganas de hacer una locura, y justamente ese era el problema: se trataba de una locura. Alguien podría vernos.
Me quedé allí unos segundos, sin hacer ni el menor ruido. A mi espalda estaba la puerta que daba al patio, miré rápidamente y pude cerciorarme de que allí no había nadie. Sin embargo el problema podría venir por el frente, justo delante de la barra americana.
El living-comedor estaba vacío pero sabía que hacer esto era algo de alto riesgo, cualquiera que saliera de alguna de las habitaciones podría verlo.
Diario de Cuarentena:
<Soldado, si va a abandonar el operativo “Desayuno”, al menos no sea cobarde y siga adelante con esta nueva misión>.
Macarena me lo había dicho muy claro: si quiero recibir la menor reprimenda posible, debo aprovechar cualquier ventaja que tenga sobre mi madre. Y además la calentura me sigue diciendo a gritos que debo seguir adelante.
Con la pija ya dura me acerqué a mi madre y la abracé por detrás. Ella soltó un pequeño grito ahogado y dio un salto en el lugar. Se relajó al darse cuenta de que era yo.
―Nahuel! Casi me matás del susto!
―Hace como media hora que estoy parado acá ―sí, “media hora” es una exageración; pero es cierto que estuve algunos minutos mirándole el orto sin que ella se diera cuenta.
―Y qué hacías ahí?
―Me preguntaba por qué se te había dado por andar en ropa interior. ¿Acaso ya no importa que haya una invitada en casa?
Mientras le hablaba aproveché para restregar mi verga erecta contra sus nalgas. También metí las manos debajo del delantal y fui en busca de sus tetas. Las agarré por encima del corpiño.
―Ay, pero vos ya sabés lo que pasó con Brenda, no te hagas el desentendido, sé que viste todo desde el baño.
―Ajá, entonces ya no te importa que Brenda te vea el culo… y qué hay de las otras? Las demás también pueden andar en tanga?
―Em… quizás… este… em… Brenda me comentó que ya sabe que en esta casa la ropa no se suele usar demasiado. Entonces pensé que quizás… ay, Nahuel… no me arrimes así ―mi verga se quedó apuntando directamente a su concha, no hubo penetración solo porque la tela de la tanga estaba allí.
―No sabía que te molestaran estos arrimones. La última vez que estuvimos en la pieza me quedó bien claro que…
―Sí, sí… ya sé; pero acá nos pueden ver. Tus hermanas no saben nada de esto… y si Brenda se entera, sería un escándalo. Y hablando de eso… ¿qué fue lo que pasó con Macarena?
Sabía que tarde o temprano llegaría ese planteo, y ya tenía una estrategia para lidiar con ello.
―Bueno, pasó algo como esto…
Hice a un lado su tanga y comencé a enterrar lentamente la cabeza de mi verga.
―Ay… Nahuel! ¿Qué hacés?
―Me preguntaste qué pasó con Macarena, yo te lo estoy mostrando…
―Pero… no así, no acá… nos pueden ver…
―¿Querés saber lo que pasó, sí o no? ―Sabía que esto sería irresistible para una mujer tan controladora como Alicia. Ella se quedó muda y yo seguí hundiendo mi verga en su concha. Mi madre estaba muy húmeda, su sexo no opuso resistencia.
―¿Me estás diciendo que… hubo penetración? ―Preguntó.
―¿Acaso no lo sospechabas? Digo… los gemidos de Macarena lo dejaron bastante claro.
―Pensé que… auch… ―mi verga entró más―. Pensé que era un jueguito de Maca, para hacerme enojar. No creí que llegaran tan lejos.
―Hacerte enojar nunca fue nuestra intención… ni siquiera sabíamos que vos estabas afuera.
Le di una fuerte embestida clavando de una sola vez más de la mitad de mi verga.
―Ay, Nahuel… despacito.
―Macarena no se quejó tanto cuando hice eso… al contrario, ella me pidió que lo mantuviera fuerte…
―Auch… pero yo… ay… a mí no me la metas así… me duele.
―Creo que el problema es que también te gusta. ¿Cierto? ―No dijo nada. Di dos duras embestidas más―. Sabés que podés ser sincera conmigo… así yo voy a ser sincero con vos.
―Sí, es cierto. Duele porque la tenés muy grande… y muy dura; pero… uf… ay… dios… también es agradable. Eso me preocupa. No debería agradarme tanto. Sos mi hijo. Y lo mismo digo de Macarena, ella es tu hermana. No puedo creer que se la hayas enterrado de esta manera.
―Y no solo eso… se la metí hasta el fondo… así…
―Ay…. dios… ―chilló mi madre entre dientes. Me di cuenta de que tuvo que hacer un gran esfuerzo por no gritar―. Con razón esa puta te pidió más… uf… Nahuel, creo que no sos consciente de la verga que tenés. Ay… cuando tengas una novia, la vas a hacer muy feliz.
―¿Y a vos? ¿No te hace feliz que te la meta así?
Empecé a darle duras embestidas; pero cortitas. Quería que sus nalgas se sacudieran con cada penetración. Me aferré a sus tetas, metiendo las manos por debajo del corpiño, y esto me brindó un mejor apoyo. Pude acelerar el ritmo de las penetraciones.
―Ay… por favor!
―¿Te gusta?
―Sí, ya te dije que sí… y estoy segura que a tu hermana también le gustó mucho….
―Y eso te molesta.
―Un poco, sí…
―¿Por qué?
―Le metiste la pija a tu hermana… te parece poco?
―También te la metí a vos, y no te molestó tanto.
―Pero nosotros hicimos un acuerdo, te prometí que te ayudaría con tu… problemita.
―Sí, es cierto; pero también me dijiste que aprovecharías para sacarte la calentura conmigo.
―Es verdad, quizás no debí decir eso… ay, Nahuel… por favor! metemela despacito…
―¿Así? ―Frené un poco el ritmo de mis movimientos.
―Sí… así… mmmm… así me gusta más.
―Ah, así que tu problema no es que te la meta fuerte y que te haga doler, o el hecho de que seas mi mamá… lo que vos querés es que lo haga bien. Que te la meta como a vos te gusta….
―Mmm… es que… auuu… es que si me la vas a meter, al menos me gustaría que lo hicieras bien.
―¿Acaso no querías que te cuente lo que hice con Maca? Te aseguro que no fue así….
―Mmm… bueno, sí… está bien… tenés razón ―ella jadeaba, suspiraba, gemía, apenas podía hablar―. Mostrame cómo lo hiciste con Macarena…
Apreté sus tetas con fuerza, eran mucho más grandes que las de Maca y no me entraban completas en las manos, aún así poder amasarlas era sumamente agradable. Retrocedí con mi verga, casi hasta sacarla, y le di una dura embestida. La clavé casi hasta el fondo.
―AY… mamita querida… ―ella se mordió el labio y echó su cabeza hacia atrás―. No podía esperar otra cosa de una puta como Macarena… estoy segura de que se lo pasó muy bien.
―Eso fue lo que me dijo… y te puedo asegurar que sus gemidos no fueron actuados, y vos los escuchaste.
―Sí, sí… no quise reconocerlo; pero ahora sé que fueron reales… sé que le gusto… y la entiendo, ¿cómo no le va a gustar esta pija? Es para volverse loca. ¿Qué más hiciste con ella?
―Ahora vas a ver…
Saqué mi verga de su concha y la humedecí con saliva, aunque ya estaba muy húmeda, por los jugos vaginales de mi madre. Antes de que ella pudiera reaccionar, la apoyé contra el agujero de su culo.
―No… no me digas que… Ay… Ay… no, Nahuel, por favor… no, por el culo no. Te lo digo en serio… ay… no… no…
Mi glande consiguió entrar con relativa facilidad, lo cual me sorprendió. Pensé que mi madre llevaba años sin practicar el sexo anal. Y como la única verga a la que tiene acceso es la mía, solo podía haber una explicación a la dilatación de su culo.
―Te estuviste metiendo un consolador por el orto? Y acordate, a mí no me mientas. Quiero que seas sincera, como lo estoy siendo yo.
―Sss… sí…. ―dijo, entre dientes.
―¿Cuándo te lo metiste?
―Hoy… a la mañana, mientras me daba una ducha… sé que el sexo anal es una perversión; pero lo necesitaba… después de la charla que tuve con Tefi, realmente lo necesitaba. Me llegaron muchos recuerdos… ay, Nahuel, por favor… no me la metas.
―¿Tenés miedo que te duela o tenés miedo de que te guste?
―Tengo miedo de que me guste… uf… ―mi verga comenzó a perderse dentro de su culo―. De verdad hiciste esto con Macarena? Bah, no sé para qué te pregunto… sé que sí… sé que a Macarena le gusta mucho el sexo anal. Ya me lo dejó bien clarito.
―Sí, sé que te robó uno de tus plugs anales. Por eso me imaginé que vos también habías estado metiéndote algo por el culo.
―No me juzgues, Nahuel… ay… despacito, por favor… si lo vas a hacer, hacelo con mucho cuidado.
Estaba metiendo mi verga en el culo de mi propia madre. Esta era, quizás, la situación más morbosa que había vivido hasta el momento.
Alicia estaba entregada, sus manos estaban sobre la mesada y tenía la espalda arqueada, con la cabeza hacia atrás y el culo en pompa. Era como si me dijera: “Estoy lista para que me la metas toda”.
A pesar de eso, fui despacio. Recordé lo que me había enseñado durante la charla con Tefi, ir de a poco, esperar a que el culo se dilate bien.
Empezó a entrar y pude notar como era mi madre la que medía el ritmo, ella avanzaba o retrocedía, dependiendo de si quería que la verga saliera o entrara más.
El momento era perfecto. No quería interrupciones, no quería dejar de menear mi cadera, quería ver cómo mi verga se perdía dentro de ese agujero, quería sentir todas esas hermosas sensaciones que trae la penetración anal. Sin embargo…
En ese momento me di cuenta de que detenerme me pondría en una situación favorable. Mi madre estaba gozando como una puta y parecía dispuesta dejarse clavar por el culo sin más quejas ni planteos.
Por eso me detuve.
No sé si lo que hice fue muy inteligente, o muy estúpido.
Saqué la verga y me aparté de ella.
―Bueno, creo que ya fue suficiente ―dije, intentando respirar normalmente a pesar de que tenía el corazón muy acelerado.
―¿Qué? ¿Ya está? No entró mucho. ¿Acabaste? No me pareció que hayas acabado.
―No lo hice. Me pareció… no sé, raro. ¿De verdad tengo que llenarle el culo de semen a mi propia madre? Eso no está bien.
―Sí, es cierto, pero… ―guardé silencio por unos segundos, ella se giró para mirarme a los ojos y no encontró palabras. La única opción que le quedaba era suplicar que yo siguiera dándole por el culo.
―Mejor lo dejamos así ―dije, y comencé a alejarme de ella.
―Nahuel ―dijo, cuando yo ya había cruzado la mitad de la distancia que me separaba del pasillo. Hice oídos sordos y seguí mi camino―. Nahuel…
Con la pija más dura como un bate de baseball entré al dormitorio de Macarena. Ella estaba leyendo un libro acostada en la cama. Vestía solamente una bombacha blanca de algodón, y se estaba masturbando, podía ver cómo se movían los dedos detrás de la tela.
―¡Hey! ¡Qué sorpresa! ―Dijo al verme. Sus ojos se clavaron en mi verga―. Me parece que ya sé a qué venís.
―¿Y es un mal momento? ―Pregunté.
―No, al contrario, es un momento perfecto. Estoy leyendo una de las novelas porno de Pilar…
―No querrás decir “novelas románticas”?
―Mmm… esta de romántica tiene poco. Es más porno que otra cosa. Y está buena. Al menos sirve para hacerse una buena paja. No me extraña que Pilar haya desarrollado curiosidad por el sexo anal después de leer esto. A las chicas de la historia les rompen el orto casi todo el tiempo.
―Suena interesante, después me gustaría leerlo.
―Y por qué andás con la pija tan dura?
―Por culpa de mamá. La cosa se puso picante en la cocina.
―¿En la cocina? Uy! ¿Cómo me perdí eso? ―Dejó el libro sobre la mesita de luz, perecía realmente interesada―. Y qué pasó?
―Em… digamos que le expliqué, con lujo de detalles, lo que pasó acá ayer.
Macarena se sentó en la cama dando un salto y me miró con los ojos muy abiertos.
―¿Le diste por el culo a mamá?
―Em… solo un poquito.
―Un poquito ya es un montón.
―Y me acordé de lo que vos dijiste sobre “retrasar el placer”. Intenté aplicarlo. Quizás eso me dé alguna ventaja sobre mamá; pero la verdad es que…. ―señalé mi verga.
―Ah, ya veo… no te aguantás la calentura. Querés que tu hermana favorita te ayude a acabar.
―Algo así. Me harías ese favor?
―No, para nada. Buscate a otra ―no lo dijo con rencor. Incluso noté una sonrisa desafiante. Macarena se bajó de la cama y pasó a mi lado.
―¿Adónde vas?
―A buscar a mamá.
―¿Qué? ¿Para qué?
―Para obtener mi propia ventaja. Ahora debe estar re caliente. No se va a negar a una buena chupada de concha. Es más, me va a suplicar por eso. Es mi momento perfecto para que no me joda más por lo que pasó ayer.
―Pero… eso arruinaría todos mis planes.
―Ah, lo siento, hermanito. Lo hubieras pensado mejor. Eso te pasa por no conocer bien a tu hermana.
Diciendo esto, salió de la habitación.
Debo admitir que la muy desgraciada es astuta. Egoísta, sí, un poco. Pero astuta.
Puso en primer lugar sus propios intereses; pero tiene razón. Después de lo que pasó, Alicia debe estar hirviendo como una pava. No se me ocurre un mejor momento para que Macarena obtenga ventaja sobre ella.
El problema es que yo me tengo que quedar con la pija dura… y Alicia recibiría una importante ayuda para apaciguar su calentura.
Definitivamente detenerme fue una pésima idea. Muy estúpida. Salí perdiendo.
Diario de Cuarentena:
<Cadete Nahuel: en el cuartel estamos muy decepcionados con usted. Pensamos que es un boludo. Nos hace quedar como tarados frente al enemigo. El paredón de fusilamiento lo espera. Es por misericordia. Solo queremos ahorrarle el sufrimiento>.
Abatido, me senté en el borde de la cama de Macarena y me quedé mirando la erección que no se iba a bajar sola en un buen rato… y aunque se bajara, aún me quedaría la calentura.
En mi mente pareció una idea brillante. El momento perfecto para que mi mamá quedara rendida a mis pies, casi la podía imaginar suplicando que se la meta. Eso me hubiera traído numerosas ventajas. Ya no me molestaría tanto con sus manías y me daría más libertades. Ahora solo puedo imaginarla revolcándose en la cama con Macarena, y lo peor de todo es que eso solo consiguió calentarme más. Mi verga, traicionera, se puso aún más dura como si me estuviera diciendo: “Hey, yo quiero ver esa escena lésbica entre madre e hija”.
No pienso darle el gusto. Al fin y al cabo estoy en esta situación por culpa de ella. Fue mi propia verga la que me incitó a arrimar a mi mamá.
Eso me pasa por pensar con la cabeza que no corresponde.
De pronto me puse de pie.
Por mi cabeza cruzó una idea fantástica. Brillante. Casi perfecta.
Estaba pensando en quién podría ayudarme a bajar la calentura. Se me cruzaron todas las opciones. La más viable era hablar con mi tía Cristela; pero si ella no estaba en el cuarto de Macarena, ni el patio, ni el living. Entonces, ¿Dónde podría estar?
Mi cerebro descartó posibilidades rápidamente: no estaría con Gisela, porque allí está Brenda y seguramente las dos estarían cogiendo. Con Pilar nunca se llevó muy bien, no se odian, pero tampoco es que sean muy amigas. Tefi manifestó que Cristela y Ayelén deberían irse, eso dejó la situación un poco tensa, por lo que mi tía no estaría allí. Tampoco estaría en el cuarto de mi mamá, yo salí de allí y la hubiera visto cruzando el pasillo.
Solo podía estar en un lugar: en mi cuarto, con Ayelén.
Y ahí fue cuando me acordé de que mi prima existe. Sí, mi cerebro a veces la anula, creo que es un mecanismo de defensa, para poder vivir en paz.
Digo que mi plan (mi nuevo plan, no el que falló) es casi perfecto porque depende de lo que mi tía Cristela piense al respecto.
Metí la verga en el pantalón, aunque eso no disimuló mucho mi erección. De todas formas fue una mera precaución por si me cruzaba con Brenda; pero no fue así.
Llegué a mi cuarto y abrí la puerta sin golpear.
Ayelén y Cristela se sobresaltaron; pero luego se tranquilizaron al ver que era yo. Las dos estaban completamente desnudas, acostadas en mi cama. Si mis compañeros de fútbol supieran que tengo dos hermosas mujeres desnudas en mi cama, se cortarían las pelotas de pura envidia.
Mi tía y mi prima estaban mirando algo en mi televisor, una película, o quizás una serie. No presté atención. Lo único que me importaba era que estaban allí… y desnudas. Entré y cerré la puerta detrás de mí.
―Hola, tía. No sabía que estabas acá ―dije, haciéndome mundialmente el boludo. Algo que me sale muy bien. Es uno de mis mejores talentos.
―Hey, Nahuel. ¿Qué pasa? Ya está lista la comida?
―No creo. La comida se va a demorar un poco.
―¿Por qué? ¿Pasó algo malo?
―No, nada de eso. Es solo que… em… mi mamá se fue a la pieza a charlar con Macarena, y cuando esas dos empiezan a hablar, pueden pasar horas hasta que terminen.
―Ah, ya veo. Entonces quizás deba encargarme de los preparativos de la cena.
―Puede ser, sí ―realmente no me importaba que ella saliera de la habitación, solo la necesitaba allí para plantearle cuál sería mi próximo movimiento.
―¿Por qué viniste? ―Preguntó mi prima, desafiante. Ella sabía muy bien por qué yo estaba ahí, lo supo en el momento en que vio mi erección.
Hablé dirigiéndome a mi tía Cristela.
―No sé si mi mamá te comentó sobre el nuevo arreglo que tenemos con Ayelén. Sería como una forma de pagar el alquiler. Vos no tenés por qué hacerlo, porque siempre ayudás en la casa con un montón de cosas; pero Ayelén se pasa todo el día encerrada en mi dormitorio sin hacer nada.
―Lo decís como si vos hicieras mucho, pendejo ―espetó mi prima.
―Mi mamá no se queja de mí ―dije, encogiéndome de hombros―, pero sí está harta de tu actitud. Esto ya lo hablamos Ayelén, vos accediste a hacerlo.
―Ya me puedo imaginar en qué consiste ese “pago de alquiler” ―dijo Cristela, mirando mi erección.
―¿Y vos qué opinás? ―Le pregunté.
―Opino que es una gran idea. Y esto lo digo como madre. Aye, tenés que aprender a tratar mejor a la gente, en especial cuando te están haciendo un gran favor. Nahuel te cedió su cuarto durante un montón de días. El pobre ni siquiera puede venir a jugar con la computadora, porque vos la usás todo el día.
Me molesta que mi prima use mi computadora; pero no puedo evitarlo. Una vez que ella se queda sola dentro del cuarto, es la dueña y señora de todos los objetos que hay en él.
―Me imaginé que te iba a parecer una buena idea ―dije, con una sonrisa triunfal―. Justamente vine por eso, a cobrarme el alquiler.
―Muy bien ―dijo Cristela, con mucha calma―, acercate y Aye va a hacer lo que tenga que hacer. ¿No es así, hija?
Ella miró a su madre con ojos inyectados de ira.
―Lo voy a hacer solo porque hice un trato con la tía Alicia ―dijo mi prima―. Si no fuera por eso, mandaría a este boludo a la mierda. Solo viene para ponerla, y ni siquiera sabe cómo hacerlo. Si supiera, al menos yo la pasaría mejor; pero es aburrido coger con un boludo inexperto.
―¿Y por qué no le enseñás un poco? ―Sugirió mi tía.
―Yo no tengo por qué enseñarle nada.
Me arrodillé en la cama y saqué la verga del pantalón, quedó justo al alcance de la mano de Cristela, ella la agarró y comenzó a masturbarme lentamente.
―Me vas a decir que no te dan ganas de jugar con esta pija cuando la ves? ―Preguntó mi tía―. ¡Mirá lo que es! Es justo como te gustan a vos. Si te habré visto comiendo pijas como esta.
―La pija no es lo único importante ―dijo Ayelén―. Si el tipo que está detrás me parece un boludo, entonces no me voy a calentar. ―Ella se puso en cuatro, apuntando su culo justo hacia mí―. Dale, hacé lo que tengas que hacer, y andate. Lo único bueno de esto es que acabás enseguida, porque no sos capaz de aguantar ni diez minutos.
Tuve ganas de retrucarle y decirle que sería capaz de aguantar eso y mucho más. Sin embargo, no lo hice. Después de lo que pasó con mi mamá en la cocina, no me veía capaz de aguantar tanto, al fin y al cabo corté la acción poco antes de eyacular.
Me mantuve callado y mi tía apuntó mi verga hacia la concha. Yo estaba a punto de penetrarla, cuando Cristela dijo:
―Todavía, no. Esperá un poquito.
¿Acaso esto es lo que Macarena me explicó? ¿Retrasar el placer? No me veía capaz de hacerlo, yo quería meterla ya.
Mi tía apretó fuerte mi verga, dándome a entender que ella era la que estaba al mando. Apoyó mi glande sobre los labios vaginales de su hija y comenzó a frotarlos con él. Pude ver cómo la concha de Ayelén se abría y, poco a poco, se iba humedeciendo más.
―Tenés que preparar a la chica antes de meterla ―explicó Cristela―, en especial porque vos la tenés muy grande. Si es una chica estrecha, podrías lastimarla.
Debo admitir que eso de frotar el glande contra la concha es agradable… no es tan intenso como meterla; pero me agrada.
―Ahora andá metiéndola de a poquito ―dijo Cristela. Comencé a hundir la cabeza de mi verga dentro de ese agujero húmedo―. Eso, así… ahora sacala y volvé a intentar, bien, así… de a poco, con calma. ―Siguiendo sus instrucciones, conseguí meter el glande completo―. Ahora prestá atención, esta parte es importante. Si realmente querés calentar a una mujer, una buena técnica es meterle la cabeza de la verga, pegarla contra una de las paredes internas de la vagina, y sacarla. Así…
Ella sostuvo mi verga apuntando hacia arriba, el agujero de la concha se abrió más y pude ver una buena dilatación cuando la verga salió. Ayelén incluso emitió un suave gemido. Me sorprendió que ella estuviera tan callada. Quizás… esto le estaba gustando.
Para comprobarlo, repetí la acción, esta vez sin la guía de mi tía. Yo mismo me encargué de meter el glande y sacarlo manteniéndolo bien pegado a una de las paredes internas de la concha. Repetí esto una y otra vez. Pude ver cómo mi prima se mojaba cada vez más y ocasionalmente dejaba salir un gemido. Tenía muchas ganas de metersela toda de una vez; pero no lo hice porque mi tía así me lo pidió.
―No la metas todavía. El juego previo es muy importante para levantar la temperatura. ¿Vos querés que Ayelén disfrute? Entonces no le des como un animal hasta que ella esté preparada. A ver, no voy a negar que una buena penetración sin previo aviso es placentera; pero esa parte ya la tenés dominada. Con esto vas a aprender a ser más eficiente en el sexo.
Seguí jugando con la concha de Ayelén durante un rato más hasta que Cristela dijo:
―Ahora sí, metela… pero no completa. Más o menos la mitad.
La penetración fue suave y al mismo tiempo apretada. Es difícil explicarlo. La concha de Ayelén pareció cerrarse alrededor de mi verga, eso fue muy agradable.
―Dale despacito sin meter más de la mitad. Mientras tanto, yo te voy a ayudar con otra cosita que sé que le gusta mucho a mi hija.
Acto seguido, Cristela pasó su dedo ensalivado por el agujero del culo de Ayelén. Lo frotó lentamente.
―¿Te gusta, hija? ―Preguntó.
―Callate, mamá. Dejame en paz.
Ayelén apoyó la cabeza contra la almohada. Cristela me guiñó un ojo dándome a entender que todo estaba saliendo según lo planeado. Ayelén estaba caliente, lo estaba disfrutando; pero es orgullosa, no lo va a admitir nunca.
Que mi tía esté presente solo hace que la situación me parezca mucho más morbosa. Me encanta ver cómo toca a su hija… y no se limitó solo a tocar.
Cristela bajó la cabeza, abrió esas hermosas nalgas y pasó la lengua directamente por el agujero del culo. Al ver esto aceleré un poco el ritmo de mis penetraciones y fui más adentro. Como mi tía no dijo nada, seguí haciéndolo. Ella parecía muy concentrada en lamer el culo de Ayelén… y a mi prima parecía no molestarle. En ningún momento dijo: “¿Pero cómo se te ocurre chuparle el culo a tu propia hija?”, o algo así. Lo que me dio a entender que no era la primera vez que esto ocurría. Comencé a preguntarme qué clase de relación hay entre Ayelén y Cristela. Desde un principio me resultó obvio que conocen detalles de la vida sexual de la otra, porque las dos son muy abiertas en cuanto al sexo; pero esto ya es llevar las cosas a otro nivel. Esto ya es incesto.
El culo de mi prima comenzó a dilatarse cuando Cristela comenzó a meterle los dedos.
Admiré ese gran espectáculo mientras le daba duras embestidas, comencé a fantasear con la idea de penetrar también ese agujero.
―Le está gustando ―dijo Cristela―, aunque ella prefiera morirse antes de reconocerlo, sé que le está gustando. La conozco. Seguí así, Nahuel.
Agarré a mi prima desde la cintura y seguí dándole duro. Ella ahogaba sus gemidos contra la almohada.
Estuve un buen rato dándole y cuando mi tía sacó los dedos de su culo me di cuenta de que ese agujero tenía una dilatación perfecta.
Apunté la verga hacia allí… y mi prima se apartó rápidamente.
―No, no. Ni hablar. Nunca dije nada de entregar el orto ―chilló.
―Ay, no te hagas la puritana ahora ―dijo Cristela―. Bien que te gusta el sexo anal.
―Me gusta; pero no le voy a dar el lujo a este pelotudo de metérmela por el culo. Se va a tener que quedar con las ganas. Además… ya le dije qué culo puede probar.
En ese momento recordé el desafío que me había impuesto mi prima. Ayelén cometió un grave error al traer eso a mi memoria justo en este momento.
Se me encendió la lamparita.
La idea que se me ocurrió era tan brillante, tan perfecta, que salí del cuarto de Ayelén… no, de mi propio cuarto, porque va a volver a ser mío. Salí con la pija dura por delante.
Por suerte no me crucé con nadie en el trayecto.
Abrí la puerta del cuarto de mi madre, sabía que no se habían molestado en cerrarlo con tranca. La imagen que me encontré fue fantástica. Alicia acostada boca arriba, con las piernas bien abiertas, y sobre ella, en sentido inverso, se encontraba Macarena, comiéndole la concha. Pude ver perfectamente cómo la lengua de mi hermana se entretenía con el clítoris.
Alicia se sobresaltó al escuchar la puerta abriéndose y, con movimientos de serpiente, se deslizó apartándose de su hija.
―Ay, Nahuel… ¡Qué susto! Em… estábamos… este… yo le estaba explicando a Macarena que… em… este…
―Mamá, no hace falta que te inventes una excusa ―le dije―, ya sé qué está pasando acá. Aunque no lo quieras admitir, a vos te gusta la concha… casi tanto como la verga. Y te gusta la de Macarena… quizás eso no lo vayas a reconocer nunca, pero sé que es así ―mi hermana sonreía mientras me escuchaba hablar―. Y está bien, si querés te podés quedar acá, chupándole la concha a Maca, estoy seguro de que ella hará un buen trabajo chupando la tuya. Pero tengo otra propuesta para vos. Se trata de Ayelén. Estaba con ella, en mi pieza… y la tía Cristela, estábamos… em… bueno, ya te imaginarás lo que estábamos haciendo. En un momento Ayelén dijo: “Si querés recuperar tu cuarto, quiero ver cómo le metés la verga en el culo a tu mamá”. ―Si bien pasaron muchos días desde que mi prima sugirió ese desafío, yo siempre lo tuve presente… y hoy es el día perfecto para aprovecharlo―. Teniendo en cuenta lo que pasó en la cocina, pensé: “A mi mamá no le molestaría ayudarme a recuperar mi cuarto”. ¿Cierto?
―Em… y dónde dormiría Ayelén?
―No sé, en el living ―dije, encogiéndome de hombros―. Me vas a ayudar? De verdad quiero recuperar mi cuarto, mamá.
Alicia se fijó en mi verga erecta y pude ver un brillo de lujuria en los ojos.
―Si lo único que tenés que hacer es metérmela por el culo un ratito, entonces sí, estoy dispuesta a ayudarte. ―Se puso de pie, completamente desnuda, y se asomó por la puerta, miró el pasillo detenidamente―. Vamos a cruzar rápido, y por turnos. Si Brenda nos sorprende desnudos, prefiero que sea por separado. Primero voy yo… te espero allá.
Acto seguido, salió corriendo. Por un instante pude ver cómo sus grandes tetas rebotaban, luego me fijé en sus nalgas. Dios, qué buena está! Qué ganas tengo de metérsela otra vez.
―Bien jugado, hermanito ―dijo Macarena, desde la cama.
―Estás enojada conmigo por haber interrumpido tu jueguito con mamá?
―Sí, por supuesto. Y esta me la vas a pagar, de alguna manera. Pero al mismo tiempo, estoy muy orgullosa de vos. Estás aprendiendo. Sé que a mamá le gustan las conchas; pero no puedo competir con una verga. En eso siempre me vas a llevar ventaja, al menos con mamá… si fuera Gisela, la ventaja la tendría yo.
―No estoy tan seguro ―le dije―. Gisela me quiere mucho, y la noté muy entretenida con las fotos que nos sacamos.
―Sí, pero eso lo hizo para complacer a una mujer. Que no se te olvide.
―Acá tenemos que quedarnos en un desacuerdo.
―De verdad pensás que si Gisela tuviera la oportunidad de coger con alguno de nosotros, ¿te elegiría a vos?
―Sí, eso es lo que pienso.
―Mmmm… interesante. En algún momento vamos a poner a prueba esa teoría.
―Hey, yo lo dije de forma hipotética ―aclaré.
―Uy, ya te acobardaste, hermanito?
―No es eso. Me refiero a que Gisela no va a coger con ninguno de los dos. Está un poco loca, es cierto; pero no creo que llegue tan lejos.
―Bueno, esa es otra cosa que podemos poner a prueba. ―Ella se abrió los labios vaginales con los dedos―. Estoy toda mojada. ¿De verdad me vas a dejar así?
Mi primera reacción fue dar un paso hacia adelante. Tenía a Macarena dispuesta y abierta para mí… ¿Cómo rechazarlo?
Pero después pensé con claridad. Esta era otra de sus tretas.
―Te vas a quedar así ―dije―. No voy a caer en tu trampa. Vos querés hacerme acabar para que yo no se la meta a mamá, porque sabés que si lo hago salgo ganando.
―Mmm… bueno, tenía que intentarlo. Es una pena. Tendré que conformarme con una paja… a menos que me dejes entrar a tu pieza.
―No ―dije con el mayor de los pesares―. Porque sé que de alguna manera lo vas a arruinar. Ya dijiste que me ibas a hacer pagar por esto. Te tendrás que quedar con las ganas, hermanita.
No me costó tanto dar media vuelta y dirigirme hacia la puerta, porque sabía que en mi dormitorio me estaba esperando una gran recompensa. Aún así me sentí un poco mal por dejar a Macarena sola, y con las ganas.
―Estoy orgullosa de vos, hermanito ―repitió mi hermana mientras me alejaba.
Miré el pasillo. Estaba desierto. Salí corriendo tan rápido como pude, con la pija dura apuntando hacia adelante.
Diario de Cuarentena:
¡A la carga, soldado! ¡Haga sentir orgulloso al pelotón! ¡Siempre confiamos en usted!
8 comentarios - Aislado Entre Mujeres [41].
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