100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 27:
Rozábamos nuestros cuerpos de una forma increíble, descargando toda la calentura acumulada por horas y relamiéndonos de lo que estaba por venir. Su cuerpo hervía del calor y el mío se movía de un lado al otro tratando de tomar el control total de la situación. Nos mirábamos, nos besábamos, nos tocábamos y como locos nos sacábamos la ropa sin poder aguantarnos las ganas de comernos enteros. Pero el morbo de saber que lo que estábamos haciendo tenía un condimento especial era lo que a mí más me prendía. Entonces me senté encima de él, apoyé mis manos con fuerza sobre su pecho y mirándolo fijo a los ojos y con voz decidida le dije: “Te voy a coger con muchas ganas, mi amor”.
Me llamo Sofía, tengo 21 años y desde los 16 estoy de novia con Mariano. Nos conocimos en el colegio, íbamos al mismo curso y desde siempre nos tuvimos ganas. No fue hasta que nos hicimos un poco más grandes que nos animamos a algo y él me encaró en una fiesta y así empezamos a estar juntos. Al principio era medio un secreto, lo típico de esa edad, pero con el correr del tiempo ya era evidente que andábamos en algo. Empezamos a salir, así como pareja y él terminó preguntándome si quería ser su novia. Yo obviamente acepté aunque dudaba de la idea de estar solamente con un chico y desde entonces estuvimos juntos.
El noviazgo fue evolucionando a medida que los dos fuimos creciendo. Él quería coger desde el primer día pero yo lo hice esperar bastante y hasta que no estuve segura no tuvimos nuestra primera vez. Después de eso, transitamos una etapa en la que cogíamos casi todo el tiempo, vivíamos calientes y siempre que podíamos nos encontrábamos para hacerlo en su casa o en la mía. Llegó al punto de que era obvio para todos que estábamos en algo y terminamos por presentarnos ante nuestras familias. Ahí fue cuando la relación se empezó a poner seria de verdad, pero sobre todo cuando las cosas se complicaron.
Mis padres siempre fueron muy tranquilos con ese tema y tener una hermana varios años mayor que ya había llevado dos novios a la casa ayudó mucho a que no tuvieran problema con Mariano. Lo aceptaron desde un inicio y le permitían quedarse a dormir por las noches si lo queríamos. Del otro lado no pasó lo mismo. Mariano es el menor de 4 hermanos hombres y el más consentido de la familia. Su padre, fue bastante amable y tranquilo teniendo en cuenta que para ese momento yo era la única nuera que tenía. Su madre, por el contrario, una víbora desde el principio.
Para el día de la presentación decidí llevar un postre casero, algo que me costó mucho hacer y terminé pidiéndole ayuda a mi mamá. La desgraciada de mi suegra tuvo el tupé de decir que estaba muy dulce y dejó la porción después de un bocado porque “se había empalagado”, algo que claramente me hizo poner muy mal y nerviosa. Pero no quedó todo ahí, ya que a las pocas semanas Mariano me invitó a pasar la tarde y cuando estábamos sentados en el sillón viendo la tele abrazados, apareció para decirnos que no había necesidad de que nos tocáramos en frente de todos. Era obvio que estaba celosa de mí, algo que me parecía natural teniendo en cuenta que en ese momento él era el único hijo que estaba en pareja.
Pero sus hermanos empezaron a llevar novias a la casa y ella las trataba completamente diferente. Les sacaba conversación, les preguntaba cosas de su vida y a la novia del mayor, que era abogada, le dijo que la iba a recomendar con todas sus amigas. Conmigo seguía siendo una arpía total, que me desprestigiaba, me hacía sentar lejos de Mariano cuando iba a almorzar o cenar y estaba todo el tiempo criticando mi ropa o mis cortes de pelo. Era horrible, al punto que yo no quería ir a su casa casi nunca y él se terminó dando cuenta de eso y en lugar de defenderme, se puso del lado de la madre.
Cuando acababa de cumplir 20 y llevábamos casi cuatro años de relación, nos peleamos y decidimos dejarlo. Su madre influenció mucho en él y después me enteré que llegó hasta decirle que yo no era buena para él. El problema fue que las cosas no terminaron bien, nunca quedó nada claro y yo estuve con otro chico mientras que él pensaba que simplemente estábamos tomándonos un tiempo. Entonces se enojó, nos volvimos a pelear y después de unas cuantas semanas de idas y vueltas nos dimos cuenta que nos queríamos y que queríamos estar juntos. La cara de odio de mi suegra cuando me vio nuevamente sentada en su living fue tan grande que sentí algo de regocijo adentro mío.
Desde ese día mi actitud cambió y cada vez que iba a la casa de mi novio me encargaba de ignorar por completo a la desgraciada de su madre y aprovechaba para provocarla todo lo que podía. Empecé a vestirme de forma muy provocativa y ella lo notaba pues llegó hasta decirme que mi atuendo era un poco revelador. También me encargué de pulir la relación con mi suegro y mis cuñados, algo que fue mejorando y molestando cada vez más a ella. Pero lo que hacía y más loca la ponía era tocar y besar a Mariano una y otra y otra vez delante de ella. Él apenas se daba cuenta que era para molestar a su madre, pues estaba muy distraído disfrutando de los besos y las caricias. Lo mejor de todo era que gracias a eso mi novio vivía caliente y el sexo había mejorado muchísimo.
Sin embargo había algo que quería lograr y no había podido conseguir. Antes de que cortáramos aquella vez, una amiga me dijo que para vengarme de mi suegra tenía que cogerme a su hijo en toda la casa y dejar “nuestra esencia” de sexo en todos lados. Obviamente era una especie de venganza silenciosa pues ella nunca se iba a enterar de dónde lo habíamos hecho, pero me iba a ayudar a mí a sentirme más cómoda estando allí. Eso hice y me cogí a su hijo en la cocina, el comedor, el living, el estudio de su marido, en el baño y hasta en la habitación de sus tres hermanos. Pero el lugar en el que más quería hacerlo era la pieza de sus padres, pero había un problema. Mi suegra era tan desconfiada que cerraba la puerta con llave cada vez que se iba de la casa, haciendo que sea imposible entrar cuando ellos no estaban en la casa. Tuve que esperar casi un año desde que volví con mi novio para llegar a mi objetivo
Sus dos hermanos mayores ya no vivían en la casa y sus padres se fueron de viaje para su aniversario, dejándole la casa sola a Mariano y su otro hermano. Este tenía la única llave de la habitación de mis suegros, “por seguridad”. Pero como a él no le importaba eso, la había dejado en su mesita de luz y de hecho se lo había confesado a Mariano en frente mío. Una noche me invitó a quedarme a dormir y en ese momento me enteré que su hermano iba a salir con unos amigos e íbamos a tener la casa para nosotros solos. “Podemos coger donde quieras mi amor” me dijo él entre besos y caricias luego de haber cenado algo rápido y pensando en que ya habíamos cumplido muchas fantasías.
Fue en ese momento cuando me levanté, fui caminando por el pasillo y entré a la habitación de su hermano para ir directo a la mesita de luz. Volví al comedor donde Mariano me estaba esperando y le mostré la llave de la habitación de sus padres y él se empezó a reír. “No amor, en la pieza de mis viejos no” me dijo pero entonces hice la jugada que sabía que no iba a fallar. Sin soltar la llave me saqué la remera y se la tiré encima para que quedarme en corpiño frente a sus ojos. “Amor, en serio” insistía él riéndose y sin dejar de verme el corpiño. Entonces me saqué las zapatillas, las medias y me desabroché el pantalón sin decir una sola palabra. “Sofi por favor, no me hagas esto” me decía Mariano que se mordía el labio y subía y bajaba su mirada constantemente. Cuando me deshice del pantalón y me quedé con una tanga blanca que a él le encantaba, se paró y vino caminando hacia mí.
- Amor… ¡Que lindas que estás!- Me dijo abrazándome por la cintura y dándome un beso.
- ¿Vamos a la pieza de tus viejos?- Le pregunté yo esquivándole la boca antes de que él pudiera besarme de nuevo.
No dijo nada, miró al costado y resignado asintió con la cabeza. Dejando toda mi ropa tirada en el piso, lo agarré de la mano y lo conduje por el pasillo hasta que llegamos a la puerta final, la que estaba frente al estudio. Puse la llave en la cerradura y esta se abrió con un “click” que me hizo temblar los dedos. Entré a la habitación por primera vez y a pesar de que esta era enorme, yo fui directo a la cama y me acosté tirando de mi novio para que cayera encima de mí. Lo había logrado, lo había conseguido y entonces la lujuria, el deseo y la calentura se apoderaron de nosotros.
Nos fuimos besando y manoseando con muchísimas ganas mientras que le iba sacando la ropa para que quedara igual de desnudo que yo. Él me sacó el corpiño y bajó a besarme las tetas mientras yo miraba la mesita de luz de su madre y veía una foto de sus cuatro hijos tomada hacía ya varios años. Entonces supe que ahí tenía que dejar toda mi “esencia”, pero no cualquiera, sino mi esencia más puta y trola para que supiera que su hijo se estaba cogiendo a una loba total que lo complacía como ninguna. De golpe, me abalancé sobre mi novio, me senté encima de él y apoyé mis manos con firmeza sobre su pecho. Lo miré fijo a los ojos y le dije que me lo iba a coger con todas mis ganas.
Mariano quedó anonadado cuando me lancé sobre su boca y le metí mi lengua con furia para transármelo de forma violenta y caliente. Él llevó sus manos a mi cola y me empezó a manosear ferozmente al mismo tiempo que yo recorría su cara y su cuello con mis labios. Fui bajando desesperada por su cuerpo, lamiéndole los pezones, besándole los brazos y acariciando toda su piel con mis dedos. Me acomodé entre sus piernas en esa cama gigante que tenían allí sus padres y le bajé el bóxer para dejar al descubierto su pija completamente al palo.
Le empecé a chupar la pija como loca, metiéndomela y sacándomela de la boca a toda velocidad mientras le hacía una paja con mis dos manos. Estaba durísima y sentía como iba creciendo más y más a medida que pasaban los segundos. Yo estaba completamente sacada, lamiéndosela por todos lados, jugando con la cabecita y dejando la baba caer por mis dedos y su cuerpo. Mariano, que por lo general era mucho más ruidoso que yo a la hora del sexo, gemía sin poder controlarse, mientras me acariciaba la cabeza y me decía “¡Sí, mi amor! ¡Así! ¡Me encanta!” motivándome a seguir chupándosela más y más.
Después me devolvió el favor. Yo me acosté con la cabeza en la almohada de su madre y él se acostó entre mis piernas tras sacarme la tanga y me empezó a chupar como loco. Estábamos los dos muy calientes y se notaba que el morbo de estar cogiendo ahí nos prendía aún más. Su lengua se movía de un lado al otro por encima de mi clítoris y mi conchita mojada mientras que yo mordía la almohada de mi suegra y le dejaba los dientes clavados. Ahogaba los gritos sobre esta, como si en un futuro ella se fuera a acostar ahí y a escucharlos de fondo como si hubiesen quedado impregnados. Esa idea me excitaba y me hacía gemir más y más.
Ya sin poder aguantarnos, Mariano se acostó encima de mí y me penetró bien a fondo, metiéndomela de golpe y sacándome un grito de placer que me hizo soltar la almohada. Lo abracé con mis dos manos, lo pegué a mi cuerpo y me empezó a coger a toda velocidad, metiendo y sacando su verga bien dura de mi conchita totalmente mojada. Nos besábamos, nos mirábamos a los ojos, nos mordíamos los labios y nos disfrutábamos en la inmensidad de esa cama matrimonial que tanto había deseado yo. Estábamos encendidos en un fuego bien caliente que tenía mucho que ver con el lugar donde lo estábamos haciendo, como si estuviésemos gritando “¡Bingo!” en ese momento.
Él se puso como loco. Elevó un poco si cuerpo despegándose de mí y sin dejar de mirarme fijo a los ojos, se empezó a mover a toda velocidad, cogiéndome bien fuerte y rápido. Yo no pude aguantar los gemidos de placer y empecé a gritar como loca mientras le acariciaba el pecho y me apretaba las tetas. Eso a él le volaba aún más la cabeza y por eso lo hacía. Me mordía los labios, le pedía que me cogiera más fuerte, le insistía entre gemidos de placer y Mariano no se aguantaba cogiéndome a lo bestia. Tenía la sensación de que en cualquier momento iba a acabar de lo fuerte que me estaba dando, pero parecía como si él también quisiera estirar ese hermoso momento.
Me di vuelta, me puse en cuatro mirando al respaldar de la cama con la cabeza sobre la almohada de su madre y moví mi cola hasta volver a sentir su verga bien dura adentro de mi conchita empapada. Mi novio me sujetó con firmeza por la cintura y volvió a los movimientos rápidos y violentos. Sentía su pija entrar y salir de mi cuerpo con fuerza y eso me encantaba. Era increíble lo que el morbo de la situación había logrado, pues los dos estábamos disfrutando al máximo. “¡Ay sí! ¡Sí, mi amor! ¡Cogeme bien duro!” le decía yo a los gritos sabiendo que estábamos solos en la casa y que nadie más podía escucharnos. Pero entonces algo pasó por mi cabeza. Dirigí la mirada nuevamente a la mesa de luz de mi suegra y al ver la foto de mi novio, mis cuñados y ella, no me pude aguantar.
- ¡Mirá lo lindo que me está cogiendo su hijo señora!- Le dije dirigiéndome a ella como si estuviese en esa misma habitación.- ¡No sabe lo lindo que me hace acabar cuando me la mete hasta el fondo!- Agregué y el juego también le gustó a Mariano.
Mis palabras parecieron dar en el blanco, pues mi chico se puso tan loco que mis palabras se convirtieron en gritos de lo fuerte que me empezó a coger. “¡Ay sí! ¡Así! ¡Así me encanta, mi amor!” le decía mientras me aferraba con fuerza a las sábanas y estas empezaban a salirse de lugar. Mariano se movía hacia adelante y hacia atrás con toda violencia, golpeando su cintura contra mi cola y clavándomela hasta el fondo con solo un objetivo, hacerme acabar de una forma hermosa. Yo seguía mirando la foto, miraba a los ojos a mi suegra. “¡Mirá hija de puta! ¡Mira como me coge tu bebé!” le dije y el juego morboso puso de cabeza a mi novio. Sus movimientos se aceleraron, una de sus manos se elevó en los aires y me pegó una cachetada en la cola tan fuerte que me hizo gritar de dolor.
- ¡Dale, mi amor! ¡Mostrale a tu mamá como me cogés y me hacés gritar!- Lo incentivé y nuevamente su mano cayó con violencia sobre mis nalgas haciéndome arder la cola y sacándome un grito de placer.
Estábamos como locos. Sentía su pija clavándose bien adentro de mi concha. Mi cuerpo temblaba, mis rodillas se balanceaban de un lado a otro y mi cola me ardía de las cachetadas que no paraban de llegar. Entonces grité como nunca. Grité de una forma increíble mientras sentía la verga bien dura de mi novio entrar y salir de mi cuerpo. Acabé mojándome toda y arañando las sábanas como si fuesen el cuerpo de mi propia pareja. Él no se detuvo y me siguió cogiendo así mientras yo disfrutaba de mi orgasmo y seguía acabando como nunca antes lo había hecho. “¡Así, mi amor! ¡Me encanta!” le gritaba sin poder controlar mis alaridos y estando segura de que mis gritos se podían escuchar en todo el barrio.
Pero él no había terminado y por alguna razón, esa situación lo hizo sentir apoderado de mi cuerpo y de mis deseos. Me sacó la pija con rapidez, me dio vuelta para dejarme boca arriba y se arrodilló sobre mi pecho colocando una pierna a cada lado y haciéndome prisionera. Apenas pude reaccionar y cuando me di cuenta tenía su pija bien dura y chorreando encima de mi cara. Abrí la boca esperando que me la metiera, pero Mariano se empezó a pajear de una forma bestial sobre mí y supe lo que estaba a punto de suceder. Decidí motivarlo con mis palabras: “¡Ay sí, mi amor! ¡Dame toda la lechita! ¡Acabame toda!” le decía con voz seductora mientras le acariciaba las piernas con una mano y le masajeaba los huevitos con otra. Pero él no acababa. Se mordía los labios, tenía los ojos entrecerrados, se pajeaba a toda velocidad revoleando su verga frente a mis ojos sin resultado. Supe en ese instante lo que tenía que hacer.
- ¡Dale, mi amor! ¡Mostrale a tu mamá como me das toda la lechita!- Insistí casi como si estuviera dándole una orden. La respuesta fue inmediata.
Mariano empezó a acabar a chorros. Se pajeaba tan desesperadamente que su pija iba de un lado hacia otro y la leche hizo lo mismo. Saltó en todas direcciones, cayendo sobre mi cara, mi pelo, mis hombros, mi cuello, pero también manchando las sábanas y sobre todo la almohada en la que yo estaba recostada. “¡Sí, mi amor! ¡Cuanta lechita! ¡Me encanta!” le gritaba yo a mi novio que tenía los ojos cerrados al máximo, la boca abierta mientras gemía de placer y su mano que no dejaba de pajearse. La leche salía y salía. Nunca lo había visto acabar así, pero me encantaba como había reaccionado ante esas palabras y como había cubierto todo de semen, en especial la almohada sobre la que su madre apoyaba su cabeza.
Cuando terminó de escupir todo el semen se quedó quieto, agarrándose la verga y observando el techo de la habitación mientras disfrutaba de su orgasmo. “¡Mi amor! ¡Que hermosa cogida me regalaste! ¡Estoy toda transpirada, acabada y llena de lechita! Me parece que necesito un baño…” le dije y él bajó la mirada regalándome una sonrisa hermosa. Aceptó que la ducha era nuestro próximo destino y se levantó de la cama para salir de la habitación diciéndome que iba a prender el agua. Yo me quedé acostada unos segundos, cubierta de semen y respirando agitadamente. Giré la cabeza, miré nuevamente la foto y clavándome en los ojos de mi suegra pensé: “¡Lo puta que me pone tu hijo, no tenés idea!” susurré mientras sonreía.
Lugar n° 27: Cama de los suegros
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