Ayer, mi mujer y yo fuimos a dejar a mi mamá a su casa. TenÃa una semana con nosotros en casa y aunque mi mujer tenÃa una relación cordial con ella, sà que disfrutó de verla partir. Supongo yo que es porque las mujeres no saben compartir. Supongo todavÃa más que es por las atenciones de mi madre conmigo. Es que, deja que te cuente: mi mamá es una mujer un tanto intransigente. Es cascarrabias, perfeccionista, y sólo el diablo la harÃa cambiar de opinión. Tiene esa mentalidad terca que solo yo sé comprender, aún mi papá se habÃa cansado de ella después de tantos años. Se fue y sólo quedé yo para ella. Su hijo mayor, su mejor amigo.
De más está decir que nos conocemos de toda la vida. Mi madre tiene un vÃnculo de confianza conmigo que trasciende el vÃnculo normal de madre e hijo. De todos mis hermanos soy al que más consiente. De todos los de la casa soy al que más presta atención, al único de sus hijos al que escucha. Me crié con mi mamá durmiendo entre sus brazos hasta la noche en que me casé. Y sé que para mi madre, que era una mujer joven para su edad, y bueno, atractiva, fue todo un sacrificio devotarse a mi crianza y a la de mis hermanos.
Por eso soy de la forma en que soy con ella. Con Mónica me casé hace varios años, pero todavÃa voy y duermo en los brazos de mi mamá. A veces, voy a su casa dos veces a la semana. Otras veces, duermo tres dÃas. Me abrazo a ella, a su cuerpo cálido, firme y suave todas las noches, disfrutando de su aroma y de su compañÃa. Mi madre es la mujer más dulce del mundo, la que me brinda consuelo y paz con sus abrazos. He encontrado placer en mirarla a los ojos mientras la abrazo, besarla en el cuello, en las mejillas, acariciar sus muñecas con ternura. La observo cerrar los ojos entonces, murmurando mi nombre con dulce placer, como si mi toque fuese ungüento.
Nunca otra mujer ha susurrado mi nombre de esa forma. «Samuel» la escucho siempre susurrar en mi oÃdo, mientras la abrazo con ternura. Me satisface poder darle la paz que ella me da, poder abrazarla como ella solÃa hacerlo desde que yo era pequeño, cuando me tocaba suavemente para despertar mis sentimientos de hombre. Mi madre me bañaba con ternura y acariciaba con sus manos el pillÃn que tenÃa yo en ese entonces, entonces al toque de sus manos, me sentÃa como que volaba. No puedo olvidar eso por más que lo intente. Recuerdo la escena aquella, de mÃ, con ocho o nueve años, mirándole el escote a mi mamá mientras ella me enjabonaba. O mejor aún, cuando nos bañábamos juntos y podÃa ver su cuerpo desnudo por completo. Sus senos grandes, firmes, con sus pezones erectos, y su monte de venus, depiladito siempre.
TodavÃa extraño que nos bañemos juntos, aunque sé que no debo tentar a la suerte. En aquel tiempo, mi pillÃn podÃa pararse y mi madre sólo se reÃrÃa. Ahora, mis 21 centÃmetros no serÃan difÃciles de esconder y temo a que se escandalice. El admirarla de esta manera es algo con lo que ya he hecho paces, pero no quiero hacerla sentir culpable. Recuerdo cuando tenÃa quince años y habÃa sentido una erección mientras la abrazaba. La empujé de mà y le dije que no querÃa dormir con ella. Me aterraba admitir que mi cuerpo reaccionaba de forma distinta con mi madre. Más sin embargo, me dolÃa aún más pensar en que la hacÃa sufrir. Una noche la escuché llorando diciéndole a mi padre que se sentÃa inútil. Desde entonces, fui y la tomé de las manos hacia mi cama y la abracé dulcemente, poniendo una almohada entre ambos para que ella no notase lo dura que estaba mi erección ahÃ.
Desde entonces estamos juntos. Yo la abrazo toda la noche hasta que se queda dormida, salgo rápidamente hacia Mónica, hacemos el amor, y yo vuelvo con mamá. Las noches que Mónica y yo dormimos juntos, beso los pechos de Mónica pensando en los pechos de mi mamá y la poseo fieramente vaciando mi simiente en ella. Mónica decÃa que yo era un semental, que tenÃa excelente aguante, y a mà sólo me da por encogerme de hombros. Vivà esto con Mónica durante los dos años de nuestro noviazgo, y aunque sé que le incomoda que duerma con mi madre aún después de casarnos, se ha hecho a la idea de que esté tan unido a ella. Después de todo, si ni siquiera mi padre habÃa podido separarnos…
Mis hermanos decÃan que mi mamá me trataba diferente. Estaban celosos de que mamá fuese más como una madre estricta con ellos, mientras que conmigo fuese tan flexible y dulce. Yo era el único que se quedaba con ella mientras mis hermanos se iban de vacaciones de verano. Cuando mi papá se divorció de ella a cuando yo tenÃa diecisiete años, yo era el único que se quedaba con ella mientras mis hermanos iban a visitarle.Â
El vÃnculo de mi madre conmigo se hizo aún más cercano en ese entonces. Yo era quien abrazaba a mi madre mientras ella pasaba las penas de mi papá. Recuerdo cómo se sentÃa. Cómo me dolÃa que mi madre, tan bella, tan dulce, pasara por ese trago tan amargo. Me dolÃa todavÃa más saber que era menospreciada, que no era tocada por mi padre. Verás, esto es conflictivo. Nacà en una pieza pequeña, y crecà entre mis padres. Para mÃ, el escucharlos teniendo sexo en medio de la noche, al menos en mi temprana infancia, era un motivo de celos horrible. Odié a mi padre por muchos años. Pensé que mis celos eran porque no querÃa que maltratase a mi madre, pero entendà muchos años después que estaba celoso porque querÃa ser yo quien le proporcionara ese placer. Ese fue el punto que me hizo buscar a Mónica e intentar romper con ese lazo tan fuerte.
Y por un tiempo funcionó. Mónica y mi madre trabajaban en el mismo lugar, asà que a veces, cuando nos juntábamos, ella olÃa a ese perfume de madre que me volvÃa loco. Mejor aún, me tocaba con una suavidad que era como si volase. Con Mónica, fui bastante feliz durante mi noviazgo. Ella era todo lo que mi mamá no era. TÃmida, sencilla, al mismo tiempo alocada y valiente. Ella se atrevÃa a cualquier cosa a diferencia de mi dulce madre.
Quise romper ese lazo con ella, pero nunca me ha sido posible. Mónica es mi mujer, pero jamás logrará completar el espacio donde llega ella, mi mamá. Recuerdo bien la última noche que dormimos juntos antes de que me casara. Llegué a casa como siempre y me di un baño antes de cenar con mi mamá, y esa noche, en tono suave, al entrar, la ve envuelta en una bata de seda. ParecÃa triste.
«¿Qué sucede, mi vieja?» le habÃa preguntado. Me partÃa el corazón verla asÃ. Mi mamá, una mujer alta, no parecÃa haber cambiado en lo absoluto de ser esa hermosa y despampanante dama que hacÃa que los hombres silbaran. TenÃa ese cuerpo tan hermoso que me habÃa dado de comer durante tanto tiempo, esas manos que habÃan abierto mis ojos al placer, esa boca que habÃa besado cada parte de mi cuerpo con cariño y con dulzura a lo largo de mi vida. ¿HabrÃa algo que le pudiera yo negar?
«¿Puedo abrazarte esta noche?» me preguntó y yo asentÃ. «Claro que sû le doy la mano. «Ven, yo te abrazo» pero eso no era a lo que se referÃa. Veo entonces caer como en cámara lenta la tela blanca de la seda caer al piso y la luz de la luna ilumina ese cuerpo maravilloso. Estaba desnuda. Desnuda completamente. «Quiero que me abraces asû me pidió «Y no quiero que tengas la almohada entre nosotros. Quiero sentirte»
Puedo dibujar mi expresión en ese instante. Estaba aterrado, casi loco de los nervios. No querÃa que mi mamá se diera cuenta de que me excitaba verla de esa forma ¡Era mi madre, por Dios! ¿Qué tipo de hombre se masturbaba y se acostaba con otras mujeres pensando en su mamá? Estaba por perder la cabeza, asà que di un paso atrás. Estaba decidido a irme esa noche, pero sus ojos, dulces, no me dejaron.
«Quiero que le des placer a mamá, como cuando yo te lo daba desde que eras un bebé» miro el cuerpo de mi madre de pies a cabeza, sus senos, llenos semi caÃdos, con esos pezones oscuros erectos, llamándome y trago en seco. «Puedo abrazarte esta noche» le digo. «Pero no soy responsable de nada más»
Sé que sueno frÃo, pero a ella no le importa. Me desviste ella misma, y cuando va a quitarme el pantaloncillo, se lo impido. Ya es lo suficientemente difÃcil mantener mi miembro a raya, si sentÃa sus manos como las habÃa sentido antes, sabÃa que me erguirÃa como una flecha y entonces ahà mi secreto serÃa imposible de esconder. «No» le digo y veo como su rostro se colora de tristeza. La tiro en la cama junto a mà y le beso la frente como siempre. Esta vez, al no tener la almohada, estamos bastante juntos.
Le beso la frente, las mejillas, y de pronto, le doy un piquito en los labios. Mi madre no tenÃa ese olor a gente vieja de la que las personas solÃan quejarse. En ese momento, además de su perfume, su piel olÃa fresca, sin arrugas horribles, como si estuviese con Mónica. Supongo que esa es la ventaja de tener hijos durante la adolescencia, yo era un adulto ya, y el cuerpo de mi madre estaba tan besable que no pude contenerme de besarle los hombros, la clavÃcula y subir para darle un besito en la nariz mientras ella me miraba con ojos muy abiertos.
«Eres hermosa» le susurré al oÃdo, sonriéndole. «Nadie como tú, mi Zoila», fue ahà cuando ella susurró mi nombre por primera vez, de ese modo en que ella sabe. «Samuel…» y mi dormitante miembro dio un respingo.
Gemà sin quererlo y enterré mi cara en la curva de su cuello. Estaba avergonzado. «Perdóname mamá», pero ella no respondió. En vez de eso, dejó que un segundo largo pasara y cuando yo me despegué de ella, bajó de la cama. Pensé que se irÃa, que me dirÃa que me fuera al diablo con mis perversiones, pero lo que pasó después no me lo habÃa esperado. Me hizo sentarme en la orilla de la cama y me hizo bajarme los calzoncillos para que mi polla, erecta, quedara erguida delante de ella. Estaba bien dotado, era consciente de ello, pero ver a mi madre ver mi polla con tanta admiración casi me hizo eyacular de orgullo.
«Hola pillÃn» habÃa susurrado ella mirándola. «Has crecido bastante ¿Te acuerdas de mÃ?» la tocó y casi quise llorar de placer. Su mano era como un afrodisiaco, nunca ni con Mónica ni con nadie, habÃa sentido tanto placer por un simple toque. «Estás bastante grande» besó mi glande «Y grueso» lo besó de nuevo. «¿Qué te parece si…?» lo metió en su boca, «¿…nos divertimos un rato?» siguió mamando, «¿…como en los viejos tiempos?» mordisqueó mi glande, mi frenillo, metiéndose mi pene en la boca para darme la mejor mamada que habrÃa tenido jamás. Arqueo la espalda hacia ella y tomo su cabeza para follarla en la boca con mi enorme polla. Estaba tan impaciente que estaba por terminar pero no querÃa que acabara asÃ. «Zoila» gemà azorado mientras la follaba. «Mi dulce Zoila…» entonces terminé ahÃ, en su boca, y ella, en vez de quitarse, se bebió toda mi leche, relamiéndose de cualquier gota que pudo caer en otro lugar.
«Qué rica es la leche de mi niño» murmuró en tono guarro. «No sabes hace cuanto querÃa bebérmela toda» me quedo mirándola mientras relame mi polla en busca de las gotitas de semen y entonces caigo en cuenta de la realidad. Ella también tenÃa toda la vida deseándome a mÃ. La levanto hacia mà entonces, consciente de que ella no sabÃa que era lo que yo querÃa hacer, y la tiro en la cama detrás de mÃ. Me trepo hacia sus pechos y comienzo a mamarlos con furia.
«Sácame la leche» me pidió ella gimiendo. «Asà mismo, estas son las tetas de mamá. Sácame la leche que quieras» mamé y mamé como si no existiese otra noche, haciendo que se retorciera por debajo de mà al darle su primer orgasmo sólo mamándola. «Samuel» me llamó con urgencia. «Samuel, métete aquÃ, mi cielo. Quiero sentir tu polla llenándome» pero yo no tenÃa planes de eso. Solté sus pechos y bajé a su dulce coñito, oliéndolo como si fuese pastel.
«Tú sà que sabes darle placer a mamá, ¿Verdad que sÃ, Samuelito?» entonces me pongo de pie y le enseño mi erección que necesita urgentemente de ella para que la baje. «Necesito tu ayuda en esto, mamá. No puedo bajarla solo» y ella se abrió de piernas para mà en tono su esplendor. «De esa forma no» le digo, tomándola de la mano. «Móntame» y me acosté en la cama, recostándome del barandal en lo que ella se comÃa toda la longitud de mi polla con su coñito delicioso y apretado. ¿Cómo podÃa estar tan apretado después de tener tres hijos y haber estado casada durante más de veinte años?
«Mami» gimo mientras ella aprieta su coñito alrededor de mÃ, «Apriétame asÃ, me gusta. Me gusta mucho» ella gime al verme tan excitado y comienza a montar y el rebotar de sus pechos me vuelve loco. Me arrimo hacia ella y mamo sus pechos con mis labios mientras me monta, al tiempo que con mis manos le masturbaba el clÃtoris. Mi mamá gimió entonces, echando tres o cuatro improperios al aire y cuando sentà su orgasmo vibrar, apretando su coñito todavÃa más contra mi polla, casi me vengo con ella.
Pero no, la incorporo debajo de mà y le doy duro entonces. Mi dura verga adentrándose por ese coñito tan estrecho haciéndola casi llorar de placer. «Samuelito, mi niño» gime dulcemente. «Hazme tuya, Samuelito. Rompe este coño, samuel. RÓMPELO» grita y yo sigo penetrándola sin piedad. La escucho tener otro orgasmo delicioso y siento esa presión familiar nuevamente sobre mi polla, entonces la volteo en cuatro. «Ponte de perrita para mÃ, mami» le pido. «Quiero sacarte a pasear» y ella obedece.
«Samuel» murmura temblorosa todavÃa por su último orgasmo. «No puedo más, bebé» me dice. «Ya no tengo más leche para darte» pero entonces golpeo sus nalgas con una furia que no puedo explicar. «Puedes» le digo tomándola por el pelo por detrás. «Puedes darme más leche mami. DAME TU LECHE MAMI» grito y continúo embistiéndola con fuerza al tiempo en que ella gritaba y gemÃa por la brutalidad de mis embestidas. Estaba por venirme. «SAMUEL» la escucho gritar y la siento venirse y esta vez, con un orgasmo poderoso, siento como mi leche sale a borbotones dentro de ella. La penetro dos o tres veces más y la incorporo sentada en mis piernas, de espaldas a mÃ, mientras todavÃa estaba penetrándola, aquella dulce fricción siendo el toque dulce que necesitábamos para pasar estos orgasmos.
«Siete orgasmos en una noche» murmuró ella limpiándose mi leche que salÃa de su vagina a pesar de que todavÃa la llenase. Se la llevó a los labios, lamiéndola. «Qué hombrote has salido, mi niño» me dijo, y yo, por primera vez en la noche, la besé en los labios, saboreando mi semen en ellos. «Te quiero mami» contesté, amasando uno de sus pechos. Y era verdad. Hasta el sol de hoy, no habÃa otra mujer que quisiese más que a mi mamá. Â
#HISTORIA FALSA
5 comentarios - El placer de mamá