Este relato es ficticio, pero lo que cuenta sucede, Quizás todos los activos alguna vez nos hemos cruzado con una persona como Matías, que quiere, que necesita, pero que no se anima. Espero les guste.
Todo empezó con ese after office donde tomó de más. Matías era el más pendex de la oficina y no acostumbraba beber, pero entre sus compas se tenía que hacer el macho. Veía todo borroso y cuando Germán le dijo "vení", lo siguió como un perrito. No recordaba muy bien lo que pasó, sólo que en un momento dado Germán lo arrojó arriba de una cama, medio que le arrancó la ropa y lo acomodó en el borde del colchón. Lo que siguió fue su grito, por ese dolor lacerante que nacía de su esfínter y le llegaba hasta el estómago, mientras un dragón ardiente entraba en su culito virgen. No sabía por qué no pudo o no quiso moverse, lloró, sufrió y moqueó sin parar. Luego su cuerpo fue cediendo y acostumbrándose a esos 25 cm de carne caliente que entraban y salían de sus entrañas mientras dos manos fuertes lo apretaban contra el colchón. A veces sentía el peso del cuerpo y el aliento de Germán sobre él y eso le daba alguna paz.
Por suerte en la oficina como si nada, Germán normal, los demás compas también, ni miradas cómplices ni sonrisas socarronas, nadie se había enterado. Sólo su culo se había enterado, le dolió y le sangró como una semana. Ese finde veía a la novia. Como siempre irían al telo de la Av. X. Matías no quería, ¿por qué no quería? Inventó cualquier cosa para generar una discusión, dejarla en la casa y volverse a la suya. ¿Qué la pasaba?
En el siguiente after office se cuidó de beber de más. El tiempo fue pasando, los compañeros se comenzaron a ir. Quedaron sólo Germán y él, algo le gritaba andatee y algo lo mantenía clavado a la silla. Llegó la orden "vení" y de nuevo Matías siguió a Germán como un perrito. El viaje, en total silencio, en silencio el ascensor, en silencio fueron al dormitorio, en silencio se desnudó y en silencio ofreció su culo en el borde de la cama como la primera vez.
El dragón inició su camino dentro de él, estaba vez ya sin gritos, pero ¡la mierda que dolía!, pudo sentir al fin las bolas de Germán chocar una y otra vez contra sus nalgas, pudo sentir crecer el dragón en sus entrañas y pudo sentir el chorro de fuego con el cual el dragón marcó su propiedad. Estaba hecho, pero esta vez no terminó ahí. Germán lo tomó del pelo y llevó la boca del dragón a los labios. Nadie le tenía que decir qué hacer, era obvio. Abrió sus labios y trabajosamente, el dragón era inmenso, comenzó a lamer y limpiar todo el cuerpo del dragón. Cada tanto Germán se lo sacaba de la boca y le pegaba con la enorme pija en las mejillas mientras le zamarreaba la cabeza. Matías con los ojos cerrados no disfrutaba, tampoco sufría, sólo obedecía.
Los encuentros con Germán no fueron muchos, 4 ó 5. Luego llegaron los tiempos planeados desde el año anterior por las dos familias. Matías se casó. Al principio todo bien, comía conchita casi todos los días, le encantaba, a veces a regañadientes conseguía comer culito, vino el hijo, las responsabilidades, las discusiones. Pero en el fondo de la cosa, cada vez que terminaba de tener sexo con su mujer, Matías se sentía cada vez más vacío, sentía que eso no era más que sacarse la leche. A veces iba a visitar a los padres y se encerraba en el baño, cerraba con llave, se quitaba toda la ropa, se acostaba con la panza sobre el inodoro tratando de imitar esa pose en la que Germán se adueñaba de él y se quedaba así en silencio, tratando de recordar al dragón devorando sus entrañas, se masturbaba furiosamente y después, por cuatro o cinco noches, rehuía las insinuaciones sexuales de su mujer. La cosa no duró mucho, mujer mal cogida, mujer perdida. Se volvió a la casa de los padres, delante vivía una hermana que le hizo lugar y se acomodó en una pieza.
Primero fue el mango del cepillo de dientes, después el mango del cepillo redondo con el que se peinaba la hermana, pero cuando notó que al mango le quedaba un olor raro, dejó de usarlo por miedo a que la hermana sospechara. El tubo de desodorante se fue haciendo lugar. Matías comenzó a gemir con esos tratamientos. Le dio miedo que la hermana escuchara. Entonces organizó su rutina, apenas su hermana se iba a trabajar, daba media vuelta a la llave de la puerta de la casa para que si la hermana volvía no pudiera entrar, corría al baño y de a poco se clavaba el tubo de desodorante gimiendo como trola. Luego de unos meses comenzó a eyacular gracias a su amado desodorante, su amigo Rexy, ya nunca más se masturbó. Alguna vez alguna zanahoria, alguna vez algún pepino. ¿En su cama?, ¡jamás!, no fuera que la hermana lo descubriera.
El tiempo pasaba, llegaban los 40, alguna minita para disimular, jamás con un tipo, él no era gay, él no era puto, pero en el baño, a veces bajo la ducha, seguía reverenciando a su amo ausente.
A los 40 y pico, como muchos, hizo el click, ya no aguantaba más, tenía que volver a sentir el dragón adueñándose de él, tenía que volver a sentir su virilidad hecha añicos, volver a sentir que era un ser sin voluntad y esclavo de ese doloroso pero deseado dragón. Hizo lo que todos, buscó una página de encuentros y creó un perfil pasivo que no decía nada, con una foto mal sacada de su culo y cuatro boludeces. Esperó, jamás tomó la iniciativa, sólo esperó. Cada día entraba y revisaba los mensajes, nada. De a poco fue entendiendo que por cada pija que busca culos, hay 7 culos que buscan pija. Al fin cayó un maduro con onda garca, ni le contestó, después un pendejo que quería cobrarle, lo mandó a la mierda. Matías no quería pendejos histéricos ciber pajeros, quería un MACHO que le diera pija, quería un tubo de carne que reemplazara al tubo de desodorante, quería sentir otra vez ese fuego escupido por un dragón como el que lo marcó para siempre. Le rondaba en la cabeza la idea del amigarche, un tipo con el que tomar un feca, salir al cine cada tanto y que le diera por el culo cada vez que se pudiera. Algo tranqui, discreto, secreto, si era casado mejor, si vivía lejos, mejor. Y si tenía lugar mucho mejor. Esas cosas las fue comprendiendo leyendo y leyendo perfiles y navegando una y otra y otra página gay, mmm, no, gay no, una página de encuentros entre hombres.
Hasta que esa noche apareció el "Hola" de Julio, un maduro casado de 50, buena pinta, buena pija, chatearon, se tantearon, fueron intimando. El tipo parecía re-discreto, tenía una charla piola, franca... y caliente. Cuando cortaron, Matías quedó asombrado, había estado chateando con un tipo que se lo quería coger, nunca en su vida había hablado con otro macho sobre eso y ahora estaba ofreciéndole el culo a un extraño. ¿Seguía?, ¡obvio! Los chats siguieron, Matías se estaba entusiasmando.
Julio le ofreció conocerse en un café, Matías, no sabiendo de dónde le salió la audacia, le escribió "si querés vamos directo al telo". Era domingo a la noche, el martes a las 10 se encontraban en la esquina de la Av X y se iban al telo en el auto de Julio. El mismo telo al que iba con su ex, ahora iba a ir con un tipo! Estaba tan caliente que esa noche y la noche del lunes su amigo Rexy le dio por el culo a morir, su pija boba casi nunca más usada, largó leche una y otra vez a chorros, abundante como nunca, sus huevos quedaron secos. Esa noche de lunes Matías, relajado en su cama, luego de haber jugado por horas con Rexy, sus huevos sequísimos de leche, vacíos, su culito aún mojado de lubricante, cerró los ojos y se imaginó subiendo al auto de Julio en esa esquina no tan lejos de su casa, pensó, ¿si lo veían?, se borró su sonrisa, ¿si lo veían?, ¿si lo veían entrar al telo? ¿Si su ex se enteraba?, ¡qué mierda le importaba su ex!, pero estaba su hijo, ¿si se enteraba que el padre era puto?, no, él puto no era, su nene que iba a un colegio parroquial, ¿podía tener un padre puto?,noo, él, puto no era!!!! ¿y si su hermana....? ¿Y si el forro se rompía y le contagiaba algo? Y si Julio era garca y lo chantajeaba?, ¿por qué le había contado maso dónde vivía? ¡qué boludo! No, definitivamente no, él no era puto, era una locura, ¿cómo se le había ocurrido?
Eran como las 2 de la mañana, daba vueltas en la cama. Se levantó, fue a la PC, entró a la página, eliminó su perfil, bloqueó a Julio en su teléfono, borró los mails, borró los chats, ¡qué locura!, él no era puto, no podía ser puto, su hijo no merecía eso. Chau. Recién ahí pudo dormir.
Pasó una semana donde ni siquiera se tocó las nalgas, pasó otra, pasó otra, ya sus huevos reventaban de llenos, ¿mirar porno?, no, no debía, intentó masturbarse pensando en minas, ni se le paraba, ¿pensar en machos?, no, no debía. Su amigo Rexy comenzó a caerle de nuevo simpático. No era tan malo pajearse por el culo, si total nadie se enteraba, ¿a quién jodía? Así Rexy volvió a hacerlo feliz y sacarle la lechita tan molesta cuando se acumulaba en sus huevos. Su amor por Rexy crecía día a día ¿Cómo se vería con Rexy clavado en el culo? ¿Si se fotografiaba? Cayó de nuevo bien bajo, pero igual, era siempre a solas, nadie nunca se iba a enterar, nunca. Se volvió adicto a las fotos, se convirtió en experto en sacarse fotos del culito con cosas dentro y de su agujero dilatado, con un pepino, con una banana. Comenzó a usar bombachas de la hermana para ver cómo le quedaban. Entró en una vorágine de sexo a solas, ya con menos cuidado, en su cuarto, en el sillón del living, limpiando presuroso los goterones de semen, y viviendo siempre al filo que su hermana lo descubriera. No, ya no podía ser, tenía que parar, pero no podía, necesitaba más. Se animó, y por internet compró a su nuevo "amo negro", que retiró en caja discreta en la oficina de correo. Cuando al siguiente día, solito en el baño bien cerrado abrió la caja, se asustó, era enorme, y el doble de grueso de lo que recordaba del dragón de Germán. ¿Podría? No, ¡qué boludo!, ¿cómo se iba a meter todo eso?, iba a terminar en el hospital. Peroooo, ¿y si sólo la puntita?
Miró con desprecio a su amigo Rexy, lo puso sobre el asiento del inodoro y se fue sentando, esa cosquilla tan especial fue apareciendo, como siempre, al fin y al cabo ¡Rexy le había dado tantos mimos!, subió y bajó hasta que ya Rexy entraba y salía como enmantecado, su culito lubricaba mejor que la concha de su ex. Se sacó otra foto, la foto del "antes". Entonces se animó a entregarse al amo. Pegó el amo negro al piso con la ventosa, le puso esa crema que usaba la hermana para las manos, y se fue agachando despacito. El frio de la cabezota de goma lo hizo temblar, pero no podía ser cobarde, un sentoncito más, Ay!!!, vio mil estrellas, se incorporó. Se arrodilló, le dio un beso en la punta gruesa y oscura, en ese descomunal glande negro y frío, se lo apoyó en la mejilla y se cacheteó la cara como lo habían cacheteado los 25 cm de Germán. Le dio otro beso y volvió a acuclillarse. Esta vez sí, respiró hondo y bajó de golpe su cadera, vio galaxias, vio constelaciones lejanas, rodaron lágrimas por sus mejillas, pero todo el glande del amo estaba metido en su culo. Se quedó quieto, sentía como que mil agujas se clavaban en su ano, sintió un líquido tibio salir, sintió la gota caer, se asustó, se incorporó, unas cuantas gotas rojas adornaban la cabeza de su amo y otras cuantas formaban un diminuto charco en el piso, ¡noooo!, ¡qué polotudo!, sabía que no podía hacer eso, no estaba bien, destruirse el culo como si fuera un putarraco de mierda ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por queeee?. Agarró con bronca el consolador y lo revoleó al techo del ropero. Se sentó en el bidet, vio el agua escurrir medio rosada, se puteó a sí mismo en todos los idiomas que conocía, luego el agua fría fue lavando y cerrando la fisurita y se fue calmando. No, esto no podía seguir, ¿Qué diría la vieja si se enteraba? Él ya sabía muy bien lo que pensaba su viejo de los putos, pero él no era puto, se rio de sí mismo ¿y cómo se les dice a los que se meten consoladores en el culo?, ¿y su hijo? ¡Basta!, pero esta vez de verdad, definitivo, para siempre. Casi como si fuera el culpable de todo, tomó a Rexy, lo puso en el suelo, de un pisotón lo aplastó y lo tiró a la basura. Entró a su PC y una a una borró cada foto y cada video que se había sacado metiéndose cosas en el culo. Buscó una tijera y convirtió en pedacitos de trapo cada una de las bombachas que había ido acumulando, los trapos fueron a acompañar a Rexy a la bolsa de residuos. ¿La quemaba o la sacaba a la calle?, nooo, mejor la quemaba. Con el amo negro no se animó, no supo bien por qué, pero le daba miedo volver a verlo. Allí quedó, juntando tierra arriba del ropero, y esperando que su esclavo lo volviera a requerir.
Esa noche le costó dormirse, al dolor que aún tenía en el culo se sumaba una presencia extraña que lo incomodaba. Encendió la luz y miró al ropero que estaba a los pies de su cama. ¡NO!, se dijo, se acomodó boca abajo para minimizar el dolor del culito y tratando de dejar su mente en blanco se quedó dormido. A la mañana, al sentarse a cagar, el dolor lacerante le hizo sonreír, ¡qué bien que había cortado con toda esa mierda! ¿empezaba a buscar minas?, no ¿para qué?, ya sabía que no le gustaban ¿Machos entonces?, ni en pedo, él no era puto. Su destino era ser asexuado, ser monje, hacer voto de castidad, era lo único serio que podía hacer, por él mismo y por su familia.
De a poco el dolor fue pasando. Lo que no pasó fue esa sensación de que alguien estaba ahí en su dormitorio, como que alguien en silencio lo miraba, con una mirada de fuego, como de dragón, y le impedía dormir tranquilo. Le costaba quedarse dormido y sólo lo lograba pensando en lo bien que estaba creciendo su hijo.
La vigilia puede engañarse, el sueño, no. Cada noche Matías tenía un sueño recurrente. Soñaba con su primer y único amo de carne, él estaba desnudo en la pose de siempre, con un tibio hilo de semen saliendo de su culo abierto y escurriendo por su pierna. Germán entraba desnudo a la pieza con otro macho, de cara turbia, piel trigueña oscura y una toalla blanca enrollada a la cintura. -Este tipo te va a coger, y te va coger porque yo te lo mando-, decía German, Matías sólo se acomodaba en la cama y se abría las nalgas. -No, así no, date vuelta y subí las gambas, quiero que veas cuando te garchan, puto! -, ordenaba German. Matías obedecía, de su culo abierto por la postura ahora salía leche como se lo hubiera cogido un regimiento. El tipo nuevo sonreía sarcástico y tiraba la toalla al piso, Matías veía la pija: era negra, gruesa y enorme como el amo negro que estaba arriba del ropero. Le apoyaba ese descomunal glande negro y frío en el esfínter y pujaba. Se despertaba en un grito. Instintivamente llevaba las manos a su ojete y encontraba su culo mojado, con miedo encendía el velador y miraba su mano: no, no era sangre, era sólo la cremita transparente que manaba de su ano cuando estaba caliente. Miraba hacia el techo del ropero y mentalmente le decía a su amo negro "dejame en paz".
Noche tras noche se despertaba, noche tras noche se iba dando cuenta que no podía tapar para siempre el volcán que tenía dentro. Y cayó, no con su amo negro, eso era de degenerado y trolo y él no era trolo, pero sus dedos fueron buscando lugar en su revirginizado culito, uno primero, luego dos, tres, cuatro y de nuevo su semen voló por el aire con esa fuerza que jamás logró con una paja. Luego Axy, más grueso, hizo lo que antes hacía Rexy.
Volvió a buscar machos, necesitaba pija, necesitaba que un tipo le rompiera el culo, necesitaba sentir chorrear leche de su ojete abierto. No podía más. Nueva página de encuentros, nuevos chats calientes, nuevas fotos de su culo, nuevos prospectos de dragón, pero cuando lo apretaban para ir a garchar, arrugaba, se daba con Axy hasta quedar exhausto, secaba los huevos y dejaba de entrar a las páginas por un par de meses.
Cada noche, antes de apagar el velador miraba fijo el ropero, su amo negro seguía ahí, cubierto de tierra, de telarañas, pero llamándolo, llamándolo. Esperando que se durmiera para salir espectralmente y adueñarse de ese culo que le pertenecía. Su resistencia disminuía con cada noche de mal dormir, su voluntad caía, lo debía hacer, era su amo, no podía seguir ignorándolo.
Las vacaciones de su hermana le dieron el entorno adecuado, la casa toda para él... y su amo. Debía prepararse. Entró a la pieza de su hermana y buscó la perita de enema que alguna vez revisándole la lencería sabía que ella guardaba entre sus bombachas. Se ve que la guacha le entregaba el culo al novio. Y de paso le sacó una tanga de encaje preciosa. Se dio con la perita varias veces, su cola tenía que estar perfecta para su amo. Se puso la tanga de la hermana y se vistió con el jean que le marcaba más la cola y una camisa de vestir.
Buscó a su amo, lo llevó al baño y lo lavó cuidadosamente, lo secó, lo besó suavemente en la puntita, bajó la tapa del inodoro y clavó la ventosa. Sin sacarle los ojos de encima se fue desvistiendo despacio, prenda por prenda, sensualmente, sin dejar de mirarlo, para que su amo disfrutara de su erotismo. Antes de quitarse el jean se puso de costado, quebró la cadera y con los dos pulgares se lo fue bajando despacito. Le pareció intuir que su amo cabeceaba, pero no, no podía ser, era su imaginación. Le mostró su cola entangada al amo y meneó las nalgas mientras se las acariciaba. Lo miró de reojo, sonrió.
Ya desnudo se arrodilló al pie del amo, lo besó suavemente, lo lamió y se lo pasó por las mejillas una y otra vez. Se incorporó, le dijo "esperame". Buscó a su amigo Axy y se lo mostró. Le mostró al amo el frasco de vaselina. Se metió lubricante con los dedos y lubricó a Axy. Mirando al amo con una sonrisa, se puso en 4 en el piso y se comenzó a clavar a Axy en el culito, estaba tan caliente que Axy casi se le pierde dentro. Apoyó su mejilla en el amo y se fue cogiendo con Axy, mientras le decía "amo, me estoy preparando para vos, teneme paciencia, ya sabés que soy estrecho".
Luego de un largo rato con Axy preparándolo, se lo sacó, le dio las gracias y lo depositó suavemente sobre el lavatorio.
Era el momento de su entrega.
-Amo te voy a preparar-, tomó la vaselina y con caricias la fue esparciendo por todo el cuerpo de su amo.
-Amo, acá te entrego lo que siempre te perteneció-, abrió sus nalgas y se fue sentando despacito, sintió el frio del glande negro en la entrada de su dilatado esfínter.
-Amo, tomame, soy tuyo- bajó un poco más su cadera y el monstruoso glande negro penetró en su culo. A pesar de la dilatación y del lubricante, vio las estrellas.
-Si, amo, castigame, me lo merezco-, dijo entre dientes para no gritar de dolor.
-Destruime el culo, amo, por favor-, se agachó un poco más y 5 cm del amo entraron en él. Gritó, instintivamente se incorporó. Sentía latir su raya, sentía mil agujas clavándose en su canalito. El santurrón de la culpa quiso volver a apoderarse de él. ¡Pero esta vez no!, aunque terminara en el hospital su amo lo iba a poseer.
-Perdoname amo, no va a volver a pasar-, se clavó el glande esta vez con mucho menos dolor, y comenzó un mete y saca cortito, cada tanto una empujadita más hacia abajo le arrancaba un grito de dolor. Fue largo, fue doloroso, pero centímetro a centímetro el amo negro fue apoderándose de él. Al fin pudo sentir el frio de la tapa del inodoro contra sus nalgas, dolía sí, dolía mucho. Se quedó quieto tratando de relajarse. Se secó las lágrimas y la transpiración con papel higiénico. Apoyo las manos sobre su vientre. Siii, podía sentir el amo dentro de su panza. Al fin el amo negro lo había empalado.
-Amo, dejame que te sirva-, Matías comenzó un mete y saca cortito, el dolor era manejable. Al principio la ventosa se salía y tenía que tomar al amo por la base para poder levantar su culito unos centímetros, pero de a poco la abundante cantidad de moco rectal que le salía y la dilatación de su esfínter fueron haciendo lo suyo. A los 5 minutos su cola subía y bajaba sirviendo al amo negro que dentro de él comenzaba a darle las primeras sensaciones placenteras.
-Soy tuyo, me entrego toda, destrozame amo-. Con el placer llegó el frenesí, su cola subía hasta casi sacarse el amo y bajaba hasta quedar sentado, una y otra vez sentía a su amo abrirse paso en su intestino. Las sensaciones que nacían de su culo le inundaban el vientre, las bolas, la raíz de la pija le quemaba. Gimió, gritó pero esta vez de placer, por suerte estaba solo en la casa. El primer trallazo de leche, sin tocarse por supuesto, saltó con fuerza y dio en el espejo del baño, los demás mojaron el piso.
-Gracias, amo-, le dijo mientras se sentaba sobre la tapa del inodoro. Su pija bajó con una rapidez pasmosa, se hizo un maní miserable, bue, parada no llegaba a 12 cm, pero ahora era apenas un botón de piel con un goterón de semen en la punta.
-Sí, amo, ya sé, querés más-, comenzó de nuevo a subir y bajar, gimiendo, diciéndole palabras dulces a ese amo negro que seguía como dueño absoluto de su vientre. Vino el segundo orgasmo, con su pija completamente muerta comenzó a manar semen con cada sentada, sin fuerza, pero abundante y delicioso, mojó sus huevos y la tabla del inodoro.
-Gracias mi amo, soy todo tuyo, me hacés feliz-, se quedó un rato más sentado con su amo dentro, sonriendo. Una dulce sensación de paz lo fue invadiendo.
-Estoy muy cansado amo, me perdonás?-, tomó la base del amo y se lo fue sacando de la cola. Cuando salió del todo, Matías sintió cómo el aire fresco entraba en su agujero enorme y una fea sensación de vacío que le incomodaba. Se sentó de vuelta, sonrió, con el amo dentro volvía su felicidad. Al cuarto intento ya pudo incorporarse sin sucumbir al deseo de clavarse nuevamente al amo. Se arrodilló y lo besó enamorado. Lo lavó cuidadosamente, lo secó.
Amo y esclavo se fueron a la cama. Lo volvió a besar con suavidad, con los ojos húmedos le juró fidelidad. Matías se quedó dormido con su amo al lado, pegado a su mejilla.
Todo empezó con ese after office donde tomó de más. Matías era el más pendex de la oficina y no acostumbraba beber, pero entre sus compas se tenía que hacer el macho. Veía todo borroso y cuando Germán le dijo "vení", lo siguió como un perrito. No recordaba muy bien lo que pasó, sólo que en un momento dado Germán lo arrojó arriba de una cama, medio que le arrancó la ropa y lo acomodó en el borde del colchón. Lo que siguió fue su grito, por ese dolor lacerante que nacía de su esfínter y le llegaba hasta el estómago, mientras un dragón ardiente entraba en su culito virgen. No sabía por qué no pudo o no quiso moverse, lloró, sufrió y moqueó sin parar. Luego su cuerpo fue cediendo y acostumbrándose a esos 25 cm de carne caliente que entraban y salían de sus entrañas mientras dos manos fuertes lo apretaban contra el colchón. A veces sentía el peso del cuerpo y el aliento de Germán sobre él y eso le daba alguna paz.
Por suerte en la oficina como si nada, Germán normal, los demás compas también, ni miradas cómplices ni sonrisas socarronas, nadie se había enterado. Sólo su culo se había enterado, le dolió y le sangró como una semana. Ese finde veía a la novia. Como siempre irían al telo de la Av. X. Matías no quería, ¿por qué no quería? Inventó cualquier cosa para generar una discusión, dejarla en la casa y volverse a la suya. ¿Qué la pasaba?
En el siguiente after office se cuidó de beber de más. El tiempo fue pasando, los compañeros se comenzaron a ir. Quedaron sólo Germán y él, algo le gritaba andatee y algo lo mantenía clavado a la silla. Llegó la orden "vení" y de nuevo Matías siguió a Germán como un perrito. El viaje, en total silencio, en silencio el ascensor, en silencio fueron al dormitorio, en silencio se desnudó y en silencio ofreció su culo en el borde de la cama como la primera vez.
El dragón inició su camino dentro de él, estaba vez ya sin gritos, pero ¡la mierda que dolía!, pudo sentir al fin las bolas de Germán chocar una y otra vez contra sus nalgas, pudo sentir crecer el dragón en sus entrañas y pudo sentir el chorro de fuego con el cual el dragón marcó su propiedad. Estaba hecho, pero esta vez no terminó ahí. Germán lo tomó del pelo y llevó la boca del dragón a los labios. Nadie le tenía que decir qué hacer, era obvio. Abrió sus labios y trabajosamente, el dragón era inmenso, comenzó a lamer y limpiar todo el cuerpo del dragón. Cada tanto Germán se lo sacaba de la boca y le pegaba con la enorme pija en las mejillas mientras le zamarreaba la cabeza. Matías con los ojos cerrados no disfrutaba, tampoco sufría, sólo obedecía.
Los encuentros con Germán no fueron muchos, 4 ó 5. Luego llegaron los tiempos planeados desde el año anterior por las dos familias. Matías se casó. Al principio todo bien, comía conchita casi todos los días, le encantaba, a veces a regañadientes conseguía comer culito, vino el hijo, las responsabilidades, las discusiones. Pero en el fondo de la cosa, cada vez que terminaba de tener sexo con su mujer, Matías se sentía cada vez más vacío, sentía que eso no era más que sacarse la leche. A veces iba a visitar a los padres y se encerraba en el baño, cerraba con llave, se quitaba toda la ropa, se acostaba con la panza sobre el inodoro tratando de imitar esa pose en la que Germán se adueñaba de él y se quedaba así en silencio, tratando de recordar al dragón devorando sus entrañas, se masturbaba furiosamente y después, por cuatro o cinco noches, rehuía las insinuaciones sexuales de su mujer. La cosa no duró mucho, mujer mal cogida, mujer perdida. Se volvió a la casa de los padres, delante vivía una hermana que le hizo lugar y se acomodó en una pieza.
Primero fue el mango del cepillo de dientes, después el mango del cepillo redondo con el que se peinaba la hermana, pero cuando notó que al mango le quedaba un olor raro, dejó de usarlo por miedo a que la hermana sospechara. El tubo de desodorante se fue haciendo lugar. Matías comenzó a gemir con esos tratamientos. Le dio miedo que la hermana escuchara. Entonces organizó su rutina, apenas su hermana se iba a trabajar, daba media vuelta a la llave de la puerta de la casa para que si la hermana volvía no pudiera entrar, corría al baño y de a poco se clavaba el tubo de desodorante gimiendo como trola. Luego de unos meses comenzó a eyacular gracias a su amado desodorante, su amigo Rexy, ya nunca más se masturbó. Alguna vez alguna zanahoria, alguna vez algún pepino. ¿En su cama?, ¡jamás!, no fuera que la hermana lo descubriera.
El tiempo pasaba, llegaban los 40, alguna minita para disimular, jamás con un tipo, él no era gay, él no era puto, pero en el baño, a veces bajo la ducha, seguía reverenciando a su amo ausente.
A los 40 y pico, como muchos, hizo el click, ya no aguantaba más, tenía que volver a sentir el dragón adueñándose de él, tenía que volver a sentir su virilidad hecha añicos, volver a sentir que era un ser sin voluntad y esclavo de ese doloroso pero deseado dragón. Hizo lo que todos, buscó una página de encuentros y creó un perfil pasivo que no decía nada, con una foto mal sacada de su culo y cuatro boludeces. Esperó, jamás tomó la iniciativa, sólo esperó. Cada día entraba y revisaba los mensajes, nada. De a poco fue entendiendo que por cada pija que busca culos, hay 7 culos que buscan pija. Al fin cayó un maduro con onda garca, ni le contestó, después un pendejo que quería cobrarle, lo mandó a la mierda. Matías no quería pendejos histéricos ciber pajeros, quería un MACHO que le diera pija, quería un tubo de carne que reemplazara al tubo de desodorante, quería sentir otra vez ese fuego escupido por un dragón como el que lo marcó para siempre. Le rondaba en la cabeza la idea del amigarche, un tipo con el que tomar un feca, salir al cine cada tanto y que le diera por el culo cada vez que se pudiera. Algo tranqui, discreto, secreto, si era casado mejor, si vivía lejos, mejor. Y si tenía lugar mucho mejor. Esas cosas las fue comprendiendo leyendo y leyendo perfiles y navegando una y otra y otra página gay, mmm, no, gay no, una página de encuentros entre hombres.
Hasta que esa noche apareció el "Hola" de Julio, un maduro casado de 50, buena pinta, buena pija, chatearon, se tantearon, fueron intimando. El tipo parecía re-discreto, tenía una charla piola, franca... y caliente. Cuando cortaron, Matías quedó asombrado, había estado chateando con un tipo que se lo quería coger, nunca en su vida había hablado con otro macho sobre eso y ahora estaba ofreciéndole el culo a un extraño. ¿Seguía?, ¡obvio! Los chats siguieron, Matías se estaba entusiasmando.
Julio le ofreció conocerse en un café, Matías, no sabiendo de dónde le salió la audacia, le escribió "si querés vamos directo al telo". Era domingo a la noche, el martes a las 10 se encontraban en la esquina de la Av X y se iban al telo en el auto de Julio. El mismo telo al que iba con su ex, ahora iba a ir con un tipo! Estaba tan caliente que esa noche y la noche del lunes su amigo Rexy le dio por el culo a morir, su pija boba casi nunca más usada, largó leche una y otra vez a chorros, abundante como nunca, sus huevos quedaron secos. Esa noche de lunes Matías, relajado en su cama, luego de haber jugado por horas con Rexy, sus huevos sequísimos de leche, vacíos, su culito aún mojado de lubricante, cerró los ojos y se imaginó subiendo al auto de Julio en esa esquina no tan lejos de su casa, pensó, ¿si lo veían?, se borró su sonrisa, ¿si lo veían?, ¿si lo veían entrar al telo? ¿Si su ex se enteraba?, ¡qué mierda le importaba su ex!, pero estaba su hijo, ¿si se enteraba que el padre era puto?, no, él puto no era, su nene que iba a un colegio parroquial, ¿podía tener un padre puto?,noo, él, puto no era!!!! ¿y si su hermana....? ¿Y si el forro se rompía y le contagiaba algo? Y si Julio era garca y lo chantajeaba?, ¿por qué le había contado maso dónde vivía? ¡qué boludo! No, definitivamente no, él no era puto, era una locura, ¿cómo se le había ocurrido?
Eran como las 2 de la mañana, daba vueltas en la cama. Se levantó, fue a la PC, entró a la página, eliminó su perfil, bloqueó a Julio en su teléfono, borró los mails, borró los chats, ¡qué locura!, él no era puto, no podía ser puto, su hijo no merecía eso. Chau. Recién ahí pudo dormir.
Pasó una semana donde ni siquiera se tocó las nalgas, pasó otra, pasó otra, ya sus huevos reventaban de llenos, ¿mirar porno?, no, no debía, intentó masturbarse pensando en minas, ni se le paraba, ¿pensar en machos?, no, no debía. Su amigo Rexy comenzó a caerle de nuevo simpático. No era tan malo pajearse por el culo, si total nadie se enteraba, ¿a quién jodía? Así Rexy volvió a hacerlo feliz y sacarle la lechita tan molesta cuando se acumulaba en sus huevos. Su amor por Rexy crecía día a día ¿Cómo se vería con Rexy clavado en el culo? ¿Si se fotografiaba? Cayó de nuevo bien bajo, pero igual, era siempre a solas, nadie nunca se iba a enterar, nunca. Se volvió adicto a las fotos, se convirtió en experto en sacarse fotos del culito con cosas dentro y de su agujero dilatado, con un pepino, con una banana. Comenzó a usar bombachas de la hermana para ver cómo le quedaban. Entró en una vorágine de sexo a solas, ya con menos cuidado, en su cuarto, en el sillón del living, limpiando presuroso los goterones de semen, y viviendo siempre al filo que su hermana lo descubriera. No, ya no podía ser, tenía que parar, pero no podía, necesitaba más. Se animó, y por internet compró a su nuevo "amo negro", que retiró en caja discreta en la oficina de correo. Cuando al siguiente día, solito en el baño bien cerrado abrió la caja, se asustó, era enorme, y el doble de grueso de lo que recordaba del dragón de Germán. ¿Podría? No, ¡qué boludo!, ¿cómo se iba a meter todo eso?, iba a terminar en el hospital. Peroooo, ¿y si sólo la puntita?
Miró con desprecio a su amigo Rexy, lo puso sobre el asiento del inodoro y se fue sentando, esa cosquilla tan especial fue apareciendo, como siempre, al fin y al cabo ¡Rexy le había dado tantos mimos!, subió y bajó hasta que ya Rexy entraba y salía como enmantecado, su culito lubricaba mejor que la concha de su ex. Se sacó otra foto, la foto del "antes". Entonces se animó a entregarse al amo. Pegó el amo negro al piso con la ventosa, le puso esa crema que usaba la hermana para las manos, y se fue agachando despacito. El frio de la cabezota de goma lo hizo temblar, pero no podía ser cobarde, un sentoncito más, Ay!!!, vio mil estrellas, se incorporó. Se arrodilló, le dio un beso en la punta gruesa y oscura, en ese descomunal glande negro y frío, se lo apoyó en la mejilla y se cacheteó la cara como lo habían cacheteado los 25 cm de Germán. Le dio otro beso y volvió a acuclillarse. Esta vez sí, respiró hondo y bajó de golpe su cadera, vio galaxias, vio constelaciones lejanas, rodaron lágrimas por sus mejillas, pero todo el glande del amo estaba metido en su culo. Se quedó quieto, sentía como que mil agujas se clavaban en su ano, sintió un líquido tibio salir, sintió la gota caer, se asustó, se incorporó, unas cuantas gotas rojas adornaban la cabeza de su amo y otras cuantas formaban un diminuto charco en el piso, ¡noooo!, ¡qué polotudo!, sabía que no podía hacer eso, no estaba bien, destruirse el culo como si fuera un putarraco de mierda ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por queeee?. Agarró con bronca el consolador y lo revoleó al techo del ropero. Se sentó en el bidet, vio el agua escurrir medio rosada, se puteó a sí mismo en todos los idiomas que conocía, luego el agua fría fue lavando y cerrando la fisurita y se fue calmando. No, esto no podía seguir, ¿Qué diría la vieja si se enteraba? Él ya sabía muy bien lo que pensaba su viejo de los putos, pero él no era puto, se rio de sí mismo ¿y cómo se les dice a los que se meten consoladores en el culo?, ¿y su hijo? ¡Basta!, pero esta vez de verdad, definitivo, para siempre. Casi como si fuera el culpable de todo, tomó a Rexy, lo puso en el suelo, de un pisotón lo aplastó y lo tiró a la basura. Entró a su PC y una a una borró cada foto y cada video que se había sacado metiéndose cosas en el culo. Buscó una tijera y convirtió en pedacitos de trapo cada una de las bombachas que había ido acumulando, los trapos fueron a acompañar a Rexy a la bolsa de residuos. ¿La quemaba o la sacaba a la calle?, nooo, mejor la quemaba. Con el amo negro no se animó, no supo bien por qué, pero le daba miedo volver a verlo. Allí quedó, juntando tierra arriba del ropero, y esperando que su esclavo lo volviera a requerir.
Esa noche le costó dormirse, al dolor que aún tenía en el culo se sumaba una presencia extraña que lo incomodaba. Encendió la luz y miró al ropero que estaba a los pies de su cama. ¡NO!, se dijo, se acomodó boca abajo para minimizar el dolor del culito y tratando de dejar su mente en blanco se quedó dormido. A la mañana, al sentarse a cagar, el dolor lacerante le hizo sonreír, ¡qué bien que había cortado con toda esa mierda! ¿empezaba a buscar minas?, no ¿para qué?, ya sabía que no le gustaban ¿Machos entonces?, ni en pedo, él no era puto. Su destino era ser asexuado, ser monje, hacer voto de castidad, era lo único serio que podía hacer, por él mismo y por su familia.
De a poco el dolor fue pasando. Lo que no pasó fue esa sensación de que alguien estaba ahí en su dormitorio, como que alguien en silencio lo miraba, con una mirada de fuego, como de dragón, y le impedía dormir tranquilo. Le costaba quedarse dormido y sólo lo lograba pensando en lo bien que estaba creciendo su hijo.
La vigilia puede engañarse, el sueño, no. Cada noche Matías tenía un sueño recurrente. Soñaba con su primer y único amo de carne, él estaba desnudo en la pose de siempre, con un tibio hilo de semen saliendo de su culo abierto y escurriendo por su pierna. Germán entraba desnudo a la pieza con otro macho, de cara turbia, piel trigueña oscura y una toalla blanca enrollada a la cintura. -Este tipo te va a coger, y te va coger porque yo te lo mando-, decía German, Matías sólo se acomodaba en la cama y se abría las nalgas. -No, así no, date vuelta y subí las gambas, quiero que veas cuando te garchan, puto! -, ordenaba German. Matías obedecía, de su culo abierto por la postura ahora salía leche como se lo hubiera cogido un regimiento. El tipo nuevo sonreía sarcástico y tiraba la toalla al piso, Matías veía la pija: era negra, gruesa y enorme como el amo negro que estaba arriba del ropero. Le apoyaba ese descomunal glande negro y frío en el esfínter y pujaba. Se despertaba en un grito. Instintivamente llevaba las manos a su ojete y encontraba su culo mojado, con miedo encendía el velador y miraba su mano: no, no era sangre, era sólo la cremita transparente que manaba de su ano cuando estaba caliente. Miraba hacia el techo del ropero y mentalmente le decía a su amo negro "dejame en paz".
Noche tras noche se despertaba, noche tras noche se iba dando cuenta que no podía tapar para siempre el volcán que tenía dentro. Y cayó, no con su amo negro, eso era de degenerado y trolo y él no era trolo, pero sus dedos fueron buscando lugar en su revirginizado culito, uno primero, luego dos, tres, cuatro y de nuevo su semen voló por el aire con esa fuerza que jamás logró con una paja. Luego Axy, más grueso, hizo lo que antes hacía Rexy.
Volvió a buscar machos, necesitaba pija, necesitaba que un tipo le rompiera el culo, necesitaba sentir chorrear leche de su ojete abierto. No podía más. Nueva página de encuentros, nuevos chats calientes, nuevas fotos de su culo, nuevos prospectos de dragón, pero cuando lo apretaban para ir a garchar, arrugaba, se daba con Axy hasta quedar exhausto, secaba los huevos y dejaba de entrar a las páginas por un par de meses.
Cada noche, antes de apagar el velador miraba fijo el ropero, su amo negro seguía ahí, cubierto de tierra, de telarañas, pero llamándolo, llamándolo. Esperando que se durmiera para salir espectralmente y adueñarse de ese culo que le pertenecía. Su resistencia disminuía con cada noche de mal dormir, su voluntad caía, lo debía hacer, era su amo, no podía seguir ignorándolo.
Las vacaciones de su hermana le dieron el entorno adecuado, la casa toda para él... y su amo. Debía prepararse. Entró a la pieza de su hermana y buscó la perita de enema que alguna vez revisándole la lencería sabía que ella guardaba entre sus bombachas. Se ve que la guacha le entregaba el culo al novio. Y de paso le sacó una tanga de encaje preciosa. Se dio con la perita varias veces, su cola tenía que estar perfecta para su amo. Se puso la tanga de la hermana y se vistió con el jean que le marcaba más la cola y una camisa de vestir.
Buscó a su amo, lo llevó al baño y lo lavó cuidadosamente, lo secó, lo besó suavemente en la puntita, bajó la tapa del inodoro y clavó la ventosa. Sin sacarle los ojos de encima se fue desvistiendo despacio, prenda por prenda, sensualmente, sin dejar de mirarlo, para que su amo disfrutara de su erotismo. Antes de quitarse el jean se puso de costado, quebró la cadera y con los dos pulgares se lo fue bajando despacito. Le pareció intuir que su amo cabeceaba, pero no, no podía ser, era su imaginación. Le mostró su cola entangada al amo y meneó las nalgas mientras se las acariciaba. Lo miró de reojo, sonrió.
Ya desnudo se arrodilló al pie del amo, lo besó suavemente, lo lamió y se lo pasó por las mejillas una y otra vez. Se incorporó, le dijo "esperame". Buscó a su amigo Axy y se lo mostró. Le mostró al amo el frasco de vaselina. Se metió lubricante con los dedos y lubricó a Axy. Mirando al amo con una sonrisa, se puso en 4 en el piso y se comenzó a clavar a Axy en el culito, estaba tan caliente que Axy casi se le pierde dentro. Apoyó su mejilla en el amo y se fue cogiendo con Axy, mientras le decía "amo, me estoy preparando para vos, teneme paciencia, ya sabés que soy estrecho".
Luego de un largo rato con Axy preparándolo, se lo sacó, le dio las gracias y lo depositó suavemente sobre el lavatorio.
Era el momento de su entrega.
-Amo te voy a preparar-, tomó la vaselina y con caricias la fue esparciendo por todo el cuerpo de su amo.
-Amo, acá te entrego lo que siempre te perteneció-, abrió sus nalgas y se fue sentando despacito, sintió el frio del glande negro en la entrada de su dilatado esfínter.
-Amo, tomame, soy tuyo- bajó un poco más su cadera y el monstruoso glande negro penetró en su culo. A pesar de la dilatación y del lubricante, vio las estrellas.
-Si, amo, castigame, me lo merezco-, dijo entre dientes para no gritar de dolor.
-Destruime el culo, amo, por favor-, se agachó un poco más y 5 cm del amo entraron en él. Gritó, instintivamente se incorporó. Sentía latir su raya, sentía mil agujas clavándose en su canalito. El santurrón de la culpa quiso volver a apoderarse de él. ¡Pero esta vez no!, aunque terminara en el hospital su amo lo iba a poseer.
-Perdoname amo, no va a volver a pasar-, se clavó el glande esta vez con mucho menos dolor, y comenzó un mete y saca cortito, cada tanto una empujadita más hacia abajo le arrancaba un grito de dolor. Fue largo, fue doloroso, pero centímetro a centímetro el amo negro fue apoderándose de él. Al fin pudo sentir el frio de la tapa del inodoro contra sus nalgas, dolía sí, dolía mucho. Se quedó quieto tratando de relajarse. Se secó las lágrimas y la transpiración con papel higiénico. Apoyo las manos sobre su vientre. Siii, podía sentir el amo dentro de su panza. Al fin el amo negro lo había empalado.
-Amo, dejame que te sirva-, Matías comenzó un mete y saca cortito, el dolor era manejable. Al principio la ventosa se salía y tenía que tomar al amo por la base para poder levantar su culito unos centímetros, pero de a poco la abundante cantidad de moco rectal que le salía y la dilatación de su esfínter fueron haciendo lo suyo. A los 5 minutos su cola subía y bajaba sirviendo al amo negro que dentro de él comenzaba a darle las primeras sensaciones placenteras.
-Soy tuyo, me entrego toda, destrozame amo-. Con el placer llegó el frenesí, su cola subía hasta casi sacarse el amo y bajaba hasta quedar sentado, una y otra vez sentía a su amo abrirse paso en su intestino. Las sensaciones que nacían de su culo le inundaban el vientre, las bolas, la raíz de la pija le quemaba. Gimió, gritó pero esta vez de placer, por suerte estaba solo en la casa. El primer trallazo de leche, sin tocarse por supuesto, saltó con fuerza y dio en el espejo del baño, los demás mojaron el piso.
-Gracias, amo-, le dijo mientras se sentaba sobre la tapa del inodoro. Su pija bajó con una rapidez pasmosa, se hizo un maní miserable, bue, parada no llegaba a 12 cm, pero ahora era apenas un botón de piel con un goterón de semen en la punta.
-Sí, amo, ya sé, querés más-, comenzó de nuevo a subir y bajar, gimiendo, diciéndole palabras dulces a ese amo negro que seguía como dueño absoluto de su vientre. Vino el segundo orgasmo, con su pija completamente muerta comenzó a manar semen con cada sentada, sin fuerza, pero abundante y delicioso, mojó sus huevos y la tabla del inodoro.
-Gracias mi amo, soy todo tuyo, me hacés feliz-, se quedó un rato más sentado con su amo dentro, sonriendo. Una dulce sensación de paz lo fue invadiendo.
-Estoy muy cansado amo, me perdonás?-, tomó la base del amo y se lo fue sacando de la cola. Cuando salió del todo, Matías sintió cómo el aire fresco entraba en su agujero enorme y una fea sensación de vacío que le incomodaba. Se sentó de vuelta, sonrió, con el amo dentro volvía su felicidad. Al cuarto intento ya pudo incorporarse sin sucumbir al deseo de clavarse nuevamente al amo. Se arrodilló y lo besó enamorado. Lo lavó cuidadosamente, lo secó.
Amo y esclavo se fueron a la cama. Lo volvió a besar con suavidad, con los ojos húmedos le juró fidelidad. Matías se quedó dormido con su amo al lado, pegado a su mejilla.
2 comentarios - El amo (relato gay)