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La disciplina de Mamá 7. Un día cualquiera

Cuando acabe de limpiar la cocina oí la voz de mamá que llamaba desde el comedor. Fui hacia allí y me quede plantado delante de ella, cubierto solo con unas braguitas blancas de encaje. Mamá estaba sentada en el sofá mientras bebía una copa de frio vino blanco. Estaba vestida con una blusa blanca y una falda de tela roja. A pesar del calor llevaba unas medias de color carne. Mamá frotó su mano contra mi paquete y rápidamente este se puso duro tensando la tela de las bragas. Durante todo el día mamá no había dejado correrme y ya era bien entrada la tarde. Estaba ansioso y cachondo de sus caricias.
Hacía ya dos días de nuestra visita a la ciudad y de aquella magnífica noche con Vicky. Por la mañana nos habíamos despedido de aquella guapísima chica y habíamos vuelto al pueblo. Durante aquellos dos días mamá había seguido con mi educación.
-¿Quieres que mami te haga correr? – La voz de mamá era sensual y juguetona.
-Por favor mami. – Yo estaba aprendiendo rápido y empezaba a saber cómo tenía que tratar a mamá para que esta fuera buena conmigo.
-¿Has acabado de limpiar bien la cocina? –Yo afirmé. – Espero que después cuando le pase revisión no tenga que castigarte. – Yo también lo esperaba. Sabía que si mamá encontraba algo que no le gustara me lo haría saber con la zapatilla, la pala o el cinturón. Mamá se levantó del sofá y se acercó a mí para besarme. Mientras su lengua entraba en mi boca deslizó su mano debajo de mis braguitas y empezó a jugar con mi pene, dándole golpecitos.
-¿Esta cachonda mi zorrita virgen? – Mamá me dio un tirón de pelo y me dio la vuelta. Quedé delante de ella, dándole la espalda. Ella me abrazó y deslizó lo suficiente las braguitas para liberar mi pene. Notaba sus blandos pechos en mi espalda aplastados. Puso un dedo en mi pene, lo bajó bajando mi miembro con él y lo soltó. Mi polla dio un respingo que yo acompañe con un profundo gemido.
-Mami… por favor. – Supliqué entrecortadamente. De la mesa cogió las restricciones de cuero y me ató inmovilizándome las manos en la espalda. Me puso de rodillas con el culo en pompa y me bajo un poco las bragas. Mamá dejo caer un poco de saliva en mi ano y empezó a masajearlo. No estuvo mucho rato pues rápidamente sentí algo frio y redondo en la entrada de mi culo. Yo ya sabía lo que era. En la tienda de Ana mamá había comprado un pequeño huevo vibrador. Era un objeto de formas redondas, de color rosa, no más mucho grande que una nuez. Se activaba con un pequeño mando que tenía mamá. Cuando el pequeño vibrador estuvo en mi culo, mamá volvió a subirme las bragas, atrapando mi polla en ellas de nuevo, y ordenó que me pusiera de rodillas, con el tronco erguido, enfrente de ella, que volvió a sentarse en el sofá con su copa de vino en una mano y el mando del vibrador en la otra. Mamá desnudó su pie de los zapatos que llevaba y empezó a recorrer con la punta de sus dedos el bulto de mis braguitas. Apretó el mando y yo note como empezó a vibrar algo dentro de mi culo. Gemí con fuerza:
-Si… mami… –Mamá cruzó mi cara con una bofetada con el dorso de su mano.
-Silencio zorra escandalosa. – Mamá me puso la mordaza de bola roja y la mordí con fuerza cuando ella volvió a jugar con mi pene y su pie. Mamá estuvo así, disfrutando tanto de su copa de vino como de mi sufrimiento y ansiedad, un buen rato. –Pobrecito niño de mamá que quiere correrse. -El vibrador seguía moviéndose en mi culo mientras mamá apretaba mi polla por encima de las bragas con los dedos de sus pies e iniciaba un lento sube y baja. Yo no podía más, no me había corrido en todo el día. En aquellos escasos cinco días en que mamá me había convertido en su zorra yo estaba acostumbrado a llevar un par o tres de orgasmos a aquella hora de tarde. Así pues no aguanté aquello y en unos minutos una mancha de semen embruteció las bragas blancas que llevaba. El orgasmo había sido intenso pero apenas volvió la claridad en mi mente supe que estaba en problemas: me había corrido sin permiso.
(…)
Mamá me arrastro a tirones del pelo hacia la habitación de castigo. No se molestó en desatarme pero si me quitó las bragas y el huevo vibrador. Me puso de rodillas al borde de la cama, apoyando mi torso en el colchón con el culo levantado. Sacó el cinturón del armario y lo dobló. De cerca pero con fuerza llegó el primer golpe. Rápidamente un segundo y un tercero y enormes lagrimones de dolor surcaron mis mejillas. Yo mordía con fuerza la bola de mordaza.
-Así aprenderás a no correrte sin permiso zorra. – Un cuarto y quinto golpe se estrellaron contra mi culo. – Tienes que aprender a controlarte.
Fueron diez los golpes de cinturón en mis nalgas y cuando vi que paraba y guardaba el cinturón respiré aliviado. De otro empujón mamá me puso bocarriba en el colchón, aparto la mordaza, dejándola en mi cuello, se quitó las bragas por debajo de la falda y sin desvestirse más se sentó sobre mi cara. Castigarme excitaba muchísimo a mamá y note su peludo coño húmedo y preparado para mi lengua. Su orgasmo fue intenso y mientras se corría zarandeaba mi cabeza. – Si mi zorrita si, cada día le comes mejor el coño a mami. –Mientras yo saboreaba su vagina mi polla había vuelto a endurecerse. Volvió a subirme la mordaza.
Mamá se levantó encima de la cama y también levantó su falda. Pude ver sus torneados y fuertes muslos y su brillante mata de pelo. De repente mamá empezó a orinar encima de mí. Sus meados se estrellaron contra mi cara y boca, que yo cerraba con fuerza mordiendo la mordaza, contra mi pecho, contra mi polla erecta y contra el colchón, que rápidamente se mojó. Mamá se retiró de la cama y apretó mis huevos.
-Ahora te vas a quedar aquí a reflexionar sobre lo mal que te has portado. – Mamá me dejó encima de aquel colchón sucio, meado, atado, desnudo y con una considerable erección. Cerró la puerta y se fue.
(…)
No tenía manera de contar el tiempo en aquel cuarto pero cuando mamá volvió había empezado a oscurecer. Me desató y me quitó la mordaza.
-Ahora vas a ir al baño. Te vas a duchar y quedar bien limpito. Cuando estés te espero en el jardín.
Me duché y encima del mármol del baño vi un tanguita de los de mi hermana. Mamá me había comprado mi propia ropa interior femenina, pero en el cajón donde la guardaba había dejado un par de piezas de mi hermana que le gustaban especialmente. El tanga en concreto era uno negro que yo ya había vestido, con una obertura frontal por donde podía entrar, en mi caso salir, perfectamente una polla. Me lo puse y bajé al jardín esperando las órdenes de mamá. Ella estaba sentada en una de las sillas, con los restos de su cena en la mesa. Se había quitado ropa y lucía un conjunto de bragas y sostén color carne. Eran de aquel tipo de ropa interior de vieja, poco que sexi, pero que a mí me volvía loco. Mi mente no encontraba una explicación lógica para ello, pero nada de lo que estaba pasando en aquella casa tenía nada de lógico.
-Espero que tu castigo te haga reflexionar y trates de aguantar más la próxima vez. – Asentí humilde con la cabeza mientras mamá me sacaba la polla por la abertura del tanga. Rápidamente empalmé. – Es hora de cenar ¿Quieres que mami te de la cena? – Afirmé con la cabeza y mamá me ató a una de las sillas del jardín. Entró en la casa y volvió con un plato con un par de trozos de carne y algunas verduras salteadas como acompañamiento. Mamá se sentó a mi lado y empezó a cortar la carne. Pinchó un trozo y me lo dio en la boca. – ¿Esta muy dura la carne? No te preocupes. – Mamá acabó de trocear toda la carne y las verduras. Se sentó en una de mis piernas, poniéndose un pedazo de zanahoria y carne en la boca y masticando, para a continuación, depositar la comida masticada y ensalivada en mi boca. Acabó de darme toda la cena así. – ¡Como come mi niño! Ahora un poco de ejercicio para que mi zorrita quemé la cena. –Se levantó y me desató de la silla, pero volvió a inmovilizarme las manos detrás de la espalda. De no sé dónde sacó el arnés de cintura, que se puso por encima de las bragas. Con un tirón de pelo me puso de rodillas, plantó la polla de plástico en mi boca y empezó a follármela. 
-Humedécelo bien zorrita que ahora va en tu culo. – Yo me atragantaba pero ella seguía con aquel mete saca, como si realmente pudiera sentir placer con aquel apéndice de plástico. – Seguidamente me levantó y aplasto mi cuerpo, boca abajo, contra la mesa del jardín. En su mano apareció de nuevo la mordaza y me la puso. Separó mis piernas, apartó un poco el hilo del tanga y noté como su lengua empezaba a jugar con mi ano mientras una mano de hierro me agarraba la polla y empezaba a pajearme con fuerza. La lengua de mamá se paseó por toda la raja de mi culo y penetró mi ano dejándolo bien humedecido. Cuando le pareció suficiente mamá me separó un poco más las nalgas y empezó a penetrarme. Cogiéndome de las caderas dio un fuerte empujón y pude notar como la polla de plástico me empalaba totalmente. La mordaza ahogo mi grito. Mamá empezó a follarme el culo con fuerza mientras mi pene erecto se rozaba con la mesa. Estuvimos un rato así hasta que mamá saco el consolador de mi culo, tendió una toalla sobre el césped y se tumbó. Me ordenó que me sentara encima de ella, obviamente en el consolador. Ella me aguantaba mientras yo iba bajando poco a poco y la polla de plástico me penetraba. Mamá empujo mis hombros y otra vez me sentí empalado. Mamá me agarró el pene, que quedaba a la altura de su vientre, un poco más debajo de sus hermosos pechos que se agitaban al ritmo de su entrecortada respiración. Sus pezones se notaban duros por debajo de la tela del sostén. Instintivamente empecé a cabalgar mientras mamá me pajeaba. Mamá liberó sus pechos y pude ver perfectamente cómo se agitaban aquellas dos enormes esferas.
-Así me gusta, cabalga zorra. ¿Te gusta que mami te folle el culito?- Estuvimos un rato así hasta que noté que el orgasmo no estaba lejos. Temí correrme. Mamá, pero, paró su paja y quitándome el consolador del culo me tumbó a su lado sobre el césped. Ambos estábamos sudados. Mamá se levantó y entró en la casa para volver con su vibrador rosa y sin el arnés. Era el mismo que había usado conmigo el primer día. Así, tumbado boca arriba, mamá me retiró la mordaza y me puso el vibrador entre los dientes mirando al cielo. Parecía como si me hubiera salido una polla erecta de boca. Encendió el vibrador y mi boca empezó a castañear. Mamá se apartó un poco las bragas y se sentó encima del vibrador. El coño peludo mamá se tragó el aparato de un golpe justo delante de mis ojos. Yo aguantaba la base del aparato con fuerza y un par de veces se estuvo a punto de escapar debido a los embates de mamá y a la continuada vibración. Mamá gemía extasiada.
-Si…mi zorrita… -Mamá cabalgaba y la cara interior de sus muslos chocaba con mi cara. Yo me concentraba en aguantar recto aquel vibrador. Aunque mamá no hubiera dicho sabía que si me caía de la boca o se doblaba recibirá un buen castigo. Cuando la mandíbula ya me dolía un espasmo en las piernas de mamá me anunció su orgasmo. Se dejó caer, agotada y sudorosa a mi lado. Me quitó el vibrador de la boca y empezó a besarme la cara y los labios. Mamá se quitó las bragas empapadas de sus flujos y las restregó por mi cara para introducirlas, finalmente, en mi boca -¿Te hubiera gustado que fuera tu polla y no el consolador? ¿Quieres que mami te folle de una vez? – Yo afirme con la cabeza. Ella se quedó un instante pensativa y burlándose de mí dijo:
-Aún no mi niñito virgen. Tienes que aprender mucho y tengo pensadas tantas cosas para ti.-Fui a suplicar pero las bragas en la boca me impedían hablar.
-Pero no te preocupes, mami será buena contigo. ¿Quieres correrte en la boquita de mami? –Afirmé. Mamá fue bajando con mi cuerpo con sus labios hasta llegar a mi polla. Lamió de la base hasta la punta antes de ponérsela en la boca y empezar a moverse frenéticamente. Mordí sus bragas intentando aguantar todo lo que pudiera para prolongar aquel momento de disfrute, pero no aguanté demasiado y un violento orgasmo sacudió mi cuerpo. Mamá trago mi leche relamiéndose como una gata. Me quitó sus bragas de mí boca y yo le agradecí mi corrida. Me besó y juntos entramos en casa.
(…)
Por la mañana mamá se levantó con ganas de jugar. Normalmente por las mañanas yo hacía las tareas del hogar pero aquel día mamá me llevó a la ducha con ella. Me hizo enjabonarla. Le pase mis manos en aquellos dos grandes pechos. Los rodeé con una caricia y me atreví a jugar con aquel oscuro y grande pezón. Mamá soltó una risita complacida. Reseguí su vientre, sus muslos, sus piernas,… finalmente enjaboné la mata de pelo, que quedo blanca de espuma. La aclaré y me abalancé sobre el cuerpo de mamá como si mi saliva fuera indispensable para su limpieza. Ella me dejo hacer complacida mientras soltaba carcajadas y de vez en cuando algún gemido.
-Mi zorrita es insaciable. ¿Te gusta el cuerpo de mami? – Y yo respondí arrodillándome y empezando a besar su sexo. –Mmmmhhh Mi zorrita come coños. – Fue la respuesta de mamá. Cuando ella se corrió yo quise continuar, pero ella me levantó. – Tenemos que limpiar a la sucia zorrita. –Ella empezó a enjabonarme, como si bañara a un niño pequeño. Cuando llego a mi polla esta estaba dura como una roca. Mamá la enjabono y limpio mis huevos con suavidad. Me aclaró y me secó. Fuimos hasta su habitación y allí se puso un conjunto de lencería blanca y rosa de encaje mientras yo la miraba fascinado esperando que viniera a ocuparse de mi calentón. Mamá sacó una de las braguitas del cajón y me las puso lentamente. Eran braguitas infantiles, blancas con dibujitos estampados. Me levantó y me sentó en la silla delante del espejo. Me peino con dos coletas y empezó a maquillarme. Fue un maquillaje ligero que escondía mis facciones masculinas, ya de por si poco marcadas. Me pintó los labios con un suave carmín rojo. Finalmente me puso unas medias, también infantiles y estampadas de dibujitos. Mamá miró admirada su obra y mostró su aprobación depositando un suave beso en mis labios y frotándome el bulto de las bragas. -Espera aquí. –Susurró en mi oído. Volvió unos segundos más tarde con un viejo vestido de mi hermana. Era un vestido veraniego, de tirantes y una faldita de volates. Era claro con un estampado también algo infantil. Me lo puso, se separó unos pasos y me observó largamente con una sonrisa de satisfacción. Yo me miré al espejo y casi no me reconocí. Parecía una muchacha adolescente y no un joven de 18 años. Si solo hubiera tenido un poco de pecho el efecto hubiera sido espectacular. La falda disimulaba mi erección. 
Mamá cogió mi teléfono y empezó a fotografiarme en diferentes posturas. Me tendió en la cama, me levantó un poco la falda y me fotografío mostrando mis braguitas. Apartó un poco la tela y liberó mi pene para fotografiarme con la polla al aire. – Eres una zorrita preciosa. Estas fotos les van a encantar a Vicky y Ana, es una lástima que no me dejes enseñárselas a Júlia, creo que te encontraría guapísima. – Me tendió bocabajo y me inmovilizó las manos detrás de la espalda con las restricciones de cuero. También sacó de un cajón la mordaza de bola roja y me la puso. Humedeció uno de sus dedos y empezó a jugar con mi culito hasta que me penetró. De otro de los cajones sacó un ahusado vibrador plateado. Cuando habíamos estado en la tienda de Ana, mamá me lo había comprado, decía que así cada uno tendríamos el nuestro, pues ella usaba el vibrador rosado del primer día. Con un hábil golpe de muñeca me introdujo el vibrador en el culo mientras seguía inmortalizando el momento con la cámara de mi móvil. Yo mordí de placer la mordaza.
Mamá siguió con su juego, sacándome fotos en todas las posturas posibles. Cuando estuvo satisfecha me desató un instante para poder sacarme el vestido, para inmovilizarme otra vez después. Yo me quedé vestido con las medias y las braguitas infantiles, de las salían dos bultos, uno por delante de mi polla erecta y otro por detrás del vibrador encajonado en mi culo.
-Que cachondo está el niño de mami. Tendremos que hacer algo. –Mamá tenía razón. Yo estaba fuera de mí. Verme de aquella manera había alimentado a la zorrita, tal y como decía mamá, que había dentro de mí. –Bajo un poco las braguitas y mi polla salió disparada al aire. Ella apoyó un solo dedo en mi polla y empezó a moverlo suavemente. Me estaba haciendo una paja con un solo dedo y la mordaza empezó a ahogar mis gemidos y jadeos. El vibrador seguía encendido en mi culo. - ¿Te gusta zorrita? ¿Quieres que mami te haga correr con su dedito? – Claro que me gustaba pensé. Claro que quería correrme, pero mamá seguía provocando sin dejarme llegar. Finalmente mamá aceleró un poco el ritmo mientras decía:
-Córrete para mami zorrita. –Aquellas palabras y el ligero aumento de ritmo y presión hicieron el resto y una espesa corrida salió de mi polla. Me había hecho correr con un solo dedo. Mamá la celebró con una risita mientras que bajaba la mordaza, dejaba caer un salivajo en mi boca y me besaba.
-Mi niño cada día es más zorra. No sabes lo feliz que me hace eso.
Continuara…

2 comentarios - La disciplina de Mamá 7. Un día cualquiera

Queen2032
Continua esta serie de relatos
Rafanadal17
Es excelente esta serie. Imposible leerlo sin paja de por medio