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Viene del post anterior: La MILF más Deseada [03] - Parte 1.
Julián se puso de rodillas en el suelo y fotografió las imponentes nalgas de su madre mientras ésta se inclinaba más hacia adelante y separaba las piernas. Quedó fascinado al ver cómo la tanga blanca se ceñía a esa vulva con la que ya había fantaseado en más de una ocasión.
Diana se dio la vuelta y se sentó en el borde del escritorio, colocó un pie sobre la silla, quedando con las piernas abiertas. Permitió que su hijo capturase varias imágenes y luego, cerrando los ojos, comenzó a acariciarse el cuerpo. Primero pasó las manos por su vientre, volviendo a subir hacia las tetas, luego se acarició las piernas. Se mordió el labio inferior y pensó en esos hombres que se calentarían al verla, esto la motivó a llevar su mano derecha hasta su entrepierna, y comenzó a acariciarse la vagina por encima de la tanga, prácticamente olvidando que su hijo la estaba viendo. Fue la voz de éste lo que la hizo volver a la realidad.
—Eso está muy bueno —le dijo.
Ella, instintivamente, apartó la mano y miró sorprendida a su hijo.
—¿Por qué paraste? —preguntó Julián.
—No sé… cuando hablaste me llené de vergüenza.
—¿Preferís que me quede callado?
—No, porque vos sos el fotógrafo y corresponde que me des indicaciones, es solo que estar haciendo… esto… delante tuyo…
—Vos no pienses en mí, pensá en lo que quieras, menos en mí. Olvidate de que soy yo el que saca las fotos… y el que te da indicaciones. Además, acordate que es todo “de mentiritas”.
—Bueno, no tanto…
—¿Por qué lo decís?
—Porque si hago eso yo… lo siento. Puedo sentir el roce de la tela, y de mis dedos… ¿me explico?
—Sí, ya entendí —de pronto el que se sentía incómodo era él, su madre le estaba dando a entender que esos toqueteos en la entrepierna eran reales y que, por lo tanto, la excitaban.
—Pero de todas formas no es tan malo —se apresuró a decir la rubia—, eso me ayuda a animarme a más… a perder un poquito la vergüenza.
—Entonces tomalo como un recurso de trabajo. Esas… sensaciones, te ayudan a soltarte ante la cámara. Vos sentite libre de hacer lo que mejor te parezca, lo que mejores resultados te dé, y no te preocupes por mí, yo no voy a pensar nada raro. Lo único que voy a pensar es en toda la plata que nos van a pagar.
—Puede ser… es que me pone un poquito incómoda estar… excitándome sexualmente frente a vos.
Que su madre le hablara directamente de excitación sexual tuvo un impacto directo en su pene, el cual se tensó por una fracción de segundos.
—Podés mirarlo de la siguiente manera, mamá. Tu trabajo, además de modelar en ropa interior, consiste en provocar sexualmente a aquellos que te estén mirando, ¿no?
—Así es —un remolino de placer se formó en la boca de su estómago. Le agradaba saber que ella era capaz de excitar a otras personas.
—Entonces, si vos misma te excitás al modelar, lo más probable es que eso se transmita también a las fotos, y por ende, a los que vayan a mirarlas. Es como cuando escuchás a alguien cantar, o tocar un instrumento, y podés notar cuánto le apasiona lo que hace. Si esas personas notan verdadera excitación en la expresión de tu cara, entonces tu trabajo está bien realizado.
—Me gusta eso… viéndolo de esa forma no parece algo tan malo… y tiene algo de lógica. ¿Ves lo importante que son tus indicaciones?
—Bueno… gracias.
—Te pusiste colorado, sonso. No se te puede hacer un halago, siempre te ponés así. Algún día tenés que darte cuenta de tu buenos atributos, Julián.
—Algún día…
—Bueno, ¿seguimos?
—Sí.
Diana tuvo la sensación de que la charla había sido demasiado larga, su cuerpo había comenzado a enfriarse, por lo que debía hacer lo posible para subir su temperatura. Cerró los ojos una vez más, suspiró y volvió a acariciar su vientre, en esta ocasión no subió hacia sus pechos, sino que hizo el camino inverso, hacia su sexo. Usando cuatro dedos presionó con fuerza su vagina, sintiendo una descarga de placer directamente en el clítoris. Inició un lento movimiento con su muñeca, incrementando aún más la sensación agradable. Sabía que su hijo la estaba fotografiando, pero podía pasar por alto ese hecho, lo que más la incentivaba era saber que otras personas la verían, se excitarían y, posiblemente, se masturbarían. Pensar en esto la llevó a introducir la mano en la tanga y a tocarse la húmeda vagina de forma directa. Abrió los ojos para corroborar que su sexo no quedase al descubierto, sin embargo para cualquier persona que estuviera viéndola, resultaría obvio qué estaba haciendo con la mano allí dentro.
—Separá un poco más las piernas —le dijo Julián al mismo tiempo que se agachaba, para capturar la entrepierna de su madre en primer plano.
Diana obedeció sin oponer resistencia, y sin dejar de frotarse lentamente el clítoris. Miró directamente al lente de la cámara e imaginó que eran los ojos libidinosos de algún hipotético amante. Dejó de tocarse la concha, no por pudor, sino porque deseaba ir un poco más lejos, tal y como lo había hecho la última vez. Tomando la tanga por el elástico, comenzó a bajarla lentamente. Julián dio un paso hacia adelante, acercándose aún más al pubis lampiño de Diana. Tal y como lo había hecho en la sesión anterior, ella se detuvo justo antes de que su concha quedara a la vista. Estar tan expuesta la estimuló aún más, llevó las manos hacia su espalda y se desprendió el corpiño. Justo antes de dejarlo caer al suelo, se cubrió las tetas con un brazo.
Julián se sorprendió al ver a su madre en topless, aunque sus pezones no se vieran.
—¿Las vas a mostrar completas? —preguntó.
—No nos apuremos —dijo ella—. Primero sacame fotos así.
El muchacho asintió con la cabeza y se alejó para que el cuerpo completo de su madre entrara en el plano. Ella lo miró de forma sensual y, usando ambas manos, se agarró las tetas. Por un segundo a Julián le pareció divisar un pezón, pero no estaba seguro; se concentró en la tarea de tomar fotos.
Diana cerró los ojos y dejó la boca entreabierta, apretó sus tetas y comenzó a amasarlas lentamente, esto solía ser parte de su ritual de masturbación, y le producía mucho morbo estar haciéndolo frente a una cámara. Ese mismo morbo la impulsó a sujetarse las tetas desde abajo, dejando a la vista un par de pezones marrones y rugosos, los cuales estaban notoriamente erguidos. Julián se quedó boquiabierto durante unos instantes, no recordaba la última vez en la que había sorprendido a su madre sin corpiño; pero recordó que Diana dijo, momentos antes, que lo que menos le preocupaba era que él le viera las tetas. Aprovechó el tiempo que su madre estuvo con los ojos cerrados para contemplar esos redondos y suaves senos; pero en cuanto ella le dirigió la mirada, se ocultó detrás de la cámara y comenzó a capturar imágenes.
Diana sonrió, se sentía bien consigo misma, se había animado a llevar su nueva profesión un paso más hacia adelante, y su hijo parecía estar tomándoselo con mucha naturalidad, lo cual le ayudaba a relajarse.
—¿Te puedo hacer una sugerencia? —preguntó el muchacho.
—Claro, te dije que eso es parte de tu trabajo, no hace falta que preguntes.
—Es que me da miedo que te lo tomes a mal.
—No me lo voy a tomar mal. Vos decime tu sugerencia y yo decido si seguirla o no, y punto. ¿Qué se te ocurrió?
—Que te pellizques los pezones —dijo él, con un nudo en la garganta.
—Ah… eso lo puedo hacer.
—¿Si?
—Y… ya me saqué el corpiño… lo más difícil, en lo referente a tetas, ya pasó.
Diana se lamió la punta de los dedos índices y a continuación pellizcó sus pezones al unísono. La descarga de placer la tomó por sorpresa, por lo general no los tenía tan sensibles… sólo cuando se excitaba mucho. Posó para la cámara durante algunos segundos, durante los cuales masajeó y a pellizcó sus tetas reiteradamente.
—¿Querés que me dé la vuelta así me sacás fotos del culo? —preguntó ella.
—Bueno, pero… ponete de rodillas en el suelo.
—¿En el suelo?
—Sí, ahí vas a tener más lugar, el escritorio es muy chico... y me da un poco de miedo que se rompa.
—¿Me estás diciendo gorda?
—No, estoy diciendo que el escritorio es una porquería… si se lo compré usado a Lucho —se refería a uno de sus mejores amigos, al cual su madre conocía muy bien desde hacía años—, y vos viste cómo es Lucho, todo lo que vende es trucho.
—Te salió un versito.
—No es que me salió, siempre se lo decimos.
—Bueno, si se lo compraste a Lucho entonces ya me da miedo estar sentada acá, mejor voy al piso.
Sin comprender muy bien qué era lo que su hijo pretendía, Diana obedeció, bajó del escritorio y puso sus rodillas en el suelo blanco.
—Está frio —se quejó.
—Gajes del oficio.
—Con el próximo pago, vamos a comprar una alfombra… aunque todavía no entiendo bien por qué querés que pose en el suelo.
—Es que no me refería a esa pose exactamente… —su madre lo miró intrigada—. Tenés que apoyar las manos también.
—¡Ahh! Vos querés que me ponga en cuatro…
—Bueno, no quería decirlo de esa forma, suena mal.
—Pero se entiende mejor. ¿Qué te dije acerca de hablar claro? Prefiero que digas las cosas de forma directa, y que se entiendan bien, antes que estar diez minutos intentando explicar algo con indirectas.
—Sí… sí, tenés razón. Perdón. Ponete en cuatro… si querés.
—Bueno.
Diana se acomodó la tanga, y luego se posicionó en paralelo al escritorio, apoyó las manos en el piso e inclinó su cabeza hacia abajo.
—¿Así? —preguntó.
—Levantá un poco más la cola.
Ella araqueó un poco la espalda y bajó más la cabeza, podía sentir la tanga apretándole la concha y creía que en cualquier momento se rompería, dejándola completamente desnuda.
—Este… mamá…
—¿Qué pasó?
—Mmm… mejor te lo muestro.
Julián tomó una foto de la parte posterior de su madre y luego le tendió la cámara, mostrándole lo que había en pantalla. Diana se sorprendió a medias con lo que vio, porque desde antes sabía que ese era un riesgo. La tanga no le cubría la vagina por completo, sino que permitía que sus abultados gajos sobresalieran por los lados, aún no se le todo, pero de todas formas estaba mostrando parte de su concha. Lo que sí la sorprendió fue su propia reacción, en lugar de sentirse avergonzada, le dio mucho morbo lo que vio, era una pose muy sugerente y con la tanga dejando en evidencia lo que había debajo era prácticamente como estar invitando a alguien a que se la cogiera. Le gustaba pensar que alguien pudiera disfrutar de su cuerpo de esa manera.
—Bueno, con lo chica que me queda la tanga, era obvio que esto iba a pasar en algún momento —dijo ella, intentando aparentar naturalidad.
—Entonces ¿sigo sacando fotos?
—Y… ahora ya está —no quería decirle a su hijo que estaba encontrando excitante la idea de que le fotografiaran la concha de esa manera—. Seguí.
—Ok.
Julián volvió a posicionarse detrás de su madre y se agachó para tomar más fotografías. Ocurrió lo que él sabía que no podía evitar: la verga se le despertó. Poco a poco se le fue poniendo dura al admirar esos gajos carnosos. Tuvo que luchar contra el impulso de extender la mano y tocarlos. Cuando su madre se abrió las nalgas con ambas manos, la concha quedó levemente más expuesta, a Julián lo invadió el fuerte deseo de arrancar la tanga, sacar la verga y enterrarla completa en la concha de su madre.
Por su parte Diana también debatía entre la calentura y la cordura. Pensaba en que uno de sus hipotéticos amantes estaba detrás de ella y que en cualquier momento le haría la tanga a un lado y comenzaría a cogerla apasionadamente. «Quiero que me la metan hasta el fondo», se dijo mentalmente al mismo tiempo que acariciaba los lados de su concha que sobresalían de la ropa interior. Los sintió tibios y húmedos. Estaba muy caliente… y quería más.
—Me la voy a sacar.
—¿Qué? —Julián reaccionó como si se despertase de un hermoso sueño.
—Ya lo decidí —dijo ella, con voz firme—. No quiero darle más vueltas, porque de lo contrario no lo voy a hacer nunca. Me voy a sacar la tanga —la tomó por el elástico y comenzó a bajarla lentamente.
—Esperá —la interrumpió su hijo.
—¿Por qué? Pensé que querías esto… para que nos paguen más.
—Sí, pero ya que te la vas a sacar, podrías probar otra cosa antes.
—¿Qué cosa?
—Mmm… ¿cómo te lo explico?
—De forma clara, Julián.
—Bien. La idea es… —sintió su verga palpitando dentro del pantalón—, es que la tanga te quede metida en la concha.
—¿Y vos pensás que eso va a quedar bien?
—S… sí… estoy seguro de que sí.
—Bueno, vos sos hombre… tal vez entiendas más de estas cosas.
Diana subió nuevamente su tanga, pero la estiró más de la cuenta, hasta que sintió cómo sus labios afloraban completos y la tela quedaba apretada en el centro.
Julián admiró maravillado, tuvo que dedicar un par de segundos a manosearse la verga por encima del pantalón, luego calibró el lente de la cámara y tomó una captura en primer plano de esa hermosa concha.
—Quiero ver la foto —pidió su madre.
Él le alcanzó la cámara, dejando la última captura en pantalla. Diana se llevó una agradable sorpresa, el resultado era mejor de lo que ella había previsto; su concha parecía una boca de grandes labios mordiendo un pedazo de tela. Resultaba muy evidente que estaba mojada y esto no le importó demasiado, consideró que era un punto a favor, si su intención era excitar a aquellos que la vieran. «Que me vean bien mojada», se dijo. Le devolvió la cámara a su hijo y luego se abrió las nalgas con ambas manos. Mantuvo esa posición durante unos segundos y acto seguido procedió a quitarse la tanga. Lo hizo lentamente, para permitirle a Julián fotografiar la escena cuadro por cuadro.
Al ver la concha de su madre completamente desnuda, el muchacho tuvo que dejar de lado la cámara para contener su verga con la mano, la cual parecía una serpiente colérica a punto de atacar a su presa. Una vez más estuvo tentado a sacarla del pantalón, para que no le doliera al tenerla apretada allí dentro; pero distrajo su mente volviendo a su tarea como fotógrafo. Admiró la sonrosada almeja y se maravilló con ese agujero negro que apenas se abría.
Diana sintió una fuerte ola de placer recorriéndole el cuerpo, por primera vez en su vida estaba completamente desnuda frente a su hijo… y frente a una cámara de fotos. Sabía que encontraba todo morbosamente agradable por la excitación que tenía, por lo que decidió no darle demasiada importancia. De pronto se le ocurrió la idea de posar vestida de mucama, y mostrar la concha debajo de esa corta y sensual falda.
—Estaba pensando que… —al decir esto se dio la vuelta e instantáneamente se quedó paralizada. Vio a su hijo con la cámara en mano y una fuerte erección abultándole el pantalón.
Instintivamente ella retrocedió, quiso ponerse de pie, pero tenía la tanga entre las piernas. Se la sacó rápidamente y se alejó de su hijo, sin poder dejar de mirar ese gran bulto.
Julián comprendió al instante por qué su madre reaccionaba de esa manera, sin embargo no pudo hacer nada para evitarlo; se quedó inmóvil viendo cómo ella se sentaba en uno de los sillones.
—P… perdón —atinó a decir él.
—No sabía que… —Diana no encontraba palabras para explicar su situación—. ¿Es la primera vez que te pasa? —el muchacho no respondió—. ¡Julián!
—Eh… no. No es la primera vez que me pasa. Es sólo la primera vez que vos te das cuenta.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque sabía que ibas a reaccionar mal.
—No reacc… —era inútil negarlo, su reacción no había sido la más apropiada—. Sí, tenés razón; pero de todas formas ¿cuánto tiempo creías que ibas a poder esconderlo?
—No lo sé… no pensé en eso. Sé que te molesta, pero no pienses mal… no es algo que yo pueda controlar.
—¿No?
—Claro que no, mamá. No es como si yo le fuera a decir “Quedate abajo” y me vaya a hacer caso.
—¿Y por qué creés que pasa? O sea, sé que estoy desnuda… y que hago poses eróticas; pero soy tu mamá, Julián.
—Lo sé… pero… —recordó algo que él mismo había estado pensando, para no sentirse tan culpable cada vez que se masturbaba mirando las fotos de su madre—; pero el cuerpo femenino es algo universal… por más que yo sepa que sos mi mamá, no se puede negar que tenés en un gran cuerpo. A vos posiblemente te pasaría si vieras un hombre desnudo…
—Puede ser, no lo sé… no tengo verga, no sé cómo funciona exactamente.
—No me refiero a que se te pare, sino a que se te… moje.
—Bueno, es posible… pero yo creo que hay una especie de filtro que evita que nos excitemos al ver a nuestros padres, o a nuestros hijos. ¿No te parece?
—No creo que haya algo así… o sea, a mí se me para; pero no es que esté pensando en vos.
—¿Entonces en quién?
Julián no se esperaba esa pregunta, cuando él se masturbaba no pensaba en nadie en particular, sólo intentaba pasar por alto el hecho de que ese cuerpo pertenecía al de su madre; pero sabía que esto no sería suficiente para convencerla, por lo que se inventó la mejor mentira que pudo.
—Cuando yo iba a la facultad —comenzó diciendo—, había una profesora que nos daba estadística, ella era rubia y tenía un cuerpo muy parecido al tuyo… nunca me había dado cuenta de ese parecido, hasta ahora. A mí me gustaba mucho esa profesora… bah, creo que nos gustaba a todos los varones… y a algunas chicas también. Cuando te veo a vos con poca ropa, pienso en ella.
—Nunca me habías contado de esta profesora.
—No te conté porque me daba vergüenza —Julián estaba sorprendido de sí mismo, no sabía que fuera capaz de mentir tan descaradamente; él nunca había tenido ninguna profesora que equiparara a su madre en belleza—. A mí me tenía loco esa profesora, incluso alguna vez se me cruzó por la cabeza invitarla a salir; pero me daba miedo quedar en ridículo y que después todos mis compañeros se enteraran. Cuando vos adoptás esas poses tan eróticas, es inevitable que me la imagine a ella haciendo lo mismo.
—Pero… ¿no podés pensar en otra cosa?
—Te dije que es inevitable. Obviamente intenté pensar en otras cosas, pero me pasa igual —en ese momento la mirada de Julián fue atraída como por un imán hacia la vagina de Diana, la cual estaba sentada con las piernas separadas.
—¡Ay, Julián! —se quejó ella al darse cuenta hacia dónde miraba su hijo, y cerró las piernas.
—Perdón, eso también es inevitable.
—Sí, claro… ¿ahora me vas a decir que no podés mirar para otro lado?
—¿Querés que hagamos una prueba?
—¿Estás enojado?
—Un poco, no me gusta que me acusen de degenerado, y mucho menos que lo haga mi mamá.
Diana se quedó boquiabierta, no se había dado cuenta que estaba insinuando eso de su propio hijo, se sintió una pésima persona al tratarlo de esa manera luego de todo lo que él había hecho para que pudieran ganar dinero.
—Perdoname, Julián. No es que piense que sos un degenerado… es sólo que me tomó por sorpresa verte así. Yo sé muy bien que en algún momento te excitarás, ya hablamos de ese tema hace tiempo; pero no me imaginaba que pudiera pasarte al verme.
—Al verte desnuda… o casi. Porque si te veo vestida no me pasa.
—¿A qué prueba te referías?
—Ah sí… veamos qué pasa —Julián se puso de pie, dejó la cámara sobre una pequeña mesita junto al sofá y luego, sin darle tiempo a su madre para que reaccione, se bajó el pantalón hasta los tobillos. Su verga erecta se sacudió como un resorte.
La rubia se llevó una mano a la boca al ver ese miembro viril aparecer repentinamente frente a ella, un remolino de calor se formó en la boca de su estómago.
—Intentá mirar para otro lado —la desafió su hijo.
Ella apartó la mirada, incluso intentó mirarlo a los ojos, pero fracasó en todas las ocasiones, su atención siempre fue capturada por esa verga venosa con velludos testículos que la miraba como si la estuviera invitando a portarse mal. Diana se cubrió los ojos con una mano y comenzó a reírse.
—Es cierto, no se puede evitar.
—Te lo dije, es inevitable —al escuchar la risa de su madre, Julián se tranquilizó mucho—. ¿Ahora entendés un poquito mejor lo que me pasa?
—Lo que no entiendo es cuándo te creció tanto esa cosa.
—Esa “cosa” tiene nombre. ¿No habíamos quedado en llamar a las cosas por su nombre?
—Bueno… la verga. No me imaginaba que la tuvieras así.
—Tal vez porque nunca me la habías visto parada.
—Eso es cierto.
—Yo tampoco me imaginaba que tuvieras la concha tan…
—¿Tan qué?
—No sé cómo describirla… ¿Hinchada?
Diana volvió a estallar en risas.
—Tu padre me decía lo mismo. Yo siempre creí que exageraba.
—No, para nada. Es como si fueran dos pancitos juntos —Diana siguió riéndose, Julián se despojó de su pantalón.
—¿Te vas a quedar así? —preguntó ella.
—Si no te molesta… porque la verdad es que duele mucho tenerla apretada ahí dentro.
—No sabía eso…
—Para ser tan grande, hay muchas cosas que no sabés acerca de las vergas.
—No es que me haya pasado la vida analizándolas… yo siempre les di el uso justo y necesario. Pero volviendo al tema… preferiría que no anduvieras con las bolas al aire, ya de por sí es medio difícil para mí estar sacándome la ropa frente a vos; si tuviera que hacerlo mientras vos la tenés así, sería peor. ¿Por qué mejor no te doy unos minutos para que baje y después seguimos con las fotos? De paso aprovecho para cambiarme, me voy a poner el conjunto de mucama.
—Bueno, me parece bien… qué bueno que no decidas suspender todo, tenía miedo de que lo hicieras.
—Se me pasó por la cabeza, pero creo que sería exagerar demasiado las cosas. Era de suponer que en algún momento tuviéramos que lidiar con problemas como éstos; lo mejor es hablarlos e intentar resolverlos… de lo contrario nos quedamos sin trabajo, los dos.
—Eso es muy cierto.
—Bueno, ya vengo.
Antes de irse Diana dio un último vistazo a la verga de su hijo y caminó hasta su cuarto con una sonrisa en el rostro; él tenía mucha razón, no se podía evitar mirar esas partes en una persona desnuda, incluso sabía que su hijo le empezó a mirar la concha desde que se levantó y que, posiblemente, se la estuviera viendo mientras caminaba.
-3-
Diana reanudó su ritual de masturbación en cuanto terminó de ponerse el traje de mucama, cayó en la cuenta de que habían pasado años desde la última vez que se había pajeado tantas veces en un mismo día; pero al mismo tiempo le agradaba haberlo hecho, porque estaba disfrutando mucho de ese estado prolongado de excitación. Casi podía sentir cómo su cuerpo acumulaba calentura.
Mientras se metía los dedos en la concha se le vino a la mente la imagen de la dura verga de Julián, por un momento se asustó, pero enseguida recordó algo que él había dicho: «No pienso en vos, pienso en otra persona». Se preguntó si ella sería capaz de hacer lo mismo; se imaginó en cuatro patas en la cama, aguardando por esa gran verga… y la idea la estimuló a masturbarse todavía más rápido.
Sabía que la situación estaba llegando mucho más lejos de lo que ella querría, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el dinero que recibiría por las sesiones de foto y, particularmente, en lo bien que se sentía al posar frente a la cámara. Debía volver al estudio y dar lo mejor de sí, aunque tuviera que tolerar que a su hijo se le pusiera dura la verga al verla posar.
Viene del post anterior: La MILF más Deseada [03] - Parte 1.
Julián se puso de rodillas en el suelo y fotografió las imponentes nalgas de su madre mientras ésta se inclinaba más hacia adelante y separaba las piernas. Quedó fascinado al ver cómo la tanga blanca se ceñía a esa vulva con la que ya había fantaseado en más de una ocasión.
Diana se dio la vuelta y se sentó en el borde del escritorio, colocó un pie sobre la silla, quedando con las piernas abiertas. Permitió que su hijo capturase varias imágenes y luego, cerrando los ojos, comenzó a acariciarse el cuerpo. Primero pasó las manos por su vientre, volviendo a subir hacia las tetas, luego se acarició las piernas. Se mordió el labio inferior y pensó en esos hombres que se calentarían al verla, esto la motivó a llevar su mano derecha hasta su entrepierna, y comenzó a acariciarse la vagina por encima de la tanga, prácticamente olvidando que su hijo la estaba viendo. Fue la voz de éste lo que la hizo volver a la realidad.
—Eso está muy bueno —le dijo.
Ella, instintivamente, apartó la mano y miró sorprendida a su hijo.
—¿Por qué paraste? —preguntó Julián.
—No sé… cuando hablaste me llené de vergüenza.
—¿Preferís que me quede callado?
—No, porque vos sos el fotógrafo y corresponde que me des indicaciones, es solo que estar haciendo… esto… delante tuyo…
—Vos no pienses en mí, pensá en lo que quieras, menos en mí. Olvidate de que soy yo el que saca las fotos… y el que te da indicaciones. Además, acordate que es todo “de mentiritas”.
—Bueno, no tanto…
—¿Por qué lo decís?
—Porque si hago eso yo… lo siento. Puedo sentir el roce de la tela, y de mis dedos… ¿me explico?
—Sí, ya entendí —de pronto el que se sentía incómodo era él, su madre le estaba dando a entender que esos toqueteos en la entrepierna eran reales y que, por lo tanto, la excitaban.
—Pero de todas formas no es tan malo —se apresuró a decir la rubia—, eso me ayuda a animarme a más… a perder un poquito la vergüenza.
—Entonces tomalo como un recurso de trabajo. Esas… sensaciones, te ayudan a soltarte ante la cámara. Vos sentite libre de hacer lo que mejor te parezca, lo que mejores resultados te dé, y no te preocupes por mí, yo no voy a pensar nada raro. Lo único que voy a pensar es en toda la plata que nos van a pagar.
—Puede ser… es que me pone un poquito incómoda estar… excitándome sexualmente frente a vos.
Que su madre le hablara directamente de excitación sexual tuvo un impacto directo en su pene, el cual se tensó por una fracción de segundos.
—Podés mirarlo de la siguiente manera, mamá. Tu trabajo, además de modelar en ropa interior, consiste en provocar sexualmente a aquellos que te estén mirando, ¿no?
—Así es —un remolino de placer se formó en la boca de su estómago. Le agradaba saber que ella era capaz de excitar a otras personas.
—Entonces, si vos misma te excitás al modelar, lo más probable es que eso se transmita también a las fotos, y por ende, a los que vayan a mirarlas. Es como cuando escuchás a alguien cantar, o tocar un instrumento, y podés notar cuánto le apasiona lo que hace. Si esas personas notan verdadera excitación en la expresión de tu cara, entonces tu trabajo está bien realizado.
—Me gusta eso… viéndolo de esa forma no parece algo tan malo… y tiene algo de lógica. ¿Ves lo importante que son tus indicaciones?
—Bueno… gracias.
—Te pusiste colorado, sonso. No se te puede hacer un halago, siempre te ponés así. Algún día tenés que darte cuenta de tu buenos atributos, Julián.
—Algún día…
—Bueno, ¿seguimos?
—Sí.
Diana tuvo la sensación de que la charla había sido demasiado larga, su cuerpo había comenzado a enfriarse, por lo que debía hacer lo posible para subir su temperatura. Cerró los ojos una vez más, suspiró y volvió a acariciar su vientre, en esta ocasión no subió hacia sus pechos, sino que hizo el camino inverso, hacia su sexo. Usando cuatro dedos presionó con fuerza su vagina, sintiendo una descarga de placer directamente en el clítoris. Inició un lento movimiento con su muñeca, incrementando aún más la sensación agradable. Sabía que su hijo la estaba fotografiando, pero podía pasar por alto ese hecho, lo que más la incentivaba era saber que otras personas la verían, se excitarían y, posiblemente, se masturbarían. Pensar en esto la llevó a introducir la mano en la tanga y a tocarse la húmeda vagina de forma directa. Abrió los ojos para corroborar que su sexo no quedase al descubierto, sin embargo para cualquier persona que estuviera viéndola, resultaría obvio qué estaba haciendo con la mano allí dentro.
—Separá un poco más las piernas —le dijo Julián al mismo tiempo que se agachaba, para capturar la entrepierna de su madre en primer plano.
Diana obedeció sin oponer resistencia, y sin dejar de frotarse lentamente el clítoris. Miró directamente al lente de la cámara e imaginó que eran los ojos libidinosos de algún hipotético amante. Dejó de tocarse la concha, no por pudor, sino porque deseaba ir un poco más lejos, tal y como lo había hecho la última vez. Tomando la tanga por el elástico, comenzó a bajarla lentamente. Julián dio un paso hacia adelante, acercándose aún más al pubis lampiño de Diana. Tal y como lo había hecho en la sesión anterior, ella se detuvo justo antes de que su concha quedara a la vista. Estar tan expuesta la estimuló aún más, llevó las manos hacia su espalda y se desprendió el corpiño. Justo antes de dejarlo caer al suelo, se cubrió las tetas con un brazo.
Julián se sorprendió al ver a su madre en topless, aunque sus pezones no se vieran.
—¿Las vas a mostrar completas? —preguntó.
—No nos apuremos —dijo ella—. Primero sacame fotos así.
El muchacho asintió con la cabeza y se alejó para que el cuerpo completo de su madre entrara en el plano. Ella lo miró de forma sensual y, usando ambas manos, se agarró las tetas. Por un segundo a Julián le pareció divisar un pezón, pero no estaba seguro; se concentró en la tarea de tomar fotos.
Diana cerró los ojos y dejó la boca entreabierta, apretó sus tetas y comenzó a amasarlas lentamente, esto solía ser parte de su ritual de masturbación, y le producía mucho morbo estar haciéndolo frente a una cámara. Ese mismo morbo la impulsó a sujetarse las tetas desde abajo, dejando a la vista un par de pezones marrones y rugosos, los cuales estaban notoriamente erguidos. Julián se quedó boquiabierto durante unos instantes, no recordaba la última vez en la que había sorprendido a su madre sin corpiño; pero recordó que Diana dijo, momentos antes, que lo que menos le preocupaba era que él le viera las tetas. Aprovechó el tiempo que su madre estuvo con los ojos cerrados para contemplar esos redondos y suaves senos; pero en cuanto ella le dirigió la mirada, se ocultó detrás de la cámara y comenzó a capturar imágenes.
Diana sonrió, se sentía bien consigo misma, se había animado a llevar su nueva profesión un paso más hacia adelante, y su hijo parecía estar tomándoselo con mucha naturalidad, lo cual le ayudaba a relajarse.
—¿Te puedo hacer una sugerencia? —preguntó el muchacho.
—Claro, te dije que eso es parte de tu trabajo, no hace falta que preguntes.
—Es que me da miedo que te lo tomes a mal.
—No me lo voy a tomar mal. Vos decime tu sugerencia y yo decido si seguirla o no, y punto. ¿Qué se te ocurrió?
—Que te pellizques los pezones —dijo él, con un nudo en la garganta.
—Ah… eso lo puedo hacer.
—¿Si?
—Y… ya me saqué el corpiño… lo más difícil, en lo referente a tetas, ya pasó.
Diana se lamió la punta de los dedos índices y a continuación pellizcó sus pezones al unísono. La descarga de placer la tomó por sorpresa, por lo general no los tenía tan sensibles… sólo cuando se excitaba mucho. Posó para la cámara durante algunos segundos, durante los cuales masajeó y a pellizcó sus tetas reiteradamente.
—¿Querés que me dé la vuelta así me sacás fotos del culo? —preguntó ella.
—Bueno, pero… ponete de rodillas en el suelo.
—¿En el suelo?
—Sí, ahí vas a tener más lugar, el escritorio es muy chico... y me da un poco de miedo que se rompa.
—¿Me estás diciendo gorda?
—No, estoy diciendo que el escritorio es una porquería… si se lo compré usado a Lucho —se refería a uno de sus mejores amigos, al cual su madre conocía muy bien desde hacía años—, y vos viste cómo es Lucho, todo lo que vende es trucho.
—Te salió un versito.
—No es que me salió, siempre se lo decimos.
—Bueno, si se lo compraste a Lucho entonces ya me da miedo estar sentada acá, mejor voy al piso.
Sin comprender muy bien qué era lo que su hijo pretendía, Diana obedeció, bajó del escritorio y puso sus rodillas en el suelo blanco.
—Está frio —se quejó.
—Gajes del oficio.
—Con el próximo pago, vamos a comprar una alfombra… aunque todavía no entiendo bien por qué querés que pose en el suelo.
—Es que no me refería a esa pose exactamente… —su madre lo miró intrigada—. Tenés que apoyar las manos también.
—¡Ahh! Vos querés que me ponga en cuatro…
—Bueno, no quería decirlo de esa forma, suena mal.
—Pero se entiende mejor. ¿Qué te dije acerca de hablar claro? Prefiero que digas las cosas de forma directa, y que se entiendan bien, antes que estar diez minutos intentando explicar algo con indirectas.
—Sí… sí, tenés razón. Perdón. Ponete en cuatro… si querés.
—Bueno.
Diana se acomodó la tanga, y luego se posicionó en paralelo al escritorio, apoyó las manos en el piso e inclinó su cabeza hacia abajo.
—¿Así? —preguntó.
—Levantá un poco más la cola.
Ella araqueó un poco la espalda y bajó más la cabeza, podía sentir la tanga apretándole la concha y creía que en cualquier momento se rompería, dejándola completamente desnuda.
—Este… mamá…
—¿Qué pasó?
—Mmm… mejor te lo muestro.
Julián tomó una foto de la parte posterior de su madre y luego le tendió la cámara, mostrándole lo que había en pantalla. Diana se sorprendió a medias con lo que vio, porque desde antes sabía que ese era un riesgo. La tanga no le cubría la vagina por completo, sino que permitía que sus abultados gajos sobresalieran por los lados, aún no se le todo, pero de todas formas estaba mostrando parte de su concha. Lo que sí la sorprendió fue su propia reacción, en lugar de sentirse avergonzada, le dio mucho morbo lo que vio, era una pose muy sugerente y con la tanga dejando en evidencia lo que había debajo era prácticamente como estar invitando a alguien a que se la cogiera. Le gustaba pensar que alguien pudiera disfrutar de su cuerpo de esa manera.
—Bueno, con lo chica que me queda la tanga, era obvio que esto iba a pasar en algún momento —dijo ella, intentando aparentar naturalidad.
—Entonces ¿sigo sacando fotos?
—Y… ahora ya está —no quería decirle a su hijo que estaba encontrando excitante la idea de que le fotografiaran la concha de esa manera—. Seguí.
—Ok.
Julián volvió a posicionarse detrás de su madre y se agachó para tomar más fotografías. Ocurrió lo que él sabía que no podía evitar: la verga se le despertó. Poco a poco se le fue poniendo dura al admirar esos gajos carnosos. Tuvo que luchar contra el impulso de extender la mano y tocarlos. Cuando su madre se abrió las nalgas con ambas manos, la concha quedó levemente más expuesta, a Julián lo invadió el fuerte deseo de arrancar la tanga, sacar la verga y enterrarla completa en la concha de su madre.
Por su parte Diana también debatía entre la calentura y la cordura. Pensaba en que uno de sus hipotéticos amantes estaba detrás de ella y que en cualquier momento le haría la tanga a un lado y comenzaría a cogerla apasionadamente. «Quiero que me la metan hasta el fondo», se dijo mentalmente al mismo tiempo que acariciaba los lados de su concha que sobresalían de la ropa interior. Los sintió tibios y húmedos. Estaba muy caliente… y quería más.
—Me la voy a sacar.
—¿Qué? —Julián reaccionó como si se despertase de un hermoso sueño.
—Ya lo decidí —dijo ella, con voz firme—. No quiero darle más vueltas, porque de lo contrario no lo voy a hacer nunca. Me voy a sacar la tanga —la tomó por el elástico y comenzó a bajarla lentamente.
—Esperá —la interrumpió su hijo.
—¿Por qué? Pensé que querías esto… para que nos paguen más.
—Sí, pero ya que te la vas a sacar, podrías probar otra cosa antes.
—¿Qué cosa?
—Mmm… ¿cómo te lo explico?
—De forma clara, Julián.
—Bien. La idea es… —sintió su verga palpitando dentro del pantalón—, es que la tanga te quede metida en la concha.
—¿Y vos pensás que eso va a quedar bien?
—S… sí… estoy seguro de que sí.
—Bueno, vos sos hombre… tal vez entiendas más de estas cosas.
Diana subió nuevamente su tanga, pero la estiró más de la cuenta, hasta que sintió cómo sus labios afloraban completos y la tela quedaba apretada en el centro.
Julián admiró maravillado, tuvo que dedicar un par de segundos a manosearse la verga por encima del pantalón, luego calibró el lente de la cámara y tomó una captura en primer plano de esa hermosa concha.
—Quiero ver la foto —pidió su madre.
Él le alcanzó la cámara, dejando la última captura en pantalla. Diana se llevó una agradable sorpresa, el resultado era mejor de lo que ella había previsto; su concha parecía una boca de grandes labios mordiendo un pedazo de tela. Resultaba muy evidente que estaba mojada y esto no le importó demasiado, consideró que era un punto a favor, si su intención era excitar a aquellos que la vieran. «Que me vean bien mojada», se dijo. Le devolvió la cámara a su hijo y luego se abrió las nalgas con ambas manos. Mantuvo esa posición durante unos segundos y acto seguido procedió a quitarse la tanga. Lo hizo lentamente, para permitirle a Julián fotografiar la escena cuadro por cuadro.
Al ver la concha de su madre completamente desnuda, el muchacho tuvo que dejar de lado la cámara para contener su verga con la mano, la cual parecía una serpiente colérica a punto de atacar a su presa. Una vez más estuvo tentado a sacarla del pantalón, para que no le doliera al tenerla apretada allí dentro; pero distrajo su mente volviendo a su tarea como fotógrafo. Admiró la sonrosada almeja y se maravilló con ese agujero negro que apenas se abría.
Diana sintió una fuerte ola de placer recorriéndole el cuerpo, por primera vez en su vida estaba completamente desnuda frente a su hijo… y frente a una cámara de fotos. Sabía que encontraba todo morbosamente agradable por la excitación que tenía, por lo que decidió no darle demasiada importancia. De pronto se le ocurrió la idea de posar vestida de mucama, y mostrar la concha debajo de esa corta y sensual falda.
—Estaba pensando que… —al decir esto se dio la vuelta e instantáneamente se quedó paralizada. Vio a su hijo con la cámara en mano y una fuerte erección abultándole el pantalón.
Instintivamente ella retrocedió, quiso ponerse de pie, pero tenía la tanga entre las piernas. Se la sacó rápidamente y se alejó de su hijo, sin poder dejar de mirar ese gran bulto.
Julián comprendió al instante por qué su madre reaccionaba de esa manera, sin embargo no pudo hacer nada para evitarlo; se quedó inmóvil viendo cómo ella se sentaba en uno de los sillones.
—P… perdón —atinó a decir él.
—No sabía que… —Diana no encontraba palabras para explicar su situación—. ¿Es la primera vez que te pasa? —el muchacho no respondió—. ¡Julián!
—Eh… no. No es la primera vez que me pasa. Es sólo la primera vez que vos te das cuenta.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque sabía que ibas a reaccionar mal.
—No reacc… —era inútil negarlo, su reacción no había sido la más apropiada—. Sí, tenés razón; pero de todas formas ¿cuánto tiempo creías que ibas a poder esconderlo?
—No lo sé… no pensé en eso. Sé que te molesta, pero no pienses mal… no es algo que yo pueda controlar.
—¿No?
—Claro que no, mamá. No es como si yo le fuera a decir “Quedate abajo” y me vaya a hacer caso.
—¿Y por qué creés que pasa? O sea, sé que estoy desnuda… y que hago poses eróticas; pero soy tu mamá, Julián.
—Lo sé… pero… —recordó algo que él mismo había estado pensando, para no sentirse tan culpable cada vez que se masturbaba mirando las fotos de su madre—; pero el cuerpo femenino es algo universal… por más que yo sepa que sos mi mamá, no se puede negar que tenés en un gran cuerpo. A vos posiblemente te pasaría si vieras un hombre desnudo…
—Puede ser, no lo sé… no tengo verga, no sé cómo funciona exactamente.
—No me refiero a que se te pare, sino a que se te… moje.
—Bueno, es posible… pero yo creo que hay una especie de filtro que evita que nos excitemos al ver a nuestros padres, o a nuestros hijos. ¿No te parece?
—No creo que haya algo así… o sea, a mí se me para; pero no es que esté pensando en vos.
—¿Entonces en quién?
Julián no se esperaba esa pregunta, cuando él se masturbaba no pensaba en nadie en particular, sólo intentaba pasar por alto el hecho de que ese cuerpo pertenecía al de su madre; pero sabía que esto no sería suficiente para convencerla, por lo que se inventó la mejor mentira que pudo.
—Cuando yo iba a la facultad —comenzó diciendo—, había una profesora que nos daba estadística, ella era rubia y tenía un cuerpo muy parecido al tuyo… nunca me había dado cuenta de ese parecido, hasta ahora. A mí me gustaba mucho esa profesora… bah, creo que nos gustaba a todos los varones… y a algunas chicas también. Cuando te veo a vos con poca ropa, pienso en ella.
—Nunca me habías contado de esta profesora.
—No te conté porque me daba vergüenza —Julián estaba sorprendido de sí mismo, no sabía que fuera capaz de mentir tan descaradamente; él nunca había tenido ninguna profesora que equiparara a su madre en belleza—. A mí me tenía loco esa profesora, incluso alguna vez se me cruzó por la cabeza invitarla a salir; pero me daba miedo quedar en ridículo y que después todos mis compañeros se enteraran. Cuando vos adoptás esas poses tan eróticas, es inevitable que me la imagine a ella haciendo lo mismo.
—Pero… ¿no podés pensar en otra cosa?
—Te dije que es inevitable. Obviamente intenté pensar en otras cosas, pero me pasa igual —en ese momento la mirada de Julián fue atraída como por un imán hacia la vagina de Diana, la cual estaba sentada con las piernas separadas.
—¡Ay, Julián! —se quejó ella al darse cuenta hacia dónde miraba su hijo, y cerró las piernas.
—Perdón, eso también es inevitable.
—Sí, claro… ¿ahora me vas a decir que no podés mirar para otro lado?
—¿Querés que hagamos una prueba?
—¿Estás enojado?
—Un poco, no me gusta que me acusen de degenerado, y mucho menos que lo haga mi mamá.
Diana se quedó boquiabierta, no se había dado cuenta que estaba insinuando eso de su propio hijo, se sintió una pésima persona al tratarlo de esa manera luego de todo lo que él había hecho para que pudieran ganar dinero.
—Perdoname, Julián. No es que piense que sos un degenerado… es sólo que me tomó por sorpresa verte así. Yo sé muy bien que en algún momento te excitarás, ya hablamos de ese tema hace tiempo; pero no me imaginaba que pudiera pasarte al verme.
—Al verte desnuda… o casi. Porque si te veo vestida no me pasa.
—¿A qué prueba te referías?
—Ah sí… veamos qué pasa —Julián se puso de pie, dejó la cámara sobre una pequeña mesita junto al sofá y luego, sin darle tiempo a su madre para que reaccione, se bajó el pantalón hasta los tobillos. Su verga erecta se sacudió como un resorte.
La rubia se llevó una mano a la boca al ver ese miembro viril aparecer repentinamente frente a ella, un remolino de calor se formó en la boca de su estómago.
—Intentá mirar para otro lado —la desafió su hijo.
Ella apartó la mirada, incluso intentó mirarlo a los ojos, pero fracasó en todas las ocasiones, su atención siempre fue capturada por esa verga venosa con velludos testículos que la miraba como si la estuviera invitando a portarse mal. Diana se cubrió los ojos con una mano y comenzó a reírse.
—Es cierto, no se puede evitar.
—Te lo dije, es inevitable —al escuchar la risa de su madre, Julián se tranquilizó mucho—. ¿Ahora entendés un poquito mejor lo que me pasa?
—Lo que no entiendo es cuándo te creció tanto esa cosa.
—Esa “cosa” tiene nombre. ¿No habíamos quedado en llamar a las cosas por su nombre?
—Bueno… la verga. No me imaginaba que la tuvieras así.
—Tal vez porque nunca me la habías visto parada.
—Eso es cierto.
—Yo tampoco me imaginaba que tuvieras la concha tan…
—¿Tan qué?
—No sé cómo describirla… ¿Hinchada?
Diana volvió a estallar en risas.
—Tu padre me decía lo mismo. Yo siempre creí que exageraba.
—No, para nada. Es como si fueran dos pancitos juntos —Diana siguió riéndose, Julián se despojó de su pantalón.
—¿Te vas a quedar así? —preguntó ella.
—Si no te molesta… porque la verdad es que duele mucho tenerla apretada ahí dentro.
—No sabía eso…
—Para ser tan grande, hay muchas cosas que no sabés acerca de las vergas.
—No es que me haya pasado la vida analizándolas… yo siempre les di el uso justo y necesario. Pero volviendo al tema… preferiría que no anduvieras con las bolas al aire, ya de por sí es medio difícil para mí estar sacándome la ropa frente a vos; si tuviera que hacerlo mientras vos la tenés así, sería peor. ¿Por qué mejor no te doy unos minutos para que baje y después seguimos con las fotos? De paso aprovecho para cambiarme, me voy a poner el conjunto de mucama.
—Bueno, me parece bien… qué bueno que no decidas suspender todo, tenía miedo de que lo hicieras.
—Se me pasó por la cabeza, pero creo que sería exagerar demasiado las cosas. Era de suponer que en algún momento tuviéramos que lidiar con problemas como éstos; lo mejor es hablarlos e intentar resolverlos… de lo contrario nos quedamos sin trabajo, los dos.
—Eso es muy cierto.
—Bueno, ya vengo.
Antes de irse Diana dio un último vistazo a la verga de su hijo y caminó hasta su cuarto con una sonrisa en el rostro; él tenía mucha razón, no se podía evitar mirar esas partes en una persona desnuda, incluso sabía que su hijo le empezó a mirar la concha desde que se levantó y que, posiblemente, se la estuviera viendo mientras caminaba.
-3-
Diana reanudó su ritual de masturbación en cuanto terminó de ponerse el traje de mucama, cayó en la cuenta de que habían pasado años desde la última vez que se había pajeado tantas veces en un mismo día; pero al mismo tiempo le agradaba haberlo hecho, porque estaba disfrutando mucho de ese estado prolongado de excitación. Casi podía sentir cómo su cuerpo acumulaba calentura.
Mientras se metía los dedos en la concha se le vino a la mente la imagen de la dura verga de Julián, por un momento se asustó, pero enseguida recordó algo que él había dicho: «No pienso en vos, pienso en otra persona». Se preguntó si ella sería capaz de hacer lo mismo; se imaginó en cuatro patas en la cama, aguardando por esa gran verga… y la idea la estimuló a masturbarse todavía más rápido.
Sabía que la situación estaba llegando mucho más lejos de lo que ella querría, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el dinero que recibiría por las sesiones de foto y, particularmente, en lo bien que se sentía al posar frente a la cámara. Debía volver al estudio y dar lo mejor de sí, aunque tuviera que tolerar que a su hijo se le pusiera dura la verga al verla posar.
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