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Capítulo 1.
—1—
Julián se encontraba mirando una sit-com que eligió con la esperanza de distraerse un poco; pero realmente no le estaba prestando atención. Su mente deambulaba entre preocupaciones, problemas y alternativas de soluciones que eran descartadas por ser absurdas o inviables.
La puerta de la casa se abrió, y Julián se puso de pie de un salto. Vio a su madre entrando y le preguntó:
—¿Qué tal te fue? —Había un hilo de esperanza en su voz.
Diana cerró la puerta y evaluó la mejor forma de decirlo, pero una mueca de de amargura apareció en su rostro y las lágrimas la vencieron. Abrazó a su hijo, éste no necesitó que ella le explicara nada. Las cosas habían ido mal.
—Dijeron que no me pueden contratar —se lamentó ella, llorando.
—No te preocupes mamá, vamos a estar bien.
—Te juro que hice todo lo posible… es muy angustiante.
—Nos las vamos a arreglar —Julián intentó tranquilizarla dándole unas palmaditas en la espalda.
—No, con el trabajo de mierda que tengo ahora, no vamos a poder. Necesito conseguir algo mejor, y ésta era mi mejor opción. Tengo que trabajar en algo que me deje más de dinero, o…
—Ya se nos va a ocurrir otra cosa.
A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Julián estaba tan preocupado como su madre, pero quería mostrarse fuerte. Su familia seguía sufriendo un duro golpe tras otro. Había pasado un año y medio desde que su padre había muerto de un infarto, una tragedia que los dejó emocionalmente despedazados. Recibieron algo de dinero del seguro de vida que tenía por su trabajo, pero no era mucho y ya se les estaba terminando. A Julián le resultó indignante que la vida de su padre valiera tan poco, él había sido un hombre muy trabajador y responsable, nunca faltaba a su trabajo. Sospechaba que la muerte de su padre se debía al alto estrés laboral. Cuando Diana se dio cuenta de que el dinero que les brindó el seguro no duraría mucho, intentó conseguir un trabajo mejor, ya que el que tenía era casi un pasatiempo. En realidad ella nunca había necesitado trabajar mientras su marido estaba con vida, lo hacía sólo para tener cuatro horas al día ocupadas. Vendía cosméticos en el negocio de una conocida. Poco después de la muerte de su marido, le suplicó a su jefa que le diera un trabajo a jornada completa, pero ésta le aseguró que eso era imposible, a duras penas podía pagarle por media jornada.
Durante varios meses se las arreglaron con el dinero del seguro de vida, pero ya estaba a punto de terminarse, y lo que ganaba Diana apenas servía para cubrir algunos impuestos; ni siquiera todos.
—¿De qué vamos a vivir? —Preguntó ella con el corazón partido—. ¿Del aire?
—Tranquila, mamá. Estuve pensando mucho y creo que ya sé cómo ganar algo de dinero extra.
Ella soltó a su hijo y se sentó en una silla, lo quedó mirando aguardando a que él le diera una explicación, pero no dijo nada.
—¿Y?¿Qué se te ocurrió?
—Podría… —Julián comenzó a barajar todas las ideas que había tenido y tuvo que optar por una de las descartadas, pero la menos absurda de todas—. Podría vender fotos.
—¿Fotos de qué? —Preguntó ella secándose las lágrimas con la manga de la blusa.
—De lo que sea. Cualquier cosa que merezca ser fotografiada y tenga impacto artístico. Paisajes, casas, personas, animales, lo que sea. Sé mucho de fotografía y tengo una cámara que costó una fortuna. Pensé en venderla, pero creo que si le doy un buen uso puede ser más rentable.
Dicha cámara se la había comprado su padre al cumplir dieciocho años ya que el chico mostraba grandes aptitudes para la fotografía. Aquel día Julián se sorprendió mucho al abrir sus regalos y encontrarse con una cámara de fotos profesional y un trípode. Durante mucho tiempo experimentó con ella. Nunca hizo oficialmente un curso de fotografía, pero dedicó mucho empeño y comenzó a instruirse usando internet. Dos años después, al ver su entusiasmo, su padre le regaló accesorios de luces y flashes de estudio. Por desgracia, desde el día en que su padre murió, no se sintió animado a sacar fotos, ya que él era su modelo predilecto, y el único que se prestaba a largas horas de experimentación lumínica.
—No lo sé… ¿funcionará?
—Claro que sí, mamá. Ya tengo muchas fotos buenas, podría retocarlas un poco y comenzar a publicarlas. Conozco varias páginas webs donde la gente compra y vende fotos. El siguiente paso sería sacar fotos nuevas. Sé que no soy profesional, pero hoy en día el mercado para los amateur es cada vez más amplio.
—Te noto muy entusiasmado —dijo Diana con una leve sonrisa.
—Lo estoy, porque sé que puede funcionar —intentaba convencerse más a sí mismo que a su madre—. No digo que nos vaya a dar dinero de inmediato; pero me voy a esforzar mucho.
—Está bien, y yo me voy a seguir esforzando por conseguir un mejor trabajo. Al fin y al cabo, no estoy tan vieja. Alguien me tiene que contratar.
—Bueno, con respecto a tu edad… —hizo girar sus ojos.
—No te olvides que algún día vas a llegar a mi edad —de pronto ella comenzó a sentirse mejor—. Tampoco estoy tan vieja, tengo apenas treinta y siete añitos.
—Tenés cuarenta y tres —la corrigió él.
—Pero parezco de treinta y pico —dijo ella poniéndose de pie y acariciando su cuerpo.
Julián se limitó a sonreír. No le discutiría a su madre, para que no se pusiera mal. De todas formas, algo de cierto había en esa afirmación. Muy al contrario de sus amigas más cercanas, o de sus hermanas, ella aún conservaba una excelente apariencia. Su difunto marido siempre le dijo que ella podría haber sido modelo, o vedette, especialmente gracias a sus firmes y grandes pechos. Además era rubia natural; ella solía decir que había algo bueno con las rubias: siempre destacaban. Es muy difícil no seguir con la mirada a una rubia bonita, y Diana aún seguía arrastrando cientos de miradas, de hombres y mujeres. Sin embargo, su mejor cualidad, era que nunca se había tomado su belleza demasiado en serio, nunca se aprovechó de ella para conseguir ventaja. Hasta cuando salía con su marido, cuando eran novios, solía vestirse de forma discreta y no usaba maquillaje. Según ella, lo hacía para no dar la apariencia de ser una “chica fácil”. Ella sabía que su difunto marido tuvo que soportar varias bromas pesadas por parte de amigos y familiares, en las que afirmaban que Diana era demasiado hermosa para él y que ella debía tener muchos amantes ocultos; tal vez uno para cada día de la semana. La que más se molestaba con esas bromas era la misma Diana, ya que ella siempre amó a su esposo y siempre le dijo a todo el mundo que nunca tuvo necesidad de engañarlo con nadie. A su difunto marido poco le molestaban estas habladurías, ya que él conocía muy bien a su esposa y confió en ella hasta el día de su muerte.
-2-
Tal y como prometió, Julián se puso a trabajar ese mismo día. Revisó la galería de imágenes que tenía dentro de su PC, y fue seleccionando aquellas que parecían ser más prometedoras. Luego volvió a realizar un segundo proceso de selección entre éstas. Se quedó con un total de treinta y cuatro fotografías. Se pasó el resto del día editando el brillo, la saturación, el contraste y todo aquello que ayudara a mejorar la calidad de la imagen. No quería abusar demasiado de los retoques digitales ya que, según él, solían quitarle realismo a la fotografía. Lo hizo de la forma más sutil posible, manteniendo la esencia de cada captura.
Poco antes de que su madre lo llamara para cenar, él ya había publicado la mitad de las fotos en una galería online, donde la gente no sólo podía disfrutar contemplando miles y miles de fotografías, sino que también podía comprarlas o pagar derechos de autor para que ésta se publicara en algún otro sitio. Todo esto se lo explico a su madre mientras comían, ella se mostró tan positiva como él y estaba muy entusiasmada de que su hijo tuviera una meta a perseguir.
Esa actitud positiva en Julián se fue degradando con el paso de los días. Al principio logró alcanzar algunos picos altos, al vender varias fotografías; pero el precio que obtenía por las mismas era demasiado bajo como para considerarse una verdadera ganancia. De hecho, haciendo cálculos, ni siquiera alcanzaba para cubrir el gasto de los equipos adquiridos o del pago de algún medio de transporte, ya que al fotografiar paisajes urbanos debía moverse por toda la ciudad. Estaba muy conforme con la calidad de sus fotos, y pretendía seguir mejorando; pero el rédito económico no era lo que él había esperado.
Su madre, quien también seguía buscando alguna nueva fuente de trabajo, no dejaba de decirle que todo era cuestión de tiempo y que él necesitaba hacerse de un nombre, ya que las fotografías son consideradas obras de arte y una obra vale lo que vale el nombre del artista.
-3-
Cinco semanas después de iniciar con su nuevo emprendimiento, Julián comenzó a sufrir una crisis de angustia. Las ventas no estaban mejorando y tenía la sensación de que sus fotos se parecían demasiado entre una y otra; había fotografiado, desde distintos ángulos, los mismos edificios y lugares de interés. No era tonto, sabía que necesitaba renovar un poco su catálogo. En su afán por conseguir paisajes urbanos diferentes se vio obligado recorrer largas distancias, lo hizo a pie, para ahorrarse el transporte. Pensó en usar una bicicleta, pero hacía tiempo que había vendido la suya y ninguno de sus amigos le podía prestar una, ya que solían usarla para ir a trabajar.
Consideró que el esfuerzo valdría la pena, porque pudo reunir una buena cantidad de imágenes nuevas. Pero la desesperación lo abrumó al ver que las nuevas fotografías parecían captar menos atención que las primeras, como si el público se hubiera cansado de su estilo. Mirando objetivamente las fotos llegó a la conclusión de que se estaba repitiendo mucho, era casi como plagiarse a sí mismo. Los sitios y los objetos retratados podían cambiar; pero la forma de capturarlos con la cámara seguía siendo la misma.
Esto lo impulsó a realizar una pequeña investigación de mercado. Buscó en Google páginas que pudieran informarle acerca de qué tipo de fotografías eran más redituables en la actualidad. En algunas de ellas vio que lo más rentable eran ser las fotografías de bebés o las de mascotas. «Muy mal —pensó—. No me llevo bien ni con los bebés, ni con los animales». Otra opción era hacer fotografías para negocios, por ejemplo, empresas de turismo. Eso tampoco le brindaba ninguna solución ya que él a duras penas podía trasladarse dentro de su ciudad, mucho menos podría hacerlo en las afueras, donde estaban la mayoría de los sitios turísticos de la zona.
Continuó revisando páginas hasta que encontró una que captó su atención. Estaba en inglés, pero tenía el suficiente manejo del idioma como para comprenderla. Quedó fascinado con todo lo que leyó, una loca idea comenzó a formarse en su cabeza. Incluso llenó un formulario con el cual se comprometía con la web a trabajar para ellos. Al instante le llegó un largo e-mail donde se detallaban todos los pasos a seguir y los medios de pago que se emplearían; esta última parte no supuso ningún problema ya que podría utilizar la misma cuenta de Pay-pal que tenía asignada para la venta de fotografías. No tenía ni idea si iba a poder cumplir con todos los requisitos de la web, pero se empeñaría en hacerlo, y el firmar el contrato era el mejor incentivo que podía pedir.
De momento no le quedaba más por hacer que esperar.
-4-
Cuatro días después de haber llenado el formulario, Julián recibió un paquete por correo, se alegró que éste hubiera llegado por la mañana, cuando su madre estaba trabajando.
Preparó todo sus equipos para sacar fotos dentro de la habitación que él mismo se había asignado como “estudio”. Probó las luces y no dejó de cambiarlas de posición hasta que consiguió el efecto deseado.
Un par de horas más tarde su madre regresó a casa, esperó a que ella se diera un baño y en cuanto la encontró sentada en el comedor, mirando televisión, se le acercó.
—¿Cómo va todo? ¿Qué es eso?— preguntó su madre al ver el paquete que llevaba en la mano.
—Justamente sobre eso quería hablarte —tomó asiento y la miró como si estuviera pidiéndole permiso.
—Te escucho —Diana apagó el televisor.
Julián no tenía idea de cómo comenzar con la explicación, daba por sentado que su madre se lo tomaría a mal; pero lo que no sabía era cuánto se podría enojar. Al recordar el contrato firmado supo que ya era demasiado tarde para echarse atrás.
—Hace unos días encontré una página web que está dispuesta a pagar una muy buena suma de dinero por mis fotografías.
—¿Qué? ¿De verdad? ¡Eso me pone muy contenta! ¿Cuántas les vendiste?
—Todavía ninguna… es que no están interesados en las fotos que ya saqué, sino en las que tengo que sacar.
—No entiendo —Diana levantó una ceja, Julián sonrió, siempre la divirtió ver que su madre fuera capaz de hacer eso, aunque lo hiciera de forma involuntaria.
—Es que ellos me pagan por… cierta clase de fotografías… y vos tendrías que ayudarme.
—¿Yo?
—Sí, no se me ocurre nadie más a quién pedírselo.
—Pero yo no sé nada de fotografía.
—No necesitás saber nada, porque vos no estarías sacando fotos, vos serías la modelo.
La rubia abrió muchos los ojos, evidenciando sorpresa y confusión al mismo tiempo.
—¿Yo? ¿Modelo?
—Sí. Sos una mujer muy atractiva, mamá, serías una perfecta modelo, y lo sabés. Estoy seguro de que alguna vez soñaste con convertirte en modelo… esta puede ser tu oportunidad.
—Bueno, sí… puede que haya pensado en eso en alguna ocasión… pero… ¿de qué tipo de modelaje estamos hablando?
—Ahí viene la parte que te va a disgustar… espero que no te enojes mucho conmigo. Es modelaje de ropa interior.
—¿¡Qué!?
—Antes de que te niegues, quiero decirte que ya firmé un contrato con esa página web, comprometiéndome a enviarles las fotos…
—Pero Julián…
—Esperá, eso no es todo. Esta web, al ser europea, paga en Euros. Ahora mismo el Euro está muy por encima del peso argentino. Pero muy por encima... y eso lo sabés bien.
—No te voy a negar que eso resulta atractivo, pero de todas formas me parece una locura. ¿Cómo vas a firmar un contrato sin antes consultarme? ¿Estás loco?
—Es que pensé que sería la única forma de convencerte.
—¿Obligándome?
—No, no pretendo obligarte a nada. Si vos no aceptás… voy a buscar otra modelo, quien sabe dónde… o rescindiré el contrato, lo cual me haría perder dinero.
—Si lo ponés de esa manera, siento que me estás obligando indirectamente.
—Perdón, tenés razón. Vos no te sientas obligada a nada, si no querés, entonces veo la forma de arreglar todo, tampoco es que el mundo se vaya a venir abajo.
—¿De cuánto dinero estamos hablando?
—Depende. Me dieron una larga lista de precios, varían mucho; especialmente si yo tengo mi propia modelo, eso triplicaría las ganancias. Los precios, por un pack de fotos, oscilan desde unos pocos cientos, hasta cifras por encima de los dos mil euros.
—¡¿QUÉ?! ¡Eso es mucha plata!
—Y nos vendría más que bien.
—¿Y qué hay en el paquete?
—Es ropa interior.
—Y… yo… ¿tendría que usar esa ropa interior?
—Sí. Ellos me la mandaron. Lo que pasa es que si vos usás lencería u otros productos que ellos patrocinan, entonces nos pagarían más por las fotos.
—Entiendo, por eso es que los precios varían tanto.
—Emm… sí, por eso.
El voluptuoso pecho de Diana se infló en cuanto tomó aire, luego lo dejó salir lentamente. Se estaba haciendo la idea de posar ante una cámara vistiendo ropa interior. Eso, de por sí, le incomodaba; pero más le incomodaba que su hijo fuera el fotógrafo. Sin embargo la posibilidad de recibir ganancias en euros era muy tentadora.
—Veamos… si yo me pongo esa ropa interior, vos me sacás fotos ¿y ellos ya te estarían pagando?
—No exactamente. Ellos tienen que ver las fotos en cuestión y si son lo suficientemente buenas, entonces nos pagan. Al principio tal vez no nos den tanto; pero si ven que vos empezás a tener éxito, entonces el precio puede subir.
—¿Éxito en qué?
—Digamos, si el producto que usás se vende, si la gente hace clic en tus fotos, si a los patrocinadores les gusta cómo modelás, etcétera.
—Voy entendiendo…
—Entonces, ¿lo vas a hacer?
—Dejame meditarlo unos minutos.
—Ok, me voy al estudio, cualquier decisión que tomes, la quiero escuchar; aunque que sea un no.
—Esperá. Dejame la ropa interior, quiero ver cómo es antes de decirime.
Julián le tendió el paquetito y se retiró.
Como ya tenía todo listo, no tenía idea de cómo emplear el tiempo dentro del estudio, comenzó a caminar de un lado a otro, impaciente. Su madre se había tomado la noticia mucho mejor de lo que él esperaba, apenas se había enojado. A él tampoco le agradaba demasiado la idea de estar vendiendo a su madre de esa manera; pero si no comenzaba a generar dinero de inmediato, iban a tener una dura crisis financiera. Últimamente habían tenido que acortar muchos gastos. Los productos que su madre adquiría en el supermercado cada vez eran menos y de marcas más económicas y de baja calidad. A Julián le preocupaba que pronto debieran empezar a sacrificar otras cosas, como internet… la cual era un medio imprescindible para que él pudiera vender fotografías. Y luego de eso no tardarían en reducir la cantidad de comida... ni quería pensar en esa opción, él amaba comer en abundancia; especialmente las comidas caseras que preparaba su madre.
La puerta del estudio se abrió repentinamente luego de unos veinte minutos de espera, Julián vio a Diana envuelta en una bata blanca.
—Lo voy a hacer —dijo ella, con timidez.
—¿De verdad? —una amplia sonrisa apareció en el rostro del muchacho.
—Sí… aunque no me gusta nada el conjunto que mandaron, es demasiado… revelador. Además me queda chico.
—Eso último es mi culpa, porque no sabía tus medidas y me las tuve que inventar.
—Está bien, para la próxima te digo qué talle tenés que pedir.
—Bueno.
Un incómodo silencio se posó en el estudio fotográfico, madre e hijo se miraron con indecisión.
—¿Empezamos? —preguntó Julián.
—Eh… sí, supongo que sí. Pero antes quisiera decirte una cosa. Puedo aceptar que me veas en ropa interior, ya que soy tu madre, vos sos mi hijo, y nos tenemos confianza; pero lo que me preocupa de todo esto es que algún conocido vea las fotos…
—Por eso no deberías preocuparte, la página web es alemana. Dudo mucho que algún conocido entre a ella, sería una casualidad demasiado grande. Tal vez te hacés famosa en Europa —bromeó—, pero acá vas a seguir siendo una anónima del montón.
—Famosa… sí, claro —Diana sonrió—. Eso me tranquiliza un poco. Te pido una cosita…
—¿Qué?
—No hagamos un gran quilombo de todo esto, yo estoy intentando mentalizarme lo más posible para tomármelo con naturalidad y… “profesionalismo”, si es que puedo hablar de eso en mi primer día de trabajo.
—Sí, podés. De hecho, yo también tengo que tomármelo con el mayor profesionalismo posible, ya que tal vez esta sea la forma en la que me voy a ganar la vida de ahora en adelante.
—Bueno, empecemos... —Diana estuvo a punto de abrir su bata, pero se detuvo—. Ah, otra cosita. Asegurate de que todo esto valga la pena y que nos paguen, no quiero estar pasando vergüenza de forma gratuita. Que quede claro que esto sólo lo hago porque ya estoy desesperada y no sé de qué otra manera podríamos ganar dinero. Si no estuviera contando hasta la última moneda que gasto, ni siquiera consideraría hacer algo como esto.
—Quedate tranquila que si el negocio no funciona, doy de baja el contrato y busco algún otro trabajo. Yo tampoco quiero que vos te expongas de esa manera sin que nos paguen. Podrás ser la mejor candidata que conozco para modelar, pero también sos mi mamá.
—Sos un dulce —Diana le dio un beso en la mejilla.
Luego caminó hasta el centro de la habitación y abrió su bata, dejándola caer al suelo. Julián, bajó la mirada y se concentró en ir encendiendo las luces.
—Em… tenemos que esperar a que se calienten. Tardan unos segundos. Lo hubiera hecho antes, pero no quería gastar luz...
—Está bien.
Julián levantó la mirada y se encontró con el voluptuoso cuerpo de su madre apenas envuelto en un conjunto negro que incluía corpiño, tanga de encaje, medias y un portaligas, con sus correspondientes ligas. Si bien él no era virgen, nunca en su vida había estado en presencia de una mujer que irradiara tanta sensualidad… y sexualidad. Se sintió extraño, como si dudara de que esa mujer fuera realmente su madre. Una vez él fue a un bar desnudista con sus amigos, lo hizo más porque ellos le insitieron que por voluntad propia. En aquella ocasión quedó impactado ante el cuerpo semidesnudo de las mujeres que trabajaban allí, no estaba acostumbrado a ver semejantes bellezas sin ropa, en vivo y en directo. Ver a su madre vistiendo ese conjunto negro le causó el mismo impacto.
Diana permaneció estática, con las piernas muy juntas, intentando esquivar la mirada de su hijo, pasados unos segundos se dijo a sí misma que ignorar el tema era ridículo, y que sería peor para ambos. La única forma de superarlo era hablando de ello.
—¿Qué tal me queda? —preguntó.
—Muy bien —aseguró su hijo—, no tenés nada que envidiarle a una modelo profesional… al contrario, creo que muchas de ellas deberían envidiarte a vos.
—Gracias —dijo con una gran sonrisa—, pero tampoco exageres.
—No exagero, mamá. Es la verdad. Las luces ya están listas. Si querés puedo empezar a sacarte fotos.
—Dale… ¿y yo qué hago?
—No sé, lo que se te ocurra. Te podés sentar en ese banquito —señaló un pequeño taburete negro—. O bien te podés sentar en el suelo, por algo puse un acolchado. Vos hacé cualquier cosa que te nazca e intentá sonreír de forma natural. Ah… intentá no mirar a la cámara, a menos que yo te pida que lo hagas.
—Ok, veremos qué tal sale todo esto.
Diana hizo lo que su hijo le sugirió, se sentó en el taburete y fue cambiando de posición a medida que él capturaba todo con la cámara. Luego pasó a sentarse en el piso, sobre el acolchado. Procuró no abrir mucho las piernas y no exponer demasiado su cola. Estuvo posando durante unos treinta minutos, hasta que Julián dio la sesión por concluída.
—¿Ahora sólo resta mandarle las fotos? —le preguntó su madre.
—No, ahora tengo que editarlas, corregirles el color, la saturación, etcétera. Todo lo que sea necesario. Después sí se las mando.
—¿Eso cuánto tiempo te va a llevar?
—Lo puedo tener listo para hoy.
—Ah, perfecto. ¿Y cuándo sabremos si aceptan las fotos o no?
—No lo sé, tal vez un par de días.
—Ok. Ah, ¿qué tengo que hacer con la ropa interior? ¿Hay que devolverla?
—No, todos los productos que manden, te quedan para vos; así que ya ganaste algo, al menos tenés un conjunto nuevo de ropa interior.
—Uno que no voy a usar nunca, porque me queda chico y es demasiado… demasiado.
—¿Demasiado qué? ¿Revelador?
—No, demasiado de… ¿cómo decilro?... emmm ¿puta?
—¿Te parece?
—Julián, es la primera vez en mi vida que me pongo un conjunto como este. Esto te lo digo para que entiendas que estoy tan comprometida como vos en esta nueva propuesta de trabajo… porque las cosas no están yendo bien. Lo peor de todo es que ni siquiera sé cuánto tiempo más van a poder seguir pagándome en el negocio de cosméticos; porque las ventas están decayendo. Me aterra la idea de quedarme sin trabajo, así que espero que esto funcione y que, aunque sea, nos den cincuenta euros por todas las fotos. Con eso me conformo.
Continúa en el siguiente Post: La MILF más Deseada [01] - Parte 2.
Capítulo 1.
—1—
Julián se encontraba mirando una sit-com que eligió con la esperanza de distraerse un poco; pero realmente no le estaba prestando atención. Su mente deambulaba entre preocupaciones, problemas y alternativas de soluciones que eran descartadas por ser absurdas o inviables.
La puerta de la casa se abrió, y Julián se puso de pie de un salto. Vio a su madre entrando y le preguntó:
—¿Qué tal te fue? —Había un hilo de esperanza en su voz.
Diana cerró la puerta y evaluó la mejor forma de decirlo, pero una mueca de de amargura apareció en su rostro y las lágrimas la vencieron. Abrazó a su hijo, éste no necesitó que ella le explicara nada. Las cosas habían ido mal.
—Dijeron que no me pueden contratar —se lamentó ella, llorando.
—No te preocupes mamá, vamos a estar bien.
—Te juro que hice todo lo posible… es muy angustiante.
—Nos las vamos a arreglar —Julián intentó tranquilizarla dándole unas palmaditas en la espalda.
—No, con el trabajo de mierda que tengo ahora, no vamos a poder. Necesito conseguir algo mejor, y ésta era mi mejor opción. Tengo que trabajar en algo que me deje más de dinero, o…
—Ya se nos va a ocurrir otra cosa.
A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Julián estaba tan preocupado como su madre, pero quería mostrarse fuerte. Su familia seguía sufriendo un duro golpe tras otro. Había pasado un año y medio desde que su padre había muerto de un infarto, una tragedia que los dejó emocionalmente despedazados. Recibieron algo de dinero del seguro de vida que tenía por su trabajo, pero no era mucho y ya se les estaba terminando. A Julián le resultó indignante que la vida de su padre valiera tan poco, él había sido un hombre muy trabajador y responsable, nunca faltaba a su trabajo. Sospechaba que la muerte de su padre se debía al alto estrés laboral. Cuando Diana se dio cuenta de que el dinero que les brindó el seguro no duraría mucho, intentó conseguir un trabajo mejor, ya que el que tenía era casi un pasatiempo. En realidad ella nunca había necesitado trabajar mientras su marido estaba con vida, lo hacía sólo para tener cuatro horas al día ocupadas. Vendía cosméticos en el negocio de una conocida. Poco después de la muerte de su marido, le suplicó a su jefa que le diera un trabajo a jornada completa, pero ésta le aseguró que eso era imposible, a duras penas podía pagarle por media jornada.
Durante varios meses se las arreglaron con el dinero del seguro de vida, pero ya estaba a punto de terminarse, y lo que ganaba Diana apenas servía para cubrir algunos impuestos; ni siquiera todos.
—¿De qué vamos a vivir? —Preguntó ella con el corazón partido—. ¿Del aire?
—Tranquila, mamá. Estuve pensando mucho y creo que ya sé cómo ganar algo de dinero extra.
Ella soltó a su hijo y se sentó en una silla, lo quedó mirando aguardando a que él le diera una explicación, pero no dijo nada.
—¿Y?¿Qué se te ocurrió?
—Podría… —Julián comenzó a barajar todas las ideas que había tenido y tuvo que optar por una de las descartadas, pero la menos absurda de todas—. Podría vender fotos.
—¿Fotos de qué? —Preguntó ella secándose las lágrimas con la manga de la blusa.
—De lo que sea. Cualquier cosa que merezca ser fotografiada y tenga impacto artístico. Paisajes, casas, personas, animales, lo que sea. Sé mucho de fotografía y tengo una cámara que costó una fortuna. Pensé en venderla, pero creo que si le doy un buen uso puede ser más rentable.
Dicha cámara se la había comprado su padre al cumplir dieciocho años ya que el chico mostraba grandes aptitudes para la fotografía. Aquel día Julián se sorprendió mucho al abrir sus regalos y encontrarse con una cámara de fotos profesional y un trípode. Durante mucho tiempo experimentó con ella. Nunca hizo oficialmente un curso de fotografía, pero dedicó mucho empeño y comenzó a instruirse usando internet. Dos años después, al ver su entusiasmo, su padre le regaló accesorios de luces y flashes de estudio. Por desgracia, desde el día en que su padre murió, no se sintió animado a sacar fotos, ya que él era su modelo predilecto, y el único que se prestaba a largas horas de experimentación lumínica.
—No lo sé… ¿funcionará?
—Claro que sí, mamá. Ya tengo muchas fotos buenas, podría retocarlas un poco y comenzar a publicarlas. Conozco varias páginas webs donde la gente compra y vende fotos. El siguiente paso sería sacar fotos nuevas. Sé que no soy profesional, pero hoy en día el mercado para los amateur es cada vez más amplio.
—Te noto muy entusiasmado —dijo Diana con una leve sonrisa.
—Lo estoy, porque sé que puede funcionar —intentaba convencerse más a sí mismo que a su madre—. No digo que nos vaya a dar dinero de inmediato; pero me voy a esforzar mucho.
—Está bien, y yo me voy a seguir esforzando por conseguir un mejor trabajo. Al fin y al cabo, no estoy tan vieja. Alguien me tiene que contratar.
—Bueno, con respecto a tu edad… —hizo girar sus ojos.
—No te olvides que algún día vas a llegar a mi edad —de pronto ella comenzó a sentirse mejor—. Tampoco estoy tan vieja, tengo apenas treinta y siete añitos.
—Tenés cuarenta y tres —la corrigió él.
—Pero parezco de treinta y pico —dijo ella poniéndose de pie y acariciando su cuerpo.
Julián se limitó a sonreír. No le discutiría a su madre, para que no se pusiera mal. De todas formas, algo de cierto había en esa afirmación. Muy al contrario de sus amigas más cercanas, o de sus hermanas, ella aún conservaba una excelente apariencia. Su difunto marido siempre le dijo que ella podría haber sido modelo, o vedette, especialmente gracias a sus firmes y grandes pechos. Además era rubia natural; ella solía decir que había algo bueno con las rubias: siempre destacaban. Es muy difícil no seguir con la mirada a una rubia bonita, y Diana aún seguía arrastrando cientos de miradas, de hombres y mujeres. Sin embargo, su mejor cualidad, era que nunca se había tomado su belleza demasiado en serio, nunca se aprovechó de ella para conseguir ventaja. Hasta cuando salía con su marido, cuando eran novios, solía vestirse de forma discreta y no usaba maquillaje. Según ella, lo hacía para no dar la apariencia de ser una “chica fácil”. Ella sabía que su difunto marido tuvo que soportar varias bromas pesadas por parte de amigos y familiares, en las que afirmaban que Diana era demasiado hermosa para él y que ella debía tener muchos amantes ocultos; tal vez uno para cada día de la semana. La que más se molestaba con esas bromas era la misma Diana, ya que ella siempre amó a su esposo y siempre le dijo a todo el mundo que nunca tuvo necesidad de engañarlo con nadie. A su difunto marido poco le molestaban estas habladurías, ya que él conocía muy bien a su esposa y confió en ella hasta el día de su muerte.
-2-
Tal y como prometió, Julián se puso a trabajar ese mismo día. Revisó la galería de imágenes que tenía dentro de su PC, y fue seleccionando aquellas que parecían ser más prometedoras. Luego volvió a realizar un segundo proceso de selección entre éstas. Se quedó con un total de treinta y cuatro fotografías. Se pasó el resto del día editando el brillo, la saturación, el contraste y todo aquello que ayudara a mejorar la calidad de la imagen. No quería abusar demasiado de los retoques digitales ya que, según él, solían quitarle realismo a la fotografía. Lo hizo de la forma más sutil posible, manteniendo la esencia de cada captura.
Poco antes de que su madre lo llamara para cenar, él ya había publicado la mitad de las fotos en una galería online, donde la gente no sólo podía disfrutar contemplando miles y miles de fotografías, sino que también podía comprarlas o pagar derechos de autor para que ésta se publicara en algún otro sitio. Todo esto se lo explico a su madre mientras comían, ella se mostró tan positiva como él y estaba muy entusiasmada de que su hijo tuviera una meta a perseguir.
Esa actitud positiva en Julián se fue degradando con el paso de los días. Al principio logró alcanzar algunos picos altos, al vender varias fotografías; pero el precio que obtenía por las mismas era demasiado bajo como para considerarse una verdadera ganancia. De hecho, haciendo cálculos, ni siquiera alcanzaba para cubrir el gasto de los equipos adquiridos o del pago de algún medio de transporte, ya que al fotografiar paisajes urbanos debía moverse por toda la ciudad. Estaba muy conforme con la calidad de sus fotos, y pretendía seguir mejorando; pero el rédito económico no era lo que él había esperado.
Su madre, quien también seguía buscando alguna nueva fuente de trabajo, no dejaba de decirle que todo era cuestión de tiempo y que él necesitaba hacerse de un nombre, ya que las fotografías son consideradas obras de arte y una obra vale lo que vale el nombre del artista.
-3-
Cinco semanas después de iniciar con su nuevo emprendimiento, Julián comenzó a sufrir una crisis de angustia. Las ventas no estaban mejorando y tenía la sensación de que sus fotos se parecían demasiado entre una y otra; había fotografiado, desde distintos ángulos, los mismos edificios y lugares de interés. No era tonto, sabía que necesitaba renovar un poco su catálogo. En su afán por conseguir paisajes urbanos diferentes se vio obligado recorrer largas distancias, lo hizo a pie, para ahorrarse el transporte. Pensó en usar una bicicleta, pero hacía tiempo que había vendido la suya y ninguno de sus amigos le podía prestar una, ya que solían usarla para ir a trabajar.
Consideró que el esfuerzo valdría la pena, porque pudo reunir una buena cantidad de imágenes nuevas. Pero la desesperación lo abrumó al ver que las nuevas fotografías parecían captar menos atención que las primeras, como si el público se hubiera cansado de su estilo. Mirando objetivamente las fotos llegó a la conclusión de que se estaba repitiendo mucho, era casi como plagiarse a sí mismo. Los sitios y los objetos retratados podían cambiar; pero la forma de capturarlos con la cámara seguía siendo la misma.
Esto lo impulsó a realizar una pequeña investigación de mercado. Buscó en Google páginas que pudieran informarle acerca de qué tipo de fotografías eran más redituables en la actualidad. En algunas de ellas vio que lo más rentable eran ser las fotografías de bebés o las de mascotas. «Muy mal —pensó—. No me llevo bien ni con los bebés, ni con los animales». Otra opción era hacer fotografías para negocios, por ejemplo, empresas de turismo. Eso tampoco le brindaba ninguna solución ya que él a duras penas podía trasladarse dentro de su ciudad, mucho menos podría hacerlo en las afueras, donde estaban la mayoría de los sitios turísticos de la zona.
Continuó revisando páginas hasta que encontró una que captó su atención. Estaba en inglés, pero tenía el suficiente manejo del idioma como para comprenderla. Quedó fascinado con todo lo que leyó, una loca idea comenzó a formarse en su cabeza. Incluso llenó un formulario con el cual se comprometía con la web a trabajar para ellos. Al instante le llegó un largo e-mail donde se detallaban todos los pasos a seguir y los medios de pago que se emplearían; esta última parte no supuso ningún problema ya que podría utilizar la misma cuenta de Pay-pal que tenía asignada para la venta de fotografías. No tenía ni idea si iba a poder cumplir con todos los requisitos de la web, pero se empeñaría en hacerlo, y el firmar el contrato era el mejor incentivo que podía pedir.
De momento no le quedaba más por hacer que esperar.
-4-
Cuatro días después de haber llenado el formulario, Julián recibió un paquete por correo, se alegró que éste hubiera llegado por la mañana, cuando su madre estaba trabajando.
Preparó todo sus equipos para sacar fotos dentro de la habitación que él mismo se había asignado como “estudio”. Probó las luces y no dejó de cambiarlas de posición hasta que consiguió el efecto deseado.
Un par de horas más tarde su madre regresó a casa, esperó a que ella se diera un baño y en cuanto la encontró sentada en el comedor, mirando televisión, se le acercó.
—¿Cómo va todo? ¿Qué es eso?— preguntó su madre al ver el paquete que llevaba en la mano.
—Justamente sobre eso quería hablarte —tomó asiento y la miró como si estuviera pidiéndole permiso.
—Te escucho —Diana apagó el televisor.
Julián no tenía idea de cómo comenzar con la explicación, daba por sentado que su madre se lo tomaría a mal; pero lo que no sabía era cuánto se podría enojar. Al recordar el contrato firmado supo que ya era demasiado tarde para echarse atrás.
—Hace unos días encontré una página web que está dispuesta a pagar una muy buena suma de dinero por mis fotografías.
—¿Qué? ¿De verdad? ¡Eso me pone muy contenta! ¿Cuántas les vendiste?
—Todavía ninguna… es que no están interesados en las fotos que ya saqué, sino en las que tengo que sacar.
—No entiendo —Diana levantó una ceja, Julián sonrió, siempre la divirtió ver que su madre fuera capaz de hacer eso, aunque lo hiciera de forma involuntaria.
—Es que ellos me pagan por… cierta clase de fotografías… y vos tendrías que ayudarme.
—¿Yo?
—Sí, no se me ocurre nadie más a quién pedírselo.
—Pero yo no sé nada de fotografía.
—No necesitás saber nada, porque vos no estarías sacando fotos, vos serías la modelo.
La rubia abrió muchos los ojos, evidenciando sorpresa y confusión al mismo tiempo.
—¿Yo? ¿Modelo?
—Sí. Sos una mujer muy atractiva, mamá, serías una perfecta modelo, y lo sabés. Estoy seguro de que alguna vez soñaste con convertirte en modelo… esta puede ser tu oportunidad.
—Bueno, sí… puede que haya pensado en eso en alguna ocasión… pero… ¿de qué tipo de modelaje estamos hablando?
—Ahí viene la parte que te va a disgustar… espero que no te enojes mucho conmigo. Es modelaje de ropa interior.
—¿¡Qué!?
—Antes de que te niegues, quiero decirte que ya firmé un contrato con esa página web, comprometiéndome a enviarles las fotos…
—Pero Julián…
—Esperá, eso no es todo. Esta web, al ser europea, paga en Euros. Ahora mismo el Euro está muy por encima del peso argentino. Pero muy por encima... y eso lo sabés bien.
—No te voy a negar que eso resulta atractivo, pero de todas formas me parece una locura. ¿Cómo vas a firmar un contrato sin antes consultarme? ¿Estás loco?
—Es que pensé que sería la única forma de convencerte.
—¿Obligándome?
—No, no pretendo obligarte a nada. Si vos no aceptás… voy a buscar otra modelo, quien sabe dónde… o rescindiré el contrato, lo cual me haría perder dinero.
—Si lo ponés de esa manera, siento que me estás obligando indirectamente.
—Perdón, tenés razón. Vos no te sientas obligada a nada, si no querés, entonces veo la forma de arreglar todo, tampoco es que el mundo se vaya a venir abajo.
—¿De cuánto dinero estamos hablando?
—Depende. Me dieron una larga lista de precios, varían mucho; especialmente si yo tengo mi propia modelo, eso triplicaría las ganancias. Los precios, por un pack de fotos, oscilan desde unos pocos cientos, hasta cifras por encima de los dos mil euros.
—¡¿QUÉ?! ¡Eso es mucha plata!
—Y nos vendría más que bien.
—¿Y qué hay en el paquete?
—Es ropa interior.
—Y… yo… ¿tendría que usar esa ropa interior?
—Sí. Ellos me la mandaron. Lo que pasa es que si vos usás lencería u otros productos que ellos patrocinan, entonces nos pagarían más por las fotos.
—Entiendo, por eso es que los precios varían tanto.
—Emm… sí, por eso.
El voluptuoso pecho de Diana se infló en cuanto tomó aire, luego lo dejó salir lentamente. Se estaba haciendo la idea de posar ante una cámara vistiendo ropa interior. Eso, de por sí, le incomodaba; pero más le incomodaba que su hijo fuera el fotógrafo. Sin embargo la posibilidad de recibir ganancias en euros era muy tentadora.
—Veamos… si yo me pongo esa ropa interior, vos me sacás fotos ¿y ellos ya te estarían pagando?
—No exactamente. Ellos tienen que ver las fotos en cuestión y si son lo suficientemente buenas, entonces nos pagan. Al principio tal vez no nos den tanto; pero si ven que vos empezás a tener éxito, entonces el precio puede subir.
—¿Éxito en qué?
—Digamos, si el producto que usás se vende, si la gente hace clic en tus fotos, si a los patrocinadores les gusta cómo modelás, etcétera.
—Voy entendiendo…
—Entonces, ¿lo vas a hacer?
—Dejame meditarlo unos minutos.
—Ok, me voy al estudio, cualquier decisión que tomes, la quiero escuchar; aunque que sea un no.
—Esperá. Dejame la ropa interior, quiero ver cómo es antes de decirime.
Julián le tendió el paquetito y se retiró.
Como ya tenía todo listo, no tenía idea de cómo emplear el tiempo dentro del estudio, comenzó a caminar de un lado a otro, impaciente. Su madre se había tomado la noticia mucho mejor de lo que él esperaba, apenas se había enojado. A él tampoco le agradaba demasiado la idea de estar vendiendo a su madre de esa manera; pero si no comenzaba a generar dinero de inmediato, iban a tener una dura crisis financiera. Últimamente habían tenido que acortar muchos gastos. Los productos que su madre adquiría en el supermercado cada vez eran menos y de marcas más económicas y de baja calidad. A Julián le preocupaba que pronto debieran empezar a sacrificar otras cosas, como internet… la cual era un medio imprescindible para que él pudiera vender fotografías. Y luego de eso no tardarían en reducir la cantidad de comida... ni quería pensar en esa opción, él amaba comer en abundancia; especialmente las comidas caseras que preparaba su madre.
La puerta del estudio se abrió repentinamente luego de unos veinte minutos de espera, Julián vio a Diana envuelta en una bata blanca.
—Lo voy a hacer —dijo ella, con timidez.
—¿De verdad? —una amplia sonrisa apareció en el rostro del muchacho.
—Sí… aunque no me gusta nada el conjunto que mandaron, es demasiado… revelador. Además me queda chico.
—Eso último es mi culpa, porque no sabía tus medidas y me las tuve que inventar.
—Está bien, para la próxima te digo qué talle tenés que pedir.
—Bueno.
Un incómodo silencio se posó en el estudio fotográfico, madre e hijo se miraron con indecisión.
—¿Empezamos? —preguntó Julián.
—Eh… sí, supongo que sí. Pero antes quisiera decirte una cosa. Puedo aceptar que me veas en ropa interior, ya que soy tu madre, vos sos mi hijo, y nos tenemos confianza; pero lo que me preocupa de todo esto es que algún conocido vea las fotos…
—Por eso no deberías preocuparte, la página web es alemana. Dudo mucho que algún conocido entre a ella, sería una casualidad demasiado grande. Tal vez te hacés famosa en Europa —bromeó—, pero acá vas a seguir siendo una anónima del montón.
—Famosa… sí, claro —Diana sonrió—. Eso me tranquiliza un poco. Te pido una cosita…
—¿Qué?
—No hagamos un gran quilombo de todo esto, yo estoy intentando mentalizarme lo más posible para tomármelo con naturalidad y… “profesionalismo”, si es que puedo hablar de eso en mi primer día de trabajo.
—Sí, podés. De hecho, yo también tengo que tomármelo con el mayor profesionalismo posible, ya que tal vez esta sea la forma en la que me voy a ganar la vida de ahora en adelante.
—Bueno, empecemos... —Diana estuvo a punto de abrir su bata, pero se detuvo—. Ah, otra cosita. Asegurate de que todo esto valga la pena y que nos paguen, no quiero estar pasando vergüenza de forma gratuita. Que quede claro que esto sólo lo hago porque ya estoy desesperada y no sé de qué otra manera podríamos ganar dinero. Si no estuviera contando hasta la última moneda que gasto, ni siquiera consideraría hacer algo como esto.
—Quedate tranquila que si el negocio no funciona, doy de baja el contrato y busco algún otro trabajo. Yo tampoco quiero que vos te expongas de esa manera sin que nos paguen. Podrás ser la mejor candidata que conozco para modelar, pero también sos mi mamá.
—Sos un dulce —Diana le dio un beso en la mejilla.
Luego caminó hasta el centro de la habitación y abrió su bata, dejándola caer al suelo. Julián, bajó la mirada y se concentró en ir encendiendo las luces.
—Em… tenemos que esperar a que se calienten. Tardan unos segundos. Lo hubiera hecho antes, pero no quería gastar luz...
—Está bien.
Julián levantó la mirada y se encontró con el voluptuoso cuerpo de su madre apenas envuelto en un conjunto negro que incluía corpiño, tanga de encaje, medias y un portaligas, con sus correspondientes ligas. Si bien él no era virgen, nunca en su vida había estado en presencia de una mujer que irradiara tanta sensualidad… y sexualidad. Se sintió extraño, como si dudara de que esa mujer fuera realmente su madre. Una vez él fue a un bar desnudista con sus amigos, lo hizo más porque ellos le insitieron que por voluntad propia. En aquella ocasión quedó impactado ante el cuerpo semidesnudo de las mujeres que trabajaban allí, no estaba acostumbrado a ver semejantes bellezas sin ropa, en vivo y en directo. Ver a su madre vistiendo ese conjunto negro le causó el mismo impacto.
Diana permaneció estática, con las piernas muy juntas, intentando esquivar la mirada de su hijo, pasados unos segundos se dijo a sí misma que ignorar el tema era ridículo, y que sería peor para ambos. La única forma de superarlo era hablando de ello.
—¿Qué tal me queda? —preguntó.
—Muy bien —aseguró su hijo—, no tenés nada que envidiarle a una modelo profesional… al contrario, creo que muchas de ellas deberían envidiarte a vos.
—Gracias —dijo con una gran sonrisa—, pero tampoco exageres.
—No exagero, mamá. Es la verdad. Las luces ya están listas. Si querés puedo empezar a sacarte fotos.
—Dale… ¿y yo qué hago?
—No sé, lo que se te ocurra. Te podés sentar en ese banquito —señaló un pequeño taburete negro—. O bien te podés sentar en el suelo, por algo puse un acolchado. Vos hacé cualquier cosa que te nazca e intentá sonreír de forma natural. Ah… intentá no mirar a la cámara, a menos que yo te pida que lo hagas.
—Ok, veremos qué tal sale todo esto.
Diana hizo lo que su hijo le sugirió, se sentó en el taburete y fue cambiando de posición a medida que él capturaba todo con la cámara. Luego pasó a sentarse en el piso, sobre el acolchado. Procuró no abrir mucho las piernas y no exponer demasiado su cola. Estuvo posando durante unos treinta minutos, hasta que Julián dio la sesión por concluída.
—¿Ahora sólo resta mandarle las fotos? —le preguntó su madre.
—No, ahora tengo que editarlas, corregirles el color, la saturación, etcétera. Todo lo que sea necesario. Después sí se las mando.
—¿Eso cuánto tiempo te va a llevar?
—Lo puedo tener listo para hoy.
—Ah, perfecto. ¿Y cuándo sabremos si aceptan las fotos o no?
—No lo sé, tal vez un par de días.
—Ok. Ah, ¿qué tengo que hacer con la ropa interior? ¿Hay que devolverla?
—No, todos los productos que manden, te quedan para vos; así que ya ganaste algo, al menos tenés un conjunto nuevo de ropa interior.
—Uno que no voy a usar nunca, porque me queda chico y es demasiado… demasiado.
—¿Demasiado qué? ¿Revelador?
—No, demasiado de… ¿cómo decilro?... emmm ¿puta?
—¿Te parece?
—Julián, es la primera vez en mi vida que me pongo un conjunto como este. Esto te lo digo para que entiendas que estoy tan comprometida como vos en esta nueva propuesta de trabajo… porque las cosas no están yendo bien. Lo peor de todo es que ni siquiera sé cuánto tiempo más van a poder seguir pagándome en el negocio de cosméticos; porque las ventas están decayendo. Me aterra la idea de quedarme sin trabajo, así que espero que esto funcione y que, aunque sea, nos den cincuenta euros por todas las fotos. Con eso me conformo.
Continúa en el siguiente Post: La MILF más Deseada [01] - Parte 2.
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