Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 09.
El Club Completo.
―¿Y si se arrepiente? ―Preguntó Erika. Ella caminaba por el pasillo de un lado a otro, como una fiera enjaulada.
―¿Por qué se va a arrepentir? ―Respondió Siara―. La noté bastante entusiasmada.
―No sé… es que tengo tantas ganas de que… ¡Ahí está! ¡Ahí está! ―Erika comenzó a dar saltitos mientras saludaba a Oriana agitando un brazo bien extendido―. ¿Viste? Te dije que iba a venir.
Siara puso los ojos en blanco. De todas formas se alegró de ver a Oriana, ella también estaba algo nerviosa. La permanencia del club dependía de la inscripción de esa chica.
―Hola, perdón el retraso. La profesora se puso a hablar de su viaje a Cancún y al parecer a todos les pareció un tema super interesante. No sabía cómo irme sin parecer una maleducada.
―¿Qué profesora? ―Preguntó Siara.
―Brenda Ramallo, la profe de sociología. Si les soy sincera, creo que el interés de los alumnos, principalmente de los varones, no es por el viaje en sí mismo… sino por las fotos que Brenda subió a sus redes sociales… muchas fotos en bikini.
―Entiendo ―dijo Siara―. Brenda Ramallo tiene un cuerpo bastante llamativo y es joven. Más de un alumno debe fantasear con ella.
―Sí, y ella contaba, muy inocente, cómo eran las playas de Cancún, y algunos pajeros del curso no dejaban de preguntarle por los bikinis que usaba y si tenía algunos más chiquitos. Bueno, no puedo echarle la culpa solo a los varones, varias chicas le preguntaron lo mismo.
―¿Creen que la profe Ramallo podría tener problemas en el instituto por subir esas fotos a internet? ―Preguntó Erika, mientras les mostraba el celular.
―¿Por fotos en bikini? No creo que… ―Siara se quedó muda a mitad de la frase.
En la pantalla del celular de Erika vio a Brenda Ramallo de rodillas en la arena, dándole la espalda a la cámara. Su cabeza estaba girada hacia el fotógrafo y sonreía con mucha alegría. Se notaba que no tenía puesta la parte superior del bikini, no había rastros de las tiritas en su espalda. Las tonificadas nalgas de Brenda descansaban sobre sus talones. La parte inferior del bikini era blanca y parecía ser un par de talles menos de los que la profesora necesitaba. Su vulba se marcaba visiblemente, aunque no llegaba a ser una imagen obscena.
―Epa… ―dijo Siara―. Este tipo de fotos quizás sí podrían traerle problemas.
―A mí me parece una linda foto ―aseguró Erika―. La voy a seguir en Instagram, para ver qué más tiene. Ah, acá me dice que vos también la seguís, Ori.
Oriana se lamentó de haberle dado su dirección de Instagram a Erika y más se lamentó de que esa aplicación fuera tan chismosa. ¿Por qué Instagram tenía que gritar a los cuatro vientos que ella también seguía a la profe Ramallo?
―Em… pero yo no la sigo por las fotos en bikini ―dijo Oriana―. Solo porque hoy dio su dirección de Instagram y me pareció cortés seguirla. Ella misma dijo que le gustan las redes sociales y se emociona cuando alguien le da “like” a sus fotos.
―Bueno, si es por darle “like” yo no tengo problema ―aseguró Erika―. Yo no subiría este tipo de fotos a internet, pero si a ella le hace feliz, que lo siga haciendo…
―Bien… así que… bueno… ya saben por qué tardé tanto ―dijo Oriana, intentando dar por concluido el asunto.
―Todo bien, lo importante es que ya estás acá ―dijo Erika, tomándola de la mano―. Este es el centro de estudiantes. Dentro nos espera la simpática Sofía Levitz.
―Noto el sarcasmo en esas palabras. ¿Tan desagradable es?
―Ya lo vas a descubrir vos misma ―dijo Siara.
Se acercaron a la puerta del centro de estudiantes y golpearon. Cuando les dieron permiso para entrar, abrieron la puerta.
―Ah, con ustedes quería hablar ―ladró Sofía desde atrás del escritorio, mientras se acomodaba los anteojos. Oriana se quedó petrificada―. Lamento informarles que el plazo para mantener el club abierto ya se venció. Ayer.
―¿Ayer? Pero si no nos avisaron nada.
―Les mandé un e-mail a la dirección que ustedes me dieron.
―Ah… ese es mi dirección ―dijo Erika―. Em… creo que me olvidé de revisarla ―sonrió apenada.
Siara quería estrangularla en ese preciso instante, pero recobró la calma al recordar que Oriana estaba con ellas.
―No hace falta que nos cierres el club, Sofía ―comenzó diciendo Siara―. Ya tenemos a la cuarta integrante ―señaló a Oriana―. Ella se va a inscribir ahora mismo.
―No, el tiempo ya terminó. Les di una prórroga más larga de lo normal.
―A mi mamá no le va a gustar esto ―dijo Siara, detestaba jugar la carta de “la madre rica e influyente”; pero mencionar a su madre frente a Sofía le brindaba cierta satisfacción―. Y tan contenta que estaba ella con mi club. Hasta dijo que haría una importante donación al instituto, para que sigan promoviendo clubes como este ―Sofía se quedó pálida. Ella conocía muy bien la influencia de Verónica LeClerc en el instituto―. ¿Y sabés qué más? Dijo que ella misma quiere financiar un proyecto para que haya un club de moda, incluso quiere dar charlas a los integrantes del club, para motivarlos y enseñarles.
Eso era cierto, era una idea que la propia Verónica comentó con su hija como una forma de incentivar a más gente a unirse al mundo de la moda.
Sofía se dejó caer abatida. Quería arrancarle todos los pelos a Siara, la detestaba; pero ella no era más que la presidente del centro de estudiantes. Los directivos del instituto la echarían a patadas si supieran que arruinó la oportunidad de que la propia Verónica LeClerc se personificara para desarrollar un club de moda. El prestigio del instituto se dispararía por las nubes si podían presumir que el club de modas estaba respaldado por la mismísima Verónica LeClerc.
―Está bien. Pueden inscribir a la chica ―dijo Sofía, sabiéndose derrotada.
―Qué rápido cambió de opinión ―comentó Erika, solo para meter el dedo en la llaga. Sofía la fulminó con la mirada, pero no dijo nada. Erika se limitó a sonreír.
Sofía Levitz abrió el archivo de las inscripciones del club Veritas Sectatores, ese nombre le seguía pareciendo horrible, sumamente nerd. No le extrañaba que las chicas hubieran tenido tantos problemas para conseguir dos integrantes más.
―¿Nombre completo? ―Le preguntó a la chica nueva.
―Oriana Satsuki Takahashi.
―¡Ay! ―La exclamación de Erika sonó como un globo que se desinfla por una pequeña apertura en el pico―. ¡No lo puedo creer! ―Sus ojos brillaron con la ilusión de una niña―. ¿Satsuki? ¿Como Satsuki Kiryuin?
―¿Quién? ―Preguntó Oriana, confundida.
―¡Ay no! ―Erika retrocedió, cubriéndose con los brazos, como si Oriana estuviera dispuesta a atacarla―. No puede ser que no sepas de quién te hablo ¿Acaso nunca viste Kill la Kill?
―No miro mucho anime.
―No te preocupes ―dijo Siara―, yo tampoco sé de quién habla. Ella solo está muy emocionada porque siente que al conocerte a vos conoció a sus personajes favoritos del anime.
Erika asintió varias veces con la cabeza, manteniendo una sonrisa bobalicona. A Oriana no le agradaba que asumieran que, por ser japonesa, le tendría que gustar el anime; pero Erika le parecía muy simpática.
―Lamento desilusionarte ―le dijo―. De verdad no sé quién es. Nunca miré Kill la Kill. Solo conozco el anime de nombre.
―Está bien, no importa… cuando seamos mejores amigas te voy a confeccionar un cosplay de Satsuki Kiryuin. Vas a ver, te va a quedar perfecto.
El corazón de Oriana dio un salto. Eso de disfrazarse como un personaje de anime no le hacía mucha gracia, pero la conmovió que Erika dijera que algún día serían mejores amigas.
―¿Podemos terminar con esto de una vez? ―Dijo Sofía Levitz―. No puedo perder todo el día con ustedes.
―Ay sí, perdón ―dijo Oriana.
―Qué simpática ―comentó Erika.
Sofía le dedicó una mirada fría como el hielo a las tres.
Siara se limitó a sonreír, con aire triunfante.
Unos minutos después salieron de allí con el Club de Detectives oficialmente completo.
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Xamira pasó las últimas horas intentando asimilar todo lo que había ocurrido con Dalma. Su amiga se estaba comportando de un modo extraño. Nunca antes habían hablado de algún tema sexual y ahora Dalma parecía tener una filosofía cuasi religiosa sobre el cuerpo femenino. Xamira aún no sabía si creerle o no. Debía darle el beneficio de la duda, no solo porque es su mejor amiga, sino también porque Dalma no acostumbra mentir. Por más raras que sean sus ideas, es muy posible que sea lo que ella realmente piensa.
Xamira salió de su casa con un top deportivo negro, con detalles en rojo, y una calza muy ajustada haciendo juego. No tenía más tiempo para quedarse en su gimnasio golpeando la bolsa e intentando comprender a Dalma. Había llegado el momento de su cita con Alexis y no se la quería perder por nada del mundo.
“Lo que tengo que hacer es un asco ―se dijo―, pero necesito esas fotos”. Estaba convencida de que esas fotos le ayudarían a resolver el misterio de su amiga o que, al menos, le serían un buen material para iniciar una charla más frontal con Dalma y Emilia. Porque con Emilia también tenía que ajustar cuentas.
Tuvo que golpear la puerta de vidrio, porque el estudio fotográfico ya estaba cerrado, con todas las persianas bajas. Alexis le abrió al instante, como si hubiera estado esperándola detrás del mostrador.
―Pensé que no ibas a venir ―le dijo, con una simpática sonrisa.
Xamira pensó que muchas mujeres caerían derrotadas ante esa sonrisa, al fin y al cabo Alexis es un tipo atractivo, con buen cuerpo. Pero ella no caería ante sus encantos. A ella no le gustan los “tipos lindos”. Ni siquiera sabe qué clase de tipos le gustan. Es algo en lo que no piensa demasiado. Nunca le interesó andar postureando para conquistar al género masculino.
“Ni al femenino tampoco”, pensó. No vaya a ser que Dalma, o cualquier otra, confunda las cosas.
―No vine por vos ―respondió Xamira, tajante―. Vine por las fotos. ¿Las tenés?
―Sí, están en el mostrador. Pasá.
Lo siguió al interior de la tienda, Alexis se colocó del otro lado del mostrador y le dio dos golpecitos al sobre.
―Vení de este lado ―le dijo―. La tienda ya está cerrada, ahora el mostrador no me separa de los clientes. Es solo un mueble.
Con cierta desconfianza, Xamira pasó del otro lado y se quedó de pie junto a Alexis. Sacó una foto del sobre, eran del mismo tamaño que las anteriores. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener su cara de póker, no quería mostrar ni la más mínima señal de debilidad ante Alexis. Sin embargo lo que estaba viendo la dejó descolocada.
Dalma le sonreía desde la foto y junto a ella estaba Emilia… con una gruesa verga dentro de la boca. La estaba tragando hasta la mitad, denotando un gran esfuerzo, y miraba a la cámara como si dijera: “Miren lo que me estoy comiendo”. Xamira sacó la siguiente foto, era parecida, solo que ahora la que intentaba tragar todo ese falo era Dalma. Sintió que todo el piso se movía. ¿Cómo podía ser que su amiga haya participado en una sesión de fotos tan obscena… y junto a su propia madre? ¿Cómo había conseguido Dalma convencer a Emilia para sumarse a esta locura?
Cuando Xamira se dispuso a sacar la tercera foto se sobresaltó al sentir una mano recorriendo la línea que divide sus nalgas.
―¡Epa! ¿Qué hacés? ―Le dijo a Alexis.
―Voy calentando los motores… ¿o acaso creías que estas fotos te las iba a dar gratis?
―Nunca hablamos de tocar…
―¿Entonces qué? ¿Viniste decidida a chuparme la pija? ¿Te quedaste con ganas después de lo que pasó la última vez?
Xamira hirvió de rabia por dentro.
―Te la voy a chupar ―dijo, apretando los dientes―, pero no porque me haya quedado con ganas. Sino porque es lo único que estoy dispuesta a hacer para conseguir las fotos.
―Con una chupada no me alcanza para que te lleves todas las fotos… aunque, bueno… podemos ir arrancando y después vemos qué pasa ―De un rápido tirón sacó su verga, que aún flácida tenía un tamaño imponente―. Dale, empezá a chupar, flaquita… que yo sí me quedé con ganas después de la última vez. Sos una petera muy buena. ¿Cuántas pijas te habrás comido para aprender a chuparlas así?
La bronca de Xamira no hacía más que aumentar. No podía decirle que no había chupado pijas, eso sería mentir, y si había algo que ella no podía hacer cuando estaba alterada era mentir. Simplemente no le salía. Sí, le habían metido alguna que otra verga hasta el fondo de la garganta y quizás, por eso, aprendió a chuparlas apropiadamente. Pero no era algo de lo que estuviera orgullosa. Que un tipo le dijera que era una buena petera para ella no era un halago, sino un insulto. Un atentado contra su autorrespeto.
A pesar de toda esa bronca, Xamira entendió que no serviría de nada iniciar una confrontación con Alexis, eso solo le haría perder el tiempo. Estaba convencida de que él no le daría las fotos a menos que ella cumpliera con su parte del acuerdo. Ya había pasado por esa humillación y creyó que le sería imposible someterse a lo mismo, pero allí, ante la verga de Alexis, se dio cuenta de que solo era cuestión de arrodillarse y hacerlo, sin pensarlo demasiado.
Se puso de rodillas ante él, agarró la verga y se la metió en la boca completa. Como aún estaba flácida, eso no fue un gran problema.
―¡Epa! Se nota que te quedaste con ganas de comértela toda ―dijo Alexis.
Ella tenía ganas de insultarlo, pero con tanta carne dentro de la boca no podía hacerlo.
Pudo sentir cómo la verga se ponía rígida rápidamente. Eso la obligó a dejar salir un poco. Empezó con su movimiento de cabeza típico de un pete. Ahora todo era demasiado real. El glande dentro de su boca se sentía demasiado real. La rigidez de la verga era demasiado real. Las dudas la invadieron.
“No tendría que haberme prestado para esto”, pensó.
Ya era muy tarde. Estaba allí y Alexis no le sacaría la verga de la boca hasta que estuviera satisfecho. Si ella pretendía que ese momento humillante durase lo menos posible, no tenía más alternativa que chupar bien esa verga.
Se la sacó de la boca para lamer los huevos y recorrió todo el tronco con su lengua.
―Uf, tremendo eso… esperá, hacelo otra vez. Esta vez quiero grabarlo.
A Xamira no le gustaba la idea de que le sacaran fotos mientras chupaba pija, y mucho menos que la filmaran. Alexis estaba aprovechando al máximo el poder que le daba ese sobre lleno de fotos de Emilia y Dalma. Xamira sabía que protestar no la llevaría a nada.
Alexis agarró la cámara que había dejado sobre el mostrador, lista para este momento, y comenzó a grabar a Xamira. Ella, mostrando obediencia, volvió a lamer la verga de la misma forma en que lo había hecho antes.
Alexis aprovechó la situación, agarró su verga con una mano y comenzó a golpear con ella la cara de Xamira. Esto activó una serie de recuerdos que ella prefería olvidar. No era la primera vez que un hombre la humillaba dándole pijazos en la cara… y al igual que antes, ella no pudo hacer nada al respecto, más que aguantar. Dejó la boca abierta y Alexis aprovechó, entre tantos golpes, a meterle la verga, para sacarla cubierta de saliva. Así fue cómo la cara de Xamira comenzó a quedar cubierta por su propia saliva y restos de jugo preseminal.
―Estás hecha una actriz porno profesional, flaquita. Qué linda te queda la pija en la cara. A ver, jugá un poquito con esa lengua, mostrame lo mucho que te gusta la verga.
Xamira estuvo tentada a decirle: “No me desespero por ninguna verga”. Aún así agarró ese falo bien erecto y movió rápidamente la lengua contra el glande, mientras miraba fijamente a la cámara. Dejó caer una buena cantidad de saliva sobre la verga y luego se la restregó contra la cara. Su corazón estaba muy acelerado. No entendía por qué se estaba comportando de esa manera. Supuso que fue un acto reflejo.
El pecho le palpitó aún más fuerte cuando Alexis la agarró de los pelos y la forzó a tragar buena parte de la pija. “Tarado, ¿por qué hace esto?”, pensó Xamira. No tuvo más remedio que permitir que ese falo se clavara casi hasta su garganta, produciéndole arcadas. La saliva comenzó a chorrear por la comisura de sus labios, porque no tenía otro sitio adonde ir.
Intentó zafarse, apoyando las manos contra las piernas de Alexis para tomar impulso, pero fue inútil. Él la tenía bien sujetada por los pelos y movía su cadera, como si la estuviera cogiendo por la boca. Los ojos de Xamira comenzaron a lagrimear, ella reconoció ese acto reflejo, lo mismo le pasó la vez anterior que un tipo le clavó la pija de la misma forma.
Si alguien le aprieta la nariz, sus ojos lagrimean. Al parecer lo mismo le ocurre cuando le meten una pija hasta la garganta y no la dejan soltarla.
Sentía la mandíbula tensionada, no solo por aguantar el movimiento, sino porque la verga de Alexis era bien ancha y no era fácil contenerla dentro la boca.
Cuando por fin la liberó, ella se puso de pie. Necesitaba tomar aire. Para ganar tiempo se dio vuelta y volvió a revisar el sobre de fotos.
―¿Qué pasa, flaquita? ¿Ya te cansaste de chuparla?
―Solo quiero ver si realmente vale la pena hacer todo esto… no sé cuántas fotos como esta habrá. Quizás están solo esas dos, y me estás mintiendo…
―Revisalas tranquila, pero solo te las vas a llevar si sos obediente.
Ella no respondió, sacó otra fotografía y se encontró con Dalma abierta de piernas, completamente desnuda, con una gruesa verga apoyada sobre la concha. Mientras tanto Emilia se estaba metiendo en la boca la cabeza de esa verga.
“¿Cómo pudieron posar para esto?” Se preguntó Xamira.
En ese mismo momento sintió algo presionando con fuerza contra su concha. Era la pija de Alexis.
―¡Epa… no te pusiste tanga! ¿Viniste buscando guerra?
―Nada que ver…
―Viniste con una calza super ajustada y sin ropa interior, es casi como si me estuvieras pidiendo que te clave toda la pija.
―No, yo me visto como se me da la gana. ¡Hey! ¿Qué hacés?
Alexis le bajó la calza de un tirón y le apoyó una mano contra la espalda, obligándola a parar la cola.
―Apa, nena, ¡pero qué pedazo de concha tenés!
Ahí nomás el tipo intentó arremeter, cuando Xamira sintió la verga, se apartó.
―No, no me vas a coger…
―Te dije que esta vez no te iba a alcanzar solo con chuparla. Algo más vas a tener que hacer…
―Pedime otra cosa, no quiero que me la metas.
―Mmm… a ver… ¿qué puede ser? ¡Ya sé! Tenés que hacerte una linda paja… yo la voy a grabar. Tenés cara de ser bastante pajerita.
Xamira hirvió por dentro, estuvo tentada a gritarle que ella no acostumbra masturbarse. Se aguantó solo porque quería irse de allí lo antes posible. Miró la cámara y dijo: “Puedo hacerlo, es solo un minuto… y es preferible esto antes de que me coja”.
Era el mal menor.
Volvió a la posición anterior, apoyada contra el mostrador y con la cola parada. Se llevó los dedos a la entrepierna y la encontró inusualmente mojada. Su clítoris vibró ante el contacto. Sus dedos se movieron solos, guiados por puro instinto, y ella los dejó ser. Recorrieron sus gajos vaginales y se colaron dentro de su agujero, de a dos a la vez.
―¡Cómo me gusta ver una chica linda como vos haciéndose la paja!
El comentario de Alexis le sacó una sonrisa. Había dicho que ella era linda. Después Xamira se recriminó a sí misma diciendo que no importaba lo que ese tipo pensara de ella. Estaba ahí solo por las fotos y nada más.
―Date vuelta, subite al mostrador y pajeate ahí ―le pidió Alexis.
Para hacer esto Xamira tuvo que quitarse la calza, aunque se dejó puestas las zapatillas deportivas. Se sentó en el mostrador, separó bien sus piernas y abrió la concha ante la cámara. Para su sorpresa, esto le resultó mucho más fácil de lo que hubiera imaginado. Se pajeó mientras Alexis la filmaba. Se metió los dedos con fuerza, y muy rápido, como si quisiera complacer a cualquier persona que viera esa grabación.
Alexis acercó su verga y la posó entre los labios vaginales de Xamira, ella miró ese glande hinchado sin dejar de frotarse el clítoris. Él se mantuvo allí, con movimientos suaves, provocando el roce, pero sin entrar.
―No me la metas ¿eh?. En la cara haceme lo que quieras, si querés pegame con la pija, agarrame de los pelos, pero no me la metas.
―¿Te gustó eso? ¿Te gustó que te diera pijazos en la cara? ¿Querés más?
―No dije eso… dije que prefiero esas cosas antes de que me la metas…
―Vos querés chotazos en la cara. Se te nota.
Xamira puso los ojos en blanco, se dio cuenta de que era inútil intentar dialogar con un tipo así.
―Sí, dame chotazos en la cara ―dijo con desgano y resignación―. Agarrame de los pelos y haceme tragar la verga.
―Ponete de rodillas entonces… y no dejes de pajearte.
Xamira obedeció. Bajó del mostrador al piso una vez más, se quedó abierta de piernas, como una rana, y esperó por la pija mientras se frotaba la concha. Por tanto roce en una zona tan íntima empezó a acalorarse y se le escapó un gemido.
―Parece que estás disfrutando mucho ―dijo Alexis, al mismo tiempo que empezaba a darle golpes con la pija en la cara.
Xamira intentó atrapar la verga con su boca, sabiendo que si lo conseguía Alexis no podría seguir golpeándola. Pero esto fue contraproducente, pareció un acto desesperado, como si estuviera loca por volver a comerse toda la verga.
―¿Te la querés comer, putita?
―Si la dejás quieta, te la chupo toda.
Alexis detuvo su verga durante un segundo y Xamira se la tragó al instante. Movió rápidamente la cabeza de atrás hacia delante y dio fuertes chupones. Su pete fue tan intenso porque se dijo a sí misma que de esa manera conseguiría hacer acabar más rápido a Alexis. Pero, una vez más, quedó como una adicta a la pija.
―Uy, flaquita, cómo te gusta la verga… ―esa frase ya la tenía harta.
Xamira comenzó a desesperarse. Sacó la verga de su boca y dio chupones en los huevos, luego lamió todo el tronco y ella misma se dio pijazos en la cara. No sabía qué hacer para que Alexis acabara de una buena vez.
―¿Querés tomarte toda la leche, putita?
Ella estuvo a punto de mandarlo a la mierda, pero se aguantó. Justamente lo que quería era que él acabara de una buena vez. Tragándose su orgullo, dijo:
―Sí, quiero leche. Dámela toda. ―Y chupó con fuerza.
―Qué linda estabas la otra vez, sonriendo a la cámara, con la carita llena de leche. ¿Lo vas hacer otra vez?
―Sí… dame toda la leche y yo sonrío todo lo que quieras.
Y por su cabeza pasó la frase “Pelotudo de mierda”. No lo dijo porque en ese instante volvió a meterse la verga casi hasta el fondo de la garganta.
―Ah, me tenés re caliente… ya me cansé de tantos jueguitos, flaca. Yo te voy a garchar toda.
―No, pará…
Xamira no tuvo tiempo para nada. Alexis se le echó encima. Ella intentó apartarse y con esto solo consiguió quedar de espaldas a él, lo cual era aún peor. Estaba gateando en el piso, buscando una vía de escape, cuando él la agarró con fuerza de los pelos y le clavó la pija en la concha.
Ella sintió cómo ese falo le abría toda la vagina y se incrustaba hasta lo más hondo de su ser.
―¡Ay… ahhh… ayyy!
―Ahora vas a ver lo que es bueno…
Las embestidas de Alexis eran brutales. Xamira volvió a tener esa molesta sensación de Deja Vu. Recordó como aquel otro tipo también se la había cogido de la misma manera, forzándola.
Intentó recobrar la calma. Después de todo no estaba tan mal. Contra todo pronóstico su concha se había abierto como una flor y estaba recibiendo muy bien esa verga.
“Ya pasé por esto ―pensó Xamira―. No es tan difícil aguantar. Quizás así este pelotudo acaba más rápido”.
Dejó de luchar, separó más las piernas y levantó la cola, como si lo estuviera invitando a pasar. La pija de Alexis entraba y salía con fuerza, de la misma forma que lo había hecho antes con su boca.
―Podrías ser actriz porno, flaquita. Sabés aguantar una buena pija. ¿Te gustaría hacer una peli porno? Lo digo en serio. Te paso la dirección del estudio donde grabamos… y quién sabe, quizás algún día pueda hacer una porno con vos y con la putita de tu amiga.
―¿Qué sabés de Dalma? ―Preguntó al instante―. ¿Ella grabó porno con vos?
―Nunca dije eso. Solo dije que podrías invitarla a participar con vos. Las dos están muy ricas. A las dos les daría con muchas ganas. ¿Y de quién creés que es la pija que sale en las fotos de Dalma?
A Xamira le dio mucha bronca que ese imbécil hubiera acercado su verga a su mejor amiga… más sabiendo que Dalma es virgen… en caso de que lo siga siendo.
Pero en ese momento no podía hacer nada al respecto, más que aguantar. La cogida de Alexis era brutal y todo su cuerpo vibró. Los gemidos comenzaron a salir de su boca sin que pudiera controlarlos. Él le decía cosas como “Se nota que te gusta”, ella ya no tenía energías para contradecir nada. Cada penetración la hacía gemir, quisiera o no.
Continúa en el siguiente Post: Intriga Lasciva - El Instituto [09] - Parte 2
Capítulo 09.
El Club Completo.
―¿Y si se arrepiente? ―Preguntó Erika. Ella caminaba por el pasillo de un lado a otro, como una fiera enjaulada.
―¿Por qué se va a arrepentir? ―Respondió Siara―. La noté bastante entusiasmada.
―No sé… es que tengo tantas ganas de que… ¡Ahí está! ¡Ahí está! ―Erika comenzó a dar saltitos mientras saludaba a Oriana agitando un brazo bien extendido―. ¿Viste? Te dije que iba a venir.
Siara puso los ojos en blanco. De todas formas se alegró de ver a Oriana, ella también estaba algo nerviosa. La permanencia del club dependía de la inscripción de esa chica.
―Hola, perdón el retraso. La profesora se puso a hablar de su viaje a Cancún y al parecer a todos les pareció un tema super interesante. No sabía cómo irme sin parecer una maleducada.
―¿Qué profesora? ―Preguntó Siara.
―Brenda Ramallo, la profe de sociología. Si les soy sincera, creo que el interés de los alumnos, principalmente de los varones, no es por el viaje en sí mismo… sino por las fotos que Brenda subió a sus redes sociales… muchas fotos en bikini.
―Entiendo ―dijo Siara―. Brenda Ramallo tiene un cuerpo bastante llamativo y es joven. Más de un alumno debe fantasear con ella.
―Sí, y ella contaba, muy inocente, cómo eran las playas de Cancún, y algunos pajeros del curso no dejaban de preguntarle por los bikinis que usaba y si tenía algunos más chiquitos. Bueno, no puedo echarle la culpa solo a los varones, varias chicas le preguntaron lo mismo.
―¿Creen que la profe Ramallo podría tener problemas en el instituto por subir esas fotos a internet? ―Preguntó Erika, mientras les mostraba el celular.
―¿Por fotos en bikini? No creo que… ―Siara se quedó muda a mitad de la frase.
En la pantalla del celular de Erika vio a Brenda Ramallo de rodillas en la arena, dándole la espalda a la cámara. Su cabeza estaba girada hacia el fotógrafo y sonreía con mucha alegría. Se notaba que no tenía puesta la parte superior del bikini, no había rastros de las tiritas en su espalda. Las tonificadas nalgas de Brenda descansaban sobre sus talones. La parte inferior del bikini era blanca y parecía ser un par de talles menos de los que la profesora necesitaba. Su vulba se marcaba visiblemente, aunque no llegaba a ser una imagen obscena.
―Epa… ―dijo Siara―. Este tipo de fotos quizás sí podrían traerle problemas.
―A mí me parece una linda foto ―aseguró Erika―. La voy a seguir en Instagram, para ver qué más tiene. Ah, acá me dice que vos también la seguís, Ori.
Oriana se lamentó de haberle dado su dirección de Instagram a Erika y más se lamentó de que esa aplicación fuera tan chismosa. ¿Por qué Instagram tenía que gritar a los cuatro vientos que ella también seguía a la profe Ramallo?
―Em… pero yo no la sigo por las fotos en bikini ―dijo Oriana―. Solo porque hoy dio su dirección de Instagram y me pareció cortés seguirla. Ella misma dijo que le gustan las redes sociales y se emociona cuando alguien le da “like” a sus fotos.
―Bueno, si es por darle “like” yo no tengo problema ―aseguró Erika―. Yo no subiría este tipo de fotos a internet, pero si a ella le hace feliz, que lo siga haciendo…
―Bien… así que… bueno… ya saben por qué tardé tanto ―dijo Oriana, intentando dar por concluido el asunto.
―Todo bien, lo importante es que ya estás acá ―dijo Erika, tomándola de la mano―. Este es el centro de estudiantes. Dentro nos espera la simpática Sofía Levitz.
―Noto el sarcasmo en esas palabras. ¿Tan desagradable es?
―Ya lo vas a descubrir vos misma ―dijo Siara.
Se acercaron a la puerta del centro de estudiantes y golpearon. Cuando les dieron permiso para entrar, abrieron la puerta.
―Ah, con ustedes quería hablar ―ladró Sofía desde atrás del escritorio, mientras se acomodaba los anteojos. Oriana se quedó petrificada―. Lamento informarles que el plazo para mantener el club abierto ya se venció. Ayer.
―¿Ayer? Pero si no nos avisaron nada.
―Les mandé un e-mail a la dirección que ustedes me dieron.
―Ah… ese es mi dirección ―dijo Erika―. Em… creo que me olvidé de revisarla ―sonrió apenada.
Siara quería estrangularla en ese preciso instante, pero recobró la calma al recordar que Oriana estaba con ellas.
―No hace falta que nos cierres el club, Sofía ―comenzó diciendo Siara―. Ya tenemos a la cuarta integrante ―señaló a Oriana―. Ella se va a inscribir ahora mismo.
―No, el tiempo ya terminó. Les di una prórroga más larga de lo normal.
―A mi mamá no le va a gustar esto ―dijo Siara, detestaba jugar la carta de “la madre rica e influyente”; pero mencionar a su madre frente a Sofía le brindaba cierta satisfacción―. Y tan contenta que estaba ella con mi club. Hasta dijo que haría una importante donación al instituto, para que sigan promoviendo clubes como este ―Sofía se quedó pálida. Ella conocía muy bien la influencia de Verónica LeClerc en el instituto―. ¿Y sabés qué más? Dijo que ella misma quiere financiar un proyecto para que haya un club de moda, incluso quiere dar charlas a los integrantes del club, para motivarlos y enseñarles.
Eso era cierto, era una idea que la propia Verónica comentó con su hija como una forma de incentivar a más gente a unirse al mundo de la moda.
Sofía se dejó caer abatida. Quería arrancarle todos los pelos a Siara, la detestaba; pero ella no era más que la presidente del centro de estudiantes. Los directivos del instituto la echarían a patadas si supieran que arruinó la oportunidad de que la propia Verónica LeClerc se personificara para desarrollar un club de moda. El prestigio del instituto se dispararía por las nubes si podían presumir que el club de modas estaba respaldado por la mismísima Verónica LeClerc.
―Está bien. Pueden inscribir a la chica ―dijo Sofía, sabiéndose derrotada.
―Qué rápido cambió de opinión ―comentó Erika, solo para meter el dedo en la llaga. Sofía la fulminó con la mirada, pero no dijo nada. Erika se limitó a sonreír.
Sofía Levitz abrió el archivo de las inscripciones del club Veritas Sectatores, ese nombre le seguía pareciendo horrible, sumamente nerd. No le extrañaba que las chicas hubieran tenido tantos problemas para conseguir dos integrantes más.
―¿Nombre completo? ―Le preguntó a la chica nueva.
―Oriana Satsuki Takahashi.
―¡Ay! ―La exclamación de Erika sonó como un globo que se desinfla por una pequeña apertura en el pico―. ¡No lo puedo creer! ―Sus ojos brillaron con la ilusión de una niña―. ¿Satsuki? ¿Como Satsuki Kiryuin?
―¿Quién? ―Preguntó Oriana, confundida.
―¡Ay no! ―Erika retrocedió, cubriéndose con los brazos, como si Oriana estuviera dispuesta a atacarla―. No puede ser que no sepas de quién te hablo ¿Acaso nunca viste Kill la Kill?
―No miro mucho anime.
―No te preocupes ―dijo Siara―, yo tampoco sé de quién habla. Ella solo está muy emocionada porque siente que al conocerte a vos conoció a sus personajes favoritos del anime.
Erika asintió varias veces con la cabeza, manteniendo una sonrisa bobalicona. A Oriana no le agradaba que asumieran que, por ser japonesa, le tendría que gustar el anime; pero Erika le parecía muy simpática.
―Lamento desilusionarte ―le dijo―. De verdad no sé quién es. Nunca miré Kill la Kill. Solo conozco el anime de nombre.
―Está bien, no importa… cuando seamos mejores amigas te voy a confeccionar un cosplay de Satsuki Kiryuin. Vas a ver, te va a quedar perfecto.
El corazón de Oriana dio un salto. Eso de disfrazarse como un personaje de anime no le hacía mucha gracia, pero la conmovió que Erika dijera que algún día serían mejores amigas.
―¿Podemos terminar con esto de una vez? ―Dijo Sofía Levitz―. No puedo perder todo el día con ustedes.
―Ay sí, perdón ―dijo Oriana.
―Qué simpática ―comentó Erika.
Sofía le dedicó una mirada fría como el hielo a las tres.
Siara se limitó a sonreír, con aire triunfante.
Unos minutos después salieron de allí con el Club de Detectives oficialmente completo.
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Xamira pasó las últimas horas intentando asimilar todo lo que había ocurrido con Dalma. Su amiga se estaba comportando de un modo extraño. Nunca antes habían hablado de algún tema sexual y ahora Dalma parecía tener una filosofía cuasi religiosa sobre el cuerpo femenino. Xamira aún no sabía si creerle o no. Debía darle el beneficio de la duda, no solo porque es su mejor amiga, sino también porque Dalma no acostumbra mentir. Por más raras que sean sus ideas, es muy posible que sea lo que ella realmente piensa.
Xamira salió de su casa con un top deportivo negro, con detalles en rojo, y una calza muy ajustada haciendo juego. No tenía más tiempo para quedarse en su gimnasio golpeando la bolsa e intentando comprender a Dalma. Había llegado el momento de su cita con Alexis y no se la quería perder por nada del mundo.
“Lo que tengo que hacer es un asco ―se dijo―, pero necesito esas fotos”. Estaba convencida de que esas fotos le ayudarían a resolver el misterio de su amiga o que, al menos, le serían un buen material para iniciar una charla más frontal con Dalma y Emilia. Porque con Emilia también tenía que ajustar cuentas.
Tuvo que golpear la puerta de vidrio, porque el estudio fotográfico ya estaba cerrado, con todas las persianas bajas. Alexis le abrió al instante, como si hubiera estado esperándola detrás del mostrador.
―Pensé que no ibas a venir ―le dijo, con una simpática sonrisa.
Xamira pensó que muchas mujeres caerían derrotadas ante esa sonrisa, al fin y al cabo Alexis es un tipo atractivo, con buen cuerpo. Pero ella no caería ante sus encantos. A ella no le gustan los “tipos lindos”. Ni siquiera sabe qué clase de tipos le gustan. Es algo en lo que no piensa demasiado. Nunca le interesó andar postureando para conquistar al género masculino.
“Ni al femenino tampoco”, pensó. No vaya a ser que Dalma, o cualquier otra, confunda las cosas.
―No vine por vos ―respondió Xamira, tajante―. Vine por las fotos. ¿Las tenés?
―Sí, están en el mostrador. Pasá.
Lo siguió al interior de la tienda, Alexis se colocó del otro lado del mostrador y le dio dos golpecitos al sobre.
―Vení de este lado ―le dijo―. La tienda ya está cerrada, ahora el mostrador no me separa de los clientes. Es solo un mueble.
Con cierta desconfianza, Xamira pasó del otro lado y se quedó de pie junto a Alexis. Sacó una foto del sobre, eran del mismo tamaño que las anteriores. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener su cara de póker, no quería mostrar ni la más mínima señal de debilidad ante Alexis. Sin embargo lo que estaba viendo la dejó descolocada.
Dalma le sonreía desde la foto y junto a ella estaba Emilia… con una gruesa verga dentro de la boca. La estaba tragando hasta la mitad, denotando un gran esfuerzo, y miraba a la cámara como si dijera: “Miren lo que me estoy comiendo”. Xamira sacó la siguiente foto, era parecida, solo que ahora la que intentaba tragar todo ese falo era Dalma. Sintió que todo el piso se movía. ¿Cómo podía ser que su amiga haya participado en una sesión de fotos tan obscena… y junto a su propia madre? ¿Cómo había conseguido Dalma convencer a Emilia para sumarse a esta locura?
Cuando Xamira se dispuso a sacar la tercera foto se sobresaltó al sentir una mano recorriendo la línea que divide sus nalgas.
―¡Epa! ¿Qué hacés? ―Le dijo a Alexis.
―Voy calentando los motores… ¿o acaso creías que estas fotos te las iba a dar gratis?
―Nunca hablamos de tocar…
―¿Entonces qué? ¿Viniste decidida a chuparme la pija? ¿Te quedaste con ganas después de lo que pasó la última vez?
Xamira hirvió de rabia por dentro.
―Te la voy a chupar ―dijo, apretando los dientes―, pero no porque me haya quedado con ganas. Sino porque es lo único que estoy dispuesta a hacer para conseguir las fotos.
―Con una chupada no me alcanza para que te lleves todas las fotos… aunque, bueno… podemos ir arrancando y después vemos qué pasa ―De un rápido tirón sacó su verga, que aún flácida tenía un tamaño imponente―. Dale, empezá a chupar, flaquita… que yo sí me quedé con ganas después de la última vez. Sos una petera muy buena. ¿Cuántas pijas te habrás comido para aprender a chuparlas así?
La bronca de Xamira no hacía más que aumentar. No podía decirle que no había chupado pijas, eso sería mentir, y si había algo que ella no podía hacer cuando estaba alterada era mentir. Simplemente no le salía. Sí, le habían metido alguna que otra verga hasta el fondo de la garganta y quizás, por eso, aprendió a chuparlas apropiadamente. Pero no era algo de lo que estuviera orgullosa. Que un tipo le dijera que era una buena petera para ella no era un halago, sino un insulto. Un atentado contra su autorrespeto.
A pesar de toda esa bronca, Xamira entendió que no serviría de nada iniciar una confrontación con Alexis, eso solo le haría perder el tiempo. Estaba convencida de que él no le daría las fotos a menos que ella cumpliera con su parte del acuerdo. Ya había pasado por esa humillación y creyó que le sería imposible someterse a lo mismo, pero allí, ante la verga de Alexis, se dio cuenta de que solo era cuestión de arrodillarse y hacerlo, sin pensarlo demasiado.
Se puso de rodillas ante él, agarró la verga y se la metió en la boca completa. Como aún estaba flácida, eso no fue un gran problema.
―¡Epa! Se nota que te quedaste con ganas de comértela toda ―dijo Alexis.
Ella tenía ganas de insultarlo, pero con tanta carne dentro de la boca no podía hacerlo.
Pudo sentir cómo la verga se ponía rígida rápidamente. Eso la obligó a dejar salir un poco. Empezó con su movimiento de cabeza típico de un pete. Ahora todo era demasiado real. El glande dentro de su boca se sentía demasiado real. La rigidez de la verga era demasiado real. Las dudas la invadieron.
“No tendría que haberme prestado para esto”, pensó.
Ya era muy tarde. Estaba allí y Alexis no le sacaría la verga de la boca hasta que estuviera satisfecho. Si ella pretendía que ese momento humillante durase lo menos posible, no tenía más alternativa que chupar bien esa verga.
Se la sacó de la boca para lamer los huevos y recorrió todo el tronco con su lengua.
―Uf, tremendo eso… esperá, hacelo otra vez. Esta vez quiero grabarlo.
A Xamira no le gustaba la idea de que le sacaran fotos mientras chupaba pija, y mucho menos que la filmaran. Alexis estaba aprovechando al máximo el poder que le daba ese sobre lleno de fotos de Emilia y Dalma. Xamira sabía que protestar no la llevaría a nada.
Alexis agarró la cámara que había dejado sobre el mostrador, lista para este momento, y comenzó a grabar a Xamira. Ella, mostrando obediencia, volvió a lamer la verga de la misma forma en que lo había hecho antes.
Alexis aprovechó la situación, agarró su verga con una mano y comenzó a golpear con ella la cara de Xamira. Esto activó una serie de recuerdos que ella prefería olvidar. No era la primera vez que un hombre la humillaba dándole pijazos en la cara… y al igual que antes, ella no pudo hacer nada al respecto, más que aguantar. Dejó la boca abierta y Alexis aprovechó, entre tantos golpes, a meterle la verga, para sacarla cubierta de saliva. Así fue cómo la cara de Xamira comenzó a quedar cubierta por su propia saliva y restos de jugo preseminal.
―Estás hecha una actriz porno profesional, flaquita. Qué linda te queda la pija en la cara. A ver, jugá un poquito con esa lengua, mostrame lo mucho que te gusta la verga.
Xamira estuvo tentada a decirle: “No me desespero por ninguna verga”. Aún así agarró ese falo bien erecto y movió rápidamente la lengua contra el glande, mientras miraba fijamente a la cámara. Dejó caer una buena cantidad de saliva sobre la verga y luego se la restregó contra la cara. Su corazón estaba muy acelerado. No entendía por qué se estaba comportando de esa manera. Supuso que fue un acto reflejo.
El pecho le palpitó aún más fuerte cuando Alexis la agarró de los pelos y la forzó a tragar buena parte de la pija. “Tarado, ¿por qué hace esto?”, pensó Xamira. No tuvo más remedio que permitir que ese falo se clavara casi hasta su garganta, produciéndole arcadas. La saliva comenzó a chorrear por la comisura de sus labios, porque no tenía otro sitio adonde ir.
Intentó zafarse, apoyando las manos contra las piernas de Alexis para tomar impulso, pero fue inútil. Él la tenía bien sujetada por los pelos y movía su cadera, como si la estuviera cogiendo por la boca. Los ojos de Xamira comenzaron a lagrimear, ella reconoció ese acto reflejo, lo mismo le pasó la vez anterior que un tipo le clavó la pija de la misma forma.
Si alguien le aprieta la nariz, sus ojos lagrimean. Al parecer lo mismo le ocurre cuando le meten una pija hasta la garganta y no la dejan soltarla.
Sentía la mandíbula tensionada, no solo por aguantar el movimiento, sino porque la verga de Alexis era bien ancha y no era fácil contenerla dentro la boca.
Cuando por fin la liberó, ella se puso de pie. Necesitaba tomar aire. Para ganar tiempo se dio vuelta y volvió a revisar el sobre de fotos.
―¿Qué pasa, flaquita? ¿Ya te cansaste de chuparla?
―Solo quiero ver si realmente vale la pena hacer todo esto… no sé cuántas fotos como esta habrá. Quizás están solo esas dos, y me estás mintiendo…
―Revisalas tranquila, pero solo te las vas a llevar si sos obediente.
Ella no respondió, sacó otra fotografía y se encontró con Dalma abierta de piernas, completamente desnuda, con una gruesa verga apoyada sobre la concha. Mientras tanto Emilia se estaba metiendo en la boca la cabeza de esa verga.
“¿Cómo pudieron posar para esto?” Se preguntó Xamira.
En ese mismo momento sintió algo presionando con fuerza contra su concha. Era la pija de Alexis.
―¡Epa… no te pusiste tanga! ¿Viniste buscando guerra?
―Nada que ver…
―Viniste con una calza super ajustada y sin ropa interior, es casi como si me estuvieras pidiendo que te clave toda la pija.
―No, yo me visto como se me da la gana. ¡Hey! ¿Qué hacés?
Alexis le bajó la calza de un tirón y le apoyó una mano contra la espalda, obligándola a parar la cola.
―Apa, nena, ¡pero qué pedazo de concha tenés!
Ahí nomás el tipo intentó arremeter, cuando Xamira sintió la verga, se apartó.
―No, no me vas a coger…
―Te dije que esta vez no te iba a alcanzar solo con chuparla. Algo más vas a tener que hacer…
―Pedime otra cosa, no quiero que me la metas.
―Mmm… a ver… ¿qué puede ser? ¡Ya sé! Tenés que hacerte una linda paja… yo la voy a grabar. Tenés cara de ser bastante pajerita.
Xamira hirvió por dentro, estuvo tentada a gritarle que ella no acostumbra masturbarse. Se aguantó solo porque quería irse de allí lo antes posible. Miró la cámara y dijo: “Puedo hacerlo, es solo un minuto… y es preferible esto antes de que me coja”.
Era el mal menor.
Volvió a la posición anterior, apoyada contra el mostrador y con la cola parada. Se llevó los dedos a la entrepierna y la encontró inusualmente mojada. Su clítoris vibró ante el contacto. Sus dedos se movieron solos, guiados por puro instinto, y ella los dejó ser. Recorrieron sus gajos vaginales y se colaron dentro de su agujero, de a dos a la vez.
―¡Cómo me gusta ver una chica linda como vos haciéndose la paja!
El comentario de Alexis le sacó una sonrisa. Había dicho que ella era linda. Después Xamira se recriminó a sí misma diciendo que no importaba lo que ese tipo pensara de ella. Estaba ahí solo por las fotos y nada más.
―Date vuelta, subite al mostrador y pajeate ahí ―le pidió Alexis.
Para hacer esto Xamira tuvo que quitarse la calza, aunque se dejó puestas las zapatillas deportivas. Se sentó en el mostrador, separó bien sus piernas y abrió la concha ante la cámara. Para su sorpresa, esto le resultó mucho más fácil de lo que hubiera imaginado. Se pajeó mientras Alexis la filmaba. Se metió los dedos con fuerza, y muy rápido, como si quisiera complacer a cualquier persona que viera esa grabación.
Alexis acercó su verga y la posó entre los labios vaginales de Xamira, ella miró ese glande hinchado sin dejar de frotarse el clítoris. Él se mantuvo allí, con movimientos suaves, provocando el roce, pero sin entrar.
―No me la metas ¿eh?. En la cara haceme lo que quieras, si querés pegame con la pija, agarrame de los pelos, pero no me la metas.
―¿Te gustó eso? ¿Te gustó que te diera pijazos en la cara? ¿Querés más?
―No dije eso… dije que prefiero esas cosas antes de que me la metas…
―Vos querés chotazos en la cara. Se te nota.
Xamira puso los ojos en blanco, se dio cuenta de que era inútil intentar dialogar con un tipo así.
―Sí, dame chotazos en la cara ―dijo con desgano y resignación―. Agarrame de los pelos y haceme tragar la verga.
―Ponete de rodillas entonces… y no dejes de pajearte.
Xamira obedeció. Bajó del mostrador al piso una vez más, se quedó abierta de piernas, como una rana, y esperó por la pija mientras se frotaba la concha. Por tanto roce en una zona tan íntima empezó a acalorarse y se le escapó un gemido.
―Parece que estás disfrutando mucho ―dijo Alexis, al mismo tiempo que empezaba a darle golpes con la pija en la cara.
Xamira intentó atrapar la verga con su boca, sabiendo que si lo conseguía Alexis no podría seguir golpeándola. Pero esto fue contraproducente, pareció un acto desesperado, como si estuviera loca por volver a comerse toda la verga.
―¿Te la querés comer, putita?
―Si la dejás quieta, te la chupo toda.
Alexis detuvo su verga durante un segundo y Xamira se la tragó al instante. Movió rápidamente la cabeza de atrás hacia delante y dio fuertes chupones. Su pete fue tan intenso porque se dijo a sí misma que de esa manera conseguiría hacer acabar más rápido a Alexis. Pero, una vez más, quedó como una adicta a la pija.
―Uy, flaquita, cómo te gusta la verga… ―esa frase ya la tenía harta.
Xamira comenzó a desesperarse. Sacó la verga de su boca y dio chupones en los huevos, luego lamió todo el tronco y ella misma se dio pijazos en la cara. No sabía qué hacer para que Alexis acabara de una buena vez.
―¿Querés tomarte toda la leche, putita?
Ella estuvo a punto de mandarlo a la mierda, pero se aguantó. Justamente lo que quería era que él acabara de una buena vez. Tragándose su orgullo, dijo:
―Sí, quiero leche. Dámela toda. ―Y chupó con fuerza.
―Qué linda estabas la otra vez, sonriendo a la cámara, con la carita llena de leche. ¿Lo vas hacer otra vez?
―Sí… dame toda la leche y yo sonrío todo lo que quieras.
Y por su cabeza pasó la frase “Pelotudo de mierda”. No lo dijo porque en ese instante volvió a meterse la verga casi hasta el fondo de la garganta.
―Ah, me tenés re caliente… ya me cansé de tantos jueguitos, flaca. Yo te voy a garchar toda.
―No, pará…
Xamira no tuvo tiempo para nada. Alexis se le echó encima. Ella intentó apartarse y con esto solo consiguió quedar de espaldas a él, lo cual era aún peor. Estaba gateando en el piso, buscando una vía de escape, cuando él la agarró con fuerza de los pelos y le clavó la pija en la concha.
Ella sintió cómo ese falo le abría toda la vagina y se incrustaba hasta lo más hondo de su ser.
―¡Ay… ahhh… ayyy!
―Ahora vas a ver lo que es bueno…
Las embestidas de Alexis eran brutales. Xamira volvió a tener esa molesta sensación de Deja Vu. Recordó como aquel otro tipo también se la había cogido de la misma manera, forzándola.
Intentó recobrar la calma. Después de todo no estaba tan mal. Contra todo pronóstico su concha se había abierto como una flor y estaba recibiendo muy bien esa verga.
“Ya pasé por esto ―pensó Xamira―. No es tan difícil aguantar. Quizás así este pelotudo acaba más rápido”.
Dejó de luchar, separó más las piernas y levantó la cola, como si lo estuviera invitando a pasar. La pija de Alexis entraba y salía con fuerza, de la misma forma que lo había hecho antes con su boca.
―Podrías ser actriz porno, flaquita. Sabés aguantar una buena pija. ¿Te gustaría hacer una peli porno? Lo digo en serio. Te paso la dirección del estudio donde grabamos… y quién sabe, quizás algún día pueda hacer una porno con vos y con la putita de tu amiga.
―¿Qué sabés de Dalma? ―Preguntó al instante―. ¿Ella grabó porno con vos?
―Nunca dije eso. Solo dije que podrías invitarla a participar con vos. Las dos están muy ricas. A las dos les daría con muchas ganas. ¿Y de quién creés que es la pija que sale en las fotos de Dalma?
A Xamira le dio mucha bronca que ese imbécil hubiera acercado su verga a su mejor amiga… más sabiendo que Dalma es virgen… en caso de que lo siga siendo.
Pero en ese momento no podía hacer nada al respecto, más que aguantar. La cogida de Alexis era brutal y todo su cuerpo vibró. Los gemidos comenzaron a salir de su boca sin que pudiera controlarlos. Él le decía cosas como “Se nota que te gusta”, ella ya no tenía energías para contradecir nada. Cada penetración la hacía gemir, quisiera o no.
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