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Intriga Lasciva - El Instituto [08]

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Intriga Lasciva - El Instituto [08]


Capítulo 08.

Justicia Social.

Cuando Oriana le explicó a Siara y a Erika cómo había llegado hasta la parte trasera de aquel estudio fotográfico hizo mucho énfasis en que se debió a una serie de casualidades, como equivocarse de pendrive o cruzarse con la rubia en la cantina del instituto. Sin embargo también aclaró que no creyó ni por un momento que fuera una casualidad que le hubieran ofrecido ese trabajo como modelo justo después de hablar con Mariela sobre su preocupación para cubrir la beca. Oriana sospechaba que Mariela se había contactado con la mujer del instituto para que la “reclutaran”. 
Aunque esto fuera cierto, Oriana no quería pensar mal de Mariela, no creía que su profesora la hubiera recomendado con malicia. Quizás creyó que Oriana sería la clase de chicas que se animaría a modelar, especialmente si la paga era buena.
De aquí en adelante Oriana no quería depender tanto de las casualidades, era hora de ponerse a trabajar. Aunque primero necesitaba autoconvencerse. ¿Por qué motivo arriesgaría tanto para saber si reclutaban actrices porno en el instituto? Bueno, en parte porque le afectaba a ella, ya que la habían ofrecido la oportunidad de modelar. Pero ¿había algo más? Porque lo más cómodo sería rechazar la oferta y quedarse tranquila en su casa.
Sí, había algo más: las becas. 
Solo tenía una ligera sospecha, dos casos ni siquiera sirven para elaborar una hipótesis sólida; pero con una hipótesis endeble también podía trabajar. ¿Y si las modelos se relacionaban, de alguna manera, con las becas del instituto? 
Después de darle muchas vueltas a esta idea Oriana elaboró su floja, pero prometedora, hipótesis: Alguien tenía acceso a los datos de las chicas becadas del instituto y cuando éstas mostraban su preocupación por no poder devolver el dinero, una persona les ofrecía trabajo como “modelo”.
Por supuesto, no podían decirle a la chica: “Hey ¿te interesa ser actriz porno?”. No sin exponerse demasiado. Pero Oriana llevaba ventaja. Ella había visto el resultado de ese trabajo. Pudo ver, en alta definición, hasta dónde llegó Mariela para cubrir el dinero de su beca. 
Oriana, además de su curiosidad, tiene un fuerte sentido de la justicia social. No es de las que van a una marcha para reclamar el excesivo precio de un boleto de colectivo; pero sí le hierve la sangre cuando ve que se está cometiendo una injusticia entre sus pares… o cuando sospecha que hay algún negocio turbio. 
Una vez fue capaz de demostrarle a su papá que había un proveedor de productos lácteos que lo estaba estafando. Le vendía, a precio normal, productos que estaban muy prontos a vencer, o directamente vencidos. Esto generó en el kiosco de su padre la mala reputación de que vendía productos en mal estado, y solo por ser asiático la gente lo juzgó. “Desconecta las heladeras por la noche, igual que todos los comerciantes chinos”, decían.
Estas palabras molestaron mucho a Oriana. Primero porque no creía que todos los comerciantes chinos fueran iguales, además estaba segura de que eso de desconectar heladeras durante la noche también lo hacían muchos comerciantes argentinos; y segundo, porque su padre ni siquiera es chino… es japonés. Ella le dijo a más de un vecino: “Mi papá se llama Hideko Takahashi, ni siquiera tiene nombre chino”. A la gente le dio igual, pero a Oriana no.
Ella siguió al proveedor de lácteos y lo grabó mientras subía a su camioneta productos de supermercados marcados con la etiqueta “devolución”. Luego logró captar al mismo tipo rompiendo ese sello y entregando dichos productos en el negocio de su padre… obviamente aceptando un buen pago de por medio.
Oriana presentó esto a la policía. El repartidor quiso defenderse diciendo que “la pendeja china” lo grabó ilegalmente. Sin embargo la ley estuvo de parte de Oriana, porque todo lo que ella grabó con su celular ocurrió en la vía pública. 
El caso llegó a los noticieros locales y generó bastante revuelo. Oriana se sorprendió al ver cuánta gente le pidió disculpas a su padre. Al parecer entendieron que Hideko Takahashi había sido víctima de una estafa. 
Desde ese día Oriana se prometió a sí misma que no se quedaría de brazos cruzados si encontraba alguna injusticia, o un negocio turbio, que ella pudiera exponer. Sospechaba que en el instituto habría varias chicas que, al igual que su padre, necesitaban a alguien que confiara en ellas y que las ayudara a salir de una difícil situación.
Oriana tenía dos caminos de investigación: podía averiguar quién era la rubia y preguntarle si a ella también la habían becado. También tenía la opción de presentarse en el estudio fotográfico y ver hasta dónde pretendían llegar con el modelaje. Si se trataba de algo honesto o era un medio rebuscado para contratar actrices porno.
No quería hablar con la rubia luego de la vergüenza que pasó en la cantina, además no tenía forma de localizarla. Quizás la casualidad haría que se volvieran a encontrar. Oriana estaría atenta en los pasillos del instituto, por si llegaba a cruzarla. 
De momento la mejor opción estaba en las fotos. 
El estudio fotográfico era pequeño y estaba atendido por una sola persona: un muchacho joven, de piel bronceada y cabello negro peinado y cortado de forma prolija. Oriana le explicó que estaba allí porque alguien le había dicho que ofrecían trabajo. Cuando el empleado le comentó que el trabajo consistía en modelar, no se sorprendió. 
―¿De qué tipo de modelaje estamos hablando… ehhh cómo te llamás?
―Me llamo Alexis. El trabajo es muy sencillo: te damos un conjunto de ropa, lo usás en una sesión de fotos y listo, te pagamos.
―¿Y dónde quedan esas fotos? 
―En un catálogo online… y si te da vergüenza que algún conocido las vea, no te preocupes por eso. Es una página web que se ofrece con la compra de ciertos servicios, no cualquiera puede entrar. Las probabilidades de que entre alguien que te conozca son mínimas.
―¿De qué tipo de servicios estamos hablando?
―Productos de maquillaje, lencería… y la misma ropa que vas a modelar.
Todo tenía sentido. Oriana pensó que se trataba de alguna marca prestigiosa que vendía productos a través de un catálogo VIP a precios inflados. Pero había mucha gente en el mundo a la que le gustaba comprar cosas que fueran “de difícil acceso”. 
―Y una cosa más ―dijo Alexis―. La que elige la ropa sos vos. Nunca te vamos a  hacer modelar con algo que no te guste.
―Muy bien. ¿Cuándo puedo empezar? ―La convicción llegó porque quería indagar más hondo en este asunto, si hubiera sido tan solo por conseguir dinero, nunca hubiera aceptado. 
―Hoy mismo, si querés. Cuando cierre el local, dentro de una media hora, podemos empezar con las primeras fotos.
―¿Y me pagan el primer día?
―No exactamente. Esas fotos tienen que ser aprobadas por la empresa. Si ellos las aprueban, sí te pagamos. Yo solamente gano dinero si las aprueban, así que tenemos que hacer lo mejor posible nuestro trabajo, de lo contrario no nos pagan ―Alexis dijo esto mientras se rascaba la cabeza, a Oriana le pareció un gesto muy simpático. A pesar de que el chico parecía exudar confianza por todos los poros, y sabía que era un hombre atractivo, había cierta vulnerabilidad en él. A Oriana le cayó bien. 
Lo mejor era esperar, treinta minutos se pasan rápido. Oriana sacó sus auriculares y se puso a escuchar rock argentino. Desde pequeña sintió fascinación por bandas como La Renga, Los Piojos o Divididos. Aunque esta vez, durante la espera, la acompañó la música de Attaque 77. Alexis la sorprendió cantando en voz baja “La gente que habla sola”. Oriana agachó la cabeza y su cara se puso de todos los colores. Le pareció muy irónico que la hubieran sorprendido cantando justamente esa canción. Justo ella, que no tiene amigos. 
De reojo pudo ver a Alexis que le hacía señas, se quitó los auriculares y escuchó lo que él le quería decir, rogando que no tuviera nada que ver con eso de cantar sola.
―¿Querés mirar los conjuntos que hay disponibles? Si te gusta alguno te lo podés poner. Así ahorramos tiempo.
―Muy bien ―dijo, sin mucha convicción.
Alexis la hizo pasar a un pequeño salón en la parte trasera del local, y le señaló una estantería con varias cajas. 
―Cada una es un conjunto diferente, elegí el que más te guste.
―¿Y si no me gusta ninguno?
―Entonces no hacemos las fotos, tan simple como eso. 
Oriana se quedó sola mirando esas cajas, en la parte superior de cada una de ellas había una foto de un maniquí vistiendo el conjunto. El primero que vio era un traje de policía que parecía sacado de una fiesta de disfraces subidita de tono. El segundo era aún peor, un traje de bruja que no era más que un conjunto de ropa interior y un sombrero puntiagudo. 
―No, definitivamente no.
Continuó revisando las cajas y se lamentó porque si quería seguir adelante con su investigación debería elegir alguno, pero todos le parecían demasiado eróticos. Todo parecía perdido  hasta que se fijó en una de las cajas que estaba en el rincón más alejado de la estantería. Se trataba de un simple conjunto de oficina: camisa blanca, pollera negra y zapatos de taco alto. “Esto sí lo puedo usar”, pensó.
―Ya encontré algo ―le anunció a Alexis―. ¿Dónde puedo vestirme?
―Al lado de la estantería hay una cortina, detrás está el cambiador. Ahí vas a encontrar una caja con maquillaje, por si querés pintarte. No uses demasiado, no lo necesitás.
Este comentario hizo sonreír a Oriana. Supuso que esto de maquillarse una misma era solo para la sesión de pruebas, lo más lógico era que tuvieran alguna maquilladora que se hiciera cargo de las sesiones profesionales.
Oriana se puso algo de base, un poco de rubor y se pintó los labios de un rojo intenso pero agradable que hacía buen contraste con lo pálida que era su piel. Se sintió tonta pintándose la cara así, por lo general a ella no le gusta usar maquillaje; pero si las fotos no eran buenas no la volverían a llamar. 
Cuando se puso el conjunto descubrió que no era tan sobrio como ella había imaginado. La camisa le quedaba muy ajustada, sus grandes tetas amenazaban con romper los botones en cualquier momento, y la pollera le quedaba tan pegada al cuerpo que apenas podía moverse sin miedo a romperla. Las medias de nylon estaban bien, pero los zapatos eran demasiado altos, ella no estaba acostumbrada a usarlos.
Salió del cambiador y allí estaba Alexis, acomodando el trípode de la cámara.
―¿Ya está todo listo? ―Preguntó él.
―Supongo… ―dijo ella, avergonzada por estar vestida así frente a un desconocido, sin embargo Alexis no la miró dos veces.
―Ponete estos anteojos, no son reales, pero van a dar un buen toque a las fotos.
Oriana aceptó esos anteojos de medio marco, se miró al espejo y tuvo que reconocer que le quedaban muy bien, le daban un aire intelectual y sexy. “¿Sexy? ¿Yo?, sí, claro…” 
A pesar de su belleza física, Oriana nunca se percibió a sí misma como una bonita. Su madre se había encargado de enseñarle que una mujer no debía ser orgullosa ni narcisista. 
La sesión de fotos fue mucho más sencilla de lo que ella imaginó, posó ante Alexis y el tipo la miró como si fuera un maniquí. Ella posó siguiendo sus indicaciones y por un momento se olvidó de cómo se veía esa ropa en su voluptuoso cuerpo… hasta que, al agacharse, un par de los botones de la camisa se desprendieron. En el centro aparecieron, muy apretados, los pechos de Oriana.
―¡Ay, no! ¡Qué horror! ―Exclamó, mientras se cubría con las manos. 
Tuvo ganas de salir corriendo y de encerrarse en su cuarto.
―Tranquila, no pasa nada ―le dijo Alexis―. En comparación a otras fotos, esto sigue siendo algo bastante discreto. Si no te molesta, me gustaría sacarte algunas fotos así.
―¿Es necesario?
―No, pero aumentarían las chances de que nos paguen… y de que te vuelvan a contratar.
―Mmm… está bien.
La idea no le gustaba, pero sabía que tenía que estar dispuesta a hacer sacrificios si quería llegar al fondo del asunto. 
Posó con los brazos cruzados debajo de las tetas y permitió que sus gemelas se asomaran un poco en el centro. No se veía demasiado, pero a ella le parecía obsceno. 
―Fue una sesión satisfactoria ―anunció Alexis―. Estoy seguro de que te van a pagar. Y es muy probable que te vuelvan a llamar, aunque… quizás para la próxima tengas que usar algún conjunto de ropa interior. No te olvides que esta es una marca que vende, principalmente, ropa interior. ¿Estarías dispuesta a hacerlo?
―No lo sé. Lo voy a pensar.
Al terminar con estas fotos volvió al cambiador y se puso su ropa. Le dio su número de teléfono a Alexis para que se contactara con ella y salió de allí tan rápido como el viento. 
Si la llamaban para modelar otra vez intentaría hacer más preguntas. Esta vez estuvo demasiado aturdida como para pensar con claridad. 

--------

Durante varias semanas para Oriana fue mera rutina asistir a las clases particulares de Mariela. Ya no lo veía así. Estar junto a su profesora le generaba una maraña de emociones contradictorias que no sabía cómo procesar. La culpa (por haber invadido su privacidad) era la que más le molestaba. 
―¿Estás bien Oriana? ―Preguntó Mariela―. Te noto un poco tensa. 
―Sí, sí… estoy bien.
―¿Segura? Emm… ¿no querés ponerte un poquito más cómoda? Acordate que a mí no me molesta. No es día para llevar tanto abrigo.
En eso tenía razón, Oriana se había puesto un buzo negro y una camiseta mangas largas. Quizás estuviera bien para cuando le tocara regresar a su casa, pero en ese mismo momento, dentro de la casa de Mariela, debía hacer unos veinticinco grados.
―Bueno, sí… puede ser.
Oriana se quitó el buzo junto con la remera mangas largas, lo hizo a propósito, no porque fuera una pervertida, sino porque esperaba que esto le sirviera como disparador para una conversación con su profesora. Mariela abrió sus ojos como platos al ver que Oriana tenía puesto un sencillo corpiño de algodón blanco, y nada más.
―Espero que no te moleste que… ―empezó a decir Oriana.
No terminó la frase porque en ese instante Mariela se quitó su blusa. Ella tenía puesto un corpiño de encaje negro que le transparentaba un poco los pezones.
―¿Que me moleste qué?
Oriana soltó una risita. Nunca se había sentido tan cómoda frente a otra persona, ni siquiera con su novio Fernando. 
―Mariela ¿te puedo hacer una pregunta personal?
―Sí, claro ―la profesora la miró con una simpática sonrisa.
―¿Alguna vez modelaste? ―No quería darle tiempo a Mariela a sacar conclusiones erróneas, por eso añadió―. Es que me ofrecieron trabajo como modelo, fui a la primera sesión, pero no sé si seguir adelante con eso. Me pone un poquito incómoda, especialmente porque me pidieron que la próxima vez modele usando solo ropa interior. 
―Ajá… ―Mariela no parecía estar sorprendida de que a Oriana le hubieran ofrecido ese trabajo―. ¿Y qué es exactamente lo que te preocupa? ¿Tenés miedo de lo que puedan opinar tus padres?
―No, no es eso. En la agencia me aseguraron que es altamente improbable que algún conocido mío vea esas fotos. Lo que me preocupa es que nunca me agradó la idea de aprovecharme de mi propio cuerpo. Cuando tengo un examen, ni siquiera uso escotes, porque no quiero que el profesor crea que intento seducirlo. Yo quiero que la gente me valore por mi esfuerzo, o por mi inteligencia… no por mis tetas.
―Ah, ya veo ―la sonrisa de Mariela se hizo más amplia―. Me hacés acordar mucho a mí. La primera vez que modelé tuve exactamente las mismas dudas que vos. Y creo que con eso respondo a tu pregunta: sí, me contrataron de modelo y también tuve que posar en ropa interior.
―¿Y cómo hiciste?
―Bueno, necesitaba el dinero… realmente lo necesitaba. Eso me ayudó a tragarme la vergüenza.
―Pero… ¿la pasaste mal? 
―No, nunca dije eso.
―No entiendo…
―A ver, ¿cómo te explico? ―Pensó durante unos segundos y luego dijo―. Vení, vamos a mi pieza. Ahí tengo un espejo, me va a venir bien para que entiendas lo que quiero decir.
El cuarto de Mariela era pequeño y sencillo. Todo era blanco con detalles en rosa, como si al independizarse hubiera podido cumplir su fantasía de tener un cuarto que pareciera salido de un cuento de hadas. A Oriana le sorprendió encontrarse con algo así, no parecía ser el dormitorio de una mujer adulta, ni tampoco tenía idea de que Mariela amara tanto el rosa. Pero tampoco tenía idea de que Mariela fuera actriz porno… 
Lo que le resultó más extraño fue el gran espejo situado justo a la izquierda de la cama, del mismo lado en que estaba la puerta para entrar a la habitación. Era descomunal, ocupaba casi toda la pared. 
―Vení, parate acá ―le dijo Mariela. Ambas mujeres se pusieron entre la cama y el espejo―. ¿Qué ves? ―Preguntó Mariela, señalando el reflejo.
―A nosotras…
―Sí, ¿pero qué ves en nosotras?  
―Em… que tenemos poca ropa.
―Aja… ¿y vos pensás que alguien podría llegar a excitarse al vernos con poca ropa? 
Oriana admiró su reflejo y el de la profesora, era cierto que las dos tenían tetas muy grandes y llamativas. 
―A mucha gente le agradan las tetas grandes ―comenzó diciendo Oriana, con timidez―. Así que… supongo que sí.
―¿Y si alguien se excita mirando tus tetas eso te haría más tonta? ¿Te quitaría valor como persona?
―Em… no… por supuesto que no. 
Mariela se quitó el pantalón de un tirón, quedando solo con una diminuta tanga que se le perdía entre las nalgas. Giró y mostró su culo en el espejo.
―¿Y qué pensás de esto? ¿Creés que alguien se excitaría si me ve el culo?
―Estoy segura de que sí.
―Bien ―Mariela volvió a ponerse de frente―. Eso es lo que yo aprendí cuando empecé a modelar. Por más que a mí me interese ser aplicada en los estudios y que la gente me valore por mi inteligencia… eso no quita el cuerpo que tengo. En lugar de avergonzarme de mi propio cuerpo, empecé a sentirme una privilegiada. Cuando me pidieron que modele usando ropa interior bien chiquita, que dejaba poco a la imaginación, me mentalicé que a esas fotos las disfrutarían otras personas. 
―A mí eso me da mucha vergüenza. 
―Entiendo, no digo que este cambio se vaya a dar de un día para el otro. A mí me llevó varias sesiones. Pero si querés podemos hacer un pequeño ejercicio para que te cueste menos. No es porque quiera que seas modelo de ropa interior erótica, eso depende de vos. Es porque desde que te conocí me di cuenta de que te avergüenza tu propio cuerpo… y me duele mucho ver a una chica tan linda como vos sentirse mal con su propio cuerpo. Es algo que no puedo tolerar.
―¿Tanto se me nota?
―Y… durante estos meses no hiciste más que esconder tus tetas, y casi te moriste de la vergüenza el día que te vi usando escote por primera vez. Deberías usar más escotes, te quedan geniales. 
―Vos tampoco los usás.
―No los uso mientras doy clases, porque sería incómodo para la otra persona… pero como verás, hoy no me importó sacarme todo, porque vos lo hiciste primero.
―No creo que me anime a sacarme el pantalón delante tuyo.
―Si no podés hacerlo delante mío, entonces menos lo vas a hacer delante de una cámara. 
―Tenés razón, soy una boluda…
―No, boluda no, tímida. La timidez tiene su encanto, no creas que no. Pero tenés un cuerpo muy voluptuoso, Oriana. Si te contrataron para ser modelo es porque no te falta nada para serlo. Solo necesitás un pequeño cambio de actitud.
―¿Y eso cómo se consigue en menos de una semana? Porque ya me citaron para la próxima sesión de fotos, y no sé cómo voy a hacer. 
―La segunda y la tercera sesión de fotos fueron las más difíciles para mí… porque ahí empecé a modelar usando ropa interior muy erótica. Y yo pensaba: “¿Cómo voy a hacer para que mi cuerpo no se vea obsceno con esa ropa?”. Después descubrí que la clave era hacer todo lo contrario, tenía que abrazar mi lado más erótico y disfrutarlo. Gracias a eso empecé a sentirme libre ―Mariela se colocó detrás de Oriana, ella pudo sentir el gran par de tetas apoyándose contra su espalda. Los dedos de la profesora acariciaron el elástico del pantalón de Oriana―. Mirate al espejo y pensá que estas junto a una persona a la que te gustaría excitar. No importa quién sea, incluso ni siquiera es necesario que se trate de una persona real, basta con que imagines el concepto de esa persona. ¿Te creés capaz de alterarle las hormonas?
―No.
―¿Por qué no?
―Porque me da mucha vergüenza desnudarme frente a la gente… siento que se van a reír de mí. Me pasa eso incluso cuando estoy con mi novio.
―Tal vez se deba a que todavía no tenés mucha confianza con él… ni confiás en vos misma. Pero te aseguro una cosa, Oriana, si yo te veo en ropa interior, seguramente me excitaría ―estas palabras sonaron como un susurro junto a la oreja de Oriana. Su corazón se detuvo. ¿Acaso Mariela le estaba confesando su inclinación lésbica?―. Y eso le pasaría a cualquiera ―añadió la profesora―. Porque tenés un cuerpo de infarto. Serías capaz de excitar a hombres y mujeres por igual. ―Mientras hablaba, le fue bajando el pantalón lentamente―. No te asustes, tenés una ropa interior muy bonita, pero no deja de ser algo muy similar a un bikini. Pensá que estás en una pileta, con amigos… ¿alguna vez usaste bikini en una situación así?
―No.
―¿Nunca? ¿Y qué hacés cuando vas a la playa con tus amigos? ¿Te quedás vestida?
―Es que… no tengo amigos. 
Mariela se quedó mirando su propio reflejo en el espejo y a la propia Oriana. No podía creer que una chica tan simpática, bonita y divertida no tuviera amigos.
―Lo más cercano a un amigo ―continuó diciendo Oriana― es mi novio Fernando… y mi hermano, Kaito. Aunque últimamente no hablamos tanto como antes. Él anda en sus propias cosas… él sí tiene amigos. 
―Bueno, nosotras podemos ser amigas ―dijo Mariela, apoyando el mentón en el hombro de Oriana.
Todo el cuerpo de Oriana vibró y sintió una cálida ola recorriendo su cuerpo. Era una sensación extraña que nunca antes había experimentado… la sensación de caerle bien a alguien… de tener una amiga. 
―¿De verdad?
―Claro que sí. Que entre nosotras exista una relación de alumna-maestra no significa que no podamos ser amigas. Aunque sí es un poco raro que yo te esté cobrando…
―En realidad la que te paga es mi mamá ―se apresuró a decir Oriana―. Yo solo me encargo de entregarte el dinero.
―Bueno, creo que eso lo vuelve un poquito menos incómodo. Y ya que somos amigas… ¿querés seguir adelante con esta demostración? Decí que sí solamente si confiás en mí, porque te aseguro que la charla se va a poner mucho más íntima.
Oriana quería que la charla se pusiera más íntima, y no porque de esa forma pudiera sacarle información a Mariela, sino porque era algo que había deseado durante años: tener una amiga con la cual poder hablar de temas muy íntimos. 
―Sí, confío en vos. Sigamos adelante ―respondió, con el corazón acelerado.
Mariela terminó de quitarle el pantalón y luego se sentó en el centro de la cama.
―Vení, sentate adelante mío ―le indicó. Oriana hizo lo que le pedía. De esta forma su espalda quedó apoyada contra las tetas de Mariela―. No dejes de mirarte al espejo ―le habló como si estuvieran en alguna clase de terapia de relajación―. Respirá hondo y concentrate en tu propia imagen ―le dio unos segundos para que se aclimatara―. Ahora decime ¿qué ves? 
―A mí misma…
―Si tuvieras que decirle a alguien qué es lo más lindo de tu cuerpo ¿qué le responderías?
―¿Lo más lindo? No sé… no se me ocurre nada. No sé qué podría gustarle a esa persona.
―Eso no importa, acá lo importante es qué te gusta a vos. A ver… em… por ejemplo ¿tus ojos?
―No… mis ojos no. Son demasiado… rasgados. Demasiado asiáticos.
―Creo que eso los hace tan peculiares.
―Y también hace que la gente te discrimine más, por ser distinta.  
―Mmm… puede ser, no viví tu vida. No sé cómo será la vida de una chica asiática que busca integrarse en Argentina.
―No es fácil. ¿Te dije que no tengo amigos?
―Sí, sí… no te preocupes por eso. Ahora me tenés a mí ―le apoyó el mentón sobre el hombro, a Oriana le gustó este gesto, la hacía sentir en confianza―. Quiero que seas muy sincera con vos misma, dejá de lado la modestia. Si tuvieras que ser em… narcisista por un segundo. ¿Qué es lo que más te gusta de vos? ¿Qué es lo que más orgullosa te hace sentir de tu cuerpo? 
―Em… este…
―Vamos, Ori. Sin miedo. Nadie te va a juzgar porque admitas que tu cuerpo es bonito. Mirá esa chica en el espejo ¿Qué es lo que más te gusta de ella?
―Las tetas ―respondió Oriana, y al instante se sonrojó. 
―Así es… es un buen ejemplo. Tenés tetas preciosas ―las manos de Mariela se posicionaron justo debajo de los senos―. Tendrías que estar muy orgullosas de ellas. Muchas mujeres se mueren de ganas de tener tetas así. Lo sé porque pude ver las miradas de envidia de muchas mujeres cuando me veían las tetas… y las tuyas incluso son más grandes que las mías. Cuando estás desnuda frente al espejo ¿te mirás las tetas?
―Em… no me gusta desnudarme y mirarme al espejo.
―Deberías hacerlo, es una práctica muy buena para perder la inhibición, para amigarte con tu propio cuerpo. Ahora imaginemos una cosa… cuando estés posando frente a la cámara te van a pedir que uses ropa interior…
―Ajá…
―Pero no creo que te pidan que te la quites.
―Espero que no ―Oriana no estaba segura de si le pedirían eso o no.
―Tranquila, no te van a pedir nada que vos no quieras hacer. Estando frente a mí te animaste a usar ropa interior, hasta te noto bastante tranquila.
―Es cierto ―Oriana no quiso decirle que esa tranquilidad se debía a que la estaba pasando bien con Mariela y que esta era la clase de amistad que ella estaba buscando.
―Y si te animás un poquito más acá… ¿no creés que te va a resultar más fácil estar en ropa interior?
―¿Estás pidiéndome que me desnude?
―No, por el momento… bastaría con que te quites el corpiño. 
―¿De verdad creés que esto va a funcionar?
―Quizás… antes yo tenía mucha vergüenza al desnudarme frente a la gente, pero cuando me saqué las fotos pensé que más de una vez había estado desnuda frente a una amiga y que no me importó demasiado. La idea es que cuando hagas la sesión de fotos te acuerdes de este momento y digas: “No me importó tanto sacarme el corpiño frente a Mariela, menos me va a importar que me vean usando ropa interior”.
Esta frase hizo reír a Oriana.
―Tiene mucho sentido. Está bien, me animo… pero si lo hacés vos.
―No tengo ningún problema con eso, tengo mucha práctica en sacar corpiños.
Oriana estaba pensando si se refería a los suyos propios o a los de otras mujeres cuando, por arte de magia, su corpiño se desprendió. Al instante Mariela movió sus dedos con destreza y terminó de quitárselo. Los grandes melones de Oriana aparecieron en el reflejo del espejo. Sus pezones eran pálidos, casi tanto como el resto de sus tetas, pero estaban bien firmes.
―Tenés tetas preciosas, lo dije y lo sostengo. 
Oriana intentó explicarse cómo había pasado de una charla normal con su profesora particular a estar en tetas frente a ella. ¿Qué pensaría su madre si supiera lo que estaba haciendo en ese momento? 
Bueno, tenía problemas más serios de los que preocuparse, como que sus padres se enterasen de las sesiones de fotos eróticas. Eso sí que sería un gran problema. 
―Me gustan tus pezones ―dijo Mariela, sus manos treparon lentamente por esos pechos desnudos y los dedos se cerraron como tenazas sobre los pezones, pero sin ejercer demasiada presión. 
―Gracias…
Oriana giró levemente la cara, ahí estaba Mariela, apoyada en su mentón. Mariela la miró y un impulso irresistible la invadió. Oriana la besó.
Fue un beso rápido, de un par de labios que se tocan con suavidad y timidez. 
Al instante Oriana se sobresaltó e intentó apartarse de su profesora.
―¡Ay, perdón… no sé por qué hice eso! ―Exclamó, mientras se apresuraba a ponerse el corpiño otra vez―. Fue sin querer. Quise darte un beso en la mejilla, por ayudarme con esto y… salió mal.
Mariela soltó una risita.
―No te preocupes, Ori, fue un pequeño accidente, no pasa nada.
―Para mí sí pasa… si mi mamá se llega a enterar que besé a una mujer, me mata.
―No creo que sea para tanto, fue apenas un roce, y vos lo dijiste: intentabas darme un beso en la mejilla.
―Sí sí… pero… em… creo que ya es suficiente. Me quedó claro lo que tengo que hacer en la próxima sesión de fotos. Después te cuento cómo me fue ¿si? 
―Muy bien, y quedate tranquila, no te hagas tanto la cabeza.
―Sí, ni siquiera voy a pensar en ese beso…
―No me refería al beso, sino a la ropa que vas a usar en la sesión de fotos.
―Ah, sí… eso. Tampoco le voy a dar mucha importancia. Lo voy a hacer y listo.
―Además, acordate que te van a pagar.
―Sí, eso me va a venir bien.
Oriana se vistió y salió de allí a toda velocidad. Se sintió mal por despedirse de Mariela de forma tan drástica y sin darle las gracias siquiera, pero estaba demasiado nerviosa. La había besado… aunque fuera sin querer… ¿y si Mariela pensaba que ella tenía intenciones lésbicas? Porque sabía muy bien que Mariela las tenía. La había visto chupar concha en más de un video. 
Decidió que tendría tiempo para mortificarse por eso más adelante. Ahora lo único que importaba era superar la sesión de fotos y sacarle más información a Alexis.

--------

Gracias a la charla íntima con Mariela, Oriana logró abstraerse durante la sesión de fotos. Usó un conjunto de ropa interior que no era tan erótico como había imaginado. Se olvidó por completo de Alexis y todas las poses obscenas, como ponerse en cuatro o abrir las piernas, las hizo pensando en Mariela. No porque pretendiera excitar a su profesora, sino para demostrarle que había aprendido bien la lección. Oriana casi se sintió cómoda con su propio cuerpo, la vergüenza la invadió solo en momentos claves, como cuando Alexis acercó mucho la cámara a su entrepierna. Allí Oriana supo que en la foto se notaría claramente la división de su vagina. Pero cuando pensó que Mariela estaría orgullosa de esa foto, se le pasó el miedo. 
―La sesión quedó de maravilla ―dijo Alexis, con una gran sonrisa―. Acá tenés la plata por las fotos de la vez pasada. No es mucho, porque se trató solo de una prueba, pero estoy seguro de que por las fotos nuevas te van a pagar el doble o el triple.
―Es bueno saberlo ―Oriana aceptó la plata con emoción. Aunque el trabajo no sea lo que ella hubiera preferido, era la primera vez que ganaba dinero con el esfuerzo de su trabajo, sin que fueran sus padres los que le pagaran―. Me comentaron que hay un trabajo de modelaje en el que pagan todavía más ―Oriana necesitó ensayar varias veces esas palabras frente al espejo, no porque fueran complicadas, sino porque temía que no se animara a decirlas… porque luego de decirlas todo se volvería más turbio.
―Puede ser… ―dijo Alexis, mientras guardaba su cámara―. ¿Pensás que vas a poder con ese trabajo? Mirá que la ropa que usaste hoy es discreta en comparación a lo que piden en ese… otro trabajo. Pero sí que pagan mucho más.
―Sí, me interesa ―este era el momento que más temor le generaba. ¿Qué le pediría Alexis a cambio? ¿La haría participar en alguna clase de casting porno? ¿Le pediría que se sacara fotos desnuda?―. ¿Qué tengo que hacer?
―De momento, nada. Con las fotos que te sacaste hoy ya podés asistir a una primera entrevista.
―Ah bien ―dijo, sonriendo, eso la tranquilizó mucho. Ella no necesitaba involucrarse tanto, solo quería reunir información―. ¿Y dónde es la entrevista?
―En un estudio más grande que este, dejá que te anoto la dirección. Te sugiero que no vayas de inmediato, porque antes hay que editar y presentar estas fotos, para que los de ese estudio las vean.
―Muy bien. Gracias.
Oriana salió de allí prácticamente saltando de alegría. Había conseguido un gran avance. Con esta dirección podría averiguar quiénes estaban detrás de todo este asunto y quizás, cuando llegara el momento, simplemente los cuestionaba acerca del asunto de las becas y del instituto.
Cuando Oriana le narró todo esto a Erika y a Siara no mencionó la charla tan íntima que tuvo con Mariela ni les dijo que había tenido que modelar usando un conjunto de ropa interior. Solo dijo que posó para algunas fotos, esas chicas no necesitaban tantos detalles.
Lo que más le gustó a Oriana fue que Erika y Siara escucharon todo el relato con sumo interés, interrumpiéndola solo en momentos puntuales, para aclarar algún detalle. 
―¿Así que vos sospechás que alguien del instituto se aprovecha de las chicas becadas? ―Preguntó Siara, muy seria.  
―Sí, no sé exactamente cómo funciona este sistema, pero sospecho que más de una chica becada terminó siendo actriz porno.
―Eso amplía mucho el panorama de investigación ―dijo Erika―. Ya no se trata solo de Dalma.
―¿Quién es Dalma? ―Preguntó Oriana.
―La chica del instituto que supuestamente tiene un video porno con tres tipos ―dijo Erika―. Seguramente escuchaste hablar de ella. ¿Querés un poco más de té verde? A mí me encanta cómo lo preparan acá.
―No, gracias, ya estoy bien ―por cortesía Oriana no le dijo que prefería estar en un sitio menos “japonés” que un Café-Manga y que el té verde lo podía tomar todos los días en su casa. De todas maneras la estaba pasando realmente bien con estas chicas―. No sabía nada sobre el asunto de Dalma. 
―Qué raro, todo el mundo en el instituto está comentando eso con sus amigos ―dijo Siara. A Oriana le dolió este comentario, no quería decirles que ella no tenía amigos, ni dentro ni fuera del instituto. Nadie le había ido con el chisme―. En fin, lo que necesitás saber es que nosotras estamos investigando este caso. Tenemos un club en el instituto que se encarga de resolver misterios relacionados con los alumnos o los profesores. Este es nuestro primer trabajo… y ya se puso mucho más turbio de lo que imaginaba.
―Sí, super turbio ―acotó Erika―. Si resulta que a Dalma también la contrataron para ser actriz porno… qué quilombo se va a armar. Aunque… esto no encaja con la teoría de las chicas becadas. Dalma está en una buena posición económica.
―Quizás es solo casualidad el tema de las becas ―dijo Oriana―. Aunque no hay que dejar de investigar ninguna posibilidad.
―Me gusta cómo habla esta chica ―dijo Siara, con una gran sonrisa, algo que no era típico de ella.
―¿Puedo hacerles una pregunta? ―Dijo Oriana, con timidez.
―Sí, claro ―la animó Erika.
―¿Hay lugar para una más en ese club de investigación?
Erika y Siara se miraron sorprendidas, y a los pocos segundos, las dos sonrieron.
―¡Claro! ―Respondió Erika―. De hecho, estamos algo cortas de personal. Nos vendría perfecto tener a alguien más en el club. Si querés mañana mismo hacemos la inscripción oficial. Con esto la pesada del centro de estudiantes nos va a dejar de joder por un tiempo.
―¿Qué pesada?
―Sofía Levitz, la rubia mala onda del centro de estudiantes ―respondió Siara―. Ella nos exige como mínimo cuatro personas dentro del club, para que no lo cierren. Vos serías esa cuarta persona. 
―¿En serio? Con lo interesante que suena el club, pensé que ya tenían todos los cupos llenos.
―Al parecer no hay tanta gente interesada en resolver misterios ―dijo Erika―. Pero a todos les encanta el chisme. Si hubiéramos abierto un Club de Chismosas, ya tendríamos como mil personas anotadas. 
Oriana pensó que estas dos chicas le caían muy bien y que, con un poquito de esfuerzo, podría hacerse amigas de ellas. Por un momento se olvidó de los videos porno y de todo lo que envolvía ese asunto. Estaba feliz de poder participar en un club con otras personas y que, desde el primer momento, la contaran como un miembro esencial. No veía la hora de hacer oficial su inscripción. 

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