DOMINGO POR LA MAÑANA
La luz del día me despierta en mi cama, solo como desgraciadamente acostumbro.
Ya es domingo y me duele todo el cuerpo, como si hubiera bebido mucho la noche anterior. Sobre todo, me duele la cabeza, posiblemente como consecuencia de las pastillas que tomé, pero a cambio tengo el cipote tieso como una estaca, preparado nuevamente para follar.
No escucho ningún ruido en la casa.
Me levanto y el dormitorio de mis padres está cerrado, lo abro y allí está mi madre, sola, durmiendo todavía, de espaldas a mí, encima de la cama, vistiendo un camisón corto, muy ligero, casi transparente, que permite ver sus piernas largas y esbeltas. No sé si lleva ropa interior, pero juraría que no.
Me entran ganas de meterme en la cama con ella, pero no sé dónde está mi padre en este momento, así que recorro la casa y allí está mi padre, en la terraza, con un montón de papeles encima de la mesa, leyendo unos informes del trabajo, como acostumbra. ¿Cuándo descansará de esa vida tan insulsa que lleva?
Me pongo a desayunar recordando el día anterior, sobre todo las relaciones sexuales tan maravillosas que mantuve con mi madre, como me la follé por detrás y por delante, y los azotes que la di en su culo macizo y respingón.
También recuerdo que quedé con varios amigos la pasada noche y ni asistí ni pude llamarles para decirles que no pude ir. Si les contará lo que me ocurrió, seguramente me aplaudirían con envidia.
En este momento recuerdo a Jorge, mi “amigo” de la escuela, que violó a mi madre el pasado viernes. Me pregunto que habrá sido de él, así que, como mi madre continúa en la cama y mi padre parece que está de guardia para que nadie se meta entre las piernas de su mujercita, opto por irme a la casa de Jorge para ver cómo se encuentra.
Camino tranquilamente hacia su casa y al llegar, aprovecho que en ese momento sale un vecino del edificio para entrar sin llamar.
Al llegar a la puerta de la vivienda llamo al timbre varias veces pero no se oyen ruidos dentro, por lo que después de unos minutos vuelvo a llamar al ascensor para marcharme.
En ese momento oigo ruidos detrás de la puerta de la vivienda de Jorge, y la puerta se abre.
Me acerco y es Marga, la madre de Jorge, la que me ha abierto.
Está adormilada, como drogada, como si la hubiera levantado de la cama con mis llamadas, con el pelo corto sin peinar.
Lleva puesto un camisón estampado, muy ligero, con tirantes, que la llega bastante arriba de las rodillas, y unas zapatillas en los pies.
Recuerdo que alguna vez Jorge me comentó que su madre toma pastillas para dormir, y a veces continúa dormida hasta la hora de comer.
La digo que soy Pablo, el amigo de Jorge, su hijo.
Me balbucea que ha salido, que vendrá para comer.
La miento al decirla que Jorge quería que pasara hoy por la mañana por su casa para recoger unas cintas grabadas que le pedí.
Me repite que no está en casa, pero yo insisto que solamente es recoger las cintas de vídeo que dejo en su habitación expresamente para mí.
Parece que es muy complicado para ella entenderme, ya que lo único que piensa es en volver a la cama para dormir, por lo que me deja entrar.
Me voy directamente hacia la habitación de Jorge y escucho como la madre de Jorge arrastra sus pies hasta su dormitorio.
Entro al dormitorio de Jorge. No hay ninguna cinta encima de su mesa ni sobre la cama ni debajo de ella. Miro en la estantería de libros y en los cajones de su mesa, pero nada.
Abro el armario de su ropa, y me pongo a buscar alguna cinta entre la ropa, en los distintos cajones y estantes.
Saco cosas del armario y golpeo con mis nudillos en sus paredes, buscando paneles escondidos y, ¡el corazón de me da un vuelvo!, oigo un ruido a hueco.
Intento abrirlo y lo consigo, encontrando un auténtico tesoro de cintas grabadas. Las hay a cientos, todas con etiquetas de protagonistas, lugares y fechas. Lo dicho un auténtico tesoro.
La mayoría de las cintas corresponden a personas que ni conozco, pero otras sí que las conozco y muy bien.
Encuentro no una, sino varias cintas de mi madre. Hay también varias de la madre de Jorge, de la tía buena de la clase, de las duchas de las tías, de la playa, de supermercados, de transportes públicos, etc.
Cojo una bolsa de deporte que tiene Jorge en su armario, la vacío en el mismo armario, y la lleno de un montón de cintas. Ya vería en casa las que me interesan.
En el mismo panel secreto encuentro varias cámaras para grabar, de distintos tamaños, algunas del tamaño de un botón.
En ese momento empiezo a pensar en la madre de Jorge, que duerme profundamente en su dormitorio, y que no tiene ningún guardián que la proteja de que se la follen en este momento.
Si Jorge se tiró a mi madre, ¿por qué no voy a hacer lo mismo con la suya?. Es de justicia, un polvo por otro, una madre por otra. Y aunque no sea así, me la follo porque me apetece.
La madre de Marga debe tener unos cuarenta y pocos años, pero su cuerpo, aunque no llega ni mucho menos al nivel de mi madre, tiene un buen polvo. Si al hijo le gusta grabarla desnuda o incluso follando, al amigo de su hijo también y, si es posible, también con él también de protagonista.
Marga debe tener casi unos 60 kilos de peso sobre casi un metro setenta de estatura, tetas no muy grandes, pero un buen culo, piernas largas y esbeltas, pelo castaño claro, casi rubio, ojos grandes, cara redonda, nariz respingona y labios carnosos.
Cojo dos cámaras y la bolsa llena de cintas grabadas, y entro al dormitorio de los padres de Jorge.
Allí está Marga tumbada durmiendo profundamente sobre la cama, casi boca arriba, aunque un poco ladeada hacia su derecha.
Coloco las cámaras en distintos lugares pero siempre apuntando a la cama, a Marga.
Subo la persiana para que entre luz y pueda grabarla sin problemas. La luz inunda toda la habitación pero la madre de Jorge ni se inmuta, continúa durmiendo profundamente sin mover ni un músculo.
Me acerco a ella, lleva puestas las bragas debajo del camisón. Me parece estupendo, así puedo sentir el placer de bajarla las bragas, de quitárselas.
La toco una pierna y continúa sin moverse, durmiendo, solo su pecho sube y baja por la respiración.
Me quito la ropa y la dejo doblada sobre una silla.
Si no se despierta me la follo dormida, pero si se despierta tampoco hay problema, o colabora o la violo. Así de sencillo, hoy me la follo.
Totalmente desnudo me acerco a las cámaras de vídeo y las pongo en marcha.
¡Empieza el espectáculo!
Me acerco a los pies dela cama, pongo mis manos sobre los pies de Marga, ni se inmuta, las voy subiendo poco a poco, acariciando sus pies y sus piernas en mi subida.
Ya llego a sus muslos, subo las manos poco a poco y los meto debajo de su camisón, subo sobre sus caderas, llego al borde de las bragas y tiro de ellas hacia abajo, bajan un poco pero se detienen por la forma y el peso de sus nalgas, tiro un poco más pero nada.
Muevo las manos y la subo la falda por delante para verla mejor. Sus bragas están dobladas por delante, permitiendo ver el vello púbico e incluso algo la entrada anhelada.
Pongo ahora mis manos bajo sus nalgas, y las levanto un poco mientras tiro hacia debajo de sus bragas, bajándolas.
Saco las manos de sus nalgas y tiro ahora de las bragas hacia abajo, que se deslizan ahora sin problemas.
Mientras se las voy bajando poco a poco, acaricio con mis dedos sus piernas sin dejar de contemplarla el conejo.
Se las quito, las contemplo un instante y las tiro hacia la cabecera de la cama, donde milagrosamente se quedan colgadas.
Ahora viene lo de quitarla el camisón.
Tirar de él me parece un trabajo demasiado cansado y aburrido, así que me voy a la cocina y vuelvo con unas tijeras.
La corto un lateral del camisón de abajo a arriba, luego el otro, para acabar con los dos tirantes para retirar sin ningún problema la parte superior del camisón, que dejo caer al suelo.
Ahí está el cuerpo desnudo de la madre de Jaime, Marga, en todo su esplendor, con su conejo sin depilar pero con el pelo corto que permite ver su raja, y sus tetas, más bien pequeñas pero puntiagudas y nada caídas.
Empiezo donde antes me interrumpí, en sus caderas, donde pongo mis manos y las acaricio, para luego ir subiendo poco a poco por los laterales de su cuerpo, recorriendo sus brazos, sus manos, hasta llegar a sus hombros, donde me paro acariciándolos.
Luego subo despacio por su cuello, por sus orejas, donde me detengo un momento acariciándolas, para continuar a su cabeza.
La retiro el pelo de la cara, bajando ahora por su frente, sus cejas, sus ojos, pómulos, nariz, deteniéndome un poco en cada uno, hasta llegar a su boca.
Acarició sus labios carnosos por fuera, y poco a poco voy metiendo mis dedos en su boca, acariciando sus labios por dentro, su lengua. Mis dedos entran y salen varias veces de su boca, como si estuviera follándomela.
Ahora bajo por su barbilla, por su cuello. Recorro la parte central de su cuello con las yemas de mis dedos hasta llegar a su escote.
Ahí bajo un poco hasta que mis manos se separan una de otra, para llegar a sus tetas, pequeñas, puntiagudas, suaves.
Las acaricio con la punta de mis dedos, haciendo movimientos circulares, abarcándolas, acercándome cada vez más a sus pezones hasta que los alcanzo.
Han crecido y están duros.
Miro a la cara de Marga y continúa con los ojos cerrados, sin moverse, ¿estará dormida o simplemente fingiendo?
Acaricio sus pezones con mis dedos, e incluso los pellizco suavemente, viendo cómo crecen todavía más.
Abandono poco a poco sus pezones, bajando mis manos por su vientre, poco a poco, acariciándolo.
Mis manos siguen bajando, se detienen un poco en el ombligo haciendo movimientos circulares, acariciándolo, para continuar bajando hasta alcanzar su vello púbico y de allí a su conejo.
Bajo poco a poco, sin dejar de acariciar la parte exterior de su raja, hasta que, en su punto medio, introduzco un poco las yemas de mis dedos, acariciando su interior, y lo abro un poco, viendo su ansiado contenido y recorriendo ahora en toda su extensión sus labios, su clítoris y la entrada a su vagina.
Hago un leve intento de meter uno de mis dedos en su vagina, pero enseguida subo a su clítoris, donde poco a poco mis caricias van siendo más y más insistentes.
Marga se retuerce por el placer que la proporciono, pero se niega a demostrarme que está despierta, disfrutando de las caricias íntimas que la está dando el amigo de su hijo.
Me tumbo entre sus piernas, ya abiertas, y acercando mi boca a sus genitales, comienzo a recorrerlos con la lengua en toda su longitud, por dentro y por fuera, para acabar concentrándome en su clítoris, en los que alterno lametones largos con movimientos circulares de la punta de mi lengua.
Su conejo está chorreando, lubricado por el deseo, por el placer que está sintiendo.
Ahora Marga gime y se retuerce cada vez más de placer, pero se niega a abrir los ojos, quizá intentando demostrarse a sí misma que no es infiel a su marido, que es pura sin pensamientos lascivos, y si algo placentero la ocurre es contra su voluntad.
Mientras la lamo su clítoris, aprovecho para meter poco a poco un dedo dentro de su vagina, cada vez más dentro, entrando y saliendo, entrando y saliendo, como si me la estuviera follando con el dedo.
Ahora la meto otro, y otro, preparándola para mi enorme cipote que ansía meterse en la vagina de la madre de Jorge.
Sin dejar de lamerla el clítoris, doblo un poco los dedos dentro de la vagina y acaricio poco a poco las paredes vaginales de Marga, y la oigo chillar de placer.
La cama está mojada, así como todo su conejo y mis dedos, mi lengua, mi cara, del líquido que está soltando su conejo.
Ahora está preparada para que me la folle.
Saco los dedos de su vagina, y me tumbo sobre ella, metiéndola mi rabo dentro de su conejo mojado, que se desliza rápidamente hasta el fondo.
La oigo jadear en mi cara, y comienzo a follármela, poco a poco, primero sin meterla del todo, luego hasta el fondo, alternando la profundidad del folleteo, hasta que la vuelvo a oír gritar de placer.
Pero yo todavía no he logrado eyacular, y tengo el cipote enorme, tieso, lleno de sangre y energía.
Se la saco, me levanto de la cama y tiro de ella obligándola a que se ponga boca abajo sobre la cama.
Pongo la almohada bajo su conejo, levantándola el culo, poniéndoselo en pompa.
La doy un par de buenos azotes y la abro las nalgas.
Allí está su otro agujero, mi nuevo objetivo.
Me pongo de rodillas detrás de sus nalgas, pegado a ellas, y, poco a poco, se la voy metiendo.
Al principio la noto incómoda, pero poco a poco la va gustando y yo cada vez la cabalgo con más fuerza, con más energía, escuchando sus gemidos de placer.
Sus nalgas se agitan como gelatina ante mis embestidas.
La cama, por el ruido que hace, amenaza con romperse, pegando una y otra vez contra la pared, hasta tirar un cuadro que estaba en su cabecera. Un cuadro de la Virgen María mirando al cielo con ojos piadosos y puros.
Al fin me llega el tan ansiado orgasmo. Lo dejo fluir y rugo como el león de las películas.
En ese momento oigo la puerta de la calle, alguien la está abriendo.
Me levanto rápidamente, me visto a la carrera, cojo las cintas de las dos cámaras que estaban grabando así como la bolsa de deportes llena de grabaciones, y salgo del dormitorio sin mirar siquiera a Marga que todavía yace sin moverse desnuda en el cama.
Me cruzo con Jorge que está en la cocina, tomado algo del frigorífico.
Me mira asombrado, balbuceando algo así como: “¡Pero …”
Y salgo de la vivienda, bajando corriendo por las escaleras.
En mi bajada me parece oír a Jorge que grita:
¡Pero serás puta…!
Le oigo abrir la puerta de la calle, pero yo ya estoy abajo.
¡Objetivo cumplido!
La luz del día me despierta en mi cama, solo como desgraciadamente acostumbro.
Ya es domingo y me duele todo el cuerpo, como si hubiera bebido mucho la noche anterior. Sobre todo, me duele la cabeza, posiblemente como consecuencia de las pastillas que tomé, pero a cambio tengo el cipote tieso como una estaca, preparado nuevamente para follar.
No escucho ningún ruido en la casa.
Me levanto y el dormitorio de mis padres está cerrado, lo abro y allí está mi madre, sola, durmiendo todavía, de espaldas a mí, encima de la cama, vistiendo un camisón corto, muy ligero, casi transparente, que permite ver sus piernas largas y esbeltas. No sé si lleva ropa interior, pero juraría que no.
Me entran ganas de meterme en la cama con ella, pero no sé dónde está mi padre en este momento, así que recorro la casa y allí está mi padre, en la terraza, con un montón de papeles encima de la mesa, leyendo unos informes del trabajo, como acostumbra. ¿Cuándo descansará de esa vida tan insulsa que lleva?
Me pongo a desayunar recordando el día anterior, sobre todo las relaciones sexuales tan maravillosas que mantuve con mi madre, como me la follé por detrás y por delante, y los azotes que la di en su culo macizo y respingón.
También recuerdo que quedé con varios amigos la pasada noche y ni asistí ni pude llamarles para decirles que no pude ir. Si les contará lo que me ocurrió, seguramente me aplaudirían con envidia.
En este momento recuerdo a Jorge, mi “amigo” de la escuela, que violó a mi madre el pasado viernes. Me pregunto que habrá sido de él, así que, como mi madre continúa en la cama y mi padre parece que está de guardia para que nadie se meta entre las piernas de su mujercita, opto por irme a la casa de Jorge para ver cómo se encuentra.
Camino tranquilamente hacia su casa y al llegar, aprovecho que en ese momento sale un vecino del edificio para entrar sin llamar.
Al llegar a la puerta de la vivienda llamo al timbre varias veces pero no se oyen ruidos dentro, por lo que después de unos minutos vuelvo a llamar al ascensor para marcharme.
En ese momento oigo ruidos detrás de la puerta de la vivienda de Jorge, y la puerta se abre.
Me acerco y es Marga, la madre de Jorge, la que me ha abierto.
Está adormilada, como drogada, como si la hubiera levantado de la cama con mis llamadas, con el pelo corto sin peinar.
Lleva puesto un camisón estampado, muy ligero, con tirantes, que la llega bastante arriba de las rodillas, y unas zapatillas en los pies.
Recuerdo que alguna vez Jorge me comentó que su madre toma pastillas para dormir, y a veces continúa dormida hasta la hora de comer.
La digo que soy Pablo, el amigo de Jorge, su hijo.
Me balbucea que ha salido, que vendrá para comer.
La miento al decirla que Jorge quería que pasara hoy por la mañana por su casa para recoger unas cintas grabadas que le pedí.
Me repite que no está en casa, pero yo insisto que solamente es recoger las cintas de vídeo que dejo en su habitación expresamente para mí.
Parece que es muy complicado para ella entenderme, ya que lo único que piensa es en volver a la cama para dormir, por lo que me deja entrar.
Me voy directamente hacia la habitación de Jorge y escucho como la madre de Jorge arrastra sus pies hasta su dormitorio.
Entro al dormitorio de Jorge. No hay ninguna cinta encima de su mesa ni sobre la cama ni debajo de ella. Miro en la estantería de libros y en los cajones de su mesa, pero nada.
Abro el armario de su ropa, y me pongo a buscar alguna cinta entre la ropa, en los distintos cajones y estantes.
Saco cosas del armario y golpeo con mis nudillos en sus paredes, buscando paneles escondidos y, ¡el corazón de me da un vuelvo!, oigo un ruido a hueco.
Intento abrirlo y lo consigo, encontrando un auténtico tesoro de cintas grabadas. Las hay a cientos, todas con etiquetas de protagonistas, lugares y fechas. Lo dicho un auténtico tesoro.
La mayoría de las cintas corresponden a personas que ni conozco, pero otras sí que las conozco y muy bien.
Encuentro no una, sino varias cintas de mi madre. Hay también varias de la madre de Jorge, de la tía buena de la clase, de las duchas de las tías, de la playa, de supermercados, de transportes públicos, etc.
Cojo una bolsa de deporte que tiene Jorge en su armario, la vacío en el mismo armario, y la lleno de un montón de cintas. Ya vería en casa las que me interesan.
En el mismo panel secreto encuentro varias cámaras para grabar, de distintos tamaños, algunas del tamaño de un botón.
En ese momento empiezo a pensar en la madre de Jorge, que duerme profundamente en su dormitorio, y que no tiene ningún guardián que la proteja de que se la follen en este momento.
Si Jorge se tiró a mi madre, ¿por qué no voy a hacer lo mismo con la suya?. Es de justicia, un polvo por otro, una madre por otra. Y aunque no sea así, me la follo porque me apetece.
La madre de Marga debe tener unos cuarenta y pocos años, pero su cuerpo, aunque no llega ni mucho menos al nivel de mi madre, tiene un buen polvo. Si al hijo le gusta grabarla desnuda o incluso follando, al amigo de su hijo también y, si es posible, también con él también de protagonista.
Marga debe tener casi unos 60 kilos de peso sobre casi un metro setenta de estatura, tetas no muy grandes, pero un buen culo, piernas largas y esbeltas, pelo castaño claro, casi rubio, ojos grandes, cara redonda, nariz respingona y labios carnosos.
Cojo dos cámaras y la bolsa llena de cintas grabadas, y entro al dormitorio de los padres de Jorge.
Allí está Marga tumbada durmiendo profundamente sobre la cama, casi boca arriba, aunque un poco ladeada hacia su derecha.
Coloco las cámaras en distintos lugares pero siempre apuntando a la cama, a Marga.
Subo la persiana para que entre luz y pueda grabarla sin problemas. La luz inunda toda la habitación pero la madre de Jorge ni se inmuta, continúa durmiendo profundamente sin mover ni un músculo.
Me acerco a ella, lleva puestas las bragas debajo del camisón. Me parece estupendo, así puedo sentir el placer de bajarla las bragas, de quitárselas.
La toco una pierna y continúa sin moverse, durmiendo, solo su pecho sube y baja por la respiración.
Me quito la ropa y la dejo doblada sobre una silla.
Si no se despierta me la follo dormida, pero si se despierta tampoco hay problema, o colabora o la violo. Así de sencillo, hoy me la follo.
Totalmente desnudo me acerco a las cámaras de vídeo y las pongo en marcha.
¡Empieza el espectáculo!
Me acerco a los pies dela cama, pongo mis manos sobre los pies de Marga, ni se inmuta, las voy subiendo poco a poco, acariciando sus pies y sus piernas en mi subida.
Ya llego a sus muslos, subo las manos poco a poco y los meto debajo de su camisón, subo sobre sus caderas, llego al borde de las bragas y tiro de ellas hacia abajo, bajan un poco pero se detienen por la forma y el peso de sus nalgas, tiro un poco más pero nada.
Muevo las manos y la subo la falda por delante para verla mejor. Sus bragas están dobladas por delante, permitiendo ver el vello púbico e incluso algo la entrada anhelada.
Pongo ahora mis manos bajo sus nalgas, y las levanto un poco mientras tiro hacia debajo de sus bragas, bajándolas.
Saco las manos de sus nalgas y tiro ahora de las bragas hacia abajo, que se deslizan ahora sin problemas.
Mientras se las voy bajando poco a poco, acaricio con mis dedos sus piernas sin dejar de contemplarla el conejo.
Se las quito, las contemplo un instante y las tiro hacia la cabecera de la cama, donde milagrosamente se quedan colgadas.
Ahora viene lo de quitarla el camisón.
Tirar de él me parece un trabajo demasiado cansado y aburrido, así que me voy a la cocina y vuelvo con unas tijeras.
La corto un lateral del camisón de abajo a arriba, luego el otro, para acabar con los dos tirantes para retirar sin ningún problema la parte superior del camisón, que dejo caer al suelo.
Ahí está el cuerpo desnudo de la madre de Jaime, Marga, en todo su esplendor, con su conejo sin depilar pero con el pelo corto que permite ver su raja, y sus tetas, más bien pequeñas pero puntiagudas y nada caídas.
Empiezo donde antes me interrumpí, en sus caderas, donde pongo mis manos y las acaricio, para luego ir subiendo poco a poco por los laterales de su cuerpo, recorriendo sus brazos, sus manos, hasta llegar a sus hombros, donde me paro acariciándolos.
Luego subo despacio por su cuello, por sus orejas, donde me detengo un momento acariciándolas, para continuar a su cabeza.
La retiro el pelo de la cara, bajando ahora por su frente, sus cejas, sus ojos, pómulos, nariz, deteniéndome un poco en cada uno, hasta llegar a su boca.
Acarició sus labios carnosos por fuera, y poco a poco voy metiendo mis dedos en su boca, acariciando sus labios por dentro, su lengua. Mis dedos entran y salen varias veces de su boca, como si estuviera follándomela.
Ahora bajo por su barbilla, por su cuello. Recorro la parte central de su cuello con las yemas de mis dedos hasta llegar a su escote.
Ahí bajo un poco hasta que mis manos se separan una de otra, para llegar a sus tetas, pequeñas, puntiagudas, suaves.
Las acaricio con la punta de mis dedos, haciendo movimientos circulares, abarcándolas, acercándome cada vez más a sus pezones hasta que los alcanzo.
Han crecido y están duros.
Miro a la cara de Marga y continúa con los ojos cerrados, sin moverse, ¿estará dormida o simplemente fingiendo?
Acaricio sus pezones con mis dedos, e incluso los pellizco suavemente, viendo cómo crecen todavía más.
Abandono poco a poco sus pezones, bajando mis manos por su vientre, poco a poco, acariciándolo.
Mis manos siguen bajando, se detienen un poco en el ombligo haciendo movimientos circulares, acariciándolo, para continuar bajando hasta alcanzar su vello púbico y de allí a su conejo.
Bajo poco a poco, sin dejar de acariciar la parte exterior de su raja, hasta que, en su punto medio, introduzco un poco las yemas de mis dedos, acariciando su interior, y lo abro un poco, viendo su ansiado contenido y recorriendo ahora en toda su extensión sus labios, su clítoris y la entrada a su vagina.
Hago un leve intento de meter uno de mis dedos en su vagina, pero enseguida subo a su clítoris, donde poco a poco mis caricias van siendo más y más insistentes.
Marga se retuerce por el placer que la proporciono, pero se niega a demostrarme que está despierta, disfrutando de las caricias íntimas que la está dando el amigo de su hijo.
Me tumbo entre sus piernas, ya abiertas, y acercando mi boca a sus genitales, comienzo a recorrerlos con la lengua en toda su longitud, por dentro y por fuera, para acabar concentrándome en su clítoris, en los que alterno lametones largos con movimientos circulares de la punta de mi lengua.
Su conejo está chorreando, lubricado por el deseo, por el placer que está sintiendo.
Ahora Marga gime y se retuerce cada vez más de placer, pero se niega a abrir los ojos, quizá intentando demostrarse a sí misma que no es infiel a su marido, que es pura sin pensamientos lascivos, y si algo placentero la ocurre es contra su voluntad.
Mientras la lamo su clítoris, aprovecho para meter poco a poco un dedo dentro de su vagina, cada vez más dentro, entrando y saliendo, entrando y saliendo, como si me la estuviera follando con el dedo.
Ahora la meto otro, y otro, preparándola para mi enorme cipote que ansía meterse en la vagina de la madre de Jorge.
Sin dejar de lamerla el clítoris, doblo un poco los dedos dentro de la vagina y acaricio poco a poco las paredes vaginales de Marga, y la oigo chillar de placer.
La cama está mojada, así como todo su conejo y mis dedos, mi lengua, mi cara, del líquido que está soltando su conejo.
Ahora está preparada para que me la folle.
Saco los dedos de su vagina, y me tumbo sobre ella, metiéndola mi rabo dentro de su conejo mojado, que se desliza rápidamente hasta el fondo.
La oigo jadear en mi cara, y comienzo a follármela, poco a poco, primero sin meterla del todo, luego hasta el fondo, alternando la profundidad del folleteo, hasta que la vuelvo a oír gritar de placer.
Pero yo todavía no he logrado eyacular, y tengo el cipote enorme, tieso, lleno de sangre y energía.
Se la saco, me levanto de la cama y tiro de ella obligándola a que se ponga boca abajo sobre la cama.
Pongo la almohada bajo su conejo, levantándola el culo, poniéndoselo en pompa.
La doy un par de buenos azotes y la abro las nalgas.
Allí está su otro agujero, mi nuevo objetivo.
Me pongo de rodillas detrás de sus nalgas, pegado a ellas, y, poco a poco, se la voy metiendo.
Al principio la noto incómoda, pero poco a poco la va gustando y yo cada vez la cabalgo con más fuerza, con más energía, escuchando sus gemidos de placer.
Sus nalgas se agitan como gelatina ante mis embestidas.
La cama, por el ruido que hace, amenaza con romperse, pegando una y otra vez contra la pared, hasta tirar un cuadro que estaba en su cabecera. Un cuadro de la Virgen María mirando al cielo con ojos piadosos y puros.
Al fin me llega el tan ansiado orgasmo. Lo dejo fluir y rugo como el león de las películas.
En ese momento oigo la puerta de la calle, alguien la está abriendo.
Me levanto rápidamente, me visto a la carrera, cojo las cintas de las dos cámaras que estaban grabando así como la bolsa de deportes llena de grabaciones, y salgo del dormitorio sin mirar siquiera a Marga que todavía yace sin moverse desnuda en el cama.
Me cruzo con Jorge que está en la cocina, tomado algo del frigorífico.
Me mira asombrado, balbuceando algo así como: “¡Pero …”
Y salgo de la vivienda, bajando corriendo por las escaleras.
En mi bajada me parece oír a Jorge que grita:
¡Pero serás puta…!
Le oigo abrir la puerta de la calle, pero yo ya estoy abajo.
¡Objetivo cumplido!
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