Ella aparece, irrumpe con dos relatos, y luego desaparece por dos años.
Ya se que es así. Hace mucho tiempo que la conozco.
Nuestras charlas en pandemia fueron interminables, y todas concluían a borbotones, pegajosas, jadeantes. Las promesas que nos prodigamos fueron feroces, y, creo que hago bien en decirlo, fueron aprovechadas por otras personas.
No hago mal en decir que llegué a conocerla personalmente. Fugaz. Fueron apenas treinta segundos, y una mirada cómplice, casi avergonzada.
Pero montando su corcel de acero, dándole una patada a su motocicleta, aceleró y se fue.
Hoy reapareció con un relato fulminante, que se los dejo acá para que lo lean.
http://www.poringa.net/posts/relatos/4613972/Policia.html
En realidad publicó dos relatos en medio de la madrugada. El otro me lo guardo para mí.
Este relato que les comparto es largo. Muy largo. Sírvanse un café. Póngase en un lugar seguro. Haganló a solas. Se los digo por experiencia.
No sea cosa que les pase lo mismo que a mí, hace apenas unos minutos, apenas pasadas las nueve de la mañana, cuando estoy trabajando en un bar, y me puse a leerlo. Inmediatamente, me provocó un espasmo muy conocido en mi vientre.
Es el mismo que sentía cuando nos leíamos.
Cada párrafo del relato, más incendiario que el anterior.
Y, claro, se trata de un súper-relato encadenado, en dos tiempos, un polvo encima de un polvo, como una mamuska construida de deseos, recuerdos y pija.
No puedo sino pagar la cuenta raudo, levantar mis cosas, y entrar al baño, sin saber todavía que iba a hacer.
Necesitaba aliviarme, y encerré en mi mano la barra enhiesta de carne palpitante provocada por el relato del encuentro, que encierra el relato del recuerdo, que se mezcla con el recuerdo de su mirada tímida y su boca ardiente, con el recuerdo de dos fotos desnuda que me mandó y que no guardé, y el deseo de tenerla en el aire, liviana, encima mío, hasta que el alivio llega.
Ahora soy yo el que está en un baño público, sintiendo como un torrente recorre mi cuerpo, estruja mis abdominales y se libera en un estertor, dos, tres. Cinco lechazos en el aire, golpean los azulejos del baño del bar, y que debieron resbalar en las tetas de ella.
Acomodo mis ropas, y me decido. Le escribo.
-La cuarentena terminó. Tengo para darte todo lo que nos prometimos.
Ya se que es así. Hace mucho tiempo que la conozco.
Nuestras charlas en pandemia fueron interminables, y todas concluían a borbotones, pegajosas, jadeantes. Las promesas que nos prodigamos fueron feroces, y, creo que hago bien en decirlo, fueron aprovechadas por otras personas.
No hago mal en decir que llegué a conocerla personalmente. Fugaz. Fueron apenas treinta segundos, y una mirada cómplice, casi avergonzada.
Pero montando su corcel de acero, dándole una patada a su motocicleta, aceleró y se fue.
Hoy reapareció con un relato fulminante, que se los dejo acá para que lo lean.
http://www.poringa.net/posts/relatos/4613972/Policia.html
En realidad publicó dos relatos en medio de la madrugada. El otro me lo guardo para mí.
Este relato que les comparto es largo. Muy largo. Sírvanse un café. Póngase en un lugar seguro. Haganló a solas. Se los digo por experiencia.
No sea cosa que les pase lo mismo que a mí, hace apenas unos minutos, apenas pasadas las nueve de la mañana, cuando estoy trabajando en un bar, y me puse a leerlo. Inmediatamente, me provocó un espasmo muy conocido en mi vientre.
Es el mismo que sentía cuando nos leíamos.
Cada párrafo del relato, más incendiario que el anterior.
Y, claro, se trata de un súper-relato encadenado, en dos tiempos, un polvo encima de un polvo, como una mamuska construida de deseos, recuerdos y pija.
No puedo sino pagar la cuenta raudo, levantar mis cosas, y entrar al baño, sin saber todavía que iba a hacer.
Necesitaba aliviarme, y encerré en mi mano la barra enhiesta de carne palpitante provocada por el relato del encuentro, que encierra el relato del recuerdo, que se mezcla con el recuerdo de su mirada tímida y su boca ardiente, con el recuerdo de dos fotos desnuda que me mandó y que no guardé, y el deseo de tenerla en el aire, liviana, encima mío, hasta que el alivio llega.
Ahora soy yo el que está en un baño público, sintiendo como un torrente recorre mi cuerpo, estruja mis abdominales y se libera en un estertor, dos, tres. Cinco lechazos en el aire, golpean los azulejos del baño del bar, y que debieron resbalar en las tetas de ella.
Acomodo mis ropas, y me decido. Le escribo.
-La cuarentena terminó. Tengo para darte todo lo que nos prometimos.
1 comentarios - Volvió la chica de la moto