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JUEGOS DE MUCHACHOS
Un tema estrictamente laboral nos llevó a mudarnos de nuestro pueblo natal a la gran ciudad, Ramiro y Noelia, nuestros hijos, todavía eran pequeños y no empezaban a ir a la escuela, incluso la niña aun usaba pañales.
Con Mirna lo evaluamos muchas veces, vimos todos los ángulos, ella es ingeniera industrial y la oportunidad no se presentaría muchas veces en la vida, aceptar ese empleo no era un paso adelante, era un gran salto para nosotros, incluso en forma paralela a mí me conseguían un puesto en una dependencia gubernamental.
Es más, también pagaban el desarraigo y por dos años la empresa se encargaría de costear el respectivo alquiler de la propiedad que eligiéramos.
Es cierto, nos alejaríamos de la familia, de las costumbres, del barrio, de las amistades, de los afectos, era cerrar un libro y empezar a escribir otro, hojas en blanco, pero sabíamos que estábamos en esa ventana única que te da la vida para aprovechar oportunidades
Ya habíamos hecho un par de viajes para ver un poco de que se trataba la oferta antes de cerrar los ojos y tirarnos al vacío, y cuando Mirna estampó su firma en el contrato ya no hubo retorno.
Y ahí viajamos los cuatro en nuestro coche, por quinientos quilómetros, con le mente llena de preguntas y toda la apuesta a un futuro ganador.
Después de una semana en un hotel al fin pudimos establecernos en nuestra casita, modesta y bonita, cumplía con todas nuestras expectativas, un barrio tranquilo y un tanto apartado de la urbe, cerca del polo obrero donde se levantaban empresas de todo tipo.
Mi esposa y yo combinamos horarios laborales para poder estar al cuidado de los pequeños, nos adaptamos a la gran ciudad y nos metimos en la nueva rutina de vida.
Muchas cosas serían diferentes, las grandes cadenas comerciales, los lugares de paseos, el smog de la atmósfera, los autos pululando como hormigas y las luces infinitas de los grandes edificios.
Aprendimos lo bueno, también lo malo, todo quedaba lejos, todo era enorme, todo llevaba tiempo y la gente no era tan buena como en el pueblo, había saqueos y algunos robos planificados, lo cual sería una excusa para cruzar a Marcos y su esposa.
Es que como es habitual nos fuimos conociendo con los vecinos, con unos, con otros, contamos nuestras vidas, aprendimos de las suyas, el viejo Olivares, un jubilado viudo de mal carácter que vivía al frente, la familia Martínez a un lado, un matrimonio de unos cincuenta con hijos adolescentes, los Quesada al otro lado, matrimonio conflictivo si lo había, cargado de mutuas infidelidades donde hoy era todo amor y mañana una guerra sin cuartel, un poco más lejos la adolescentes Sofía y Macarena, estudiaban música, un alquiler compartido pagado por sus padres, y así uno tras otro, hasta llegar a la familia Mastrángelo.
Ellos eran contemporáneos a nosotros, Ema, la mujer, maestra jardinera, él, Marcos, instructor en un gimnasio y personal trainer. Tenían una niña de la edad de Ramiro, y por afinidad de edades y situaciones en la vida pegamos onda. Marcos era un tipo muy entrador y Ema muy simpática, y si bien no dejaban de ser vecinos, ellos fueron un poco especiales.
Pronto compartimos números de celulares y pasamos a formar parte del grupo de WhatsApp de vecinos, funcionaba como una especie de red vecinal de protección por si alguien necesitara algo, y bueno, entre tantos tuvimos los contactos de los Mastrángelo.
Con el pasar de los días se formó una amistad especial, Marcos me invitaba cada tanto a jugar al paddle, y a mí me gustaba acompañarlo, siempre me llevaba en su coche, era jugar un rato, divertirnos, tomar algo y de regreso a casa.
Ema y Mirna no se llevaban tan bien, en verdad el trabajo a Mirna le quitaba demasiado tiempo y solo quería descansar, y otro tanto pasaba con Ema, los niños le sacaban todas las energías.
Marcos tenía un físico envidiable, con cada músculo marcado, como pintado a mano, y a veces bromeaba con mi esposa sobre si le gustaba nuestro vecino, pero ella solo volteaba los ojos como desaprobando mis insinuaciones, ella solo pensaba en su trabajo, en nuestros pequeños y en dormir un rato.
Y de la complicidad de esos partidos de paddle, de esos vecinos, de esos amigos, alguna vez surgió alguna que otra charla de WhatsApp, de deportes, de la vida, de vacaciones, de planes y alguna vez hablamos de nuestras mujeres, de Mirna y de Ema.
Mirna era una mujer bastante bonita, pelirroja de cuna, se cortaba muy cortito para resaltar su carita redonda y sus enormes ojos verdes, con unos pechos bastante llamativos, turgentes, más de la media, los embarazos la habían puesto más bonita y a mi gusto le hubiera faltado un poco más de cola, pero la amaba como era, así la había conocido y era la dueña de mi corazón, nos llevábamos bien, nos amábamos con locura. Y si, tal vez la frecuencia de nuestros encuentros no era la que a mí me hubiera gustado, pero sabía de sus tiempos y de sus obligaciones
Ema, mi vecina, también era bonita, un rubio tenido, de largos cabellos a la cintura, al contrario de mi esposa no tenía mucho busto, pero si se iba en cola, esas colas tipo pera, llamativa, de un mejor ir que venir, aunque para ser honesto ya estaba un poco pasada de límites, era simpática, de pícaros ojitos color miel y un sexi lunar que se asomaba sobre el labio superior, usaba un piercing brillante atravesando su nariz y sus orejas siempre estaban invadidas por una colección de aros.
Tenía un caminar un tanto particular, sus caderas parecían irse de lado a lado y ese detalle no pasaba desapercibido para nadie, se mostraba involuntariamente demasiado sexual
Así eran nuestros días, y sin pensarlo Marcos y yo nos habíamos encerrado en charlas de WhatsApp, temas recurrentes, fantasías tontas de hombres, su mujer, mi mujer, bromeamos sobre intercambios, bromeamos sobre tríos, bromeamos sobre lo atractiva que era Ema, bromeamos sobre lo atractiva que era Mirna y solo eran bromas, porque las mujeres estaban ajenas a todo y creo que, de haberse enterado, ellas nos hubieran puesto en aprietos
Alguna vez le mandé una foto un tanto erótica que le había tomado a Mirna, de esas que en teoría son solo para la intimidad de la pareja, y el hizo lo propio con Ema, y se hizo costumbre, fotos van, fotos vienen, erotizados y calientes tras una pantalla de celular. Era loco, porque cuando hablaba con mi vecina la miraba a los ojos y la imaginaba desnuda, como en las fotos que tenía y adivinaba que lo mismo le pasaría a Marcos al cruzarse con Mirna, y hasta ahí iban la cosas
Alguna vez entre charlas y charlas surgió el tema de que las mujeres no estaban a cumpliendo nuestras expectativas, que solo las dejáramos de lado y diéramos riendas sueltas a nuestras fantasías, hablábamos de masturbarnos, y todas esas cosas, y las cosas cambiaron tan rápido que no pude darme cuenta, las chicas habían quedado en segundo plano, solo hablábamos de nuestras vergas y esto y lo otro, hasta que mi vecino me pidió una foto de mi sexo
Yo no estaba muy a gusto con el tema, siempre fui un pito corto, pero que mierda, así empezamos.
Fue cuando él me mandó a cambio una suya, mierda, no podía creerlo! estaba con un slip blanco y su verga se mostraba escondida pero gigante! demasiado! pensé que no era suya pero las líneas del tatú de su antebrazo y su físico marcado me hacían ver que era real.
Me partió la cabeza, Marcos era de esos hombres terribles de películas condicionadas y me sentí una basura a su lado, estábamos en los dos extremos de tamaños, y si bien él decía que mi pija era bonita, yo no podía dejar de ver la suya, en más y más fotos al punto de hacerse una maldita obsesión
Esa noche de viernes íbamos derecho al club por un partido de paddle, Marcos nos había inscripto en un pequeño torneo de barrio para recaudar fondos, esos torneos amateurs para solo pasar el rato, ya habíamos ganado un par de encuentros, pero ese día perderíamos, solo perderíamos por no presentarnos a jugar, nunca supieron el motivo, solo perdimos
Íbamos camino al club, como siempre, Marcos conducía y yo iba a su lado, la música sonaba en la radio y una brisa fresca entraba por las ventanillas, en el asiento trasero descansaban nuestros bolsos con las ropas de deporte y las paletas, no recuerdo cual era el tema de conversación porque lo que yo pensaba no estaba en sintonía con lo que hablaba, en algún punto no pude soportarlo y cortando la charla tiré
No me lo creo... - dejando la frase flotando en el aire -
Que cosa no te crees? - preguntó Marcos sin entender -
Ya sabes, lo de las fotos... - retruqué
Las fotos? que fotos? - dijo el
Parecíamos tontos, yo tratando de inducirlo y el tratando de evadirme, entonces decidí ser directo
Las fotos de tu verga, son fake, seguro las bajas de internet...
Marcos no respondió, solo noté que cambió de camino, no era el habitual al club y se perdió por un lugar secundario hasta apartarse un poco de la urbe, estacionó a un costado y observó un entorno un poco íntimo, apagó el motor del coche, me miró y tiró
Así que son fake de internet...
Entonces, sentado en el puesto de conductor, solo se bajó hasta las rodillas el pantalón y su slip, y diablos, no mentía!
Sentí esa erección incontenible bajo mi pantalón por lo que estaba viendo, su verga enorme descansaba entre sus piernas y mis ojos fueron como imán hacía ella, noté que él también estaba a gusto con la situación, me preguntó
Y? te gusta? te gusta mirarme?
Yo asentí con la cabeza
Me gusta que me mires... - sentenció al tiempo que empezaba a tocarse y sufrir una erección -
El empezó a masturbarse, excitado por la situación y su pija era realmente enorme, no podía quitarle los ojos de encima y me mojaba los labios, mi boca estaba seca y sentía latir mi corazón con mucha fuerza.
El seguía pajeándose con su mano izquierda, tomó con su mano libre mi mano y la llevó a su sexo, me dejé llevar y se la agarré por el tronco, era tan gruesa, tan dura, me sentí tan miserable al compararme, me gustó acariciársela, sentir su temperatura entre mis dedos y su sexo latir en mi mano
Querés besármela? - sugirió el mientras tiraba el respaldo de su asiento hacia atrás, buscando mayor comodidad.
Deseaba escuchar esa pregunta, no lo dudé, fue un impulso, me incliné hacia su lado y le besé el rosado y desnudo glande, acaricié sus bolas y su tronco, me la metía en la boca, le pasaba la lengua, por un lado, por otro, por arriba, por abajo, me perdí en el placer de lo que hacía. Mi vecino estaba entregado, sentía su respiración agitada y solo me dejaba hacer, no podría dar dimensión en un escrito al placer que sentía en ese momento, pasando la punta de la lengua por la punta de su verga, para sentir ese sabor previo tan caliente de los jugos que estaban por llegar.
Volví a sentarme en forma correcta y le dije
Termina el trabajo, quiero ver como salta tu leche...
Marcos tomo su sexo por la base, con su mano izquierda para darme mejor visión y solo lo hizo, más y más y más, yo solo miraba con atención esperando el momento, de pronto se contrajo y empezó a acabar, saltó un largo chorro, y otro, y otro y otro más, el semen fue por su vientre, chorreó por su propia pija, por su mano por sus bolas y por siempre me quedará grabada esa postal en mis retinas.
Me miró con deseo, volví a inclinarme, volví a chupárselo, quería saber a qué sabía, su semen parecía salado, pegajoso y solo lo ayudé a limpiarse hasta que pasó la tempestad.
No dijimos mucho al respecto, nos limpiamos, nos acomodamos, y el silencio nos invadió de regreso a casa, solo abrí mi ventanilla y dejé que el viento pegara en mi rostro.
Fue insano, esa noche le hice el amor con locura a mi esposa por la excitación acumulada minutos atrás, pero claro, ella nunca sabría lo que había sucedido.
Los chats con mi vecino se volverían como una maldita adicción, habían subido de tono y mi celular se estaba llenando de sus fotos, de sus videos, esa enorme pija, toda llena de leche. Empecé a vivir una realidad paralela y a tener charlas con un hombre, charlas que jamás había imaginado tener, era todo demasiado loco.
Pasaríamos al siguiente nivel no mucho tiempo más adelante, la excusa de los partidos de paddle nos venía de maravillas y ya era muy habitual para nosotros, solo nos escapábamos y le pegaba unas hermosas chupadas de pija, pero ese día...
Marcos tomó otro camino, y terminamos en un pequeño departamento, me confesó que Ema no sabía nada, que era un sitio de alquiler donde solía llevar alguna que otra puta de ocasión, que era un secreto y que confiaba en que así se mantendría
Entendí sus intenciones, iba por todo, me dijo si quería chupársela, bajó sus pantalones y su monstruo saltó como un resorte, me arrodillé para hacer mi mejor trabajo, él me empujaba la cabeza para hacer penetraciones profundas, pero era demasiado grande y yo mismo era un maldito goloso que se atragantaba tratando de ir más lejos de lo posible.
Me pidió que me desnudara, por completo mientras el hacía lo propio, nos pusimos frente a frente, verga contra verga y la suya era cinco o seis veces más grande que la mía, en largo y en ancho, ser rio y fue duro conmigo
De verdad estás en problemas amigo, eso es una verga o un clítoris?
Pero me hizo recostar y sin decir palabras vino entre mis piernas, empezó a chupármela, era cómico, llegaba hasta mi pubis con suma facilidad, y solo chupaba y chupaba y sentí como uno de sus dedos acariciaba mi esfínter, y más y más, me relajé y lo sentí entrar y luego otro más. Había llegado el momento, esos momentos que solo se dan, que no se hablan, que son inevitables.
Mi vecino se incorporó y caminó con su pija dura a mi lado, hasta un cajón de la mesa de luz contigua, sacó un preservativo y lo desenrolló con dificultad por su interminable serpiente, luego lo untó con lubricante, se limpió las manos y volvió a terminar el trabajo.
Le pedí que lo hiciera con cuidado, no quería que me lastimara
Levanté mis piernas y abrí mis nalgas con mis manos, el miraba con atención y lo sentí venir, mierda, sería más complicado de lo pensado, realmente dolía, una vez, otra, y otra fracasaron sus intentos, parecía ser demasiado grande y yo demasiado estrecho, pero todo es cuestión de paciencia
Cuando entró pegué un grito de gozo contenido, no podía, mi vecino empezó a horadar mi culo y sentía mi esfínter explotar, era un dolor diferente, esos dolores que te hacen desear más y ese deseo que se te hace irresistible, era un dulce placer, solo me dejé llevar, cerré mis ojos, incliné mi cabeza hacia atrás y empecé a gemir sin poder evitarlo, apreté las sábanas con mi mano izquierda y con la derecha fui a acariciarle parte del tronco y las bolas mientras él no dejaba de darme con fuerza.
Lo loco de la situación, mi diminuta verga estaba flácida hacia un lado, pero sin notarlo en ese momento, producto del placer que él me daba por detrás, el semen escapó de mi sexo en un orgasmo tan raro como desconocido para mí, me sentí mojado, me sentí raro, una locura.
De repente él dejó de hacerlo, sacó el preservativo y vino sobre mi rostro, se masturbaba con ganas, no lo pensé, fue inconsciente, me estiré y encerré su glande entre mis labios, solo seguía pajeándose y noté las contracciones típicas en su tronco lleno de venas, respiré con cadencia y solo lo hizo dentro de mi boca, una vez, otra y otra y otra más, tragué con premura saboreando su néctar y fue muy loco porque me encantó hacerlo, de hecho, se la seguí chupando un buen rato más
Marcos quería seguir, pero mi culo ya había tenido bastante por esa primera vez, recuerdo que le di mi celular, volví a inclinarme hacía atrás abriendo mis nalgas y le pedí que me fotografiara, quería verme como era 'mi nuevo yo', y diablos, me encantó y me hizo sufrir una nueva erección, estaba todo abierto, todo dilatado, tenía el culo como siempre se lo había querido dejar a Mirna, mi mujer, solo que yo no tenía la herramienta apropiada, y después de pensarlo mucho tiempo entendí que lo que yo quería ver en mi esposa era solo un espejo de lo que me excitaba en mí mismo.
Pasó el tiempo, aun hoy comparto con mi vecino esos secretos inconfesables, sigo en mi matrimonio perfecto, con mis hijos, el con el suyo, incluso será padre por segunda vez.
Yo no sé si soy gay, o bisexual, no me interesan los hombres, encasillarme, incluso con Marcos jamás nos besamos en la boca, no me gusta, hasta me parece repulsivo, pero su verga, su verga me puede, es solo la suya y él es complaciente conmigo, y por cierto tengo el culito hecho a su medida
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JUEGOS DE MUCHACHOS
Un tema estrictamente laboral nos llevó a mudarnos de nuestro pueblo natal a la gran ciudad, Ramiro y Noelia, nuestros hijos, todavía eran pequeños y no empezaban a ir a la escuela, incluso la niña aun usaba pañales.
Con Mirna lo evaluamos muchas veces, vimos todos los ángulos, ella es ingeniera industrial y la oportunidad no se presentaría muchas veces en la vida, aceptar ese empleo no era un paso adelante, era un gran salto para nosotros, incluso en forma paralela a mí me conseguían un puesto en una dependencia gubernamental.
Es más, también pagaban el desarraigo y por dos años la empresa se encargaría de costear el respectivo alquiler de la propiedad que eligiéramos.
Es cierto, nos alejaríamos de la familia, de las costumbres, del barrio, de las amistades, de los afectos, era cerrar un libro y empezar a escribir otro, hojas en blanco, pero sabíamos que estábamos en esa ventana única que te da la vida para aprovechar oportunidades
Ya habíamos hecho un par de viajes para ver un poco de que se trataba la oferta antes de cerrar los ojos y tirarnos al vacío, y cuando Mirna estampó su firma en el contrato ya no hubo retorno.
Y ahí viajamos los cuatro en nuestro coche, por quinientos quilómetros, con le mente llena de preguntas y toda la apuesta a un futuro ganador.
Después de una semana en un hotel al fin pudimos establecernos en nuestra casita, modesta y bonita, cumplía con todas nuestras expectativas, un barrio tranquilo y un tanto apartado de la urbe, cerca del polo obrero donde se levantaban empresas de todo tipo.
Mi esposa y yo combinamos horarios laborales para poder estar al cuidado de los pequeños, nos adaptamos a la gran ciudad y nos metimos en la nueva rutina de vida.
Muchas cosas serían diferentes, las grandes cadenas comerciales, los lugares de paseos, el smog de la atmósfera, los autos pululando como hormigas y las luces infinitas de los grandes edificios.
Aprendimos lo bueno, también lo malo, todo quedaba lejos, todo era enorme, todo llevaba tiempo y la gente no era tan buena como en el pueblo, había saqueos y algunos robos planificados, lo cual sería una excusa para cruzar a Marcos y su esposa.
Es que como es habitual nos fuimos conociendo con los vecinos, con unos, con otros, contamos nuestras vidas, aprendimos de las suyas, el viejo Olivares, un jubilado viudo de mal carácter que vivía al frente, la familia Martínez a un lado, un matrimonio de unos cincuenta con hijos adolescentes, los Quesada al otro lado, matrimonio conflictivo si lo había, cargado de mutuas infidelidades donde hoy era todo amor y mañana una guerra sin cuartel, un poco más lejos la adolescentes Sofía y Macarena, estudiaban música, un alquiler compartido pagado por sus padres, y así uno tras otro, hasta llegar a la familia Mastrángelo.
Ellos eran contemporáneos a nosotros, Ema, la mujer, maestra jardinera, él, Marcos, instructor en un gimnasio y personal trainer. Tenían una niña de la edad de Ramiro, y por afinidad de edades y situaciones en la vida pegamos onda. Marcos era un tipo muy entrador y Ema muy simpática, y si bien no dejaban de ser vecinos, ellos fueron un poco especiales.
Pronto compartimos números de celulares y pasamos a formar parte del grupo de WhatsApp de vecinos, funcionaba como una especie de red vecinal de protección por si alguien necesitara algo, y bueno, entre tantos tuvimos los contactos de los Mastrángelo.
Con el pasar de los días se formó una amistad especial, Marcos me invitaba cada tanto a jugar al paddle, y a mí me gustaba acompañarlo, siempre me llevaba en su coche, era jugar un rato, divertirnos, tomar algo y de regreso a casa.
Ema y Mirna no se llevaban tan bien, en verdad el trabajo a Mirna le quitaba demasiado tiempo y solo quería descansar, y otro tanto pasaba con Ema, los niños le sacaban todas las energías.
Marcos tenía un físico envidiable, con cada músculo marcado, como pintado a mano, y a veces bromeaba con mi esposa sobre si le gustaba nuestro vecino, pero ella solo volteaba los ojos como desaprobando mis insinuaciones, ella solo pensaba en su trabajo, en nuestros pequeños y en dormir un rato.
Y de la complicidad de esos partidos de paddle, de esos vecinos, de esos amigos, alguna vez surgió alguna que otra charla de WhatsApp, de deportes, de la vida, de vacaciones, de planes y alguna vez hablamos de nuestras mujeres, de Mirna y de Ema.
Mirna era una mujer bastante bonita, pelirroja de cuna, se cortaba muy cortito para resaltar su carita redonda y sus enormes ojos verdes, con unos pechos bastante llamativos, turgentes, más de la media, los embarazos la habían puesto más bonita y a mi gusto le hubiera faltado un poco más de cola, pero la amaba como era, así la había conocido y era la dueña de mi corazón, nos llevábamos bien, nos amábamos con locura. Y si, tal vez la frecuencia de nuestros encuentros no era la que a mí me hubiera gustado, pero sabía de sus tiempos y de sus obligaciones
Ema, mi vecina, también era bonita, un rubio tenido, de largos cabellos a la cintura, al contrario de mi esposa no tenía mucho busto, pero si se iba en cola, esas colas tipo pera, llamativa, de un mejor ir que venir, aunque para ser honesto ya estaba un poco pasada de límites, era simpática, de pícaros ojitos color miel y un sexi lunar que se asomaba sobre el labio superior, usaba un piercing brillante atravesando su nariz y sus orejas siempre estaban invadidas por una colección de aros.
Tenía un caminar un tanto particular, sus caderas parecían irse de lado a lado y ese detalle no pasaba desapercibido para nadie, se mostraba involuntariamente demasiado sexual
Así eran nuestros días, y sin pensarlo Marcos y yo nos habíamos encerrado en charlas de WhatsApp, temas recurrentes, fantasías tontas de hombres, su mujer, mi mujer, bromeamos sobre intercambios, bromeamos sobre tríos, bromeamos sobre lo atractiva que era Ema, bromeamos sobre lo atractiva que era Mirna y solo eran bromas, porque las mujeres estaban ajenas a todo y creo que, de haberse enterado, ellas nos hubieran puesto en aprietos
Alguna vez le mandé una foto un tanto erótica que le había tomado a Mirna, de esas que en teoría son solo para la intimidad de la pareja, y el hizo lo propio con Ema, y se hizo costumbre, fotos van, fotos vienen, erotizados y calientes tras una pantalla de celular. Era loco, porque cuando hablaba con mi vecina la miraba a los ojos y la imaginaba desnuda, como en las fotos que tenía y adivinaba que lo mismo le pasaría a Marcos al cruzarse con Mirna, y hasta ahí iban la cosas
Alguna vez entre charlas y charlas surgió el tema de que las mujeres no estaban a cumpliendo nuestras expectativas, que solo las dejáramos de lado y diéramos riendas sueltas a nuestras fantasías, hablábamos de masturbarnos, y todas esas cosas, y las cosas cambiaron tan rápido que no pude darme cuenta, las chicas habían quedado en segundo plano, solo hablábamos de nuestras vergas y esto y lo otro, hasta que mi vecino me pidió una foto de mi sexo
Yo no estaba muy a gusto con el tema, siempre fui un pito corto, pero que mierda, así empezamos.
Fue cuando él me mandó a cambio una suya, mierda, no podía creerlo! estaba con un slip blanco y su verga se mostraba escondida pero gigante! demasiado! pensé que no era suya pero las líneas del tatú de su antebrazo y su físico marcado me hacían ver que era real.
Me partió la cabeza, Marcos era de esos hombres terribles de películas condicionadas y me sentí una basura a su lado, estábamos en los dos extremos de tamaños, y si bien él decía que mi pija era bonita, yo no podía dejar de ver la suya, en más y más fotos al punto de hacerse una maldita obsesión
Esa noche de viernes íbamos derecho al club por un partido de paddle, Marcos nos había inscripto en un pequeño torneo de barrio para recaudar fondos, esos torneos amateurs para solo pasar el rato, ya habíamos ganado un par de encuentros, pero ese día perderíamos, solo perderíamos por no presentarnos a jugar, nunca supieron el motivo, solo perdimos
Íbamos camino al club, como siempre, Marcos conducía y yo iba a su lado, la música sonaba en la radio y una brisa fresca entraba por las ventanillas, en el asiento trasero descansaban nuestros bolsos con las ropas de deporte y las paletas, no recuerdo cual era el tema de conversación porque lo que yo pensaba no estaba en sintonía con lo que hablaba, en algún punto no pude soportarlo y cortando la charla tiré
No me lo creo... - dejando la frase flotando en el aire -
Que cosa no te crees? - preguntó Marcos sin entender -
Ya sabes, lo de las fotos... - retruqué
Las fotos? que fotos? - dijo el
Parecíamos tontos, yo tratando de inducirlo y el tratando de evadirme, entonces decidí ser directo
Las fotos de tu verga, son fake, seguro las bajas de internet...
Marcos no respondió, solo noté que cambió de camino, no era el habitual al club y se perdió por un lugar secundario hasta apartarse un poco de la urbe, estacionó a un costado y observó un entorno un poco íntimo, apagó el motor del coche, me miró y tiró
Así que son fake de internet...
Entonces, sentado en el puesto de conductor, solo se bajó hasta las rodillas el pantalón y su slip, y diablos, no mentía!
Sentí esa erección incontenible bajo mi pantalón por lo que estaba viendo, su verga enorme descansaba entre sus piernas y mis ojos fueron como imán hacía ella, noté que él también estaba a gusto con la situación, me preguntó
Y? te gusta? te gusta mirarme?
Yo asentí con la cabeza
Me gusta que me mires... - sentenció al tiempo que empezaba a tocarse y sufrir una erección -
El empezó a masturbarse, excitado por la situación y su pija era realmente enorme, no podía quitarle los ojos de encima y me mojaba los labios, mi boca estaba seca y sentía latir mi corazón con mucha fuerza.
El seguía pajeándose con su mano izquierda, tomó con su mano libre mi mano y la llevó a su sexo, me dejé llevar y se la agarré por el tronco, era tan gruesa, tan dura, me sentí tan miserable al compararme, me gustó acariciársela, sentir su temperatura entre mis dedos y su sexo latir en mi mano
Querés besármela? - sugirió el mientras tiraba el respaldo de su asiento hacia atrás, buscando mayor comodidad.
Deseaba escuchar esa pregunta, no lo dudé, fue un impulso, me incliné hacia su lado y le besé el rosado y desnudo glande, acaricié sus bolas y su tronco, me la metía en la boca, le pasaba la lengua, por un lado, por otro, por arriba, por abajo, me perdí en el placer de lo que hacía. Mi vecino estaba entregado, sentía su respiración agitada y solo me dejaba hacer, no podría dar dimensión en un escrito al placer que sentía en ese momento, pasando la punta de la lengua por la punta de su verga, para sentir ese sabor previo tan caliente de los jugos que estaban por llegar.
Volví a sentarme en forma correcta y le dije
Termina el trabajo, quiero ver como salta tu leche...
Marcos tomo su sexo por la base, con su mano izquierda para darme mejor visión y solo lo hizo, más y más y más, yo solo miraba con atención esperando el momento, de pronto se contrajo y empezó a acabar, saltó un largo chorro, y otro, y otro y otro más, el semen fue por su vientre, chorreó por su propia pija, por su mano por sus bolas y por siempre me quedará grabada esa postal en mis retinas.
Me miró con deseo, volví a inclinarme, volví a chupárselo, quería saber a qué sabía, su semen parecía salado, pegajoso y solo lo ayudé a limpiarse hasta que pasó la tempestad.
No dijimos mucho al respecto, nos limpiamos, nos acomodamos, y el silencio nos invadió de regreso a casa, solo abrí mi ventanilla y dejé que el viento pegara en mi rostro.
Fue insano, esa noche le hice el amor con locura a mi esposa por la excitación acumulada minutos atrás, pero claro, ella nunca sabría lo que había sucedido.
Los chats con mi vecino se volverían como una maldita adicción, habían subido de tono y mi celular se estaba llenando de sus fotos, de sus videos, esa enorme pija, toda llena de leche. Empecé a vivir una realidad paralela y a tener charlas con un hombre, charlas que jamás había imaginado tener, era todo demasiado loco.
Pasaríamos al siguiente nivel no mucho tiempo más adelante, la excusa de los partidos de paddle nos venía de maravillas y ya era muy habitual para nosotros, solo nos escapábamos y le pegaba unas hermosas chupadas de pija, pero ese día...
Marcos tomó otro camino, y terminamos en un pequeño departamento, me confesó que Ema no sabía nada, que era un sitio de alquiler donde solía llevar alguna que otra puta de ocasión, que era un secreto y que confiaba en que así se mantendría
Entendí sus intenciones, iba por todo, me dijo si quería chupársela, bajó sus pantalones y su monstruo saltó como un resorte, me arrodillé para hacer mi mejor trabajo, él me empujaba la cabeza para hacer penetraciones profundas, pero era demasiado grande y yo mismo era un maldito goloso que se atragantaba tratando de ir más lejos de lo posible.
Me pidió que me desnudara, por completo mientras el hacía lo propio, nos pusimos frente a frente, verga contra verga y la suya era cinco o seis veces más grande que la mía, en largo y en ancho, ser rio y fue duro conmigo
De verdad estás en problemas amigo, eso es una verga o un clítoris?
Pero me hizo recostar y sin decir palabras vino entre mis piernas, empezó a chupármela, era cómico, llegaba hasta mi pubis con suma facilidad, y solo chupaba y chupaba y sentí como uno de sus dedos acariciaba mi esfínter, y más y más, me relajé y lo sentí entrar y luego otro más. Había llegado el momento, esos momentos que solo se dan, que no se hablan, que son inevitables.
Mi vecino se incorporó y caminó con su pija dura a mi lado, hasta un cajón de la mesa de luz contigua, sacó un preservativo y lo desenrolló con dificultad por su interminable serpiente, luego lo untó con lubricante, se limpió las manos y volvió a terminar el trabajo.
Le pedí que lo hiciera con cuidado, no quería que me lastimara
Levanté mis piernas y abrí mis nalgas con mis manos, el miraba con atención y lo sentí venir, mierda, sería más complicado de lo pensado, realmente dolía, una vez, otra, y otra fracasaron sus intentos, parecía ser demasiado grande y yo demasiado estrecho, pero todo es cuestión de paciencia
Cuando entró pegué un grito de gozo contenido, no podía, mi vecino empezó a horadar mi culo y sentía mi esfínter explotar, era un dolor diferente, esos dolores que te hacen desear más y ese deseo que se te hace irresistible, era un dulce placer, solo me dejé llevar, cerré mis ojos, incliné mi cabeza hacia atrás y empecé a gemir sin poder evitarlo, apreté las sábanas con mi mano izquierda y con la derecha fui a acariciarle parte del tronco y las bolas mientras él no dejaba de darme con fuerza.
Lo loco de la situación, mi diminuta verga estaba flácida hacia un lado, pero sin notarlo en ese momento, producto del placer que él me daba por detrás, el semen escapó de mi sexo en un orgasmo tan raro como desconocido para mí, me sentí mojado, me sentí raro, una locura.
De repente él dejó de hacerlo, sacó el preservativo y vino sobre mi rostro, se masturbaba con ganas, no lo pensé, fue inconsciente, me estiré y encerré su glande entre mis labios, solo seguía pajeándose y noté las contracciones típicas en su tronco lleno de venas, respiré con cadencia y solo lo hizo dentro de mi boca, una vez, otra y otra y otra más, tragué con premura saboreando su néctar y fue muy loco porque me encantó hacerlo, de hecho, se la seguí chupando un buen rato más
Marcos quería seguir, pero mi culo ya había tenido bastante por esa primera vez, recuerdo que le di mi celular, volví a inclinarme hacía atrás abriendo mis nalgas y le pedí que me fotografiara, quería verme como era 'mi nuevo yo', y diablos, me encantó y me hizo sufrir una nueva erección, estaba todo abierto, todo dilatado, tenía el culo como siempre se lo había querido dejar a Mirna, mi mujer, solo que yo no tenía la herramienta apropiada, y después de pensarlo mucho tiempo entendí que lo que yo quería ver en mi esposa era solo un espejo de lo que me excitaba en mí mismo.
Pasó el tiempo, aun hoy comparto con mi vecino esos secretos inconfesables, sigo en mi matrimonio perfecto, con mis hijos, el con el suyo, incluso será padre por segunda vez.
Yo no sé si soy gay, o bisexual, no me interesan los hombres, encasillarme, incluso con Marcos jamás nos besamos en la boca, no me gusta, hasta me parece repulsivo, pero su verga, su verga me puede, es solo la suya y él es complaciente conmigo, y por cierto tengo el culito hecho a su medida
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