Tengo una estrategia muy sencilla.
[/color][/font]Yo escribo o armo alguna publicación, y espero que ocurran las cosas.
[/color][/font]Si hay algo que aprendí en este lugar es que no hay nada que uno pueda forzar. Las cosas ocurren o no ocurren, independientemente de lo que uno haga.
[/color][/font]Y después de mucho tiempo, algo ocurrió.
[/color][/font]Y eso es lo que voy a contar hoy, tal como ocurrió.
[/color][/font]Con algo de tiempo, armé un post, coleccionando gifs que fui encontrando, y que, a juzgar por los puntos recibidos y los comentarios, me salió bastante bueno.
[/color][/font]Si quieren pasar, es por acá
[/color][/font]http://www.poringa.net/posts/gif/4581238/Martes-de-Sexo-Furtivo-gif-y-relato.html[/color][/font]
Una chica comentó “has unido dos cosas que me gustan muchísimo: Gifs, b/n y relatos.”, y a mi me pasaron tres cosas inmediatas:
[/color][/font]Me sentí orgulloso por el comentario -la señorita en cuestión tiene publicaciones preciosas-, me reí porque dijo que le gustaban dos cosas pero en realidad eran tres, y finalmente, pensé en escribirle por privado “mirá todo lo que tuve que hacer para llamar tu atención!!! Jajajaja”
[/color][/font]Y ese fue el comienzo de una charla interminable, que lleva semanas, donde nos decimos cosas, con la impunidad que nos daba la distancia -nos separan más o menos siete mil kilómetros-, pero con esa libertad de desearnos furiosamente, sin obstáculos, y sin pensar demasiado que nuestros trabajos en casa, los hacemos a metros de la presencia de nuestros respectivos cónyuges.
[/color][/font]Cada charla intentaba ser amigable, y sin embargo, siempre culminan en un mismo final: las llamas.
[/color][/font]Nos vamos diciendo cosas, la temperatura va en ascenso, y terminamos haciéndonos el amor a la distancia. Porque no se puede llamar de otra manera, las calenturas que nos pegamos, y los orgasmos que tenemos solo por escribirnos, o mandarnos algunas fotos.
[/color][/font]Apenas recibir el lacónico reclamo de “soy un ama de casa desesperada”, para que yo empiece a decirle que me encantaría estar detrás suyo, y besarle el cuello con mi boca húmeda y me aliento caliente, y sentir cómo se eriza la piel, y la corriente eléctrica que provoca mi caricia sobre su excitación, con mi mano abierta, y saber que es el camino correcto el que inicié no solo por recibir un gemido, casi un ronroneo, sino por la indiscutible señal de tu cuello volcado hacia mi, volcado hacia atrás, para que yo pueda rozar tu vientre y tus pechos, y sentir como tus pezones endurecen con solo rozarlas con mis dedos. Y sentir tu boca, ay tu boca, en mis labios, y besarnos con furia, entrelazando las lenguas. Y que te des vuelta y me abraces y sentir todo mi cuerpo que te envuelve, y no poder evitar frotarnos, aun cuando la ropa no haya caído al suelo, y que me apoyes tus manos en mi pecho, y me empujes suavemente al sillón, y te subas encima mío, desabrochando el pantalón y ensartándote en mi pija, y moviéndote cadenciosamente, tu lengua en mi boca y tus caderas bailando un danzón, que terminará en una fiesta de sentidos, en un único y fulminante espasmo que nos dejará exhaustos y riéndonos a carcajadas porque, seguramente, ahora que el placer se retira de nuestros cuerpos, se escucharon nuestros ruidos de placer.
[/color][/font]Y así, una y otra vez, mientras se alimentaba el deseo, a través de fotografías, de inequívocas muestras de placer, de torrentes de lubricidad que descendían por mis palabras, y los orgasmos que estallaban en mi mano por sus comentarios, también tenían su correlato allá, en el norte, a siete mil kilómetros de distancia, esa distancia que la mente destruyó tarde tras tarde, y nos dejaba agitados, sonrientes, pringosos.
[/color][/font]El día cúlmine, el que me trajo hasta acá, fue el día en que me dijo “no doy más… por favor, quédate ahí, que voy a poner la cam entre los libros”, y llamó al marido para que se la cogiera y ella no dejaba de gozar y de mostrarme su gozo en esa boca carnosa, y su mirada fija en mi cámara, adivinando lo que yo estaba haciendo.
[/color][/font]Estoy seguro de que él nunca se enteró que ese polvo fulminante, salvaje, inesperado me lo debía a mí.
[/color][/font]Nunca se enteró que cada vez que movía sus caderas para ensartársela a su mujercita hambrienta, provocaba en mí una corriente eléctrica, como si fuera yo mismo quien estuviera accediendo a esas carnes deseadas.
[/color][/font]En definitiva, nunca se enteró de que ese fue el detonante, para que hoy, esté aquí,
[/size] frente a una puerta, a siete mil kilómetros de mi casa, esperando que me abran y sabiendo que apenas ello ocurra nuestras lenguas se anudarán, la ropa caerá al piso, y no nos importará nada si los vecinos escuchan.O si hoy es el turno de su marido de mirar las embestidas que recibe el cuerpo deseado de su mujercita hambrienta y desesperada
[/color][/font][/size]A @GiaTe
1 comentarios - Ama de Casa Desesperada