Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 37.
Animarse.
Entré de vuelta a la casa porque en el patio ya me estaba sintiendo como alguien que sobra. Alicia estaba aprovechando la oportunidad para hacerse ver como la madre dulce y comprensiva que nunca vio, y en cierta forma lo estaba logrando. Brenda parecía rendida a sus pies. Gisela soportaba la situación a su manera: en silencio y con una sonrisa tensa. Creo que fue esa sonrisa lo que me hizo sentir más incómodo. Bueno, eso y saber que toda la situación era una farsa y que apenas un par de días antes Gisela odiaba a mi madre por no dejarla vivir su sexualidad como le diera la regalada gana.
Por eso decidí refugiarme en lo más parecido que tengo a un lugar propio: el cuarto de mi mamá.
Me acosté en la cama y empecé a buscar algo para mirar en Netflix cuando escuché ruidos provenientes del baño. Me puse muy tenso y me asusté, aunque el pensamiento racional me calmó: Tranquilo, boludo, no puede ser un ladrón y ya todos en la casa saben de las cajas de dildo de mamá.
Como no vi riesgo alguno, abrí la puerta y me encontré con mi hermana Pilar, ella se asustó un poco al verme, pero enseguida se relajó.
―Ah, sos vos… ¡qué susto! Pensé que era mamá… o peor, Ayelén.
―¿Qué estás buscando? ―Pregunté al ver varias cajas abiertas en el piso.
―Nada, solo una cosita… para em… para nada.
―Mmm… ya veo. Estás buscando un buen dildo para hacerte la paja ―le sonreí―. Tu cara se puso roja, así que acerté.
―No acertaste… del todo.
―¿Y no me vas a contar?
―No. Me da vergüenza.
―Ok, entonces ahora la llamo a mamá y le cuento que estás hurgando entre sus juguetes.
―¡Hey! ¿Por qué harías una cosa así? ¿Cuándo te hice algo malo?
―Nunca. De mis hermanas, vos sos la más buena. Pero me molesta que no quieras contarme, después de todo lo que pasó. Pensé que ya podíamos hablar sin tapujos sobre esto. ¿Qué tiene de malo que quieras meterte un dildo en la concha para pajearte un rato? Yo también tenía pensado hacerme una paja… ¿Ves? A mí no me molesta hablar de esto con vos.
―Mmm… sí, ya sé. Tenés razón. Soy una boluda. Pero es que esto es diferente. Mi idea era hacerlo sin que nadie se entere y… apareciste vos.
―Podría haber sido peor. Vos misma lo dijiste ¿y si te hubiera sorprendido Ayelén?
―Sí, es cierto. Está bien, te voy a contar. ¿La puerta de la pieza está cerrada?
―Sí.
―Ok… resulta que ―miró para todos lados, como si temiera que alguien pudiera oírnos, bajó la voz y prosiguió―. Estoy buscando algo para meterme por el culo.
Me quedé petrificado y sentí un cosquilleo recorriendo toda mi verga.
―Ay, no me mires así ―dijo Pilar―, que me siento aún peor.
―¿Qué? Ah, no… perdón… no era mi intención hacerte sentir incómoda. Lo que pasa es que me sorprendió mucho lo que dijiste. Creí que, de todas las mujeres en la casa, vos serías la última en decir una cosa así. Porque a vos te gustan mucho esas historias melosas y románticas que tanto leés y… a ver, hice el intento de leer alguno de esos libros. A veces tienen escenas de sexo, pero suelen ser bastante… em… convencionales. No recuerdo que haya escenas de sexo anal.
―Es cierto. En algunas sí hay, aunque… como vos decís, no es que sea común ver a una chica suplicándole al un tipo que le rompa el culo. Ojo, no todas las historias que leo son tan melosas y convencionales. Otras son… un poquito más porno, aunque me da vergüenza hablar de ellas y quedar como la boluda que se hace la paja leyendo novelas eróticas en lugar de coger con alguien de verdad.
―A ver, que con esta puta cuarentena todos estamos en una situación parecida, la gente que quiere descargar su energía sexual debe recurrir a otros métodos. ¿Y por eso sentís curiosidad por el sexo anal? ¿Porque lo leíste en alguna de esas novelas?
―En parte, sí… la primera vez que vi una escena de sexo anal en una historia me quedé impactada, además la escena no tenía nada de romántica. La protagonista se calentó con un tipo que ni siquiera conocía y esa calentura subió tanto que le terminó entregando el culo… y fue su primera vez con el sexo anal. No te puedo explicar cómo me maté a pajas leyendo esa escena.
―Necesito leer ese libro.
―Después te lo presto, aunque no te hagas muchas ilusiones, más allá de un par de escenas muy morbosas, la historia no es la gran cosa. Aunque si lo que buscás es hacerte una paja, digamos que cumple con su función.
―Con eso me basta.
―De todas maneras ese no es el único motivo por el cual tengo curiosidad. En parte, sí, lo veo como algo morboso porque, justamente, me aleja de mi “zona de confort”. Entregar el culo o dejarse llenar la cara de leche está visto como algo más pornográfico que romántico… creo que por eso me calienta tanto. Además Macarena… la maldita desgraciada me estuvo contando algunas de sus anécdotas con el sexo anal y… uf… terminé con la temperatura a mil. Recién estaba… bueno, ya sabés, me estaba haciendo una paja y empecé a fantasear con esa idea…
―Y ahora le estás robando juguetes a mamá. ¿Ya viste algo que te llame la atención?
―Em… sí, están estos dos ―señaló dos cajas que había puesto sobre la tapa del inodoro―, en el mismo paquete dice que son para “placer anal”, hay uno que incluso vibra. Pero… son demasiado grandes.
―Miedosa.
―Hey, mi culo es virgen. No me voy a meter dildos de ese tamaño para empezar. Primero voy a probar con algo chiquito y después…
―Y después no te vas a animar a más, porque sos una miedosa, igual que yo. Te cuento algo rápido: Una noche fui a una fiesta con mis amigos de fútbol, y en esa fiesta estaba Natalia, una chica preciosa, muy alegre y con cara de angelito. Yo estaba loco por ella, me gustaba mucho. Ella estuvo buscándome toda la noche, haciéndome ojitos y algún que otro comentario de doble sentido. Yo no me animé a encararla, a pesar de que mis amigos insistieron para que lo hiciera. Creí que la chica se ofendería si le hacía alguna propuesta. La vi demasiado… inocente. Así que esa noche no hice nada. Me volví a casa solo y con la pija dura. Con el tiempo me enteré que, esa misma noche, dos de los pibes de mi equipo se cogieron a Natalia… los dos al mismo tiempo. Después me enteré que, en realidad, Natalia de inocente no tiene nada. Es bastante puta, ya se la cogió medio barrio.
―Ay, qué mal saber que la chica que te gusta en realidad es tremenda puta.
―Eso no me puso mal. Lo que me molestó fue saber que, de haberme animado, esa noche hubiera podido coger con ella. ¿No te das cuenta? La tenía servida y en bandeja. Ella se moría de ganas de coger conmigo, y yo me moría de ganas de coger con ella. Pero fui un cobarde. Vos sos igual que yo. Estoy segura de que si ahora mismo entra el hombre de tus sueños por esa puerta, te mira a los ojos agarrándose la pija y te dice: “Te voy a romper el orto, mamita”, vos no te vas a animar. Vas a poner excusas, y vas a terminar sola en tu pieza, haciéndote la paja, pensando que el tipo quizás está cogiendo con otra.
―Ya veo adónde querés llegar…
―Me encanta que te hayas animado a cumplir algunas de tus fantasías, aunque lo hayas hecho conmigo o con Macarena. Eso demuestra que, de a poco, estás perdiendo el miedo. Pero todavía te queda un largo camino por delante. No seas tan precavida con todo, Pilar. Ahí tenés los dildos, uno vibra y el otro… em… dice “texturado para más placer”. ¿No te das cuenta? ¡Más placer! Es exactamente lo que vos estás buscando.
―Lo sé, pero…
―Pero nada. Ahora mismo voy a salir de acá. Si en dos minutos no te veo salir de la pieza con esas cajas, le digo a mamá que estás robándole juguetes.
―Maldito hijo de p…
No alcancé a escuchar el resto de la frase. Salí del baño y cerré la puerta. Luego abandoné la habitación. Me quedé apoyado en el respaldo del sofá, mirando hacia el pasillo. Si Pilar quiere volver a su dormitorio, está obligada a cruzar ese pasillo.
Miré mi celular. Pasó un minuto. Luego diez segundos, veinte, treinta, cuarenta…
Estaban por cumplirse los dos minutos cuando vi a Pilar cruzar como un rayo con dos o tres cajas en la mano. Desapareció de mi vista por un instante y luego se asomó por el arco que hay en el centro del pasillo. Me hizo señas para que me acercara.
―Vení ―dijo, en susurro.
―¿Ya te decidiste?
―Sí, agarré esos juguetes… y un lubricante.
―Excelente. Espero que los disfrutes.
―Yo también lo espero… y vos me vas a ayudar.
―¿Qué? ¿Estás loca?
―Ay, no me vengas con esas ahora ―susurró, pero quería gritar―. Ya me viste toda la argolla abierta y me dejaste chorreando leche. ¿Te da miedo ver cómo me meto algo por el culo?
―No es eso. Lo que pasa es que… no sé, pensé que este sería un momento muy íntimo para vos y que preferías estar sola. Siempre preferís estar sola.
―Es cierto, pero… ahora me gustaría que vos estuvieras ahí. No sé por qué, pero si vos estás cerca, como que me animo más, me ayudás a perder el miedo. Quizás sea porque vos también sos un miedoso… y hasta te da miedo ver a tu hermanita en tetas. Eso me hace sentir más segura…
―Claro, porque yo estoy más nervioso que vos.
―Así es. ¿Y qué decís? ¿Tenés ganas de mirarme las tetas?
―Uf… si me lo decís de esa manera… me hacés sentir un pajero que se calienta con las tetas de la hermana.
―Lo sé. Esa es la idea. Quiero que te sientas culpable. ¿Ves? Yo también puedo ser cruel.
―Está bien… me lo merezco. Te voy a ayudar y te prometo que voy a estar mucho más nervioso que vos.
Entramos a su cuarto y me tomé la libertad de cerrar con traba. Dios bendiga esas trabas. Ya me estaba cansando de tener a mi madre interrumpiendo todos los buenos momentos. Aunque más cansado me tenía Ayelén, eso no lo puedo negar. A pesar de que ella me interrumpió menos, cada una de sus interrupciones contaron por mil.
Al darme vuelta me encontré con que Pilar ya se había quitado la blusa, al parecer no llevaba corpiño, o bien se las ingenió para hacerlo desaparecer a la velocidad de la luz. Con ambas manos apretó sus grandes tetas, se mordió el labio inferior y me dijo:
―¿Te gustan las tetas de tu hermana?
―Em… yo… este…
―Perdón por ponerte tan incómodo, pero necesito saber que hay alguien que está más avergonzado que yo dentro de la habitación. Es la única forma en la que puedo soltarme, bueno, casi la única… Macarena también conoce otra forma, pero…
―Pero yo no soy Macarena. Entiendo. Está bien, puedo tolerarlo si sé que a vos te ayuda a soltarte, así que podés decirme cualquier cosa, aunque por dentro me esté muriendo de la vergüenza.
―Mirá el lado positivo, nos sirve a los dos como ensayo. Si algún día te encontrás con esa tal Natalia, vas a estar mejor preparado si ella te dice cosas como esta.
―Sin duda, siempre va a ser más fuerte escuchar estas palabras viniendo de mi propia hermana… y a vos también te va a servir, si algún día estás con un tipo en una situación parecida.
―Eso espero, porque lo que más vergüenza me da es morirme de vergüenza frente al tipo… sé que es irónico. No quiero que me pase lo mismo que a vos. No quiero saber que tuve la chance de acostarme con alguien que me gusta y desperdiciarla por miedo. A veces me gustaría tener ese instinto depredador que tiene Macarena.
―Sí, a mí también. Por alguna razón ella es la única que desarrolló mucha confianza en sí misma. No corrió con nuestra suerte.
―Creo que es porque está loca ―dijo Pilar riéndose.
―Gisela opina lo mismo. Pero es una locura envidiable.
―Bueno, basta de hablar de Maca, ahora quiero que te fijes en mí.
Acto seguido, se bajó el pantalón, con bombacha y todo. Pilar quedó completamente desnuda ante mis ojos y volví a sentir lo mismo que la primera vez. A pesar de que me pasé semanas viendo culos, conchas y tetas, no puedo acostumbrarme. Ver a una de mis hermanas desnuda siempre me despierta la verga… y eso fue exactamente lo que ocurrió esta vez, y Pilar lo notó.
―¡Ay, ya se está despertando mi amigo favorito! Sacate la ropa. ―Hice lo que me pidió sin chistar. Mi verga aún no estaba completamente dura, pero ya había adquirido un buen tamaño―. Acostate ―dijo, señalando la cama. Una vez más, obedecí. Me quedé tumbado boca arriba y ella se puso sobre mí. Con sus grandes tetas agarró mi pene y lo apretó entre ellas―. ¿Te gustan las tetas de tu hermana?
―Sí…
―Ay, ¿cómo podés decir una cosa así? ¿No te da vergüenza calentarte con las tetas de tu propia hermana?
Noté un pequeño tono de crueldad, sin embargo Pilar estaba sonriendo, esto era parte de su método para soltarse más.
―Es que… son muy lindas.
Quizás ella estuviera actuando, pero yo no. Mis nervios eran reales. Movió sus tetas y mi verga, apretada en el centro, se fue poniendo más y más dura.
―Uy, mirá cómo se te agarrota la pija al verme las tetas. ¿Y qué pasa si me mirás la concha? ¿Eh? ¿Esto te gusta más?
No alcancé a responder nada. La concha de pilar apareció directamente sobre mis ojos, la muy desgraciada estaba arriba mío, con las piernas abiertas. Comenzó a manipular sus labios vaginales con los dedos, abriéndolos y acariciándolos.
―¿Te calienta verme la concha así de mojada?
Lo que más me calentaba era verla a ella con esa actitud. Esa forma de actuar distaba mucho de la Pilar que yo conocía… en cierta forma me recordaba a Gisela. Con la gran diferencia de que, en esta ocasión, era evidente que Pilar actuaba, de hecho, la pobrecita parecía más nerviosa que yo, las palabras temblaban al salir de su boca. Con Gisela era otra cosa. Gisela parece convertirse en otra persona cuando se excita.
Y hablando de excitación, mi verga se puso completamente dura, porque no me puedo controlar al ver una concha desde tan cerca, y menos si es de una de mis hermanas. Estiré un dedo y acaricié con suavidad su clítoris, ella se sorprendió y soltó un gemido que me erizó todos los vellos del cuerpo. Volví a tocarlo y ella gimió otra vez.
―Ay, se nota que te gusta esta concha ―dijo, con voz temblorosa―. ¿Por qué no la chupás? ¿Eh? Seguramente te morís de ganas de hacerlo.
Abrió su vagina con los dedos y desde arriba me miró con ojos brillosos, en ellos pude notar un mensaje: “Si me decís que no, me voy a morir de la vergüenza”. Supe que a ella le había costado mucho hacer esa propuesta y recibir un no como respuesta la haría sentir rechazada.
Siempre me pregunté cómo se sentiría chupar una concha y más de una vez estuve tentado hacerlo con la de mi mamá… y ahora tenía la oportunidad de sacarme la duda. Lo que me pedía Pilar tenía cierta lógica: la primera verga que ella chupó fue la mía. Era como decirme: “Te estoy devolviendo el favor”.
La primera lamida la di sobre la punta del clítoris. Pilar se estremeció y gimió. Por un momento me dio la impresión de que intentó apartarse de mí, era su miedo forzándola a alejarse una vez más. Por suerte, logró contenerse, se quedó allí y recibió una segunda lamida. Esta fue más intensa y abarcó buena parte de su concha, desde el agujero hasta el clítoris. Al sentir el sabor a sexo femenino, mi verga empezó a palpitar. Di un par de lamidas más y luego Pilar se sentó sobre mi cara, literalmente. Pude sentir el peso de su cuerpo y su concha pegándose a mis labios. Al lamer terminé metiendo la lengua dentro del agujero, fue un gesto en parte accidental y en parte buscado. Mientras la lamía de esa forma, ella comenzó a frotar su clítoris con fuerza. Me alegré de que ella, una vez más, demostrara que es capaz de vencer sus miedos.
Pilar movió sus caderas, ella no tiene la maestría de mi mamá para esto, aunque eso no podría importarme menos. Estaba disfrutando de su sexo y había dos detalles que me llenaban de morbo: que su concha estuviera tan mojada y tenerla tan pegada contra la cara. Era como si, con el peso de su cuerpo, me obligara a chupársela. Recordé que a mi mamá le calienta cuando le agarran la cabeza y la obligan a chupar una verga. Creo que ya entiendo por qué le agrada tanto.
Sin previo aviso, Pilar se apartó de mí, eso me desilusionó un poco, sin embargo rápidamente ella hizo algo que me alegró. Abrió grande su boca y se tragó buena parte de mi verga. Mientras la chupaba me miró a los ojos como si estuviera diciendo: “Me la voy a comer toda”.
Cerró los ojos y se concentró en mamarla. Realmente parecía estar muy inmersa en eso, como si quisiera disfrutar cada segundo, y la entiendo. Los dos sabemos que estas situaciones no deberían repetirse… demasiado, por eso es importante sacarles el máximo provecho cuando ocurren.
La mamada se extendió durante unos largos minutos, no sabría decir cuántos, pero por suerte Pilar se detuvo antes de que yo llegara al punto en el que ya no puedo controlar mi eyaculación.
―Ahora sí ―me dijo―. Estoy lista. Vamos a probar estos juguetitos.
―Excelente. ¿Con cuál querés empezar?
―Em… con este, es el más chico de los dos.
Abrió una caja y del interior sacó un extraño juguete que en un extremo parecía un grotesco dedo deforme doblado en la punta, y debajo tenía un bulbo que se ensanchaba y luego volvía a estrecharse. Finalmente, la base tenía forma de medialuna, entendí que eso servía para sujetar con firmeza el juguete… y para que esa parte quedara del lado de afuera y no molestara demasiado.
―¿Ese es el que vibra? ―Pregunté.
―Sí… y me da un poco de miedo, tiene una forma muy extraña. ¡Ay… la batería está cargada! ―El aparatito comenzó a emitir un zumbido.
―¿Cómo lo prendiste?
―Abajo tiene un botoncito ―ella volvió a apretarlo con fuerza y el juguete dejó de vibrar.
―¿Ahora sí querés que te deje sola?
―No, ni hablar. Si vos te vas, no me voy a animar a meterme esto por el culo… por eso vos me lo vas a meter.
―¿Yo? Pero… yo no sé nada de sexo anal.
―Yo tampoco. Vamos a aprender juntos. ―Pilar agarró un pomo de crema lubricante y cubrió con ella todo el vibrador, luego me lo alcanzó y se puso en cuatro patas, dándome la espalda. Su enorme culo quedó abierto ante mis ojos―. Poneme un poquito de crema y después… bueno, metelo.
―Está bien, lo hago con una condición.
―¿Cuál?
―No podés arrepentirte a mitad de camino. O lo metemos todo, o nada.
―Muy bien. Entiendo el punto. Nada de acobardarme a mitad de camino. Trato hecho. Ahora… metelo antes de que me arrepienta. Aprovechá… estoy lista.
El primer paso fue lubricar su culo, lo hice con cuidado, pero con confianza. Si ella estaba decidida a seguir adelante, yo también.
La punta de este extraño vibrador, además de estar doblada, también es redondeada. Apoyé este extremo en el culo y comencé a masajearlo.
―¿Ese es tu dedo? ―Preguntó Pilar.
―No, es el juguetito.
―Ah… se siente como un dedo.
―Creo que esa es la idea.
―Bueno, metelo despacito. Estoy lista.
Que ella se repitiera “Estoy lista” una y otra vez solo me dio a entender que, en realidad, está muy nerviosa y necesita recordarse a sí misma que puede con esto. Sin embargo, teníamos un pacto, no le permitiría acobardarse.
Presioné el dildo y, al mismo tiempo, me masturbé, porque ¡hey! que este no deja de ser un momento sumamente excitante, yo también puedo disfrutar.
Me fascinó ver cómo su culo se abría poco a poco a media que este “dedo deforme” iba entrando.
―¿Te duele? ―Le pregunté.
―No, aunque sí me arde un poco. Se siente raro. Estoy empezando a sospechar que esto del sexo anal en realidad no es tan placentero como dicen.
―Esperá un poquito más y… ¿por qué no te masturbás? Digo… se supone que tenés que disfrutar esto.
―Sí, tenés razón… es buena idea, además me va a ayudar a calmar los nervios.
Ella comenzó a acariciar su concha y yo aproveché para meter el vibrador un poco más. La parte de la punta entró completa y el siguiente segmento entró con mucha facilidad, porque era el más angosto.
―Apa… ahora sí se siente algo… agradable ―dijo Pilar―. Todavía arde bastante, pero… mm…. se siente como si me estuvieran acariciando el culo desde adentro. ¡Ay! ¡Uf! Esta parte cuesta más… ¡Ay! ―Seguí presionando―. ¡Auch! ¿Esa es la parte ancha, cierto? Me dolió un poquito… pero por suerte ya entró.
―Em… no… todavía no entró toda, falta lo más ancho.
―¿Más? Pero… cuando vi el juguetito no parecía tan ancho. ¿No me estarás tomando el pelo?
―No, para nada. Todavía no entró todo… lo voy a lubricar un poco más, vos… seguí con lo tuyo.
Puse más lubricante en su culo y en especial en la parte ancha del vibrador. Luego lo saqué un poco. Ahí pude ver que el culo de mi hermana se había dilatado considerablemente.
―¡Ay… qué rico! ―Exclamó―. Eso me gustó. Volvé a hacerlo. ―Lo metí y lo saqué una vez más―. Sí, así… ahora hacelo más rápido.
Seguí sus instrucciones. Aceleré el ritmo de a poco y ella hizo lo mismo con sus dedos, que también empezaron a entrar y salir, aunque de otro agujero. Volví a masturbarme, esto realmente me tiene muy excitado.
Lo bueno de este método es que permitió que, de a poco, la parte ancha del dildo se vaya metiendo dentro de su culo. Aunque llegó un punto en el que encontré bastante resistencia, no me quedó más alternativa que presionar.
Empujé con fuerza y…
―¡Ayy…. por dios! ―Pilar gritó con la cara contra el colchón―. Eso casi me rompe el orto… uf…
―¿Te molestó?
―No, al contrario… me calentó mucho… uy, qué rico se siente tenerlo adentro.
―¿Ahora sí pensás que Macarena tenía razón?
―Quizás. Es temprano para decirlo y ¡Ay… ay…. ay…! ¡Maldito desgraciado, apretaste el botón!
Estuve tentado a reírme, pero no lo hice, no quería que ella lo tome como una burla.
―Bueno, esto es un vibrador ―le dije―, se supone que hay que hacerlo vibrar. ¿Qué tal se siente?
―Es lo más raro del mundo. Mm… pero me gusta. Si… es muy… relajante. Sé que suena extraño decir que es relajante tener algo metido en el culo, pero… uf… esa vibración es fantástica. ¡Ay! ¿Qué pasó?
Sin querer volví a apretar el botón y noté que el patrón de vibración cambió. Ahora el juguete emitía dos vibraciones cortas, una pausa, y otra vibración más intensa. Luego repetía el mismo ciclo.
―Cambié el modo de vibración ―le dije―. ¿Es mejor o peor?
―Ay… es que… uf… vibra muy fuerte. Probá cambiarlo otra vez.
Pensé que al apretar una vez más el botón el juguete volvería a su estado de vibración constante inicial, pero no. El patrón volvió a cambiar, en esta ocasión fueron varios pulsos de vibración muy cortos, con una pausa muy breve entre ellos.
―Uy… de esta forma me gusta más, se siente muy rico. Sí, sí… definitivamente me voy a matar a pajas con este juguetito ―sus dedos se movían a toda velocidad, castigando el clítoris―. Me pregunto si mamá se habrá metido por el culo uno como este… uf, yo me volvería adicta. Es fantástico.
―Y lo mejor de todo ―dije―, es que ahora solo hay que dejarlo ahí. Ni siquiera hace falta que lo toques. Ya entró todo.
―Sí, eso es super lindo. ¿Podré usarlo mientras leo alguna novela erótica?
―Yo creo que sí… ¿o pensás que te molestaría tenerlo puesto mucho tiempo?
―No creo… siempre y cuando la vibración sea suave… y cuando la calentura aumente… mm… probá si hay otros modos. Ahora sí me gustaría sentir algo más intenso.
Seguí presionando el botón y ella me fue dando su opinión sobre cada patrón de vibración nuevo, descubrimos que hay un montón y muy variados. Algunos son super intensos y otros muy suaves. Basta presionar una vez ese botoncito para cambiar las sensaciones. Por la forma en que Pilar se masturbó, puedo creer que se va a volver adicta a este juguetito, aunque… bien por ella. Se merece disfrutar del sexo, aunque sea con un juguete.
Al mismo tiempo yo me masturbé detrás de ella, mientras le miraba…. bueno, le miré todo. No lo voy a negar. Es decir: tengo a mi hermana completamente desnuda y en cuatro frente a mí y se está masturbando, con un vibrador metido en el culo. Este es el sueño húmedo de un degenerado. Aunque yo no me sentí tan culpable como debería. Y eso, a su vez, me hizo sentir culpable. ¿Irónico, no? La mente es muy compleja, en especial cuando uno está excitado.
Me hice la paja de forma frenética e instintivamente fui acercando mi verga más y más a la concha de Pilar, la cual estaba muy cerca, así que no tuve que moverme mucho.
Cuando toqué sus húmedos labios vaginales con mi glande, ella detuvo su masturbación de forma abrupta. Pensé que se enojaría conmigo, pero ocurrió todo lo contrario. Pilar abrió sus nalgas con ambas manos y dijo:
―Dale, sin miedo… te lo ganaste, por ayudarme.
―Pero… ¿no era que esto no iba a pasar otra vez?
―Eso lo veremos después… ahora mismo estoy demasiado caliente como para preocuparme por dilemas éticos. Tengo la concha abierta y mojada, y te estoy invitando a meterla. ¿Te vas a quedar mirando? ¿Vas a ser un cobarde?
Ella tenía razón. Se supone que estamos haciendo esto para perder el miedo, no puedo quedarme mirando.
La tomé por la cintura y enterré la verga dentro de su concha. Fue una sensación maravillosa de la que nunca me voy a cansar. Ella gimió y comenzó a mover su cadera, provocando que la pija se le fuera enterrando cada vez más.
Cuando entró casi toda, empecé a darle embestidas suaves, que de a poco fui intensificando. Mientras la penetraba, comencé a jugar con el botoncito, y no… no me refiero al clítoris. Hablo del botón del vibrador. Quería que su culo disfrutara de distintas experiencias.
―¡Ay… por dios! ―dijo ella, con los dientes apretados―. ¡Qué lindo es coger! La puta madre… ¿cómo me perdí de esto durante años? Yo tendría que haber sido un poquito más puta, como Macarena. La hubiera pasado mejor.
Seguí dándole con fuerza, toda mi verga vibraba, aunque no de la misma forma que el consolador. Esta era una vibración más orgánica, como si algo dentro de mi cuerpo estuviera en perfecta sintonía con la concha de Pilar.
Esta vez no tuve tanto miedo de metérsela duro, porque mi verga ya estuvo allí dentro en más de una ocasión y también porque Pilar lubrica demasiado bien. De todas formas la penetración se siente más apretada que con la concha de mi mamá… es que mi mamá la tiene muy abierta.
Mientras me cogía a mi hermana (porque no lo puedo describir de otra manera) comencé a pensar en todas las situaciones morbosas que viví con mi familia. Pasaron pocos días desde la llegada de Brenda, pero de verdad extraño la libertad de andar con la pija dura por la casa y poder mirar conchas todo el día sin sentirme mal por eso.
Aunque, bueno… al menos dentro de las piezas las situaciones morbosas siguen estando presentes… y quizás ahora más que nunca. No me imaginé que hoy terminaría dándole duro a Pilar mientras ella tiene su primera experiencia con el sexo anal.
―Agarrá mi celu y sacame algunas fotos ―dijo mi hermana―. Quiero tener imágenes de esto para poder hacerme mil pajas después.
―¿Las puedo tener yo también?
―Claro. Si bien me da vergüenza que mi hermanito tenga fotos porno mía… em… también me da un poquito de morbo. Además, es lo justo. Si yo puedo tener fotos de tu pija, vos podés tener fotos de mi concha.
Tomé el teléfono y comencé a fotografiarla. Me estoy volviendo realmente bueno en esto y pensé que si Pilar tuviera un negocio como el de Tefi, también le iría muy bien. Aunque lo mejor era ni siquiera mencionar esa idea, sé que a Pilar la pondría muy incómoda exhibirse en internet… si a duras penas puede mostrarse desnuda con gente de confianza.
Por supuesto no dejé de darle embestidas mientras fotografiaba, pude ver cómo mi verga quedaba cubierta por una especie de espumita blanca, lo que me llevó a entender que Pilar estaba sumamente excitada. Eso me llevó a darle más duro. Mi hermana tuvo que morder las sábanas para que toda la casa no la escuchara gritar de placer.
―¡Ay, Nahuel! ―Suspiró Pilar―. No te cogiste a la putita de Natalia, pero a tu hermana le estás rompiendo la concha. Mmmm… me pregunto si así se sentirá una doble penetración. Creo que esta pandemia es lo mejor que me pasó en la vida.
En eso puedo estar de acuerdo con Pilar. Sé que mucha gente la debe estar pasando mal por no poder salir de sus casas o por tener demasiado tiempo libre; pero a mí el confinamiento me trajo más alegrías que desdichas.
―Estoy por acabar ―anuncié―. ¿La saco?
―Sí, por supuesto… que ni se te ocurra acabarme en la concha. A esa lechita me la quiero tomar toda.
Pilar giró y se metió mi glande en la boca. Su chupada no fue muy intensa, más bien movió mucho la lengua y me miró impaciente, como esperando por su premio. Me masturbé un rato, disfrutando de la succión ejercida por sus labios y de las caricias de su lengua, hasta que exploté. Saltó un chorro tan fuerte que parte del semen se escapó por la comisura de los labios de mi hermana. A pesar de esto, ella intentó mantener la boca bien cerrada alrededor de mi miembro para que nada más pudiera salir. Noté que estaba haciendo un gran esfuerzo, pero aún así logró tragar todo el semen y se quedó allí, muy paciente, esperando por las gotitas tímidas que siempre salen al final. Tragó mi verga casi completa tres o cuatro veces y luego usó el glande para recolectar el semen que había escapado de su boca. También lo tragó.
Ella hizo todo esto masturbándose, aunque eso solo lo noté al final, cuando se echó boca arriba y me mostró cómo se llenaba la concha de dedos. El vibrador seguía bien metido en su culo, cumpliendo con su función.
Le saqué más fotos, para las que ella posó con el pecho hinchado de orgullo y con las piernas bien abiertas. Se sentía sexy y en verdad lo estaba.
Después de capturar el momento en imágenes, decidí que, ahora sí, debía dejarla sola, para que siguiera disfrutando de sus juguetes anales.
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Asomé la cabeza fuera del cuarto de Pilar, la casa estaba en silencio, al parecer todas dormían en sus respectivos cuartos. A mí me tocaría compartir cama con mi mamá… una vez más. Pero antes quería darme una ducha. Aproveché que el pasillo estaba desierto y me dispuse a cruzar los pocos metros que separaban la puerta de Pilar de la del baño.
No alcancé a dar ni dos pasos fuera del dormitorio cuando ocurrió una tragedia. La puerta del baño se abrió y yo quedé ahí, completamente expuesto, con la pija aún dura. De todas las opciones posibles, del baño salió la peor de todas: Brenda.
Entré en pánico. No tenía forma de disimular. Ella me vio salir desnudo del cuarto de una de mis hermanas, con la verga completamente erecta.
Me miró con los ojos desencajados. Me di cuenta que no solo estaba consternada por haberme sorprendido en esta extraña situación, sino que además su atuendo no era el más discreto que digamos. Tenía la misma ropa que usó para entrar al cuarto de mi madre, es decir: una remera un poquito más larga de lo habitual… y nada debajo. Hasta podía ver su linda concha asomándose por debajo.
Me di cuenta de que estaba jodido. No solo la había avergonzado al verla semi-desnuda sino que además… ¿cómo carajo hago para explicarle por qué salí desnudo y con la pija dura del cuarto de Pilar?
Que Gisela me perdone, estoy pensando que traer a Brenda a casa quizás no haya sido la mejor idea del mundo.
Capítulo 37.
Animarse.
Entré de vuelta a la casa porque en el patio ya me estaba sintiendo como alguien que sobra. Alicia estaba aprovechando la oportunidad para hacerse ver como la madre dulce y comprensiva que nunca vio, y en cierta forma lo estaba logrando. Brenda parecía rendida a sus pies. Gisela soportaba la situación a su manera: en silencio y con una sonrisa tensa. Creo que fue esa sonrisa lo que me hizo sentir más incómodo. Bueno, eso y saber que toda la situación era una farsa y que apenas un par de días antes Gisela odiaba a mi madre por no dejarla vivir su sexualidad como le diera la regalada gana.
Por eso decidí refugiarme en lo más parecido que tengo a un lugar propio: el cuarto de mi mamá.
Me acosté en la cama y empecé a buscar algo para mirar en Netflix cuando escuché ruidos provenientes del baño. Me puse muy tenso y me asusté, aunque el pensamiento racional me calmó: Tranquilo, boludo, no puede ser un ladrón y ya todos en la casa saben de las cajas de dildo de mamá.
Como no vi riesgo alguno, abrí la puerta y me encontré con mi hermana Pilar, ella se asustó un poco al verme, pero enseguida se relajó.
―Ah, sos vos… ¡qué susto! Pensé que era mamá… o peor, Ayelén.
―¿Qué estás buscando? ―Pregunté al ver varias cajas abiertas en el piso.
―Nada, solo una cosita… para em… para nada.
―Mmm… ya veo. Estás buscando un buen dildo para hacerte la paja ―le sonreí―. Tu cara se puso roja, así que acerté.
―No acertaste… del todo.
―¿Y no me vas a contar?
―No. Me da vergüenza.
―Ok, entonces ahora la llamo a mamá y le cuento que estás hurgando entre sus juguetes.
―¡Hey! ¿Por qué harías una cosa así? ¿Cuándo te hice algo malo?
―Nunca. De mis hermanas, vos sos la más buena. Pero me molesta que no quieras contarme, después de todo lo que pasó. Pensé que ya podíamos hablar sin tapujos sobre esto. ¿Qué tiene de malo que quieras meterte un dildo en la concha para pajearte un rato? Yo también tenía pensado hacerme una paja… ¿Ves? A mí no me molesta hablar de esto con vos.
―Mmm… sí, ya sé. Tenés razón. Soy una boluda. Pero es que esto es diferente. Mi idea era hacerlo sin que nadie se entere y… apareciste vos.
―Podría haber sido peor. Vos misma lo dijiste ¿y si te hubiera sorprendido Ayelén?
―Sí, es cierto. Está bien, te voy a contar. ¿La puerta de la pieza está cerrada?
―Sí.
―Ok… resulta que ―miró para todos lados, como si temiera que alguien pudiera oírnos, bajó la voz y prosiguió―. Estoy buscando algo para meterme por el culo.
Me quedé petrificado y sentí un cosquilleo recorriendo toda mi verga.
―Ay, no me mires así ―dijo Pilar―, que me siento aún peor.
―¿Qué? Ah, no… perdón… no era mi intención hacerte sentir incómoda. Lo que pasa es que me sorprendió mucho lo que dijiste. Creí que, de todas las mujeres en la casa, vos serías la última en decir una cosa así. Porque a vos te gustan mucho esas historias melosas y románticas que tanto leés y… a ver, hice el intento de leer alguno de esos libros. A veces tienen escenas de sexo, pero suelen ser bastante… em… convencionales. No recuerdo que haya escenas de sexo anal.
―Es cierto. En algunas sí hay, aunque… como vos decís, no es que sea común ver a una chica suplicándole al un tipo que le rompa el culo. Ojo, no todas las historias que leo son tan melosas y convencionales. Otras son… un poquito más porno, aunque me da vergüenza hablar de ellas y quedar como la boluda que se hace la paja leyendo novelas eróticas en lugar de coger con alguien de verdad.
―A ver, que con esta puta cuarentena todos estamos en una situación parecida, la gente que quiere descargar su energía sexual debe recurrir a otros métodos. ¿Y por eso sentís curiosidad por el sexo anal? ¿Porque lo leíste en alguna de esas novelas?
―En parte, sí… la primera vez que vi una escena de sexo anal en una historia me quedé impactada, además la escena no tenía nada de romántica. La protagonista se calentó con un tipo que ni siquiera conocía y esa calentura subió tanto que le terminó entregando el culo… y fue su primera vez con el sexo anal. No te puedo explicar cómo me maté a pajas leyendo esa escena.
―Necesito leer ese libro.
―Después te lo presto, aunque no te hagas muchas ilusiones, más allá de un par de escenas muy morbosas, la historia no es la gran cosa. Aunque si lo que buscás es hacerte una paja, digamos que cumple con su función.
―Con eso me basta.
―De todas maneras ese no es el único motivo por el cual tengo curiosidad. En parte, sí, lo veo como algo morboso porque, justamente, me aleja de mi “zona de confort”. Entregar el culo o dejarse llenar la cara de leche está visto como algo más pornográfico que romántico… creo que por eso me calienta tanto. Además Macarena… la maldita desgraciada me estuvo contando algunas de sus anécdotas con el sexo anal y… uf… terminé con la temperatura a mil. Recién estaba… bueno, ya sabés, me estaba haciendo una paja y empecé a fantasear con esa idea…
―Y ahora le estás robando juguetes a mamá. ¿Ya viste algo que te llame la atención?
―Em… sí, están estos dos ―señaló dos cajas que había puesto sobre la tapa del inodoro―, en el mismo paquete dice que son para “placer anal”, hay uno que incluso vibra. Pero… son demasiado grandes.
―Miedosa.
―Hey, mi culo es virgen. No me voy a meter dildos de ese tamaño para empezar. Primero voy a probar con algo chiquito y después…
―Y después no te vas a animar a más, porque sos una miedosa, igual que yo. Te cuento algo rápido: Una noche fui a una fiesta con mis amigos de fútbol, y en esa fiesta estaba Natalia, una chica preciosa, muy alegre y con cara de angelito. Yo estaba loco por ella, me gustaba mucho. Ella estuvo buscándome toda la noche, haciéndome ojitos y algún que otro comentario de doble sentido. Yo no me animé a encararla, a pesar de que mis amigos insistieron para que lo hiciera. Creí que la chica se ofendería si le hacía alguna propuesta. La vi demasiado… inocente. Así que esa noche no hice nada. Me volví a casa solo y con la pija dura. Con el tiempo me enteré que, esa misma noche, dos de los pibes de mi equipo se cogieron a Natalia… los dos al mismo tiempo. Después me enteré que, en realidad, Natalia de inocente no tiene nada. Es bastante puta, ya se la cogió medio barrio.
―Ay, qué mal saber que la chica que te gusta en realidad es tremenda puta.
―Eso no me puso mal. Lo que me molestó fue saber que, de haberme animado, esa noche hubiera podido coger con ella. ¿No te das cuenta? La tenía servida y en bandeja. Ella se moría de ganas de coger conmigo, y yo me moría de ganas de coger con ella. Pero fui un cobarde. Vos sos igual que yo. Estoy segura de que si ahora mismo entra el hombre de tus sueños por esa puerta, te mira a los ojos agarrándose la pija y te dice: “Te voy a romper el orto, mamita”, vos no te vas a animar. Vas a poner excusas, y vas a terminar sola en tu pieza, haciéndote la paja, pensando que el tipo quizás está cogiendo con otra.
―Ya veo adónde querés llegar…
―Me encanta que te hayas animado a cumplir algunas de tus fantasías, aunque lo hayas hecho conmigo o con Macarena. Eso demuestra que, de a poco, estás perdiendo el miedo. Pero todavía te queda un largo camino por delante. No seas tan precavida con todo, Pilar. Ahí tenés los dildos, uno vibra y el otro… em… dice “texturado para más placer”. ¿No te das cuenta? ¡Más placer! Es exactamente lo que vos estás buscando.
―Lo sé, pero…
―Pero nada. Ahora mismo voy a salir de acá. Si en dos minutos no te veo salir de la pieza con esas cajas, le digo a mamá que estás robándole juguetes.
―Maldito hijo de p…
No alcancé a escuchar el resto de la frase. Salí del baño y cerré la puerta. Luego abandoné la habitación. Me quedé apoyado en el respaldo del sofá, mirando hacia el pasillo. Si Pilar quiere volver a su dormitorio, está obligada a cruzar ese pasillo.
Miré mi celular. Pasó un minuto. Luego diez segundos, veinte, treinta, cuarenta…
Estaban por cumplirse los dos minutos cuando vi a Pilar cruzar como un rayo con dos o tres cajas en la mano. Desapareció de mi vista por un instante y luego se asomó por el arco que hay en el centro del pasillo. Me hizo señas para que me acercara.
―Vení ―dijo, en susurro.
―¿Ya te decidiste?
―Sí, agarré esos juguetes… y un lubricante.
―Excelente. Espero que los disfrutes.
―Yo también lo espero… y vos me vas a ayudar.
―¿Qué? ¿Estás loca?
―Ay, no me vengas con esas ahora ―susurró, pero quería gritar―. Ya me viste toda la argolla abierta y me dejaste chorreando leche. ¿Te da miedo ver cómo me meto algo por el culo?
―No es eso. Lo que pasa es que… no sé, pensé que este sería un momento muy íntimo para vos y que preferías estar sola. Siempre preferís estar sola.
―Es cierto, pero… ahora me gustaría que vos estuvieras ahí. No sé por qué, pero si vos estás cerca, como que me animo más, me ayudás a perder el miedo. Quizás sea porque vos también sos un miedoso… y hasta te da miedo ver a tu hermanita en tetas. Eso me hace sentir más segura…
―Claro, porque yo estoy más nervioso que vos.
―Así es. ¿Y qué decís? ¿Tenés ganas de mirarme las tetas?
―Uf… si me lo decís de esa manera… me hacés sentir un pajero que se calienta con las tetas de la hermana.
―Lo sé. Esa es la idea. Quiero que te sientas culpable. ¿Ves? Yo también puedo ser cruel.
―Está bien… me lo merezco. Te voy a ayudar y te prometo que voy a estar mucho más nervioso que vos.
Entramos a su cuarto y me tomé la libertad de cerrar con traba. Dios bendiga esas trabas. Ya me estaba cansando de tener a mi madre interrumpiendo todos los buenos momentos. Aunque más cansado me tenía Ayelén, eso no lo puedo negar. A pesar de que ella me interrumpió menos, cada una de sus interrupciones contaron por mil.
Al darme vuelta me encontré con que Pilar ya se había quitado la blusa, al parecer no llevaba corpiño, o bien se las ingenió para hacerlo desaparecer a la velocidad de la luz. Con ambas manos apretó sus grandes tetas, se mordió el labio inferior y me dijo:
―¿Te gustan las tetas de tu hermana?
―Em… yo… este…
―Perdón por ponerte tan incómodo, pero necesito saber que hay alguien que está más avergonzado que yo dentro de la habitación. Es la única forma en la que puedo soltarme, bueno, casi la única… Macarena también conoce otra forma, pero…
―Pero yo no soy Macarena. Entiendo. Está bien, puedo tolerarlo si sé que a vos te ayuda a soltarte, así que podés decirme cualquier cosa, aunque por dentro me esté muriendo de la vergüenza.
―Mirá el lado positivo, nos sirve a los dos como ensayo. Si algún día te encontrás con esa tal Natalia, vas a estar mejor preparado si ella te dice cosas como esta.
―Sin duda, siempre va a ser más fuerte escuchar estas palabras viniendo de mi propia hermana… y a vos también te va a servir, si algún día estás con un tipo en una situación parecida.
―Eso espero, porque lo que más vergüenza me da es morirme de vergüenza frente al tipo… sé que es irónico. No quiero que me pase lo mismo que a vos. No quiero saber que tuve la chance de acostarme con alguien que me gusta y desperdiciarla por miedo. A veces me gustaría tener ese instinto depredador que tiene Macarena.
―Sí, a mí también. Por alguna razón ella es la única que desarrolló mucha confianza en sí misma. No corrió con nuestra suerte.
―Creo que es porque está loca ―dijo Pilar riéndose.
―Gisela opina lo mismo. Pero es una locura envidiable.
―Bueno, basta de hablar de Maca, ahora quiero que te fijes en mí.
Acto seguido, se bajó el pantalón, con bombacha y todo. Pilar quedó completamente desnuda ante mis ojos y volví a sentir lo mismo que la primera vez. A pesar de que me pasé semanas viendo culos, conchas y tetas, no puedo acostumbrarme. Ver a una de mis hermanas desnuda siempre me despierta la verga… y eso fue exactamente lo que ocurrió esta vez, y Pilar lo notó.
―¡Ay, ya se está despertando mi amigo favorito! Sacate la ropa. ―Hice lo que me pidió sin chistar. Mi verga aún no estaba completamente dura, pero ya había adquirido un buen tamaño―. Acostate ―dijo, señalando la cama. Una vez más, obedecí. Me quedé tumbado boca arriba y ella se puso sobre mí. Con sus grandes tetas agarró mi pene y lo apretó entre ellas―. ¿Te gustan las tetas de tu hermana?
―Sí…
―Ay, ¿cómo podés decir una cosa así? ¿No te da vergüenza calentarte con las tetas de tu propia hermana?
Noté un pequeño tono de crueldad, sin embargo Pilar estaba sonriendo, esto era parte de su método para soltarse más.
―Es que… son muy lindas.
Quizás ella estuviera actuando, pero yo no. Mis nervios eran reales. Movió sus tetas y mi verga, apretada en el centro, se fue poniendo más y más dura.
―Uy, mirá cómo se te agarrota la pija al verme las tetas. ¿Y qué pasa si me mirás la concha? ¿Eh? ¿Esto te gusta más?
No alcancé a responder nada. La concha de pilar apareció directamente sobre mis ojos, la muy desgraciada estaba arriba mío, con las piernas abiertas. Comenzó a manipular sus labios vaginales con los dedos, abriéndolos y acariciándolos.
―¿Te calienta verme la concha así de mojada?
Lo que más me calentaba era verla a ella con esa actitud. Esa forma de actuar distaba mucho de la Pilar que yo conocía… en cierta forma me recordaba a Gisela. Con la gran diferencia de que, en esta ocasión, era evidente que Pilar actuaba, de hecho, la pobrecita parecía más nerviosa que yo, las palabras temblaban al salir de su boca. Con Gisela era otra cosa. Gisela parece convertirse en otra persona cuando se excita.
Y hablando de excitación, mi verga se puso completamente dura, porque no me puedo controlar al ver una concha desde tan cerca, y menos si es de una de mis hermanas. Estiré un dedo y acaricié con suavidad su clítoris, ella se sorprendió y soltó un gemido que me erizó todos los vellos del cuerpo. Volví a tocarlo y ella gimió otra vez.
―Ay, se nota que te gusta esta concha ―dijo, con voz temblorosa―. ¿Por qué no la chupás? ¿Eh? Seguramente te morís de ganas de hacerlo.
Abrió su vagina con los dedos y desde arriba me miró con ojos brillosos, en ellos pude notar un mensaje: “Si me decís que no, me voy a morir de la vergüenza”. Supe que a ella le había costado mucho hacer esa propuesta y recibir un no como respuesta la haría sentir rechazada.
Siempre me pregunté cómo se sentiría chupar una concha y más de una vez estuve tentado hacerlo con la de mi mamá… y ahora tenía la oportunidad de sacarme la duda. Lo que me pedía Pilar tenía cierta lógica: la primera verga que ella chupó fue la mía. Era como decirme: “Te estoy devolviendo el favor”.
La primera lamida la di sobre la punta del clítoris. Pilar se estremeció y gimió. Por un momento me dio la impresión de que intentó apartarse de mí, era su miedo forzándola a alejarse una vez más. Por suerte, logró contenerse, se quedó allí y recibió una segunda lamida. Esta fue más intensa y abarcó buena parte de su concha, desde el agujero hasta el clítoris. Al sentir el sabor a sexo femenino, mi verga empezó a palpitar. Di un par de lamidas más y luego Pilar se sentó sobre mi cara, literalmente. Pude sentir el peso de su cuerpo y su concha pegándose a mis labios. Al lamer terminé metiendo la lengua dentro del agujero, fue un gesto en parte accidental y en parte buscado. Mientras la lamía de esa forma, ella comenzó a frotar su clítoris con fuerza. Me alegré de que ella, una vez más, demostrara que es capaz de vencer sus miedos.
Pilar movió sus caderas, ella no tiene la maestría de mi mamá para esto, aunque eso no podría importarme menos. Estaba disfrutando de su sexo y había dos detalles que me llenaban de morbo: que su concha estuviera tan mojada y tenerla tan pegada contra la cara. Era como si, con el peso de su cuerpo, me obligara a chupársela. Recordé que a mi mamá le calienta cuando le agarran la cabeza y la obligan a chupar una verga. Creo que ya entiendo por qué le agrada tanto.
Sin previo aviso, Pilar se apartó de mí, eso me desilusionó un poco, sin embargo rápidamente ella hizo algo que me alegró. Abrió grande su boca y se tragó buena parte de mi verga. Mientras la chupaba me miró a los ojos como si estuviera diciendo: “Me la voy a comer toda”.
Cerró los ojos y se concentró en mamarla. Realmente parecía estar muy inmersa en eso, como si quisiera disfrutar cada segundo, y la entiendo. Los dos sabemos que estas situaciones no deberían repetirse… demasiado, por eso es importante sacarles el máximo provecho cuando ocurren.
La mamada se extendió durante unos largos minutos, no sabría decir cuántos, pero por suerte Pilar se detuvo antes de que yo llegara al punto en el que ya no puedo controlar mi eyaculación.
―Ahora sí ―me dijo―. Estoy lista. Vamos a probar estos juguetitos.
―Excelente. ¿Con cuál querés empezar?
―Em… con este, es el más chico de los dos.
Abrió una caja y del interior sacó un extraño juguete que en un extremo parecía un grotesco dedo deforme doblado en la punta, y debajo tenía un bulbo que se ensanchaba y luego volvía a estrecharse. Finalmente, la base tenía forma de medialuna, entendí que eso servía para sujetar con firmeza el juguete… y para que esa parte quedara del lado de afuera y no molestara demasiado.
―¿Ese es el que vibra? ―Pregunté.
―Sí… y me da un poco de miedo, tiene una forma muy extraña. ¡Ay… la batería está cargada! ―El aparatito comenzó a emitir un zumbido.
―¿Cómo lo prendiste?
―Abajo tiene un botoncito ―ella volvió a apretarlo con fuerza y el juguete dejó de vibrar.
―¿Ahora sí querés que te deje sola?
―No, ni hablar. Si vos te vas, no me voy a animar a meterme esto por el culo… por eso vos me lo vas a meter.
―¿Yo? Pero… yo no sé nada de sexo anal.
―Yo tampoco. Vamos a aprender juntos. ―Pilar agarró un pomo de crema lubricante y cubrió con ella todo el vibrador, luego me lo alcanzó y se puso en cuatro patas, dándome la espalda. Su enorme culo quedó abierto ante mis ojos―. Poneme un poquito de crema y después… bueno, metelo.
―Está bien, lo hago con una condición.
―¿Cuál?
―No podés arrepentirte a mitad de camino. O lo metemos todo, o nada.
―Muy bien. Entiendo el punto. Nada de acobardarme a mitad de camino. Trato hecho. Ahora… metelo antes de que me arrepienta. Aprovechá… estoy lista.
El primer paso fue lubricar su culo, lo hice con cuidado, pero con confianza. Si ella estaba decidida a seguir adelante, yo también.
La punta de este extraño vibrador, además de estar doblada, también es redondeada. Apoyé este extremo en el culo y comencé a masajearlo.
―¿Ese es tu dedo? ―Preguntó Pilar.
―No, es el juguetito.
―Ah… se siente como un dedo.
―Creo que esa es la idea.
―Bueno, metelo despacito. Estoy lista.
Que ella se repitiera “Estoy lista” una y otra vez solo me dio a entender que, en realidad, está muy nerviosa y necesita recordarse a sí misma que puede con esto. Sin embargo, teníamos un pacto, no le permitiría acobardarse.
Presioné el dildo y, al mismo tiempo, me masturbé, porque ¡hey! que este no deja de ser un momento sumamente excitante, yo también puedo disfrutar.
Me fascinó ver cómo su culo se abría poco a poco a media que este “dedo deforme” iba entrando.
―¿Te duele? ―Le pregunté.
―No, aunque sí me arde un poco. Se siente raro. Estoy empezando a sospechar que esto del sexo anal en realidad no es tan placentero como dicen.
―Esperá un poquito más y… ¿por qué no te masturbás? Digo… se supone que tenés que disfrutar esto.
―Sí, tenés razón… es buena idea, además me va a ayudar a calmar los nervios.
Ella comenzó a acariciar su concha y yo aproveché para meter el vibrador un poco más. La parte de la punta entró completa y el siguiente segmento entró con mucha facilidad, porque era el más angosto.
―Apa… ahora sí se siente algo… agradable ―dijo Pilar―. Todavía arde bastante, pero… mm…. se siente como si me estuvieran acariciando el culo desde adentro. ¡Ay! ¡Uf! Esta parte cuesta más… ¡Ay! ―Seguí presionando―. ¡Auch! ¿Esa es la parte ancha, cierto? Me dolió un poquito… pero por suerte ya entró.
―Em… no… todavía no entró toda, falta lo más ancho.
―¿Más? Pero… cuando vi el juguetito no parecía tan ancho. ¿No me estarás tomando el pelo?
―No, para nada. Todavía no entró todo… lo voy a lubricar un poco más, vos… seguí con lo tuyo.
Puse más lubricante en su culo y en especial en la parte ancha del vibrador. Luego lo saqué un poco. Ahí pude ver que el culo de mi hermana se había dilatado considerablemente.
―¡Ay… qué rico! ―Exclamó―. Eso me gustó. Volvé a hacerlo. ―Lo metí y lo saqué una vez más―. Sí, así… ahora hacelo más rápido.
Seguí sus instrucciones. Aceleré el ritmo de a poco y ella hizo lo mismo con sus dedos, que también empezaron a entrar y salir, aunque de otro agujero. Volví a masturbarme, esto realmente me tiene muy excitado.
Lo bueno de este método es que permitió que, de a poco, la parte ancha del dildo se vaya metiendo dentro de su culo. Aunque llegó un punto en el que encontré bastante resistencia, no me quedó más alternativa que presionar.
Empujé con fuerza y…
―¡Ayy…. por dios! ―Pilar gritó con la cara contra el colchón―. Eso casi me rompe el orto… uf…
―¿Te molestó?
―No, al contrario… me calentó mucho… uy, qué rico se siente tenerlo adentro.
―¿Ahora sí pensás que Macarena tenía razón?
―Quizás. Es temprano para decirlo y ¡Ay… ay…. ay…! ¡Maldito desgraciado, apretaste el botón!
Estuve tentado a reírme, pero no lo hice, no quería que ella lo tome como una burla.
―Bueno, esto es un vibrador ―le dije―, se supone que hay que hacerlo vibrar. ¿Qué tal se siente?
―Es lo más raro del mundo. Mm… pero me gusta. Si… es muy… relajante. Sé que suena extraño decir que es relajante tener algo metido en el culo, pero… uf… esa vibración es fantástica. ¡Ay! ¿Qué pasó?
Sin querer volví a apretar el botón y noté que el patrón de vibración cambió. Ahora el juguete emitía dos vibraciones cortas, una pausa, y otra vibración más intensa. Luego repetía el mismo ciclo.
―Cambié el modo de vibración ―le dije―. ¿Es mejor o peor?
―Ay… es que… uf… vibra muy fuerte. Probá cambiarlo otra vez.
Pensé que al apretar una vez más el botón el juguete volvería a su estado de vibración constante inicial, pero no. El patrón volvió a cambiar, en esta ocasión fueron varios pulsos de vibración muy cortos, con una pausa muy breve entre ellos.
―Uy… de esta forma me gusta más, se siente muy rico. Sí, sí… definitivamente me voy a matar a pajas con este juguetito ―sus dedos se movían a toda velocidad, castigando el clítoris―. Me pregunto si mamá se habrá metido por el culo uno como este… uf, yo me volvería adicta. Es fantástico.
―Y lo mejor de todo ―dije―, es que ahora solo hay que dejarlo ahí. Ni siquiera hace falta que lo toques. Ya entró todo.
―Sí, eso es super lindo. ¿Podré usarlo mientras leo alguna novela erótica?
―Yo creo que sí… ¿o pensás que te molestaría tenerlo puesto mucho tiempo?
―No creo… siempre y cuando la vibración sea suave… y cuando la calentura aumente… mm… probá si hay otros modos. Ahora sí me gustaría sentir algo más intenso.
Seguí presionando el botón y ella me fue dando su opinión sobre cada patrón de vibración nuevo, descubrimos que hay un montón y muy variados. Algunos son super intensos y otros muy suaves. Basta presionar una vez ese botoncito para cambiar las sensaciones. Por la forma en que Pilar se masturbó, puedo creer que se va a volver adicta a este juguetito, aunque… bien por ella. Se merece disfrutar del sexo, aunque sea con un juguete.
Al mismo tiempo yo me masturbé detrás de ella, mientras le miraba…. bueno, le miré todo. No lo voy a negar. Es decir: tengo a mi hermana completamente desnuda y en cuatro frente a mí y se está masturbando, con un vibrador metido en el culo. Este es el sueño húmedo de un degenerado. Aunque yo no me sentí tan culpable como debería. Y eso, a su vez, me hizo sentir culpable. ¿Irónico, no? La mente es muy compleja, en especial cuando uno está excitado.
Me hice la paja de forma frenética e instintivamente fui acercando mi verga más y más a la concha de Pilar, la cual estaba muy cerca, así que no tuve que moverme mucho.
Cuando toqué sus húmedos labios vaginales con mi glande, ella detuvo su masturbación de forma abrupta. Pensé que se enojaría conmigo, pero ocurrió todo lo contrario. Pilar abrió sus nalgas con ambas manos y dijo:
―Dale, sin miedo… te lo ganaste, por ayudarme.
―Pero… ¿no era que esto no iba a pasar otra vez?
―Eso lo veremos después… ahora mismo estoy demasiado caliente como para preocuparme por dilemas éticos. Tengo la concha abierta y mojada, y te estoy invitando a meterla. ¿Te vas a quedar mirando? ¿Vas a ser un cobarde?
Ella tenía razón. Se supone que estamos haciendo esto para perder el miedo, no puedo quedarme mirando.
La tomé por la cintura y enterré la verga dentro de su concha. Fue una sensación maravillosa de la que nunca me voy a cansar. Ella gimió y comenzó a mover su cadera, provocando que la pija se le fuera enterrando cada vez más.
Cuando entró casi toda, empecé a darle embestidas suaves, que de a poco fui intensificando. Mientras la penetraba, comencé a jugar con el botoncito, y no… no me refiero al clítoris. Hablo del botón del vibrador. Quería que su culo disfrutara de distintas experiencias.
―¡Ay… por dios! ―dijo ella, con los dientes apretados―. ¡Qué lindo es coger! La puta madre… ¿cómo me perdí de esto durante años? Yo tendría que haber sido un poquito más puta, como Macarena. La hubiera pasado mejor.
Seguí dándole con fuerza, toda mi verga vibraba, aunque no de la misma forma que el consolador. Esta era una vibración más orgánica, como si algo dentro de mi cuerpo estuviera en perfecta sintonía con la concha de Pilar.
Esta vez no tuve tanto miedo de metérsela duro, porque mi verga ya estuvo allí dentro en más de una ocasión y también porque Pilar lubrica demasiado bien. De todas formas la penetración se siente más apretada que con la concha de mi mamá… es que mi mamá la tiene muy abierta.
Mientras me cogía a mi hermana (porque no lo puedo describir de otra manera) comencé a pensar en todas las situaciones morbosas que viví con mi familia. Pasaron pocos días desde la llegada de Brenda, pero de verdad extraño la libertad de andar con la pija dura por la casa y poder mirar conchas todo el día sin sentirme mal por eso.
Aunque, bueno… al menos dentro de las piezas las situaciones morbosas siguen estando presentes… y quizás ahora más que nunca. No me imaginé que hoy terminaría dándole duro a Pilar mientras ella tiene su primera experiencia con el sexo anal.
―Agarrá mi celu y sacame algunas fotos ―dijo mi hermana―. Quiero tener imágenes de esto para poder hacerme mil pajas después.
―¿Las puedo tener yo también?
―Claro. Si bien me da vergüenza que mi hermanito tenga fotos porno mía… em… también me da un poquito de morbo. Además, es lo justo. Si yo puedo tener fotos de tu pija, vos podés tener fotos de mi concha.
Tomé el teléfono y comencé a fotografiarla. Me estoy volviendo realmente bueno en esto y pensé que si Pilar tuviera un negocio como el de Tefi, también le iría muy bien. Aunque lo mejor era ni siquiera mencionar esa idea, sé que a Pilar la pondría muy incómoda exhibirse en internet… si a duras penas puede mostrarse desnuda con gente de confianza.
Por supuesto no dejé de darle embestidas mientras fotografiaba, pude ver cómo mi verga quedaba cubierta por una especie de espumita blanca, lo que me llevó a entender que Pilar estaba sumamente excitada. Eso me llevó a darle más duro. Mi hermana tuvo que morder las sábanas para que toda la casa no la escuchara gritar de placer.
―¡Ay, Nahuel! ―Suspiró Pilar―. No te cogiste a la putita de Natalia, pero a tu hermana le estás rompiendo la concha. Mmmm… me pregunto si así se sentirá una doble penetración. Creo que esta pandemia es lo mejor que me pasó en la vida.
En eso puedo estar de acuerdo con Pilar. Sé que mucha gente la debe estar pasando mal por no poder salir de sus casas o por tener demasiado tiempo libre; pero a mí el confinamiento me trajo más alegrías que desdichas.
―Estoy por acabar ―anuncié―. ¿La saco?
―Sí, por supuesto… que ni se te ocurra acabarme en la concha. A esa lechita me la quiero tomar toda.
Pilar giró y se metió mi glande en la boca. Su chupada no fue muy intensa, más bien movió mucho la lengua y me miró impaciente, como esperando por su premio. Me masturbé un rato, disfrutando de la succión ejercida por sus labios y de las caricias de su lengua, hasta que exploté. Saltó un chorro tan fuerte que parte del semen se escapó por la comisura de los labios de mi hermana. A pesar de esto, ella intentó mantener la boca bien cerrada alrededor de mi miembro para que nada más pudiera salir. Noté que estaba haciendo un gran esfuerzo, pero aún así logró tragar todo el semen y se quedó allí, muy paciente, esperando por las gotitas tímidas que siempre salen al final. Tragó mi verga casi completa tres o cuatro veces y luego usó el glande para recolectar el semen que había escapado de su boca. También lo tragó.
Ella hizo todo esto masturbándose, aunque eso solo lo noté al final, cuando se echó boca arriba y me mostró cómo se llenaba la concha de dedos. El vibrador seguía bien metido en su culo, cumpliendo con su función.
Le saqué más fotos, para las que ella posó con el pecho hinchado de orgullo y con las piernas bien abiertas. Se sentía sexy y en verdad lo estaba.
Después de capturar el momento en imágenes, decidí que, ahora sí, debía dejarla sola, para que siguiera disfrutando de sus juguetes anales.
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Asomé la cabeza fuera del cuarto de Pilar, la casa estaba en silencio, al parecer todas dormían en sus respectivos cuartos. A mí me tocaría compartir cama con mi mamá… una vez más. Pero antes quería darme una ducha. Aproveché que el pasillo estaba desierto y me dispuse a cruzar los pocos metros que separaban la puerta de Pilar de la del baño.
No alcancé a dar ni dos pasos fuera del dormitorio cuando ocurrió una tragedia. La puerta del baño se abrió y yo quedé ahí, completamente expuesto, con la pija aún dura. De todas las opciones posibles, del baño salió la peor de todas: Brenda.
Entré en pánico. No tenía forma de disimular. Ella me vio salir desnudo del cuarto de una de mis hermanas, con la verga completamente erecta.
Me miró con los ojos desencajados. Me di cuenta que no solo estaba consternada por haberme sorprendido en esta extraña situación, sino que además su atuendo no era el más discreto que digamos. Tenía la misma ropa que usó para entrar al cuarto de mi madre, es decir: una remera un poquito más larga de lo habitual… y nada debajo. Hasta podía ver su linda concha asomándose por debajo.
Me di cuenta de que estaba jodido. No solo la había avergonzado al verla semi-desnuda sino que además… ¿cómo carajo hago para explicarle por qué salí desnudo y con la pija dura del cuarto de Pilar?
Que Gisela me perdone, estoy pensando que traer a Brenda a casa quizás no haya sido la mejor idea del mundo.
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Los voy a publicar acá el 05 y el 10 de Julio, respectivamente.
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