I.
Cuando me serví el whisky y dejé caer en el vaso tres hielos, no pensé que ese sonido y ese sabor serían inolvidables; y no precisamente por la calidad del whisky que era bastante malo.
La habitación estaba en penumbras, la música suave, una especie de jazz fusión que lo envolvía todo y yo sentado en el sillón, mientras el matrimonio que me había invitado había empezado a sacarse la ropa.
Las reglas eran claras: yo debía permanecer sentado, mientras ellos se exhibían. Y luego, no había nada más pactado.
Debía fluir.
Ellos estaban muy excitados ya por la situación de coger delante mío, y, por momentos, simulaban que no me veían.
Se habían desnudado por completo, y él se había quedado parado, frente a ella, que estaba sentada en el borde de la cama, comiéndole de un solo bocado su pija semi erecta.
Yo los miraba fijamente, y ellos, cada tanto, curiosos, me clavaban la mirada, para ver mi actitud.
Cuando él mostró una estupenda erección, ella se abrió de piernas, y la recibió dentro suyo de un solo empujón, salvajemente, y ví cuando empezó con su maniobra inolvidable:
Levantó las caderas, puso sus manos abiertas en las nalgas de él, lo aferró contra sí y quedó suspendida en el aire. Todo su cuerpo tembló, y la habitación se cargó de un silencio espeso.
Solo una respiración agitada de él -que seguramente sabía perfectamente lo que iba a ocurrir- y enseguida, un gemido profundo, oscuro, grave e intenso de ella, que se dejó caer, y se hizo un ovillo disfrutando cada espasmo del orgasmo que le recorría el cuerpo.
Yo creí que todo había acabado ahí -valga la redundancia- pero me equivoqué.
Apenas recuperó la respiración, ella se trepó a él, y empezó a cabalgarlo con furia, mirándome directamente a los ojos. Y en esas embestidas vi como él perdía el control, y cada movimiento de caderas de ella, era un paso más hacia el abismo. En el momento exacto, ella se levantó, le tomó la pija con la mano y se la apretó fuerte. La sacudió y apuntó hacia sus pechos, recibiendo la leche espesa, caliente de su maridito que no paraba de jadear, y de clavar espasmos, tres, cuatro, siete...
Fue allí cuando se levantaron, se acercaron hasta mí, me hicieron poner de pie, y aplaudieron con gracia, cuando notaron la erección de mi pija debajo del pantalón, por solo verlos. Mientras él me agradecía, porque, dijo, gracias a mí, habían logrado algo que pocas veces, ella me besó en la boca, y me pasó su mano para comprobar la dureza…
II.
Yo creí que con semejantes acabadas, todo había terminado, y que yo me debía conformar con la tocadita de pija por encima del pantalón y el aplauso.
Ella y él, una pareja consolidada, estaban cogiendo para darse placer, pero también me estaban dando el espectáculo de movimientos, de jadeos, incluso del extasiante aroma que embriagaba la habitación.
Creí entonces que, mientras aplaudían y ella me sobaba la pija por encima del pantalón, empezaríamos a charlar, a reírnos un poco para recuperar energías, y todo terminaría allí.
Pero secretamente deseaba que volvieran a empezar, quizás, incluyéndome.
Nada estaba pactado de antemano, y yo no iba a ser el que apurara la situación. Pude ver tres cosas cuando ella me besó la boca, y sin disimulo alguno, me penetró con su lengua. Vi que él la había tomado de las caderas; vi que ella estaba poniendo el culo en pompa, y también pude ver cómo él se empinaba otra vez y se la estaba haciendo puertear.
Sin despegarse de mi boca, ella empezó a murmurar, y a contarme lo que estaba pasando. Con voz gruesa, entrecortada, gutural, empezó a decirme.
-Ves lo que haces? A vos se te pone dura, y eso es como un efecto contagio… él no quiere ser menos, y ay… me empieza a buscar de nuevo. No solo lo hiciste acabar mmmm como los dioses, sino que además ahhh está poniendo la vida en esto… porque ahhhh siiii…-
Recién ahí, cuando el placer la invadía abandonó mis labios. Todo eso me lo decía encima de mi boca, y yo sentía en mis labios cada golpe de caderas de él, que se la estaba garchando de atrás.
Entonces ella… me hizo señas, como si yo fuera un perro. Golpeó la mesa con la palma abierta, no hizo falta que dijera nada, yo había entendido que me estaba diciendo, sentate ahi, chiquito, que mami va a darte cariño.
Lo cierto es que me senté en el borde de la mesa, y desde ahí podía ver el espejo, y las tres figuras ensartadas cada cual desde un lugar distinto… él aferrado a las caderas de ella, y dándole pija, cubriéndola de placer, y ella, devolviendo toda esa energía con su boca en mi pija, que se la tragó entera. Me la estaba chupando con maestría, cuando de repente dejó de hacerlo. Apoyó sus manos en mi pecho, cerró los ojos, y acompañó el ritmo de los movimientos de su marido.
-Voy a acabar, voy a acabar … acabooooo
Gritó de un modo que se debe haber escuchado en todo el barrio.
Soltó todos los golpes eléctricos que estaba recibiendo en su cuerpo. Se tensó, y luego un gemido final, intenso y largo, para derrumbarse en mis brazos.
Y cuando digo derrumbarse, lo digo en serio. Tuve que aferrarla a mi brazo para que no cayera.
La senté en el sillón suavemente, y ahora éramos los dos hombres del trío los que aplaudíamos.
Así se cerraba el segundo acto, pero no hubo intervalos. Ella me agarró con su mano la pija, y al dicho de “acá falta terminar lo que empecé con la boca” …
III.
Hay que terminar lo que empezamos, dijo, e intentó arrodillarse frente a mi, con una clara intención. Pero no la dejé. Ya era hora de empezar a demostrar un poco cuál era el motivo por el que yo estaba ahí.
Hasta ese momento sólo había sido espectador del sexo fabuloso que habían tenido entre ellos, y receptor de una felatio muy interesante y armónica con el polvo que le estaban echando de espaldas.
Pero ahora había llegado el momento de tomarla suave pero firmemente de los pelos de la nuca, para cortarle el avance, y con empujoncitos provocadores, llevarla hasta la cama…
En el borde de la cama, la engañé. Simulé que quería darle un beso en la boca, y ella se acercó mansamente, pero cuando estaba a milímetros, y con un suave empujón, cayó a la cama ofreciéndole a mi vista todo su cuerpo.
Con mis manos le tomé las piernas, y la llevé hasta el borde de la cama. Allí, sobre su pelvis, le apoyé la inflamada punta de mi pija sin penetrarla.
Rozando su clítoris. Moviéndome lentamente.
Su reacción fue instantánea… llevó su mano hasta allí, y se aferró a mi pija como si se tratara de un juguete, y empezó a hacer círculos con su cadera. Estábamos unidos en un solo punto: mi glande y su clítoris. Y un solo roce en ese centro.
Cuando vi que estaba volcando su cuello hacia atrás, y su respiración se agitaba, le hice señas a él, que estaba mirando embobado como su señora gozaba de ese simple toque.
-Agarrala de las manos, que no me toque.
También fue inmediato. Un suspiro ahogado surgió de su plexo, al saberse prisionera. Miraba a su marido suplicándole que la suelte, pero él no hacía caso. Mientras yo seguía con mis movimientos.. pajeándola con la punta de mi pija.
Entonces, ocurrió lo que yo quería: primero empezó a murmurar, luego a pedir, y por fin, a rogar
-cogeme hijo de mil putas, romperé la concha a pijazos ayyyy si, movete asi que me estás volviendo locaaaa… no puedo entenmmmmm entender cómo te aguantas sin clavármela aayyyy hasta el fondoooo hijo de putaaaaaa puto de mierdaaa…
Su marido me miraba y sonreía. Ya tenía una nueva erección de solo ver a su mujercita retorciéndose de placer y diciendo guarangadas.
Solo le hice una seña inequívoca, y le pedí en voz alta
-Hacé que se calle la boca.
Entonces él, le puso su pija en la boca, y en ese mismo instante, con un solo movimiento de caderas, se la clavé hasta el fondo, y me empecé a mover con salvajismo, adentro y afuera, sin detenerme, golpeando en su pelvis con mi pelvis.
Sentí que ella estaba por acabar, porque sentí en su vientre que todo se tensaba. Así que le puse la mano en la panza, y seguí dándole con buen ritmo. Hasta que ocurrió.
Un líquido caliente brotó de su ser, acompañado un grito gutural. Un hermoso squirt volcado en mi pija, en mi vientre… y una mujer atravesada por un espasmo intenso.
Debo decirlo: quizás el más glorioso orgasmo del que fui testigo.
IV.
Por un segundo, todo quedó en silencio, hasta que ella irrumpió en una carcajada, mirándonos a los ojos, lo que es una forma de decir.
Apenas recuperó el aliento, después de haber tenido aquél orgasmo espectacular, y riéndose de nosotros, pero también de ella, dijo
-Para terminar lo que empecé con ustedes, me van a tener que esperar un rato, en un par de días supongo que puedo volver a empezar.
El chiste pudo ser gracioso, si no fuera por las erecciones que teníamos encima tanto él como yo. Al menos su marido ya había acabado una vez… yo todavía no, pero nadie tenía prisas en este juego.
-No se por qué, no te creo… tenés todo el aspecto de mujer que siempre puede un poco más.
-Tiene razón el amigo… es como las viejas máquinas de pinball.. hay que ponerle una fichita y arranca otro partido.
Con la autorización implícita del señor de la casa, me paré al borde de la cama, y la agarré de las manos, y le clavé un beso de lengua como si fuera el novio. Sentí que ella se abandonaba en mis brazos, pero no la iba a dejar entrar en ese juego. La puse de espaldas, parada contra mí, y froté mi pija entre sus nalgas. El marido se acercó y se paró frente a ella. Le dio el mismo beso de lengua que había visto le había dado yo.
Ella lanzó un gemido, y su cuerpo volvió a tensarse. Puso su culo en pompa, buscando que mi pija encontrara refugio, mientras seguía besando a su marido.
Si bien ya estaba sintiendo el calor de su concha, y el deseo casi lograba apoderarse de mi voluntad, yo tenía otros planes.
Pasé mi mano por encima de ella, tocándole el hombro a mi socio, con la clara intensión de que se tumbe en la cama. Luego la fui llevando a ella, para que se monte en la pija de su marido, y la dejé caer suavemente ensartada en el cilindro erecto que se le ofrecía.
Y ahora yo era el que tenía ante mis ojos, el ofrecimiento de su culo.
Me agarré la pija con la mano, y apunté a su agujero. Apoyé la cabeza y me quedé quieto.
Lanzó un gemido de profundo placer, y su marido entendió que era él el que debía ponerle movimiento a la cosa.
Embestía él desde abajo, recibía el movimiento ella, y yo me ensartaba un poco más en su culo.
Y en ese momento, cuando ya todo era una gran danza erótica, ella se transformó en la diosa lujuriosa que habíamos venido a buscar
-siiiii… dos pijas para mí… las tengo bien adeeentrooo siiii soy la más perra… quiero más, más, más.. llenenmé de leche los dossssss
Y ya no debimos movernos más, porque los movimientos los controlaba ella… recibiendo por todos lados las penetraciones.
Y yo acariciaba su espalda, y gemía por las caricias que recibía mi pija con la piel apretada de su culo; y él apretaba sus pechos, mientras ella decía cosas que ya, no entendíamos.
Había perdido todo el control
-siiiiaggghhhmmmm, porfavsisiiissi, daledalesnoparesssisisi, acaboyaotravezsisi, queputahijadeputasiiiiiii, aaaaaaaahhhhhhggggggggg
Y otra vez el silencio, y su cuerpo laxo.
La miré y le dije
-Hice bien en no creerte.
Ella estaba feliz, y compungida a la vez… pero como terminó con la tarea será para la próxima…
V.
Con una carcajada maléfica, y tocándose las tetas, ella dijo
-Ay, chicos… esto no puede quedar así-, no puede ser que yo esté flotando en el aire y ustedes estén ahi, duros, con cara de intriga… mami se va a ocupar de ganarse el postre.
Y se sentó en el vértice de la cama, y nos puso a cada lado. Nos manejaba del modo más eficiente, agarrándonos de las pijas, como si fueran manijas, y empezó a pajearnos despacito, y a decirnos cosas.
-quiero postre, pero quiero un postre especial… mmmm como se está poniendo esto… quiero leche de ustedes encima mío, pero como me porté bien, como soy única, quiero que me conviertan en diosa, y acaben los dos juntos…
Y empezó a chupar la cabeza de la pija de su marido, mientras me masturbaba en forma cadenciosa. Yo no pude reprimir mis gemidos, porque me brotaban del cuerpo, pero además porque necesitaba decirle que iba bien.
Ninguna palabra iba a romper el hechizo: dos hombres masturbados y chupados por una mujer que nos prodigaba sus besos muy armónicamente.
Se ve que sintió algo en su mano, que se aferraba a la pija de su marido, y le pegó un cachetazo en la punta de la pija. Suave, pero firme.
-Esperá, no te vayas a acabar ahora, que ya falta poquito.
Debo ser sincero. No puedo contar nada más de lo que pasó en esa habitación, porque entré en un lugar de ensoñación, límite entre estar soñando y la realidad. Hay una palabra exacta para describir mi estado pero ahora no me la acuerdo.
Cuando su boca me envolvía, en mi cuerpo confluían descargas eléctricas en mi espalda, en mi nuca. Y yo necesitaba aferrarme a algo: su nuca, sus tetas. Pero apenas si tenía apoyada una mano mía en su hombro.
Cuando su mano me envolvía, la sensación era completamente distinta, pero me arrancaba gemidos de placer.
Electricidad y cosquillas en ese estado confuso, me llevó a murmurar
-viene
Y ella entonces, sin soltarnos, se tiró en la cama, y empezó a masturbar furiosamente a su marido, que jadeaba intensamente, mientras me acariciaba dulcemente a mí, dejando que los estertores empezaran a atravesarme.
Por un instante, todo se suspendió, sentí morirme. No hubo gemidos ni respiración, creo que ni siquiera latidos. Como si fuera enrollándose, esperando ese momento único, cuando todo se libera, se desenrolla.
Me soltó, y entonces fue mi mano la que terminó la tarea. Con un largo gemido, en el momento del primer espasmo, solté mi primer descarga de leche, que recibió entre sus pechos. Y ella empezó a enloquecer, cuando sintió detrás de mi premio, el de su marido.
Nuestros tres voces parecían un coro de afirmaciones… los tres decíamos sí, si, si, y tres, cuatro chorros de leche más le volqué en su cuerpo, y mi socio hizo lo propio.
Ella enloquecía… se untaba con nuestras leches, la juntaba en su mano, se la pasaba por el clítoris, y empezó a convulsionar de placer.
Mientras más leche recibía, se acariciaba con más ardor, y se pajeaba furiosamente. Yo le rocé un pecho, y creo que eso fue suficiente para que arqueara su espalda, y acabar por última vez.
Fue un orgasmo único, de a tres. Que nos derrumbamos en la cama sin una gota de leche, ni de energía.
Todo concluyó en un beso en la boca para cada uno, más risas y un
-¿Tendrán hamburguesas?
Cuando me serví el whisky y dejé caer en el vaso tres hielos, no pensé que ese sonido y ese sabor serían inolvidables; y no precisamente por la calidad del whisky que era bastante malo.
La habitación estaba en penumbras, la música suave, una especie de jazz fusión que lo envolvía todo y yo sentado en el sillón, mientras el matrimonio que me había invitado había empezado a sacarse la ropa.
Las reglas eran claras: yo debía permanecer sentado, mientras ellos se exhibían. Y luego, no había nada más pactado.
Debía fluir.
Ellos estaban muy excitados ya por la situación de coger delante mío, y, por momentos, simulaban que no me veían.
Se habían desnudado por completo, y él se había quedado parado, frente a ella, que estaba sentada en el borde de la cama, comiéndole de un solo bocado su pija semi erecta.
Yo los miraba fijamente, y ellos, cada tanto, curiosos, me clavaban la mirada, para ver mi actitud.
Cuando él mostró una estupenda erección, ella se abrió de piernas, y la recibió dentro suyo de un solo empujón, salvajemente, y ví cuando empezó con su maniobra inolvidable:
Levantó las caderas, puso sus manos abiertas en las nalgas de él, lo aferró contra sí y quedó suspendida en el aire. Todo su cuerpo tembló, y la habitación se cargó de un silencio espeso.
Solo una respiración agitada de él -que seguramente sabía perfectamente lo que iba a ocurrir- y enseguida, un gemido profundo, oscuro, grave e intenso de ella, que se dejó caer, y se hizo un ovillo disfrutando cada espasmo del orgasmo que le recorría el cuerpo.
Yo creí que todo había acabado ahí -valga la redundancia- pero me equivoqué.
Apenas recuperó la respiración, ella se trepó a él, y empezó a cabalgarlo con furia, mirándome directamente a los ojos. Y en esas embestidas vi como él perdía el control, y cada movimiento de caderas de ella, era un paso más hacia el abismo. En el momento exacto, ella se levantó, le tomó la pija con la mano y se la apretó fuerte. La sacudió y apuntó hacia sus pechos, recibiendo la leche espesa, caliente de su maridito que no paraba de jadear, y de clavar espasmos, tres, cuatro, siete...
Fue allí cuando se levantaron, se acercaron hasta mí, me hicieron poner de pie, y aplaudieron con gracia, cuando notaron la erección de mi pija debajo del pantalón, por solo verlos. Mientras él me agradecía, porque, dijo, gracias a mí, habían logrado algo que pocas veces, ella me besó en la boca, y me pasó su mano para comprobar la dureza…
II.
Yo creí que con semejantes acabadas, todo había terminado, y que yo me debía conformar con la tocadita de pija por encima del pantalón y el aplauso.
Ella y él, una pareja consolidada, estaban cogiendo para darse placer, pero también me estaban dando el espectáculo de movimientos, de jadeos, incluso del extasiante aroma que embriagaba la habitación.
Creí entonces que, mientras aplaudían y ella me sobaba la pija por encima del pantalón, empezaríamos a charlar, a reírnos un poco para recuperar energías, y todo terminaría allí.
Pero secretamente deseaba que volvieran a empezar, quizás, incluyéndome.
Nada estaba pactado de antemano, y yo no iba a ser el que apurara la situación. Pude ver tres cosas cuando ella me besó la boca, y sin disimulo alguno, me penetró con su lengua. Vi que él la había tomado de las caderas; vi que ella estaba poniendo el culo en pompa, y también pude ver cómo él se empinaba otra vez y se la estaba haciendo puertear.
Sin despegarse de mi boca, ella empezó a murmurar, y a contarme lo que estaba pasando. Con voz gruesa, entrecortada, gutural, empezó a decirme.
-Ves lo que haces? A vos se te pone dura, y eso es como un efecto contagio… él no quiere ser menos, y ay… me empieza a buscar de nuevo. No solo lo hiciste acabar mmmm como los dioses, sino que además ahhh está poniendo la vida en esto… porque ahhhh siiii…-
Recién ahí, cuando el placer la invadía abandonó mis labios. Todo eso me lo decía encima de mi boca, y yo sentía en mis labios cada golpe de caderas de él, que se la estaba garchando de atrás.
Entonces ella… me hizo señas, como si yo fuera un perro. Golpeó la mesa con la palma abierta, no hizo falta que dijera nada, yo había entendido que me estaba diciendo, sentate ahi, chiquito, que mami va a darte cariño.
Lo cierto es que me senté en el borde de la mesa, y desde ahí podía ver el espejo, y las tres figuras ensartadas cada cual desde un lugar distinto… él aferrado a las caderas de ella, y dándole pija, cubriéndola de placer, y ella, devolviendo toda esa energía con su boca en mi pija, que se la tragó entera. Me la estaba chupando con maestría, cuando de repente dejó de hacerlo. Apoyó sus manos en mi pecho, cerró los ojos, y acompañó el ritmo de los movimientos de su marido.
-Voy a acabar, voy a acabar … acabooooo
Gritó de un modo que se debe haber escuchado en todo el barrio.
Soltó todos los golpes eléctricos que estaba recibiendo en su cuerpo. Se tensó, y luego un gemido final, intenso y largo, para derrumbarse en mis brazos.
Y cuando digo derrumbarse, lo digo en serio. Tuve que aferrarla a mi brazo para que no cayera.
La senté en el sillón suavemente, y ahora éramos los dos hombres del trío los que aplaudíamos.
Así se cerraba el segundo acto, pero no hubo intervalos. Ella me agarró con su mano la pija, y al dicho de “acá falta terminar lo que empecé con la boca” …
III.
Hay que terminar lo que empezamos, dijo, e intentó arrodillarse frente a mi, con una clara intención. Pero no la dejé. Ya era hora de empezar a demostrar un poco cuál era el motivo por el que yo estaba ahí.
Hasta ese momento sólo había sido espectador del sexo fabuloso que habían tenido entre ellos, y receptor de una felatio muy interesante y armónica con el polvo que le estaban echando de espaldas.
Pero ahora había llegado el momento de tomarla suave pero firmemente de los pelos de la nuca, para cortarle el avance, y con empujoncitos provocadores, llevarla hasta la cama…
En el borde de la cama, la engañé. Simulé que quería darle un beso en la boca, y ella se acercó mansamente, pero cuando estaba a milímetros, y con un suave empujón, cayó a la cama ofreciéndole a mi vista todo su cuerpo.
Con mis manos le tomé las piernas, y la llevé hasta el borde de la cama. Allí, sobre su pelvis, le apoyé la inflamada punta de mi pija sin penetrarla.
Rozando su clítoris. Moviéndome lentamente.
Su reacción fue instantánea… llevó su mano hasta allí, y se aferró a mi pija como si se tratara de un juguete, y empezó a hacer círculos con su cadera. Estábamos unidos en un solo punto: mi glande y su clítoris. Y un solo roce en ese centro.
Cuando vi que estaba volcando su cuello hacia atrás, y su respiración se agitaba, le hice señas a él, que estaba mirando embobado como su señora gozaba de ese simple toque.
-Agarrala de las manos, que no me toque.
También fue inmediato. Un suspiro ahogado surgió de su plexo, al saberse prisionera. Miraba a su marido suplicándole que la suelte, pero él no hacía caso. Mientras yo seguía con mis movimientos.. pajeándola con la punta de mi pija.
Entonces, ocurrió lo que yo quería: primero empezó a murmurar, luego a pedir, y por fin, a rogar
-cogeme hijo de mil putas, romperé la concha a pijazos ayyyy si, movete asi que me estás volviendo locaaaa… no puedo entenmmmmm entender cómo te aguantas sin clavármela aayyyy hasta el fondoooo hijo de putaaaaaa puto de mierdaaa…
Su marido me miraba y sonreía. Ya tenía una nueva erección de solo ver a su mujercita retorciéndose de placer y diciendo guarangadas.
Solo le hice una seña inequívoca, y le pedí en voz alta
-Hacé que se calle la boca.
Entonces él, le puso su pija en la boca, y en ese mismo instante, con un solo movimiento de caderas, se la clavé hasta el fondo, y me empecé a mover con salvajismo, adentro y afuera, sin detenerme, golpeando en su pelvis con mi pelvis.
Sentí que ella estaba por acabar, porque sentí en su vientre que todo se tensaba. Así que le puse la mano en la panza, y seguí dándole con buen ritmo. Hasta que ocurrió.
Un líquido caliente brotó de su ser, acompañado un grito gutural. Un hermoso squirt volcado en mi pija, en mi vientre… y una mujer atravesada por un espasmo intenso.
Debo decirlo: quizás el más glorioso orgasmo del que fui testigo.
IV.
Por un segundo, todo quedó en silencio, hasta que ella irrumpió en una carcajada, mirándonos a los ojos, lo que es una forma de decir.
Apenas recuperó el aliento, después de haber tenido aquél orgasmo espectacular, y riéndose de nosotros, pero también de ella, dijo
-Para terminar lo que empecé con ustedes, me van a tener que esperar un rato, en un par de días supongo que puedo volver a empezar.
El chiste pudo ser gracioso, si no fuera por las erecciones que teníamos encima tanto él como yo. Al menos su marido ya había acabado una vez… yo todavía no, pero nadie tenía prisas en este juego.
-No se por qué, no te creo… tenés todo el aspecto de mujer que siempre puede un poco más.
-Tiene razón el amigo… es como las viejas máquinas de pinball.. hay que ponerle una fichita y arranca otro partido.
Con la autorización implícita del señor de la casa, me paré al borde de la cama, y la agarré de las manos, y le clavé un beso de lengua como si fuera el novio. Sentí que ella se abandonaba en mis brazos, pero no la iba a dejar entrar en ese juego. La puse de espaldas, parada contra mí, y froté mi pija entre sus nalgas. El marido se acercó y se paró frente a ella. Le dio el mismo beso de lengua que había visto le había dado yo.
Ella lanzó un gemido, y su cuerpo volvió a tensarse. Puso su culo en pompa, buscando que mi pija encontrara refugio, mientras seguía besando a su marido.
Si bien ya estaba sintiendo el calor de su concha, y el deseo casi lograba apoderarse de mi voluntad, yo tenía otros planes.
Pasé mi mano por encima de ella, tocándole el hombro a mi socio, con la clara intensión de que se tumbe en la cama. Luego la fui llevando a ella, para que se monte en la pija de su marido, y la dejé caer suavemente ensartada en el cilindro erecto que se le ofrecía.
Y ahora yo era el que tenía ante mis ojos, el ofrecimiento de su culo.
Me agarré la pija con la mano, y apunté a su agujero. Apoyé la cabeza y me quedé quieto.
Lanzó un gemido de profundo placer, y su marido entendió que era él el que debía ponerle movimiento a la cosa.
Embestía él desde abajo, recibía el movimiento ella, y yo me ensartaba un poco más en su culo.
Y en ese momento, cuando ya todo era una gran danza erótica, ella se transformó en la diosa lujuriosa que habíamos venido a buscar
-siiiii… dos pijas para mí… las tengo bien adeeentrooo siiii soy la más perra… quiero más, más, más.. llenenmé de leche los dossssss
Y ya no debimos movernos más, porque los movimientos los controlaba ella… recibiendo por todos lados las penetraciones.
Y yo acariciaba su espalda, y gemía por las caricias que recibía mi pija con la piel apretada de su culo; y él apretaba sus pechos, mientras ella decía cosas que ya, no entendíamos.
Había perdido todo el control
-siiiiaggghhhmmmm, porfavsisiiissi, daledalesnoparesssisisi, acaboyaotravezsisi, queputahijadeputasiiiiiii, aaaaaaaahhhhhhggggggggg
Y otra vez el silencio, y su cuerpo laxo.
La miré y le dije
-Hice bien en no creerte.
Ella estaba feliz, y compungida a la vez… pero como terminó con la tarea será para la próxima…
V.
Con una carcajada maléfica, y tocándose las tetas, ella dijo
-Ay, chicos… esto no puede quedar así-, no puede ser que yo esté flotando en el aire y ustedes estén ahi, duros, con cara de intriga… mami se va a ocupar de ganarse el postre.
Y se sentó en el vértice de la cama, y nos puso a cada lado. Nos manejaba del modo más eficiente, agarrándonos de las pijas, como si fueran manijas, y empezó a pajearnos despacito, y a decirnos cosas.
-quiero postre, pero quiero un postre especial… mmmm como se está poniendo esto… quiero leche de ustedes encima mío, pero como me porté bien, como soy única, quiero que me conviertan en diosa, y acaben los dos juntos…
Y empezó a chupar la cabeza de la pija de su marido, mientras me masturbaba en forma cadenciosa. Yo no pude reprimir mis gemidos, porque me brotaban del cuerpo, pero además porque necesitaba decirle que iba bien.
Ninguna palabra iba a romper el hechizo: dos hombres masturbados y chupados por una mujer que nos prodigaba sus besos muy armónicamente.
Se ve que sintió algo en su mano, que se aferraba a la pija de su marido, y le pegó un cachetazo en la punta de la pija. Suave, pero firme.
-Esperá, no te vayas a acabar ahora, que ya falta poquito.
Debo ser sincero. No puedo contar nada más de lo que pasó en esa habitación, porque entré en un lugar de ensoñación, límite entre estar soñando y la realidad. Hay una palabra exacta para describir mi estado pero ahora no me la acuerdo.
Cuando su boca me envolvía, en mi cuerpo confluían descargas eléctricas en mi espalda, en mi nuca. Y yo necesitaba aferrarme a algo: su nuca, sus tetas. Pero apenas si tenía apoyada una mano mía en su hombro.
Cuando su mano me envolvía, la sensación era completamente distinta, pero me arrancaba gemidos de placer.
Electricidad y cosquillas en ese estado confuso, me llevó a murmurar
-viene
Y ella entonces, sin soltarnos, se tiró en la cama, y empezó a masturbar furiosamente a su marido, que jadeaba intensamente, mientras me acariciaba dulcemente a mí, dejando que los estertores empezaran a atravesarme.
Por un instante, todo se suspendió, sentí morirme. No hubo gemidos ni respiración, creo que ni siquiera latidos. Como si fuera enrollándose, esperando ese momento único, cuando todo se libera, se desenrolla.
Me soltó, y entonces fue mi mano la que terminó la tarea. Con un largo gemido, en el momento del primer espasmo, solté mi primer descarga de leche, que recibió entre sus pechos. Y ella empezó a enloquecer, cuando sintió detrás de mi premio, el de su marido.
Nuestros tres voces parecían un coro de afirmaciones… los tres decíamos sí, si, si, y tres, cuatro chorros de leche más le volqué en su cuerpo, y mi socio hizo lo propio.
Ella enloquecía… se untaba con nuestras leches, la juntaba en su mano, se la pasaba por el clítoris, y empezó a convulsionar de placer.
Mientras más leche recibía, se acariciaba con más ardor, y se pajeaba furiosamente. Yo le rocé un pecho, y creo que eso fue suficiente para que arqueara su espalda, y acabar por última vez.
Fue un orgasmo único, de a tres. Que nos derrumbamos en la cama sin una gota de leche, ni de energía.
Todo concluyó en un beso en la boca para cada uno, más risas y un
-¿Tendrán hamburguesas?
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