Ya les conté la experiencia con mi jefe, el Director de la Clínica en la que trabajo, y también que creía que había sido el Doctor quién me mandó al frente, ya que parecía saber muy bien que terminaría accediendo fácilmente a sus demandas sexuales. Pero si tenía alguna duda al respecto, lo que pasó el otro día las despejó por completo.
Cerca del mediodía se aparece y me llama a su oficina, no para que le haga un pete como al Doctor, no sean enfermitos, sino para darme unas llaves.
-¿Y esto?- le pregunto sorprendida.
-Son del departamento de un amigo, para vernos ésta tarde, si podés, claro-
-Del bulo de un amigo, querrás decir...- lo corrijo.
-Algo así- se ríe -Te paso la dirección por mensaje, ¿podrás temprano? A eso de las tres, cuatro...-
-A esa hora estoy trabajando Señor, no sé si mi jefe me dará permiso- le digo, medio en broma, medio en serio.
-Desde ya que el permiso lo tenés- se apura en decirme.
-El permiso no me lo tenés que dar vos, sino Alicia- le hago notar, refiriéndome a la jefa administrativa.
-Yo me ocupo- repone.
-¿Y qué le vas a decir? ¿Que me vas a coger en el bulo de un amigo?-
-Jajaja... ¿Te imaginás? Le digo eso y le da un infarto- se ríe -Esta noche tengo una conferencia, por eso te pido de vernos temprano, le digo que me vas a ayudar con algunas notas y listo, no te preocupes-
Al final, a las dos, después del refrigerio, quedo liberada. Tal como me dijo, me manda por Whatsapp la dirección, así que me tomo un taxi hasta el departamento del amigo, en Recoleta. Entro como si fuera mi casa.
Dejo la cartera y el saco en el perchero de la entrada. Me sirvo un trago del bien provisto bar que ocupa todo un rincón. Me siento con mi vaso en un amplio sofá de cuero en forma de L, y le escribo:
"Ya estoy en el depto".
El Director llega apenas unos minutos después. Al parecer también tiene su llave.
-¿Qué estás tomando?- me pregunta.
-Whisky, el blue label- le aclaro, ya que hay diferentes marcas.
Se sirve y viene conmigo.
-Me alegra que hayas venido- me asegura, chocando su vaso con el mío a modo de brindis.
-¿Traés a muchas minitas acá?- le pregunto.
-Algunas, pero te aseguro que vos sos la mejor- me asegura.
No sé si me dice la verdad, pero elijo creerle.
Dejamos los vasos sobre la mesa ratona que tenemos enfrente y nos besamos. Rápidamente me saca la camisa y me desabrocha el corpiño. Me está sobando entusiasta las tetas, cuándo tocan el timbre.
Me pide un momento y va a atender.
-Subí...- escucho que responde por el portero eléctrico.
-¿Quién es?- le pregunto cuándo vuelve a la sala.
-Una sorpresa- me dice.
Enseguida tocan el timbre del departamento, abre la puerta y entra el Doctor, mi Doctor, que se saluda con el Director como dos grandes amigos.
-¡Son un par de hijos de puta!- les digo, ahí parada, las lolas al aire, manos en la cintura, como una maestra retando a sus alumnos.
Los dos me miran y se ríen. Me la hicieron bien los muy turros.
También me río y les digo que vengan con las manos. Se abalanzan sobre mí, besándome, chupándome las tetas. Enseguida quedo desnuda entre ambos, la pollera y la bombacha hechas un revoltijo a mis pies.
Ellos también se desnudan, exhibiendo ambos unas erecciones fuera de todo límite, el Director bueno, es todo un semental, pero el Doctor, al que más de una vez tuve que mamársela por un largo rato para que se le ponga dura, la tenía tan erecta que hasta se le combaba hacia arriba por la tensión, lo cuál me daba la pauta de que estaban "enviagrados".
Lo tenían planificado al detalle, el departamento, el Viagra, debo reconocer que me sentía un tanto halagada por las molestias que se tomaron. Además era lunes, el Doctor se supone que tenía consultorio hasta las seis, ¿cómo pudo conseguir un reemplazo sin que yo me entere?
Me pongo de rodillas en el suelo, entre medio de los dos, que se quedan parados, uno de cada lado, y girando la cabeza a derecha e izquierda, les chupo las pijas. Me atraganto con una y otra, haciendo fuerza para metérmelas hasta lo más profundo de la garganta.
Las escupo, las sacudo, me las froto por sobre los labios, los dientes, por toda la cara, se las chupo, les paso la lengua y se las vuelvo a chupar, atragantándome de pija hasta quedar sin aliento.
También les chupo los huevos, que ya están gordos y calientes, en tensa ebullición.
El Director, que es el que lleva la voz cantante en todo el asunto, me tumba de espalda en el sofá, me levanta las piernas y me chupa la concha, pasándome la lengua por toda la raya, agujero del culo incluído.
Está fuera de sí, desencajado, con esa excitación que más que prometer, amenaza.
Se agarra la pija y se la frota a todo lo largo, mostrándome la potencia y el poderío de lo que enseguida tendría empujando dentro de mí.
Me pasea la punta por encima de los labios, tentándome, haciendo que me moje de las ganas. Me la mete un poquito, pero enseguida me la saca, así varias veces, llegando al extremo de tener que rogarle para que me la meta de una buena vez.
-¡Dale... cogeme... cogeme bien cogida...!-
Aún así, no lo hace, por lo que tengo que clavármela por mí misma.
-¡Ahhhhhhh...!- estallo yo.
-!Uhhhhhhh...!- estalla él.
Ahora sí, me agarra de los muslos y arremete con todo, cogiéndome como tanto me gusta.
Mientras él Director me acribilla a pijazos, el Doctor, para no quedarse afuera, se sube al sofá y se acerca para que le chupe la pija. Lo hago, así que tengo a uno en la concha y al otro en la boca.
No me dan respiro, porque apenas el Director me la saca, el Doctor ocupa su lugar y viceversa, turnándose para cogerme o para que se las chupe.
Aparte del Viagra, parecía que habían consumido algo más, algún estimulante extra, porque estaban como locos, desatados, con esa mirada en los ojos que, si no los conociera, hubiera temido por mi integridad física.
Pero aunque me encontraba sometida a sus bajos instintos, me sentía a salvo, segura y empoderada, ya que no había nada que pudieran hacerme que no me hubiesen hecho ya, claro que eso ellos no lo sabían.
Se quedan sentados los dos en el sofá, uno de cada lado, comentando entre ellos los buenos petes que hago. Se pajean mientras hablan, mirándome con picardía. Sé lo que quieren, y estoy más que dispuesta a dárselos.
Me subo encima del Director, y sentándome sobre sus piernas, me ensarto toda la pija, que a consecuencia del Viagra, sigue bien parada, con la dureza intacta.
Me apoyo en sus hombros y me deslizo arriba y abajo, recorriendo toda su virilidad con mi sexo, que aunque ya había recibido los ensartes de uno y otro, aún sigue hambriento.
Yo no había tomado ningún estimulante, apenas un trago de whisky, pero aún así estoy con una calentura atroz.
Mientras lo cabalgo, nos besamos con ardor, con pasión, lo mismo con el Doctor, a veces cabalgo a uno y beso y pajeo al otro, asegurándome de tener a los dos ocupados.
Cuándo me empiezan a tantear el ojete, ya sé lo que pretenden. Con los dos tuve sexo anal, así que no es algo difícil de imaginar.
Estoy montada encima del Doctor, disfrutando una dureza como nunca antes tuvo. Subo y bajo con fluidez, encajetándome toda esa tubería hasta lo más profundo. Me detengo solo cuando siento que el Director me acaricia la espalda, se desliza hacia abajo, por la raya y me mete los dedos en el culo. No tiene que trabajarlo demasiado, el esfínter se abre sin problemas, capturando el par de dedos que hunde en su interior.
Cuándo siento que me puntea con la pija, cierro los ojos y me muerdo el labio inferior. Tengo la del Doctor adentro, y estoy por recibir también la del Director. Una por delante, otra por detrás. La mejor combinación posible.
Ya había probado la doble penetración con Pablo y su amigo, pero esa vez fue algo inesperado, sorpresivo, y aunque no me quedo otra que ceder, más por miedo que por ganas, no fue algo que hubiese querido o buscado. En cambio ahora sí, era yo la que decidía tenerlos a los dos adentro, sin temor alguno.
-¡Y se va la segunda...!- exclama el Director cuando entra en mí, por atrás, hundiéndose hasta los pelos.
Yo misma me sorprendo con la elasticidad de mi culito que, aunque de reciente inauguración, ya es capaz de recibir por completo una poronga como la de mi jefe. Las continuas culeadas de Pablo lo han hecho posible, sin duda.
Entre ellos se ponen de acuerdo y se empiezan a mover, entrando y saliendo al mismo tiempo, mientras yo me derrito entre ambos, ensanguchada, sintiendo que me deshago en un orgasmo tras otro.
Sus cuerpos sudados, calientes, resbalan y se frotan contra el mío, incendiándome más todavía. En todo momento tengo la sensación de que me van a romper, de que van a terminar dislocándome la cadera de tanto refriegue, pero justamente eso es lo que me proporciona tanto placer, tanto gusto, el riesgo que lleva implícito estar abrochada a dos hombres al mismo tiempo.
Trato de besar a uno y a otro, mientras los jadeos se amontonan en mi garganta.
Cuándo me liberan, estoy tan mojada que es como si me hubiera meado. El Doctor sirve otra ronda de whisky, y tras un rápido brindis, nos vamos en procesión hacia una de las habitaciones.
Me tiro en la cama, en cuatro, con el culo levantado, los agujeros bien abiertos y expuestos, ofreciéndome en plenitud, sin guardarme nada.
Los dos siguen al palo, mirándome como si estuvieran evaluando las mil y un formas de destrozarme. De arrancarme las vísceras a puro pijazo.
Me excita verlos así, tan sacados, con la lujuria a flor de piel, nada que ver con la formalidad que muestran a diario en la Clínica. Aunque no lo necesitan, los incentivo, moviendo la cola, abriéndome los agujeros para meterme los dedos, y mostrarles lo abiertos que me los están dejando.
El Doctor es quién toma la iniciativa ahora, pasándome la lengua por toda la zanja, para luego sujetarme de la cintura y mandármela a guardar hasta los huevos de un solo empujón.
Me la deja ahí un ratito, disfrutando la sensación de estar adentro, y empieza a moverse, bombeando frenético y entusiasta, sin que su erección exhiba desgaste alguno.
El Director no se mantiene ajeno, y echándose delante mío, me deja su pija para que se la chupe, mientras su colega me coge y culea por igual, alternando en ambos agujeros con igual entusiasmo.
De a ratos se cambian, así que cuándo uno me coge, se la chupo al otro, sin desatender a ninguno. Los dos disfrutan de mi cuerpo, ya sea por arriba o por abajo.
En cierto momento, las piernas me flaquean, por estar mucho tiempo en cuatro, así que me doy la vuelta y me pongo de espalda. Me abro de piernas, y recibo a uno entre ellas, mientras se la chupeteo al otro, que se pone a un costado, dejando que mi boca se exprese con absoluta libertad.
Así me cogen, alternándose ambos sin interrupciones, sale uno, entra el otro, manteniendo en todo momento mi concha bien ocupada.
-¿Te digo algo Lorena?- me dice el Director en cierto momento, mientras, visiblemente agitado, se echa a un lado -En la entrada de la Clínica tendríamos que poner una foto tuya como Empleada del mes-
-¡Todos los meses!- coincide, festivo, el Doctor.
"Mejor sería un aumento", pienso, aunque no se los digo, no vaya a ser que crean que quiero cobrarles.
El Director me pone de costado, y pegándose a mi espalda, me busca con la pija el agujero del culo. Me resulta delicioso sentir como me puntea toda esa parte.
Me la mete, y agarrándome fuerte de las lolas, me pega tal culeada que me hace saltar unas cuántas lágrimas.
El Doctor se mantiene a un costado, atento, expectante, meneándosela a lo loco, esperando ansioso el momento de intervenir. Y éste llega, cuándo el Director, se echa de espalda y me arrastra consigo, sin sacármela en ningún momento, de forma que quedo sentada encima suyo, con toda la pija dentro del culo, las piernas abiertas, la concha pidiendo a gritos ser rellenada. Así que, haciendo gala de una agilidad encomiable para sus kilitos de más, se trepa sobre la montaña que forman nuestros cuerpos, y enfilando la pija hacia la brecha que se le abre por debajo, me la ensarta con todas sus ganas.
¡¡¡Ahhhhhhhhhh....!!! ¡¡¡Siiiiiiiiiiiiii...!!! De nuevo los tengo a los dos adentro; duros, pulsantes, enérgicos, imponentes cada cuál por su lado.
Se mueven conformando una dupla perfecta, entrando y saliendo, llenando ambos agujeros con esa carne vibrante y entumecida que el Viagra había potenciado al máximo de sus posibilidades.
Yo estoy en otro mundo, en el multiverso de la locura, flasheando como la mejor, sintiendo que todo mi interior se convulsiona debido a las arremetidas de ese par de brutos.
Primero siento como el Doctor se viene por adelante, y enseguida el Director lo acompaña por detrás, acabando los dos adentro y casi al mismo tiempo.
Sentir la leche de ambos, cálida, espesa, efusiva, fue casi como estar viviendo una experiencia mística.
Yo también acabo, desintegrándome prácticamente entre sus cuerpos convulsos y excitados.
Nos quedamos ahí, el uno encima del otro, respirando agitados, compartiendo el placer de ese orgasmo que más que dividirse por tres, se multiplica por mil.
Soy la primera en levantarme para ir al baño, sintiendo como la leche me sale de los agujeros a borbotones.
Hago lo que tengo que hacer y abro la ducha. Estoy ahí, debajo del agua, tratando de recuperar el aliento, cuando escucho que corren la cortina.
El Director se mete conmigo, ostentando de nuevo una erección que raja la tierra. ¿Serán los efectos del Viagra todavía, o simple y pura excitación, sin refuerzo químico? Sea lo que sea, primero me besa, y poniéndome luego de cara contra la pared, me pega tal cogida que termino pidiendo la hora.
Me doy la vuelta, me agacho y me la meto en la boca justo cuando empieza a soltar un guascazo tras otro, no tan fluidos como los anteriores, pero sí lo suficiente como para empacharme de semen.
Me hubiera gustado atenderlo también al Doctor, pero él sí ya estaba out.
Termino de bañarme, nos vestimos y volvemos a la sala. Me gustan esos momentos, después del sexo, cuando se comparte una charla, un trago, un cigarrillo, algo que no puedo hacer con mi marido, que se queda dormido ni bien acaba.
Con el Doctor y el Director nos quedamos un rato, charlando y riendo como tres grandes amigos, compartiendo anécdotas de la Clínica de lo más variadas y pintorescas.
-Bueno, si no me pongo en marcha voy a llegar tarde a la conferencia- dice el Director luego de un rato y se levanta.
Todavía está desnudo, así que me gusta verlo caminar, con la garcha bamboleándose entre las piernas.
Y me gusta más, que luego de vestirse y arreglarse, cuando se despide, lo hace besándome en la boca.
-No se corten eh, tienen mi venia para seguir dándole- nos dice antes de cerrar la puerta.
-¿Estás para echarte otro?- me pregunta el Doctor.
-Y ya que estamos...- le digo.
Cogemos de nuevo, pero claro, ya no con la intensidad y el entusiasmo de antes. Igual lo disfrutamos, acabando juntos, algo que, pese a los años de matrimonio, jamás he logrado con mi esposo, compartir un orgasmo.
8 comentarios - Soy la puta de mis jefes.
Van 10 ptos hermosa.
van puntos. no vendria mal una foto de cuerpo completo