Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 30.
Aprendizaje de Cuarentena.
Diario de Cuarentena:
<Inicia la operación Fortaleza>.
Estoy decidido a recuperar mi “Fortaleza de la Soledad”. No puede ser que la arpía de mi prima se apodere de mi cuarto. Tengo que hacer algo al respecto. No pienso acatar sus condiciones.
―Hola, Nahuel ¿qué andás haciendo? ―Me saludó mi tía Cristela.
Yo estaba sentado en el sofá, completamente desnudo, mirando fijamente la puerta de mi dormitorio.
―Hola tía ―saludé, sin prestarle mucha atención― Acá ando...
Diario de Cuarentena:
<Concentración, cadete Nahuel. El trabajo de inteligencia ya se realizó. Llegó el momento de pasar a la acción>.
―Yo estoy un poco aburrida ―mi tía hablaba a mis espaldas, ni siquiera me giré para mirarla.
Mi mente estaba focalizada en ese dormitorio. No había planificado demasiado, pero sí estaba decidido a hacer algo. El primer paso consistía en entrar a mi cuarto sin golpear. Sabía que Ayelén estaba durmiendo, lo sé porque abrí un poquito la puerta y espié.
Mi estrategia es sencilla: Hacerle la vida imposible hasta que me devuelva mi cuarto.
La voy a despertar y voy a hacer todo lo que pueda para no dejarla dormir en paz.
―¿Vos estás ocupado con algo? ―Preguntó Cristela. Su voz sonó en el fondo de mi cabeza, apenas si fui consciente de ella.
Diario de Cuarentena:
<Adelante, cadete Nahuel. El éxito de la operación depende de que el primer ataque sea un éxito>.
Estaba concentrado. Decidido. El corazón me latía con fuerza guerrera. Había llegado el momento de actuar.
―Nahuel… ―dijo mi tía.
Me puse de pie, no podía permitirme ninguna distracción. Esa arpía se va a enterar de lo que puedo hacer.
―Nahuel…
Si es necesario, voy a darle una patada a la puerta.
―Nahuel…
Empecé a caminar hacia la puerta. La operación está en marcha, ya nada puede detenerla.
―Nahuel… ¿querés que te chupe la verga?
Diario de Cuarentena:
<¡Aborten! ¡Aborten! La operación Fortaleza queda cancelada! Repito: ¡Aborten! ¡Operación cancelada!>
Giré la cabeza por primera vez desde que mi tía empezó a hablarme y me quedé pasmado al ver que tenía puesto un conjunto de lencería celeste. Un corpiño sin copa, que no tapaba nada de sus tetas, solo se las adornaba. Un portaligas y medias de encaje que le llegaban hasta la mitad de los muslos. Su concha estaba completamente a la vista.
Mi verga, que había escuchado la propuesta de Cristela, comenzó a despertarse, como un animalito hambriento que huele comida.
―No me mires con esa cara, chiquitín ―dijo ella, con una gran sonrisa―. Sabés que lo digo en serio.
―Sí… lo sé… pero… em… ―estaba aturdido por su belleza despampanante. Esa mujer ya no parecía mi tía. Era como tener una actriz porno desnuda en casa―. Ayelén está en mi pieza. ¿Dónde vamos a…?
―Por eso no te preocupes. Macarena nos presta su cuarto.
―¿Segura?
―Sí, claro. Hablé con ella del tema y no tiene problema. Incluso me contó que la idea de ayudarte con estímulos fue de ella. Se nota que se preocupa por vos. Vení, vamos a la pieza.
La acompañé. La distancia no era mucha, al fin y al cabo todas las habitaciones están dentro de la misma casa, pero a mí me pareció que recorríamos varios kilómetros, porque a cada paso no pude dejar de admirar cómo se bamboleaban las nalgas de Cristela y como debajo de ella asomaban los gajos de la concha.
Entramos al cuarto de mi hermana y me sorprendí al ver que Macarena estaba sentada en la cama, completamente desnuda, con las piernas bien abiertas, mirando su celular. A su lado, en la mesita de luz, estaba el imponente pene de plástico con aspecto alienígena que le había sacado a mi mamá. Eso me hizo mirar una vez más la vagina de Maca y me percaté de que la tenía muy dilatada y húmeda, como si hubieran pasado apenas unos segundos desde que se sacó el dildo.
―Veo que ya estuviste probando tu juguete nuevo ―le dije.
Ella sonrió y bajó el teléfono.
―Sí, es genial. Aunque me parece que a la tía Cristela le gustó más que a mí. ¿No es cierto, tía?
―Ya le dije que se lo voy a robar ―respondió.
Mi mente se llenó de imágenes de Macarena y Cristela jugando, juntas, con ese dildo alienígena. ¿Se lo habrán metido la una a la otra? Conociendo lo abiertas que son para el sexo, no me extrañaría si lo hubieran hecho.
―Dale, acostate en la cama ―me pidió mi tía.
Estuve a punto de preguntar si Macarena se iba a quedar y me di cuenta de que era una pregunta estúpida. Claro que se iba a quedar. Con lo morbosa y curiosa que es, no se iba a perder esto por nada del mundo.
Me acosté junto a ella y Cristela gateó sobre la cama, me acarició la verga y empezó a pasarla entre sus tetas, mientras se ponía dura. Macarena miraba toda la escena con una lujuriosa sonrisa en los labios.
Creí que todo el asunto se resolvería de forma más o menos sencilla: mi tía me chuparía la verga (lo haría bien, por supuesto), yo acabaría en su boca, o en sus tetas, y Macarena haría algún comentario, quizás un pequeño análisis psicológico intentando explicar por qué yo había acabado tan rápido. En fin, lo típico.
Sin embargo, las cosas se torcieron más pronto que tarde.
La puerta del cuarto se abrió y vi la cabeza de mi madre asomándose.
Hasta ahora las constantes intromisiones de mi mamá no llegaron a molestarme, si me asustaron, me pusieron nervioso o me dieron igual… pero esta vez sí me molestó. Porque estoy seguro de que si ella apareció fue porque me vio entrar con la tía Cristela a la pieza de Macarena y seguramente se imaginó que esto ya sería alguna especie de orgía incestuosa. Alicia estaba ahí para controlarnos. Y “controlar” es una palabra clave en la psicología de mi mamá. Ella necesita controlarlo todo. Es más fuerte que ella, no lo puede evitar.
―¿Qué hacen? ―Preguntó, como si no lo supiera.
―Nada ―respondió Cristela, sin siquiera girar la cabeza para mirarla―. Solo una pequeña clase de educación sexual.
―¿Puedo ver?
―¿Qué querés que te diga, Alicia? ―Cristela puso los ojos en blanco―. Si te digo que no, te vas a quedar igual. Así que… hacé lo que quieras.
Al parecer a mi tía también le molestaba la intromisión de Alicia. Ellas son hermanas, compartieron toda una vida juntas. Debió ser difícil para Cristela acostumbrarse a la imperiosa necesidad de control de su hermana.
―¿Se la vas a chupar? ―Preguntó mi mamá, como si fuera lo más natural del mundo.
―Es la idea ―respondió Cristela, presionando mucho sus tetas con mi verga en el medio.
Alicia se sentó del lado contrario de Macarena, así quedé completamente rodeado. En ese momento caí en la cuenta de que mi mamá estaba completamente desnuda. Sí, sé que este es un detalle que salta a la vista, pero ya vi tantas mujeres sin ropa dentro de mi casa que es un detalle al que ya no le presto tanta atención… a menos que esté muy excitado, como ahora.
Una de las tetas de mi mamá quedó apoyada contra mi brazo, sus piernas quedaron ligeramente separadas y pude admirar su vagina. Cuando tengo la pija dura sí que me fijo… y en Macarena también me fijé.
―¿Y por qué no empezás de una vez?
―Ay, mamá ―intervino Macarena―. No creo que la tía, a esta altura de la vida, necesite un tutorial de cómo chupar una pija.
―No, ya sé que no… ―ella parecía más nerviosa de lo habitual; sí, sé que esto es mucho decir. Por eso me resultó llamativa su actitud.
Cristela se dio por satisfecha con su jueguito de tetas, abrió la boca y comenzó con un fuerte chupón contra mi glande. Me hizo estremecer, no esperé un inicio tan potente.
Debo admitir que, a pesar de estar disfrutando de la boca de mi tía, también me sentía como un bicho raro en un laboratorio. Me daba la impresión de que Macarena y mi mamá me miraban como si tuvieran que darle un reporte a un médico sobre el desempeño de mi verga.
Mi tía me estaba chupando la verga como una experta. Se la tragaba hasta la mitad y luego la dejaba salir lentamente. A pesar de estar haciéndolo tan bien, mi mamá intervino:
―Chupásela bien, Cristela ―dijo, al mismo tiempo que me acariciaba el pubis, sus uñas causaron que un extraño cosquilleo recorriera todo mi cuerpo―. La idea es que reciba un estímulo potente. Vos, Nahuel, hacé lo posible por aguantar…
―Mami, no molestes ―dijo Macarena―. La tía le está haciendo un pete increíble. Mirá cómo se traga la verga. ―Los ojos de Cristela se fijaron en mi hermana mientras mi verga se iba perdiendo en el interior de su boca―. No sé cómo hace para tragar tanto. Me tenés que enseñar a hacer eso, tía. Yo también quiero comer pijas así.
―¡Ay, Macarena! ―Exclamó mi madre.
―No me jodas, mamá. No voy a ser una monja. Quiero chupar pijas y quiero aprender a hacerlo bien… y creo que la tía me puede enseñar mucho.
―Cuando quieras, te enseño ―le prometió Cristela, sacando la verga de su boca apenas unos segundos, luego la volvió a tragar.
―¿Y por qué no le enseñás ahora? ―Propuse.
A ver, admito que dije esto por dos razones. En parte quería molestar un poco a mi mamá, por ser tan metida. Nadie le pidió que viniera. Pero el motivo de mayor peso era aprovechar esta increíble oportunidad. Si Cristela y Macarena estaban de acuerdo, yo podría disfrutar de un pete de las dos…
―No creo que sea buena idea ―dijo Alicia, pero la ignoraron.
―¿Qué decís, tía? ―Preguntó Maca―. ¿Me enseñás?
―Sí, claro… vení, ponete al lado mío. Esto también le va a venir muy bien a tu hermano. Vamos a ver qué tanto estímulo es capaz de soportar. Así, quién sabe, algún día tal vez puedas satisfacer a dos mujeres a la vez.
―¿Y por qué tienen que ser dos? ―Preguntó mi mamá―. ¿Acaso no le va a alcanzar con una?
―Alicia ―dijo Cristela, con mucha tranquilidad―. ¿Viste la pija que tiene tu hijo? ¿Sabés cuántas mujeres se van a morir de ganas de probarla? Si el chico se empeña en conseguir dos mujeres para coger, va a poder conseguirlo.
―¿Te parece? ―Pregunté, intrigado―. Ni siquiera sé si voy a poder conquistar una, y vos estás hablando de dos.
―No te preocupes, Nahuel ―dijo mi tía―. Con todo lo que vas a aprender durante esta cuarentena, te vas a volver todo un experto con las mujeres. Te lo puedo asegurar.
Macarena se ubicó junto a Cristela. Abrió su boca, se acercó a mi verga y repentinamente se detuvo. Miró fijamente a Alicia y dijo:
―Mamá ¿vas a hacer un escándalo de esto?
―Sabés que no me gusta lo que querés hacer.
―¿Después de todo lo que pasó me decís eso?
―Es que… tampoco hay que abusar. Es tu hermano y no deberían estar haciendo estas cosas…
―Alicia, nosotras nos portábamos peor ―dijo Cristela―. ¿Querés que recuerde alguno de nuestros “jueguitos nocturnos”?
―A mí me interesa mucho ese tema ―aseguró Macarena.
―No quiero que hables de esas cosas ―se apresuró a responder mi mamá.
―Está bien, pero no molestes ―continuó Cristela―. Maca sabe lo que hace y por qué lo hace… y a Nahuel no le molesta. Él mismo propuso la idea.
―Bueno… ―dijo Alicia, a regañadientes.
―¿Entonces no me vas a torturar con esto si lo hago? ―Preguntó Maca.
―Podés hacerlo. No te voy a molestar.
Me puso un poco triste mi mamá… justamente por eso, la noté triste. Como si la hiciera sentir mal ser la única que opinaba diferente.
Sin embargo, no tuve mucho tiempo para pensar en ella. Macarena se tragó casi la mitad de mi verga de una vez.
―No lo hacés mal ―dijo Cristela―, pero podrías ser más… sensual, más sugerente. Tenés que aprender a hacer desear al hombre.
―Mostrame cómo lo harías vos ―pidió Maca.
Cristela sujetó mi verga con fuerza y comenzó a lamerla lentamente… muy lentamente, usando solo la punta de su lengua. Eso me generó un cosquilleo en la pija que se extendió por todo mi cuerpo.
Luego Macarena repitió la acción. Tuve que cerrar los ojos. Si llegaba a ver a mi propia hermana lamiéndome la pija, mi verga explotaría. Aunque esto no me ayudó demasiado, porque al tener los ojos cerrados pude centrarme más en las sensaciones. Cristela y Macarena se pusieron de acuerdo para lamer todo mi tronco las dos juntas, al mismo tiempo. Fue tremendo. Mientras una lengua subía por un lado, la otra hacía lo mismo por el otro… y se juntaron en mi glande. Allí una de ellas dio un fuerte chupón y luego la otra hizo lo mismo.
La cosa no hacía más que mejorar. Mi tía Cristela bajó hasta mis testículos y comenzó a chupar el que tenía más cerca. Mientras tanto Macarena se tragaba mi pija tanto como podía. Estoy seguro de que ella no necesita de los consejos de su tía para hacer un buen pete. Lo de pedirle que le enseñe no fue más que una excusa. Quizás su principal intención era provocar a mi mamá.
―¿Y qué tal? ―Preguntó Cristela―. ¿Vas aprendiendo?
―Sí, sos muy buena maestra, de las que explican más con el ejemplo que con las palabras.
Abrí los ojos y vi a Alicia con cara de póker, como si no supiera cómo reaccionar ante lo que había visto. A mí me pasaba más o menos lo mismo.
―Hablando de aprender ―Cristela liberó mi pija una vez más―. ¿No les parece que es momento de que Nahuel aprenda algo nuevo? Porque ya demostró que aguanta bastante mientras se la chupo… quiero ver qué tanto aguanta con algo más… intenso.
―¿A qué te referís? ―Preguntó mi mamá.
Cristela se colocó en cuclillas sobre mí, flexionando las rodillas y separándolas. Su concha se abrió ante mis ojos… y mi miembro viril estaba justo debajo de ese agujero femenino.
―No, pará. ¿Estás loca? ―Se quejó mi madre.
―Claro que no. Pero después de tanta chupada de pija, mi sobrino y yo ya tenemos bastante confianza. Creo que es momento de pasar al siguiente nivel.
―De eso ni hablar. Es una locura ―se quejó Alicia.
Este comentario me resultó muy confuso. A mi mamá no le molestó que cogiera con Ayelén… aunque, bueno, la situación era muy diferente. Pero también sabe que hubo cosas con algunas de mis hermanas y acaba de ver cómo Macarena me chupó la pija. Y si vamos un poco más lejos, hasta tuve situaciones bastante criticables junto a ella misma. ¿Por qué ahora se mostraba tan reacia a que yo cogiera con mi tía?
Supuse que se debía al permanente duelo entre hermanas. Probablemente a mi mamá no le molestara el acto de que un sobrino se cogiera a su tía, pero sí le jodía que Cristela tuviera la oportunidad de montarse sobre mi verga.
―A mí me parece una buena idea ―intervino Macarena―. Así vamos a ver cuánto es capaz de aguantar Nahuel en una situación más realista.
―Pero… es la tía…
―Justamente por eso, mamá ―siguió diciendo mi hermana―. Estamos en una puta cuarentena y vos sos capaz de asesinar a cualquiera que ponga un pie fuera de la casa. ¿Con quién más podría coger Nahuel? ¿Con alguna de sus hermanas? ¿Con su madre?
―Con Ayelén… ―dijo Alicia, y se quedó muda al instante. Estoy seguro de que ella quiso explicar que yo ya había hecho algo así con mi prima, pero al parecer le dio miedo decirlo. Macarena y Cristela harían muchas preguntas sobre cómo ocurrió eso.
―No, mamá ―dijo Macarena―. Con Ayelén es imposible. Ya sabés que se llevan para la mierda. Además Ayelén está atrincherada en su cuarto, no creo que le hiciera mucha gracia si vamos a pedirle que se deje coger por Nahuel. Sé que es una locura lo que voy a decir, pero dadas las circunstancias… creo que Nahuel podría debutar con su tía. Mirá la carita de ilusión que tiene el nene. ―Apretó mis mejillas con fuerza―. Se muere de ganas de ponerla.
Macarena usó la palabra “debutar” y fue muy inteligente de su parte. Ella sabe muy bien lo que pasó con Pilar, en esta misma cama, y quizás sospechara que hubo más acción en mi vida sexual; pero prefirió ir a lo más simple y ahorrarse problemas.
―No me gusta ―insistió Alicia.
―¿Qué pensás vos, Nahuel? ―Dijo mi tía Cristela, mirándome a los ojos mientras abría la concha con dos dedos.
―Em… por mí está bien…
―Pero…
―No te enojes, Alicia ―le dijo Cristela―. Va a ser solo una vez… es para que Nahuel tenga una experiencia más… interesante ―me guiñó un ojo―. A mí me metieron varias pijas en la vida… ¿qué me hace una más? Para mí es todo un honor ayudar a mi sobrino favorito. Además… mirá la cara que tiene… como bien dijo Macarena, se muere de ganas de ponerla. ¿Por qué arruinarle la ilusión?
―¿Todo esto es para ver si él realmente puede aprender a aguantar más? ―Preguntó mi madre.
―Sí, por supuesto ―respondió Cristela―. Vamos a ver si es capaz de aguantar con un estímulo más intenso.
A continuación mi tía comenzó a bajar, con una mano sostuvo mi verga y de a poco su concha se la fue tragando. La sensación de tibieza y humedad me maravillaron. No pensaba decir que ya había experimentado eso, desde hace tiempo aprendí que quedarme callado es la mejor estrategia en estos casos.
Mi tía Cristela parecía decidida a coger conmigo y me alegraba que hubiera podido convencer a Alicia. No me considero un degenerado, pero me calentó mucho que mi madre viera cómo mi verga entraba en la concha de Cristela. Además también estaba Macarena, masturbándose lentamente a mi lado. Era una escena sumamente erótica y no creo que deba sentirme culpable por excitarme tanto. ¿O si?
Cuando mi glande se hundió en esa concha, creí que no podría ir más adentro, sin embargo Cristela se acomodó y logró que la verga siguiera entrando. Fue fantástico. Esa gruta viscosa envolvía todo mi miembro y mi mente comenzó a llenarse de recuerdos morbosos. De la vez que le enterré la verga a Estefanía, de lo que pasó con Pilar en su pieza… y, por supuesto, de la cogida que le di a Ayelén. Ni siquiera sé cuál de todas esas puedo considerarla como mi primera experiencia sexual, pero sí sé que disfruté de todas.
Quizás disfruté demasiado.
Eso me pasó factura cuando Cristela comenzó un lento sube y baja, provocando que su concha recorriera gran parte de mi verga, además me sonrió de una forma tan sensual que me hizo estremecer. A pesar de todas las chupadas de pija que recibí de ella, aún me costaba verla como una mujer fogosa, no porque no lo fuera… que sí lo es; sino por el hecho de ser mi tía. Me cuesta mucho ver de esa manera a cualquiera de las mujeres de mi familia, y creo que es por eso que mi cerebro se confunde tanto y empieza a bombardearme con potentes descargas de placer.
Macarena vio una gran oportunidad y la aprovechó. Acercó su cara a la concha de Cristela y comenzó a lamerle el clítoris.
―¡Macarena! ―Protestó mi mamá―. ¿Qué hacés?
―¿Cómo qué hago? ―Ella de verdad parecía confusa.
―¿Cómo le vas a chupar la concha a tu tía? ¿Estás loca?
―¿Me estás cargando, mamá? ¿Ahora te preocupa esto? ―Me di cuenta de que Macarena sabía parte de la historia que hubo entre Cristela y Alicia, cuando eran jóvenes―. ¿Me vas a decir que nunca chupaste una concha? ―Mi mamá se quedó muda―. Dale, respondeme. Con sinceridad. ¿Alguna vez chupaste una concha?
―Si no le respondés vos, le respondo yo ―Amenazó Cristela.
Mi mamá la miró asustada.
―Dale ―insistió Maca―. ¿Te comiste una concha o no?
―Sí ―respondió Alicia.
―Me imagino que no habrá sido solo una probadita. ¿Alguna vez te pasaste, no sé… diez minutos comiendo concha, o veinte, dándole a la lengua sin parar?
Alicia volvió a mirar a su hermana, supo que no tenía escapatoria.
―Sí. Me pasé más de veinte minutos chupando una concha.
―¿Y fue más de una vez?
―Sí, más de una vez.
―Me alegra saberlo ―dijo Maca, con una amplia sonrisa―. Espero que lo hayas disfrutado. Yo también me pasé largo rato comiéndole la concha a una amiga. Me gustó. Me gustan las pijas y las conchas. Sé que no voy a tener otra oportunidad para probar la concha de la tía, por eso lo quiero hacer ahora.
Sin decir más, se lanzó de nuevo a la tarea de lamer y chupar el clítoris de Cristela, mientras mi tía daba saltos sobre mi verga. Mi mamá miraba toda la escena con los ojos muy abiertos, como si algo dentro de ella se hubiera hecho añicos. Volví a sentir pena por ella, de verdad parecía estar sufriendo mucho. Me pregunto qué pasará exactamente por su cabeza en este momento.
En cuanto mi tía comenzó a tomar ritmo, ya no pude aguantar más. Juro que lo intenté, no quería, por nada del mundo, que este momento terminara tan rápido. Sin embargo me fue imposible. Tenía demasiadas imágenes excitantes en mi cabeza… y dentro de ese cuarto. Incluso me pareció que hasta mi mamá se estaba acariciando la concha. ¿Quién puede aguantar tantos estímulos a la vez?
Además algo dentro de mí me decía: “Llenale la concha de leche”. No sé por qué, quizás por el recuerdo tan vívido que tenía de la vez que eyaculé en la concha de Tefi… o en la de Ayelén, y de mi mamá tragándose el semen. Quería verlo otra vez… en la concha de Cristela, que estaba tan abierta.
Cuando ella sintió el semen, comenzó a moverse más rápido.
―Me parece que hasta acá llegamos ―dijo Cristela.
―¿Que? ¿Ya? ¿Tan rápido? ―Mi madre parecía desilusionada.
―No te sientas mal, Nahuel ―se apresuró a decirme Macarena―. La tía Cristela está re buena, ¿cómo no te va a saltar la leche la primera vez que se la metés a una mujer así? Es como aprender a manejar con un Ferrari.
―Gracias ―dijo Cristela, sin dejar de subir y bajar, mientras los potentes chorros de semen le llenaban la concha. Sus enormes tetas rebotaban de una forma maravillosa―. Es tu primera vez, Nahuel. No te sientas mal.
―Está bien ―dije. La verdad es que no me sentía mal, bueno, tal vez solo un poquito; no permitiría que eso me arruinara el momento. La experiencia fue breve, pero intensa. Me encantó poder disfrutar de la concha de Cristela, aunque sea por unos pocos segundos. ¡Qué mujer! Macarena tiene razón: está re buena. Cualquiera de mis amigos hubiera acabado al instante si tenían a una mujer como mi tía montándoles la pija de esa forma.
Cristela se apartó y pude ver una imagen sumamente erótica: su concha chorreando abundante leche. Me hubiera encantado ver a mi madre tomándosela, pero eso no ocurrió.
―¿Ves, Alicia? ―Dijo Cristela―. Tanto escándalo para nada. Fue solo cuestión de unos pocos segundos.
―Eso veo.
―¿Y no te deja más tranquila? ―Preguntó Macarena―. Digo, como vos no querías que la tía hiciera esto…
―Bueno, sí… en parte. Es bueno que no haya durado tanto, porque es su tía… no puede andar cogiéndosela. Sin embargo… me apena que haya terminado todo tan rápido. Es decir, si esto era algo para probar una vez… me hubiera gustado que fuera mejor aprovechada.
―Perdón ―dije, de forma automática―. Hice todo lo que pude.
―Está bien, Nahuel ―mi mamá me acarició el pelo―. No te sientas mal. Pero también quiero ser honesta con vos…
―Ok…
―Si tu tía Cristela hubiera sido tu novia, ahora ella estaría enojada… porque estaría muy insatisfecha. ¿No es así, Cristela?
―A ver… que disfrutar de una pija tan linda siempre es un placer; pero sí… tengo que reconocer que me quedé con las ganas. Llevo mucho tiempo de abstinencia sexual y me hubiera gustado que me metan la pija durante un buen rato.
―Escuchá bien las palabras de tu tía ―dijo mi mamá―. No te decimos todo esto para que te sientas culpable, sino para que la próxima vez te esfuerces más.
―Es cierto, pendejo ―dijo Macarena―. Ya te dije que si algún día me entero que tenés una novia y no te importa satisfacerla, yo, como mujer y como tu hermana mayor, te corto los huevos.
Mi mamá sonrió, lo cual es raro, a veces suele tomarse esas bromas de forma demasiado literal. Se ve que está aprendiendo a aceptarlas como lo que son: simples bromas.
―Entiendo totalmente a tu hermana ―dijo Alicia―. Estás rodeado de mujeres, si al tener una novia no la respetás como mujer… estarías faltándole el respeto a todas tus hermanas, a tu tía y a tu mamá… incluso a tu prima, que no la querés mucho, pero es mujer. Espero que aprendas a usar esa herramienta ―señaló mi verga.
―Sí, nene ―intervino mi tía―. Tanta pija para durar quince segundos… es un desperdicio. Agradezco la enlechada de concha, eso siempre se disfruta…
―Ay, Cristela ―se quejó mi madre.
―Pero Alicia. Decí la verdad. ¿Querés que tu hijo aprenda a conocer a las mujeres? Entonces tenemos que ser sinceras con él. A mí me gusta que me llenen la concha de leche. ¿A vos no te hubiera resultado placentero que una pija así de grande te acabe en toda la concha?
―Mmm…
―Coincido con la tía ―dijo Macarena.
―Está bien, sí. Siendo sincera, hubiera sido muy placentero recibir una descarga tan potente de semen dentro de la concha. ¿Al menos esa parte estuvo bien? ―Le preguntó a su hermana, mientras la concha seguía chorreando líquido blanco.
―Sí, de eso no me puedo quejar. Fue mejor de lo que esperaba. Un montón de leche… y le sale bien fuerte. Como si fuera un volcán. Me dejó la cajeta chorreando leche. ¿Y sabés a quién le gusta tomarse toda la leche?
―No sé… ―dije, aturdido, aunque me podía imaginar la respuesta que daría.
―A tu mami. Si la habré visto tragar leche…
―Estás sacando las cosas de contexto, Cristela ―se quejó Alicia.
―Ay ¿ahora me vas a negar que no te gustaría venir a tomártela toda? ¿Acaso no querés que tu hijo conozca bien los gustos de las mujeres?
―Hay muchas mujeres a las que no le gusta el semen ―respondió mi mamá.
―Eso es cierto, pero a vos sí te gusta…
―No es verdad.
―Mamá, ya vi a Nahuel llenándote la cara de leche…
―¡Eso fue un accidente!
―Sí, pero no vi que te molestara demasiado el semen. Creo que hasta te gustó terminar toda enlechada.
Cristela tapaba su concha con la mano y creía saber qué estaba esperando. Alicia miró la entrepierna de su hermana y dijo:
―No veo la necesidad de hacer esto.
―Yo sí ―respondió Macarena―. Te lo dije mil veces, mamá, sos demasiado estructurada. Tenés que aprender a soltarte un poquito.
―Pero…
―Maca tiene razón ―dijo Cristela―. Antes no eras así. Cuando tenías la edad de tus hijas sabías disfrutar de la vida. Eras más feliz. Ahora estás permanentemente preocupada por todo. Como si el mundo se fuera a acabar si vos no controlás cada paso que damos. Vení, hermanita, soltate un poco… como en los viejos tiempos.
Alicia la miró dubitativa durante unos segundos. Luego, sin decir una palabra, se acostó boca arriba a mi lado, pero lo hizo en sentido inverso, sus pies quedaron más o menos a la altura de mi cabeza y pude ver directamente su concha. Estaba muy húmeda.
Cristela se colocó en cuclillas sobre su hermana, separó sus labios vaginales con dos dedos y una abundante cantidad de semen salió de su agujero. Fue a parar directamente dentro de la boca de mi mamá. Se me puso la verga rígida otra vez al ver eso. Macarena notó mi despertar y enseguida se mandó a chupármela. Pude notar una libidinosa sonrisa en sus labios mientras se la tragaba.
A pesar de lo que Maca estaba haciendo, toda mi atención estaba dirigida a lo que pasaba entre mi mamá y mi tía. La boca de Alicia se prendió a esa concha y comenzó a chuparla. La intensidad con que lo hacía me daba a entender que lo estaba disfrutando, pero me quedó totalmente claro cuando empezó a masturbarse. Sus dedos se movieron rápidamente, formando pequeños círculos contra su clítoris.
Cristela miraba fijamente hacia abajo mientras mantenía sus piernas bien separadas, al parecer no quería perderse nada de lo que Alicia hacía con su boca y su lengua.
Cuando tuve sexo con Ayelén (las dos veces) y cuando lo hice con Pilar, estando Macarena presente, tuve la sensación de estar participando en un trío. Eso tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que éramos tres personas en plena interacción sexual.
¿Y cómo debía llamar a esto? ¿Un cuarteto?
Macarena lo estaba dando todo al chuparme la verga. Su “performance” era extraordinaria. Podía ver su cabeza subiendo y bajando a buen ritmo. Salvando las diferencias, Alicia hacía más o menos lo mismo. Si bien ella no tenía que tragar un falo, su lengua se movía a gran velocidad entre los labios vaginales de su hermana.
De pronto vi que Macarena se movía. Había dejado de chuparme la pija y se estaba colocando sobre mí. Abrí mucho los ojos, porque me imaginé lo que iba a hacer.
En cuanto su concha estuvo justo encima de mi verga, Alicia interrumpió la chupada que le estaba dando a Cristela.
―¿Qué pensás hacer, Macarena? ―Dijo. Como experta controladora, seguramente había notado el movimiento con su visión periférica.
―Nada, mamá, no te asustes ―respondió mi hermana.
―¿Cómo no me voy a asustar? Si estás pensando hacer lo que creo que querés hacer… desde ya te digo que no…
―Lo único que pretendo hacer es darle un poco de estímulo a Nahuel… ¿no es eso lo que vos querés?
―¡Pero así no! ¡Sos la hermana! Suficiente tuvo con lo de tu tía.
―Te digo que te quedes tranquila, mamá ―insistió Maca―. No tengo intenciones de meterme la verga.
―¿Ah no? ¿Y entonces?
―Es solo un poquito de… estímulo externo.
Diciendo esto sujetó mi verga, la colocó entre sus labios vaginales, y comenzó a menear la cadera. No había penetración, pero casi se sentía como si la hubiera. Su concha estaba sumamente húmeda… y caliente.
―¿Ves? ―Dijo Maca―. No está entrando.
Mi mamá se apartó de Cristela y se puso de rodillas a mi lado, dándome la espalda. Luego sujetó la punta de mi verga con una mano. De inmediato entendí que hacía eso para evitar que ocurriera una penetración. Macarena no le dio demasiada importancia al gesto, ella siguió meneando sus caderas provocando un roce espectacular. Tenía ganas de motivarla a que se moviera más rápido, pero tuve miedo de que mi mamá se enojara conmigo. La pobre ya estaba demasiado tensa.
―No sé si ustedes se pusieron de acuerdo para hacer esto o no ―dijo Alicia.
―Yo no me puse de acuerdo con nadie ―me defendí―. La tía solamente me dijo que…
―No hablo de vos, Nahuel. Me refiero a ellas dos. Las conozco, sé cómo piensan. No sé qué tan lejos pretenden llegar, pero quiero que sepan que yo no me voy a mover de acá hasta que todo esto termine. ¿Está claro?
―Ya te dije, Alicia ―mi tía habló con calma―, podés hacer lo que quieras. A mí no me molesta que estés acá.
―Bueno, como sea. Creo que ya es momento de ponerle punto final a esta escenita ―sentenció Alicia―. Ya llegaron demasiado lejos.
―¿Punto final? ―Cristela la miró con una sonrisa socarrona―. Ay, hermanita… apenas estamos empezando. ¿Acaso no te diste cuenta que Nahuel aguanta mucho mejor después de acabar una vez? Ahora es cuando realmente podemos ponerlo a prueba.
No tenía idea de qué pretendían hacer exactamente. A mí la idea me encantó, sin embargo mi mamá no parecía para nada complacida. Sentí cómo apretaba con fuerza mi glande, clara señal de que se estaba poniendo nerviosa.
Más allá de lo que Macarena o Cristela pretendieran hacer, debíamos calmar a Alicia. Si mi mamá llega a perder la compostura, estamos en el horno. Se va a armar una batalla campal, y ahí sí que puede existir el riesgo de que Alicia eche a Cristela de la casa.
A ver, si Cristela se va a llevar a Ayelén, a mí me conviene. Eso me permitiría recuperar mi dormitorio; pero no quiero que mi tía se vaya… y mucho menos después de haber sentido el interior de su concha.
Espero que Cristela conozca muy bien a su hermana y sepa hasta dónde puede presionarla, porque en este momento Alicia es una granada sin seguro, a punto de explotar.
Capítulo 30.
Aprendizaje de Cuarentena.
Diario de Cuarentena:
<Inicia la operación Fortaleza>.
Estoy decidido a recuperar mi “Fortaleza de la Soledad”. No puede ser que la arpía de mi prima se apodere de mi cuarto. Tengo que hacer algo al respecto. No pienso acatar sus condiciones.
―Hola, Nahuel ¿qué andás haciendo? ―Me saludó mi tía Cristela.
Yo estaba sentado en el sofá, completamente desnudo, mirando fijamente la puerta de mi dormitorio.
―Hola tía ―saludé, sin prestarle mucha atención― Acá ando...
Diario de Cuarentena:
<Concentración, cadete Nahuel. El trabajo de inteligencia ya se realizó. Llegó el momento de pasar a la acción>.
―Yo estoy un poco aburrida ―mi tía hablaba a mis espaldas, ni siquiera me giré para mirarla.
Mi mente estaba focalizada en ese dormitorio. No había planificado demasiado, pero sí estaba decidido a hacer algo. El primer paso consistía en entrar a mi cuarto sin golpear. Sabía que Ayelén estaba durmiendo, lo sé porque abrí un poquito la puerta y espié.
Mi estrategia es sencilla: Hacerle la vida imposible hasta que me devuelva mi cuarto.
La voy a despertar y voy a hacer todo lo que pueda para no dejarla dormir en paz.
―¿Vos estás ocupado con algo? ―Preguntó Cristela. Su voz sonó en el fondo de mi cabeza, apenas si fui consciente de ella.
Diario de Cuarentena:
<Adelante, cadete Nahuel. El éxito de la operación depende de que el primer ataque sea un éxito>.
Estaba concentrado. Decidido. El corazón me latía con fuerza guerrera. Había llegado el momento de actuar.
―Nahuel… ―dijo mi tía.
Me puse de pie, no podía permitirme ninguna distracción. Esa arpía se va a enterar de lo que puedo hacer.
―Nahuel…
Si es necesario, voy a darle una patada a la puerta.
―Nahuel…
Empecé a caminar hacia la puerta. La operación está en marcha, ya nada puede detenerla.
―Nahuel… ¿querés que te chupe la verga?
Diario de Cuarentena:
<¡Aborten! ¡Aborten! La operación Fortaleza queda cancelada! Repito: ¡Aborten! ¡Operación cancelada!>
Giré la cabeza por primera vez desde que mi tía empezó a hablarme y me quedé pasmado al ver que tenía puesto un conjunto de lencería celeste. Un corpiño sin copa, que no tapaba nada de sus tetas, solo se las adornaba. Un portaligas y medias de encaje que le llegaban hasta la mitad de los muslos. Su concha estaba completamente a la vista.
Mi verga, que había escuchado la propuesta de Cristela, comenzó a despertarse, como un animalito hambriento que huele comida.
―No me mires con esa cara, chiquitín ―dijo ella, con una gran sonrisa―. Sabés que lo digo en serio.
―Sí… lo sé… pero… em… ―estaba aturdido por su belleza despampanante. Esa mujer ya no parecía mi tía. Era como tener una actriz porno desnuda en casa―. Ayelén está en mi pieza. ¿Dónde vamos a…?
―Por eso no te preocupes. Macarena nos presta su cuarto.
―¿Segura?
―Sí, claro. Hablé con ella del tema y no tiene problema. Incluso me contó que la idea de ayudarte con estímulos fue de ella. Se nota que se preocupa por vos. Vení, vamos a la pieza.
La acompañé. La distancia no era mucha, al fin y al cabo todas las habitaciones están dentro de la misma casa, pero a mí me pareció que recorríamos varios kilómetros, porque a cada paso no pude dejar de admirar cómo se bamboleaban las nalgas de Cristela y como debajo de ella asomaban los gajos de la concha.
Entramos al cuarto de mi hermana y me sorprendí al ver que Macarena estaba sentada en la cama, completamente desnuda, con las piernas bien abiertas, mirando su celular. A su lado, en la mesita de luz, estaba el imponente pene de plástico con aspecto alienígena que le había sacado a mi mamá. Eso me hizo mirar una vez más la vagina de Maca y me percaté de que la tenía muy dilatada y húmeda, como si hubieran pasado apenas unos segundos desde que se sacó el dildo.
―Veo que ya estuviste probando tu juguete nuevo ―le dije.
Ella sonrió y bajó el teléfono.
―Sí, es genial. Aunque me parece que a la tía Cristela le gustó más que a mí. ¿No es cierto, tía?
―Ya le dije que se lo voy a robar ―respondió.
Mi mente se llenó de imágenes de Macarena y Cristela jugando, juntas, con ese dildo alienígena. ¿Se lo habrán metido la una a la otra? Conociendo lo abiertas que son para el sexo, no me extrañaría si lo hubieran hecho.
―Dale, acostate en la cama ―me pidió mi tía.
Estuve a punto de preguntar si Macarena se iba a quedar y me di cuenta de que era una pregunta estúpida. Claro que se iba a quedar. Con lo morbosa y curiosa que es, no se iba a perder esto por nada del mundo.
Me acosté junto a ella y Cristela gateó sobre la cama, me acarició la verga y empezó a pasarla entre sus tetas, mientras se ponía dura. Macarena miraba toda la escena con una lujuriosa sonrisa en los labios.
Creí que todo el asunto se resolvería de forma más o menos sencilla: mi tía me chuparía la verga (lo haría bien, por supuesto), yo acabaría en su boca, o en sus tetas, y Macarena haría algún comentario, quizás un pequeño análisis psicológico intentando explicar por qué yo había acabado tan rápido. En fin, lo típico.
Sin embargo, las cosas se torcieron más pronto que tarde.
La puerta del cuarto se abrió y vi la cabeza de mi madre asomándose.
Hasta ahora las constantes intromisiones de mi mamá no llegaron a molestarme, si me asustaron, me pusieron nervioso o me dieron igual… pero esta vez sí me molestó. Porque estoy seguro de que si ella apareció fue porque me vio entrar con la tía Cristela a la pieza de Macarena y seguramente se imaginó que esto ya sería alguna especie de orgía incestuosa. Alicia estaba ahí para controlarnos. Y “controlar” es una palabra clave en la psicología de mi mamá. Ella necesita controlarlo todo. Es más fuerte que ella, no lo puede evitar.
―¿Qué hacen? ―Preguntó, como si no lo supiera.
―Nada ―respondió Cristela, sin siquiera girar la cabeza para mirarla―. Solo una pequeña clase de educación sexual.
―¿Puedo ver?
―¿Qué querés que te diga, Alicia? ―Cristela puso los ojos en blanco―. Si te digo que no, te vas a quedar igual. Así que… hacé lo que quieras.
Al parecer a mi tía también le molestaba la intromisión de Alicia. Ellas son hermanas, compartieron toda una vida juntas. Debió ser difícil para Cristela acostumbrarse a la imperiosa necesidad de control de su hermana.
―¿Se la vas a chupar? ―Preguntó mi mamá, como si fuera lo más natural del mundo.
―Es la idea ―respondió Cristela, presionando mucho sus tetas con mi verga en el medio.
Alicia se sentó del lado contrario de Macarena, así quedé completamente rodeado. En ese momento caí en la cuenta de que mi mamá estaba completamente desnuda. Sí, sé que este es un detalle que salta a la vista, pero ya vi tantas mujeres sin ropa dentro de mi casa que es un detalle al que ya no le presto tanta atención… a menos que esté muy excitado, como ahora.
Una de las tetas de mi mamá quedó apoyada contra mi brazo, sus piernas quedaron ligeramente separadas y pude admirar su vagina. Cuando tengo la pija dura sí que me fijo… y en Macarena también me fijé.
―¿Y por qué no empezás de una vez?
―Ay, mamá ―intervino Macarena―. No creo que la tía, a esta altura de la vida, necesite un tutorial de cómo chupar una pija.
―No, ya sé que no… ―ella parecía más nerviosa de lo habitual; sí, sé que esto es mucho decir. Por eso me resultó llamativa su actitud.
Cristela se dio por satisfecha con su jueguito de tetas, abrió la boca y comenzó con un fuerte chupón contra mi glande. Me hizo estremecer, no esperé un inicio tan potente.
Debo admitir que, a pesar de estar disfrutando de la boca de mi tía, también me sentía como un bicho raro en un laboratorio. Me daba la impresión de que Macarena y mi mamá me miraban como si tuvieran que darle un reporte a un médico sobre el desempeño de mi verga.
Mi tía me estaba chupando la verga como una experta. Se la tragaba hasta la mitad y luego la dejaba salir lentamente. A pesar de estar haciéndolo tan bien, mi mamá intervino:
―Chupásela bien, Cristela ―dijo, al mismo tiempo que me acariciaba el pubis, sus uñas causaron que un extraño cosquilleo recorriera todo mi cuerpo―. La idea es que reciba un estímulo potente. Vos, Nahuel, hacé lo posible por aguantar…
―Mami, no molestes ―dijo Macarena―. La tía le está haciendo un pete increíble. Mirá cómo se traga la verga. ―Los ojos de Cristela se fijaron en mi hermana mientras mi verga se iba perdiendo en el interior de su boca―. No sé cómo hace para tragar tanto. Me tenés que enseñar a hacer eso, tía. Yo también quiero comer pijas así.
―¡Ay, Macarena! ―Exclamó mi madre.
―No me jodas, mamá. No voy a ser una monja. Quiero chupar pijas y quiero aprender a hacerlo bien… y creo que la tía me puede enseñar mucho.
―Cuando quieras, te enseño ―le prometió Cristela, sacando la verga de su boca apenas unos segundos, luego la volvió a tragar.
―¿Y por qué no le enseñás ahora? ―Propuse.
A ver, admito que dije esto por dos razones. En parte quería molestar un poco a mi mamá, por ser tan metida. Nadie le pidió que viniera. Pero el motivo de mayor peso era aprovechar esta increíble oportunidad. Si Cristela y Macarena estaban de acuerdo, yo podría disfrutar de un pete de las dos…
―No creo que sea buena idea ―dijo Alicia, pero la ignoraron.
―¿Qué decís, tía? ―Preguntó Maca―. ¿Me enseñás?
―Sí, claro… vení, ponete al lado mío. Esto también le va a venir muy bien a tu hermano. Vamos a ver qué tanto estímulo es capaz de soportar. Así, quién sabe, algún día tal vez puedas satisfacer a dos mujeres a la vez.
―¿Y por qué tienen que ser dos? ―Preguntó mi mamá―. ¿Acaso no le va a alcanzar con una?
―Alicia ―dijo Cristela, con mucha tranquilidad―. ¿Viste la pija que tiene tu hijo? ¿Sabés cuántas mujeres se van a morir de ganas de probarla? Si el chico se empeña en conseguir dos mujeres para coger, va a poder conseguirlo.
―¿Te parece? ―Pregunté, intrigado―. Ni siquiera sé si voy a poder conquistar una, y vos estás hablando de dos.
―No te preocupes, Nahuel ―dijo mi tía―. Con todo lo que vas a aprender durante esta cuarentena, te vas a volver todo un experto con las mujeres. Te lo puedo asegurar.
Macarena se ubicó junto a Cristela. Abrió su boca, se acercó a mi verga y repentinamente se detuvo. Miró fijamente a Alicia y dijo:
―Mamá ¿vas a hacer un escándalo de esto?
―Sabés que no me gusta lo que querés hacer.
―¿Después de todo lo que pasó me decís eso?
―Es que… tampoco hay que abusar. Es tu hermano y no deberían estar haciendo estas cosas…
―Alicia, nosotras nos portábamos peor ―dijo Cristela―. ¿Querés que recuerde alguno de nuestros “jueguitos nocturnos”?
―A mí me interesa mucho ese tema ―aseguró Macarena.
―No quiero que hables de esas cosas ―se apresuró a responder mi mamá.
―Está bien, pero no molestes ―continuó Cristela―. Maca sabe lo que hace y por qué lo hace… y a Nahuel no le molesta. Él mismo propuso la idea.
―Bueno… ―dijo Alicia, a regañadientes.
―¿Entonces no me vas a torturar con esto si lo hago? ―Preguntó Maca.
―Podés hacerlo. No te voy a molestar.
Me puso un poco triste mi mamá… justamente por eso, la noté triste. Como si la hiciera sentir mal ser la única que opinaba diferente.
Sin embargo, no tuve mucho tiempo para pensar en ella. Macarena se tragó casi la mitad de mi verga de una vez.
―No lo hacés mal ―dijo Cristela―, pero podrías ser más… sensual, más sugerente. Tenés que aprender a hacer desear al hombre.
―Mostrame cómo lo harías vos ―pidió Maca.
Cristela sujetó mi verga con fuerza y comenzó a lamerla lentamente… muy lentamente, usando solo la punta de su lengua. Eso me generó un cosquilleo en la pija que se extendió por todo mi cuerpo.
Luego Macarena repitió la acción. Tuve que cerrar los ojos. Si llegaba a ver a mi propia hermana lamiéndome la pija, mi verga explotaría. Aunque esto no me ayudó demasiado, porque al tener los ojos cerrados pude centrarme más en las sensaciones. Cristela y Macarena se pusieron de acuerdo para lamer todo mi tronco las dos juntas, al mismo tiempo. Fue tremendo. Mientras una lengua subía por un lado, la otra hacía lo mismo por el otro… y se juntaron en mi glande. Allí una de ellas dio un fuerte chupón y luego la otra hizo lo mismo.
La cosa no hacía más que mejorar. Mi tía Cristela bajó hasta mis testículos y comenzó a chupar el que tenía más cerca. Mientras tanto Macarena se tragaba mi pija tanto como podía. Estoy seguro de que ella no necesita de los consejos de su tía para hacer un buen pete. Lo de pedirle que le enseñe no fue más que una excusa. Quizás su principal intención era provocar a mi mamá.
―¿Y qué tal? ―Preguntó Cristela―. ¿Vas aprendiendo?
―Sí, sos muy buena maestra, de las que explican más con el ejemplo que con las palabras.
Abrí los ojos y vi a Alicia con cara de póker, como si no supiera cómo reaccionar ante lo que había visto. A mí me pasaba más o menos lo mismo.
―Hablando de aprender ―Cristela liberó mi pija una vez más―. ¿No les parece que es momento de que Nahuel aprenda algo nuevo? Porque ya demostró que aguanta bastante mientras se la chupo… quiero ver qué tanto aguanta con algo más… intenso.
―¿A qué te referís? ―Preguntó mi mamá.
Cristela se colocó en cuclillas sobre mí, flexionando las rodillas y separándolas. Su concha se abrió ante mis ojos… y mi miembro viril estaba justo debajo de ese agujero femenino.
―No, pará. ¿Estás loca? ―Se quejó mi madre.
―Claro que no. Pero después de tanta chupada de pija, mi sobrino y yo ya tenemos bastante confianza. Creo que es momento de pasar al siguiente nivel.
―De eso ni hablar. Es una locura ―se quejó Alicia.
Este comentario me resultó muy confuso. A mi mamá no le molestó que cogiera con Ayelén… aunque, bueno, la situación era muy diferente. Pero también sabe que hubo cosas con algunas de mis hermanas y acaba de ver cómo Macarena me chupó la pija. Y si vamos un poco más lejos, hasta tuve situaciones bastante criticables junto a ella misma. ¿Por qué ahora se mostraba tan reacia a que yo cogiera con mi tía?
Supuse que se debía al permanente duelo entre hermanas. Probablemente a mi mamá no le molestara el acto de que un sobrino se cogiera a su tía, pero sí le jodía que Cristela tuviera la oportunidad de montarse sobre mi verga.
―A mí me parece una buena idea ―intervino Macarena―. Así vamos a ver cuánto es capaz de aguantar Nahuel en una situación más realista.
―Pero… es la tía…
―Justamente por eso, mamá ―siguió diciendo mi hermana―. Estamos en una puta cuarentena y vos sos capaz de asesinar a cualquiera que ponga un pie fuera de la casa. ¿Con quién más podría coger Nahuel? ¿Con alguna de sus hermanas? ¿Con su madre?
―Con Ayelén… ―dijo Alicia, y se quedó muda al instante. Estoy seguro de que ella quiso explicar que yo ya había hecho algo así con mi prima, pero al parecer le dio miedo decirlo. Macarena y Cristela harían muchas preguntas sobre cómo ocurrió eso.
―No, mamá ―dijo Macarena―. Con Ayelén es imposible. Ya sabés que se llevan para la mierda. Además Ayelén está atrincherada en su cuarto, no creo que le hiciera mucha gracia si vamos a pedirle que se deje coger por Nahuel. Sé que es una locura lo que voy a decir, pero dadas las circunstancias… creo que Nahuel podría debutar con su tía. Mirá la carita de ilusión que tiene el nene. ―Apretó mis mejillas con fuerza―. Se muere de ganas de ponerla.
Macarena usó la palabra “debutar” y fue muy inteligente de su parte. Ella sabe muy bien lo que pasó con Pilar, en esta misma cama, y quizás sospechara que hubo más acción en mi vida sexual; pero prefirió ir a lo más simple y ahorrarse problemas.
―No me gusta ―insistió Alicia.
―¿Qué pensás vos, Nahuel? ―Dijo mi tía Cristela, mirándome a los ojos mientras abría la concha con dos dedos.
―Em… por mí está bien…
―Pero…
―No te enojes, Alicia ―le dijo Cristela―. Va a ser solo una vez… es para que Nahuel tenga una experiencia más… interesante ―me guiñó un ojo―. A mí me metieron varias pijas en la vida… ¿qué me hace una más? Para mí es todo un honor ayudar a mi sobrino favorito. Además… mirá la cara que tiene… como bien dijo Macarena, se muere de ganas de ponerla. ¿Por qué arruinarle la ilusión?
―¿Todo esto es para ver si él realmente puede aprender a aguantar más? ―Preguntó mi madre.
―Sí, por supuesto ―respondió Cristela―. Vamos a ver si es capaz de aguantar con un estímulo más intenso.
A continuación mi tía comenzó a bajar, con una mano sostuvo mi verga y de a poco su concha se la fue tragando. La sensación de tibieza y humedad me maravillaron. No pensaba decir que ya había experimentado eso, desde hace tiempo aprendí que quedarme callado es la mejor estrategia en estos casos.
Mi tía Cristela parecía decidida a coger conmigo y me alegraba que hubiera podido convencer a Alicia. No me considero un degenerado, pero me calentó mucho que mi madre viera cómo mi verga entraba en la concha de Cristela. Además también estaba Macarena, masturbándose lentamente a mi lado. Era una escena sumamente erótica y no creo que deba sentirme culpable por excitarme tanto. ¿O si?
Cuando mi glande se hundió en esa concha, creí que no podría ir más adentro, sin embargo Cristela se acomodó y logró que la verga siguiera entrando. Fue fantástico. Esa gruta viscosa envolvía todo mi miembro y mi mente comenzó a llenarse de recuerdos morbosos. De la vez que le enterré la verga a Estefanía, de lo que pasó con Pilar en su pieza… y, por supuesto, de la cogida que le di a Ayelén. Ni siquiera sé cuál de todas esas puedo considerarla como mi primera experiencia sexual, pero sí sé que disfruté de todas.
Quizás disfruté demasiado.
Eso me pasó factura cuando Cristela comenzó un lento sube y baja, provocando que su concha recorriera gran parte de mi verga, además me sonrió de una forma tan sensual que me hizo estremecer. A pesar de todas las chupadas de pija que recibí de ella, aún me costaba verla como una mujer fogosa, no porque no lo fuera… que sí lo es; sino por el hecho de ser mi tía. Me cuesta mucho ver de esa manera a cualquiera de las mujeres de mi familia, y creo que es por eso que mi cerebro se confunde tanto y empieza a bombardearme con potentes descargas de placer.
Macarena vio una gran oportunidad y la aprovechó. Acercó su cara a la concha de Cristela y comenzó a lamerle el clítoris.
―¡Macarena! ―Protestó mi mamá―. ¿Qué hacés?
―¿Cómo qué hago? ―Ella de verdad parecía confusa.
―¿Cómo le vas a chupar la concha a tu tía? ¿Estás loca?
―¿Me estás cargando, mamá? ¿Ahora te preocupa esto? ―Me di cuenta de que Macarena sabía parte de la historia que hubo entre Cristela y Alicia, cuando eran jóvenes―. ¿Me vas a decir que nunca chupaste una concha? ―Mi mamá se quedó muda―. Dale, respondeme. Con sinceridad. ¿Alguna vez chupaste una concha?
―Si no le respondés vos, le respondo yo ―Amenazó Cristela.
Mi mamá la miró asustada.
―Dale ―insistió Maca―. ¿Te comiste una concha o no?
―Sí ―respondió Alicia.
―Me imagino que no habrá sido solo una probadita. ¿Alguna vez te pasaste, no sé… diez minutos comiendo concha, o veinte, dándole a la lengua sin parar?
Alicia volvió a mirar a su hermana, supo que no tenía escapatoria.
―Sí. Me pasé más de veinte minutos chupando una concha.
―¿Y fue más de una vez?
―Sí, más de una vez.
―Me alegra saberlo ―dijo Maca, con una amplia sonrisa―. Espero que lo hayas disfrutado. Yo también me pasé largo rato comiéndole la concha a una amiga. Me gustó. Me gustan las pijas y las conchas. Sé que no voy a tener otra oportunidad para probar la concha de la tía, por eso lo quiero hacer ahora.
Sin decir más, se lanzó de nuevo a la tarea de lamer y chupar el clítoris de Cristela, mientras mi tía daba saltos sobre mi verga. Mi mamá miraba toda la escena con los ojos muy abiertos, como si algo dentro de ella se hubiera hecho añicos. Volví a sentir pena por ella, de verdad parecía estar sufriendo mucho. Me pregunto qué pasará exactamente por su cabeza en este momento.
En cuanto mi tía comenzó a tomar ritmo, ya no pude aguantar más. Juro que lo intenté, no quería, por nada del mundo, que este momento terminara tan rápido. Sin embargo me fue imposible. Tenía demasiadas imágenes excitantes en mi cabeza… y dentro de ese cuarto. Incluso me pareció que hasta mi mamá se estaba acariciando la concha. ¿Quién puede aguantar tantos estímulos a la vez?
Además algo dentro de mí me decía: “Llenale la concha de leche”. No sé por qué, quizás por el recuerdo tan vívido que tenía de la vez que eyaculé en la concha de Tefi… o en la de Ayelén, y de mi mamá tragándose el semen. Quería verlo otra vez… en la concha de Cristela, que estaba tan abierta.
Cuando ella sintió el semen, comenzó a moverse más rápido.
―Me parece que hasta acá llegamos ―dijo Cristela.
―¿Que? ¿Ya? ¿Tan rápido? ―Mi madre parecía desilusionada.
―No te sientas mal, Nahuel ―se apresuró a decirme Macarena―. La tía Cristela está re buena, ¿cómo no te va a saltar la leche la primera vez que se la metés a una mujer así? Es como aprender a manejar con un Ferrari.
―Gracias ―dijo Cristela, sin dejar de subir y bajar, mientras los potentes chorros de semen le llenaban la concha. Sus enormes tetas rebotaban de una forma maravillosa―. Es tu primera vez, Nahuel. No te sientas mal.
―Está bien ―dije. La verdad es que no me sentía mal, bueno, tal vez solo un poquito; no permitiría que eso me arruinara el momento. La experiencia fue breve, pero intensa. Me encantó poder disfrutar de la concha de Cristela, aunque sea por unos pocos segundos. ¡Qué mujer! Macarena tiene razón: está re buena. Cualquiera de mis amigos hubiera acabado al instante si tenían a una mujer como mi tía montándoles la pija de esa forma.
Cristela se apartó y pude ver una imagen sumamente erótica: su concha chorreando abundante leche. Me hubiera encantado ver a mi madre tomándosela, pero eso no ocurrió.
―¿Ves, Alicia? ―Dijo Cristela―. Tanto escándalo para nada. Fue solo cuestión de unos pocos segundos.
―Eso veo.
―¿Y no te deja más tranquila? ―Preguntó Macarena―. Digo, como vos no querías que la tía hiciera esto…
―Bueno, sí… en parte. Es bueno que no haya durado tanto, porque es su tía… no puede andar cogiéndosela. Sin embargo… me apena que haya terminado todo tan rápido. Es decir, si esto era algo para probar una vez… me hubiera gustado que fuera mejor aprovechada.
―Perdón ―dije, de forma automática―. Hice todo lo que pude.
―Está bien, Nahuel ―mi mamá me acarició el pelo―. No te sientas mal. Pero también quiero ser honesta con vos…
―Ok…
―Si tu tía Cristela hubiera sido tu novia, ahora ella estaría enojada… porque estaría muy insatisfecha. ¿No es así, Cristela?
―A ver… que disfrutar de una pija tan linda siempre es un placer; pero sí… tengo que reconocer que me quedé con las ganas. Llevo mucho tiempo de abstinencia sexual y me hubiera gustado que me metan la pija durante un buen rato.
―Escuchá bien las palabras de tu tía ―dijo mi mamá―. No te decimos todo esto para que te sientas culpable, sino para que la próxima vez te esfuerces más.
―Es cierto, pendejo ―dijo Macarena―. Ya te dije que si algún día me entero que tenés una novia y no te importa satisfacerla, yo, como mujer y como tu hermana mayor, te corto los huevos.
Mi mamá sonrió, lo cual es raro, a veces suele tomarse esas bromas de forma demasiado literal. Se ve que está aprendiendo a aceptarlas como lo que son: simples bromas.
―Entiendo totalmente a tu hermana ―dijo Alicia―. Estás rodeado de mujeres, si al tener una novia no la respetás como mujer… estarías faltándole el respeto a todas tus hermanas, a tu tía y a tu mamá… incluso a tu prima, que no la querés mucho, pero es mujer. Espero que aprendas a usar esa herramienta ―señaló mi verga.
―Sí, nene ―intervino mi tía―. Tanta pija para durar quince segundos… es un desperdicio. Agradezco la enlechada de concha, eso siempre se disfruta…
―Ay, Cristela ―se quejó mi madre.
―Pero Alicia. Decí la verdad. ¿Querés que tu hijo aprenda a conocer a las mujeres? Entonces tenemos que ser sinceras con él. A mí me gusta que me llenen la concha de leche. ¿A vos no te hubiera resultado placentero que una pija así de grande te acabe en toda la concha?
―Mmm…
―Coincido con la tía ―dijo Macarena.
―Está bien, sí. Siendo sincera, hubiera sido muy placentero recibir una descarga tan potente de semen dentro de la concha. ¿Al menos esa parte estuvo bien? ―Le preguntó a su hermana, mientras la concha seguía chorreando líquido blanco.
―Sí, de eso no me puedo quejar. Fue mejor de lo que esperaba. Un montón de leche… y le sale bien fuerte. Como si fuera un volcán. Me dejó la cajeta chorreando leche. ¿Y sabés a quién le gusta tomarse toda la leche?
―No sé… ―dije, aturdido, aunque me podía imaginar la respuesta que daría.
―A tu mami. Si la habré visto tragar leche…
―Estás sacando las cosas de contexto, Cristela ―se quejó Alicia.
―Ay ¿ahora me vas a negar que no te gustaría venir a tomártela toda? ¿Acaso no querés que tu hijo conozca bien los gustos de las mujeres?
―Hay muchas mujeres a las que no le gusta el semen ―respondió mi mamá.
―Eso es cierto, pero a vos sí te gusta…
―No es verdad.
―Mamá, ya vi a Nahuel llenándote la cara de leche…
―¡Eso fue un accidente!
―Sí, pero no vi que te molestara demasiado el semen. Creo que hasta te gustó terminar toda enlechada.
Cristela tapaba su concha con la mano y creía saber qué estaba esperando. Alicia miró la entrepierna de su hermana y dijo:
―No veo la necesidad de hacer esto.
―Yo sí ―respondió Macarena―. Te lo dije mil veces, mamá, sos demasiado estructurada. Tenés que aprender a soltarte un poquito.
―Pero…
―Maca tiene razón ―dijo Cristela―. Antes no eras así. Cuando tenías la edad de tus hijas sabías disfrutar de la vida. Eras más feliz. Ahora estás permanentemente preocupada por todo. Como si el mundo se fuera a acabar si vos no controlás cada paso que damos. Vení, hermanita, soltate un poco… como en los viejos tiempos.
Alicia la miró dubitativa durante unos segundos. Luego, sin decir una palabra, se acostó boca arriba a mi lado, pero lo hizo en sentido inverso, sus pies quedaron más o menos a la altura de mi cabeza y pude ver directamente su concha. Estaba muy húmeda.
Cristela se colocó en cuclillas sobre su hermana, separó sus labios vaginales con dos dedos y una abundante cantidad de semen salió de su agujero. Fue a parar directamente dentro de la boca de mi mamá. Se me puso la verga rígida otra vez al ver eso. Macarena notó mi despertar y enseguida se mandó a chupármela. Pude notar una libidinosa sonrisa en sus labios mientras se la tragaba.
A pesar de lo que Maca estaba haciendo, toda mi atención estaba dirigida a lo que pasaba entre mi mamá y mi tía. La boca de Alicia se prendió a esa concha y comenzó a chuparla. La intensidad con que lo hacía me daba a entender que lo estaba disfrutando, pero me quedó totalmente claro cuando empezó a masturbarse. Sus dedos se movieron rápidamente, formando pequeños círculos contra su clítoris.
Cristela miraba fijamente hacia abajo mientras mantenía sus piernas bien separadas, al parecer no quería perderse nada de lo que Alicia hacía con su boca y su lengua.
Cuando tuve sexo con Ayelén (las dos veces) y cuando lo hice con Pilar, estando Macarena presente, tuve la sensación de estar participando en un trío. Eso tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que éramos tres personas en plena interacción sexual.
¿Y cómo debía llamar a esto? ¿Un cuarteto?
Macarena lo estaba dando todo al chuparme la verga. Su “performance” era extraordinaria. Podía ver su cabeza subiendo y bajando a buen ritmo. Salvando las diferencias, Alicia hacía más o menos lo mismo. Si bien ella no tenía que tragar un falo, su lengua se movía a gran velocidad entre los labios vaginales de su hermana.
De pronto vi que Macarena se movía. Había dejado de chuparme la pija y se estaba colocando sobre mí. Abrí mucho los ojos, porque me imaginé lo que iba a hacer.
En cuanto su concha estuvo justo encima de mi verga, Alicia interrumpió la chupada que le estaba dando a Cristela.
―¿Qué pensás hacer, Macarena? ―Dijo. Como experta controladora, seguramente había notado el movimiento con su visión periférica.
―Nada, mamá, no te asustes ―respondió mi hermana.
―¿Cómo no me voy a asustar? Si estás pensando hacer lo que creo que querés hacer… desde ya te digo que no…
―Lo único que pretendo hacer es darle un poco de estímulo a Nahuel… ¿no es eso lo que vos querés?
―¡Pero así no! ¡Sos la hermana! Suficiente tuvo con lo de tu tía.
―Te digo que te quedes tranquila, mamá ―insistió Maca―. No tengo intenciones de meterme la verga.
―¿Ah no? ¿Y entonces?
―Es solo un poquito de… estímulo externo.
Diciendo esto sujetó mi verga, la colocó entre sus labios vaginales, y comenzó a menear la cadera. No había penetración, pero casi se sentía como si la hubiera. Su concha estaba sumamente húmeda… y caliente.
―¿Ves? ―Dijo Maca―. No está entrando.
Mi mamá se apartó de Cristela y se puso de rodillas a mi lado, dándome la espalda. Luego sujetó la punta de mi verga con una mano. De inmediato entendí que hacía eso para evitar que ocurriera una penetración. Macarena no le dio demasiada importancia al gesto, ella siguió meneando sus caderas provocando un roce espectacular. Tenía ganas de motivarla a que se moviera más rápido, pero tuve miedo de que mi mamá se enojara conmigo. La pobre ya estaba demasiado tensa.
―No sé si ustedes se pusieron de acuerdo para hacer esto o no ―dijo Alicia.
―Yo no me puse de acuerdo con nadie ―me defendí―. La tía solamente me dijo que…
―No hablo de vos, Nahuel. Me refiero a ellas dos. Las conozco, sé cómo piensan. No sé qué tan lejos pretenden llegar, pero quiero que sepan que yo no me voy a mover de acá hasta que todo esto termine. ¿Está claro?
―Ya te dije, Alicia ―mi tía habló con calma―, podés hacer lo que quieras. A mí no me molesta que estés acá.
―Bueno, como sea. Creo que ya es momento de ponerle punto final a esta escenita ―sentenció Alicia―. Ya llegaron demasiado lejos.
―¿Punto final? ―Cristela la miró con una sonrisa socarrona―. Ay, hermanita… apenas estamos empezando. ¿Acaso no te diste cuenta que Nahuel aguanta mucho mejor después de acabar una vez? Ahora es cuando realmente podemos ponerlo a prueba.
No tenía idea de qué pretendían hacer exactamente. A mí la idea me encantó, sin embargo mi mamá no parecía para nada complacida. Sentí cómo apretaba con fuerza mi glande, clara señal de que se estaba poniendo nerviosa.
Más allá de lo que Macarena o Cristela pretendieran hacer, debíamos calmar a Alicia. Si mi mamá llega a perder la compostura, estamos en el horno. Se va a armar una batalla campal, y ahí sí que puede existir el riesgo de que Alicia eche a Cristela de la casa.
A ver, si Cristela se va a llevar a Ayelén, a mí me conviene. Eso me permitiría recuperar mi dormitorio; pero no quiero que mi tía se vaya… y mucho menos después de haber sentido el interior de su concha.
Espero que Cristela conozca muy bien a su hermana y sepa hasta dónde puede presionarla, porque en este momento Alicia es una granada sin seguro, a punto de explotar.
2 comentarios - Aislado Entre Mujeres [30].
Pero son unos locos lindos! Jaja