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Capítulo 27.
La Estética del Morbo.
Me pasé un par de horas deambulando por la casa, esperando a que Ayelén saliera de mi cuarto. No lo hizo. Se quedó encerrada allí sin hacer el menor ruido. Mis hermanas volvieron a su rutina diaria, si es que se le puede llamar rutina a quedarse tiradas en la cama mirando Netflix (en el caso de Pilar y Macarena) o jugando a la Play (en el caso de Tefi). Mi mamá y mi tía Cristela se pusieron cómodas batas y salieron a charlar al patio. Allí nadie podía verlas, pero no hubo forma de convencer a Alicia de que saliera desnuda.
Gisela volvió a su cuarto y se quedó allí. ¿Y qué hice yo todo ese tiempo? Nada. Caminar de acá para allá como un perro al que no dejan salir a la calle. Le mandé un mensaje a Celeste, pero no me respondió. No insistí, no quería parecer un pesado. Me entretuve como pude con algunos juguitos de celular, hasta que por fin vi señales de vida.
Era Gisela. Aún estaba con su diminuta tanga, pero se había quitado el corpiño deportivo, en su lugar tenía una remera blanca, bastante vieja y desgastada, que le marcaba mucho los pezones. Yo estaba completamente desnudo y ella, al verme, seguramente notó cómo mi verga empezó a despertarse. ¿Cómo evitarlo, con semejante mujer adelante? Por más que sea mi hermana, la anatomía de Gisela es muy impactante.
―¿Qué hacés solo en el living? ―Me preguntó.
―Nada… es que todos se fueron y yo… ―señalé con el pulgar mi cuarto.
―Ah… ya veo… Ayelén te dejó sin tu guarida, como la llamás vos ―sonrió maternalmente―. ¿Por qué no me avisaste? al menos me hubiera quedado charlando con vos.
―No quería molestarte. Pensé que estabas trabajando.
―Hoy no tengo nada de trabajo. Es que… con el aburrimiento del encierro, adelanté demasiado trabajo. Me llamó mi jefa para decirme que pare un poquito, porque ya no queda nada para hacer. Me dijo: “Descansá por unos días, cuando haya trabajo yo te aviso”.
―Creo que tenés bien merecido unos días de descanso, Gise. Trabajás mucho. Demasiado. Hasta tu propia jefa te pidió que pares un poquito.
―Es que el trabajo es lo único que me mantiene un poquito cuerda. Sino… no sabría qué hacer tantas horas encerrada en esta casa.
―¿Y qué hacías antes para divertirte? Digo… cuando no éramos prisioneros de una bruja con fobia a los gérmenes.
Ella soltó una risita. Me alegró mucho verla sonreír.
―No hacía mucho. ―Miró para todos lados, como si temiera que alguien la estuviera espiando―. Mejor vamos a mi pieza, ahí podemos hablar más tranquilos.
―Em… bueno, pero te aclaro que no tengo pantalón. El que tenía puesto mamá lo juntó del piso y lo puso a lavar. Los demás están en mi pieza… y con Ayelén enojada ahí dentro, no es seguro entrar.
―Está bien, entiendo la situación. No me molesta que estés desnudo.
Iba a decirle que a mí tampoco me molestaba que ella estuviera en tanga; pero temí que fuera a malinterpretar el comentario.
Entramos a su cuarto, yo me senté en su cama, que estaba pulcramente tendida, y ella ocupó la silla que usaba para trabajar. Miré a mi alrededor y todo estaba muy prolijo, hasta los adornos de la repisa parecían haber sido colocados milimétricamente. Comencé a preocuparme de que Gisela estuviera desarrollando una manía por el orden como la que tiene mi mamá… o quizás solo ordenó todo porque estaba aburrida. Algo que yo no haría… no importa qué tan aburrido esté, ordenar mi cuarto nunca me va a resultar mínimamente entretenido.
―¿Por qué querés saber qué hacía en mi tiempo libre?
―Por nada, simple curiosidad. Siempre te vi trabajando, antes y después de la pandemia. Por eso me surgió la duda: “¿Qué hará Gisela para divertirse cuando no está trabajando?”
―Ese es un tema un poquito difícil de responder. Esto es algo que solamente hablé con Celeste. Ella me hizo el mismo planteo que vos, aunque de forma un tanto más brusca: “Nena, estás todo el día laburando. Tenés que disfrutar un poco de la vida. Salir a bailar. Tomar algo en un bar. Coger con alguien”.
―¿Y le hiciste caso?
―En parte… antes de la pandemia empecé a salir un poquito más.
―¿Y qué tal funcionó eso?
―No sé… depende a quién le preguntes. Celeste opinará que salió muy bien; yo no estoy tan segura.
―¿Por qué?
―Porque… em… hice algunas cosas de las que no estoy orgullosa.
―¿Como cuáles? ―Pregunté, con más interés que nunca.
―No quiero hablar de eso con vos. No quiero arruinar más la imagen de hermana mayor que tenés de mí. Suficiente desastre hice con las fotos que nos sacamos la última vez. Todavía me cuesta dormir pensando en eso. No sé por qué accedí a semejante cosa. ¿Cómo voy a dejar que mi hermano me acabe en la cara? Todo por culpa de Celeste.
―Se ve que Celeste es una chica muy convincente.
―Demasiado.
―Hace un rato le mandé un mensaje, pero no me respondió.
―Ah… quizás fue porque estaba hablando conmigo.
―¿Y te preguntó sobre mí?
Gisela sonrió con un gesto entre tierno y picarón, algo que solo ella es capaz de hacer. Se acercó a mí gateando sobre la cama. Sus grandes tetas se balancearon, fue casi como verlas al desnudo. Me acarició una pierna y su mano fue subiendo, hasta que se encontró con mi verga. Pasó sus uñas sobre mi miembro flácido con mucha suavidad. Eso provocó que se estremeciera hasta el último rincón de mi cuerpo. Por supuesto, la verga se me fue poniendo dura.
―¿Querés saber si Celeste sigue pensando en tu “amiguito”?
―Em… no, solo quería saber cómo andaba.
―Ajá, sí claro… ¿y desde cuándo te importa la vida de Celeste? Según lo que ella me contó, ustedes no hablan más que de sexo. Es más, sé que a veces ni siquiera hablan, solo intercambian fotos porno.
―Bueno, es que…
Volvió a soltar una risita encantadora, sin dejar de pasar sus uñas por mi verga, que iba creciendo cada vez más.
―No te preocupes, Nahuel. A mí no me molesta que estés caliente con ella. Al contrario, me alegra que ya estés perdiendo un poquito la vergüenza a la hora de hablar con mujeres.
―Em… sí… más o menos ―dije, con el corazón en la boca―. De todas maneras con Celeste me resulta más fácil, porque hablamos solo por chat… y porque ella es muy… em…
―¿Muy puta?
―Exacto. Me sorprende que tengas una amiga así.
―A mí también. Al principio no me llevaba bien con ella… pero con el tiempo aprendí a entenderla y me di cuenta de que solo buscaba lo mejor para mí. Y respondiendo a tu pregunta anterior… sí, me preguntó por vos.
―¿De verdad? ―dije, sin poder disimular mi entusiasmo―. ¿Qué preguntó?
―Si a vos se te paraba la pija al estar cerca mío ―al principio pensé que lo decía en broma, pero su mirada se mantuvo calmada y directa, con media sonrisa en los labios. No había tono burlón en ella―. Tendré que decirle que sí… mirá cómo se te puso.
Señaló mi verga y, efectivamente, estaba bien dura.
―Perdón, es que…
―No hace falta que pidas perdón. Después de lo que pasó la última vez, si se te pone dura al estar cerca mío es mi culpa, y no tuya. Y hablando de eso… este em… ¿te molestaría si te saco una foto de ahí… para mostrarle a Celeste?
―¿Pero cómo me va a molestar? Si yo mismo le mandé como mil fotos con la verga dura a Celeste. Pensé que no me respondía porque ya se había cansado de verla.
Gisela soltó una carcajada.
―Creeme que no se cansó. Ella sigue con ese loco morbo de verme a mí cerca de tu verga dura. Me insiste todo el tiempo con eso. “¿Cuando te vas a sacar otra foto con la pija de tu hermano?”.
―¿Te molesta que te pida esas cosas?
―No. Mi relación con Celeste es muy… particular. Aunque sí me parece extraño, eso no te lo voy a negar.
―¿Ella te gusta? Lo digo de una forma sexual…
―Y… Celeste es una chica muy bonita, tiene mucha actitud sexual.
―Y a vos te gusta complacerla.
―Qué observador andás hoy, hermanito. Me parece que vos te estás juntando mucho con Macarena.
―Sí, quizás demasiado.
―Con Macarena siempre es demasiado.
Esta vez nos reímos los dos.
―No respondiste a mi pregunta ―le dije.
―Porque es un poquito difícil de explicar. Quizás sí hay algo de cierto en que me gusta complacer a Celeste, aunque no siempre lo hago. Lo veo como un juego, donde la que pone los límites soy yo. Aunque a veces me hubiera gustado poner los límites antes.
―Como con lo de la acabada.
―Sí. Ese es un buen ejemplo.
―¿Y en qué consiste ese juego?
―Emm… bueno, vos ya estás metido en esto, así que sería injusto no contarte. Celeste me ayudó a entender algo que ella denomina “La estética del morbo”.
―¿Y eso qué quiere decir?
―No es fácil de explicar.
―Parece que nada en tu vida es fácil de explicar.
―Sí, es muy cierto ―dijo Gisela, riéndose―. A ver… según Celeste el morbo tiene más valor cuando se lo combina con la estética.
―¿Como si fuera arte erótico? Porque si es eso… dejame decirte que sus fotos no me parecieron muy artísticas que digamos.
―No, no tiene que ver con eso. Sino más bien con una cuestión más superficial. Celeste es una chica muy superficial. Dicho de forma brusca: a ella lo que le calienta es que yo sea tan voluptuosa. Le gusta verme envuelta en situaciones sexuales diversas. Y eso es un problema, porque yo con el sexo no me llevo muy bien. No solo por mi orientación sexual, sino por los miedos de los que te hablé la última vez. Sin embargo para Celeste esto es un punto a favor. Según ella, que yo sienta tanto rechazo hacia el sexo hace las cosas más interesantes. Muchas veces ella me pide cosas que no estoy dispuesta a hacer. A veces insiste un poquito, porque eso está permitido; pero sabe cuándo dejar de insistir.
―Eso es bueno. ¿Y ahora te anda insistiendo con esto de si se me para la verga estando cerca tuyo?
―Algo así, aunque no solo es eso. Ella quiere… em… te lo cuento para que decidas vos. Lo que Celeste quiere, porque es una maldita morbosa, es que vos tengas fotos y videos míos haciéndome la paja… y que los uses para hacerte la paja. Y hay más… también quiere que tengas al menos un video donde tu verga esté en mi boca. Sí, ya sé… está completamente loca. Pero… em… ¿vos qué pensás?
Diario de Cuarentena:
<¡Alarma! ¡Alarma! Todos a sus puestos. Esto no es un simulacro. Repito. No es un simulacro. Se requiere máxima concentración. Si Nahuel arruina esta oportunidad, ya no merece seguir viviendo>.
Tragué saliva, o al menos lo intenté. Tenía un nudo en mi garganta. Hacer locuras con Macarena y Pilar fue una cosa, incluso puedo asimilar, con mucho esfuerzo, lo que ocurrió con Tefi y con mi mamá. En comparación a eso los jueguitos con mi tía no me resultan tan descabellados, ni siquiera haberme cogido a Ayelén me quita el sueño. Pero ahora estamos hablando de Gisela. Ella para mí es… es como una segunda mamá, y al mismo tiempo una hermana mayor. Me cuesta horrores verla en situaciones sexuales, pero a su vez me genera un morbo extraordinario. Creo que ya estoy comprendiendo lo que Celeste quiere decir con “La estética del morbo”. Realmente impacta muchísimo ver a Gisela en ese tipo de situaciones, o siquiera sugiriéndolas. Sin embargo, no la noto del todo convencida con lo que dice. ¿Y si solo me está probando? ¿Y si lo único que busca es descubrir si su hermano es un degenerado?
¿Y si tengo la más mínima chance de que se haga realidad eso que dijo?
Admito que se me pone dura de solo imaginar a Gisela “dándose cariño”... o con mi verga en su boca. Más sabiendo que, esta vez, yo voy a poder conservar esas imágenes.
¿Qué haría yo con fotos y videos porno de Gisela? ¿Realmente me atrevería a darles algún uso? Con Tefi… tal vez. Sí. Pero… ¿Con Gisela? Me sentiría sumamente culpable a cada instante.
―Bueno ―comencé diciendo―. Lo que te pide Celeste es bastante… em… turbio. Sin embargo no dista demasiado de lo que pasó la última vez.
―Sí, eso pensé yo.
―Pero, al mismo tiempo, vos todavía te sentís culpable por lo que pasó. Repetirlo solo empeoraría las cosas. Más si esta vez vamos más lejos. Intento verlo como un jueguito picarón entre vos y Celeste. No me molesta ayudarte, para nada; pero tampoco quiero que hagas cosas de las que después puedas arrepentirte.
―Ohh… sos un amor Nahuel.
Diario de Cuarentena.
<Muy bien hecho, cadete Nahuel. Encontró usted las armas apropiadas para zafar de esta peligrosa situación. Le hacemos entrega de esta medalla al mérito por…>
―Pero sé que no estás siendo sincero conmigo, y eso me molesta.
Diario de Cuarentena.
<Que marche el cadete al paredón de fusilamiento.>.
Me sentí un idiota. Bueno, más de lo habitual. Es cierto que intenté esquivar la situación con palabras bonitas y manteniendo el plan del “hermano amoroso y comprensivo”... y no es que no lo sea, de verdad me importan los sentimientos de mis hermanas. Es solo que… quizás esta vez exageré demasiado y Gisela podrá ser un poquito miedosa, pero no es tonta.
―¿Por qué decís que no estoy siendo sincero?
Diario de Cuarentena.
<¿Lo único que se le ocurre al cadete es responder con más evasivas? Hay que sacrificarlo de una vez, para que no se reproduzca>.
―Porque en ningún momento dijiste qué significaría para vos tener ese tipo de fotos o videos. ¿Harías lo que Celeste dijo? ¿Los usarías para hacerte la paja? Y quiero que me respondas honestamente, o de lo contrario dejamos el tema acá, y no se habla más del asunto.
Diario de Cuarentena.
<Esta es una batalla que tiene que luchar solo, cadete. Sea valiente y afronte las consecuencias>.
―Es que… pensé que mi respuesta te incomodaría.
―Sí, lo sé. A veces me da la sensación de que tenés que tenerme entre algodones, como si yo estuviera hecha de un cristal muy frágil y corriera el riesgo de romperme en cualquier momento. Soy más fuerte de lo que te imaginás, Nahuel. Celeste se encargó de eso. No sabés las cosas que tuve que soportar por ella. Imaginate que no deja de decirme la cantidad de pajas que se hizo con las fotos que le mandé la última vez. Así que podés ser sincero conmigo. ¿Serías capaz de hacerte la paja si tuvieras fotos y videos míos de esa índole?
―Emm… bueno… este… ―Me di cuenta de que ella se estaba enojando, algo que a Gisela nunca le pasaba conmigo, por lo que decidí ser valiente y afrontar las consecuencias―. Supongo que sí lo haría.
―¿Lo suponés?
―Está bien… está bien. Sí lo haría.
―Pero ¿por qué? Soy tu hermana.
―Uy… es que… no sé… yo… lo que pasa es que vos…
De pronto ella comenzó a reírse a carcajadas. Quedó bocabajo en el colchón, a mi lado, y ahogó su risa con la almohada.
―Ay, Nahuelito. Tendrías que ver tu cara. Estás pálido. No te preocupes tanto, hermanito. No te estoy juzgando. Ya sé muy bien que se te para la verga cuando yo estoy cerca… y lo mismo ocurre cuando estás cerca de todas las demás, si es que andamos sin ropa. Es algo que no podés evitar. A mí no se me nota tanto, pero también me pasa.
―¡Ajá! No lo había pensado de esa manera. ―Mi corazón estaba acelerado, en parte por los nervios que me produjo el interrogatorio de Gisela y también porque ahora veía todo con más claridad―. A vos te gustan las mujeres.
―Así es.
―Por eso no querés que anden todas desnudas, ¿cierto?
Me miró con una sonrisa picarona y allí entendí todo.
―Te dije que a mí no se me nota tanto como a vos. No tengo un pitulín que me delate ―señaló mi verga erecta―; pero sí me afecta ver tantas mujeres en paños menores… o completamente desnudas. Aunque sean mis hermanas, o mi mamá… hasta la tía Cristela. Uf… ¡Qué mujer! ¡Qué pedazo de tetas que tiene!
―Las tuyas son más lindas.
―Gracias.
―No, no… no lo dije para halagarte. Es que no entiendo por qué te excitan otras mujeres, si vos sos más linda.
―¿Y eso qué tiene que ver? La belleza física no es lo único que me atrae de las mujeres. La personalidad también influye mucho.
―¿Te puedo hacer una pregunta muy personal?
―Sí, me lo tengo ganado, por la pequeña bromita que te hice.
―Si las mujeres que viven en casa no fueran de tu familia… ¿cuál te gustaría más?
―Uy, esa pregunta es muy complicada, porque me cuesta verlas sin el vínculo familiar de por medio. Pero creo que… em… sí, creo que me gustaría más Estefanía.
―¿Qué? ¿De verdad? ¿Por qué? Pensé que dirías Macarena.
―¿Estás loco? A Maca la quiero mucho, pero esa chica es muy rara. Está demasiado loca… y quiere ser psicóloga. Pilar me agrada, pero es más tímida que yo…
―A pesar de que ella sí se animó a andar desnuda.
―Solo porque Macarena consiguió manipularla.
―Bueno, eso sí… es cierto.
―En cambio Tefi… ella es un amor. Tiene un corazón de oro, es bonita, amable, dulce. Y el culo… uf… ¡qué lindo culo que tiene!
Soltó una risita, las mejillas se le pusieron rojas.
Su descripción de Estefanía me hubiera parecido ridícula meses atrás. Yo estaba convencido de que Tefi era de todo menos amable. Sin embargo, ahora que la conozco mejor, me doy cuenta de que Gisela no mentía. A pesar de que Tefi tenga un carácter de mierda, también tiene un corazón de oro, y ya me lo demostró en más de una ocasión.
―¿Y Celeste nunca te pidió que hicieras esas fotos con tus hermanas?
―No ―la cara de Gisela se ensombreció―. Es que Celeste entiende que ese tema es un poco más díficil para mí. Incluso aunque lo haga como un juego. ¿Sabés por qué puedo tolerar hacerme esas fotos con vos? Porque los hombres no me excitan. A ver, puedo tener cierto gusto por una verga, en una situación apropiada. Pero es lo único que puedo tolerar de un hombre. Y aunque vos seas mi hermano, y yo te quiera mucho… seguís siendo hombre. En cambio, si hiciera estos jueguitos con una mujer… creo que me confundiría mucho, y eso sería peligroso.
―Entiendo. Te daría miedo enamorarte de alguna de tus hermanas, por hacer jueguitos peligrosos.
―Sí, y eso sería muy enfermizo. Pasaría a estar más loca que Macarena y mamá juntas.
―Y eso es mucho decir.
―Pero con vos puedo hacer una pequeña excepción. No te lo voy a negar, en estos días de tanto aburrimiento ese jueguito de Celeste me parece… interesante. Aunque depende de vos. Quiero que seas sincero con vos mismo. ¿Creés que podés manejarlo o que te puede afectar de forma negativa? Porque no quiero que hagamos nada que perjudique nuestra relación de hermano.
Pensé en lo que me dijo Gisela. Es cierto que ese tipo de jueguitos con una hermana podría ser algo difícil de procesar y podría traer consecuencias negativas. Sin embargo Gisela no tiene idea de todo lo que pasó durante los últimos días. Si supiera solamente las cosas que hice con Pilar, por poner un ejemplo, se quedaría anonadada. Imaginé que sería capaz de lidiar con una nueva sesión de jueguitos eróticos con Gisela. Además, me moría de ganas de hacerlo.
―Podemos hacerlo. Lo digo en serio. A mí también me resulta interesante lo que propone Celeste. Al fin y al cabo es solo un juego, ¿no?
―Claro, esa es la idea. No estaríamos haciendo nada en serio. Es solo para satisfacer el morbo de Celeste, y te aseguro que eso es algo que nos puede venir muy bien a los dos.
―Em… sí… supongo.
Me quedé con la duda de por qué exactamente le vendría bien a ella. Con todo lo que me contó, sé que Gisela y Celeste tuvieron sexo entre ellas… más de una vez. El solo imaginarlo hace que se me encienda la líbido. ¿Cómo será ver a dos mujeres tan voluptuosas en la cama? Si llegan a besarse, apenas habría espacio para sus tetas, entre medio de sus cuerpos… uf, mejor me pongo a pensar en otra cosa o voy a terminar acabando sin siquiera haberme pajeado.
―Bien. Vamos a hacer una fotito que a ella le va a gustar mucho. Vení, poné tu verga entre mis nalgas.
Ella se puso en cuatro, fue una imágen magnifica. Me encantó ver cómo su concha mordía un poco la tela de la tanga. Fue como si la tanga dijera: “No puedo cubrir todo esto, es demasiado”. Sin embargo, yo no me moví de mi lugar.
―¿Qué pasa, Nahuel? ―Preguntó Gisela―. ¿Ahora me vas a decir que te da vergüenza? Ni siquiera es la primera vez que hacemos fotos así.
―Sí, y ese es el problema. ―Ella se sentó y me miró a los ojos―. No te ofendas, Gise; pero no creo que a Celeste le entusiasme mucho recibir fotos idénticas a las de la última vez. ¿No te acordás que lo hicimos? Hasta me pediste que presionara un poco contra la concha, porque eso a Celeste le iba a gustar.
―Sí, sí… tenés razón. Intenté alejar de mi cabeza todos esos detalles, pero tenés razón. Ya lo hicimos. Conozco bien a Celeste. No le va a gustar nada que le mande fotos iguales a las de la última vez. Y es culpa mía, sinceramente no pretendía llegar tan lejos esa vez. Tendría que haber cortado las fotos después de la tercera o cuarta.
―Está bien, Gise. No te preocupes. No es necesario que hagamos las fotos.
―Podemos hacerlas, si nos ponemos un poquito creativos. Vení. Poné la verga entre mis nalgas.
―Pero…
―Sí, sí… ya sé que es lo mismo que te pedí recién; pero esta vez va a ser un poquito diferente. Vení.
―Bien.
Hice lo que ella me pidió. Me puse de rodillas detrás, con la verga dura apuntando hacia adelante. Gisela preparó la cámara de su teléfono y me lo alcanzó.
―Empecemos con unas fotos sencillas, como las de la última vez; después probamos algo un poquito diferente.
―Ok ―dije, sin estar muy convencido.
Y a ver, no me malinterpreten. No estaba convencido de la sorpresa que pudieran causar estas fotos a Celeste, después de ver las de la última vez. Pero sí que estaba muy entusiasmado por poner mi verga entre las hermosas nalgas de Gisela. Eso podría hacerlo mil veces y jamás lo sentiría aburrido.
Saqué un par de fotos con mi falo metido entre sus nalgas, pero manteniendo la cabeza apuntando hacia arriba.
―Mirá dentro de la mesita de luz de la izquierda, Nahuel. Ahí vas a encontrar algo que nos puede ayudar a hacer más interesantes las fotos.
Intrigado, abrí el cajoncito. Allí había pañuelos descartables, un monedero, envoltorios vacíos de golosinas (probablemente Gisela también mantiene una reserva secreta de chocolates, como mi mamá), y por último, un recipiente plástico con una boquilla en la parte superior.
―¿Qué es esto? ―Pregunté.
―Es aceite corporal. Me lo regaló Celeste. Supuestamente sirve para hacer masajes, pero también se puede usar para otras… cositas. Como verás, está casi lleno, nunca lo uso.
―No te imaginaba con estas cosas.
―Es lo único… em… raro que vas a encontrar en mi pieza. Y ya te dije, lo tengo porque me lo dio Celeste. La única vez que lo usé fue para sacarme fotos con el cuerpo aceitado.
―A la mierda… esas fotos deben ser muy… sexys.
―Eso mismo pensó Celeste. La idea es que me pongas un poco a mí en las nalgas… y otro poco a vos, ya sabés dónde.
―Bueno… ¿No te molesta si cae en las sábanas?
―No te hagas drama por eso, es de fácil lavado. Ya lo comprobé.
―Bien.
Esto se puso de lo más interesante. Con muchos nervios, pero también con movimientos rápidos y certeros, cubrí mi verga con aceite. Después dejé caer un poco en las nalgas de Gisela y lo esparcí con una mano temblorosa. Ella lo notó.
―No te pongas nervioso, no estás haciendo nada malo, Nahuel. Yo te di permiso.
―Sí, lo sé… pero igual… es… impactante.
―¿Qué cosa?
―Tu culo, Gise.
Ella soltó una risita.
―¿De verdad te gusta tanto?
―Lo dije en el torneo de culos y lo sostengo: vos tenés el mejor culo de la casa… y con las competidoras que tenés, es mucho decir.
Noté que el aceite volvió transparente la tela de la tanga. Pude ver los gajos rosados de mi hermana a través de ellos. Gisela parecía salida de una película porno.
―Bueno, gracias. Ahora sí, acercá la verga y hacé algunas fotos… y no tengas miedo de apretar un poquito. Total, tengo puesta la tanga.
―Ok…
Dejé el pote de aceite sobre la mesita de luz, me limpié un poco las manos con la sábana, suplicando que de verdad se pudieran limpiar fácil, y apunté la verga. Esta vez sí, con la cabeza hacia adelante. Sentí la tibieza de la vulva de Gisela. Esos labios parecieron abrazar la cabeza de mi verga, y mientras más presionaba, más se le hundía la tela de la tanga. Hubo un momento en que dio la impresión de que yo se la estuviera metiendo, aunque sabía que en realidad no era así. Saqué varias fotos y cuando me aparté, Gisela me sorprendió bajándose la tanga. Esta vez pude ver sus lampiños labios vaginales al desnudo.
―Pasame un poco más de aceite ―me pidió.
―Eh… está bien.
Agarré el pote otra vez y dejé caer más aceite entre las voluminosas nalgas de Gisela. Pude ver como éste se escurría por la canaleta que se formaba en su culo, e iba parar directamente a la raya de su concha. Con más ganas que confianza, puse la mano sobre su nalga derecha y empecé a masajear. Poco a poco me fui acercando al centro.
―No tengas miedo de tocar, yo no me voy a enojar.
―Em… ok.
Cuando sentí el contacto con sus labios vaginales mi verga dio un salto y se puso aún más rígida que antes. Recorrí la anatomía íntima de Gisela de abajo hacia arriba. Incluso pasé mi pulgar por el agujero de su culo. Efectivamente, ella no se enojó. Ni siquiera hizo un comentario al respecto.
―Bien, ahora quiero que apuntes otra vez…
―¿Segura? No tenés nada puesto… y el aceite puede jugar una mala pasada.
―Si pasa algo así, no me voy a enojar. Solo te pido que tengas cuidado. ¿Me prometés eso?
―Sí, te lo prometo.
Después de limpiar mis manos, agarré mi verga con la izquierda y el celular con la derecha. Me acerqué a la concha de Gise y puse el glande justo entre sus labios.
―Un poquito más ―dijo Gisela―. Le voy a dar a Celeste una imagen que nunca se va a olvidar.
Ella bajó la cabeza y levantó la cola, también abrió más sus piernas. Presioné un poquito más, como me indicó, y pude ver cómo los labios de su vagina se abrían, para darle paso a la cabeza de mi verga. El agujero de esa concha estaba peligrosamente expuesto. Jamás imaginé que algún día terminaría en esta situación con Gisela. De hecho, hasta me resulta raro que esta sea la misma Gisela que yo conozco. Se está comportando de una forma muy extraña… al igual que lo hizo en la última sesión de foto.
No quise presionar más, por lo que moví la verga de abajo hacia arriba, como si con ella estuviera masajeando la concha de Gisela. Pude ver cómo el agujero de su concha se dilataba. Imaginé que ésta era una reacción natural de su cuerpo, como me pasa a mí, cuando tengo una erección.
―¿Ya sacaste las fotos?
―Em… sí, saqué varias.
Me apresuré a fotografiar la escena, porque aún no lo había hecho. Conseguí dos o tres fotos bastante buenas.
―Bien, ahora vamos a probar otra cosita. En lugar de sacar fotos, vas a filmar.
―Ajá, eso también lo habíamos hecho.
―Sí, pero se me ocurrió algo diferente.
Gisela se acostó boca arriba en la cama, apoyando la cabeza sobre la almohada. Abrió las piernas, tomó el aceite y empezó a pasarlo por su concha y su pubis.
―¿Qué esperás? Empezá a filmar. No te olvides que Celeste quiere que tengas un videíto donde yo me esté tocando. Este es para vos.
Sonreí con timidez. De verdad me resulta muy chocante ver a Gisela con esa actitud. Estaba por preguntarle si le pasaba algo malo, pero me imaginé que mi pregunta solo la confundiría. Quizás resulta ser que mi hermana no es tal cual yo la imaginaba. No sería la primera vez que me pasa algo así.
Empecé a grabarla y, tal y como había prometido, Gisela comenzó a masturbarse. Lo hizo con soltura, como si yo no estuviera ahí. Sus dedos acariciaron el clítoris y luego se metieron por el agujero. Repitió esta mecánica una y otra vez. Yo no pude hacer más que observar, mientras el morbo en mi interior iba aumentando. ¡Qué diosa, por favor! Con razón Celeste quiere verla así. Basta con que te gusten un poquito las mujeres para terminar excitándote al ver a Gisela haciéndose la paja.
―Vení, acercate un poquito ―me dijo.
Entendí que debía poner mi verga sobre su concha, y eso fue exactamente lo que hice. Gisela la agarró y la acarició con sus manos llenas de aceite. Fue una sensación maravillosa, algo que nunca había experimentado antes. Gisela me guió hasta que el tronco de mi verga quedó apoyado sobre el canal de su vagina.
―Ahora movete un poquito.
Hice lo que me pidó. La verga se deslizó suavemente por fuera de esa concha, de atrás hacia adelante, una y otra vez. Pude escuchar un leve gemido proveniente de Gisela, pero no hice ningún comentario al respecto. Seguí con mis movimientos, procurando que mi verga no apuntara hacia adelante. No quería que ocurriera un accidente.
―Ahora apuntá acá… y presioná un poquito.
Ella misma bajó mi verga hasta que el glande quedó justo en la entrada de su culo. Levantó las piernas y me hizo señas para que empezara. No supe qué hacer. Ese era su culo… una zona muy sensible. ¿Y si presionaba demasiado?
―Dale, Nahuel, sin miedo… que no es la primera vez que me arriman una pija como esta por el culo.
¿No es la primera vez? ¿Acaso Gisela me está confesando que experimentó con el sexo anal? ¿Gisela? No, esperen… ella dijo “arriman”, eso no significa que la hayan penetrado. ¿O si? Ya no sé qué pensar. A mi cerebro le cuesta mucho procesar una imagen en la que Gisela esté siendo penetrada por el culo. Podría imaginarlo con alguna otra de mis hermanas, Macarena o quizás Tefi… pero con Gisela simplemente no puedo.
Presioné y una vez más el maldito morbo me invadió. Fue instantáneo. Apenas sentí cómo ese culo se dilataba un poquito, quise empujar más. Antes de darme cuenta, la mitad de mi glande ya estaba adentro.
―Así… ―dijo Gisela, como si lo que estaba ocurriendo fuera algo bueno―. Ahora sacá algunas fotos… después seguí grabando.
Hice lo que me pidió, me quedé sumamente quieto y saqué las fotos. Me esmeré bastante, porque sabía que Gisela me las mandaría después… siempre y cuando cumpliera con el acuerdo que hizo con Celeste.
Después volví a poner el modo de grabación.
―Andá presionando de a poquito, y después aflojas…
―Bueno…
No estaba convencido de qué tan buena idea era esta, pero quería hacerla. Retrocedí un poco y volví a presionar contra ese culo. Era maravilloso, de verdad podía sentir cómo se dilataba de a poquito. Y el maldito morbo me pedía que fuera más adentro. Con cada nuevo empujón, mi glande entraba un poco más. Gisela tenía los ojos cerrados. No sabría decir si estaba sufriendo o disfrutando. Quizás un poco de ambas. Cuando creí que mi glande iba a entrar completo, ella me detuvo.
―Ahora vamos a probar otra cosa ―me dijo―. Vení, sentate en la cama.
Lo hice y ella se posicionó delante de mí. Puso mi verga entre sus grandes tetas y sonrió a la cámara.
―¿Ya estás por acabar? ―Me preguntó.
―Emm… diría que sí… no me falta mucho.
―Mejor. ¿Sabías que a Celeste le encanta verme con la cara llena de semen? Por eso me hizo chupar varias vergas. Sinceramente no creía que chupar una verga pudiera ser algo tan… entretenido. A mí me gustan las mujeres; pero no puedo dejar de reconocer que hay algo muy morboso en ver a una chica con la cara llena de leche.
―Es una buena imágen. En especial si la chica es linda.
―O si sabés que normalmente no hace esas cosas. Eso es lo que le gusta de mí a Celeste. Cuando le dije que yo nunca había chupado una verga, se puso como meta convencerme de chupar algunas… hasta terminar con la cara llena de leche. Y ahora la morbosa quiere que lo haga con mi hermano.
―Bueno, eso ya lo vio… la vez pasada.
―Sí, pero no la dejó del todo… satisfecha. Me dijo que le hubiera gustado ver más leche… dentro de mi boca.
La miré con los ojos desencajados. No supe qué responder. Ni tuve que hacerlo. Gisela abrió la boca y se tragó casi la mitad de mi verga. Empezó a chupar con ganas.
Que Gisela me chupe la verga fue más de lo que mi mente de “Pajero de dieciocho años” pudo soportar. Además de ser mi hermana, es la mujer más hermosa que conozco.
Mi verga comenzó a escupir chorros de leche y Gisela siguió chupando, sin dejar de mirar fijamente a la cámara. El semen chorreaba desde su boca, por todo mi falo. Era increíble, ella parecía no reaccionar a las potentes descargas de semen. Cuando saltó el último chorro ella abrió la boca y mostró que su lengua había quedado cubierta de ese blanquecino líquido. Con actitud sensual y desafiante, se lo tragó. Fue como si le dijera a Celeste: “¿Creías que no me iba a animar?
No entendía qué estaba pasando con Gisela, ella simplemente estaba descontrolada.
Para complicar aún más la situación, se posicionó sobre mí, con las piernas bien abiertas, como si fuera una rana. Mi verga quedó justo debajo de su culo. Ella bajó y por el peso de su propio cuerpo, el glande entró completo. Lo succionó de una sola vez. Me quedé anonadado viendo como Gisela echaba la cabeza hacia atrás y comenzaba a frotarse la concha. De su boca caían hilos de semen, los cuales ella juntaba con su lengua y se los tragaba. Sus grandes tetas estaba cubiertas de sudor y también por algunas gotitas de semen.
De mi pija salió otra descarga, sentía que los huevos me iban a quedar resecos, como dos pasas de uva. Toda la líbido se me estaba yendo con esas descargas y mi preocupación crecía cada vez más. ¿Qué estaba pasando con Gisela? ¿Por qué se estaba comportando de esa manera?
Por suerte ella se apartó, por un momento creí que no se detendría hasta tener toda mi verga metida en su culo.
Se puso en cuatro y puede ver su orificio anal bien dilatado y con semen chorreando de él… mi semen.
―Sacame una foto.
Lo hice de forma automática, sin pensar.
―¿Ya está?
―Este… em… sí… ya está.
―Bueno… ¿querés arrimar un poquito más? ―Preguntó, abriéndose las nalgas.
―Este… no, ahora tengo ganas de hacer pis. Siempre me pasa cuando acabo. De paso voy a aprovechar para darme un baño.
―¿Seguro? Porque podemos aprovechar que todavía la tenés dura….
―Sí, estoy seguro. Nos vemos después, Gise. Me estoy re meando… perdón.
―Está bien. Después te digo lo que opinó Celeste de las fotos.
―Dale, gracias.
Salí de su cuarto como si fuera un pequeño ratón que está siendo perseguido por un gato. ¿Qué carajo fue todo eso? ¿Qué mierda le pasa a Gisela? ¿Por qué se comporta como si hubiera sido poseída por un demonio lujurioso? Por suerte soy agnóstico, de lo contrario creería que de verdad fue poseída.
Diario de Cuarentena:
<No se avergüence, cadete. Soldado que huye, sirve para otra guerra>.
Capítulo 27.
La Estética del Morbo.
Me pasé un par de horas deambulando por la casa, esperando a que Ayelén saliera de mi cuarto. No lo hizo. Se quedó encerrada allí sin hacer el menor ruido. Mis hermanas volvieron a su rutina diaria, si es que se le puede llamar rutina a quedarse tiradas en la cama mirando Netflix (en el caso de Pilar y Macarena) o jugando a la Play (en el caso de Tefi). Mi mamá y mi tía Cristela se pusieron cómodas batas y salieron a charlar al patio. Allí nadie podía verlas, pero no hubo forma de convencer a Alicia de que saliera desnuda.
Gisela volvió a su cuarto y se quedó allí. ¿Y qué hice yo todo ese tiempo? Nada. Caminar de acá para allá como un perro al que no dejan salir a la calle. Le mandé un mensaje a Celeste, pero no me respondió. No insistí, no quería parecer un pesado. Me entretuve como pude con algunos juguitos de celular, hasta que por fin vi señales de vida.
Era Gisela. Aún estaba con su diminuta tanga, pero se había quitado el corpiño deportivo, en su lugar tenía una remera blanca, bastante vieja y desgastada, que le marcaba mucho los pezones. Yo estaba completamente desnudo y ella, al verme, seguramente notó cómo mi verga empezó a despertarse. ¿Cómo evitarlo, con semejante mujer adelante? Por más que sea mi hermana, la anatomía de Gisela es muy impactante.
―¿Qué hacés solo en el living? ―Me preguntó.
―Nada… es que todos se fueron y yo… ―señalé con el pulgar mi cuarto.
―Ah… ya veo… Ayelén te dejó sin tu guarida, como la llamás vos ―sonrió maternalmente―. ¿Por qué no me avisaste? al menos me hubiera quedado charlando con vos.
―No quería molestarte. Pensé que estabas trabajando.
―Hoy no tengo nada de trabajo. Es que… con el aburrimiento del encierro, adelanté demasiado trabajo. Me llamó mi jefa para decirme que pare un poquito, porque ya no queda nada para hacer. Me dijo: “Descansá por unos días, cuando haya trabajo yo te aviso”.
―Creo que tenés bien merecido unos días de descanso, Gise. Trabajás mucho. Demasiado. Hasta tu propia jefa te pidió que pares un poquito.
―Es que el trabajo es lo único que me mantiene un poquito cuerda. Sino… no sabría qué hacer tantas horas encerrada en esta casa.
―¿Y qué hacías antes para divertirte? Digo… cuando no éramos prisioneros de una bruja con fobia a los gérmenes.
Ella soltó una risita. Me alegró mucho verla sonreír.
―No hacía mucho. ―Miró para todos lados, como si temiera que alguien la estuviera espiando―. Mejor vamos a mi pieza, ahí podemos hablar más tranquilos.
―Em… bueno, pero te aclaro que no tengo pantalón. El que tenía puesto mamá lo juntó del piso y lo puso a lavar. Los demás están en mi pieza… y con Ayelén enojada ahí dentro, no es seguro entrar.
―Está bien, entiendo la situación. No me molesta que estés desnudo.
Iba a decirle que a mí tampoco me molestaba que ella estuviera en tanga; pero temí que fuera a malinterpretar el comentario.
Entramos a su cuarto, yo me senté en su cama, que estaba pulcramente tendida, y ella ocupó la silla que usaba para trabajar. Miré a mi alrededor y todo estaba muy prolijo, hasta los adornos de la repisa parecían haber sido colocados milimétricamente. Comencé a preocuparme de que Gisela estuviera desarrollando una manía por el orden como la que tiene mi mamá… o quizás solo ordenó todo porque estaba aburrida. Algo que yo no haría… no importa qué tan aburrido esté, ordenar mi cuarto nunca me va a resultar mínimamente entretenido.
―¿Por qué querés saber qué hacía en mi tiempo libre?
―Por nada, simple curiosidad. Siempre te vi trabajando, antes y después de la pandemia. Por eso me surgió la duda: “¿Qué hará Gisela para divertirse cuando no está trabajando?”
―Ese es un tema un poquito difícil de responder. Esto es algo que solamente hablé con Celeste. Ella me hizo el mismo planteo que vos, aunque de forma un tanto más brusca: “Nena, estás todo el día laburando. Tenés que disfrutar un poco de la vida. Salir a bailar. Tomar algo en un bar. Coger con alguien”.
―¿Y le hiciste caso?
―En parte… antes de la pandemia empecé a salir un poquito más.
―¿Y qué tal funcionó eso?
―No sé… depende a quién le preguntes. Celeste opinará que salió muy bien; yo no estoy tan segura.
―¿Por qué?
―Porque… em… hice algunas cosas de las que no estoy orgullosa.
―¿Como cuáles? ―Pregunté, con más interés que nunca.
―No quiero hablar de eso con vos. No quiero arruinar más la imagen de hermana mayor que tenés de mí. Suficiente desastre hice con las fotos que nos sacamos la última vez. Todavía me cuesta dormir pensando en eso. No sé por qué accedí a semejante cosa. ¿Cómo voy a dejar que mi hermano me acabe en la cara? Todo por culpa de Celeste.
―Se ve que Celeste es una chica muy convincente.
―Demasiado.
―Hace un rato le mandé un mensaje, pero no me respondió.
―Ah… quizás fue porque estaba hablando conmigo.
―¿Y te preguntó sobre mí?
Gisela sonrió con un gesto entre tierno y picarón, algo que solo ella es capaz de hacer. Se acercó a mí gateando sobre la cama. Sus grandes tetas se balancearon, fue casi como verlas al desnudo. Me acarició una pierna y su mano fue subiendo, hasta que se encontró con mi verga. Pasó sus uñas sobre mi miembro flácido con mucha suavidad. Eso provocó que se estremeciera hasta el último rincón de mi cuerpo. Por supuesto, la verga se me fue poniendo dura.
―¿Querés saber si Celeste sigue pensando en tu “amiguito”?
―Em… no, solo quería saber cómo andaba.
―Ajá, sí claro… ¿y desde cuándo te importa la vida de Celeste? Según lo que ella me contó, ustedes no hablan más que de sexo. Es más, sé que a veces ni siquiera hablan, solo intercambian fotos porno.
―Bueno, es que…
Volvió a soltar una risita encantadora, sin dejar de pasar sus uñas por mi verga, que iba creciendo cada vez más.
―No te preocupes, Nahuel. A mí no me molesta que estés caliente con ella. Al contrario, me alegra que ya estés perdiendo un poquito la vergüenza a la hora de hablar con mujeres.
―Em… sí… más o menos ―dije, con el corazón en la boca―. De todas maneras con Celeste me resulta más fácil, porque hablamos solo por chat… y porque ella es muy… em…
―¿Muy puta?
―Exacto. Me sorprende que tengas una amiga así.
―A mí también. Al principio no me llevaba bien con ella… pero con el tiempo aprendí a entenderla y me di cuenta de que solo buscaba lo mejor para mí. Y respondiendo a tu pregunta anterior… sí, me preguntó por vos.
―¿De verdad? ―dije, sin poder disimular mi entusiasmo―. ¿Qué preguntó?
―Si a vos se te paraba la pija al estar cerca mío ―al principio pensé que lo decía en broma, pero su mirada se mantuvo calmada y directa, con media sonrisa en los labios. No había tono burlón en ella―. Tendré que decirle que sí… mirá cómo se te puso.
Señaló mi verga y, efectivamente, estaba bien dura.
―Perdón, es que…
―No hace falta que pidas perdón. Después de lo que pasó la última vez, si se te pone dura al estar cerca mío es mi culpa, y no tuya. Y hablando de eso… este em… ¿te molestaría si te saco una foto de ahí… para mostrarle a Celeste?
―¿Pero cómo me va a molestar? Si yo mismo le mandé como mil fotos con la verga dura a Celeste. Pensé que no me respondía porque ya se había cansado de verla.
Gisela soltó una carcajada.
―Creeme que no se cansó. Ella sigue con ese loco morbo de verme a mí cerca de tu verga dura. Me insiste todo el tiempo con eso. “¿Cuando te vas a sacar otra foto con la pija de tu hermano?”.
―¿Te molesta que te pida esas cosas?
―No. Mi relación con Celeste es muy… particular. Aunque sí me parece extraño, eso no te lo voy a negar.
―¿Ella te gusta? Lo digo de una forma sexual…
―Y… Celeste es una chica muy bonita, tiene mucha actitud sexual.
―Y a vos te gusta complacerla.
―Qué observador andás hoy, hermanito. Me parece que vos te estás juntando mucho con Macarena.
―Sí, quizás demasiado.
―Con Macarena siempre es demasiado.
Esta vez nos reímos los dos.
―No respondiste a mi pregunta ―le dije.
―Porque es un poquito difícil de explicar. Quizás sí hay algo de cierto en que me gusta complacer a Celeste, aunque no siempre lo hago. Lo veo como un juego, donde la que pone los límites soy yo. Aunque a veces me hubiera gustado poner los límites antes.
―Como con lo de la acabada.
―Sí. Ese es un buen ejemplo.
―¿Y en qué consiste ese juego?
―Emm… bueno, vos ya estás metido en esto, así que sería injusto no contarte. Celeste me ayudó a entender algo que ella denomina “La estética del morbo”.
―¿Y eso qué quiere decir?
―No es fácil de explicar.
―Parece que nada en tu vida es fácil de explicar.
―Sí, es muy cierto ―dijo Gisela, riéndose―. A ver… según Celeste el morbo tiene más valor cuando se lo combina con la estética.
―¿Como si fuera arte erótico? Porque si es eso… dejame decirte que sus fotos no me parecieron muy artísticas que digamos.
―No, no tiene que ver con eso. Sino más bien con una cuestión más superficial. Celeste es una chica muy superficial. Dicho de forma brusca: a ella lo que le calienta es que yo sea tan voluptuosa. Le gusta verme envuelta en situaciones sexuales diversas. Y eso es un problema, porque yo con el sexo no me llevo muy bien. No solo por mi orientación sexual, sino por los miedos de los que te hablé la última vez. Sin embargo para Celeste esto es un punto a favor. Según ella, que yo sienta tanto rechazo hacia el sexo hace las cosas más interesantes. Muchas veces ella me pide cosas que no estoy dispuesta a hacer. A veces insiste un poquito, porque eso está permitido; pero sabe cuándo dejar de insistir.
―Eso es bueno. ¿Y ahora te anda insistiendo con esto de si se me para la verga estando cerca tuyo?
―Algo así, aunque no solo es eso. Ella quiere… em… te lo cuento para que decidas vos. Lo que Celeste quiere, porque es una maldita morbosa, es que vos tengas fotos y videos míos haciéndome la paja… y que los uses para hacerte la paja. Y hay más… también quiere que tengas al menos un video donde tu verga esté en mi boca. Sí, ya sé… está completamente loca. Pero… em… ¿vos qué pensás?
Diario de Cuarentena:
<¡Alarma! ¡Alarma! Todos a sus puestos. Esto no es un simulacro. Repito. No es un simulacro. Se requiere máxima concentración. Si Nahuel arruina esta oportunidad, ya no merece seguir viviendo>.
Tragué saliva, o al menos lo intenté. Tenía un nudo en mi garganta. Hacer locuras con Macarena y Pilar fue una cosa, incluso puedo asimilar, con mucho esfuerzo, lo que ocurrió con Tefi y con mi mamá. En comparación a eso los jueguitos con mi tía no me resultan tan descabellados, ni siquiera haberme cogido a Ayelén me quita el sueño. Pero ahora estamos hablando de Gisela. Ella para mí es… es como una segunda mamá, y al mismo tiempo una hermana mayor. Me cuesta horrores verla en situaciones sexuales, pero a su vez me genera un morbo extraordinario. Creo que ya estoy comprendiendo lo que Celeste quiere decir con “La estética del morbo”. Realmente impacta muchísimo ver a Gisela en ese tipo de situaciones, o siquiera sugiriéndolas. Sin embargo, no la noto del todo convencida con lo que dice. ¿Y si solo me está probando? ¿Y si lo único que busca es descubrir si su hermano es un degenerado?
¿Y si tengo la más mínima chance de que se haga realidad eso que dijo?
Admito que se me pone dura de solo imaginar a Gisela “dándose cariño”... o con mi verga en su boca. Más sabiendo que, esta vez, yo voy a poder conservar esas imágenes.
¿Qué haría yo con fotos y videos porno de Gisela? ¿Realmente me atrevería a darles algún uso? Con Tefi… tal vez. Sí. Pero… ¿Con Gisela? Me sentiría sumamente culpable a cada instante.
―Bueno ―comencé diciendo―. Lo que te pide Celeste es bastante… em… turbio. Sin embargo no dista demasiado de lo que pasó la última vez.
―Sí, eso pensé yo.
―Pero, al mismo tiempo, vos todavía te sentís culpable por lo que pasó. Repetirlo solo empeoraría las cosas. Más si esta vez vamos más lejos. Intento verlo como un jueguito picarón entre vos y Celeste. No me molesta ayudarte, para nada; pero tampoco quiero que hagas cosas de las que después puedas arrepentirte.
―Ohh… sos un amor Nahuel.
Diario de Cuarentena.
<Muy bien hecho, cadete Nahuel. Encontró usted las armas apropiadas para zafar de esta peligrosa situación. Le hacemos entrega de esta medalla al mérito por…>
―Pero sé que no estás siendo sincero conmigo, y eso me molesta.
Diario de Cuarentena.
<Que marche el cadete al paredón de fusilamiento.>.
Me sentí un idiota. Bueno, más de lo habitual. Es cierto que intenté esquivar la situación con palabras bonitas y manteniendo el plan del “hermano amoroso y comprensivo”... y no es que no lo sea, de verdad me importan los sentimientos de mis hermanas. Es solo que… quizás esta vez exageré demasiado y Gisela podrá ser un poquito miedosa, pero no es tonta.
―¿Por qué decís que no estoy siendo sincero?
Diario de Cuarentena.
<¿Lo único que se le ocurre al cadete es responder con más evasivas? Hay que sacrificarlo de una vez, para que no se reproduzca>.
―Porque en ningún momento dijiste qué significaría para vos tener ese tipo de fotos o videos. ¿Harías lo que Celeste dijo? ¿Los usarías para hacerte la paja? Y quiero que me respondas honestamente, o de lo contrario dejamos el tema acá, y no se habla más del asunto.
Diario de Cuarentena.
<Esta es una batalla que tiene que luchar solo, cadete. Sea valiente y afronte las consecuencias>.
―Es que… pensé que mi respuesta te incomodaría.
―Sí, lo sé. A veces me da la sensación de que tenés que tenerme entre algodones, como si yo estuviera hecha de un cristal muy frágil y corriera el riesgo de romperme en cualquier momento. Soy más fuerte de lo que te imaginás, Nahuel. Celeste se encargó de eso. No sabés las cosas que tuve que soportar por ella. Imaginate que no deja de decirme la cantidad de pajas que se hizo con las fotos que le mandé la última vez. Así que podés ser sincero conmigo. ¿Serías capaz de hacerte la paja si tuvieras fotos y videos míos de esa índole?
―Emm… bueno… este… ―Me di cuenta de que ella se estaba enojando, algo que a Gisela nunca le pasaba conmigo, por lo que decidí ser valiente y afrontar las consecuencias―. Supongo que sí lo haría.
―¿Lo suponés?
―Está bien… está bien. Sí lo haría.
―Pero ¿por qué? Soy tu hermana.
―Uy… es que… no sé… yo… lo que pasa es que vos…
De pronto ella comenzó a reírse a carcajadas. Quedó bocabajo en el colchón, a mi lado, y ahogó su risa con la almohada.
―Ay, Nahuelito. Tendrías que ver tu cara. Estás pálido. No te preocupes tanto, hermanito. No te estoy juzgando. Ya sé muy bien que se te para la verga cuando yo estoy cerca… y lo mismo ocurre cuando estás cerca de todas las demás, si es que andamos sin ropa. Es algo que no podés evitar. A mí no se me nota tanto, pero también me pasa.
―¡Ajá! No lo había pensado de esa manera. ―Mi corazón estaba acelerado, en parte por los nervios que me produjo el interrogatorio de Gisela y también porque ahora veía todo con más claridad―. A vos te gustan las mujeres.
―Así es.
―Por eso no querés que anden todas desnudas, ¿cierto?
Me miró con una sonrisa picarona y allí entendí todo.
―Te dije que a mí no se me nota tanto como a vos. No tengo un pitulín que me delate ―señaló mi verga erecta―; pero sí me afecta ver tantas mujeres en paños menores… o completamente desnudas. Aunque sean mis hermanas, o mi mamá… hasta la tía Cristela. Uf… ¡Qué mujer! ¡Qué pedazo de tetas que tiene!
―Las tuyas son más lindas.
―Gracias.
―No, no… no lo dije para halagarte. Es que no entiendo por qué te excitan otras mujeres, si vos sos más linda.
―¿Y eso qué tiene que ver? La belleza física no es lo único que me atrae de las mujeres. La personalidad también influye mucho.
―¿Te puedo hacer una pregunta muy personal?
―Sí, me lo tengo ganado, por la pequeña bromita que te hice.
―Si las mujeres que viven en casa no fueran de tu familia… ¿cuál te gustaría más?
―Uy, esa pregunta es muy complicada, porque me cuesta verlas sin el vínculo familiar de por medio. Pero creo que… em… sí, creo que me gustaría más Estefanía.
―¿Qué? ¿De verdad? ¿Por qué? Pensé que dirías Macarena.
―¿Estás loco? A Maca la quiero mucho, pero esa chica es muy rara. Está demasiado loca… y quiere ser psicóloga. Pilar me agrada, pero es más tímida que yo…
―A pesar de que ella sí se animó a andar desnuda.
―Solo porque Macarena consiguió manipularla.
―Bueno, eso sí… es cierto.
―En cambio Tefi… ella es un amor. Tiene un corazón de oro, es bonita, amable, dulce. Y el culo… uf… ¡qué lindo culo que tiene!
Soltó una risita, las mejillas se le pusieron rojas.
Su descripción de Estefanía me hubiera parecido ridícula meses atrás. Yo estaba convencido de que Tefi era de todo menos amable. Sin embargo, ahora que la conozco mejor, me doy cuenta de que Gisela no mentía. A pesar de que Tefi tenga un carácter de mierda, también tiene un corazón de oro, y ya me lo demostró en más de una ocasión.
―¿Y Celeste nunca te pidió que hicieras esas fotos con tus hermanas?
―No ―la cara de Gisela se ensombreció―. Es que Celeste entiende que ese tema es un poco más díficil para mí. Incluso aunque lo haga como un juego. ¿Sabés por qué puedo tolerar hacerme esas fotos con vos? Porque los hombres no me excitan. A ver, puedo tener cierto gusto por una verga, en una situación apropiada. Pero es lo único que puedo tolerar de un hombre. Y aunque vos seas mi hermano, y yo te quiera mucho… seguís siendo hombre. En cambio, si hiciera estos jueguitos con una mujer… creo que me confundiría mucho, y eso sería peligroso.
―Entiendo. Te daría miedo enamorarte de alguna de tus hermanas, por hacer jueguitos peligrosos.
―Sí, y eso sería muy enfermizo. Pasaría a estar más loca que Macarena y mamá juntas.
―Y eso es mucho decir.
―Pero con vos puedo hacer una pequeña excepción. No te lo voy a negar, en estos días de tanto aburrimiento ese jueguito de Celeste me parece… interesante. Aunque depende de vos. Quiero que seas sincero con vos mismo. ¿Creés que podés manejarlo o que te puede afectar de forma negativa? Porque no quiero que hagamos nada que perjudique nuestra relación de hermano.
Pensé en lo que me dijo Gisela. Es cierto que ese tipo de jueguitos con una hermana podría ser algo difícil de procesar y podría traer consecuencias negativas. Sin embargo Gisela no tiene idea de todo lo que pasó durante los últimos días. Si supiera solamente las cosas que hice con Pilar, por poner un ejemplo, se quedaría anonadada. Imaginé que sería capaz de lidiar con una nueva sesión de jueguitos eróticos con Gisela. Además, me moría de ganas de hacerlo.
―Podemos hacerlo. Lo digo en serio. A mí también me resulta interesante lo que propone Celeste. Al fin y al cabo es solo un juego, ¿no?
―Claro, esa es la idea. No estaríamos haciendo nada en serio. Es solo para satisfacer el morbo de Celeste, y te aseguro que eso es algo que nos puede venir muy bien a los dos.
―Em… sí… supongo.
Me quedé con la duda de por qué exactamente le vendría bien a ella. Con todo lo que me contó, sé que Gisela y Celeste tuvieron sexo entre ellas… más de una vez. El solo imaginarlo hace que se me encienda la líbido. ¿Cómo será ver a dos mujeres tan voluptuosas en la cama? Si llegan a besarse, apenas habría espacio para sus tetas, entre medio de sus cuerpos… uf, mejor me pongo a pensar en otra cosa o voy a terminar acabando sin siquiera haberme pajeado.
―Bien. Vamos a hacer una fotito que a ella le va a gustar mucho. Vení, poné tu verga entre mis nalgas.
Ella se puso en cuatro, fue una imágen magnifica. Me encantó ver cómo su concha mordía un poco la tela de la tanga. Fue como si la tanga dijera: “No puedo cubrir todo esto, es demasiado”. Sin embargo, yo no me moví de mi lugar.
―¿Qué pasa, Nahuel? ―Preguntó Gisela―. ¿Ahora me vas a decir que te da vergüenza? Ni siquiera es la primera vez que hacemos fotos así.
―Sí, y ese es el problema. ―Ella se sentó y me miró a los ojos―. No te ofendas, Gise; pero no creo que a Celeste le entusiasme mucho recibir fotos idénticas a las de la última vez. ¿No te acordás que lo hicimos? Hasta me pediste que presionara un poco contra la concha, porque eso a Celeste le iba a gustar.
―Sí, sí… tenés razón. Intenté alejar de mi cabeza todos esos detalles, pero tenés razón. Ya lo hicimos. Conozco bien a Celeste. No le va a gustar nada que le mande fotos iguales a las de la última vez. Y es culpa mía, sinceramente no pretendía llegar tan lejos esa vez. Tendría que haber cortado las fotos después de la tercera o cuarta.
―Está bien, Gise. No te preocupes. No es necesario que hagamos las fotos.
―Podemos hacerlas, si nos ponemos un poquito creativos. Vení. Poné la verga entre mis nalgas.
―Pero…
―Sí, sí… ya sé que es lo mismo que te pedí recién; pero esta vez va a ser un poquito diferente. Vení.
―Bien.
Hice lo que ella me pidió. Me puse de rodillas detrás, con la verga dura apuntando hacia adelante. Gisela preparó la cámara de su teléfono y me lo alcanzó.
―Empecemos con unas fotos sencillas, como las de la última vez; después probamos algo un poquito diferente.
―Ok ―dije, sin estar muy convencido.
Y a ver, no me malinterpreten. No estaba convencido de la sorpresa que pudieran causar estas fotos a Celeste, después de ver las de la última vez. Pero sí que estaba muy entusiasmado por poner mi verga entre las hermosas nalgas de Gisela. Eso podría hacerlo mil veces y jamás lo sentiría aburrido.
Saqué un par de fotos con mi falo metido entre sus nalgas, pero manteniendo la cabeza apuntando hacia arriba.
―Mirá dentro de la mesita de luz de la izquierda, Nahuel. Ahí vas a encontrar algo que nos puede ayudar a hacer más interesantes las fotos.
Intrigado, abrí el cajoncito. Allí había pañuelos descartables, un monedero, envoltorios vacíos de golosinas (probablemente Gisela también mantiene una reserva secreta de chocolates, como mi mamá), y por último, un recipiente plástico con una boquilla en la parte superior.
―¿Qué es esto? ―Pregunté.
―Es aceite corporal. Me lo regaló Celeste. Supuestamente sirve para hacer masajes, pero también se puede usar para otras… cositas. Como verás, está casi lleno, nunca lo uso.
―No te imaginaba con estas cosas.
―Es lo único… em… raro que vas a encontrar en mi pieza. Y ya te dije, lo tengo porque me lo dio Celeste. La única vez que lo usé fue para sacarme fotos con el cuerpo aceitado.
―A la mierda… esas fotos deben ser muy… sexys.
―Eso mismo pensó Celeste. La idea es que me pongas un poco a mí en las nalgas… y otro poco a vos, ya sabés dónde.
―Bueno… ¿No te molesta si cae en las sábanas?
―No te hagas drama por eso, es de fácil lavado. Ya lo comprobé.
―Bien.
Esto se puso de lo más interesante. Con muchos nervios, pero también con movimientos rápidos y certeros, cubrí mi verga con aceite. Después dejé caer un poco en las nalgas de Gisela y lo esparcí con una mano temblorosa. Ella lo notó.
―No te pongas nervioso, no estás haciendo nada malo, Nahuel. Yo te di permiso.
―Sí, lo sé… pero igual… es… impactante.
―¿Qué cosa?
―Tu culo, Gise.
Ella soltó una risita.
―¿De verdad te gusta tanto?
―Lo dije en el torneo de culos y lo sostengo: vos tenés el mejor culo de la casa… y con las competidoras que tenés, es mucho decir.
Noté que el aceite volvió transparente la tela de la tanga. Pude ver los gajos rosados de mi hermana a través de ellos. Gisela parecía salida de una película porno.
―Bueno, gracias. Ahora sí, acercá la verga y hacé algunas fotos… y no tengas miedo de apretar un poquito. Total, tengo puesta la tanga.
―Ok…
Dejé el pote de aceite sobre la mesita de luz, me limpié un poco las manos con la sábana, suplicando que de verdad se pudieran limpiar fácil, y apunté la verga. Esta vez sí, con la cabeza hacia adelante. Sentí la tibieza de la vulva de Gisela. Esos labios parecieron abrazar la cabeza de mi verga, y mientras más presionaba, más se le hundía la tela de la tanga. Hubo un momento en que dio la impresión de que yo se la estuviera metiendo, aunque sabía que en realidad no era así. Saqué varias fotos y cuando me aparté, Gisela me sorprendió bajándose la tanga. Esta vez pude ver sus lampiños labios vaginales al desnudo.
―Pasame un poco más de aceite ―me pidió.
―Eh… está bien.
Agarré el pote otra vez y dejé caer más aceite entre las voluminosas nalgas de Gisela. Pude ver como éste se escurría por la canaleta que se formaba en su culo, e iba parar directamente a la raya de su concha. Con más ganas que confianza, puse la mano sobre su nalga derecha y empecé a masajear. Poco a poco me fui acercando al centro.
―No tengas miedo de tocar, yo no me voy a enojar.
―Em… ok.
Cuando sentí el contacto con sus labios vaginales mi verga dio un salto y se puso aún más rígida que antes. Recorrí la anatomía íntima de Gisela de abajo hacia arriba. Incluso pasé mi pulgar por el agujero de su culo. Efectivamente, ella no se enojó. Ni siquiera hizo un comentario al respecto.
―Bien, ahora quiero que apuntes otra vez…
―¿Segura? No tenés nada puesto… y el aceite puede jugar una mala pasada.
―Si pasa algo así, no me voy a enojar. Solo te pido que tengas cuidado. ¿Me prometés eso?
―Sí, te lo prometo.
Después de limpiar mis manos, agarré mi verga con la izquierda y el celular con la derecha. Me acerqué a la concha de Gise y puse el glande justo entre sus labios.
―Un poquito más ―dijo Gisela―. Le voy a dar a Celeste una imagen que nunca se va a olvidar.
Ella bajó la cabeza y levantó la cola, también abrió más sus piernas. Presioné un poquito más, como me indicó, y pude ver cómo los labios de su vagina se abrían, para darle paso a la cabeza de mi verga. El agujero de esa concha estaba peligrosamente expuesto. Jamás imaginé que algún día terminaría en esta situación con Gisela. De hecho, hasta me resulta raro que esta sea la misma Gisela que yo conozco. Se está comportando de una forma muy extraña… al igual que lo hizo en la última sesión de foto.
No quise presionar más, por lo que moví la verga de abajo hacia arriba, como si con ella estuviera masajeando la concha de Gisela. Pude ver cómo el agujero de su concha se dilataba. Imaginé que ésta era una reacción natural de su cuerpo, como me pasa a mí, cuando tengo una erección.
―¿Ya sacaste las fotos?
―Em… sí, saqué varias.
Me apresuré a fotografiar la escena, porque aún no lo había hecho. Conseguí dos o tres fotos bastante buenas.
―Bien, ahora vamos a probar otra cosita. En lugar de sacar fotos, vas a filmar.
―Ajá, eso también lo habíamos hecho.
―Sí, pero se me ocurrió algo diferente.
Gisela se acostó boca arriba en la cama, apoyando la cabeza sobre la almohada. Abrió las piernas, tomó el aceite y empezó a pasarlo por su concha y su pubis.
―¿Qué esperás? Empezá a filmar. No te olvides que Celeste quiere que tengas un videíto donde yo me esté tocando. Este es para vos.
Sonreí con timidez. De verdad me resulta muy chocante ver a Gisela con esa actitud. Estaba por preguntarle si le pasaba algo malo, pero me imaginé que mi pregunta solo la confundiría. Quizás resulta ser que mi hermana no es tal cual yo la imaginaba. No sería la primera vez que me pasa algo así.
Empecé a grabarla y, tal y como había prometido, Gisela comenzó a masturbarse. Lo hizo con soltura, como si yo no estuviera ahí. Sus dedos acariciaron el clítoris y luego se metieron por el agujero. Repitió esta mecánica una y otra vez. Yo no pude hacer más que observar, mientras el morbo en mi interior iba aumentando. ¡Qué diosa, por favor! Con razón Celeste quiere verla así. Basta con que te gusten un poquito las mujeres para terminar excitándote al ver a Gisela haciéndose la paja.
―Vení, acercate un poquito ―me dijo.
Entendí que debía poner mi verga sobre su concha, y eso fue exactamente lo que hice. Gisela la agarró y la acarició con sus manos llenas de aceite. Fue una sensación maravillosa, algo que nunca había experimentado antes. Gisela me guió hasta que el tronco de mi verga quedó apoyado sobre el canal de su vagina.
―Ahora movete un poquito.
Hice lo que me pidó. La verga se deslizó suavemente por fuera de esa concha, de atrás hacia adelante, una y otra vez. Pude escuchar un leve gemido proveniente de Gisela, pero no hice ningún comentario al respecto. Seguí con mis movimientos, procurando que mi verga no apuntara hacia adelante. No quería que ocurriera un accidente.
―Ahora apuntá acá… y presioná un poquito.
Ella misma bajó mi verga hasta que el glande quedó justo en la entrada de su culo. Levantó las piernas y me hizo señas para que empezara. No supe qué hacer. Ese era su culo… una zona muy sensible. ¿Y si presionaba demasiado?
―Dale, Nahuel, sin miedo… que no es la primera vez que me arriman una pija como esta por el culo.
¿No es la primera vez? ¿Acaso Gisela me está confesando que experimentó con el sexo anal? ¿Gisela? No, esperen… ella dijo “arriman”, eso no significa que la hayan penetrado. ¿O si? Ya no sé qué pensar. A mi cerebro le cuesta mucho procesar una imagen en la que Gisela esté siendo penetrada por el culo. Podría imaginarlo con alguna otra de mis hermanas, Macarena o quizás Tefi… pero con Gisela simplemente no puedo.
Presioné y una vez más el maldito morbo me invadió. Fue instantáneo. Apenas sentí cómo ese culo se dilataba un poquito, quise empujar más. Antes de darme cuenta, la mitad de mi glande ya estaba adentro.
―Así… ―dijo Gisela, como si lo que estaba ocurriendo fuera algo bueno―. Ahora sacá algunas fotos… después seguí grabando.
Hice lo que me pidió, me quedé sumamente quieto y saqué las fotos. Me esmeré bastante, porque sabía que Gisela me las mandaría después… siempre y cuando cumpliera con el acuerdo que hizo con Celeste.
Después volví a poner el modo de grabación.
―Andá presionando de a poquito, y después aflojas…
―Bueno…
No estaba convencido de qué tan buena idea era esta, pero quería hacerla. Retrocedí un poco y volví a presionar contra ese culo. Era maravilloso, de verdad podía sentir cómo se dilataba de a poquito. Y el maldito morbo me pedía que fuera más adentro. Con cada nuevo empujón, mi glande entraba un poco más. Gisela tenía los ojos cerrados. No sabría decir si estaba sufriendo o disfrutando. Quizás un poco de ambas. Cuando creí que mi glande iba a entrar completo, ella me detuvo.
―Ahora vamos a probar otra cosa ―me dijo―. Vení, sentate en la cama.
Lo hice y ella se posicionó delante de mí. Puso mi verga entre sus grandes tetas y sonrió a la cámara.
―¿Ya estás por acabar? ―Me preguntó.
―Emm… diría que sí… no me falta mucho.
―Mejor. ¿Sabías que a Celeste le encanta verme con la cara llena de semen? Por eso me hizo chupar varias vergas. Sinceramente no creía que chupar una verga pudiera ser algo tan… entretenido. A mí me gustan las mujeres; pero no puedo dejar de reconocer que hay algo muy morboso en ver a una chica con la cara llena de leche.
―Es una buena imágen. En especial si la chica es linda.
―O si sabés que normalmente no hace esas cosas. Eso es lo que le gusta de mí a Celeste. Cuando le dije que yo nunca había chupado una verga, se puso como meta convencerme de chupar algunas… hasta terminar con la cara llena de leche. Y ahora la morbosa quiere que lo haga con mi hermano.
―Bueno, eso ya lo vio… la vez pasada.
―Sí, pero no la dejó del todo… satisfecha. Me dijo que le hubiera gustado ver más leche… dentro de mi boca.
La miré con los ojos desencajados. No supe qué responder. Ni tuve que hacerlo. Gisela abrió la boca y se tragó casi la mitad de mi verga. Empezó a chupar con ganas.
Que Gisela me chupe la verga fue más de lo que mi mente de “Pajero de dieciocho años” pudo soportar. Además de ser mi hermana, es la mujer más hermosa que conozco.
Mi verga comenzó a escupir chorros de leche y Gisela siguió chupando, sin dejar de mirar fijamente a la cámara. El semen chorreaba desde su boca, por todo mi falo. Era increíble, ella parecía no reaccionar a las potentes descargas de semen. Cuando saltó el último chorro ella abrió la boca y mostró que su lengua había quedado cubierta de ese blanquecino líquido. Con actitud sensual y desafiante, se lo tragó. Fue como si le dijera a Celeste: “¿Creías que no me iba a animar?
No entendía qué estaba pasando con Gisela, ella simplemente estaba descontrolada.
Para complicar aún más la situación, se posicionó sobre mí, con las piernas bien abiertas, como si fuera una rana. Mi verga quedó justo debajo de su culo. Ella bajó y por el peso de su propio cuerpo, el glande entró completo. Lo succionó de una sola vez. Me quedé anonadado viendo como Gisela echaba la cabeza hacia atrás y comenzaba a frotarse la concha. De su boca caían hilos de semen, los cuales ella juntaba con su lengua y se los tragaba. Sus grandes tetas estaba cubiertas de sudor y también por algunas gotitas de semen.
De mi pija salió otra descarga, sentía que los huevos me iban a quedar resecos, como dos pasas de uva. Toda la líbido se me estaba yendo con esas descargas y mi preocupación crecía cada vez más. ¿Qué estaba pasando con Gisela? ¿Por qué se estaba comportando de esa manera?
Por suerte ella se apartó, por un momento creí que no se detendría hasta tener toda mi verga metida en su culo.
Se puso en cuatro y puede ver su orificio anal bien dilatado y con semen chorreando de él… mi semen.
―Sacame una foto.
Lo hice de forma automática, sin pensar.
―¿Ya está?
―Este… em… sí… ya está.
―Bueno… ¿querés arrimar un poquito más? ―Preguntó, abriéndose las nalgas.
―Este… no, ahora tengo ganas de hacer pis. Siempre me pasa cuando acabo. De paso voy a aprovechar para darme un baño.
―¿Seguro? Porque podemos aprovechar que todavía la tenés dura….
―Sí, estoy seguro. Nos vemos después, Gise. Me estoy re meando… perdón.
―Está bien. Después te digo lo que opinó Celeste de las fotos.
―Dale, gracias.
Salí de su cuarto como si fuera un pequeño ratón que está siendo perseguido por un gato. ¿Qué carajo fue todo eso? ¿Qué mierda le pasa a Gisela? ¿Por qué se comporta como si hubiera sido poseída por un demonio lujurioso? Por suerte soy agnóstico, de lo contrario creería que de verdad fue poseída.
Diario de Cuarentena:
<No se avergüence, cadete. Soldado que huye, sirve para otra guerra>.
5 comentarios - Aislado Entre Mujeres [27].
En mi blog está publicado hasta el capítulo 36.