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Satisfaciendo caprichos -caprichos de trios-

Por ser domingo, voy a contar exactamente lo que pasó el otro día. Sin ahorrar en detalles pero sin exagerar un milímetro. La historia se lo merece.
Todo empezó como suele ocurrir con la gente de este sitio, por complacer un capricho, de querer ver reflejado en un relato lo que pasó aquella noche.


Ya nos conocíamos con ella, a quien llamaremos C. para ser cuidadosos, porque pese a ser una jovenzuela, es madre y está casada, y le había prometido que la próxima vez que nos encontremos le cumpliría el sueño.


Así que hubo próxima vez, y fue más o menos un mes después de nuestro primer encuentro, esa noche en que nos sacamos chispas en la cama, y en la que a los dos nos gustó mucho fundir nuestras pieles en la hoguera de las sábanas.


El ritual fue más o menos el mismo: la esperé en el banco de la plaza que queda enfrente al hotel donde parábamos, llegó me dio dos besos -uno por mejilla- y caminamos hasta la habitación en silencio. C estaba temblando porque sabía perfectamente qué era lo que la esperaba en esta oportunidad.


Llegamos a la habitación y le ordené que se sentara en la silla, que se desprendiera la camisa y se desabrochara el corpiño. Con la soga de siempre -la que ya habíamos usado, la que estaba destinad a ella- le até las manos hacia atrás. Debo decirlo francamente: quedó preciosa. No sólo porque los nudos quedaran perfectos, sino porque sus tetas, que son grandes, en esa posición quedaron mucho más turgentes.


-Ahora vas a ser una nena buena y vas a hacer todo lo que yo te diga


-Si, señor


-Así me gusta


Se esforzaba la chiquita. C tiene veintipico largos, y se la rebancaba, en la cama es una fiera, pero la situación la tenía tensa. Respiraba agitada, y casi no podía controlar sus nervios. Ni su calentura. Pero confiaba en mí. Sabía que si bien yo la trataba duramente, la estaba cuidando, y nada malo le iba a ocurrir.


Así que una vez atada, le dije que iba a empezar el juego. Le mandé un WhatsApp a F -lo llamaremos así porque es un hombre casado- diciéndole que estaba todo listo. Estábamos en esa ciudad, que no voy a decir cual es, por cuestiones de trabajo. Y, se sabe, cuando hay mucho trabajo, no hay nada mejor para descontracturar que armar una fiestonga.


F. no se hizo esperar. En dos minutos estaba golpeando la puerta. No podía demorarse mucho porque estaba hospedándose a dos habitaciones de la mía. Entró y la vio atada. Fue una sorpresa. No se esperaba algo así. Todo estaba saliendo según mis planes. Apagué las luces y dejé que la habitación estuviera iluminada sólo por los reflejos de la calle. Eso ayudaría a que nadie se ponga más nervioso de lo que estaban naturalmente.


-Esta putita hace lo que yo quiero, así que mi amigo, acérquese, y desabroche ese pantalón y póngale la pija en la boca, que la señorita es muy golosa


F y C fueron muy obedientes. Los dos sabían que en la medida de que me hicieran caso, las cosas iban a fluir de maravillas. Y lo que vi fue un espectáculo para mi costado voyeur. F bajó su bóxer y apoyó en los labios de C su pija. Ella, primero, la besó, le pasó los labios por toda su longitud, y empezó a hacerle círculos con la lengua en la cabeza. F volaba. Se dejaba hacer. C, aún atada a la silla, tenía el control de la situación. Con la boca dominaba la voluntad del visitante, que dejó escapar un gemido cuando ella se tragó toda la verga, y empezó a hacer movimientos con su cara, que fueron acompañados por las caderas de él. La agarró del pelo y la acercó todavía más hasta el tronco de la pija. C se atragantó pero no abandonó su posición.


Yo sabía que en ese momento, ella había apoyado la pija en el paladar, y con la lengua le estaba dando las caricias que sabía perfectamente cómo hacer. 


Cuando noté que F estaba muy agitado, me dio miedo de que acabara el muy pelotudo, así que empecé a desatarla, y la ayudé a pararse. Le ordené que se sacara toda la ropa y antes de que se tirara en la cama, le metí un dedo en la concha. La pendeja estaba muy mojada, de sólo chuparle la pija a F. Quiso besarme pero no la dejé, solo por hacerme desear un poco. 


-ponete un forro y cogete a esta pendeja que está muerta de hambre de pija


Mientras F se paraba en el borde de la cama, para cogérsela parado yo me puse enfrente. 


Fueron pocos minutos pero muy intensos. 


F se aferró a las caderas de C y empezó a bombearle, salvaje y brutalmente. Ella gemía descontrolada, y yo, por el contrario, estaba controlándolo todo. En un momento me di cuenta de que si seguía así, el iba a acabar y ella no. Así que, para desconcentrarlo un poco, acaricié el clítoris de C, y le rocé la pija con la mano. Eso lo enfrió un poco, pero no como para detenerse.




Entraba y salía de la concha de C y ahora sí, era ella la que estaba por acabar. Entonces la tomé del cuello. Lo que debía sentir esa mujer en ese momento, es indescriptible. Las manos de F sobre su cintura, la pija entrando y saliendo, mis manos en su cuello, presionándola, sin asfixiarla, pero lo suficientemente fuerte para que se le corte la circulación. 


Todo su cuerpo se tensó, casi suspendido en el aire, y exhaló un gemido gutural que nació desde lo más profundo de su vientre, y lo sentí en mis manos. Fue la acabada más intensa que vi -y que escuché- en mi vida. 


F no pudo más. Yo se lo que estaba pasando ahí abajo. Cuando C acaba, contrae la concha como si fuera una mano. Salió de allí, se sacó el forro, y le llenó las tetas de leche. Se derrumbó en la cama.


Cuando ambos recuperaron el aliento, le pedí a F que se fuera, que vaya a descansar porque al otro día teníamos que trabajar, y que yo quería ocuparme personalmente de terminar la tarea.


Lo que pasó después no tiene mucha importancia. Podría resumirlo en que me cobré una deuda que tenía con el culo de C y que todo fue muy rico, porque yo también estaba muy caliente y le llené de leche ese culo goloso que tiene mi joven amiga.


Nos despedimos, y ahí me prometió que la próxima vez me regalaría un encuentro con una amiga de ella. 


Me pareció justo.









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