Hola, me llamo Laura, soy de Buenos Aires, tengo 44 años, contadora de profesión, casada y con un hijo pequeño. Hace unos años conozco Poringa pero nunca me registré. Decidí hacerlo para contarles mi historia, lo que me viene pasando hace tres años y de paso para hacer un poco de catarsis. Espero no aburrirlos.
Mi matrimonio hasta 2019 venía siendo bastante tranquilo. Llevaba 12 años casada con Pablo, mi marido que actualmente tiene 48 años. Entre el laburo, el colegio, la casa y la vida social, venía siendo todo bastante rutinario. Pero era una rutina que me agradaba. Yo hasta entonces era un tanto clásica, sencilla, no me llamaba la atención salir de mi zona de confort. Mi marido siempre fue un poco más abierto en ese sentido. Le gustaba exhibirme, me incitaba a usar ropa ajustada, escotes y yo le daba el gusto aunque me parecían pajereadas. Alguna que otra vez habíamos fantaseado con la posibilidad de un tercero pero nunca concretamos nada, siempre quedaba ahí, en el momento de calentura en la cama y no se volvía a charlar. En esos momentos de calentura habíamos quedado en que si me pasaba algo con alguien podía hablarlo con él, que no se iba a enojar. Durante años no pasó nada, hasta que un día todo cambió.
Mi marido tiene una cabaña en el Paraná que suele alquilar. Generalmente se encarga de gestionar todo por sí solo aunque cuando está muy a full con su laburo le doy una mano. La mayoría de los clientes son gente grande, familias, grupos de amigos que van a pescar. En esta ocasión eran tres chicos, veintiañeros a primera impresión, de La Plata, venían de bastante lejos. Pasaron por casa, pagaron, les di las llaves, estuvieron dos días en la cabaña y se fueron. Hasta ahí todo normal. Al día siguiente recibo un mensaje de uno de ellos diciéndome que se olvidó una riñonera con elementos personales. Mi marido fue a chequear, la encontró y quedamos en que en la semana pasaba a buscarla. A todo esto hice algo que no suelo hacer que es revisar la foto la foto de perfil. Estaba con short, el torso desnudo, cuerpo atlético con abdominales marcados, barba corta y bigote que le discimulaban un poco la cara de bebé que aún tenía y un corte de pelo de esos que usan los chicos de su edad. Era muy fachero de cara, me gustaba su mirada, un bomboncito el pendejo.
Unos días después me escribe para preguntarme si podía pasar a buscar la riñonera y arreglamos un horario. De lo poco que habíamos hablado hasta entonces me llamaba la atención lo educado y formal que era. Capaz que era un prejuicio mío pero siendo un pibe de su edad me venía venir algún exceso de confianza o forma inadecuada de dirigirse hacia mi, como muchos suelen tener. Era como si estuviese esperando que diga algo que no me guste para poder decir: "este es un boludito más", y así tener una excusa para sacármelo de la cabeza. Pero no, nada. Después pensé, por qué me enrosco tanto? Por qué se iba a desubicar? El pibe solo quiere venir a buscar sus cosas y listo, ni te registra. Para él debo ser una vieja chota. Físicamente no soy gran cosa, tengo unos kilitos de más, hace cinco años no piso un gym, tengo pocas tetas, soy bastante normalita, no debe querer saber nada conmigo.
Mientras me maquinaba en casa con esos pensamientos me llega un mensaje de él avisando que estaba afuera. Salgo así nomás, de entre casa, con el pantalón de un pijama, un sweter, el pelo atado, cero producida, abatida, con el autoestima por el piso. Abro el portón y lo veo, nos saludamos, cruzamos un par de palabras, le doy la riñonera y esperaba que me de el pie para despedirnos. En eso me empieza a sacar charla y yo se la seguía. Tenía buen chamuyo, siempre encontraba una arista para seguir la conversación y no cortarla. Pasaron diez minutos, me sentía más suelta, empezaba a preguntarme si le gusto o simplemente era charlatán. No sé cómo habíamos llegado a hablar de comida, me fue llevando, y fue ahí cuando decido ir al frente y decirle:
-Querés pasar a tomar un café? Venís de re lejos y no comiste nada. Mi marido no está...
Él, con total naturalidad, accede. Sin hacer lo que hubiese sido una incocomoda pausa ante mi propuesta, siguiendo la conversación con total fluidez. Lo que por un lado me dejó tranquila y por otro pensaba: "Era esto lo que buscaba? Estaré cayendo en sus redes?".
Ya en casa nos tomamos el café, charlamos de todo un poco hasta que me llega un mensaje de mi marido avisando que estaba llegando. Él entiende que ya era hora de irse, me levanto a abrirle y en el portón de casa al despedirnos me tira un beso a la boca al que correspondo. Fue un piquito, al ver que me gustó me tira otro un poco más prolongado y con lengua. En ese momento me sentí como hace años no me sentía. El me dice: "La seguimos por whatsapp" y yo le contesto: "Dale, mandame mensaje cuando llegues", como una novia.
Al volver a casa no creía lo que acababa de suceder. Me senté en el sillón a esperar a mi marido, metí la mano por debajo de mi ropa interior y estaba super mojada. Pensaba: "le cuento o no le cuento al gordo?". Hasta que llegó, pero la decisión que tomé se las cuento la próxima.
Mi matrimonio hasta 2019 venía siendo bastante tranquilo. Llevaba 12 años casada con Pablo, mi marido que actualmente tiene 48 años. Entre el laburo, el colegio, la casa y la vida social, venía siendo todo bastante rutinario. Pero era una rutina que me agradaba. Yo hasta entonces era un tanto clásica, sencilla, no me llamaba la atención salir de mi zona de confort. Mi marido siempre fue un poco más abierto en ese sentido. Le gustaba exhibirme, me incitaba a usar ropa ajustada, escotes y yo le daba el gusto aunque me parecían pajereadas. Alguna que otra vez habíamos fantaseado con la posibilidad de un tercero pero nunca concretamos nada, siempre quedaba ahí, en el momento de calentura en la cama y no se volvía a charlar. En esos momentos de calentura habíamos quedado en que si me pasaba algo con alguien podía hablarlo con él, que no se iba a enojar. Durante años no pasó nada, hasta que un día todo cambió.
Mi marido tiene una cabaña en el Paraná que suele alquilar. Generalmente se encarga de gestionar todo por sí solo aunque cuando está muy a full con su laburo le doy una mano. La mayoría de los clientes son gente grande, familias, grupos de amigos que van a pescar. En esta ocasión eran tres chicos, veintiañeros a primera impresión, de La Plata, venían de bastante lejos. Pasaron por casa, pagaron, les di las llaves, estuvieron dos días en la cabaña y se fueron. Hasta ahí todo normal. Al día siguiente recibo un mensaje de uno de ellos diciéndome que se olvidó una riñonera con elementos personales. Mi marido fue a chequear, la encontró y quedamos en que en la semana pasaba a buscarla. A todo esto hice algo que no suelo hacer que es revisar la foto la foto de perfil. Estaba con short, el torso desnudo, cuerpo atlético con abdominales marcados, barba corta y bigote que le discimulaban un poco la cara de bebé que aún tenía y un corte de pelo de esos que usan los chicos de su edad. Era muy fachero de cara, me gustaba su mirada, un bomboncito el pendejo.
Unos días después me escribe para preguntarme si podía pasar a buscar la riñonera y arreglamos un horario. De lo poco que habíamos hablado hasta entonces me llamaba la atención lo educado y formal que era. Capaz que era un prejuicio mío pero siendo un pibe de su edad me venía venir algún exceso de confianza o forma inadecuada de dirigirse hacia mi, como muchos suelen tener. Era como si estuviese esperando que diga algo que no me guste para poder decir: "este es un boludito más", y así tener una excusa para sacármelo de la cabeza. Pero no, nada. Después pensé, por qué me enrosco tanto? Por qué se iba a desubicar? El pibe solo quiere venir a buscar sus cosas y listo, ni te registra. Para él debo ser una vieja chota. Físicamente no soy gran cosa, tengo unos kilitos de más, hace cinco años no piso un gym, tengo pocas tetas, soy bastante normalita, no debe querer saber nada conmigo.
Mientras me maquinaba en casa con esos pensamientos me llega un mensaje de él avisando que estaba afuera. Salgo así nomás, de entre casa, con el pantalón de un pijama, un sweter, el pelo atado, cero producida, abatida, con el autoestima por el piso. Abro el portón y lo veo, nos saludamos, cruzamos un par de palabras, le doy la riñonera y esperaba que me de el pie para despedirnos. En eso me empieza a sacar charla y yo se la seguía. Tenía buen chamuyo, siempre encontraba una arista para seguir la conversación y no cortarla. Pasaron diez minutos, me sentía más suelta, empezaba a preguntarme si le gusto o simplemente era charlatán. No sé cómo habíamos llegado a hablar de comida, me fue llevando, y fue ahí cuando decido ir al frente y decirle:
-Querés pasar a tomar un café? Venís de re lejos y no comiste nada. Mi marido no está...
Él, con total naturalidad, accede. Sin hacer lo que hubiese sido una incocomoda pausa ante mi propuesta, siguiendo la conversación con total fluidez. Lo que por un lado me dejó tranquila y por otro pensaba: "Era esto lo que buscaba? Estaré cayendo en sus redes?".
Ya en casa nos tomamos el café, charlamos de todo un poco hasta que me llega un mensaje de mi marido avisando que estaba llegando. Él entiende que ya era hora de irse, me levanto a abrirle y en el portón de casa al despedirnos me tira un beso a la boca al que correspondo. Fue un piquito, al ver que me gustó me tira otro un poco más prolongado y con lengua. En ese momento me sentí como hace años no me sentía. El me dice: "La seguimos por whatsapp" y yo le contesto: "Dale, mandame mensaje cuando llegues", como una novia.
Al volver a casa no creía lo que acababa de suceder. Me senté en el sillón a esperar a mi marido, metí la mano por debajo de mi ropa interior y estaba super mojada. Pensaba: "le cuento o no le cuento al gordo?". Hasta que llegó, pero la decisión que tomé se las cuento la próxima.
6 comentarios - De esposa ejemplar a puta sumisa
Caliente....
Me gusta!!!!