Hoy estaba todo dado para vernos. Pero siempre pasa algo que no se puede controlar. Y ya somos grandes como para hacer pavadas y poner en riesgo lo que tanto trabajo nos dio conseguir. Tampoco son tiempos como para hacer locuras. Está claro que no siempre uno tiene lo que quiere.
Aún cuando seamos dos lo que queremos lo mismo.
Nos despertamos tempranísimo, cada cual en su casa, cada cual con sus propios obstáculos, pero con algo en común: el deseo.
Ella, el de ser acariciada, besada, rozada y penetrada… y yo, yo con renovados deseos de poseerla, con las manos, con la boca y con todo su cuerpo.
Y ambos con sus propias imposibilidades, ardiendo de deseos, de tener la libertad de poder usar una llave, entrar a su habitación con un desayuno completo, meterse en la cama enorme, y dejar que el café con leche se enfríe sin ser tocado, tras un encuentro feroz.
Pero la distancia, las promesas y el deseo, llevan a la charla encendida por whatsapp, y un diálogo escrito, virtual que empieza a provocar en el cuerpo cosas reales, conocidas por los dos en la intimidad. Bondades del "home office".
Yo se bien que mi relato la guía, y en el camino, imagino la escena. Nunca sabré muy bien si lo que produce esta erección es la imagen que se posó en mi cabeza para jugar el juego, y transmitirla, o si, por el contrario, es saber qué es lo que está ocurriendo del otro lado.
En cualquier caso, las dos son imágenes que me imagino, y las dos son las que provocan mis propias palpitaciones.
Ella se deja llevar por las palabras, y me hace saber que me está sintiendo muy cerca, dándole calor a su cuerpo. O quizás sean solo sus manos que la recorren las que le provocan estas sensaciones.
Después de todo, no es más que un diálogo entre dos que se confían, que se gustan, que se conocen, que se respetan, y que pese a que nos conocemos hasta lo más recóndito de nuestros cuerpos, aún nos tratamos, en esos diálogos, de usted. Cuanto más calientes, más respeto y distancia.
-No hay nada más rico que un desayuno en la cama
-Yo solo pienso en desayunarle
-Suena interesante
-Nada más interesante que beber de sus jugos
-Soy toda suya
-Imagíneme por un momento detrás suyo, murmurándole, pidiéndole que moje con su saliva mis dedos
-Le ruego no se detenga
-Y no lo haré, porque me está prendiendo fuego, y cuando siento que mis dedos están humectados del modo adecuado, rozaré su pecho, y sabré que voy por el camino correcto no sólo por ese gemido que nace desde el centro de su vientre, sino por la inmediata reacción del pezón, que se endurece, y pide más…
-¿Así?
Ella manda una fotografía de su pecho enardecido… despertándose al placer con dos secretas intenciones: la de hacerme saber que iba por buen camino y que ella era una señora obediente y dócil, y la otra, para hacerme morir de ganas.
Trabajo vano, porque yo ya estaba muerto de ganas de antes, pero eso fue lo que me llevó a mostrar mis mil intenciones, las tremendas ganas, los recuerdos en esa misma cama. El silencio de ella no lo amilanó. Antes bien, confirmó que estaba siendo efectivo
-Volverán mis dedos a su boca para recibir de su saliva caliente, y apenas si rozaré su clítoris. Sus "si, si" me confirman que voy del modo adecuado, sin prisas, pero sin determe, y así, rozaré por sobre él, haciendo círculos, siguiendo el ritmo de sus caderas que no paran de golpear sobre mi mano, y cuando sienta que todo está húmedo, ya no por mis dedos, sino por la propia lubricación que su cuerpo genera, me detendré, y hundiré mi cabeza entre sus piernas, sirviéndome por fin, el desayuno que vine a buscar
-siiiiiii
-siento que su cuerpo vibra, se tensa a cada caricia de mi lengua sobre el clítoris, y está a punto de llegar a su orgasmo, pero la señora no quiere que todo termine aquí, me tumba, me deja boca arriba, y se trepa, agarrándome de las muñecas, dejando caer todo el peso de su cuerpo en apunta de mi pija, para empezar lenta y cadenciosamente, una cabalgata que recorre cada centímetro de su ser.
-estoy temblando…
-y ahora, la señora se soba las tetas un poco, muy lento, ofreciéndomelas para que mi boca se regodee de las piedras en las que se han convertido los pezones, y las acaricie con mi lengua. Todo es silencio en ese cuarto, pero veo en sus ojos el deseo de que no me detenga, todo es agitación en la respiración, sin sonido alguno, pero veo la boca redondeada, los labios hinchados, todas las señales del cuerpo que me indican que ya es hora de tomarla yo por las muñecas, aprisionarlas con mis manos, y apoyar mi cuerpo contra el suyo, rozando apenas el clítoris con la punta de mi pija, dejándome resbalar dentro suyo, penetrándola profundamente, y mirándola a los ojos, sacarla por completo, arrancándole un gemido de lo más profundo de su cuerpo
-Ay… acabo
Él dejó de escribir… se acariciaba sobre el pantalón. Su miembro enhiesto, deseando penetrar realmente a su amante lejana. El WhatsApp indicaba que ella estaba grabando un mensaje de voz, y no quiso interrumpirla.
Pasó apenas un minuto, y escuchó lo que esperaba. El dulce orgasmo de su amante, provocado por sus dedos, pero también por sus palabras. El efímero orgasmo atrapado en la grabadora, el sueño de ese macho que quería tener en sus retinas y en sus oídos el perfecto sonido de esa mujer al gozar.
Le dije, confesándole que no había nada que me hiciera sentir más, que su boca redonda e hinchada de placer, sus sonidos guturales al ser invadida por un orgasmo, y por supuesto, saber que era yo quien los provocaba.
También le confesé estar temblando, y que no iba a poder resistirme a la tentación de tocarme, pensando en su boca, que se demoraba apretando toda su pija con sus labios y acariciaba la punta con su lengua.
Fue eso, y volver a escuchar su orgasmo, suficiente para derramarme en mis manos.
Aún cuando seamos dos lo que queremos lo mismo.
Nos despertamos tempranísimo, cada cual en su casa, cada cual con sus propios obstáculos, pero con algo en común: el deseo.
Ella, el de ser acariciada, besada, rozada y penetrada… y yo, yo con renovados deseos de poseerla, con las manos, con la boca y con todo su cuerpo.
Y ambos con sus propias imposibilidades, ardiendo de deseos, de tener la libertad de poder usar una llave, entrar a su habitación con un desayuno completo, meterse en la cama enorme, y dejar que el café con leche se enfríe sin ser tocado, tras un encuentro feroz.
Pero la distancia, las promesas y el deseo, llevan a la charla encendida por whatsapp, y un diálogo escrito, virtual que empieza a provocar en el cuerpo cosas reales, conocidas por los dos en la intimidad. Bondades del "home office".
Yo se bien que mi relato la guía, y en el camino, imagino la escena. Nunca sabré muy bien si lo que produce esta erección es la imagen que se posó en mi cabeza para jugar el juego, y transmitirla, o si, por el contrario, es saber qué es lo que está ocurriendo del otro lado.
En cualquier caso, las dos son imágenes que me imagino, y las dos son las que provocan mis propias palpitaciones.
Ella se deja llevar por las palabras, y me hace saber que me está sintiendo muy cerca, dándole calor a su cuerpo. O quizás sean solo sus manos que la recorren las que le provocan estas sensaciones.
Después de todo, no es más que un diálogo entre dos que se confían, que se gustan, que se conocen, que se respetan, y que pese a que nos conocemos hasta lo más recóndito de nuestros cuerpos, aún nos tratamos, en esos diálogos, de usted. Cuanto más calientes, más respeto y distancia.
-No hay nada más rico que un desayuno en la cama
-Yo solo pienso en desayunarle
-Suena interesante
-Nada más interesante que beber de sus jugos
-Soy toda suya
-Imagíneme por un momento detrás suyo, murmurándole, pidiéndole que moje con su saliva mis dedos
-Le ruego no se detenga
-Y no lo haré, porque me está prendiendo fuego, y cuando siento que mis dedos están humectados del modo adecuado, rozaré su pecho, y sabré que voy por el camino correcto no sólo por ese gemido que nace desde el centro de su vientre, sino por la inmediata reacción del pezón, que se endurece, y pide más…
-¿Así?
Ella manda una fotografía de su pecho enardecido… despertándose al placer con dos secretas intenciones: la de hacerme saber que iba por buen camino y que ella era una señora obediente y dócil, y la otra, para hacerme morir de ganas.
Trabajo vano, porque yo ya estaba muerto de ganas de antes, pero eso fue lo que me llevó a mostrar mis mil intenciones, las tremendas ganas, los recuerdos en esa misma cama. El silencio de ella no lo amilanó. Antes bien, confirmó que estaba siendo efectivo
-Volverán mis dedos a su boca para recibir de su saliva caliente, y apenas si rozaré su clítoris. Sus "si, si" me confirman que voy del modo adecuado, sin prisas, pero sin determe, y así, rozaré por sobre él, haciendo círculos, siguiendo el ritmo de sus caderas que no paran de golpear sobre mi mano, y cuando sienta que todo está húmedo, ya no por mis dedos, sino por la propia lubricación que su cuerpo genera, me detendré, y hundiré mi cabeza entre sus piernas, sirviéndome por fin, el desayuno que vine a buscar
-siiiiiii
-siento que su cuerpo vibra, se tensa a cada caricia de mi lengua sobre el clítoris, y está a punto de llegar a su orgasmo, pero la señora no quiere que todo termine aquí, me tumba, me deja boca arriba, y se trepa, agarrándome de las muñecas, dejando caer todo el peso de su cuerpo en apunta de mi pija, para empezar lenta y cadenciosamente, una cabalgata que recorre cada centímetro de su ser.
-estoy temblando…
-y ahora, la señora se soba las tetas un poco, muy lento, ofreciéndomelas para que mi boca se regodee de las piedras en las que se han convertido los pezones, y las acaricie con mi lengua. Todo es silencio en ese cuarto, pero veo en sus ojos el deseo de que no me detenga, todo es agitación en la respiración, sin sonido alguno, pero veo la boca redondeada, los labios hinchados, todas las señales del cuerpo que me indican que ya es hora de tomarla yo por las muñecas, aprisionarlas con mis manos, y apoyar mi cuerpo contra el suyo, rozando apenas el clítoris con la punta de mi pija, dejándome resbalar dentro suyo, penetrándola profundamente, y mirándola a los ojos, sacarla por completo, arrancándole un gemido de lo más profundo de su cuerpo
-Ay… acabo
Él dejó de escribir… se acariciaba sobre el pantalón. Su miembro enhiesto, deseando penetrar realmente a su amante lejana. El WhatsApp indicaba que ella estaba grabando un mensaje de voz, y no quiso interrumpirla.
Pasó apenas un minuto, y escuchó lo que esperaba. El dulce orgasmo de su amante, provocado por sus dedos, pero también por sus palabras. El efímero orgasmo atrapado en la grabadora, el sueño de ese macho que quería tener en sus retinas y en sus oídos el perfecto sonido de esa mujer al gozar.
Le dije, confesándole que no había nada que me hiciera sentir más, que su boca redonda e hinchada de placer, sus sonidos guturales al ser invadida por un orgasmo, y por supuesto, saber que era yo quien los provocaba.
También le confesé estar temblando, y que no iba a poder resistirme a la tentación de tocarme, pensando en su boca, que se demoraba apretando toda su pija con sus labios y acariciaba la punta con su lengua.
Fue eso, y volver a escuchar su orgasmo, suficiente para derramarme en mis manos.
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