100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 26:
Cerré los ojos y sentí sus manos rozando mi piel una y otra vez. Mi corsazón palpitaba a gran velocidad mientras que ella bajaba por mi cuerpo apoyando sus hermosas tetas en mi espalda y respirando suavemente en mi oído. Estaba tan excitado que apenas podía moverme y no sentía las piernas a pesar de que estaba parado sobre ellas. La camilla que teníamos adelante me servía para apoyarme con ambas manos y hacía de contención para que no cayera de golpe al piso. Sus manos entonces llegaron a mi cintura y empecé a sentir como mi verga palpitaba tan fuerte que sentía que iba a explotar en cualquier segundo. “¿Necesita que le saque toda la lechita?” me pregunto y supe que no iba a durar demasiado.
Me llamo Rodrigo, tengo 29 años y estoy casado con Clarisa, de mi misma edad, hace ya dos años. Nos conocimos muy de pendejos, durante el colegio secundario cuando teníamos 13 años. Siempre nos gustamos, nos teníamos ganas. Fuimos la primera vez del otro luego de años de idas y vueltas y nos pusimos de novios durante nuestro último año de colegio. Al poco tiempo de haber terminado y de empezar la facultad nos separamos por diferentes cosas aunque siempre fuimos y volvimos. Así estuvimos hasta casi los 25 años, cuando decidimos que era momento de poner fin a ese ida y vuelta sin sentido. Nos pusimos serios, nos dimos cuenta que no podíamos estar sin el otro, nos enamoramos de verdad y tan solo unos años después nos casamos.
Es una historia de amor bastante tierna, romántica. De hecho los dos estuvimos con muy pocas personas en el medio y no me avergüenza decir que no encontré nadie que me complaciera emocional como sexualmente al nivel de Clarisa. Me encanta su forma de ser, su personalidad, su sonrisa y la actitud que tiene a la hora de enfrentar las cosas. Su cuerpo me excita demasiado, su cintura chiquita, su colita como una manzana y sus tetitas pequeñitas pero perfectas me provocan cada vez que las veo. Ella siente lo mismo por mí y me lo dijo tantas veces que me cuesta creer que haya alguien más perfecto para el otro dando vueltas ahí afuera.
Hace poco más de un año decidimos ampliar la familia y empezamos a buscar un hijo. Sentíamos que ya teníamos demasiada vida juntos como para saber que estábamos en lo correcto y fue entonces cuando nos concentramos en buscar a nuestro primer bebé. El problema fue que pasaron tres meses y los intentos seguían fallando. Sin tratar de desanimarnos y sabiendo que había parejas que buscaban hijos durante mucho más tiempo decidimos organizarnos mejor. Ella acomodó su calendario y teníamos sexo en base a los días que supuestamente era más fértil, algo que hizo que con el pasar de los meses, los encuentros se fueran volviendo cada vez más rutinarios. Perdimos la sensualidad, dejamos de lado los besos, las caricias y el coqueteo y pasamos a hacerlo solo con el fin de quedar embarazados. La desilusión llegaba cuando pasó medio año y nos dimos cuenta que nada daba resultado.
Fue entonces cuando decidimos acudir a un médico y este nos encomendó algunos estudios. Los resultados no fueron para nada positivos, ya que Clari tenía un ambiente bastante hostil y mi esperma no era lo suficientemente potente para atravesarlo. A pesar de que intentó ser positivo, el médico nos recomendó buscar una forma alternativa de tener hijos, algo que sin lugar a duda ninguno de los dos quería escuchar. La adopción quedó descartada y el alquiler de un vientre también, aunque yo traté de apaciguar las cosas con un chiste estúpido de si eso significaba que podía estar con otra chica. Ella empezó a estar más nerviosa que nunca, más histérica y de muy mal humor, como si de golpe toda su vida pasara por eso. El sexo era cada vez más esporádico y ninguno de los dos lo disfrutaba de verdad, pues parecíamos no tener ganas de hacerlo.
El médico nos recomendó la fecundación in vitro, algo que era costoso y complejo pero parecía ser nuestra última oportunidad. El proceso consistía en que a ella le sacaban óvulos y a mi espermatozoides para unirlos afuera de su cuerpo e insertarlos ya unidos con la idea de que así pudiera quedar embarazada. “Nos sacaban”… En realidad los dos debíamos donar y enseguida le dije a Clari que íbamos a ir por ella, pues al fin y al cabo yo no tenía vergüenza de pajearme en cualquier lado. Ese chiste tampoco le dio gracia, pero la idea de avanzar con el procedimiento la animó un poco a pesar de que el sexo seguía sin aparecer en nuestra relación. Fue entonces cuando decidimos ir a la clínica.
Amy, una enfermera de 25 años proveniente de Colombia nos atendió y nos explicó el procedimiento. Para evitar inconvenientes Clarisa iba a ir un día y yo al día siguiente, así los dos estábamos tranquilos y relajados. El problema fue que yo apenas pude escuchar lo que me decía, pues no dejaba de mirar el escote de su camisa y las enormes tetas que se escondían debajo de ella. Su voz seductora sonaba como una melodía tenue y sus manos morenas se movían suavemente mientras que le hablaba a mi esposa. Yo estaba hipnotizado en ella y pasaba mi mirada de su pecho a sus labios bien carnosos que remojaba de vez en cuando con su lengua.
- ¿Quedó claro?- Preguntó de golpe y asentí sin tener idea de que era lo que debía hacer.
Por suerte Clari anotó todo y me dijo exactamente qué día debía ir a la clínica para hacer la donación, es decir, para pajearme en un frasquito. Sin embargo yo solo podía pensar en la enfermera colombiana y en como sus tetas divinas se veían por encima del último botón abrochado de la camisa. Sentía como la pija se me empezaba a parar mientras iba manejando en el auto. No prestaba atención a lo que mi esposa me decía pues por mi mente solo pasaba la imagen de Amy y sus preciosas gomas que seguro debían ser mucho más lindas por debajo de la camisa. “¡Cuidado!” me gritó de golpe y mi mente regresó al auto para frenar de golpe ante un semáforo que acababa de ponerse en rojo. A pesar de la adrenalina, notaba la pija todavía al palo adentro de mi pantalón.
Clarisa fue a hacer lo suyo a los pocos días a la clínica y a pesar de que la enfermera nos recomendara ir solos, yo decidí acompañarla alegando que la veía muy nerviosa y quería estar allí por si me necesitaba. La verdad es que fui para poder ver de nuevo a Amy, con quien me quedé hablando unos minutos hasta que fue a la habitación de al lado con mi esposa. Su procedimiento era más largo que el mío, ya que al fin y al cabo no podía hacerlo como yo. Cuando salió la noté preocupada, con incertidumbre por lo que fui directo a abrazarla a pesar de que por encima de su hombro observaba a la enfermera completar unos papeles en el escritorio. Nuevamente sus tetas llamaron mi atención y la forma en la que se apoyaba la lapicera en los labios hicieron que mi pija volviera a endurecerse por lo que tuve que soltar de golpe a mi novio para que no lo notara.
Al día siguiente fui yo y por alguna razón tenía muchas ganas de ir a la clínica a hacer la donación. Amy me recibió en su consultorio, me dio un frasquito de muestra y me dijo que seguramente ya sabía lo que tenía que hacer. “Practiqué mucho en la adolescencia” le dije haciendo un chiste y ella me regaló una sonrisa preciosa que me volvió loco. Nuevamente tenía la camisa abierta y por alguna razón en esa oportunidad había un botón más que estaba desabrochado que lo de costumbre. Podía ver el centro de su corpiño, donde se unían sus dos lolas y notaba como estas se tocaban sutilmente. “Ya puede pasar” me dijo ella llamando mi atención y se dio cuenta que le estaba relojeando las gomas como loco. Me levanté y pasé a la habitación de al lado decidido a hacerlo.
Pero no pude hacerlo. Había allí algunas revistas, inclusive algunas películas que podías poner en un VHS antiguo. Nada me motivaba o me calentaba de verdad. Pensé hacerlo solo, acostándome en la camilla y tocándome con mis pensamientos como lo había hecho muchas veces en la secundaria. Pero tampoco encontraba motivación y a pesar de que pensaba en la colombiana de al lado, parecía no surtir efecto. Me sentía incómodo, desmotivado y cuando pasaron más de 20 minutos el sonido de golpe de la puerta me distrajo. “¿Todo bien?” me preguntó Amy y salí de la habitación con cara de desanimo y le mostré el frasquito vacío. Me preguntó si necesitaba más tiempo pero le mentí diciendo que ese día había tenido un mal día en el trabjo y que no estaba de ánimo. Me sugirió volver al día siguiente y acepté su propuesta, aunque le pedí que no le dijera nada a Clarisa, a quien tenía pensado decirle que había dejado mi muestra con éxito.
Así, volví al día siguiente, decidido a dar mi muestra de una vez por todas. Pero nuevamente pasaron los minutos y no me encontraba en la habitación. Salí y me senté en el escritorio frente a Amy y le confesé que el sexo con Clarisa se había reducido mucho y que apenas encontraba algo que me excitara en la vida. Ella me preguntó que era eso que había encontrado ya que le confesé que muy pocas cosas lo hacían. “No se lo tome a mal, pero… Nada, no importa” le dije al no poder confesarle que ella me excitaba. Sin embargo Amy entendió todo y me dijo que no tenía que preocuparme de nada, ya que no era el primer hombre en mi situación el que le pasaba lo mismo. “Con la mujer es más fácil, lo hacemos nosotros. Pero los hombres tienen que sentirse… Motivados” me dijo y apoyó las tetas sobre el escritorio y me miró fijo a los ojos. Me concentré para no bajar la mirada, pero no pude y le terminé observando las gomas sin importarme de que fuera evidente.
- ¿Eso es suficiente? ¿O necesita más ayuda?- Dijo y se tiró para atrás y cruzó las piernas para después lamerse los labios.
No entendía lo que estaba pasando pero decidí tirar un poco más de la cuerda y le dije que en realidad podía ayudarme con un poquito más. “Venga” me dijo levantándose y me llevó de la mano hacia la otra habitación. La seguí muy de cerca, sin tocarla y sin hacer más nada pues no sabía hasta dónde íbamos a llegar. Me paró de espaldas a la camilla y se arrodilló delante de mí sin dar vueltas. No podía creer lo que estaba sucediendo, pero estaba convencido de que la colombiana me iba a pegar la chupada de pija de mi vida. Me desabrochó el pantalón, me lo bajó hasta los tobillos y mirándome a los ojos se relamió los labios haciendo que mi poronga se empezara a levantar. Después me agarró el bóxer de los costados y me lo bajó de un tirón dejándome desnudo frente a ella.
“Pajéese” me dijo dándome una orden y automáticamente me agarré la pija y empecé a pajearme en frente de ella. Noté como la verga se me ponía bien dura y como Amy me observaba desde abajo sin dejar de mirarme a los ojos. Se seguía relamiendo los labios, por lo que estaba seguro de que iba a chupármela en cualquier momento. Veía su escote debajo de su cabeza y sus enormes tetas se notaban increíbles desde donde estaba. Seguía sin poder creer lo que estaba viviendo. Me parecía un método muy curioso de ayudar a sus pacientes, pero estaba seguro de que iba a ser muy efectivo.
De golpe se levantó y acercándose a mi rostro me dijo “Ahora puede terminar solito” y se dio media vuelta para irse. Fue entonces cuando me di cuenta que en realidad solo estaba motivándome para que se me parara y que ella no iba a ser parte de eso, por lo que dejé de pajearme y observé como se marchaba. Estaba perdiendo la ilusión y mi pija se me durmió en tan solo unos pasos. No podía dejar que eso sucediera. Abrí la boca, dudé unos segundos y… “Me parece que voy a necesitar una mano” le dije y Amy se paró en seco. Se dio vuelta, me miró fijo a los ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro.
- Dese vuelta.- Me ordenó y yo lo hice sin dudarlo.
Sentí como caminaba hacia mí lentamente, podía escuchar sus pasos. Volví a pajearme a toda velocidad y en cuestión de segundos la pija se me puso durísima. Noté a la colombiana pararse atrás mío, respirar en mi nuca y apoyar suavemente su cuerpo sobre mi espalda. Esas enormes tetas que tanto había visto en esas semanas, ahora las tenía sobre mis omóplatos. Sus manos se apoyaron debajo de mis brazos a los lados de mi cuerpo y empezaron a bajar suavemente. Respiré hondo, alcé el pecho y me solté la pija haciéndole saber que ella iba a terminar el trabajo que yo había empezado. Sus manos siguieron bajando. Cerré los ojos. La derecha llegó a mi cintura y…
Me agarró la pija con fuerza y me hizo pegar un pequeño saltito que me descolocó y me llevó a apoyarme sobre la camilla para no caerme. “¿Necesita que le saque toda la lechita?” me preguntó y empezó a pajearme lentamente. Cerré los ojos me agarré con fuerza de la camilla y sentí como mi corazón empezaba a latir a toda velocidad. Amy respiraba sobre mi oído y no pude responderle a pesar de que no hacía falta que lo hiciera. Sus dedos subían y bajaban por mi pija apretándola con fuerza y haciéndome sentir su presencia en esa habitación. La tenía completamente al palo y en rozar de sus tetas sobre mi espalda me la ponían cada vez más dura. “¡Vamos Rodrigo! Deme la lechita” insistió y noté como mi cuerpo empezaba a fruncirse.
Ella lo vio venir y con su otra mano tomó el frasquito y lo colocó debajo de mi pija. Yo apenas podía moverme, no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. La colombiana me pajeaba a toda velocidad y su respiración caliente tocaba mi cuello y bajaba por toda mi espalda. Sus dedos ágiles subían y bajaban y me provocaban un calor inmenso en toda la piel que me estaba volando la cabeza. No iba a aguantar mucho más. La pija me empezó a latir de golpe y sentí como los huevos se me endurecían. “¡Vamos! ¡Quiero la lechita!” insistió y fue el golpe final.
Empecé a acabar una cantidad increíble de semen y ella lo fue recogiendo con el frasquito mientras salía disparado de mi pija. Sin soltármela, siguió pajeándome, hasta asegurarse que no me quedara ni una gota en los huevos. Yo respiraba con profundidad, disfrutando de ese momento increíble que había vivido y sintiendo aún sus tetas franelear con mi espalda de una forma divina. “Vio que no era tan difícil” me dijo con esa voz dulce hablándome al oído y yo lancé una risita nerviosa y asentí con la cabeza. Después de eso me soltó la pija, se alejó de mí y escuché como se marchaba caminando hacia su consultorio.
Salí unos minutos después vestido y ella, haciendo como si nada, me contó cómo iba a seguir el proceso y me dijo que se iban a comunicar directamente con Clarisa, que era el teléfono de contacto. Confundido, asentí con la cabeza y me levanté para salir del consultorio sin saber muy bien que hacer. “Rodrigo… Lo que pasó. No se confunda, solo estaba ayudándolo” me dijo muy seria y yo asentí con la cabeza sin animarme a sonreír. Sin embargo, antes de que me fuera me regaló una sonrisita hermosa que me hicieron sentir de nuevo cosquillas en la entrepierna. La vida es muy irónica a veces y esa noche iba a llegar tan caliente a mi casa de lo vivido, que iba a cogerme a Clarisa de una forma bien brusca y la iba a embarazar sin necesidad de un tratamiento.
Lugar n° 26: Banco de esperma
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