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Soy también la puta de mi jefe.

Me voy a referir a él como el Director. Al Doctor ya lo conocen, el protagonista del presente relato también es médico, aunque se trata ni más ni menos que de uno de los dueños de la Clínica, el socio mayoritario, para ser más precisa, y Director Médico, además. O sea, mi jefe.
Ocupado con su propio consultorio privado, y con un puesto importante en el Hospital de Clínicas, no viene muy seguido, por lo que me sorprendió verlo temprano aquel día, y más aún que su primera actividad fuera pedirme que me acerque a su oficina.
Cuándo voy me explica que tiene que hacer un depósito urgente, y como el cadete no está, necesita que lo acompañe. Que él mismo me acerca hasta el banco, y me deja para realizar el depósito, y que luego me vuelva en un taxi.
Por supuesto le digo que no hay problema. No creía que el trámite me llevara más de una hora.
-Macanudo, avisale entonces a Susana que se va a quedar sola un rato- me pide.
Lo había notado algo inquieto, como un poquito acelerado, pero lo atribuía a la urgencia del depósito que tenía que hacer. Siempre fue un tipo hiperactivo, de estar yendo de un lado a otro, haciendo mil cosas a la vez, pero ahora era como que quería salir cuánto antes de la oficina y de la Clínica misma.
Le aviso a mi compañera que salgo a hacer un trámite, y antes de que pueda decirle algo más, el Director se acerca y me pregunta si ya estoy lista.
Agarro mi cartera y le digo que sí. Vamos entonces a la cochera, nos subimos a su BMW, y nos dirigimos al banco. Cuándo llegamos me da un cheque y el número de cuenta.
-Si hay algún problema, me avisás- me advierte.
Le digo que bueno, me despido, ya que supuestamente me dejaba y se iba, y entro al banco. En la fila para depósitos solo hay dos personas, así que me atienden rápido. El cajero me entrega el ticket y salgo. Todo en menos de diez minutos. 
Cuándo ya estaba pensando en dar una vuelta para ocupar la hora que tenía pensado demorar, escucho una bocina. Es mi jefe, que se acerca con el auto a la vereda. 
-¿Todo bien?- me pregunta.
-Sí, todo bien...- le contesto, dándole el comprobante del depósito a través de la ventanilla. 
-Dale, subí que te llevo- me dice mientras se lo guarda sin mirarlo siquiera.
Subo y es entonces que empiezo a hilvanar ciertas cosas. En primer lugar que el cheque no era por una cifra tan importante como para justificar tal urgencia. Segundo que dijo que me dejaba en el Banco y se iba, y sin embargo estaba ahí esperándome, y tercero..., lo tercero me lo diría él mismo.
-¿Que te parece si vamos a algún otro lado en vez de volver a la Clínica?-
-¿A algún otro lado?- repito sin poder disimular cierto desconcierto.
-Sí, hiciste rápido y en la Clínica esperan que te demores un buen rato más, ¿porqué no aprovechar ese tiempo?- insiste.
-Justo eso pensaba hacer, estaba por mirar algunas vidrieras- le comento.
-Digo de aprovecharlo juntos..., los dos- enfatiza.
¿Es mi idea o el Director me está tirando onda? No lo podía creer. Quiero decir, el tipo es mucho, muchísimo más guapo que el Doctor, respecto a eso no hay duda, es un churro bárbaro que se mantiene en muy buena forma pese a sus ya 55 o 56 años. Pero justo por eso, es un mujeriego incurable. Está casado en terceras nupcias, y sí su actual esposa también es médica y también atiende en la Clínica, pero ello no es impedimento para que le conozcamos algunas "amiguitas". Y esas amigas son mucho más jóvenes, algunas de menos de 30. Todas hermosas, de buen cuerpo, con las lolas hechas. ¿Que podría querer conmigo, que tengo más de 40 y ya estoy toda baqueteada?
-Perdón pero no le entiendo, ¿aprovechar el tiempo juntos? ¿Cómo?- le pregunto a riesgo de quedar como tonta.
-Lorena, somos dos personas grandes, adultas, me parece que estoy siendo más que claro- repone.
A buen entendedor, pocas palabras...
Me quedo mirando hacia adelante, hacia el tráfico que se acumula delante nuestro, sorprendida, desconcertada, y aunque me parezca inconcebible, inesperado, mis sospechas son ciertas: ¡El Director me quiere coger! ¡Me quiere coger a mí...!
¿Qué le digo? ¿Que sí, así nomás, rápido y directo? ¿No va a pensar que soy demasiado puta si le digo que sí de entrada, si no me hago un poco la difícil? Solo un poquito, eh.
-No sé... Yo...- trato de mostrarme indecisa, titubeante.
Por supuesto que quiero coger con él, no creo que haya mujer sobre la Tierra que pueda resistirse a sus encantos, pero es mi Jefe, y no solo eso, no creo estar a la altura, resulta por demás evidente que somos de ligas distintas.
-Es tu decisión Lore, solo tuya...- me tranquiliza.
Me hago la que lo pienso, mordiéndome inquieta el labio inferior, mientras él da un par de vueltas, hasta que le digo, bromista:
-Espero que no se decepcione y me mandé después el telegrama de despido- 
-Podés tutearme, después de todo estamos por echarnos un polvo- me dice sonriendo irresistiblemente, mientras ingresa a la cochera de un albergue transitorio.
Ahí me doy cuenta de porqué estaba dando vueltas por la misma manzana, ya sabía adónde ir.
Bajamos del auto y vamos hacia la habitación. Durante el trayecto que recorremos, desde la cochera hasta la puerta, me toma de la cintura. Yo camino con él, sin hacer nada, me da miedo hasta tocarlo. Así de intimidante me resulta.
Entramos. Por supuesto se trata de un lugar mucho más lujoso y confortable que al que suelo ir con el Doctor, pero en ese caso no es porqué sea mezquino o algo así, sino porque nos queda cerca, a solo una cuadra de la Clínica.
En una mesa ya hay una botella de champagne esperándonos, junto con un ramo de flores y una caja de bombones. El muy turro ya lo tenía todo preparado.
Descorcha el champagne, lo sirve en las copas y me propone un brindis. Por nosotros, por el comienzo de una bella amistad. Hasta ese momento solo soy su empleada, una de las recepcionistas de la Clínica de la cuál es dueño, pero ahí y ahora estoy a punto de convertirme no en su amante, eso ya sería demasiado, sino en una más de sus "amigas".
Chocamos las copas, bebemos apenas un sorbo, las dejamos, y acercándonos con la mirada fija en el otro, nos besamos. Cómo toda primera vez, primero son solo unos picos y leves roces de labios, para probarnos, pero una vez superada la etapa de reconocimiento, nos chuponeamos con el mayor de los deleites.
Me abraza, estrechándome contra su cuerpo, que es mucho más grande que el mío. Debe medir como 1,80 y yo apenas 1,60 así que tengo que ponerme de puntas de pie para alcanzarlo, y él inclinarse para que el beso sea pleno, total, absoluto.
Mientras nos besamos, siento como sus manos, amplias e invasivas, descienden por mi cintura hasta aferrarse de mis nalgas. Tengo puesta la pollera del uniforme, así que mete las manos por debajo y me agarra directamente la carne, apretando y pellizcando con entusiasmo.
En todo momento pienso que se va a llevar una desilusión cuándo me vea desnuda, ya que en comparación con su esposa, la actual, y las amigas que le conozco, ellas son un 10 y yo como mucho un 5, pero ahí está, besándome, tocándome el culo, y hasta metiéndome los dedos por toda la raya.
Cuándo nos separamos, casi sin aliento, se desabrocha el pantalón y se lo baja, revelando una erección que, lo juro, jamás creí tener ante mí. Pero ahí estaba, parada, hinchada, esplendorosa. Una pija hermosa, con los pendejos rubios prolijamente recortados, como formando una coronita, nada que ver con los desprolijos matorrales de mis amantes.
Me pongo de cuclillas y se la lleno de besos, por arriba, por abajo, por los lados, dedicándole una larga chupada de huevos, para luego subir con la lengua y comérmela hasta tocar fondo.
El entusiasmo hace que me dé una arcada, pero la controlo y me la sigo comiendo, llenándome el paladar con un sabor que, no sé porqué, me resulta sutilmente diferente a los demás.
En teoría una pija sabe igual a la otra, nunca me pareció que hubiera diferencias, lo que sí puede ser distinto es el semen, alguno más espeso, otro más ácido o salobre, pero la carne es lo mismo. Y sin embargo allí detectaba algo diferente, como si se hubiera masajeado con un aceite especial.
Igual me resultaba riquísima, así que se la chupé como ya me había acostumbrado, como mis amantes me enseñaron, comiendo todo lo que puedo, masticando, sorbiendo, deslizándola por entre los labios, golpeándome la pared de la garganta con la punta cada vez que me llega hasta el fondo.
Aunque sé lo que hago, me sorprende darme cuenta de que el Director lo está disfrutando, y mucho. Quiero decir, tengo claro que hago unos petes excepcionales, así me lo hacen saber a diario Pablo y el Doctor, pero con el Director me sentía algo cohibida, insegura. Y no solo porque se tratara de mi jefe, sino también porque a un tipo como él, con la pinta y la billetera que tiene, no le deben faltar minas dispuestas y encantadas de darle una buena mamada.
Me parecía que en cualquier momento iba a verle una mueca de desagrado o incomodidad, pero no, la cara del Director era una oda al placer y la satisfacción. En un momento como que quiso manejar él la situación, pero luego, al darse cuenta de que sabía muy bien lo que hacía, me dejó totalmente a cargo.
Le dejo la pija en un estado de superlativa tensión y me levanto. Me saco el uniforme de la Clínica, camisa blanca, pollera azul, la ropa interior, y tumbándome de espalda en la cama, quiero que me chupe ahora él a mí.
Me abro de piernas, mostrándole mi cachucha húmeda y enrojecida. Me meto un dedo y lo muevo haciendo saltar el caldo de cultivo que se me cuece adentro.
El Director se pone en pelotas también y echándose entre mis piernas me demuestra que, en destreza, su chupada compite de igual a igual con la que acabo de prodigarle. Se nota que sabe cómo usar la lengua y dónde morder para que no resulte incómodo.
No me pregunta si me cuido o como prefiero hacerlo, me la mete directamente así, a pelo, en carne viva, haciéndome soltar un suspiro que pareció estar gestándose en mis entrañas desde antes, incluso, de que me llamara a su oficina.
Más allá del placer físico, que es fuerte e intenso, lo que me apabulla es el placer emocional, estar cogiendo con ÉL, un tipo que sale con mujeres jóvenes y hermosas, y que, sin embargo, está ahí conmigo, dándome verga con un entusiasmo del que no me creía merecedora.
A pesar de lo que muestro en mis relatos, no me considero atractiva, hasta me cuesta mirarme en el espejo sin encontrarme defectos. Soy una mina casada, de más de cuarenta, cuyo cuerpo parió dos hijos, con rollos y principios de celulitis, y sin embargo, el Director me entra como si fuera la flamante ganadora del Miss Universo.
Se calza mis piernas sobre los hombros y me bombea en una forma lenta, pausada, como un invasor reconociendo el terreno conquistado, llegando hasta el fondo y saliendo, llenando con su carne cada espacio disponible.
Cierro los ojos y me concentro en disfrutar, alejando inquietudes e inseguridades, entregándome a ese hombre que bajaba de su pedestal para enseñarle a ésta humilde mortal que los milagros existen. 
Porque para mí es un milagro que estemos los dos juntos en una cama. Me siento como la protagonista de "50 sombras de Grey", cogiendo con el hombre que todas anhelan, siendo su objeto de pasión y lujuria. Porqué eso es lo que siente, lo que le brilla en los ojos, pura lujuria.
Luego de un bombeo delicado, diría que hasta romántico, me da la vuelta y me embiste por la retaguardia.
-Te gusta por la cola, ¿no?- no es una pregunta sino una afirmación. 
Me lo dice mientras rompe un sobrecito de lubricante, unta el gel con un par de dedos y me lo esparce por toda la raya, echándose el resto en la poronga.
-¡Me encantan las mujeres que no tienen prejuicios!- me susurra al oído mientras me la calza pedazo a pedazo.
Ahí recién caigo. A éste alguien le dijo que me gusta por atrás, y ese alguien fue el Doctor, ¿sino como iba a saber? Hasta me lo imagino diciéndole:
-Me la estoy curtiendo a Lorena, la recepcionista, le encanta que le hagan el orto...-
Más de una vez, al acercarles una historia clínica, los había visto charlando en la oficina del subsuelo, tomando whisky, más que de pacientes hablando de mujeres, porque cuándo entraba se callaban o cambiaban de tema. Obvio que al saber que el Doctor me estaba entrando, no se quiso quedar afuera, más aún siendo empleada suya.
La pija del Director es mucho más gruesa y dura, por lo que acuso recibo del impacto cuándo me la clava con uno de esos empujones que te hacen vibrar hasta el alma.
Me sujeta de la cadera y me empieza a culear con vigor y entusiasmo, nada que ver con el trato amoroso que me había dispensado hasta ese momento, ahora parece totalmente sacado, como si el estar haciéndome el orto fuera lo que de verdad lo motiva.
Me sacudo el clítoris como si estuviera rasgando la cuerda de una guitarra, haciéndole saber entre gritos y jadeos lo mucho que me complacen esas profundas y demoledoras incursiones.
Estoy a punto de acabar, ya puedo sentir las contracciones, ese hermoso vértigo que te envuelve y sacude, pero en el momento exacto en que me parece vislumbrar el estallido, me la saca y con una fuerte palmada en la cola... (¡CHAS!)... hace que me levante.
Me quedo ahí parada, junto a la cama, desconcertada, con ese mareo que te producen los buenos sacudones, creyendo haber perdido la oportunidad de tener un orgasmo con el Director, pero él también se levanta, y viene hacía mí. Me impresiona lo parada que tiene la pija, hinchada y enrojecida de tanta fricción.
Me pone de cara contra el espejo que cubre toda la pared, se planta firme y dominante tras de mí, y agarrándome de las manos por encima de la cabeza, me la mete de nuevo por el culo. No sé la agarra ni nada, tan solo con movimientos de su pelvis encuentra el camino para entubarme en esa forma que tanto nos complace a los dos.
Cuándo entra a culearme con el mismo frenesí de antes, cierro los ojos y me entrego por completo, sintiendo que estoy a punto de recuperar ese orgasmo que ya creía perdido. 
De nuevo la vibración, el vértigo, el fuego que me abrasa las entrañas. De a ratos abro los ojos para verlo por el espejo, su cuerpo bronceado y fibroso tras de mí, como se mueve para entrar y salir, el gesto de su rostro, concentrado en desfondarme el ojete.
Me rodea el cuello con un brazo, apretándome aún más contra sí, y luego de besarme y lamerme las mejillas, me dice al oído:
-¡Quiero acabarte adentro... Quiero llenarte bien el culo de leche!- lo dice con tal énfasis, que parece que lo excitara escucharse.
-¡Dale... hacelo...!- le digo entre agitados suspiros.
Dispuesto entonces a cumplir con su deseo, acelera el ritmo, dos, tres, cuatro clavadas y enfundándose bien adentro, me acaba en lo más profundo. Yo acabo con él, disfrutando un orgasmo mucho más intenso y reconfortante que el que hubiera tenido un rato antes. 
El Director sale de adentro mío, y entre agitadas exhalaciones, se echa hacía atrás, sentándose en el borde de la cama. Quiero ir con él, abrazarlo, besarlo, sentir mi desnudez junto con la suya, pero antes de que pueda darme la vuelta siquiera, me pide que me quede así, que no me mueva. Le hago caso, quedándome de frente al espejo, las manos apoyadas en el mismo, con las piernas separadas, y el culo levantado.
Me parece saber lo que quiere, así que sin que me diga nada, empiezo a pujar, haciendo que el semen que acaba de inocularme, me salga a borbotones del culo.
Por el espejo veo como se mantiene interesado, expectante, la mirada fija entre mis nalgas. Se manotea entonces la chota y se la empieza a sobar.
Cuándo ya no tengo nada más que expulsar, me volteo y voy hacía él. Lo beso en la boca y me derrumbo frente a su enhiesta virilidad. Le doy una chupada, pero enseguida levanta las piernas, y presionándose las rodillas contra el pecho, me ofrece en todo su esplendor... el ano.
Por supuesto sé lo que es un "beso negro", nunca dí uno, pero sé de qué se trata. Y por más fantasías que pudiera haber tenido al respecto, nunca me imaginé dándole uno a él.
Le separo las nalgas haciendo aún más visible el agujero, y le paso la lengua por todo el borde. Primero lo hago con ciertas reservas, una cosa es coger con tu jefe y otra muy distinta chuparle el culo, pero le voy agarrando el gusto, sobre todo cuando sus gemidos y suspiros me confirman que lo está gozando.
Lo punteo entonces bien adentro, dándole vueltitas, saboreando todo su interior, rozándole con la nariz la base de los huevos.
Él se sigue sobando la pija, poniéndola de nuevo en estado de gracia, pese a que recién nomás se había acabado la vida, o por lo menos a mí así me lo parecía. Aún podía sentir el semen resbalando por entre mis muslos.
Baja entonces las piernas y me la pone delante de la cara. Le doy una lamida desde abajo, dándole vueltas y vueltas, sintiendo como se estremece ante la persistencia de mi lengua.
Sus jadeos aumentan de intensidad cuando llego a la cima, y me como un poco más de la mitad, dándole la chupada que una poronga como ésa se merece.
Me encanta ver como cierra los ojos y se entrega, manso y tranquilo, al disfrute.
Los dos queremos llegar hasta el final, así que intensifico la mamada, amontonando lo más que puedo de carne dentro de mi boca, succionando con fuerza y entusiasmo. 
¿Quién me iba a decir que un día le estaría chupando la pija al Director ? Y no solo eso, sino también que iba a disfrutar como loco de mis habilidades orales. A alguien como él, seguramente se la habrán chupado cantidad de mujeres, por eso quería esmerarme, para marcar la diferencia, y que nunca jamás se olvide de la tirada de goma que le hizo ésta recepcionista.
La leche sale disparada en un chorro potente y violento, el primero se me escapa, me cruza la mejilla y me da en un ojo, pero lo que viene después me lo trago todo.
-No creí que tuvieras éstas aptitudes, Lorena...- expresa luego de un largo y relajado suspiro, mientras yo termino de tragarme todo el semen.
"Yo tampoco lo creía, hasta que mi vecino me hizo descubrirlas", pienso.
Lo había visto en un video porno, mientras buscaba formas de complacer a Pablo, una actriz, luego de que le acaban en la boca, la abre y saca la lengua para mostrar a cámara que se tragó hasta la última gota. En ese momento me salió hacer lo mismo, para mostrarle a mi jefe lo predispuesta que estaba a llegar hasta el final.
Luego del polvo nos quedamos acostados un rato, charlando, y aunque no me lo dijo, me daba cuenta de que no era algo habitual en él. Da más el perfil de los que después de coger, se visten y se van. Y si te he visto, no me acuerdo. Pero conmigo se quedó por poco más de media hora.
Nos dimos una ducha, rápida, sin mojarnos el pelo, obvio, y salimos del telo. Me dejó en la esquina de la Clínica y él se fue para el Hospital ya que tenía programada una cirugía.
Y así, un amante más se suma a mis filas.

































8 comentarios - Soy también la puta de mi jefe.

perroandante +1
Que buena jornada de trabajo. Muy caliente. No te tires abajo que seguro que sos una mujer hermosa. Algún día podés subir una foto para ver tú belleza.
Sergio0r
Muy buen relato!! van mis 10
tesacotucuro
No he leido aun el ultimo relato y vengo aqui a agradecer porq se de antemano que es muy bueno.
No se imagina como estoy al pendiente de sus historias, con usted siempre valdra la pena esperar.
Tenga un buen fin de semana.
Ulilegui
Tremendo relato de tremenda puta!!!
Me encantó 💕 😍
Ahí van mis 10 Lorena!!!!
TOTOLEO +1
Muy bien x ambos
garcheskikpo
vas camino a ser la nueva "Marita Infiel" de la comunidad poringuera.