Hace unos meses, en la empresa en la que trabaja mi esposo le asignaron un practicante, Pedro, un chico de 22 años. Como aún se trabajaba virtual, el chico venía a casa dos o tres veces a la semana, mi esposo coordinaba con él, le asignaba sus tareas y el chico las hacía en su propia casa. Más de una vez me mencionó que era un chico brillante.
Algunas veces, llegaba cuando mi esposo no había concluido una reunión virtual o no regresaba de una presencial. Me ponía a conversar con Pedro mientras lo esperaba.
Más de una vez pensé en lo caliente que sería cogérmelo en casa. Siendo el practicante de mi esposo no se me ocurría nada más humillante. Eso me excitaba ya mucho. Empecé a recibirlo en pijama cuando mi esposo no estaba en casa o en ropa sexy de casa cuando él estaba en reuniones por zoom. Pero jamás noté un mínimo cambio en su actitud. Tampoco estaba loca como para tirarme a su entrepierna y mamársela
Una mañana llegó Mi esposo ya me había avisado que llegaría algo tarde de una visita. Yo estaba en un pijama muy ligero, un short medio traslucido y una camiseta igual. Tenía puesto un bikini negro que sabía era notorio bajo el short. Así le abrí la puerta. Como estaba con varias cosas de casa lo hice sentarse en la sala y seguí con lo mío.
En algún momento tenía que bajar unas sábanas desde un armario alto. Cuando lo hacía, me subía a un taburete y como una vez me caí y golpeé feo, mi esposo, a partir de ese momento, siempre que lo hacía, sostenía el taburete para darme estabilidad. Estando Pedro allí, le pedí que me ayude.
Vino hacia donde yo estaba, en el pasadizo entre la sala y mi habitación, sostuvo el taburete y me subí a bajar las sábanas. Me demoré unos segundos y estando sobre el taburete me di cuenta que mis nalgas estaban a la altura de su rostro. En ese instante, adrede, me demoré más, como arreglando unas cosas allá arriba.
Al bajar me di cuenta que Pedro estaba perturbado. Sabía por qué. Le miré abajo y estaba erecto. Claramente un pene grande. . Bajé algo más su pantalón y su bóxer y su pene quedó completamente erecto. Lo mame un rato más, no podía tragarlo todo, pero era delicioso tener ese pene tan grande sobre la cama
Me saqué el short y el bikini. Me monté sobre él y lo comencé a cabalgar, en muy pocos minutos tuve un delicioso orgasmo y me chorreé completamente sobre él. Seguí moviéndome salvajemente y me llegó un segundo orgasmo. Quise ser su perra y se lo dije “Pedro, cógeme como a una perra”.
Me acomodé al borde de la cama, como una perrita, él se paró detrás de mí y comenzó a cogerme. Sentí su verga llenarme donde mi esposo sólo me hacía sentir vacía. Fue tan delicioso que en unos minutos tuve un tercer orgasmo. Le pedí que se siente en el borde de la cama y me senté sobre sus piernas, con su pene completamente dentro de mí, lo miraba a los ojos, pero no me atreví a besarlo. Cuando sentí que él se venía, me volví a venir.
Mi esposo llegó unos 15 minutos después. En ese tiempo me había lavado la vagina. Ni bien entró fui donde él y lo besé, y le dije “hola mi amor”, además le di un tierno beso. Pedro me miraba aterrado. Lo disfruté mucho.
Algunas veces, llegaba cuando mi esposo no había concluido una reunión virtual o no regresaba de una presencial. Me ponía a conversar con Pedro mientras lo esperaba.
Más de una vez pensé en lo caliente que sería cogérmelo en casa. Siendo el practicante de mi esposo no se me ocurría nada más humillante. Eso me excitaba ya mucho. Empecé a recibirlo en pijama cuando mi esposo no estaba en casa o en ropa sexy de casa cuando él estaba en reuniones por zoom. Pero jamás noté un mínimo cambio en su actitud. Tampoco estaba loca como para tirarme a su entrepierna y mamársela
Una mañana llegó Mi esposo ya me había avisado que llegaría algo tarde de una visita. Yo estaba en un pijama muy ligero, un short medio traslucido y una camiseta igual. Tenía puesto un bikini negro que sabía era notorio bajo el short. Así le abrí la puerta. Como estaba con varias cosas de casa lo hice sentarse en la sala y seguí con lo mío.
En algún momento tenía que bajar unas sábanas desde un armario alto. Cuando lo hacía, me subía a un taburete y como una vez me caí y golpeé feo, mi esposo, a partir de ese momento, siempre que lo hacía, sostenía el taburete para darme estabilidad. Estando Pedro allí, le pedí que me ayude.
Vino hacia donde yo estaba, en el pasadizo entre la sala y mi habitación, sostuvo el taburete y me subí a bajar las sábanas. Me demoré unos segundos y estando sobre el taburete me di cuenta que mis nalgas estaban a la altura de su rostro. En ese instante, adrede, me demoré más, como arreglando unas cosas allá arriba.
Al bajar me di cuenta que Pedro estaba perturbado. Sabía por qué. Le miré abajo y estaba erecto. Claramente un pene grande. . Bajé algo más su pantalón y su bóxer y su pene quedó completamente erecto. Lo mame un rato más, no podía tragarlo todo, pero era delicioso tener ese pene tan grande sobre la cama
Me saqué el short y el bikini. Me monté sobre él y lo comencé a cabalgar, en muy pocos minutos tuve un delicioso orgasmo y me chorreé completamente sobre él. Seguí moviéndome salvajemente y me llegó un segundo orgasmo. Quise ser su perra y se lo dije “Pedro, cógeme como a una perra”.
Me acomodé al borde de la cama, como una perrita, él se paró detrás de mí y comenzó a cogerme. Sentí su verga llenarme donde mi esposo sólo me hacía sentir vacía. Fue tan delicioso que en unos minutos tuve un tercer orgasmo. Le pedí que se siente en el borde de la cama y me senté sobre sus piernas, con su pene completamente dentro de mí, lo miraba a los ojos, pero no me atreví a besarlo. Cuando sentí que él se venía, me volví a venir.
Mi esposo llegó unos 15 minutos después. En ese tiempo me había lavado la vagina. Ni bien entró fui donde él y lo besé, y le dije “hola mi amor”, además le di un tierno beso. Pedro me miraba aterrado. Lo disfruté mucho.
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