Esa semana estaba siendo perfecta. Había hecho dos tríos con las tres mujeres de la familia, y en uno de ellos había desvirgado a una de ellas. Cualquiera diría que no se podía pedir más, pero el sexo y el morbo, es como comer pipas, o como rascarse… una vez que empiezas, cada vez quieres más.
Una vez que Adriana y Jessy se fueron, coloqué la compra que se había quedado en las bolsas, preparé algo de cena y me senté a ver en la tele un partido de la NBA. Tenía el teléfono móvil sobre la mesa y sonaron varios SMS, que dejé para cuando terminase de cenar.
Al mirarlos, comprobé que había uno de Jessy muy bonito, en el que me agradecía otra vez que la tratase tan bien, y que le estuviese enseñando a disfrutar tanto. Me decía que esperaba que aunque su madre y su hermana seguro que me daban más placer, le siguiese reservando a ella algún rato, porque quería seguir aprendiendo y practicando cosas nuevas conmigo, y que le había encantado cuando la había follado tan duro a cuatro patas, que la había puesto muy cachonda, y que el azote no solo no le había molestado, sino que le había encantado. Le contesté que por supuesto ella tenía un lugar siempre en mi agenda, y que estaba deseando seguirle enseñando más cosas, y verla con el conjunto nuevo.
Había también un mensaje de Adriana. Me contaba que nada más llegar le había dado a probar a Gus de su coñito, y que se había puesto como loco de cachondo al saborear mi semen, y que la había echado un polvazo, pero que seguía con ganas de más, que iba a ver cuándo podía organizar algo como el día de la barbacoa para que el cornudo estuviese también presente. Leer la palabra cornudo me ponía realmente cachondo. Definitivamente tenía muchas ganas de explorar esa faceta.
Y por último tenía otro mensaje, pero este era de un número desconocido. Lo abrí y decía “ hola Sr. ….., ¿acertó usted con el regalo?” Evidentemente era la dependienta de Victoria’s Secret. Este sí que no me lo esperaba. Inmediatamente le contesté; “Pues sí, parece que ha gustado mucho mi elección. Muchas gracias por el seguimiento de sus ventas. Esto sí que es un buen servicio al cliente… ;-)”
A los pocos minutos contestó e iniciamos un intercambio de mensajes
Ella – Jajaja. Me alegro Mr. ….. Seguro que se lo habrán agradecido convenientemente
Yo – Jajaja. Por favor, llámame Víctor. Y gracias por escribirme. Lo habría hecho yo primero, pero seguro que si te pido el número en la tienda, me habrías dicho que no
Ella – Encantada Víctor. Yo soy Shauna. Por supuesto que te habría dicho que no, que una es una señora 😉
El intercambio se extendió unos minutos, y sirvió para averiguar su nombre, y que estaba casada, por lo que me pidió que no le hiciese llamadas. Al final quedamos en seguir en contacto para tomar un café y charlar en persona.
Aquella conversación me dejó con la polla morcillona. No habíamos hablado de sexo, pero el hecho de que escribiera y que accediese a quedar, evidenciaba que algo iba a pasar, y Shauna estaba realmente buena. Así que cachondo como estaba, le escribí a Adriana diciéndole que no hicieran planes para el sábado, que les invitaba a los cuatro a cenar en mi casa, y que se asegurase de que las tres venían muy sexys, porque las iba a follar a todas delante del cornudo. Que no le dijese nada a él, solo que venían a cenar a mi casa.
Me contestó inmediatamente
A – Eres un cabronazo. Ahora sí que me has puesto cachonda. Voy a ver si soy capaz de sacarle otro polvo al cornudo, o me tendré que hacer un dedo a tu salud.
Había preparado todo para hacerles una paella para cenar el sábado. No es algo que se suela poner de cena en España, pero no estábamos en España, y además, una buena paella es siempre garantía de éxito, y entre nosotros… la paella me queda de lujo. Así que tenía ya preparado el sofrito y el caldo de pescado, nada más que para ponerlo al fuego y echar el arroz cuando llegase la hora de cenar, y así no tener que perder mucho tiempo en la preparación y poder prestar atención a mis invitadas.
Cuando sonó el timbre, fui a abrir y menudo regalo para la vista lo que me esperaba fuera…. Gus encabezaba la expedición familiar. Llevaba puesto un traje negro muy elegante. Al entrar me dio un abrazo y le dije que pasara directo al comedor.
A continuación venía Adriana, Llevaba un abrigo largo de piel que solo dejaba ver unos zapatos rojos de tacón altísimo, que la hacían elegantísima y súper sensual. Al ir a entrar, me dedicó una sonrisa especial, se abrió el abrigo y me dejó ver un vestido rojo de una pieza, muy ajustado a su cuerpo. Estaba tremenda. Al entrar se vino directamente a mí, y me plantó un beso en toda la boca, con mucha lengua, que hizo que mi polla se pusiera morcillona instantáneamente. Me guiñó un ojo y continuó para dentro como había hecho Gus.
Le siguió Lucía, que también llevaba un vestido ajustado, negro, corto, con medias y sandalias de tacón. Ni siquiera el color negro conseguía disimular el volumen de sus caderas y sus tetas. Estaba explosiva. Al igual que su madre, se pegó a mí y agarrándome del cuello me dio un beso con mucha lengua. Mientras lo hacía, le pasé la mano por la cintura y la pegué contra mí, dejándole notar la erección que entre su madre y ella me habían provocado. Tuve que interrumpir el beso dándole un azote en el culo, porque se empezaba a alargar más de la cuenta, y al fin y al cabo estábamos en la puerta. Me sonrió, me puso morritos y pasó para dentro.
Y finalmente era el turno de Jessy. Me miraba con sus ojitos dulces y su sonrisa tímida de siempre. Llevaba una minifalda vaquera y una camiseta de manga larga blanca muy ajustada a su cuerpo. También llevaba un abrigo, pero al igual que habían hecho su madre y su hermana, se lo abrió para dejarme verla bien al tiempo que me sonreía. Se vino hacia la puerta para pasar, y tomándola de la cintura, la atraje a mí y nos dimos uno de esos besos suaves y llenos de dulzura que ya se habían convertido en costumbre con ella. Terminó de ponerme la polla como una piedra, y para mi sorpresa, hizo algo que ni su madre ni su hermana habían hecho… llevó su mano a mi polla y me la sobó por encima del pantalón, mordiéndose el labio y sonriéndome.
Al llegar al comedor detrás de ellos, les pedí a todos las prendas de abrigo, y las colgué en un perchero. Ahora ya sin los abrigos, me parecían todavía más atractivas.
Y – Madre mía Gus… Vaya tres bombones que tienes en casa. Debes sentirte muy orgulloso.
G – Pues claro hermano. ¿Has visto que bellezas?
Abrí una botella de vino blanco de Rueda, y les puse una copa a cada uno. Al principio Jessy decía que prefería una coca cola, pero Gus le dijo que lo probara, que seguro que le iba a gustar, y ante la aprobación de su padre, aceptó encantada la copa. Yo estaba encantado, porque el alcohol sin duda les iba a ayudar a todos a desinhibirse y disfrutar más de lo que les esperaba esta noche.
Mientras picábamos algo antes de la cena, cayeron dos botellas de vino blanco, y poco a poco ya se iba notando que las risas eran más frecuentes y las actitudes más relajadas. En un momento en los que le pedí a Gus ayuda para abrir una botella, al estar más apartados aproveché para hablar con él
Yo – Gus, esta noche ya te habrás imaginado que van a pasar cosas muy divertidas, ¿verdad?
Gus – Bueno, claro mi hermano, pero con las niñas aquí…
Yo – Gus, las niñas no son niñas, son mujeres, ¿o te crees que se han vestido así por casualidad? Y como te decía van a pasar cosas. Son cosas que te van a excitar mucho, y te van a hacer disfrutar, pero cuando empiecen a pasar, por mucho que te sorprendas, no quiero que hagas o digas nada. Limítate a mirar y obedecer. Si te sientes incómodo, eres libre de irte, pero no se te ocurra decir que no a nada. Si se te dice que hagas algo, ni siquiera lo dudes; hazlo!! Si no lo haces así, pasarán las cosas igualmente, solo que tú no disfrutarás viéndolo porque tendrás que irte ¿OK?
Gus – Claro, claro. Lo que tú digas hermano. Ya sabes que todo lo que haces me parece bien.
Antes de que llegasen, les había mandado un SMS a las tres, diciéndoles que hasta que yo no les dijese, se comportasen. A partir de que yo les dijese podrían hacer lo que quisieran. Era el momento de dejar que se sintieran libres, así que al volver al comedor con Gus y la tercera botella de vino, les fui sirviendo el vino, y cada vez que les rellenaba la copa, le fui dando un beso en los labios a cada una de ellas. Lucía y Jessy reaccionaron igual; sonrieron y se quedaron calladas, pero al llegar a Adriana, recibió mi beso, y lo prolongó abriendo la boca y ofreciéndome su lengua. No fue muy largo, pero Gus lo había visto todo perfectamente en silencio, y al terminar, Adriana dijo
Adriana – mmmmmm, mi amor, como besa este hombre
Las chicas se rieron y Gus se limitó a permanecer en silencio. Les dije, que si les parecía bien, iba a ir poniendo a hacerse la paella, y pese a mi insistencia en que continuaran en el comedor tomando el vino y escuchando música, todos me siguieron a la cocina, donde igualmente se escuchaba la música y podíamos seguir charlando y ahora ya jugando.
Mientras se iba haciendo la cena, Adriana empezó a acercase a mí por detrás, y me tocaba el culo y me daba algún beso. El vino ya hacía su efecto también en las chicas, y al ver a su madre soltarse, Lucía también se acercaba y desde atrás me rodeaba con su brazos y metía las manos entre los botones de la camisa y me acariciaba el pecho mientras me restregaba sus grandes pechos por la espalda. Jessy pese a todo estaba algo cortada, así que en uno de los momentos que las otras dos lobas me dejaron libre, me acerqué a ella y chocando mi copa con la suya, le di un beso, y me entretuve jugando con mi lengua en su boca.
Miré a Gus, y aunque no decía nada, tampoco ponía mala cara. De hecho se le notaba ya una buena erección. Adriana se acercó a él, y agarrándole el paquete le besó y le ayudó a relajarse y a asimilar mejor la situación, si es que no la tenía ya asimilada.
El resto de la preparación, y la comida transcurrió igual. Bromas y provocaciones permanentes. Adriana le prestaba atención a Gus para hacerle partícipe en todo momento, pero Lucía y Jessy ya estaban desinhibidas e interactuaban conmigo con descaro y sin prestar atención a su padre. La noche empezaba a pintar muy bien.
Terminada la cena, Lucía que estaba con ganas, dijo
L – Bueno, y ahora que nos has alimentado el paladar de un modo tan delicioso, supongo que ninguno se enfadará si me empiezo a comer el postre…
Y dicho eso, se levantó y se vino hacia mí. Se agachó y me empezó a besar en la boca, y tras subirse el vestido hasta la cintura, pasó una pierna por encima de mi cuerpo y se sentó a horcajas sobre mí. Separé mi silla de la mesa para dejarle más espacio, y la agarré del culo mientras nos besábamos.
Tenía un culazo estupendo. Era ancho, como el de su madre, pero duro y con la piel muy suave. Me encantaba apretárselo, y separar los cachetes. Metía mi mano por detrás hasta llegar a su coñito, que acariciaba sobre el tanga, que ya estaba empapado. Ella al notar mis dedos presionar su coñito sobre el tanga, dejó escapar un gemido.
Miré al resto de la mesa, y Adriana había empezado a besar a Gus, que le devolvía el beso con pasión, pero sin perder ojo a lo que hacíamos Lucía y yo, y Jessy estaba con esa sonrisilla de deseo, mordiéndose el labio mirando a sus padres y a Lucía y a mí, hasta que le dije
Yo – ¿Y tú Jessy? ¿No quieres postre?
Se levantó, y se vino hasta mí, pero en vez de besarme, se apoyó como pudo en la espalda de su hermana, que me estaba comiendo el cuello, y metió sus manos por los lados para tocarle las tetas. Le agarró de los bordes del escote, y tiró de ellos, liberando esos dos pedazo de tetas, que saltaron con sus pezones ya duros contra mi pecho. Lucía al notarlo, levantó la cabeza y la giró buscando a su hermana, que en cuanto la tuvo al alcance, la besó, fundiéndose por primera vez en la noche las dos en un beso dulce, al que no pude evitar unirme.
Mientras arrimaba mi boca a las suyas, y empezábamos a alternar nuestras lenguas entre los tres, mi mano derecha agarraba el culo de Lucía y jugaba con su tanga mojado, y la izquierda entraba bajo la minifalda de Jessy, y por primera vez comprobaba que llevaba unas medias por el muslo, y tenía también el tanga mojado. Las dos al sentir mis dedos jugar en su sexo, gemían me besaban y se besaban entre ellas con más ansia.
Miré a Adriana, y estaba sentada en la silla con su vestido por la cintura y Gus arrodillado en el suelo comiéndole el coñito. Adriana empezaba a estar bastante ruidosa, porque lo que nos quedamos mirándola si bien nuestras manos no paraban.
Adriana – Quítate la ropa cornudo, y quédate totalmente desnudo
Una vez se desnudó por completo, se iba a arrodillar frente a Adriana otra vez, pero le paré.
Yo – Gus, quiero que le quites el vestido a las tres, y que las dejes solo en ropa interior y tacones, que me las voy a follar a las tres delante de ti, y quiero que me las prepares tú.
Gus obedeció sin rechistar. Su expresión era de deseo, y su polla estaba dura como una piedra. Sin duda sentirse humillado delante de su mujer y sus hijas le estaba gustando incluso más de lo que él pensaba que fuese posible. Primero se puso Adriana de pie y Gus le sacó el vestido por arriba. Adriana se quedó con un conjunto de ropa interior blanca, con encajes y los taconazos rojos. Estaba espectacular con sus formas generosas y su piel morena.
A continuación dudó un poco, pero al mirar a sus hijas, éstas no dudaron un instante, y separándose de mí, se pusieron de pie para que su padre las desnudase. Lo hizo sin dudarlo. De hecho el muy cabrón se entretenía acariciándolas cuando iba descubriendo su piel, lo que hacía que ellas se fuesen excitando, y marcando los pezones sobre el sujetador. Bueno, Lucía de hecho no llevaba sujetador, y tenía los pezones como dos piedras pequeñas. Sus aureolas se habían contraído y estaba todavía más sexy de lo normal. Llevaba también medias por el muslo. Se notaba una buena mancha de humedad en su tanga, pero les prohibí a las tres tocarse de momento.
Al llegar a Jessy, lo empezó haciendo con más cuidado que a Lucía. Se notaba que era su niña pequeña, pero eso no le impedía tener una erección palpitante. Habría jurado que estaba a punto de correrse solo. Al desnudarla, me di cuenta que Jessy llevaba el conjunto de ropa interior negro que yo le había regalado. Estaba arrebatadora y súper sensual con el conjunto y subida en los zapatos de tacón a juego. Me sonrió cuando le dije lo bien que le quedaba, y me dijo que se lo había puesto para mí.
Yo estaba sentado y pese a estar muy excitado seguía vestido. Me puse de pie, y volví a hablar.
Y – Muy bien cornudo. Ahora desnúdame a mí, pero a mí quítamelo todo. - Se quedó desconcertado al principio. Me miraba como pidiendo clemencia – Ok, no tienes por qué hacerlo, pero entonces ya sabes que te tienes que ir.
Automáticamente se vino hacia mí, y empezó a desabotonarme la camisa y el pantalón. Me lo sacó todo, incluso los calcetines. Solo quedaba el bóxer. Adriana se había ido junto a sus hijas y se puso en medio de las dos, agarrando por la cintura a una con cada brazo. Estaban las tres a un metro de nosotros.
Yo – vamos cornudo, agáchate y quítame también los calzoncillos.
Se puso de rodillas y tiró de mi calzoncillo, saltando mi polla como un resorte. Casi le da en la cara. Bajó el calzoncillo, y al terminar se quedó de rodillas mirándome hacia arriba. Entonces miré a las chicas, que al unísono se vinieron y se arrodillaron junto a Gus, y agarrando mi polla, empezaron a chupármela por turnos. Cuando ya había pasado por la boca de las tres, Adriana se la dio a Gus y le dijo.
A – Toma cornudito mío. Pruébala, verás que maravilla tener esto en las manos y en la boca.
Gus no se decidía, así que Lucía le pasó un brazo por la espalda animándole a hacerlo, mientras Adriana se la dirigía a la boca. Jessy miraba el espectáculo sorprendida y excitada al mismo tiempo, y para su mayor sorpresa, su padre me agarró la polla con sus propias manos, y me la empezó a chupar.
El cabrón la chupaba de muerte. Sabía cómo nos gusta a los hombres, y una vez perdida la vergüenza, se estaba esmerando en darme una mamada de campeonato. Tal era así que empecé a gemir para hacerle saber que me estaba gustando. Entonces las chicas se empezaron a sentir celosas de su habilidad, y Adriana le ordenó parar.
Cogí a Lucía del pelo, y apartando las cosas de la mesa, la puse de pie doblada sobre la mesa apoyando sus tetazas encima, ofreciéndome todo su culazo con las piernas bien estiradas. Tenía un culo esplendoroso.
Y – Adriana, trae el cornudo aquí para que apunte mi polla al coño de su hija
Le agarró de la polla y le puso junto a Lucía. Al acercarme, cogió mi polla aún brillante de su saliva y la puso en la entrada del coñito de su hija. La agarré de las caderas y poco a poco se la metí hasta el fondo. Empecé a follarla rítmicamente, pero sin acelerar. No quería correrme pronto. Había muchas mujeres y todas querían probar mi polla, así que tenía que intentar aguantar todo lo posible. Jessy se acercó y me empezó a besar. Solté las caderas de Lucía, que empezó ella sola a acompasarse a mi ritmo y conseguía que mi polla entrase y saliese entera de su coñito con un ritmo muy placentero. Adriana se acercó por debajo y empezó a masturbarle el clítoris a Lucía, con lo que ahora estaba gimiendo de un modo ruidoso. Apenas llevábamos unos minutos así y Lucía estalló en un orgasmo intenso que la dejó tendida sobre la mesa.
Adriana enseguida sacó mi polla y se la llevó a la boca, saboreando los flujos de su hija, y me la empezó a chupar con mucho esmero, por lo que la tuve que parar. Gus estaba allí, de rodillas mirando y masturbándose muy despacio. Al darme cuenta, le prohibí tocarse, lo cual obedeció inmediatamente.
Me senté en una silla y Jessy se sentó directamente sobre mi polla ensartándosela entera. Era la primera vez que me follaba estando ella arriba.
Yo – Adriana, amor, enséñale a tu hija como se cabalga una polla.
Adriana le estuvo ayudando al principio poniendo una mano en su vientre y otra en el culo, empujándola adelante y atrás, pero enseguida Jessy entendió la dinámica y empezó a darme una follada de escándalo. Adriana mientras tanto le masturbaba el clítoris.
Yo estaba disfrutando una barbaridad con el espectáculo. Jessy follándome y gritando, Adriana haciéndole un dedo a su hija y con la otra mano se hacía uno ella también. Lucía de rodillas en el suelo se hacía otro dedo mirándonos a nosotros y al cornudo de su padre que sin poder tocarse nos miraba mientras su polla palpitaba por la excitación.
Entonces Jessy empezó a gritar mucho más y noté como su coñito empezaba con esas contracciones violentas que apretaban mi polla en su interior, y que tanto me gustaban. Afortunadamente su orgasmo terminó a tiempo, porque de haber durado un poco más, me habría llevado a mí también al orgasmo, y aún tenía a Adriana esperando su ración de mi polla.
Y – Jessy cariño, deja tu sitio a tu madre, que la pobre está como loca por follarme.
Obediente, Jessy se quitó, y Adriana ocupó su lugar sin pensárselo. Se la metió y sin decir nada, empezó a follarme al mismo ritmo frenético de su hija. Afortunadamente su coñito estaba más dilatado que el de Jessy, porque sino no habría podido aguantarle el ritmo, pero pese a su mayor dilatación, sus movimientos eran más expertos, y agarrada a mi cuello, se movía casi con violencia. Me encantaba ver como sus tetas se bamboleaban al ritmo de la follada. Lucía subió a comerle una teta y Jessy la imitó comiéndole la otra. Ahora la escena sí era única, así que le ordené al cornudo que cogiese la cámara de fotos que había sobre el mueble y que no parase de hacer fotos.
Aquello le animó y se estuvo moviendo a nuestro alrededor haciendo un montón de fotos, hasta que su mujer empezó a correrse bastante sonoramente. Apoyó la espalda en la mesa que la tenía detrás, y lanzaba unas culadas tremendas mientras se corría y gritaba como una loca y sus hijas le comían las tetas. Al terminar, se quedó inmóvil, recuperando el aliento, y Lucía y Jessy se fundieron en un beso entre mi pecho y el de su madre.
Y – Cornudo, prepara la cámara, que esto sí que te va a gustar.
Me levanté de la silla, y con la polla aún dura, les dije a las chicas que me corrieran entre las tres. Me empezaron a hacer una mamada compartida. Utilizaban las manos, las bocas, se besaban entre ellas. Unas me la chupaban, otras me comían los huevos. Era un espectáculo precioso. Cuando les avisé que me iba a correr, Adriana tomó las riendas y les dijo a sus hijas que mirasen como se corría a un hombre.
Empezó a chupármela al tiempo que acompañaba con la mano, convirtiendo la mamada en perfecta, y cuando empecé a gritar por la intensidad del orgasmo, no paró ni redujo el ritmo, ni dejó que se escapase ni una gota de mi semen. Lo retuvo todo en la boca, y cuando terminé de eyacular, se fue directa a comerle la boca a Gus, que la recibió con ansia y al notar el sabor de mi semen en su boca, se empezó a correr sin ni siquiera tocarse eyaculando en el suelo.
Más allá del placer tan intenso, fue un espectáculo visual sin precedentes para mí.
Aquello nos había dejado a todos con sed, así que desnudo como estaba, cogí a Jessy y a Lucía de la mano y las llevé conmigo a la cocina. Cogimos una botella de champán y cuatro copas, y nos fuimos a la habitación junto con Adriana y Gus.
La noche dio para mucho más como os podéis imaginar. Fue de esas que no quieres que termine nunca, y lo fue para los cinco.
Sorprendentemente, al final de la noche, Gus era el más agradecido de todos. Me dio un abrazo y me dijo que gracias a mí, había descubierto el verdadero placer sexual.
Debían ser las 5 de la madrugada cuando Gus y Adriana se iban para su casa, dejando a Lucía y a Jessy a dormir conmigo. Esa noche, nos quedamos los tres dormidos abrazados, exhaustos. Especialmente yo….
Una vez que Adriana y Jessy se fueron, coloqué la compra que se había quedado en las bolsas, preparé algo de cena y me senté a ver en la tele un partido de la NBA. Tenía el teléfono móvil sobre la mesa y sonaron varios SMS, que dejé para cuando terminase de cenar.
Al mirarlos, comprobé que había uno de Jessy muy bonito, en el que me agradecía otra vez que la tratase tan bien, y que le estuviese enseñando a disfrutar tanto. Me decía que esperaba que aunque su madre y su hermana seguro que me daban más placer, le siguiese reservando a ella algún rato, porque quería seguir aprendiendo y practicando cosas nuevas conmigo, y que le había encantado cuando la había follado tan duro a cuatro patas, que la había puesto muy cachonda, y que el azote no solo no le había molestado, sino que le había encantado. Le contesté que por supuesto ella tenía un lugar siempre en mi agenda, y que estaba deseando seguirle enseñando más cosas, y verla con el conjunto nuevo.
Había también un mensaje de Adriana. Me contaba que nada más llegar le había dado a probar a Gus de su coñito, y que se había puesto como loco de cachondo al saborear mi semen, y que la había echado un polvazo, pero que seguía con ganas de más, que iba a ver cuándo podía organizar algo como el día de la barbacoa para que el cornudo estuviese también presente. Leer la palabra cornudo me ponía realmente cachondo. Definitivamente tenía muchas ganas de explorar esa faceta.
Y por último tenía otro mensaje, pero este era de un número desconocido. Lo abrí y decía “ hola Sr. ….., ¿acertó usted con el regalo?” Evidentemente era la dependienta de Victoria’s Secret. Este sí que no me lo esperaba. Inmediatamente le contesté; “Pues sí, parece que ha gustado mucho mi elección. Muchas gracias por el seguimiento de sus ventas. Esto sí que es un buen servicio al cliente… ;-)”
A los pocos minutos contestó e iniciamos un intercambio de mensajes
Ella – Jajaja. Me alegro Mr. ….. Seguro que se lo habrán agradecido convenientemente
Yo – Jajaja. Por favor, llámame Víctor. Y gracias por escribirme. Lo habría hecho yo primero, pero seguro que si te pido el número en la tienda, me habrías dicho que no
Ella – Encantada Víctor. Yo soy Shauna. Por supuesto que te habría dicho que no, que una es una señora 😉
El intercambio se extendió unos minutos, y sirvió para averiguar su nombre, y que estaba casada, por lo que me pidió que no le hiciese llamadas. Al final quedamos en seguir en contacto para tomar un café y charlar en persona.
Aquella conversación me dejó con la polla morcillona. No habíamos hablado de sexo, pero el hecho de que escribiera y que accediese a quedar, evidenciaba que algo iba a pasar, y Shauna estaba realmente buena. Así que cachondo como estaba, le escribí a Adriana diciéndole que no hicieran planes para el sábado, que les invitaba a los cuatro a cenar en mi casa, y que se asegurase de que las tres venían muy sexys, porque las iba a follar a todas delante del cornudo. Que no le dijese nada a él, solo que venían a cenar a mi casa.
Me contestó inmediatamente
A – Eres un cabronazo. Ahora sí que me has puesto cachonda. Voy a ver si soy capaz de sacarle otro polvo al cornudo, o me tendré que hacer un dedo a tu salud.
Había preparado todo para hacerles una paella para cenar el sábado. No es algo que se suela poner de cena en España, pero no estábamos en España, y además, una buena paella es siempre garantía de éxito, y entre nosotros… la paella me queda de lujo. Así que tenía ya preparado el sofrito y el caldo de pescado, nada más que para ponerlo al fuego y echar el arroz cuando llegase la hora de cenar, y así no tener que perder mucho tiempo en la preparación y poder prestar atención a mis invitadas.
Cuando sonó el timbre, fui a abrir y menudo regalo para la vista lo que me esperaba fuera…. Gus encabezaba la expedición familiar. Llevaba puesto un traje negro muy elegante. Al entrar me dio un abrazo y le dije que pasara directo al comedor.
A continuación venía Adriana, Llevaba un abrigo largo de piel que solo dejaba ver unos zapatos rojos de tacón altísimo, que la hacían elegantísima y súper sensual. Al ir a entrar, me dedicó una sonrisa especial, se abrió el abrigo y me dejó ver un vestido rojo de una pieza, muy ajustado a su cuerpo. Estaba tremenda. Al entrar se vino directamente a mí, y me plantó un beso en toda la boca, con mucha lengua, que hizo que mi polla se pusiera morcillona instantáneamente. Me guiñó un ojo y continuó para dentro como había hecho Gus.
Le siguió Lucía, que también llevaba un vestido ajustado, negro, corto, con medias y sandalias de tacón. Ni siquiera el color negro conseguía disimular el volumen de sus caderas y sus tetas. Estaba explosiva. Al igual que su madre, se pegó a mí y agarrándome del cuello me dio un beso con mucha lengua. Mientras lo hacía, le pasé la mano por la cintura y la pegué contra mí, dejándole notar la erección que entre su madre y ella me habían provocado. Tuve que interrumpir el beso dándole un azote en el culo, porque se empezaba a alargar más de la cuenta, y al fin y al cabo estábamos en la puerta. Me sonrió, me puso morritos y pasó para dentro.
Y finalmente era el turno de Jessy. Me miraba con sus ojitos dulces y su sonrisa tímida de siempre. Llevaba una minifalda vaquera y una camiseta de manga larga blanca muy ajustada a su cuerpo. También llevaba un abrigo, pero al igual que habían hecho su madre y su hermana, se lo abrió para dejarme verla bien al tiempo que me sonreía. Se vino hacia la puerta para pasar, y tomándola de la cintura, la atraje a mí y nos dimos uno de esos besos suaves y llenos de dulzura que ya se habían convertido en costumbre con ella. Terminó de ponerme la polla como una piedra, y para mi sorpresa, hizo algo que ni su madre ni su hermana habían hecho… llevó su mano a mi polla y me la sobó por encima del pantalón, mordiéndose el labio y sonriéndome.
Al llegar al comedor detrás de ellos, les pedí a todos las prendas de abrigo, y las colgué en un perchero. Ahora ya sin los abrigos, me parecían todavía más atractivas.
Y – Madre mía Gus… Vaya tres bombones que tienes en casa. Debes sentirte muy orgulloso.
G – Pues claro hermano. ¿Has visto que bellezas?
Abrí una botella de vino blanco de Rueda, y les puse una copa a cada uno. Al principio Jessy decía que prefería una coca cola, pero Gus le dijo que lo probara, que seguro que le iba a gustar, y ante la aprobación de su padre, aceptó encantada la copa. Yo estaba encantado, porque el alcohol sin duda les iba a ayudar a todos a desinhibirse y disfrutar más de lo que les esperaba esta noche.
Mientras picábamos algo antes de la cena, cayeron dos botellas de vino blanco, y poco a poco ya se iba notando que las risas eran más frecuentes y las actitudes más relajadas. En un momento en los que le pedí a Gus ayuda para abrir una botella, al estar más apartados aproveché para hablar con él
Yo – Gus, esta noche ya te habrás imaginado que van a pasar cosas muy divertidas, ¿verdad?
Gus – Bueno, claro mi hermano, pero con las niñas aquí…
Yo – Gus, las niñas no son niñas, son mujeres, ¿o te crees que se han vestido así por casualidad? Y como te decía van a pasar cosas. Son cosas que te van a excitar mucho, y te van a hacer disfrutar, pero cuando empiecen a pasar, por mucho que te sorprendas, no quiero que hagas o digas nada. Limítate a mirar y obedecer. Si te sientes incómodo, eres libre de irte, pero no se te ocurra decir que no a nada. Si se te dice que hagas algo, ni siquiera lo dudes; hazlo!! Si no lo haces así, pasarán las cosas igualmente, solo que tú no disfrutarás viéndolo porque tendrás que irte ¿OK?
Gus – Claro, claro. Lo que tú digas hermano. Ya sabes que todo lo que haces me parece bien.
Antes de que llegasen, les había mandado un SMS a las tres, diciéndoles que hasta que yo no les dijese, se comportasen. A partir de que yo les dijese podrían hacer lo que quisieran. Era el momento de dejar que se sintieran libres, así que al volver al comedor con Gus y la tercera botella de vino, les fui sirviendo el vino, y cada vez que les rellenaba la copa, le fui dando un beso en los labios a cada una de ellas. Lucía y Jessy reaccionaron igual; sonrieron y se quedaron calladas, pero al llegar a Adriana, recibió mi beso, y lo prolongó abriendo la boca y ofreciéndome su lengua. No fue muy largo, pero Gus lo había visto todo perfectamente en silencio, y al terminar, Adriana dijo
Adriana – mmmmmm, mi amor, como besa este hombre
Las chicas se rieron y Gus se limitó a permanecer en silencio. Les dije, que si les parecía bien, iba a ir poniendo a hacerse la paella, y pese a mi insistencia en que continuaran en el comedor tomando el vino y escuchando música, todos me siguieron a la cocina, donde igualmente se escuchaba la música y podíamos seguir charlando y ahora ya jugando.
Mientras se iba haciendo la cena, Adriana empezó a acercase a mí por detrás, y me tocaba el culo y me daba algún beso. El vino ya hacía su efecto también en las chicas, y al ver a su madre soltarse, Lucía también se acercaba y desde atrás me rodeaba con su brazos y metía las manos entre los botones de la camisa y me acariciaba el pecho mientras me restregaba sus grandes pechos por la espalda. Jessy pese a todo estaba algo cortada, así que en uno de los momentos que las otras dos lobas me dejaron libre, me acerqué a ella y chocando mi copa con la suya, le di un beso, y me entretuve jugando con mi lengua en su boca.
Miré a Gus, y aunque no decía nada, tampoco ponía mala cara. De hecho se le notaba ya una buena erección. Adriana se acercó a él, y agarrándole el paquete le besó y le ayudó a relajarse y a asimilar mejor la situación, si es que no la tenía ya asimilada.
El resto de la preparación, y la comida transcurrió igual. Bromas y provocaciones permanentes. Adriana le prestaba atención a Gus para hacerle partícipe en todo momento, pero Lucía y Jessy ya estaban desinhibidas e interactuaban conmigo con descaro y sin prestar atención a su padre. La noche empezaba a pintar muy bien.
Terminada la cena, Lucía que estaba con ganas, dijo
L – Bueno, y ahora que nos has alimentado el paladar de un modo tan delicioso, supongo que ninguno se enfadará si me empiezo a comer el postre…
Y dicho eso, se levantó y se vino hacia mí. Se agachó y me empezó a besar en la boca, y tras subirse el vestido hasta la cintura, pasó una pierna por encima de mi cuerpo y se sentó a horcajas sobre mí. Separé mi silla de la mesa para dejarle más espacio, y la agarré del culo mientras nos besábamos.
Tenía un culazo estupendo. Era ancho, como el de su madre, pero duro y con la piel muy suave. Me encantaba apretárselo, y separar los cachetes. Metía mi mano por detrás hasta llegar a su coñito, que acariciaba sobre el tanga, que ya estaba empapado. Ella al notar mis dedos presionar su coñito sobre el tanga, dejó escapar un gemido.
Miré al resto de la mesa, y Adriana había empezado a besar a Gus, que le devolvía el beso con pasión, pero sin perder ojo a lo que hacíamos Lucía y yo, y Jessy estaba con esa sonrisilla de deseo, mordiéndose el labio mirando a sus padres y a Lucía y a mí, hasta que le dije
Yo – ¿Y tú Jessy? ¿No quieres postre?
Se levantó, y se vino hasta mí, pero en vez de besarme, se apoyó como pudo en la espalda de su hermana, que me estaba comiendo el cuello, y metió sus manos por los lados para tocarle las tetas. Le agarró de los bordes del escote, y tiró de ellos, liberando esos dos pedazo de tetas, que saltaron con sus pezones ya duros contra mi pecho. Lucía al notarlo, levantó la cabeza y la giró buscando a su hermana, que en cuanto la tuvo al alcance, la besó, fundiéndose por primera vez en la noche las dos en un beso dulce, al que no pude evitar unirme.
Mientras arrimaba mi boca a las suyas, y empezábamos a alternar nuestras lenguas entre los tres, mi mano derecha agarraba el culo de Lucía y jugaba con su tanga mojado, y la izquierda entraba bajo la minifalda de Jessy, y por primera vez comprobaba que llevaba unas medias por el muslo, y tenía también el tanga mojado. Las dos al sentir mis dedos jugar en su sexo, gemían me besaban y se besaban entre ellas con más ansia.
Miré a Adriana, y estaba sentada en la silla con su vestido por la cintura y Gus arrodillado en el suelo comiéndole el coñito. Adriana empezaba a estar bastante ruidosa, porque lo que nos quedamos mirándola si bien nuestras manos no paraban.
Adriana – Quítate la ropa cornudo, y quédate totalmente desnudo
Una vez se desnudó por completo, se iba a arrodillar frente a Adriana otra vez, pero le paré.
Yo – Gus, quiero que le quites el vestido a las tres, y que las dejes solo en ropa interior y tacones, que me las voy a follar a las tres delante de ti, y quiero que me las prepares tú.
Gus obedeció sin rechistar. Su expresión era de deseo, y su polla estaba dura como una piedra. Sin duda sentirse humillado delante de su mujer y sus hijas le estaba gustando incluso más de lo que él pensaba que fuese posible. Primero se puso Adriana de pie y Gus le sacó el vestido por arriba. Adriana se quedó con un conjunto de ropa interior blanca, con encajes y los taconazos rojos. Estaba espectacular con sus formas generosas y su piel morena.
A continuación dudó un poco, pero al mirar a sus hijas, éstas no dudaron un instante, y separándose de mí, se pusieron de pie para que su padre las desnudase. Lo hizo sin dudarlo. De hecho el muy cabrón se entretenía acariciándolas cuando iba descubriendo su piel, lo que hacía que ellas se fuesen excitando, y marcando los pezones sobre el sujetador. Bueno, Lucía de hecho no llevaba sujetador, y tenía los pezones como dos piedras pequeñas. Sus aureolas se habían contraído y estaba todavía más sexy de lo normal. Llevaba también medias por el muslo. Se notaba una buena mancha de humedad en su tanga, pero les prohibí a las tres tocarse de momento.
Al llegar a Jessy, lo empezó haciendo con más cuidado que a Lucía. Se notaba que era su niña pequeña, pero eso no le impedía tener una erección palpitante. Habría jurado que estaba a punto de correrse solo. Al desnudarla, me di cuenta que Jessy llevaba el conjunto de ropa interior negro que yo le había regalado. Estaba arrebatadora y súper sensual con el conjunto y subida en los zapatos de tacón a juego. Me sonrió cuando le dije lo bien que le quedaba, y me dijo que se lo había puesto para mí.
Yo estaba sentado y pese a estar muy excitado seguía vestido. Me puse de pie, y volví a hablar.
Y – Muy bien cornudo. Ahora desnúdame a mí, pero a mí quítamelo todo. - Se quedó desconcertado al principio. Me miraba como pidiendo clemencia – Ok, no tienes por qué hacerlo, pero entonces ya sabes que te tienes que ir.
Automáticamente se vino hacia mí, y empezó a desabotonarme la camisa y el pantalón. Me lo sacó todo, incluso los calcetines. Solo quedaba el bóxer. Adriana se había ido junto a sus hijas y se puso en medio de las dos, agarrando por la cintura a una con cada brazo. Estaban las tres a un metro de nosotros.
Yo – vamos cornudo, agáchate y quítame también los calzoncillos.
Se puso de rodillas y tiró de mi calzoncillo, saltando mi polla como un resorte. Casi le da en la cara. Bajó el calzoncillo, y al terminar se quedó de rodillas mirándome hacia arriba. Entonces miré a las chicas, que al unísono se vinieron y se arrodillaron junto a Gus, y agarrando mi polla, empezaron a chupármela por turnos. Cuando ya había pasado por la boca de las tres, Adriana se la dio a Gus y le dijo.
A – Toma cornudito mío. Pruébala, verás que maravilla tener esto en las manos y en la boca.
Gus no se decidía, así que Lucía le pasó un brazo por la espalda animándole a hacerlo, mientras Adriana se la dirigía a la boca. Jessy miraba el espectáculo sorprendida y excitada al mismo tiempo, y para su mayor sorpresa, su padre me agarró la polla con sus propias manos, y me la empezó a chupar.
El cabrón la chupaba de muerte. Sabía cómo nos gusta a los hombres, y una vez perdida la vergüenza, se estaba esmerando en darme una mamada de campeonato. Tal era así que empecé a gemir para hacerle saber que me estaba gustando. Entonces las chicas se empezaron a sentir celosas de su habilidad, y Adriana le ordenó parar.
Cogí a Lucía del pelo, y apartando las cosas de la mesa, la puse de pie doblada sobre la mesa apoyando sus tetazas encima, ofreciéndome todo su culazo con las piernas bien estiradas. Tenía un culo esplendoroso.
Y – Adriana, trae el cornudo aquí para que apunte mi polla al coño de su hija
Le agarró de la polla y le puso junto a Lucía. Al acercarme, cogió mi polla aún brillante de su saliva y la puso en la entrada del coñito de su hija. La agarré de las caderas y poco a poco se la metí hasta el fondo. Empecé a follarla rítmicamente, pero sin acelerar. No quería correrme pronto. Había muchas mujeres y todas querían probar mi polla, así que tenía que intentar aguantar todo lo posible. Jessy se acercó y me empezó a besar. Solté las caderas de Lucía, que empezó ella sola a acompasarse a mi ritmo y conseguía que mi polla entrase y saliese entera de su coñito con un ritmo muy placentero. Adriana se acercó por debajo y empezó a masturbarle el clítoris a Lucía, con lo que ahora estaba gimiendo de un modo ruidoso. Apenas llevábamos unos minutos así y Lucía estalló en un orgasmo intenso que la dejó tendida sobre la mesa.
Adriana enseguida sacó mi polla y se la llevó a la boca, saboreando los flujos de su hija, y me la empezó a chupar con mucho esmero, por lo que la tuve que parar. Gus estaba allí, de rodillas mirando y masturbándose muy despacio. Al darme cuenta, le prohibí tocarse, lo cual obedeció inmediatamente.
Me senté en una silla y Jessy se sentó directamente sobre mi polla ensartándosela entera. Era la primera vez que me follaba estando ella arriba.
Yo – Adriana, amor, enséñale a tu hija como se cabalga una polla.
Adriana le estuvo ayudando al principio poniendo una mano en su vientre y otra en el culo, empujándola adelante y atrás, pero enseguida Jessy entendió la dinámica y empezó a darme una follada de escándalo. Adriana mientras tanto le masturbaba el clítoris.
Yo estaba disfrutando una barbaridad con el espectáculo. Jessy follándome y gritando, Adriana haciéndole un dedo a su hija y con la otra mano se hacía uno ella también. Lucía de rodillas en el suelo se hacía otro dedo mirándonos a nosotros y al cornudo de su padre que sin poder tocarse nos miraba mientras su polla palpitaba por la excitación.
Entonces Jessy empezó a gritar mucho más y noté como su coñito empezaba con esas contracciones violentas que apretaban mi polla en su interior, y que tanto me gustaban. Afortunadamente su orgasmo terminó a tiempo, porque de haber durado un poco más, me habría llevado a mí también al orgasmo, y aún tenía a Adriana esperando su ración de mi polla.
Y – Jessy cariño, deja tu sitio a tu madre, que la pobre está como loca por follarme.
Obediente, Jessy se quitó, y Adriana ocupó su lugar sin pensárselo. Se la metió y sin decir nada, empezó a follarme al mismo ritmo frenético de su hija. Afortunadamente su coñito estaba más dilatado que el de Jessy, porque sino no habría podido aguantarle el ritmo, pero pese a su mayor dilatación, sus movimientos eran más expertos, y agarrada a mi cuello, se movía casi con violencia. Me encantaba ver como sus tetas se bamboleaban al ritmo de la follada. Lucía subió a comerle una teta y Jessy la imitó comiéndole la otra. Ahora la escena sí era única, así que le ordené al cornudo que cogiese la cámara de fotos que había sobre el mueble y que no parase de hacer fotos.
Aquello le animó y se estuvo moviendo a nuestro alrededor haciendo un montón de fotos, hasta que su mujer empezó a correrse bastante sonoramente. Apoyó la espalda en la mesa que la tenía detrás, y lanzaba unas culadas tremendas mientras se corría y gritaba como una loca y sus hijas le comían las tetas. Al terminar, se quedó inmóvil, recuperando el aliento, y Lucía y Jessy se fundieron en un beso entre mi pecho y el de su madre.
Y – Cornudo, prepara la cámara, que esto sí que te va a gustar.
Me levanté de la silla, y con la polla aún dura, les dije a las chicas que me corrieran entre las tres. Me empezaron a hacer una mamada compartida. Utilizaban las manos, las bocas, se besaban entre ellas. Unas me la chupaban, otras me comían los huevos. Era un espectáculo precioso. Cuando les avisé que me iba a correr, Adriana tomó las riendas y les dijo a sus hijas que mirasen como se corría a un hombre.
Empezó a chupármela al tiempo que acompañaba con la mano, convirtiendo la mamada en perfecta, y cuando empecé a gritar por la intensidad del orgasmo, no paró ni redujo el ritmo, ni dejó que se escapase ni una gota de mi semen. Lo retuvo todo en la boca, y cuando terminé de eyacular, se fue directa a comerle la boca a Gus, que la recibió con ansia y al notar el sabor de mi semen en su boca, se empezó a correr sin ni siquiera tocarse eyaculando en el suelo.
Más allá del placer tan intenso, fue un espectáculo visual sin precedentes para mí.
Aquello nos había dejado a todos con sed, así que desnudo como estaba, cogí a Jessy y a Lucía de la mano y las llevé conmigo a la cocina. Cogimos una botella de champán y cuatro copas, y nos fuimos a la habitación junto con Adriana y Gus.
La noche dio para mucho más como os podéis imaginar. Fue de esas que no quieres que termine nunca, y lo fue para los cinco.
Sorprendentemente, al final de la noche, Gus era el más agradecido de todos. Me dio un abrazo y me dijo que gracias a mí, había descubierto el verdadero placer sexual.
Debían ser las 5 de la madrugada cuando Gus y Adriana se iban para su casa, dejando a Lucía y a Jessy a dormir conmigo. Esa noche, nos quedamos los tres dormidos abrazados, exhaustos. Especialmente yo….
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