No leiste "Vacaciones en la playa I" o no te lo acordás? Acá te dejo el link para que disfrutes de los primeros 10 capítulos de esta historia:
PARTE I. CAPITULO 1
Y acurdate que "Vacaciones en la playa" tiene segunda parte. Otros 10 capítulos increíble para conocer más a fondo a la protagonista y nuestra historia:
PARTE II. CAPITULO 1
Luego de vivir dos veranos muy calientes junto a sus amigas y amigos, Cintia emprende un viaje a Cancún con su novio en donde el placer y la lujuria van a estar presentes en todo momento. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 1: Vuelo ardiente
Nos miramos por un segundo, nos dimos un beso y avanzamos caminando por la manga del aeropuerto que nos llevaba hasta el avión que nos trasladaría hasta Cancún, México. Era nuestro primer viaje importante juntos como pareja, ya que los anteriores habían sido algunos fines de semana largos a diferentes lugares del país. Pero en esa oportunidad Cristian y yo nos dirigíamos hasta el Golfo de México para reafirmar nuestro amor, pues se cumplían cinco años desde que nos habíamos puesto de novios formalmente.
Para resumir. Después de que volvimos de nuestro segundo verano en la costa argentina, empezamos una relación que enseguida avanzó y el 16 de Marzo concretamos nuestro amor con una cena bien romántica en la que Cris me hizo la pregunta. “¿Querés ser mi novia?” me dijo casi temblando y yo obviamente le dije que sí. Desde entonces fuimos creciendo como pareja acompañándonos en todo momento y viviendo hermosas experiencias uno al lado del otro. Para nuestro segundo aniversario aprovechamos el fin de semana largo de fin de mes para irnos unos días a las sierras de Córdoba. En nuestro tercer año juntos decidimos pasar un fin de semana en Buenos Aires. Este año, teniendo en cuenta que cumplíamos cinco años de novios, aprovechamos la oportunidad para escaparnos un poco más lejos y vivir una semana de relax y aventura.
La sola idea de viajar juntos nos había puesto muy calentones y hacía tiempo que vivíamos tocándonos y provocándonos a más no poder. Como todavía no vivíamos juntos, no siempre podíamos sacarnos las ganas, pero cuando nos veíamos todo se descontrolaba. Es que el sexo con Cristian había mejorado increíblemente a lo largo de los años, a tal punto que sabíamos cómo complacer al otro al máximo sin la necesidad de decir nada. Él sabía la forma exacta en la que tenía que tocar mi cuerpo para que vibrara como loca y yo sabía el lugar justo en el que debía besarlo para ponerlo a temblar. Nos sentamos en el avión, nos miramos y sonreímos felices pues los dos sabíamos que esas vacaciones iban a ser las mejores de nuestras vidas.
El vuelo salía a la noche y hacía escala en Lima, donde teníamos que esperar unas horas de madrugada hasta viajar a Cancún a donde llegábamos ese 10 de Marzo a la mañana. Es que sí, la idea era pasar nuestro aniversario en pleno caribe y tener un viaje bien romántico. Era un trecho largo y que seguramente iba a ser muy agotador, sin embargo Cris y yo sabíamos que íbamos a encontrar la manera de entretenernos. Hacía tiempo que veníamos hablando de cumplir una fantasía que seguramente todo el mundo tiene, una que es casi imposible de cumplir: tener sexo en un avión.
Todo empezó como un chiste, como una broma que cada vez que se nombra se hace más y más presente. Me lo planteó después de una buena sesión de sexo en la que él me dijo que en el viaje me iba a coger todos los días. “¿En el avión también?” le pregunté yo en tono burlón y el retrucó diciendo que también lo iba a hacer mientras volábamos. Obviamente la broma siguió pero cada vez se hacía más frecuente y llegamos al punto de hablar en serio sobre el tema. “Viajamos de noche, eso nos da la ventaja de hacerlo” me dijo él y la lamparita encima de mi cabeza se encendió. Cuando viajás de noche, mucha menos gente utiliza el baño del avión, por lo que podíamos entrar al baño y hacerlo allí. No era más que un rapidito, algo corto, pero algo que queríamos hacer.
Los días previos, Cris lo mencionaba todo el tiempo. “Ya te voy a agarrar y te voy a hacer temblar como si hubiera turbulencia” me decía y yo lo calentaba alentándolo. El morbo estaba, las ganas sobraban y teníamos un plan que en la teoría sonaba perfecto. La idea era esperar que la mayoría de la gente se durmiera y allí trasladarnos al baño para hacer algo rápido. Como sabíamos que teníamos poco tiempo, lo íbamos a empezar en los asientos, con algunos toqueteos por debajo de la ropa y besos muy calientes. Era un plan perfecto, el problema era que no teníamos idea de muchos factores externos que nos podían afectar.
El primer tramo, el que iba hasta Lima, era en un avión chico, que tenía una fila con tres asientos de cada lado del pasillo. Conseguimos la ventana y el que está en medio, pero se nos complicó cuando del otro lado se sentó una señora que se puso a hablar con mi novio y lo entretuvo gran parte del vuelo. Cuando apagaron las luces, la señora empezó a dormirse y yo me propuse estimular a mi novio a ver si podíamos hacer algo. “Tenemos que levantarla y el baño está re lejos” me dijo él mirando hacia adelante y viendo que había más de diez filas hasta llegar al baño. A pesar de eso, empecé a tocarlo por encima de la ropa y a besarle el cuello a ver si conseguía calentarlo, pero Cristian no dejaba de mirar de reojo a la señora.
Tras la frustración de ese primer intento, nos bajamos en el aeropuerto y empezamos a caminar buscando la puerta de embarque y esperando que nuestro siguiente vuelo saliera. Para pasar el sueño, caminamos un poco por el aeropuerto, pero este, estaba todo vacío y no había una sola tienda abierta. Nos alejamos un poco hacia un sector en el que casi no había luz y lo arrinconé contra una pared y lo besé apasionadamente. Si no íbamos a poder hacer nada en el avión, al menos quería jugar con él mientras estábamos en tierra firme. Los besos se empezaron a poner más calientes y llegué a meter mi mano adentro de su pantalón cuando de golpe apareció un guardia de seguridad y nos dijo que no podíamos estar en esa área.
Nos subimos a nuestro segundo avión algo frustrados por la situación y caminamos hasta llegar a nuestros asientos. Sorprendentemente, estos éran los últimos del lado derecho y al ser un habían más grande, había dos bien alejados contra la ventana que nos pertenecían. Al lado nuestro, había un camino de tres asientos, pero los dos que estaban más cerca de nosotros, estaban vacíos y el tercero era ocupado por un señor que ni bien se sentó, se sacó los lentes y empezó a dormir. Yo me senté del lado del pasillo y Cris contra la ventana y nos acurrucamos mientras el resto de la gente se acomodaba. Había algunos otros asientos vacíos, como por ejemplo el que estaba en frente mío y otro en diagonal, lo que hacía que mucha gente se recostara y se pusiera más cómoda. Todo pintaba bien.
El avión despegó y comprobamos que atrás nuestro había un baño. Le toqué el hombro a mi novio, le señalé la salida con la cabeza y él me devolvió una sonrisa cómplice. Ya estaba arreglado, solo teníamos que esperar que pase un poco el tiempo y que la gente se durmiera. Una azafata pasó por al lado nuestro y le pedí una manta, que cuando me la trajo la use para taparme la parte de debajo de mi cuerpo del de Cristian. Entonces empezamos a tocarnos, a acariciarnos las piernas, la cintura, la panza y a calentarnos como habíamos planeado. La gente apenas se paraba. La mayoría dormía y los que no, se quedaban en sus asientos mirando para adelante. Si alguno iba al baño del fondo, nosotros nos hacíamos los que estábamos conversando, cuando en realidad nos estábamos tocando por debajo de la manta.
Ya sin poder aguantarme, le desabroché el pantalón a Cristian y metí mi mano para agarrar su pija. Estaba bastante dura, pero sabía que podía ponerla aún más firme. Quería dejarlo bien al palo antes de irme hacia el baño, para que él me cogiera con ganas. Un señor salió del baño y volvió a su asiento y nadie más se paró. La mayoría estaban dormidos y eso me dio pie a levantarme. Besé fogosamente a mi novio, le dije con los labios “te espero” y atravesé la cortina que dirigía al baño. El problema fue que ni bien me di vuelta, me di cuenta que al lado de la puerta del baño, había dos azafatas que estaban hablando entre ellas. Era imposible que entratamos juntos sin que lo notaran. Rápidamente y de forma muy poco disimulada, volví a atravesar la cortina para chocarme con Cristian y decirle que se sentara riéndome.
Le expliqué la situación y él me miró sorprendido. Yo calmé mi risa al cabo de unos minutos y algo decepcionado, se bajó la manta y me mostró su pija totalmente al palo. “¿Qué hago con todo esto?” me preguntó al oído y yo se la agarré y lo empecé a pajear. No podía dejar de mirársela, tan grande y gruesa como a mí me encantaba. Él parecía disfrutar de aquello y yo quería complacerlo, no quería dejarlo así de caliente. “¿Querés que te haga un pete?” le pregunté al oído y algo sorprendido asintió con la cabeza. Entonces volví a besarlo de forma fogosa y empecé a pajearlo con más ganas.
Fue como si de golpe todo el resto de la gente desapareciera y yo me concentrara solamente en él. Mi mano se movía hacia arriba y hacia abajo a gran velocidad, mientras que mis labios bajaron de los suyos hasta su cuello. Empecé a lamerlo al mismo tiempo que lo pajeaba con ganas y podía escuchar como su respiración se agitaba más y más. Me alejé un poco de su cuerpo y me recosté en su pecho para que su pija quedara bien cerca de mi cara. Él levantó un poco la manta me tapó casi por completo y yo pasé a no poder ver absolutamente nada. Pero no necesitaba verla, sabía cómo era, la conocía de memoria y me encantaba. Abrí bien grande la boca, me incliné hacia adelante y comencé a chupársela.
Movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo lentamente para que si alguien pasara no lo notara mientras que mi mano hacía el movimiento inverso. Utilizaba mi lengua para lamerle la cabecita y con mis labios abarcaba lo que podía de su pija, yendo cada vez más hacia abajo. Notaba como esta crecía aún más en mi boca y eso me encantaba. Podía sentirla latir y cuando mi mano bajó hasta sus huevos estos se contrajeron al máximo. El morbo me calentaba muchísimo y me motivaba a seguir chupándosela cada vez un poco más, cada vez más rápido.
Me daba cuenta que a Cristian le encantaba pues había puesto su mano en mi noca y acompañaba mis movimientos. Comencé a darle más protagonismo a mi lengua y cuando tenía la pija totalmente adentro, la lamía por todos lados. Mi mano subía hasta su pija y volvía a bajar hasta los huevos, los cuales apretaba suavemente y soltaba de nuevo. Cada movimiento que daba era más rápido que el anterior y cada vez que bajaba su pija me llenaba más la boca. Callado y respirando de forma agitada, mi novio disfrutaba de ese pete que le estaba haciendo.
Entonces empecé a pajearlo más y más rápido y me levanté para apoyar mi cabeza en su hombro. “¿Me vas a dar la lechita mi amor? ¿Me la vas a dar toda?” le pregunté al oído y él apenas pudo suspirar de lo grandiosa que le pareció mi propuesta. Seguí pajeándolo a toda velocidad observando su cara de felicidad más pura y supe que estaba por llegar al clímax. Entonces me incliné nuevamente hacia adelante, volví a meterme su pija ente los labios y mi novio comenzó a acabar en mi boca. Una enorme cantidad de leche fue a parar a mi lengua y a medida que iba saliendo me la iba tragando toda. No podíamos dejar ninguna señal de lo que habíamos hecho y lo sabíamos muy bien.
Una vez que acabó y yo me tragué hasta la última gota, le limpié la cabecita con la lengua y me incorporé de nuevo para apoyarme una vez más sobre su hombro. “¿Te gustó mi amor?” le pregunté mientras él guardaba su pija adentro del bóxer y se cerraba el pantalón. “¡Me encantó! ¡Sos tremenda!” me dijo sonriendo y esa sonrisa de felicidad fue suficiente para mí. Habíamos comenzado nuestro viaje de una manera increíble y nos quedaba una semana más. En mi mente pasaban una y otra vez las poses que quería hacer y las formas en las que quería cogérmelo durante esos días. Iba a ser un viaje increíble y todo viaje increíble, debe tener un comienzo digno.
SIGUIENTE
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