Hace meses que observo a mamá con ojos de amor, y con tanto amor, que aveces olvido que es mi mamá y no una de esas mujeres hermosas que te estrujan el corazón hasta el último suspiro y sin embargo puedo decir que nunca eh perdido la compostura frente a ella, de no ser por aquella noche en que espie por el resquicio de la puerta de su habitación, y la descubrí desvistiendose con la naturalidad de alguien que cree que se desviste completamente a solas y sin que nadie lo observe. Me detuve tan sólo un segundo y enfoque inocentemente dentro del cuarto sin pensar en lo que miraba - La mujer se deshacía de su remera, y por debajo de la tela asomaban dos tetas redondas y rebosantes que quedaron rebotando indefinidamente como si se el tiempo se hubiera descompuesto para siempre.
Aparte la vista sintiendo que el corazón se me salía del pecho, pero rapidamente ensaye la expresión despreocupada de antes para que no se me notara la conmoción. Unos segundos después mamá salia cambiada de la habitación.
- Mónica: Estamos sólos - sentenció - Tu padre me dijo que no vuelve hasta mucho mas tarde. ¿Querés salir a comer algo?
El viento cálido de la primavera me descontracturo un poco de mis pensamientos atribulados, y caminé con mamá hasta el bar que soliamos frecuentar cada fin de semana en la esquina de Liberá y Medanos. Mientras ella pedía, su torso desnudo se me aparecía en forma de flashes para torturarme, y descubrí otra vez que la observaba con esas ganas indignas que no son bien vistas proveniendo de un hijo biológico. Tenía el pelo carré, castaño, terminado en una sutil y única ondulacion, y se había cortado el flequillo prolijamente a la altura de los ojos, dándole un aspecto más aniñado y dulce del que ya aparentaba naturalmente. Sintiendome totalmente a salvo y a sabiendas de que nadie era capaz de desentrañar mis pensamientos, recorrí su cuello y la poca piel que se dejaba ver por debajo de su ropa, y descubrí que utilizaba la misma camisa salmón que llevaba la noche en que se había casado por civil con mi padre siete años atrás.
Unas nauseas repentinas me subieron rápidamente por el cuerpo y descubrí que también habían logrado enrarecer el semblante de mi rostro, porque mamá me observaba con gesto contrariado. El mozo se había metido en el local hacía un segundo a pasar nuestro pedido.
- Mónica: ¿Estas bien? - me preguntó - Estás pálido, pareces un muerto.
Otra vez logrando un aire de despreocupación, me acomode muy bien en la silla y le dije: Si los muertos se sientan en los bares como nosotros y se emborrachan a tal punto de no entender muy bien de lo que están hablando, entonces soy uno de ellos.
Cenamos una comida increíble y tomamos tanta cerveza que a fin de cuentas fuimos los dos los que terminamos hablando una sarta de disparates sin sentido.
Mamá estaba tan divertida que no podía evitar sentir que era la única mujer que necesitaria cerca mío por el resto de los días.
De regreso a casa optamos por tomar el camino mas largo. Ibamos haciendo eses a lo ancho de la vereda entre carcajadas y gritos, como si fuéramos dos amigos adolescentes que tienen una increíble conexión el uno con el otro.
Ella me hablaba de sus compañeros de la secundaria y de cosas que había hecho cuando era un poco más joven.
- Mónica: te apuesto a que me reconocerian sin problemas si me los volviera a cruzar - dijo entre risas - mis amigos.
- Y sí mamá, si te seguís viendo igual que siempre. Siempre fuiste muy linda.
Me observaba con tanto cariño que me revolvia la entrañas.
- Mónica: Hmm, creo que me tendría que haber buscado a un pendex con plata y me tendria que haber ido a recorrer el mundo. ¿No? - dijo divertida - ¡Que cara que pondría tu padre si me escuchara!
- No sé - Respondí - pero yo te diría que es una de las mejores ideas que has tenido en los últimos años.
El rostro se le ensombrecio. Sabía que en el fondo no estaba muy segura de haber estado con mi padre durante tantos años.
- Mónica: Si, y me quede así para poder criarte a vos. Y darte todas las cosas que te di.
La última frase retumbo en el aire justo al mismo tiempo en que se levantó una brisa digna de épocas mucho mas frías, y no volvimos a hablar hasta que entramos en el vestíbulo del edificio y nos metimos en el ascensor.
Cuando el tablerito dimuto marco el veinte y el compartimiento metálico empezó a traquetear, recién volví a abrir la boca.
- No lo decía por mi, a mi no me importa - La observe a través del espejo del ascensor - pero vos te mereces a alguien mucho mejor.
Volvió a mirarme con expresión materna. Un gesto muy tierno se le dibujo en los labios.
- Mónica: Tenés razón. Siempre me di cuenta que nunca te llevaste muy bien con tu papá - mientras me hablaba intentaba desanudarse las tiras del saco de paño en el que iba ataviada.
- Si. Siempre creí que me pasaba porque soy muy parecido a el...
- Mónica: No creo. Saliste muy diferente a el. Sos muchísimo mas dulce. Y por suerte no heredaste esa mueca de asco que siempre tiene en la cara.
Volvió a reírse. Levanté la vista otra vez y la encontré mirándome a través del espejo.
Sus ojos color cafés parecían tener el poder de atravesar a las personas e incluso de poder llegar mucho mas profundo del lugar en donde se retuercen los pensamientos.
- ¿Querés que te ayude con eso? - Le dije. Seguía peleando sin darse cuenta con el nudo de la cintura.
- Mónica: Me haría falta alguien tan comprensivo como... - se interrumpió.
Habia tirado con tanta fuerza del nudo que logré hacerla trastabillar y tuve que interponerme para que no cayera de espaldas. Sentí por unos segundos como todo el largo de su espalda y su cintura se posaban sobre mi cuerpo.
- Mónica: como vos... - Masculló. Nos volvimos a encontrar en el espejo y descubrí que los dos teniamos la misma cara de susto y estupor. Completamente avergonzado, y con el calor que me abrazaba el cuerpo, volví a bajar la vista rapidamente y atiene a tirar torpemente otra vez del nudo del abrigo. Sin resultado alguno, el tirón la impulsó aún más hacia atras y nuestros cuerpo volvieron a chocar como si se buscaran sin saberlo.
Esta vez no recuerdo haber sentido que mamá se retirara hacía adelante, porque bajó una mano para ayudarme y todavía la sentía rosandome sutilmente con su cuerpo.
- No se suelta - dije con una voz casi inaudible. Volvimos a tirar juntos del nudo y sentí que los dos estabamos tan consientes de lo que pasaba que el abrigo pasó a ser una excusa insignificante.
- Mónica: Claro que hubiera elegido a alguien asi de dulce si hubiera tenido la oportunidad. Pero por algo pasan las cosas, ¿no?.
Con el vaivén del ascensor sentía como las nalgas me rebotaban en una vibración constante por encima del pantalón. Recorrí su cintura con la mano derecha y la apoyé con mas ganas que nunca. Por primera vez en la vida vi su cara trastornarse en una mueca de profundo placer y me calente de tal menera que la temperatura me subió a niveles fuera de lo físicamente posible.
- Tenés que tener mas cuidado cuando te cambias en tu habitación - le dije en el oído - Asi no pasan estas cosas.
Le puse una mano en la espalda y la acompañe muy despacio para apretarla contra el espejo del ascensor. Quería revivir el espectáculo que vi mas temprano en casa una vez mas, antes de que se abriera la puerta y perder aquella maravillosa oportunidad, probablemente para siempre.
- Mónica: ¡Mateo! - susurro desesperada, como si alguien fuera a descubrir el mórbido crimen - estamos en el quince, alguien nos va a ver.
Mientras disfrutaba la firmeza de su culo aflojandome las piernas a cada segundo, la acomode hacía adelante, de modo que su torso quedó frente al reflejo invertido, y la empuje suavemente. El busto bajo la ropa se estrelló contra el espejo y vi como ambas tetas se expandían y buscaban escaparse por el escote de la camisa salmón.
La vista era de infarto. ¡Mamá estaba tan buena! Tenía los mofletes colorados y la respiración tan alborotada por culpa de la excitación. Parecía que quería fundirse contra mi cuerpo haciendo fuerza con el culo para que no me separara de ella.
Cuando tintineo la puertecita de metal y las placas de acero se abrieron de par en par, dimos tal respingo que nos separamos casi de inmediato. Las personas que estaban afuera esperando a que salieramos probablemente descubrieran que teníamos un aspecto un poco agitado, teniendo en cuenta que habiamos subido placidamente por el ascensor, y no por las escaleras.
Mamá salió rápidamente sin levantar la vista y yo caminé detras de ella con la sensación de que el alma se me escaparia en cualquier momento del cuerpo.
Continuará...
Aparte la vista sintiendo que el corazón se me salía del pecho, pero rapidamente ensaye la expresión despreocupada de antes para que no se me notara la conmoción. Unos segundos después mamá salia cambiada de la habitación.
- Mónica: Estamos sólos - sentenció - Tu padre me dijo que no vuelve hasta mucho mas tarde. ¿Querés salir a comer algo?
El viento cálido de la primavera me descontracturo un poco de mis pensamientos atribulados, y caminé con mamá hasta el bar que soliamos frecuentar cada fin de semana en la esquina de Liberá y Medanos. Mientras ella pedía, su torso desnudo se me aparecía en forma de flashes para torturarme, y descubrí otra vez que la observaba con esas ganas indignas que no son bien vistas proveniendo de un hijo biológico. Tenía el pelo carré, castaño, terminado en una sutil y única ondulacion, y se había cortado el flequillo prolijamente a la altura de los ojos, dándole un aspecto más aniñado y dulce del que ya aparentaba naturalmente. Sintiendome totalmente a salvo y a sabiendas de que nadie era capaz de desentrañar mis pensamientos, recorrí su cuello y la poca piel que se dejaba ver por debajo de su ropa, y descubrí que utilizaba la misma camisa salmón que llevaba la noche en que se había casado por civil con mi padre siete años atrás.
Unas nauseas repentinas me subieron rápidamente por el cuerpo y descubrí que también habían logrado enrarecer el semblante de mi rostro, porque mamá me observaba con gesto contrariado. El mozo se había metido en el local hacía un segundo a pasar nuestro pedido.
- Mónica: ¿Estas bien? - me preguntó - Estás pálido, pareces un muerto.
Otra vez logrando un aire de despreocupación, me acomode muy bien en la silla y le dije: Si los muertos se sientan en los bares como nosotros y se emborrachan a tal punto de no entender muy bien de lo que están hablando, entonces soy uno de ellos.
Cenamos una comida increíble y tomamos tanta cerveza que a fin de cuentas fuimos los dos los que terminamos hablando una sarta de disparates sin sentido.
Mamá estaba tan divertida que no podía evitar sentir que era la única mujer que necesitaria cerca mío por el resto de los días.
De regreso a casa optamos por tomar el camino mas largo. Ibamos haciendo eses a lo ancho de la vereda entre carcajadas y gritos, como si fuéramos dos amigos adolescentes que tienen una increíble conexión el uno con el otro.
Ella me hablaba de sus compañeros de la secundaria y de cosas que había hecho cuando era un poco más joven.
- Mónica: te apuesto a que me reconocerian sin problemas si me los volviera a cruzar - dijo entre risas - mis amigos.
- Y sí mamá, si te seguís viendo igual que siempre. Siempre fuiste muy linda.
Me observaba con tanto cariño que me revolvia la entrañas.
- Mónica: Hmm, creo que me tendría que haber buscado a un pendex con plata y me tendria que haber ido a recorrer el mundo. ¿No? - dijo divertida - ¡Que cara que pondría tu padre si me escuchara!
- No sé - Respondí - pero yo te diría que es una de las mejores ideas que has tenido en los últimos años.
El rostro se le ensombrecio. Sabía que en el fondo no estaba muy segura de haber estado con mi padre durante tantos años.
- Mónica: Si, y me quede así para poder criarte a vos. Y darte todas las cosas que te di.
La última frase retumbo en el aire justo al mismo tiempo en que se levantó una brisa digna de épocas mucho mas frías, y no volvimos a hablar hasta que entramos en el vestíbulo del edificio y nos metimos en el ascensor.
Cuando el tablerito dimuto marco el veinte y el compartimiento metálico empezó a traquetear, recién volví a abrir la boca.
- No lo decía por mi, a mi no me importa - La observe a través del espejo del ascensor - pero vos te mereces a alguien mucho mejor.
Volvió a mirarme con expresión materna. Un gesto muy tierno se le dibujo en los labios.
- Mónica: Tenés razón. Siempre me di cuenta que nunca te llevaste muy bien con tu papá - mientras me hablaba intentaba desanudarse las tiras del saco de paño en el que iba ataviada.
- Si. Siempre creí que me pasaba porque soy muy parecido a el...
- Mónica: No creo. Saliste muy diferente a el. Sos muchísimo mas dulce. Y por suerte no heredaste esa mueca de asco que siempre tiene en la cara.
Volvió a reírse. Levanté la vista otra vez y la encontré mirándome a través del espejo.
Sus ojos color cafés parecían tener el poder de atravesar a las personas e incluso de poder llegar mucho mas profundo del lugar en donde se retuercen los pensamientos.
- ¿Querés que te ayude con eso? - Le dije. Seguía peleando sin darse cuenta con el nudo de la cintura.
- Mónica: Me haría falta alguien tan comprensivo como... - se interrumpió.
Habia tirado con tanta fuerza del nudo que logré hacerla trastabillar y tuve que interponerme para que no cayera de espaldas. Sentí por unos segundos como todo el largo de su espalda y su cintura se posaban sobre mi cuerpo.
- Mónica: como vos... - Masculló. Nos volvimos a encontrar en el espejo y descubrí que los dos teniamos la misma cara de susto y estupor. Completamente avergonzado, y con el calor que me abrazaba el cuerpo, volví a bajar la vista rapidamente y atiene a tirar torpemente otra vez del nudo del abrigo. Sin resultado alguno, el tirón la impulsó aún más hacia atras y nuestros cuerpo volvieron a chocar como si se buscaran sin saberlo.
Esta vez no recuerdo haber sentido que mamá se retirara hacía adelante, porque bajó una mano para ayudarme y todavía la sentía rosandome sutilmente con su cuerpo.
- No se suelta - dije con una voz casi inaudible. Volvimos a tirar juntos del nudo y sentí que los dos estabamos tan consientes de lo que pasaba que el abrigo pasó a ser una excusa insignificante.
- Mónica: Claro que hubiera elegido a alguien asi de dulce si hubiera tenido la oportunidad. Pero por algo pasan las cosas, ¿no?.
Con el vaivén del ascensor sentía como las nalgas me rebotaban en una vibración constante por encima del pantalón. Recorrí su cintura con la mano derecha y la apoyé con mas ganas que nunca. Por primera vez en la vida vi su cara trastornarse en una mueca de profundo placer y me calente de tal menera que la temperatura me subió a niveles fuera de lo físicamente posible.
- Tenés que tener mas cuidado cuando te cambias en tu habitación - le dije en el oído - Asi no pasan estas cosas.
Le puse una mano en la espalda y la acompañe muy despacio para apretarla contra el espejo del ascensor. Quería revivir el espectáculo que vi mas temprano en casa una vez mas, antes de que se abriera la puerta y perder aquella maravillosa oportunidad, probablemente para siempre.
- Mónica: ¡Mateo! - susurro desesperada, como si alguien fuera a descubrir el mórbido crimen - estamos en el quince, alguien nos va a ver.
Mientras disfrutaba la firmeza de su culo aflojandome las piernas a cada segundo, la acomode hacía adelante, de modo que su torso quedó frente al reflejo invertido, y la empuje suavemente. El busto bajo la ropa se estrelló contra el espejo y vi como ambas tetas se expandían y buscaban escaparse por el escote de la camisa salmón.
La vista era de infarto. ¡Mamá estaba tan buena! Tenía los mofletes colorados y la respiración tan alborotada por culpa de la excitación. Parecía que quería fundirse contra mi cuerpo haciendo fuerza con el culo para que no me separara de ella.
Cuando tintineo la puertecita de metal y las placas de acero se abrieron de par en par, dimos tal respingo que nos separamos casi de inmediato. Las personas que estaban afuera esperando a que salieramos probablemente descubrieran que teníamos un aspecto un poco agitado, teniendo en cuenta que habiamos subido placidamente por el ascensor, y no por las escaleras.
Mamá salió rápidamente sin levantar la vista y yo caminé detras de ella con la sensación de que el alma se me escaparia en cualquier momento del cuerpo.
Continuará...
4 comentarios - Mamá.