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Punto de inflexión

Como ya conté anteriormente, me decidí a comprar un vibrador, a modo de prueba, para ver cómo reaccionaba mi esposa al hecho de ser penetrada por algo que no formara parte de mi cuerpo. Como era de esperar, al principio fue muy reticente a manifestar sus sensaciones, por lo que no insistí en usarlo. Pasaron algunos meses hasta que volví a la carga, en medio de la previa, y con la excusa de no creer aguantar ni cinco minutos, producto de varios días inactivo, y algunos sin siquiera masturbarme...Sí señoras y señores, hay que admitirlo, los cornudos somos todos o casi todos muy pajeros, vivimos alzados a la expectativa de que otro hombre, en nuestras fantasias un macho con todas las letras, nos incremente nuestra distintiva ornamenta.

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María no se negó, lo apoyé sobre la cama, mientras jugaba con mi lengua sobre su clitoris e introducía mis dedos indice y mayor en su rosada vulva. Ella lo tomó con una de sus manos, lo sintió frío, hay que calentarlo me dijo. Guie su mano con la que sostenía ese pene de goma hasta su boca y le pedí que lo chupara. Cada tanto, sacaba mi cabeza de su vagina para deleitarme con la vista, sus labios rodeando lo que podría ser el glande de otro. Hasta que no aguantó más, y suplicó que se lo metiera, en ese preciso instante esbocé una sonrisa y pensé que no todo estaba perdido, por el contrario podía representar un punto de inflexión en este dificil proceso.

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Metelo despacio, me pidió. Y yo obedecí. Primero la punta, lentamente hasta que entró toda la cabeza. Dejala un poquito ahí, ordenó. Seguí tocandome, solicitó. Ya estaba entregada, camino a su primer orgasmo. Quiero sentirla toda, despacio, hasta el fondo... La dí vuelta, la puse en cuatro y presioné el vibrador contra su cuerpo. Por primera vez vi desaparecer lentamente dentro su vagina, los nada despreciables 18 x 5 cm. de ese vibrador. Ya deshinibida, largó un suspiró, y no dejó de pedir más fuerte, hasta llegar a un orgasmo bestial. Se desplomó sobre la cama con una sonrisa en la boca y el cuerpo aún temblando. Entre caricias y besos, le expresé mi asombro por la intensidad del orgasmo que acababa de tener. Sin lugar a dudas había sido mejor de lo que alguna vez hubiese imaginado. Ella también estaba sorprendida, o al menos eso me hizo creer, hasta que reconoció haberlo usado una vez en mi ausencia. Le pregunté si había acabado en esa oportunidad. Su respuesta fue que sí, que le gustaba mucho sentirse llena, pero que le gustaba mucho más si yo la tocaba.

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El tiempo fue pasando, y ese vibrador fue cobrando cada vez más protagonismo, a medida que los orgasmos ganaban en intensidad, al punto de acabar y no querer saber nada más. Algo extraño, para alguién que a menudo me recliminaba que me pasara exactamente lo mismo, y me comparaba con los 3 o 4 coitos que tenia con sus parejas ocasionales. Ese juguete, también nos reveló que María es multiorgásmica, y que con cada orgasmo es capaz de empaparte con sus jugos.

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Todo fabuloso, ha
sta que la historia se volvió monotona, y a mi pervertida mente se le ocurrió comprar algo de mayor tamaño, en pos de experimentar más humillación, algo que la mayoría de los cornudos deseamos. Así que fuí al sexshop, y compré sin dudar el vibrador más grande que había, y volví ansioso a casa. Cuando María lo vió, se horrorizó, y me dejó en claro que me había zarpado. No entendía cómo había sido capaz de comprar semejante cosa. Y tenía razón, cualquier mortal pensaría lo mismo, pero cuando uno es un pervertido, siempre desea más, y transgredir periodicamente los límites se vuelve esencial.
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Todo fue cuestión de tiempo, de ser paciente, de esperar ese momento de calentura, para que no haya vuelta atras. María tendida en la cama, mi dedo indice jugando con su clitoris, el vibrador penetrando su mojada vagina, hasta que de repente se lo saco y le ofrezco probar algo más grande. Ella aceptó, con la condición de que lo hiciera muy despacio, y que la lubricara con mucho gel.

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Al igual que con el primer vibrador, la primera vez que lo usamos, casi no manifestó sensación alguna, sólo algún leve gemido. La notaba diferente, muy concentrada en su placer, pero al mismo tiempo atada, gozando en silencio. Yo con mi pequeño pene apuntando al techo, viendo como esa pija que todo cornudo sueña, iba lentamente abriendose paso a través de mi mujer, intenté que se soltara hablándole al oido. A diferencia de otras veces, no obtenía lo que buscaba, sino respuestas conservadoras como "no me gusta que me digas puta", o "yo te amo a vos". Pero en el fondo, sabía que algo importante estaba sucediendo, y lo terminé de confirmar con el primer orgasmo logrado con su juguete nuevo. María se mojó como nunca antes, un gran chorro salió despedido de su carnosa vulba, empapando todo a su paso, hasta terminar en el suelo de nuestra habitación, mientras una sonrisa se dibujaba en su boca. Después de algunos orgasmos, me dijo "no doy más", al tiempo que tomaba entre sus dedos indice y pulgar mi intimidado, arrugado y chorreante pitito para comenzar a masturbarlo. Lo hacía lentamente, intercalando lengua, y comiendose la cabeza. Cuando estaba ganando rigidez y tamaño, sin sacarlo de su boca, murmuró "es una joda". Sacó mi glande de su boca, y con sus ojos posados sobre mi pene, acerco su nuevo vibrador para dejar en claro la diferencia, y terminó la humillante frase: "después de haberme comido todo esto, la tuya es un caramelito". En ese instante tuve la sensación de que me deslechaba, pero afortunadamente no sucedió hasta que María logró acabar nuevamente. Luego de eso, tomó mi erecto pene con una de sus manos, y lo masturbó suavemente, mientras lamía mis pezones, hasta que el semen caliente brotó de la punta de mi glande. Intercambiamos algunas palabras, algunos mimos, y nos dormimos inmediatamente. 

4 comentarios - Punto de inflexión

anfora +1
lindo relato!!
nick8765
Me encantó. Yo hacía algo parecido con una novia que tuve, solo que para calentar el consolador antes de meterselo el que lo chupaba era yo. Ella le daba un par de lamidas y me decía: ahora seguí vos.