Introducción: Mi esposa Sofía y yo nos conocimos en la misma empresa, ella con 26 años y yo casi llegando a los 30, como todo cuento de amor, nos enamoramos perdidamente y decidimos casarnos sin revelar nuestro secreto en nuestro trabajo, pues como en muchos lugares no estaban permitidas las relaciones dentro de la empresa. Sofía ahora se encontraba con aquellos tres hombres rumbo a una habitación sin saber que estaba por vivir.
Continuación…
La noche parecía lejos de terminar, mi amada esposa había experimentado el abuso no consentido…o ¿tal vez no?, de parte de tres hombres de alto rango en la empresa, poco sabía que todo era el inicio de varias aventuras que me llevarían a disfrutar más placer que el ya sentido hasta ahora.
Me quedé en silencio prestando atención al relato que mi esposa me contaba. Solo pensaba en ella como la mujer perfecta, hermosa desde cualquier punto de vista, un rostro hermoso, juvenil y alegre, un cabello negro sedoso y lacio casi hasta la cintura, unos pechos grandes y llamativos como los de cualquier modelo, su piel clara y sueva siempre perfumada con fragancias exquisitas y costosas, cintura casi de 59 cm, sin una gota de grasa debido al ejercicio y aquellas llamativas caderas que se unían a aquel enorme trasero, sin una cicatriz o detalle, esplendido que hacía lucir siempre con todo tipo de vestidos y ropa.
—Llegamos a su habitación, al final del pasillo del último piso, Emmanuel, Genaro y Felipe siempre se mantenían detrás de mí, mirando mi trasero y comiéndome con la mirada.
Al entrar, la habitación estaba oscura, solo se divisaba una pequeña luz al fondo.
Cuando todos estuvimos dentro, Felipe prendió lo que era una luz blanca, tenue justo al lado de la cama, y fue allí cuando pude notar que la luz azul que se veía al entrar era… de una cámara de video… estaba en un tripie al fondo apuntado a la cama.
Genaro se acercó detrás de mí, y me habló al oído “espero que sepas recompensar el tiempo que he esperado para tenerte aquí, en esta habitación”. Baje mi mirada apenada por todo esto, mientras Felipe se sentaba en la cama y mirándome a los ojos.
—Desnúdate. —Dijo Felipe.
No podía creer lo morboso de la situación que mi hermosa esposa me contaba, ellos la tenían allí a su merced y ella no estaba oponiéndose a los bajos instintos que le solicitaban.
—Emmanuel se dirigió a la cámara, la luz pasó de azul a roja parpadeando, y al igual que Felipe se sentó en la cama.
Sentí a Genero detrás mío, me tomo de la cintura subiendo sus manos hasta llegar a mis hombros y sin inmutarse corrió los tirantes de mi vestido, dejando al descubierto mis pechos cubiertos por aquel sostén de encaje negro, era tan ajustado… Emmanuel dijo “esta vieja está tan buena que sus mismas curvas detienen ese vestido tan ceñido”.
Me pidieron arrodillarme, y antes de poder hacer algo Genaro empujo mis hombros hacia abajo y caí de rodillas.
Los tres sacaron sus miembros ante mi asombro, los acercaron a mi rostro y…. te juro… te juro que me resiste amor, pero… me obligaron, eran tan enormes, el más enorme y tosco era el de Genaro, Emmanuel lo tenía largo, pero más delgado y Felipe… muy grueso no tan largo pero chueco parecía un gancho.
Para ese momento mi bella esposa se tapaba el rostro, a veces la boca con sus manos, cuando relataba su historia, sentada allí conmigo en la cama donde supuestamente saciaría mis bajos instintos, habían sido aquellos hombres quienes habían saciado sus instintos con ella.
—No me opuse… estaba sola con tres hombres, había entrado contra mi voluntad… ¡por favor no pienses mal de mí! Tuve miedo… Yo tomé sus miembros venosos y duros con mis manos. Tome el de Felipe con mi boca primero, chupe y bese cada parte de él, mientras mis manos acariciaban el de Emmanuel y Genaro.
Se intercambiaban mi boca, besaba y lamía desde sus enormes huevos hasta la punta de su glande, los sentía palpitar en mi boca….
Pero no paró allí. Genaro él se… recostó en la cama, mientras los otros dos me paraban, “ven súbete y sigue chupandomela se ve que te encanta” me pidió quedando de rodillas entre las piernas de él y dando una mejor vista de mi trasero a los otros dos que se encontraban al pie de la cama.
Emmanuel se puso a un costado y me ofreció su tranca para seguir masturbándolo mientras le daba sexo oral a Genaro. De repente yo… sentí un aliento acercándose detrás de mí y… unas manos… posándose en mis caderas, deje de chupar un momento para toparme con el rostro depravado del Dr. Felipe, el mismo que se perdió detrás de mis nalgas, sentí como levantaba lo que quedaba de mi vestido, hasta llevarlo a mi cintura, “nunca había visto un culo como el tuyo…es el más hermoso que eh visto” y respiro como si intentara captar el mayor olor posible, “uff huele riquísimo, se ve que eres muy delicada con tu aseo, estoy seguro que te encantará”.
Y antes de poder hacer algo más, Genaro me tomó del rostro y me giró para introducirme de nuevo su miembro en la boca “quién te dio permiso de parar” dijo.
Mientras seguía introduciendo su miembro en mi boca, imaginaba a Felipe disfrutando de esa vista que le estaba regalando. El día anterior yo... en el restaurante ya había probado el miembro de Genaro…mientras tú subías a su oficina él aprovechó para que se lo hiciera en el estacionamiento en la camioneta.
La historia era real, yo había estado allí, sabía que algo había pasado un día antes. Mi bella esposa había hecho disfrutar a otro hombre con su boca… sobre su miembro masculino en aquel estacionamiento.
—Sofía qué más pasó en ese restaurante yo estoy seguro que algo más pasó… noté que tu ropa interior era diferente en la noche a cuando salimos en la mañana… —dije casi en un susurro.
—Oh… lo notaste… — me respondió con más lágrimas en los ojos —aquel día él metió su mano en mi pantaleta mientras comíamos, al principio puse resistencia, pero fue caso perdido, él era muy insistente y me acusó de divulgar ante la empresa que yo era una zorra.
Me dijo que se moría por mí y que se moría por tenerme en la cama haciendo conmigo lo más sucio que podía hacerme… dijo que él como todos o la mayoría de sus amigos querían tener a una mujer como yo… para hacer aquello. Y mientras se lo chupaba en la habitación de Felipe, me lo recordó.
—¿Qué te recordó?, ¿Qué era lo que querían Genaro y sus amigos? —dije.
—No supe en qué momento sentí que mi ropa íntima se deslizaba sobre mis muslos, Felipe él… había deslizado mi colaless por mis nalgas y la había logrado sacar de una pierna dejándola solo puesta en una, mis zapatillas seguían puestas y me dificultaron moverme un poco, sentí su respiración en mi trasero, olfateaba como si de un exquisito postre se tratara, y mientras lamía la tranca de Genaro, sentí su lengua recorrer toda la línea entre mis nalgas, desde mi vagina hasta mi cu… mmm lo. Pero no paró allí, sino que continúo lamiendo y chupando, introduciendo su lengua oh Cielos se sentía tan… —
Sofía había hecho una pausa parecía que el hecho de recordar aquello la había vuelto recordar como si de un magnífico momento se tratara —tan… rico, él no lo dejaba… lo que tanto deseaban… a lo que Genaro se refería, lo que a ellos como a casi todo hombre le gustaba… era el sexo a… nal.
Sentía mi pene palpitar al mencionar el deseo de aquellos hombres hacia con ella. Quería interrumpirla, quería decirle que era una puta, o era una dama inocente que solo había tenido mala suerte, cómo podía yo hacer algo, me pararía e iría a reclamarles, aunque eso podría meternos en problemas en el trabajo.
—Sentía que moría, retiré el miembro de mi boca y gemí, gemí tan fuerte como nunca antes, no supe que hacer, mi cuerpo se estremecía sentía que mis piernas flaqueaban, Emmanuel se río y Genaro.
—Te lo dije mírala como disfruta mientras le chupan su culo —dijo Genaro e introdujo nuevamente su miembro en mi boca entre mis gemidos y succiones de mi boca en su tranca —puedes gemir con mi verga en tu boca no pares.
Felipe continuaba sus labores en mi trasero, lamía mis labios vaginales los mordía, era el mejor sexo oral que me han hecho, incluso metía algunos dedos haciéndome retorcerme de placer.
Intentando meter su lengua lo más profundo en mi pequeño agujerito, parecía obsesionado con él. En un momento él lo dejó, pensé que se había cansado o continuaría con otra parte de mí.
Cuando sentí un dedo intentando introducirse en mi cavidad. Sentía mucho dolor, perdí el control de mi cuerpo, Genaro aceleró su miembro en mi boca y descargó su semen dentro de mí, escurriendo en mis labios.
El dedo de Felipe solo presionaba sin poder introducirse casi nada, y él comenzaba a chupar mi vagina, me meneaba con la otra mano intentando meterlo sin éxito.
“Qué estrecha es esta mujer, su culo es tan chiquito que no puedo meter mi dedo, ya quiero sentir mi verga en él, sentir su calor y lo apretado que es.”
Su otra mano se posaba en mis medias, sintiendo su textura. En ocasiones sus manos subían hasta mis caderas, Genaro se reía de mis expresiones sabía que en el fondo estaba disfrutándolo.
Felipe… Él rompió el silencio “no hay que esperar más, se ve que lo disfruta, lo tiene tan estrecho, siento como aprieta mi dedo, no puedo esperar a sentir lo mismo en mi miembro.”
Yo solo gemía, sus palabras me hacían pasar mucha vergüenza, pero a la vez el estar siendo poseída por ellos me tenía extasiada, pidiendo más.
No podía creer lo que me contaba Sofía, en el tiempo que llevábamos casados ella nunca me había permitido tener sexo anal, era algo que veíamos como tabú e incluso algo que le parecía desagradable.
—Genaro me pidió montarlo, mientras retiraba su miembro de mi boca, tomándome de los brazos indicando que me subiera arriba de él, cuando estuvo mi cuerpo sobre el suyo y mis muslos de cada lado de su pelvis, sentí su miembro tocar mi intimidad, buscando introducirse en ella, temblé por el sin fin de sensaciones que sentía en ese momento.
Desesperado por estar dentro de mí, me forzó a dejarme caer sobre su estaca caliente, sentí ese enorme y venoso miembro dentro de mí, seguido de sus movimientos penetrándome “ahhh” gemí, nuevamente una y otra vez, hasta que de repente una respiración en mi nuca, me hizo recordar que Felipe se encontraba aún detrás de mí.
Las manos del viejo se colocaron en mis pechos mientras se acomodaba detrás de mí, se había subido a la cama y se encontraba de rodillos detrás de mí, colocando su miembro rozando mis nalgas, gire mi cabeza sobre mi hombro para verlo, él sonría, mientras con una mano me tomaba de un seno con la otra movía su miembro entre mis nalgas.
“Es hora muñequita…pero antes dime ¿Cuántos afortunados como yo, han sentido la estrechez de tu culo?” dijo. Me moría de pena, mis mejillas seguramente estaban rojas por el calor y por la vergüenza, cariño tú sabes que nunca lo hemos hecho por allí, tampoco antes de conocerte y decidí no responder.
Las manos de Genaro en mi cintura hacían que su miembro entrara y saliera cada vez más rápido, pero al ver mi rostro y lo que Felipe quería hacer paró.
La mano de Felipe bajó a mi cadera, mientras con la otra sostenía su miembro en la entrada de mi pequeño culito, parecía que su miembro y mi huequito se atrajera, como si un trato entre ellos se hubiera pactado, sin que yo pudiera tomar parte de su convenio, sentía como me punteaba, y su aliento en mi espalda solo hacía estremecerme cada vez más, el silencio solo se acortaba por mis gemidos y mi respiración.
Genaro que se había detenido con el bombeo, sonría.
“Está muy excitada Felipe ¡hazlo ya! se ve que se muere por que la penetres”.
Sabía que mi virginidad sería tomada por otro hombre que no eras tú…mi marido y que no solo eso sería la primera vez en algo, si no que sería también mi primera vez siendo penetrada por dos hombres al mismo tiempo.
“Dime Sofí, sé que lo quieres, pero no te lo daré hasta saber cuántos te lo hemos metido por el culito, tu parte más íntima, puedo ver cómo se contrae, como lo aprietas como luchando por sentir mi verga dentro de ti, lo quieres, no luches y siéntelo.”
—No pude, no pude más con todo eso, mis caderas empujaban hacia abajo presionando la verga de Genaro, y también hacia atrás, hacia el enorme falo de Don Felipe, aquel miembro ancho, gordo y en forma de gancho, que me daba estocadas en mi culito.
—¡NADIE!… nadie ha estado allí, siempre lo he guardado como algo importante, por favor, por favor Don Felipe no lo haga —dije muriendo de vergüenza, pero mi voz parecía más de súplica por que lo hiciera, todo resultó peor, sentí sus manos apretar mi cadera, bajar hasta mis medias, sentir mi liguero, su respiración se hizo más fuerte, parecía que bufaba, sentí sus labios darme un beso en la espalda y mientras una de sus manos acomodaba su tosco miembro en mi entradita, sentí como resbalaba milímetros dentro de mí “ahhh….” Gemí y entre gemidos y llanto susurré “nadie me lo ha hecho por allí”.
Su miembro se introdujo forzado, apretado, batallo en todo momento, sentí resbalar cada milímetro dentro de mí “ahhh, ayyy, ahhh, por favor sáquelo, me está partiendo” Felipe lo introducía con fuerza y despacio, como barra ardiendo dentro de mí, su forma curva me estaba partiendo en dos, sentía como mi culito se dilataba intentando cubrir todo el cuerpo venudo de su ocupante, lo sentía palpitar “ahhh ahhh ahhh” sentí como lo apretaba, mi estómago apretaba como instinto, sin que yo pudiera hacer algo más, mis piernas temblaban y apretaban al otro miembro que se encontraba en mi vagina.
“Mire nada más se lo metiste y me empezó apretar más” dijo Genaro “se ve que le encanta sentir la verga en el culito” sentía vergüenza, sabía que sus palabras eran ciertas, mire de nuevo para ver a Felipe, sus ojos mostraban perversidad y cierto júbilo por ser el primero y el único al que le estaba regalando mi virginidad, mis caricias más íntimas, al que le estaba apretando con todas mis fuerzas su miembro con mis paredes anales.
Cuando todo su cuerpo venoso estuvo dentro de mí ambos empezaron a bombearme, haciéndome sentir la sensación más excitante de mi vida, dos hombres que no eran mi esposo me penetraban insanamente, a su voluntad, tomando mi cuerpo como suyo, para goce y disfrute de ellos, los sentía dentro muy dentro de mí, sacándose sus más bajos instintos en mí, no sabría cómo explicarlo, “Ahhhhhhhh, Ahhhhhhhh, por favor más despacio”, “ahhh ahhh, duele”, “ahhh ahhh, no paren”, no supe en qué momento mi ganas de que pararan cambio y comencé a disfrutar de ellos también.
“Eres un regalo, soy el primero en follarte el culo, jamás creí que a mis 67 años pudiera estar con una jovencita tan perfecta como tú, con un cuerpo como el tuyo, y desvirgarte el culo” dijo Felipe. Yo solo miraba de vez en cuando sobre mi hombro para ver al hombre que había sido el primero, me masajeaba los pechos y me tomaba de mi cintura, mientras Genaro, continuaba follándome desde abajo.
Emanuel que se había limitado a ver se subió a la cama y mientras era tomada por sus dos compañeros se acercó con su miembro a mi boca, sabía que era lo que quería y lo hice…—.
Sofía paró, mirándome como arrepentida de estar contado todo eso, yo estaba muy excitado y no sabía que debía hacer, una mezcla de confusión entre dejar a esa puta y pedirle el divorcio, consolarla por lo sucedido y quizás hasta denunciar a aquellos hombres o solo dejarme llevar por mi oscuro fetiche que estaba presentando.
—¿Amor estás bien? —dijo Sofia —Tal vez no debí contarte esto, yo estoy apenada lo siento tanto, por favor perdóname, yo te amo, ¿deberíamos denunciarlos? —
—No…yo…mmm…estoy bien, solo quizás en shock, no sé si sea lo correcto denunciarlos, ¿Qué hay de nuestros trabajos? —respondí.
—Lo sé, y permití que pasara todo esto y lo del restaurante por miedo a perder la vida que llevamos, no quería lastimarte y menos perderte. Soy una mala mujer por haber disfrutado de ellos al final, te juro que no quería, pero no sé qué pasó.
—No te preocupes cariño…estaremos bien, dentro de mí sé que hiciste lo correcto, creo que tenemos mucho que pensar y hablar… —con un nudo en la garganta finalice —¿y qué más pasó? —.
—Mmm… yo… ok… Genaro, comenzó a bombearme cada vez más fuerte, hasta que sentí como me penetro muy al fondo, lo sentí palpitar, hasta que me lleno muy al fondo con sus líquidos, llore le suplique que no lo hiciera, pero fue en vano. Felipe que seguía bombeando por atrás, me partía una y otra vez, yo sufría, paro mi pequeña cavidad parecía gustarle, como si yo no tuviera control sobre él, se acoplaban, apretando su interior sobre aquel intruso que se hizo su dueño “que estrecha eres, eres una delicia mujer, siento como me estrujas dentro de ti” me dijo Felipe, y comenzó a sacarlo y meterlo completo, mientras sus manos se sostenían en mis muslos en el comienzo de mis medias, gemí como nunca, pese al miembro de Emmanuel que se mantenía haciendo movimientos, lo sentí palpitar hasta que finalmente llegó su descarga de semen en mi garganta, intente sacarlo y escupirlo pero él no me lo permitió.
Felipe parecía querer introducirse aún más, comenzó a nalguearme y cuando menos lo espere lo metió fuerte y muy al fondo depositando su carga.
Los tres satisfechos comenzaron a suspirar de haberme disfrutado, y a levantarse poco a poco. Me quedé acostada en la cama boca abajo mientras ellos, comenzaron a vestirse y tomar fotos.
“Creo que es suficiente por hoy” dijo Genaro, tomaron la cámara y se vitoreaban unos a otros, como si se hubieran olvidado de mí por unos instantes, cuando terminaron se dirigieron a mí, diciéndome que si seguía así iba tener un ascenso, y que más me valía no decir nada en la empresa.
Una vez que se marcharon me apresure a cambiarme y correr a la habitación. De verdad lo siento amor, lamento tanto lastimarte con mi relato.
—No —le puse un dedo en sus labios, silenciando lo que estaba diciendo —te amo y eres mi esposa, se que saldremos de esto, lamento lo que estás pasando, no eres de hierro, eres una mujer hermosa con un cuerpo que cualquier hombre desearía, a como lo veo yo, no tenías muchas opciones hiciste lo que creíste necesario y en el calor de la situación disfrutaste, te perdono, ahora quiero terminar a lo que venimos a este lugar.
Le respondí seguro, con miedo, consternado por todo, excitado y con ganas de disfrutar a mi mujer. La tome y la recosté en la cama, comencé a quitarle el vestido y a besar su cuerpo, le dije cuánto la amaba, y ella sonrío agradecida, me acariciaba el cabello mientras la tomaba de la cintura y besaba su vientre plano y tonificado, retire su sostén, y tocaba sus piernas cubiertas de aquella fina tela, se sentían sucias quizás de sudor, y todo lo que habían pasado en otra habitación de ese mismo hotel, retire sus colaless, y vi su intimidad algo roja, depilada como siempre, y tan perfecta, mientras sus piernas a cada costado mío aún con zapatillas y medias se estremecía por mis besos, mientras besaba su vientre y bajaba poco a poco ella tomó mi cabeza al notar lo que estaba a punto de hacer.
—Espera por favor, no lo hagas… yo no tuve tiempo de darme un baño… —dijo.
Pero sin escucharla por lo excitado que me encontraba comencé a devorarle su intimidad sintiendo diferentes sabores, casi seguro sentía como escurría un líquido blanco que no parecía de ella, fue cuando me di cuenta de lo que me estaba diciendo, no se había limpiado y las cargas de Genaro y Felipe aún seguían allí, una ola de excitación me golpeó como nunca, y mi pene tomó una fuerza increíble, estaba excitado, por probar las huellas que otro hombre dejó en mi esposa. Un hombre al que conocía, mi jefe, Genaro.
La devoré de arriba abajo hasta lamer también su pequeño orificio, aquel que hace poco había albergado el descomunal miembro de Felipe. Su sabor salado, único, y con rastros de un poco de sangre, seguramente por la ferocidad de aquel encuentro, se notaba.
Su zona anal se miraba dilatado y rojo. El mar de sensaciones causó en mí algo que no esperaba que llegara tan pronto… eyacule.
Fin del Capítulo III
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10 comentarios - Mi esposa Sofía: Demasiado Hermosa Para Un Solo Hombre 3