“La confesión”
–Son tantas cosas que me han pasado últimamente que no sé por dónde empezar- fueron mis primeras palabras que le manifesté al psicólogo. Estaba tan nervioso que mi mirada se centraba en el suelo, mis manos sudaban y mis piernas temblaban. Nunca le había contado mis problemas más íntimos y familiares a un extraño como aquel hombre que trataba de hacerme sentir cómodo. Por unos minutos pensé que estaba perdiendo el tiempo, ya que ni siquiera hablaba de esos temas con alguien de confianza, ¿por qué lo haría con un desconocido?
Entonces él se acercó a mí con un vaso con agua, tras dármelo me dice, –“Sé que estás nervioso y que piensas que esto es una absurda estupidez, pero te aseguro que todo lo que digas aquí no va a salir, yo te escuchare y voy a ayudarte”- al oír aquello, levante mi mirada, observándolo a la cara me di cuenta de que tenía una sonrisa bastante amigable. Comprendí el porqué él era el especialista más solicitado en la ciudad y que mi tía me lo haya recomendado, tenía algo diferente a todas las personas, era capaz de leerte al instante con unos pequeños gestos y su mirada te atrapaba, entrando así automáticamente en confianza.
–O-ok- le respondí, bebí toda el agua, cerré los ojos y suspiré. Cuando los volví a abrir, él me pidió que inicie desde el principio, presentándome para hacer así la conversación más natural. –Bruno, mi nombre es Bruno, tengo 18 años y vivo con mis padres y mi hermana- exprese, tomando un pequeño descanso para continuar diciendo, –Estoy aquí porque desde hace poco, descubrí terribles secretos en mi familia y ya no sé en quién confiar o qué es lo correcto- mientras él no sacaba los ojos de mí. Nuevamente me dio algo de ansiedad, no por desconfianza, sino por los recuerdos de aquellos eventos, que me llevaron ahí.
Como dije anteriormente, todo comenzó cuando descubrí los secretos más íntimos de mi familia, transformando así mi vida en una pesadilla de la cual me gustaría despertar. Aunque para ser sincero, también hay algo bueno entre toda esta mierda. Pero antes de hablar de aquello, empecemos por el primer secreto que descubrí en mi familia. Para ese entonces yo tenía 14 años y me preparaba para fiesta de cumpleaños de mi “hermana menor”. Con Emma teníamos 1 año de diferencia, sin embargo íbamos en el mismo grado, mis padres me decían que se debía a que Emma no quiso despegarme de mí cuando entré a primaria.
Honestamente, siempre tuve dudas sobre esa historia, pues yo recordaba que en mi primer día en la escuela, a la primera persona que vi fue a Emma, quien estaba sentada con una sonrisa angelical, no obstante, cómo iba a dudar de la palabra de mis padres, ellos no me iban a mentir con algo así ¿verdad?, a pesar de querer a Emma como mi hermanita, algo en mi interior me hacía reacio a verla como tal, más cuando ella era muy diferente a mí. Con solo decir, que ella tenía el cabello castaño y los ojos claros, tanto mis padres como yo, teníamos el pelo negro y los ojos oscuros.
Ninguno de mis tíos tenía esos rasgos y menos mis abuelos, por lo que Emma era única en la familia. Bueno, regresando con el cumpleaños de mi hermana, recuerdo haber bajado y camine hacía el salón, ahí Emma estaba junto con sus amigas y se veía tan linda como siempre. Sus ojitos verdes me cautivaban y me dejaban atolondrado, entonces mamá se me acercó y me susurró en el oído que tome asiento para que iniciemos con la fiesta. Obedecí con la idea de sentarme al lado de mi hermana y poder estar cerca de ella, sin embargo, cuando iba llegando a ese asiento, Pedro, un chaval de nuestra clase, se sentó ahí.
Él y yo no nos llevábamos bien, en la actualidad mucho menos, pero en ese instante lo deje pasar, ya que era el cumpleaños de mi hermana y no quería se arruine por una tonta disputa. Aún si eso significaba que tenía que sentarme en el puesto más alejado de ella, tal como si fuera en el colegio, Emma brillaba ante los ojos de todos y yo pasaba desapercibido en las sombras. A mí no me molestaba para nada aquello, aunque prefería estar lo más cerca de ella, para admirarla y luego plasmarla en mis dibujos. Un hobby que fui desarrollando por toda mi adolescencia y me llevó a descubrir los otros secretos familiares.
Bueno, sin adelantarme tanto, tras comer y abrir los regalos, alguien tocó el timbre, como nadie atendía fui yo abrir la puerta, al hacerlo veo un señor de pelo largo, con gafas de sol y de traje. Él me saludo, pasando su mano por mi cabeza, despeinándome. Me pregunta por Emma y yo le digo que estaba adentro sentada celebrando su cumpleaños, el hombre sin decirme ni una palabra entra y entonces escuchó a mis padres decir, -“¿Gerardo? ¿Tú qué haces aquí?”- a lo que él contesta, -“Viene a ver a mi sobrina”-, Emma de forma inmediata dio un brinco y corrió hacía el hombre, abrazándolo con emoción y diciéndole tío.
–Ti… ¿Tío?- balbuceé confundido, mire a mis padres, quienes me sonrieron y me dijeron que hablaríamos después del cumpleaños. Al terminar la fiesta, ellos se sentado conmigo en la mesa y me revelaron la verdad, de que Emma no era mi hermana. Debo admitir que por unos minutos me fue difícil de digerir aquello, pero lo hice porque en el fondo siempre supe la verdad, solo que yo no quería sacarme la venda de mis ojos. Mis padres se hicieron cargo de Emma porque eran amigos de sus padres y para ese entonces el tío de Emma era menor de edad, para cuidar de ella.
Los demás familiares de la chica, no tenían una buena relación con los difuntos y no quisieron hacerse cargo de ella. En vez de dejarla abandonada a su suerte en algún centro residencial, mis padres decidieron hacerse cargo y adoptar a la hija de sus amigos. Tras oír cómo fueron los sucesos, yo me coloqué de pie y me fui a mi cuarto, donde estuve encerrado un buen rato, hasta que mi madre fue a verme. Ella me acurrucó en sus senos, los cuales comenzaban a incomodarme, ya que, yo ignoraba el hecho que mi madre me encendía.
Mi vida no sufrió un gran cambio, pues Emma siguió viviendo con nosotros, no obstante, nuestra relación si fue distinta, principalmente al cumplir 18, porque dejé definitivamente de verla como hermana y pasó a ser la chica más guapa y atractiva para mis ojos, sin mencionar que era mayor que yo por unos meses y no menor como me habían hecho pensar mis padres en un principio. Bueno, igualmente esto se debía a que mis únicas interacciones con mujeres, se limitaban a mi madre y mi hermana adoptiva. Ambas iban despertando en mí un deseo, que se reflejaba en mi entrepierna, sin embargo, yo no le di mucha importancia y solo me concentré en mi arte. Fui mejorando mis técnicas en el dibujo y mis retratos cada vez eran más parecidos a la persona.
Este hobby y pasión por el arte, lo oculte de todos, transformándose en mi secreto, porque mi padre al verme tan tímido con las mujeres y que no me relacionara con ellas, pensó que yo era homosexual, algo que no le agradaba mucho. Un día, Jorge, uno de mis primos, se quedó en mi casa por unas 2 semanas. Él era mayor que yo por 2 años, no solía llevarme mal con él, solo era muy irritable, pues de alguna manera, yo era su rival a vencer, haciendo que todo, pero absolutamente todo, fuera una competencia. Los premios por haber ganado estás disputas, eran nada más ni nada menos que un abrazo de mi madre.
Ella se llama Isidora, por cierto, es una mujer bastante guapa, la envidia de las mujeres y el deseo de los hombres de la vecindad, pues además de ser linda de rostro, también tiene un cuerpo maravilloso, el cual sabe cómo presumirlo. El contorno de su busto es de 94, el de su cintura 65, mientras que sus caderas son 94, mide cerca de 1.69 cm, su cabello es negro, de tez blanca algo morena y actualmente tiene 37 años. Ella es 10 años menor que mi padre, él se llama Daniel, es un hombre con un cuerpo robusto a diferencia de mí, mide aproximadamente lo mismo que yo, 1.80 cm, tiene el pelo negro también, es de tez blanca.
Como dije antes, mamá tenía a varios detrás de ella y desde que tengo memoria, Jorge había sido uno de ellos, aunque esa obsesión aumentó en esa época cuando él tenía 20. A mí sinceramente me daba igual, pues nunca relacione aquello con un interés sexual, además pensé que solo hacía eso para que mi madre fuera más cariñosa con él, como lo era con su hermano Antonio. Él es mayor que yo por 5 años, más o menos a los 18 años él comenzó a ser muy atento con mamá, desde entonces, siempre la ayudaba cuando era necesario, por lo que era natural que ella fuera amable y cariñosa con él.
Regresando con Jorge, él un día antes que tuviera que regresar a su casa, encontró uno de mis retratos que tenía de mi madre. Yo lo había dejado en mi escritorio para que el sol secada la pintura, salí a acompañar a mi papá a hacer unas compras, cuando regreso, veo al muy cabrón con la pintura en sus manos y se lo regala a mi mamá, haciéndolo pasar como una obra suya. Evidentemente, yo me quedé en silencio y no fui capaz de decir la verdad, por el temor de que mi padre, desaprobada mi pasatiempo y me haga olvidarme del arte.
Aquello me dolió, pues mamá felicitó al gilipollas de mi primo y lo alabó por algo que él no había hecho. Por lo que decidí dejar de hacer retratos de ella, para que así el pendejo de Jorge no vuelva a robarme uno y mamá no siga cayendo en su red de malicia. Me sentí un poco desmotivado el tener que solo dibujar a Emma, ya que si bien me encantaba hacerlo, el cuerpo de mamá era lo que más me fascinaba trazar. Fue entonces cuando decidí explorar una página para adultos, al principió sentí nervios, porque joder, a pesar de tener 18 años, mi madre me seguía protegiendo como un niño pequeño.
Encontré varias hermosas chicas y mujeres, con cuerpos majestuosos, no obstante, solo dos de ese sitio llevaron toda mi atención, una tal “Luxure” que era una francesa con un cuerpazo divino y que con solo observarlo quise tallarlo. La otra que me hizo alucinar fue “Summer 24”, una rubia que me dejó tiritando y que curiosamente ese día había hecho su primera publicación. A pesar de que no podía ver sus rostros, dibujar sus cuerpos era algo completamente fantástico para mí. Pero no solo ellas se unieron a mis lienzos, sino que también a mi vecina.
A ella lo incluí cuando un día abría la persiana y miré por mi ventana, ahí la aprecie tomando sol, en un diminuto bikini, que con suerte lograba cubrir sus pezones y su coño. Quedé anonadado, apreciando el cuerpo de la señora Natacha por unos largos minutos, al darme cuenta que ella no notaba mi presencia, busqué un lápiz y una hoja, para comenzar a delinear esa figura, que con el tiempo fui considerando como perfecto. Mi vecina se transformó así en una de mis modelos favoritas para dibujar, todas las tardes cuando ella salía a tomar sol, yo me asomaba por mi ventana para retratarla. A diferencia de otros chicos, yo no miraba a la señora Natacha con ojos depravados, solo la veía como mi musa y con quien iba mejorando mi talento con el pincel.
Los días fueron pasando y mí la vida era lo más normal posible, hasta que enfrente la realidad en este último mes, que han sido una completa y absurda locura. Todo empezó un viernes cuando Emma y yo nos dirigíamos a estudiar. Si bien ella no me generaba pasión para dibujarla, para mí seguía siendo la chica más linda de todas y no lo decía solo yo, sino que en el colegio causaba furor tanto en chicos como en chicas. No había quien pudiera resistirse a esa belleza y me sentía privilegiado por ir con ella a la escuela.
Ingenuamente pensaba que los demás notaban mi existencia al ir caminando junto a ella, generando celos e envidia. Además, Emma no se avergonzaba de mí, era tan cercana como lo era en la casa, aunque claro, había instantes en que ella se iba con sus amigas y amigos, mientras yo me refugiaba en la biblioteca. A mí esto no me molestaba, porque ella no tenía la obligación de estar siempre a mi lado, de hecho a mí me bastaba con solo verla sonreír, con eso yo me daba por pagado. Ese día, tras salir de clases, mi hermana se me acercó y tomándome del brazo me llevó a una esquina.
La miré confundido, preguntándole ¿qué era lo que quería?, ella me susurra en el oído que quería salir a caminar conmigo. Al escuchar esas palabras, trague mi saliva y me coloqué nervioso. Emma me sonrió y me pidió que la esperada, ya que iba a ir a cambiarse, era bastante común que ella llevará prendas de cambios, pues algunas veces después de clases, ella y sus amigas se iban a tiendas de ropas o al cine. Espere pacientemente y cuando salió, me quedé a boca abierta. Ella vestía con un short de mezclilla y un top amarillo, con solo verla caminar, me excite.
Trate de ocultar aquella erección y que mi hermana no lo notara, sin embargo, los nerviosismos me jugaron en contra, Emma terminó dándose cuenta de lo que había provocado en mí y en mi cuerpo. No dijo nada, en ese momento, incluso, trato de ignorarlo como si nunca hubiera visto el bulto que se formó en mi entrepierna, yo me esforcé en hacer lo mismo, para que ese incidente no afectada a nuestro paseo. Aunque lo pasamos bien, yo no pude olvidar lo que ocurrió y durante toda la noche me agobiaba por eso y me preguntaba si Emma se iba a volver distante tras aquello.
No logré conciliar el sueño, porque después de pensar de lo ocurrido, mi pene no dejaba de estar duro, era tanta la calentura que mi erección me dolía. Nunca me había masturbado, jamás sentí la necesidad de hacerlo, no obstante, siempre hay una primera vez para todo y esa fue mi primera paja, pensando en nada menos que en mi hermana adoptiva. Imaginaba que me encontraba a su habitación, ella se quitaba su pijama y me dejaba ver su sensual cuerpo desnudo. Sentándose en la cama, me presumía sus tetas y ese coñito virgen, el cual estaba muy mojado. Yo cortaba la distancia y ella traviesamente, me bajaba el pantalón.
–Ooohh… Síííííííí… Sííííííííí… Hermana, toma mi verga y tranquilízala- balbuceaba entre mis cobijas, no podía dejar de jalarme la polla con desesperación, entre más rápido lo hacía mejor se sentía, al grado de que comencé a gemir en voz alta. –E-Emma… N-no… No pareeessss… Hermanaaaaaaa…- dije, soltando una gran descarga. Fatigado tomaba aire y me daba cuenta de que había ensuciado mis sabanas, las que quedaron empapadas de mi semen. Aún agitado me volteé y miré hacia donde estaba la puerta, percatándome que estaba entreabierta.
Aterrado, me subí con rapidez el pantalón y me levante, acercándome a la puerta, observé ligeramente por el pasillo. No vi a nadie, así que cerré la puerta y me acosté con mi corazón palpitando como loco. Al día siguiente, me desperté muy temprano, para poder llevar mis sabanas y mi pijama a lavar, luego de eso, subí a mi cuarto donde busqué mi toalla y mi ropa, entrando así al baño para tomar una ducha. Pensé que con la paja que me había dado en la noche, todo volvería a la normalidad, pero no fue así, una vez más, mi cuerpo se calentaba y mi verga se colocaba erecta.
Recordaba esa exquisita sensación que sentí cuando me la jalaba y el enorme placer que experimenté cuando me corrí. Inconscientemente empecé a tocarme, mis manos apretaban mi tronco y con suavidad lo sobaba, el agua que caía sobre mí solo hacía más excitante ese momento. Cerraba los ojos de nuevo, para fantasear con Emma. Mi mente me llevaba de regreso a mi habitación, justo cuando yo me corrí en la noche anterior, todo era igual a excepción que cuando miré a la puerta, me percataba que mi hermana estaba observándome.
Me quedaba perplejo e intentaba buscar una explicación a lo que había pasado, no obstante, mi hermana entraba a mi dormitorio, cerraba la puerta colocando el cerrojo y mordiendo sus labios se acercaba a mí.
Yo: E-Emma… ¿Qué estás haciendo?
Le preguntaba nervioso, ella continuaba disminuyendo la distancia entre ambos, se sentaba en mi cama y levantando mis cobijas, las hacía a un lado. De esta manera, ella veía mi verga flácida, aunque todavía con esperma alrededor.
Emma: Tú qué crees que hago hermanito.
Me contestaba con cierta picardía en su tono, algo que me encantaba, pues siempre me han atraído las chicas personalidad más coqueta y directas. Me cachondeé mucho, aún sabiendo que todo era producto de mi imaginación. Sus manos comenzaban a quitarme la camiseta, para dejarme completamente desnudo.
Emma: Vaya hermano, nunca se me paso por la cabeza que tuvieras un cuerpo atlético y trabajado, es decir, siempre te la pasas estudiando y la otra parte de tu tiempo estas encerrado en tu cuarto.
Me decía, tocando mi torso con sus manos. Sentir sus dedos recorriendo mi cuerpo y sus uñas rasgándolo con ternura, producía que mi pija se colocará dura otra vez.
Yo: Eh, bueno… Siempre he caminado de la casa a la escuela y viceversa, supongo que eso me ha ayudado a mantenerme en forma y algunas veces hago un par de ejercicios, además de ayudar a mamá con la limpieza.
Emma: (Sonríe) Aun así, sigo sorprendida, quizás porque nunca quise verte con otros ojos que no fueran de una hermana, pero veo que tú ya no me veas como tu hermanita.
Ella siguió acercándose, su respiración me sofocaba y mi corazón se aceleraba. Sus labios tocaron tiernamente los míos, luego los mordió. Para mí el tiempo se detenía, pero Emma no lo hizo y continuó con unas suaves acaricias a mis mejillas, hasta besarme. Se sintió tan real aquel beso, que termine corriéndome, soltando una gran descarga como lo había hecho en la noche. Con la cabeza dándome vuelta y jadeando, me quede apoyado en la pared, mientras el agua seguía cayendo sobre mi cuerpo. Sonreí satisfecho, entonces me percaté que había semen por varias partes.
Me coloque a limpiar y después me seque el cuerpo, para proceder a vestirme. Cuando me aproxime a la puerta, me di cuenta que está estaba entreabierta. Un escalofrió recorrió mi espalda, como símbolo de terror que sentí en esos segundos, ya que era la segunda vez que ocurría aquello. Aunque decidí no darle mayor importancia, pues todo el mundo puede cometer un descuido e incluso dos veces, más cuando andas con la cabeza en otro lado. Al salir me encontré de frente con Emma, quien entre sus brazos y manos llevaba su ropa, su toalla y unas lociones para su cabello.
Emma: ¿Por qué tardaste mucho hermano? ¿Acaso piensas que eres el único que vive en esta casa?
Yo: Y-yo… Yo…
Emma: (Interrumpe) No digas nada. (Ríe) Vas a tener que compensármelo con una salida, ¿ok?
Yo: Eeehh… Bu-bueno.
Emma sonrío diciéndome que era el mejor hermano que pudo haber pedido, me sentí mal al oír aquello, no podía dejarme dominar por esos sentimientos obscenos, no era correcto mirar a Emma como una mujer, ella era mi hermana, aunque no lo fuera de sangre. Al notar que mi rostro transmitía amargura, se acercó a mí para preguntarme si me pasaba algo, yo le respondí que no.
Emma: ¿Estás seguro? Porque tu rostro no es el más alegre que digamos.
Yo: No, es que solo estaba pensando hermana.
Emma: Ya veo, espero que cuando yo salga, estés contento como hace un rato.
Esas palabras me dejaron paralizado e intrigado, Emma entró al baño y cerró la puerta, sin darme tiempo para preguntarle a qué se refería con eso. Comencé a caminar por inercia, seguía abrumado por ese dicho de mi hermana, – ¿Qué quiso decir?- retumbaba en mis pensamientos, los cuales se fueron haciendo cada vez más profundos. Tras dejar mi ropa sucia en el canasto, fui a la cocina, en donde se encontraba mi madre. Ella en ese instante se estaba agachada, con su cola levantada, una imagen que era simplemente asombrosa y alucinante.
Aun si era el trasero de mi madre, no pude evitar quedarme viéndoselo como un depravado, pues lucia tan apetitoso, en ese pantalón ajustado, que cualquiera en mi lugar se quedaba hipnotizado como lo estaba yo. Luego de unos minutos de estar como estatua y en silencio, me acerqué a ella, tomando una manzana de la mesa y le dije, –La má, ¿qué haces?, ¿necesitas ayuda en algo?- al parecer la pille de sorpresa, ya que dio un brinco cuando le hable y con un rostro bastante inquieto me miro a la cara.
Isidora: (Agitada) Hi-hijo, ¿tú qué haces aquí?
Yo: (Rio) ¿Tú que crees mami? Vine a desayunar.
Ella se limito a decirme, –“Perdón hijo, ando muy distraída hoy”-, yo le conteste –Descuida ma, sé que andas pendientes de otras cosas, por cierto, ¿papá ya se fue a trabajar?- mi madre se quedó en silencio, como si me estuviera ignorando y continuó limpiando. No quise insistir, así que tomé un tazón para prepararme un café y me senté en la mesa para comer. Durante todo ese rato, mamá no me hablo, y aunque a mí al principio no me molestaba, aquel silencio se fue transformando en incomodes, debido a que mi mente pervertida empezaba a ver a mi madre de otra forma.
Mi pene se endurecía lentamente, mis ojos seguían a esa hembra a todas partes, enfocándose en su culo y sus tetas. –Guao… Mamá realmente tiene un cuerpazo- me dije a mí mismo. Ella se giro y me quedó mirando de frente, su rostro mostraba extrañeza y no la culpo que me viera como un bicho raro, pues la estaba deseando, ¿quién en su sano juicio observa a su madre de esa forma?
Isidora: Hijo, ¿te sientes bien?
Me preguntó acercándose donde mí, yo sin pensar demasiado le conteste.
Yo: Sí, mami… Me siento de maravilla.
Ella colocó su mano derecha en mi frente, pensó que tenía fiebre, sin embargo, mi calor corporal se debía a ella. Aprovechando la corta distancia entre ambos, agache mi mirada hacia el escote de su blusa amarilla. Me mordí los labios y sentí que mi miembro llegaba a su máximo, haciendo que el pequeño bulto que tenía, fuese sobresaliente, llamando así la atención de mi madre, la cual quedó sorprendida en un primer instante y luego soltó una pequeña carcajada. –“Chico travieso”- manifestó en un tono juguetón, mientras cubría sus senos con sus brazos.
Me quede despavorido, quería salir huyendo de ahí, que la tierra me tragada o algo parecido. Lo peor de aquello, es que mi pene seguía estando muy duro y mi madre me miraba la entrepierna con un rostro pícaro. Entonces, mi padre entró a la cocina, interrumpiendo ese ambiente incomodo que se estaba dando. Mamá dejo de observarme y se colocó a atender a mi papá, quien no se dio cuenta de la tensión que había entre mi madre y yo. Él me preguntó cómo había amanecido, yo le respondí de forma muy escueta, –Bien papá-
Tras decir aquello, nuevamente un silencio reino por un largo rato, hasta que mi padre volvió hablar, esta vez sus palabras no fueron dirigidas hacía mí, sino para mi madre, a quien le consulta en dónde había estado durante la noche. Ella quedó roja y entre tartamudeos intentaba decir algo.
Isidora: ¿Qu-qu-qué estás di-di-ciendo amor?
Daniel: Oh vamos Isidora, no te hagas la tonta. Anoche me di cuenta de que saliste de nuestro dormitorio después de que no quise tener sexo contigo.
Isidora: ¡Daniel!
Grito mi madre ruborizada.
Daniel: ¿Qué? No te vas a colocar mojigata ahora, ¿verdad?
Isidora: ¿No te das cuenta de que nuestro hijo esta en la mesa?
Expresó ella tratando de cambiar de tema, no obstante, a mi padre hace mucho que le había dejado de importar, si yo estaba presente o no, cuando hablaba de sexo.
Daniel: (Riendo) Joder Isidora, pero si nuestro muchacho ya es todo un hombre, él debe saber perfectamente de sexo y lo más seguro que ya lo ha hecho con alguna de sus compañeras, ¿verdad?, campeón.
Mi madre me miró profundamente, como si quisiera que respondiera que no, que seguía siendo virgen y eso iba a contestar, pero las palabras no me salían con tanta presión. Justo en ese instante, Emma entraba a la cocina, abrazándome y mordisqueando mi oreja, le responde a mi padre, –“Mi hermano es un chico muy bueno, un caballero que no ve a las mujeres como un simple objeto”- esas palabras hicieron que mi mamá se relajada y que mi papá soltara una gran carcajada. Finalmente estábamos los cuatro en la mesa, para desayunar como una familia “normal”.
Sin embargo, mi vida sexual ya se había establecido como tema de discusión, así que mi padre no iba a cambiarlo, tenía muchas ganas de oírme decir que las mujeres me volvían loco. Por lo que directamente me preguntó al frente de mi hermana y madre, ¿qué era lo que más me llamaba la atención de una mujer? Yo tratando de ignorar las miradas sofocantes de ellas, le contesté a mi papá que era un chico más romántico y que más que traerme el físico me gustaba la personalidad sincera de una mujer. Mi respuesta debió hacer creer a mi padre que realmente era un tonto, porque rio de forma burlesca.
Daniel: ¿En serio? Me estás diciendo, ¿qué no te calientas cuando ves un buen par de tetas o gran culo?
A mi madre no le gusto aquello, levándose de su asiento se acerca a mí, mientras regañaba a mi padre por burlarse de mi forma de amar. Abrazándome, apega mi cabeza en sus senos, entonces yo le dije.
Yo: De-déjalo, ma… Ma-mamá… Papá tiene razón, es decir, soy hombre después de todo y hay momentos que obviamente me llama la atención mujeres atractivas… Como tú mami… O como mi hermana.
Sin duda alguna, lo mejor era haberme quedado callado y dejar que mi padre piense que yo era imbécil en vez de un bicho raro, que se calentaba con su madre y hermana. Pensé que mamá también se descojonaría al escuchar eso, no obstante, siguió abrazándome y su fragancia me calentó. Mi polla que estaba relajándose, volvía a quedar erecta. Paulatinamente sentí que sus manos fueron deslizándose hasta mi entrepierna, no me la tocó, pero si sus uñas rozaron lentamente mi tallo, dejándome desconcertado. Lo único que pude hacer fue tragar mi saliva y voltear mi mirada hacia su cara, apreciando esa sonrisilla traviesa de hace un rato.
–Ma… Ma… Ma-mamá… ¿Qué haces?- balbuceé en un susurro, ella no me dijo ninguna palabra al respecto, siguió sonriendo y rasgando mi tronco duro con sus uñas, aún cuando tenía el pantalón puesto, eso me estaba excitando y provocando que mi verga siguiera creciendo. –“Ya veo de donde viene el problema”- expresó mi padre, –“Isidora, has consentido mucho a nuestro muchacho, por eso él es muy tímido con las mujeres”- agregó mirándome con una sonrisa cómplice, –“Es hora de que pases más tiempo con tu padre, hijo, te enseñaré cómo hablar y cautivar a una chica”- finalizó.
Isidora: ¿Estás loco Daniel? Deja a Bruno tranquilo, como dijo Emma, él es un caballero y no es necesario que lo corrompas para que consiga una novia, algún día va a aparecer esa chica, por mientras, puede recibir el amor de su madre.
Emma: Y de su hermana.
Manifestó Emma, mi padre rio como si todo fuera una broma, pero no lo era, yo en el fondo de mi corazón sabía que las palabras de mi madre como las de mi hermana tenían un doble sentido o quizás eso me hacía pensar mi mente depravada. Papá se colocó de pie y llamó a mi madre para que le diga algo en privado. Libre de la tentación y lujuria, miré a Emma, quien se sienta al lado mío y acerca su boca hacía la mía, con una sonrisa igual de promiscua que tenía mamá. –“Así que… Me encuentras atractiva, hermanito”- dijo, antes de rozar sus labios con los míos y luego lengüetearlos.
Yo: E-Em… ma…
Emma: Ssshh… No digas nada, te ves muy guapo así en silencio.
Así nos quedamos, hasta que mi madre regresó de nuevo a la cocina. Los minutos fueron eternos para mí, sentía unas ganas enormes de querer besarla y tocar su cuerpo igual que en mi fantasía. No obstante, logré controlarme y no cometer ninguna locura. Mi mamá al parecer no se había percatado en la posición en que estábamos ambos, aún así, me sentía con mucho nerviosismo y ansiedad. Emma se levantó y salió de la cocina, sin decir nada, al quedarme solo con mi madre, busque la excusa más tonta para huir de ahí antes de que pasara algo que no debía.
Yo: Ma, voy a ir donde César.
Isidora: ¿Dónde César?
Yo: Sí, él me pidió que vaya a ayudarlo con unas cosas.
Isidora: Ya veo, que lástima, porque yo quería pasar tiempo contigo, hijo.
Afirmó ella, mirándome fijamente. Yo no pude a rehusarme a darle una mirada más a su exquisita figura, observándola de pie a cabeza, nuevamente me dije a mí mismo, –Joder, pero que cuerpo más ardiente tiene mi madre-
Tras observarla por unos segundos, salí de la casa y fui donde César, quien era un muchacho de mi edad y el hijo de Natacha. Mi relación con él no era muy cercana que digamos, nos habíamos hecho “amigos”, nada más para admirar a la madre del otro. Yo con un fin más artístico y él más lujurioso, pero nunca le faltó el respeto a mi mamá. Apenas salí vi un enorme camión y a los padres de César subiendo unas cajas junto con otros hombres. Me acerque con curiosidad donde ellos y justo en ese momento sale César de su casa con unas cajas pequeñas.
César: Oh, hola, Bruno.
Yo: Hola César, oye, ¿y estás cajas?
Pregunté intrigado.
César: ¿Qué no lo sabes? Hoy nos vamos.
Yo: ¿Qué?
Dije impactado y desconcertado.
Yo: ¿Te vas? ¿Adónde?
César: A mi padre le salió un trabajo en Portugal.
Yo: ¿A Portugal?
César: Sí, pensé que te lo había dicho socio, pero veo que no fue así, lo siento.
Yo: No te disculpe, César.
Exprese desanimado, mientras me volteaba a ver a la señora Natacha. Me resultaba difícil de creer que ya no podría trazar ese maravilloso y escultural cuerpo, como lo hacía todas las tardes. Suspire amargado, pensando en dónde iba a encontrar a otra modelo igual que ella, tal vez era una alerta que era momento de dejar de lado mi pasión y concentrarme en lo que mis padres esperaban de mí, es decir, estudiar medicina. Lo que no debía ser un gran problema, porque mis calificaciones siempre eran sobre salientes y no me complicaba ninguna materia. –Sí, es momento de pensar en ser doctor- murmuré.
César: ¿Dijiste algo?
Yo: No, no… Solo que aún no proceso la noticia.
César: (Sonríe) Oye, no te coloques triste, lo más seguro que regrese a pasar unos días del verano en la casa de mis abuelos, así que ahí nos podremos juntar. Ah y por cierto, la casa ya fue comprada, por lo que sé vas a tener de vecinos a un viejo policía con su joven hija. Quizás le va a llegar competencia a Emma en este barrio.
Dijo riendo, yo tome una de las cajas para ayudar y le consulte si sabía cuándo llegarían los nuevos vecinos, él se quedo en silencio, lo que me descoloco un poco. César se había quedado callado, porque su madre estaba detrás de mí, yo no me había dado cuenta de aquello, hasta que ella me da un abrazo afectuoso. No era la primera vez que sentía sus gordas tetas apoyándose en mi espalda, de hecho, era una costumbre que esa mujer tenía conmigo. Por lo que no me esperaba que mi cuerpo tuviera la reacción que tuvo. Si no hubiera tomado esa caja antes, todo el mundo que estaba ahí habría visto mi erección.
Natacha: Voy a extrañarte Brunito, siempre fuiste atento conmigo y un buen amigo para mi hijo. Ojalá que en Portugal nos toque vecinos como tú y tu familia.
Manifestó Natacha, a mí no se me ocurría ninguna cosa para contestarle, sin embargo, aquello no era necesario, pues la mujer rápidamente continuó diciendo.
Natacha: Samuel, el nuevo dueño de esta casa debería llegar mañana. Te adelanto que no es un mal hombre, así que tranquilo, de seguro se llevaran bien y Agustina, su hija, es un amor y una belleza. Mejor no te digo nada más y te dejo que lo compruebes con tus propios ojos.
Aquella información, era lo menos importante en ese momento, seguía nervioso porque mi pija no dejaba de estar dura. De forma muy escueta, para que ni ella ni César sospecharan, le di las gracias a la señora Natacha por la información y que también yo los echaría de menos. La mujer se apartó de mí y se fue donde su esposo, yo me quede estático por unos minutos, mirando a la nada, hasta que César me dijo entre risas, si iba a moverme para llevar esa caja al camión o trataba de retenerlo al no querer que se lleve sus videojuegos. Suspire y camine hasta el camión donde deposite la caja y observe que ya no la tenía dura.
Después de que se terminó de cargar el camión, tanto César como sus padres fueron a mi casa junto conmigo, para despedirse de mi madre y mi hermana, dado que mi padre no estaba. Para mi sorpresa, mi mamá y Emma sabían que ellos se iban, imagine que la señora Natacha se lo había comunicado a mi madre, ya que eran muy amigas y ella no me lo dijo porque quizás pensó que César lo había hecho. Tras la despedida, yo me fui a mi cuarto, donde me quede durante toda la tarde, solo baje a comer y regresé a mi habitación.
Esta relajado porque mi madre había salido poco después de que César y su familia se habían ido a despedir. Ella lucía bastante guapa con el vestido que se puso, me dio como excusa que iba a visitar a la tía Vicky, pero en el fondo yo sabía que me mentía, porque la relación entre ambas era muy mala. Parecía que se odiaban aunque algunas veces se apoyaban entre hermanas, era muy rara su relación. Emma pidió permiso para ir donde unas amigas y por ende mi padre no regresaría temprano esa noche. Estando solo en la casa no podía estar más relajado, sin embargo, la tranquilidad se esfumó y la tormenta se desató.
Esos pensamientos obscenos atacaron en mi sueño, mientras dormía plácidamente, la figura de la señora Natacha se hizo presente, ella como todas las tardes, salía a tomar sol en un bikini, no obstante, yo en vez de sacar mi lápiz o mi pincel, sacaba mi verga de mi pantalón y la comenzaba a jalar. Rápidamente el escenario cambio, ahora estaba en aquel instante cuando ella me abrazo y tuve una erección, la gran diferencia con lo que había pasado en la realidad, es que ella si se dio cuenta de que mi polla estaba dura. La mujer me pedía que la acompañara dentro de la casa para meter las últimas cosas en cajas.
Yo la seguía atolondrado, apreciándole su cola en cada paso. Una vez dentro de la casa, la señora Natacha, cerró la puerta y colocó el seguro, me miro coquetamente, sin decirme ninguna palabra fue retirándose su vestido. Yo como una estatua la admiraba y la calentura me dominaba, ella se acercó donde mí y me empujó en un sofá que aún queda. Me bajó el pantalón con una sonrisa llena de lujuria, al ver mi pene erecto, lo sobó entre sus manos y luego se lo llevó hasta sus enormes senos. –“Este será tu recuerdo, para que no me olvides de mí y de mi cuerpo”- dijo sonriendo. Yo sujetaba mi pija con una mano, mientras ella me pajeaba con sus exquisitas tetas.
Desperté de aquel sueño, todo sudado, con mis manos entre mi miembro y una gran cantidad de semen esparcida por mi cama y mi cuerpo. Me había masturbado durmiendo, lo que me generó desesperación e inquietud, algo me estaba pasando, no era normal que de la noche a la mañana comenzará a tener ese comportamiento. La masturbación no era un habito mío, pero me rehusé pedir ayuda, creí que todo regresaría a la normalidad con el paso de los días, un gran error. La hora de mi consulta, llegaba a su final, así que miré al psicólogo y le dije.
Yo: Gracias, necesitaba desahogarme.
Colocándome de pie, para retirarme, sin embargo, él sonrió.
Tomás: ¿A dónde vas Bruno?
Me quedé asombrado por su pregunta.
Yo: (Sonrió) A casa señor, si ya se acabó mi hora.
Tomás: Sí, pero puedo hacer una excepción y quedarme un rato más para oírte, si así lo deseas.
Yo: (Sorprendido) Ha… ¿Habla en serio?
Tomás: Claro, aunque me debes disculpar unos minutos, ya que llamaré a mi esposa, para decirle que hoy llegare más tarde. Ah y dime simplemente, Tomás.
Yo: Como usted quiera, Tomás…
No había dudas de que él era un hombre bastante particular, no obstante, tenía razón, aún tenía que contarle lo más importante para sentir algo de alivio después de tanto tiempo.
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Las mentiras eran comunes en la familia de Bruno y él las ignoraba, pero tras descubrir ciertas verdaderas tendrá que recurrir a un psicólogo, quien resulta ser nada menos que Tomás. Espero que os haya gustado este nuevo proyecto, en donde quiero explorar más a Isidora y explicar el motivo por el cual es tan posesiva con su hijo.
–Son tantas cosas que me han pasado últimamente que no sé por dónde empezar- fueron mis primeras palabras que le manifesté al psicólogo. Estaba tan nervioso que mi mirada se centraba en el suelo, mis manos sudaban y mis piernas temblaban. Nunca le había contado mis problemas más íntimos y familiares a un extraño como aquel hombre que trataba de hacerme sentir cómodo. Por unos minutos pensé que estaba perdiendo el tiempo, ya que ni siquiera hablaba de esos temas con alguien de confianza, ¿por qué lo haría con un desconocido?
Entonces él se acercó a mí con un vaso con agua, tras dármelo me dice, –“Sé que estás nervioso y que piensas que esto es una absurda estupidez, pero te aseguro que todo lo que digas aquí no va a salir, yo te escuchare y voy a ayudarte”- al oír aquello, levante mi mirada, observándolo a la cara me di cuenta de que tenía una sonrisa bastante amigable. Comprendí el porqué él era el especialista más solicitado en la ciudad y que mi tía me lo haya recomendado, tenía algo diferente a todas las personas, era capaz de leerte al instante con unos pequeños gestos y su mirada te atrapaba, entrando así automáticamente en confianza.
–O-ok- le respondí, bebí toda el agua, cerré los ojos y suspiré. Cuando los volví a abrir, él me pidió que inicie desde el principio, presentándome para hacer así la conversación más natural. –Bruno, mi nombre es Bruno, tengo 18 años y vivo con mis padres y mi hermana- exprese, tomando un pequeño descanso para continuar diciendo, –Estoy aquí porque desde hace poco, descubrí terribles secretos en mi familia y ya no sé en quién confiar o qué es lo correcto- mientras él no sacaba los ojos de mí. Nuevamente me dio algo de ansiedad, no por desconfianza, sino por los recuerdos de aquellos eventos, que me llevaron ahí.
Como dije anteriormente, todo comenzó cuando descubrí los secretos más íntimos de mi familia, transformando así mi vida en una pesadilla de la cual me gustaría despertar. Aunque para ser sincero, también hay algo bueno entre toda esta mierda. Pero antes de hablar de aquello, empecemos por el primer secreto que descubrí en mi familia. Para ese entonces yo tenía 14 años y me preparaba para fiesta de cumpleaños de mi “hermana menor”. Con Emma teníamos 1 año de diferencia, sin embargo íbamos en el mismo grado, mis padres me decían que se debía a que Emma no quiso despegarme de mí cuando entré a primaria.
Honestamente, siempre tuve dudas sobre esa historia, pues yo recordaba que en mi primer día en la escuela, a la primera persona que vi fue a Emma, quien estaba sentada con una sonrisa angelical, no obstante, cómo iba a dudar de la palabra de mis padres, ellos no me iban a mentir con algo así ¿verdad?, a pesar de querer a Emma como mi hermanita, algo en mi interior me hacía reacio a verla como tal, más cuando ella era muy diferente a mí. Con solo decir, que ella tenía el cabello castaño y los ojos claros, tanto mis padres como yo, teníamos el pelo negro y los ojos oscuros.
Ninguno de mis tíos tenía esos rasgos y menos mis abuelos, por lo que Emma era única en la familia. Bueno, regresando con el cumpleaños de mi hermana, recuerdo haber bajado y camine hacía el salón, ahí Emma estaba junto con sus amigas y se veía tan linda como siempre. Sus ojitos verdes me cautivaban y me dejaban atolondrado, entonces mamá se me acercó y me susurró en el oído que tome asiento para que iniciemos con la fiesta. Obedecí con la idea de sentarme al lado de mi hermana y poder estar cerca de ella, sin embargo, cuando iba llegando a ese asiento, Pedro, un chaval de nuestra clase, se sentó ahí.
Él y yo no nos llevábamos bien, en la actualidad mucho menos, pero en ese instante lo deje pasar, ya que era el cumpleaños de mi hermana y no quería se arruine por una tonta disputa. Aún si eso significaba que tenía que sentarme en el puesto más alejado de ella, tal como si fuera en el colegio, Emma brillaba ante los ojos de todos y yo pasaba desapercibido en las sombras. A mí no me molestaba para nada aquello, aunque prefería estar lo más cerca de ella, para admirarla y luego plasmarla en mis dibujos. Un hobby que fui desarrollando por toda mi adolescencia y me llevó a descubrir los otros secretos familiares.
Bueno, sin adelantarme tanto, tras comer y abrir los regalos, alguien tocó el timbre, como nadie atendía fui yo abrir la puerta, al hacerlo veo un señor de pelo largo, con gafas de sol y de traje. Él me saludo, pasando su mano por mi cabeza, despeinándome. Me pregunta por Emma y yo le digo que estaba adentro sentada celebrando su cumpleaños, el hombre sin decirme ni una palabra entra y entonces escuchó a mis padres decir, -“¿Gerardo? ¿Tú qué haces aquí?”- a lo que él contesta, -“Viene a ver a mi sobrina”-, Emma de forma inmediata dio un brinco y corrió hacía el hombre, abrazándolo con emoción y diciéndole tío.
–Ti… ¿Tío?- balbuceé confundido, mire a mis padres, quienes me sonrieron y me dijeron que hablaríamos después del cumpleaños. Al terminar la fiesta, ellos se sentado conmigo en la mesa y me revelaron la verdad, de que Emma no era mi hermana. Debo admitir que por unos minutos me fue difícil de digerir aquello, pero lo hice porque en el fondo siempre supe la verdad, solo que yo no quería sacarme la venda de mis ojos. Mis padres se hicieron cargo de Emma porque eran amigos de sus padres y para ese entonces el tío de Emma era menor de edad, para cuidar de ella.
Los demás familiares de la chica, no tenían una buena relación con los difuntos y no quisieron hacerse cargo de ella. En vez de dejarla abandonada a su suerte en algún centro residencial, mis padres decidieron hacerse cargo y adoptar a la hija de sus amigos. Tras oír cómo fueron los sucesos, yo me coloqué de pie y me fui a mi cuarto, donde estuve encerrado un buen rato, hasta que mi madre fue a verme. Ella me acurrucó en sus senos, los cuales comenzaban a incomodarme, ya que, yo ignoraba el hecho que mi madre me encendía.
Mi vida no sufrió un gran cambio, pues Emma siguió viviendo con nosotros, no obstante, nuestra relación si fue distinta, principalmente al cumplir 18, porque dejé definitivamente de verla como hermana y pasó a ser la chica más guapa y atractiva para mis ojos, sin mencionar que era mayor que yo por unos meses y no menor como me habían hecho pensar mis padres en un principio. Bueno, igualmente esto se debía a que mis únicas interacciones con mujeres, se limitaban a mi madre y mi hermana adoptiva. Ambas iban despertando en mí un deseo, que se reflejaba en mi entrepierna, sin embargo, yo no le di mucha importancia y solo me concentré en mi arte. Fui mejorando mis técnicas en el dibujo y mis retratos cada vez eran más parecidos a la persona.
Este hobby y pasión por el arte, lo oculte de todos, transformándose en mi secreto, porque mi padre al verme tan tímido con las mujeres y que no me relacionara con ellas, pensó que yo era homosexual, algo que no le agradaba mucho. Un día, Jorge, uno de mis primos, se quedó en mi casa por unas 2 semanas. Él era mayor que yo por 2 años, no solía llevarme mal con él, solo era muy irritable, pues de alguna manera, yo era su rival a vencer, haciendo que todo, pero absolutamente todo, fuera una competencia. Los premios por haber ganado estás disputas, eran nada más ni nada menos que un abrazo de mi madre.
Ella se llama Isidora, por cierto, es una mujer bastante guapa, la envidia de las mujeres y el deseo de los hombres de la vecindad, pues además de ser linda de rostro, también tiene un cuerpo maravilloso, el cual sabe cómo presumirlo. El contorno de su busto es de 94, el de su cintura 65, mientras que sus caderas son 94, mide cerca de 1.69 cm, su cabello es negro, de tez blanca algo morena y actualmente tiene 37 años. Ella es 10 años menor que mi padre, él se llama Daniel, es un hombre con un cuerpo robusto a diferencia de mí, mide aproximadamente lo mismo que yo, 1.80 cm, tiene el pelo negro también, es de tez blanca.
Como dije antes, mamá tenía a varios detrás de ella y desde que tengo memoria, Jorge había sido uno de ellos, aunque esa obsesión aumentó en esa época cuando él tenía 20. A mí sinceramente me daba igual, pues nunca relacione aquello con un interés sexual, además pensé que solo hacía eso para que mi madre fuera más cariñosa con él, como lo era con su hermano Antonio. Él es mayor que yo por 5 años, más o menos a los 18 años él comenzó a ser muy atento con mamá, desde entonces, siempre la ayudaba cuando era necesario, por lo que era natural que ella fuera amable y cariñosa con él.
Regresando con Jorge, él un día antes que tuviera que regresar a su casa, encontró uno de mis retratos que tenía de mi madre. Yo lo había dejado en mi escritorio para que el sol secada la pintura, salí a acompañar a mi papá a hacer unas compras, cuando regreso, veo al muy cabrón con la pintura en sus manos y se lo regala a mi mamá, haciéndolo pasar como una obra suya. Evidentemente, yo me quedé en silencio y no fui capaz de decir la verdad, por el temor de que mi padre, desaprobada mi pasatiempo y me haga olvidarme del arte.
Aquello me dolió, pues mamá felicitó al gilipollas de mi primo y lo alabó por algo que él no había hecho. Por lo que decidí dejar de hacer retratos de ella, para que así el pendejo de Jorge no vuelva a robarme uno y mamá no siga cayendo en su red de malicia. Me sentí un poco desmotivado el tener que solo dibujar a Emma, ya que si bien me encantaba hacerlo, el cuerpo de mamá era lo que más me fascinaba trazar. Fue entonces cuando decidí explorar una página para adultos, al principió sentí nervios, porque joder, a pesar de tener 18 años, mi madre me seguía protegiendo como un niño pequeño.
Encontré varias hermosas chicas y mujeres, con cuerpos majestuosos, no obstante, solo dos de ese sitio llevaron toda mi atención, una tal “Luxure” que era una francesa con un cuerpazo divino y que con solo observarlo quise tallarlo. La otra que me hizo alucinar fue “Summer 24”, una rubia que me dejó tiritando y que curiosamente ese día había hecho su primera publicación. A pesar de que no podía ver sus rostros, dibujar sus cuerpos era algo completamente fantástico para mí. Pero no solo ellas se unieron a mis lienzos, sino que también a mi vecina.
A ella lo incluí cuando un día abría la persiana y miré por mi ventana, ahí la aprecie tomando sol, en un diminuto bikini, que con suerte lograba cubrir sus pezones y su coño. Quedé anonadado, apreciando el cuerpo de la señora Natacha por unos largos minutos, al darme cuenta que ella no notaba mi presencia, busqué un lápiz y una hoja, para comenzar a delinear esa figura, que con el tiempo fui considerando como perfecto. Mi vecina se transformó así en una de mis modelos favoritas para dibujar, todas las tardes cuando ella salía a tomar sol, yo me asomaba por mi ventana para retratarla. A diferencia de otros chicos, yo no miraba a la señora Natacha con ojos depravados, solo la veía como mi musa y con quien iba mejorando mi talento con el pincel.
Los días fueron pasando y mí la vida era lo más normal posible, hasta que enfrente la realidad en este último mes, que han sido una completa y absurda locura. Todo empezó un viernes cuando Emma y yo nos dirigíamos a estudiar. Si bien ella no me generaba pasión para dibujarla, para mí seguía siendo la chica más linda de todas y no lo decía solo yo, sino que en el colegio causaba furor tanto en chicos como en chicas. No había quien pudiera resistirse a esa belleza y me sentía privilegiado por ir con ella a la escuela.
Ingenuamente pensaba que los demás notaban mi existencia al ir caminando junto a ella, generando celos e envidia. Además, Emma no se avergonzaba de mí, era tan cercana como lo era en la casa, aunque claro, había instantes en que ella se iba con sus amigas y amigos, mientras yo me refugiaba en la biblioteca. A mí esto no me molestaba, porque ella no tenía la obligación de estar siempre a mi lado, de hecho a mí me bastaba con solo verla sonreír, con eso yo me daba por pagado. Ese día, tras salir de clases, mi hermana se me acercó y tomándome del brazo me llevó a una esquina.
La miré confundido, preguntándole ¿qué era lo que quería?, ella me susurra en el oído que quería salir a caminar conmigo. Al escuchar esas palabras, trague mi saliva y me coloqué nervioso. Emma me sonrió y me pidió que la esperada, ya que iba a ir a cambiarse, era bastante común que ella llevará prendas de cambios, pues algunas veces después de clases, ella y sus amigas se iban a tiendas de ropas o al cine. Espere pacientemente y cuando salió, me quedé a boca abierta. Ella vestía con un short de mezclilla y un top amarillo, con solo verla caminar, me excite.
Trate de ocultar aquella erección y que mi hermana no lo notara, sin embargo, los nerviosismos me jugaron en contra, Emma terminó dándose cuenta de lo que había provocado en mí y en mi cuerpo. No dijo nada, en ese momento, incluso, trato de ignorarlo como si nunca hubiera visto el bulto que se formó en mi entrepierna, yo me esforcé en hacer lo mismo, para que ese incidente no afectada a nuestro paseo. Aunque lo pasamos bien, yo no pude olvidar lo que ocurrió y durante toda la noche me agobiaba por eso y me preguntaba si Emma se iba a volver distante tras aquello.
No logré conciliar el sueño, porque después de pensar de lo ocurrido, mi pene no dejaba de estar duro, era tanta la calentura que mi erección me dolía. Nunca me había masturbado, jamás sentí la necesidad de hacerlo, no obstante, siempre hay una primera vez para todo y esa fue mi primera paja, pensando en nada menos que en mi hermana adoptiva. Imaginaba que me encontraba a su habitación, ella se quitaba su pijama y me dejaba ver su sensual cuerpo desnudo. Sentándose en la cama, me presumía sus tetas y ese coñito virgen, el cual estaba muy mojado. Yo cortaba la distancia y ella traviesamente, me bajaba el pantalón.
–Ooohh… Síííííííí… Sííííííííí… Hermana, toma mi verga y tranquilízala- balbuceaba entre mis cobijas, no podía dejar de jalarme la polla con desesperación, entre más rápido lo hacía mejor se sentía, al grado de que comencé a gemir en voz alta. –E-Emma… N-no… No pareeessss… Hermanaaaaaaa…- dije, soltando una gran descarga. Fatigado tomaba aire y me daba cuenta de que había ensuciado mis sabanas, las que quedaron empapadas de mi semen. Aún agitado me volteé y miré hacia donde estaba la puerta, percatándome que estaba entreabierta.
Aterrado, me subí con rapidez el pantalón y me levante, acercándome a la puerta, observé ligeramente por el pasillo. No vi a nadie, así que cerré la puerta y me acosté con mi corazón palpitando como loco. Al día siguiente, me desperté muy temprano, para poder llevar mis sabanas y mi pijama a lavar, luego de eso, subí a mi cuarto donde busqué mi toalla y mi ropa, entrando así al baño para tomar una ducha. Pensé que con la paja que me había dado en la noche, todo volvería a la normalidad, pero no fue así, una vez más, mi cuerpo se calentaba y mi verga se colocaba erecta.
Recordaba esa exquisita sensación que sentí cuando me la jalaba y el enorme placer que experimenté cuando me corrí. Inconscientemente empecé a tocarme, mis manos apretaban mi tronco y con suavidad lo sobaba, el agua que caía sobre mí solo hacía más excitante ese momento. Cerraba los ojos de nuevo, para fantasear con Emma. Mi mente me llevaba de regreso a mi habitación, justo cuando yo me corrí en la noche anterior, todo era igual a excepción que cuando miré a la puerta, me percataba que mi hermana estaba observándome.
Me quedaba perplejo e intentaba buscar una explicación a lo que había pasado, no obstante, mi hermana entraba a mi dormitorio, cerraba la puerta colocando el cerrojo y mordiendo sus labios se acercaba a mí.
Yo: E-Emma… ¿Qué estás haciendo?
Le preguntaba nervioso, ella continuaba disminuyendo la distancia entre ambos, se sentaba en mi cama y levantando mis cobijas, las hacía a un lado. De esta manera, ella veía mi verga flácida, aunque todavía con esperma alrededor.
Emma: Tú qué crees que hago hermanito.
Me contestaba con cierta picardía en su tono, algo que me encantaba, pues siempre me han atraído las chicas personalidad más coqueta y directas. Me cachondeé mucho, aún sabiendo que todo era producto de mi imaginación. Sus manos comenzaban a quitarme la camiseta, para dejarme completamente desnudo.
Emma: Vaya hermano, nunca se me paso por la cabeza que tuvieras un cuerpo atlético y trabajado, es decir, siempre te la pasas estudiando y la otra parte de tu tiempo estas encerrado en tu cuarto.
Me decía, tocando mi torso con sus manos. Sentir sus dedos recorriendo mi cuerpo y sus uñas rasgándolo con ternura, producía que mi pija se colocará dura otra vez.
Yo: Eh, bueno… Siempre he caminado de la casa a la escuela y viceversa, supongo que eso me ha ayudado a mantenerme en forma y algunas veces hago un par de ejercicios, además de ayudar a mamá con la limpieza.
Emma: (Sonríe) Aun así, sigo sorprendida, quizás porque nunca quise verte con otros ojos que no fueran de una hermana, pero veo que tú ya no me veas como tu hermanita.
Ella siguió acercándose, su respiración me sofocaba y mi corazón se aceleraba. Sus labios tocaron tiernamente los míos, luego los mordió. Para mí el tiempo se detenía, pero Emma no lo hizo y continuó con unas suaves acaricias a mis mejillas, hasta besarme. Se sintió tan real aquel beso, que termine corriéndome, soltando una gran descarga como lo había hecho en la noche. Con la cabeza dándome vuelta y jadeando, me quede apoyado en la pared, mientras el agua seguía cayendo sobre mi cuerpo. Sonreí satisfecho, entonces me percaté que había semen por varias partes.
Me coloque a limpiar y después me seque el cuerpo, para proceder a vestirme. Cuando me aproxime a la puerta, me di cuenta que está estaba entreabierta. Un escalofrió recorrió mi espalda, como símbolo de terror que sentí en esos segundos, ya que era la segunda vez que ocurría aquello. Aunque decidí no darle mayor importancia, pues todo el mundo puede cometer un descuido e incluso dos veces, más cuando andas con la cabeza en otro lado. Al salir me encontré de frente con Emma, quien entre sus brazos y manos llevaba su ropa, su toalla y unas lociones para su cabello.
Emma: ¿Por qué tardaste mucho hermano? ¿Acaso piensas que eres el único que vive en esta casa?
Yo: Y-yo… Yo…
Emma: (Interrumpe) No digas nada. (Ríe) Vas a tener que compensármelo con una salida, ¿ok?
Yo: Eeehh… Bu-bueno.
Emma sonrío diciéndome que era el mejor hermano que pudo haber pedido, me sentí mal al oír aquello, no podía dejarme dominar por esos sentimientos obscenos, no era correcto mirar a Emma como una mujer, ella era mi hermana, aunque no lo fuera de sangre. Al notar que mi rostro transmitía amargura, se acercó a mí para preguntarme si me pasaba algo, yo le respondí que no.
Emma: ¿Estás seguro? Porque tu rostro no es el más alegre que digamos.
Yo: No, es que solo estaba pensando hermana.
Emma: Ya veo, espero que cuando yo salga, estés contento como hace un rato.
Esas palabras me dejaron paralizado e intrigado, Emma entró al baño y cerró la puerta, sin darme tiempo para preguntarle a qué se refería con eso. Comencé a caminar por inercia, seguía abrumado por ese dicho de mi hermana, – ¿Qué quiso decir?- retumbaba en mis pensamientos, los cuales se fueron haciendo cada vez más profundos. Tras dejar mi ropa sucia en el canasto, fui a la cocina, en donde se encontraba mi madre. Ella en ese instante se estaba agachada, con su cola levantada, una imagen que era simplemente asombrosa y alucinante.
Aun si era el trasero de mi madre, no pude evitar quedarme viéndoselo como un depravado, pues lucia tan apetitoso, en ese pantalón ajustado, que cualquiera en mi lugar se quedaba hipnotizado como lo estaba yo. Luego de unos minutos de estar como estatua y en silencio, me acerqué a ella, tomando una manzana de la mesa y le dije, –La má, ¿qué haces?, ¿necesitas ayuda en algo?- al parecer la pille de sorpresa, ya que dio un brinco cuando le hable y con un rostro bastante inquieto me miro a la cara.
Isidora: (Agitada) Hi-hijo, ¿tú qué haces aquí?
Yo: (Rio) ¿Tú que crees mami? Vine a desayunar.
Ella se limito a decirme, –“Perdón hijo, ando muy distraída hoy”-, yo le conteste –Descuida ma, sé que andas pendientes de otras cosas, por cierto, ¿papá ya se fue a trabajar?- mi madre se quedó en silencio, como si me estuviera ignorando y continuó limpiando. No quise insistir, así que tomé un tazón para prepararme un café y me senté en la mesa para comer. Durante todo ese rato, mamá no me hablo, y aunque a mí al principio no me molestaba, aquel silencio se fue transformando en incomodes, debido a que mi mente pervertida empezaba a ver a mi madre de otra forma.
Mi pene se endurecía lentamente, mis ojos seguían a esa hembra a todas partes, enfocándose en su culo y sus tetas. –Guao… Mamá realmente tiene un cuerpazo- me dije a mí mismo. Ella se giro y me quedó mirando de frente, su rostro mostraba extrañeza y no la culpo que me viera como un bicho raro, pues la estaba deseando, ¿quién en su sano juicio observa a su madre de esa forma?
Isidora: Hijo, ¿te sientes bien?
Me preguntó acercándose donde mí, yo sin pensar demasiado le conteste.
Yo: Sí, mami… Me siento de maravilla.
Ella colocó su mano derecha en mi frente, pensó que tenía fiebre, sin embargo, mi calor corporal se debía a ella. Aprovechando la corta distancia entre ambos, agache mi mirada hacia el escote de su blusa amarilla. Me mordí los labios y sentí que mi miembro llegaba a su máximo, haciendo que el pequeño bulto que tenía, fuese sobresaliente, llamando así la atención de mi madre, la cual quedó sorprendida en un primer instante y luego soltó una pequeña carcajada. –“Chico travieso”- manifestó en un tono juguetón, mientras cubría sus senos con sus brazos.
Me quede despavorido, quería salir huyendo de ahí, que la tierra me tragada o algo parecido. Lo peor de aquello, es que mi pene seguía estando muy duro y mi madre me miraba la entrepierna con un rostro pícaro. Entonces, mi padre entró a la cocina, interrumpiendo ese ambiente incomodo que se estaba dando. Mamá dejo de observarme y se colocó a atender a mi papá, quien no se dio cuenta de la tensión que había entre mi madre y yo. Él me preguntó cómo había amanecido, yo le respondí de forma muy escueta, –Bien papá-
Tras decir aquello, nuevamente un silencio reino por un largo rato, hasta que mi padre volvió hablar, esta vez sus palabras no fueron dirigidas hacía mí, sino para mi madre, a quien le consulta en dónde había estado durante la noche. Ella quedó roja y entre tartamudeos intentaba decir algo.
Isidora: ¿Qu-qu-qué estás di-di-ciendo amor?
Daniel: Oh vamos Isidora, no te hagas la tonta. Anoche me di cuenta de que saliste de nuestro dormitorio después de que no quise tener sexo contigo.
Isidora: ¡Daniel!
Grito mi madre ruborizada.
Daniel: ¿Qué? No te vas a colocar mojigata ahora, ¿verdad?
Isidora: ¿No te das cuenta de que nuestro hijo esta en la mesa?
Expresó ella tratando de cambiar de tema, no obstante, a mi padre hace mucho que le había dejado de importar, si yo estaba presente o no, cuando hablaba de sexo.
Daniel: (Riendo) Joder Isidora, pero si nuestro muchacho ya es todo un hombre, él debe saber perfectamente de sexo y lo más seguro que ya lo ha hecho con alguna de sus compañeras, ¿verdad?, campeón.
Mi madre me miró profundamente, como si quisiera que respondiera que no, que seguía siendo virgen y eso iba a contestar, pero las palabras no me salían con tanta presión. Justo en ese instante, Emma entraba a la cocina, abrazándome y mordisqueando mi oreja, le responde a mi padre, –“Mi hermano es un chico muy bueno, un caballero que no ve a las mujeres como un simple objeto”- esas palabras hicieron que mi mamá se relajada y que mi papá soltara una gran carcajada. Finalmente estábamos los cuatro en la mesa, para desayunar como una familia “normal”.
Sin embargo, mi vida sexual ya se había establecido como tema de discusión, así que mi padre no iba a cambiarlo, tenía muchas ganas de oírme decir que las mujeres me volvían loco. Por lo que directamente me preguntó al frente de mi hermana y madre, ¿qué era lo que más me llamaba la atención de una mujer? Yo tratando de ignorar las miradas sofocantes de ellas, le contesté a mi papá que era un chico más romántico y que más que traerme el físico me gustaba la personalidad sincera de una mujer. Mi respuesta debió hacer creer a mi padre que realmente era un tonto, porque rio de forma burlesca.
Daniel: ¿En serio? Me estás diciendo, ¿qué no te calientas cuando ves un buen par de tetas o gran culo?
A mi madre no le gusto aquello, levándose de su asiento se acerca a mí, mientras regañaba a mi padre por burlarse de mi forma de amar. Abrazándome, apega mi cabeza en sus senos, entonces yo le dije.
Yo: De-déjalo, ma… Ma-mamá… Papá tiene razón, es decir, soy hombre después de todo y hay momentos que obviamente me llama la atención mujeres atractivas… Como tú mami… O como mi hermana.
Sin duda alguna, lo mejor era haberme quedado callado y dejar que mi padre piense que yo era imbécil en vez de un bicho raro, que se calentaba con su madre y hermana. Pensé que mamá también se descojonaría al escuchar eso, no obstante, siguió abrazándome y su fragancia me calentó. Mi polla que estaba relajándose, volvía a quedar erecta. Paulatinamente sentí que sus manos fueron deslizándose hasta mi entrepierna, no me la tocó, pero si sus uñas rozaron lentamente mi tallo, dejándome desconcertado. Lo único que pude hacer fue tragar mi saliva y voltear mi mirada hacia su cara, apreciando esa sonrisilla traviesa de hace un rato.
–Ma… Ma… Ma-mamá… ¿Qué haces?- balbuceé en un susurro, ella no me dijo ninguna palabra al respecto, siguió sonriendo y rasgando mi tronco duro con sus uñas, aún cuando tenía el pantalón puesto, eso me estaba excitando y provocando que mi verga siguiera creciendo. –“Ya veo de donde viene el problema”- expresó mi padre, –“Isidora, has consentido mucho a nuestro muchacho, por eso él es muy tímido con las mujeres”- agregó mirándome con una sonrisa cómplice, –“Es hora de que pases más tiempo con tu padre, hijo, te enseñaré cómo hablar y cautivar a una chica”- finalizó.
Isidora: ¿Estás loco Daniel? Deja a Bruno tranquilo, como dijo Emma, él es un caballero y no es necesario que lo corrompas para que consiga una novia, algún día va a aparecer esa chica, por mientras, puede recibir el amor de su madre.
Emma: Y de su hermana.
Manifestó Emma, mi padre rio como si todo fuera una broma, pero no lo era, yo en el fondo de mi corazón sabía que las palabras de mi madre como las de mi hermana tenían un doble sentido o quizás eso me hacía pensar mi mente depravada. Papá se colocó de pie y llamó a mi madre para que le diga algo en privado. Libre de la tentación y lujuria, miré a Emma, quien se sienta al lado mío y acerca su boca hacía la mía, con una sonrisa igual de promiscua que tenía mamá. –“Así que… Me encuentras atractiva, hermanito”- dijo, antes de rozar sus labios con los míos y luego lengüetearlos.
Yo: E-Em… ma…
Emma: Ssshh… No digas nada, te ves muy guapo así en silencio.
Así nos quedamos, hasta que mi madre regresó de nuevo a la cocina. Los minutos fueron eternos para mí, sentía unas ganas enormes de querer besarla y tocar su cuerpo igual que en mi fantasía. No obstante, logré controlarme y no cometer ninguna locura. Mi mamá al parecer no se había percatado en la posición en que estábamos ambos, aún así, me sentía con mucho nerviosismo y ansiedad. Emma se levantó y salió de la cocina, sin decir nada, al quedarme solo con mi madre, busque la excusa más tonta para huir de ahí antes de que pasara algo que no debía.
Yo: Ma, voy a ir donde César.
Isidora: ¿Dónde César?
Yo: Sí, él me pidió que vaya a ayudarlo con unas cosas.
Isidora: Ya veo, que lástima, porque yo quería pasar tiempo contigo, hijo.
Afirmó ella, mirándome fijamente. Yo no pude a rehusarme a darle una mirada más a su exquisita figura, observándola de pie a cabeza, nuevamente me dije a mí mismo, –Joder, pero que cuerpo más ardiente tiene mi madre-
Tras observarla por unos segundos, salí de la casa y fui donde César, quien era un muchacho de mi edad y el hijo de Natacha. Mi relación con él no era muy cercana que digamos, nos habíamos hecho “amigos”, nada más para admirar a la madre del otro. Yo con un fin más artístico y él más lujurioso, pero nunca le faltó el respeto a mi mamá. Apenas salí vi un enorme camión y a los padres de César subiendo unas cajas junto con otros hombres. Me acerque con curiosidad donde ellos y justo en ese momento sale César de su casa con unas cajas pequeñas.
César: Oh, hola, Bruno.
Yo: Hola César, oye, ¿y estás cajas?
Pregunté intrigado.
César: ¿Qué no lo sabes? Hoy nos vamos.
Yo: ¿Qué?
Dije impactado y desconcertado.
Yo: ¿Te vas? ¿Adónde?
César: A mi padre le salió un trabajo en Portugal.
Yo: ¿A Portugal?
César: Sí, pensé que te lo había dicho socio, pero veo que no fue así, lo siento.
Yo: No te disculpe, César.
Exprese desanimado, mientras me volteaba a ver a la señora Natacha. Me resultaba difícil de creer que ya no podría trazar ese maravilloso y escultural cuerpo, como lo hacía todas las tardes. Suspire amargado, pensando en dónde iba a encontrar a otra modelo igual que ella, tal vez era una alerta que era momento de dejar de lado mi pasión y concentrarme en lo que mis padres esperaban de mí, es decir, estudiar medicina. Lo que no debía ser un gran problema, porque mis calificaciones siempre eran sobre salientes y no me complicaba ninguna materia. –Sí, es momento de pensar en ser doctor- murmuré.
César: ¿Dijiste algo?
Yo: No, no… Solo que aún no proceso la noticia.
César: (Sonríe) Oye, no te coloques triste, lo más seguro que regrese a pasar unos días del verano en la casa de mis abuelos, así que ahí nos podremos juntar. Ah y por cierto, la casa ya fue comprada, por lo que sé vas a tener de vecinos a un viejo policía con su joven hija. Quizás le va a llegar competencia a Emma en este barrio.
Dijo riendo, yo tome una de las cajas para ayudar y le consulte si sabía cuándo llegarían los nuevos vecinos, él se quedo en silencio, lo que me descoloco un poco. César se había quedado callado, porque su madre estaba detrás de mí, yo no me había dado cuenta de aquello, hasta que ella me da un abrazo afectuoso. No era la primera vez que sentía sus gordas tetas apoyándose en mi espalda, de hecho, era una costumbre que esa mujer tenía conmigo. Por lo que no me esperaba que mi cuerpo tuviera la reacción que tuvo. Si no hubiera tomado esa caja antes, todo el mundo que estaba ahí habría visto mi erección.
Natacha: Voy a extrañarte Brunito, siempre fuiste atento conmigo y un buen amigo para mi hijo. Ojalá que en Portugal nos toque vecinos como tú y tu familia.
Manifestó Natacha, a mí no se me ocurría ninguna cosa para contestarle, sin embargo, aquello no era necesario, pues la mujer rápidamente continuó diciendo.
Natacha: Samuel, el nuevo dueño de esta casa debería llegar mañana. Te adelanto que no es un mal hombre, así que tranquilo, de seguro se llevaran bien y Agustina, su hija, es un amor y una belleza. Mejor no te digo nada más y te dejo que lo compruebes con tus propios ojos.
Aquella información, era lo menos importante en ese momento, seguía nervioso porque mi pija no dejaba de estar dura. De forma muy escueta, para que ni ella ni César sospecharan, le di las gracias a la señora Natacha por la información y que también yo los echaría de menos. La mujer se apartó de mí y se fue donde su esposo, yo me quede estático por unos minutos, mirando a la nada, hasta que César me dijo entre risas, si iba a moverme para llevar esa caja al camión o trataba de retenerlo al no querer que se lleve sus videojuegos. Suspire y camine hasta el camión donde deposite la caja y observe que ya no la tenía dura.
Después de que se terminó de cargar el camión, tanto César como sus padres fueron a mi casa junto conmigo, para despedirse de mi madre y mi hermana, dado que mi padre no estaba. Para mi sorpresa, mi mamá y Emma sabían que ellos se iban, imagine que la señora Natacha se lo había comunicado a mi madre, ya que eran muy amigas y ella no me lo dijo porque quizás pensó que César lo había hecho. Tras la despedida, yo me fui a mi cuarto, donde me quede durante toda la tarde, solo baje a comer y regresé a mi habitación.
Esta relajado porque mi madre había salido poco después de que César y su familia se habían ido a despedir. Ella lucía bastante guapa con el vestido que se puso, me dio como excusa que iba a visitar a la tía Vicky, pero en el fondo yo sabía que me mentía, porque la relación entre ambas era muy mala. Parecía que se odiaban aunque algunas veces se apoyaban entre hermanas, era muy rara su relación. Emma pidió permiso para ir donde unas amigas y por ende mi padre no regresaría temprano esa noche. Estando solo en la casa no podía estar más relajado, sin embargo, la tranquilidad se esfumó y la tormenta se desató.
Esos pensamientos obscenos atacaron en mi sueño, mientras dormía plácidamente, la figura de la señora Natacha se hizo presente, ella como todas las tardes, salía a tomar sol en un bikini, no obstante, yo en vez de sacar mi lápiz o mi pincel, sacaba mi verga de mi pantalón y la comenzaba a jalar. Rápidamente el escenario cambio, ahora estaba en aquel instante cuando ella me abrazo y tuve una erección, la gran diferencia con lo que había pasado en la realidad, es que ella si se dio cuenta de que mi polla estaba dura. La mujer me pedía que la acompañara dentro de la casa para meter las últimas cosas en cajas.
Yo la seguía atolondrado, apreciándole su cola en cada paso. Una vez dentro de la casa, la señora Natacha, cerró la puerta y colocó el seguro, me miro coquetamente, sin decirme ninguna palabra fue retirándose su vestido. Yo como una estatua la admiraba y la calentura me dominaba, ella se acercó donde mí y me empujó en un sofá que aún queda. Me bajó el pantalón con una sonrisa llena de lujuria, al ver mi pene erecto, lo sobó entre sus manos y luego se lo llevó hasta sus enormes senos. –“Este será tu recuerdo, para que no me olvides de mí y de mi cuerpo”- dijo sonriendo. Yo sujetaba mi pija con una mano, mientras ella me pajeaba con sus exquisitas tetas.
Desperté de aquel sueño, todo sudado, con mis manos entre mi miembro y una gran cantidad de semen esparcida por mi cama y mi cuerpo. Me había masturbado durmiendo, lo que me generó desesperación e inquietud, algo me estaba pasando, no era normal que de la noche a la mañana comenzará a tener ese comportamiento. La masturbación no era un habito mío, pero me rehusé pedir ayuda, creí que todo regresaría a la normalidad con el paso de los días, un gran error. La hora de mi consulta, llegaba a su final, así que miré al psicólogo y le dije.
Yo: Gracias, necesitaba desahogarme.
Colocándome de pie, para retirarme, sin embargo, él sonrió.
Tomás: ¿A dónde vas Bruno?
Me quedé asombrado por su pregunta.
Yo: (Sonrió) A casa señor, si ya se acabó mi hora.
Tomás: Sí, pero puedo hacer una excepción y quedarme un rato más para oírte, si así lo deseas.
Yo: (Sorprendido) Ha… ¿Habla en serio?
Tomás: Claro, aunque me debes disculpar unos minutos, ya que llamaré a mi esposa, para decirle que hoy llegare más tarde. Ah y dime simplemente, Tomás.
Yo: Como usted quiera, Tomás…
No había dudas de que él era un hombre bastante particular, no obstante, tenía razón, aún tenía que contarle lo más importante para sentir algo de alivio después de tanto tiempo.
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Las mentiras eran comunes en la familia de Bruno y él las ignoraba, pero tras descubrir ciertas verdaderas tendrá que recurrir a un psicólogo, quien resulta ser nada menos que Tomás. Espero que os haya gustado este nuevo proyecto, en donde quiero explorar más a Isidora y explicar el motivo por el cual es tan posesiva con su hijo.
3 comentarios - Secretos en la familia. Capítulo l: