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Sak Yant - Episodio 3 | La casa de Beth

Episodio 2 acá: http://www.poringa.net/posts/relatos/4467931/Sak-Yant---Episodio-2-Craneo-de-carnero.html


En ese estado de éxtasis al parecer me quedé dormido y me desperté al otro día en la cama de ella, algo a lo que mi cabeza tardó unos segundos en acostumbrarse. Una cama amplia y cómoda, almohadas grandes, cuadros en la pared y figuras de madera en repisas. En pequeños espejos la luz rebotaba delatando la presencia de un objeto de forma fálica con superficie vidriada y que reflejaba un color violáceo creando una atmósfera casi onírica a toda la habitación. Tenía una sensación extrañamente reconfortante al encontrarme ahí mirando todo como si tuviera algo que encontrar. Mi cuerpo estaba más que satisfecho por el placer recibido en la mejor sesión de mi monótona vida sexual hasta el momento. Pero mi mente quería saber más de aquel misterio llamado Elizabeth y un poco en el fondo sospechaba de mi suerte. Era demasiado bueno para ser verdad: yo esperaba ahora ser estafado, que me saquen los órganos o que me secuestren vaya a saber con qué intenciones...pero nunca sentí la necesidad de huir.


Cuando fui al baño escuché la voz de ella diciéndome que estaba preparando el desayuno para llevarlo a la cama. El cuarto de baño tampoco escapaba al estilo del resto de la casa: cortinas negras en la bañera, jabones violetas, muchas pero muchas toallas de muchos colores y en el bidet otra de esas figuras vidriadas alargadas. Tuve tiempo para mirar en el cuarto los libros que había en una especie de biblioteca y entre dibujos de hadas y demonios, había revistas de tatuajes, un diccionario de gaélico, una colección de libros sobre "el poder mítico del aura sexual" y un libro de tapa dura de color negro que sólo decía en el lomo "S.Y. la magia de las pieles". No sabía por dónde empezar a averiguar cosas y cuando mi curiosidad me llevó a fijar la vista en un cajón que no estaba del todo cerrado, ella apareció de golpe con una bandeja repleta de frutas, jugo recién exprimido y una sonrisa preciosa en su cara.


Tenía puesta su bata negra y un pañuelo que le cubría el cuello, otra vez. Había tantas cosas para preguntarle pero por alguna razón sólo podía mirarla y disfrutar de su compañía mientras desayunábamos. A medida que pasaba el tiempo ella se puso cada vez un poco más ansiosa y al querer tomar jugo de golpe se le chorreó por la comisura de los labios. Se limpió con la mano y se lamió los dedos de una forma muy sexual que me hizo tener una erección espontánea. Ella lo notó y se sonrió, se sacó la bata y el pañuelo y agarró un vasito chiquito de jugo que trajo en la bandeja. Me lo hizo tomar de una y me dijo al oído "No te asustes"


Tras escucharla y pestañear una vez terminado de tomar el contenido del pequeño vaso, cuando volví a abrir los ojos, aquel tono violáceo de los reflejos en los espejos se volvió un rojo pálido sobre las paredes y los cuerpos de los dos. El aire alrededor de las cosas parecía moverse y los tatuajes de Elizabeth como que se acercaban a mis ojos, no sé cómo explicarlo bien. Insólitamente no me asusté y no pude preguntarle nada ya que la excitación me invadía y sus manos recorriendo mis piernas resultaban lo más importante en aquel momento. Nos besamos y ella guió mi mano hasta su concha mojada que al acariciarla un poco pasó a estar empapada. Mis dedos se metieron despacio y con facilidad haciéndola gemir despacito mientras le lamía los pechos. Ella me tocaba la pija y me decía que iba a querer mucho pero mucho semen, que lo necesitaba, que lo deseaba y que para eso me iba a tener que concentrar en sus palabras. 


Cuando mis dedos se estaban moviendo a mayor velocidad y su respiración ya se agitaba, me tiró a la cama y se acostó arriba mío. Nos besamos y ella me susurró al oído "Tus recuerdos son poderosos" y cuando me frené un toque porque el comentario me descolocó ella se dio vuelta y empezó a comérsela toda de una forma tremenda, metiéndose la verga hasta la garganta al punto de que le den arcadas sin dejarme lugar a reacción. El "Dale, chupame la conchita que estoy muy mojada" me sacó de las dudas que había generado aquel clima de misticismo reforzado con aquella declaración en mi oído. La agarré de la cola y hundí mi cara entre sus nalgas abiertas lamiéndole toda esa concha jugosa y perfecta. Entre gemidos de placer y sin dejar de lamerme la punta de la pija me dijo "cerrá los ojos y recordá". Cerré los ojos y mientras chupaba esos labios riquísimos tuve una especie de sensación extracorporal, sin ninguna explicación posible, algo parecido a volar pero sin dejar de estar en el mismo lugar. Hasta que el fondo negro percibido al cerrar mis ojos fue interrumpido por la imagen de la cabeza de carnero en la piel de alguien más.


Sak Yant - Episodio 3 | La casa de Beth

 No me pregunten cómo pero seguía sintiendo el placer de Elizabeth estimulando mi pene, pero como en segundo plano, mientras tenía unos de esos sueños vívidos en donde se ve uno en primera persona. Las imágenes eran del barrio donde vivía de adolescente y tras unos segundos recorriendo aquellas veredas soleadas que rodeaban la plaza, al toque aparecí en un boliche que hoy ya no existe al que solía salir en aquella época. Alguien tomó mi mano y me llevó a bailar: era una mujer que me dijo que se llamaba Camila y me hacía acordar mucho a la primera chica que besé, a mis entonces 16 años, tocándola lo menos posible y con mi timidez característica. Cuando bailamos y me miró a los ojos lo supe ¡Era ella! Seguía siendo gordita y bien tetona, con una sonrisa pícara y su lunar característico. Bailamos como aquella vez: yo moviéndome poco y ella refregándome la cola hasta hacerme calentar mucho. La besé y el sueño pasó a transcurrir en una habitación cerrada con una luz suave de color rojo. Camila estaba sentada arriba mío y le saqué el corpiño para que sus enormes pechos desnudos me peguen en la cara. Ella se sacó la tanga y se sentó arriba de mi verga dura de una, empapada, entró toda y hasta el fondo. Le encantó y empezó a saltar gimiendo y pidiendo más. Sus tetas tremendas rebotaban en mi cara y al pestañeo siguiente las tenía rodeando mi pene haciéndome una turca con cara de enferma por el sexo, me pedía que le llene de leche las gomas y yo sentía que estaba por explotar: la acabada le manchó hasta el pelo y ella sonrió, se levantó y pude ver en su pierna derecha el tatuaje del cráneo de cordero.


Abrí los ojos casi mareado y vi la boca de Eli succionándome la cabeza de la verga. Yo había acabado mucho y se le caían hilitos de leche por el costado de la boca. Ella se paró y escupió lo que tenía en su boca arriba de sus dos manos para luego respirar aliviada y limpiarse en el tatuaje que tenía en la zona púbica. Al hacerlo suspiraba de forma sensual y sus dedos rozaban los alrededores de su vagina. Pareció olvidarse de mí mientras lo hacía hasta que de golpe me lanzó una mirada casi asesina lanzándome ese fuego en sus ojos y se acercó a mi cara mojada para decirme: "Necesito más de eso"
















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