No leíste la primera parte de "Departamento de soltero"? En total son 10 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
Tras un primer año de vivir solo en su nuevo departamento de soltero, Lautaro continúa disfrutando al máximo su vida sexual en una casa que se empieza a llenar de recuerdos placenteros y emocionantes entre sus amigas, vecinas y ex amantes. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 5: La última vez
- ¡Vení pendeja puta! ¡Te voy a dar la lechita en la boca!- Le dije a Daniela ese miércoles a la tarde después de que nos cruzáramos en la facultad.
Nos vimos tan solo cuatro días después de esa maratónica noche del sábado y no pudimos aguantarnos las ganas. Nos encontramos en la puerta de la facultad, nos volvimos juntos y terminamos cogiendo en mi departamento como lo habíamos hecho la vez anterior. Sus nalgas estaban rojas, su pelo totalmente despeinado y su conchita chorreaba de lo mucho que me la había cogido. Mi verga, totalmente dura, no daba más y quería acabar toda la lechita, por lo que le dije que se arrodillara en frente mío para recibir su recompensa. Ella, obediente como siempre, se acomodó frente a mis piernas y empezó a chuparme la verga como solo ella sabía hacerlo.
- ¡Huy sí! ¡Así pendeja! ¡Dale!- Le decía yo notando domo mis piernas temblaban y como mi cuerpo se volvía loco.
La forma en la que Daniela me chupaba la verga era increíble. Movía su boca hacia adelante y hacia atrás a gran velocidad y hacia desaparecer toda mi pija entre sus labios. Jugaba con su lengua sobre mi cabecita y con una de sus manos me pajeaba mientras que con la otra recorría todo mi cuerpo, incluidos mis huevos. Me encantaba como me la chupaba, era una diosa y sabía cómo volverme loco. Sus ojos subían de vez en cuando hacia los míos y me miraba con esa carita de petera increíble que ponía. Me calentaba como nadie y lo sabía muy bien. “¡Dale pendeja! ¡Así!” le decía yo motivándola a seguir más y más.
De golpe se sacó mi verga de la boca y empezó a pajearme a gran velocidad. Su otra mano fue directo a mis huevos y los empezó a masajear con delicadeza, un toque que me terminó de quebrar. “¡Ahí viene! ¡Abrí bien grande la boquita!” le dije tirándole la cabeza hacia atrás para que esta quedara bien debajo de mi pija. Ella abrió la boca, sacó la lengua y esperó mi regalo. Esa escena fue el toque final y comencé a lanzar leche en todas direcciones. El semen salió de la cabeza de mi pija y fue a parar casi todo a su cara, incluyendo su lengua, pero también le manchó el pecho, los hombros y la espalda. Fue una descarga descomunal, pues la cogida había sido de unas dimensiones inmensas. Ella, sonriente, recibió toda mi lechita, se tragó la que pudo y disfrutó del resto esparciéndosela por el rostro con mi pija como si fuese un pincel.
Tan solo tres días después de que Vanina decidió cortar todo vínculo conmigo, me llegó la noticia de que se estaba viendo con otro chico. Anastasia, quien me la había presentado y con quien estaba saliendo mi amigo Lucas, me confesó que al parecer un ex novio le estaba hablando y ella decidió darle una oportunidad. “No es la primera vez que lo hace, no lo tomes personal” me dijo y después me explicó que al parecer todas odiaban a ese ex novio pero que ella siempre volvía con él. Eso me alentó un poco, pues me hizo darme cuenta que en realidad no había terminado conmigo por algo personal, sino por algo externo. La verdad es que es difícil competir con una historia que ya tiene un pasado, mucho más cuando este es importante. Decidí cerrar la puerta de Vanina y dejar esa historia en el pasado, pero no le puse llave a la cerradura, por lo que podía abrirse en cualquier momento.
Volver a coger con Daniela me hizo recordar lo mucho que había disfrutado esos meses del año anterior en los que cogíamos a lo loco. En ese momento existía un morbo especial pues ella era mi alumna y la idea de que me estaba cogiendo a alguien a quien le daba clases era muy estimulante. Más allá de ello, la colorada me había demostrado que estaba a la altura de mis morbos y ahora se había vuelto mi sumisa por completo. En tan solo una semana nos vimos tres veces y en las tres oportunidades cogimos más de una vez y siempre bien violento. A mí me encantaba el sexo fuerte, los chirlos, los insultos, los tirones de pelo y el ruido de los cuerpos chocando. A ella también y se calentaba mucho volviéndose mi sumisa, por lo que cada encuentro era muy fogoso y nos dejaba a los dos más que satisfechos.
Franco, Javier, Lucas y Facundo me preguntaron si no me interesaba tener algo más con ella, algo que no fuese netamente sexual, pero yo no me vía de esa forma. Había una diferencia de edad importante y a decir verdad nuestros encuentros eran exclusivamente sexuales. Nos veíamos, cogíamos y luego nos despedíamos. Las pocas charlas que teníamos eran para calentarnos, en las cuales nos provocábamos con comentarios inapropiados y nos lanzábamos frases que sabíamos que volvían loco al otro. Veía a Daniela como una chica con la que tenía sexo y ella me veía a mi también de esa forma, por lo que la respuesta era simplemente “no”.
Existía igualmente una persona con la que a mi cabeza le gustaba fantasear y esa era Victoria, mi vecina. Desde que ella me confesó que sentía algo por mí y yo lo arruiné cogiendo con Sofía, que no habíamos vuelto a hablar de la misma manera. Ahora ella estaba saliendo con Nicolás, un pibe random que había conocido en un boliche y quien al parecer le gustaba agrazarla y besarla cada vez que nos cruzábamos. Sentía un poco de celos cada vez que la veía con ese imbécil, pero lo que más me molestaba era no poder hablar con ella, conversar y reírnos como antes. Sentía que había perdido una amiga y por eso decidí aclarar las cosas de golpe.
Un día de mayo crucé el pasillo, le toqué timbre y ella me abrió de golpe preguntándome que necesitaba. Pude ver que adentro la casa estaba decorada con algunos globos y guirnaldas y había varios vasos en la mesa. “¿Estas ocupada? ¿Podes hablar?” le pregunté para no molestarla y con una sonrisa me dijo que estaba esperando gente pues ese día era su cumpleaños. Lo había olvidado por completo, pero pude disimularlo muy bien diciéndole feliz cumpleaños y yendo a buscar un chocolate que me habían dado de vuelto en el quiosco de la esquina. Ella me agradeció con una sonrisa y volvió a preguntarme que necesitaba, pues parecía estar algo atareada. Insistí en poder hablar con ella unos segundos y a pesar de que dudó al principio, me dijo que no había problema y me dejó pasar a su casa.
- Estoy terminando de preparar algunas cosas porque en un rato vienen unas amigas.- Me dijo y se fue directo a la cocina.
La seguí hasta la cocina y sin dar vueltas le dije que quería volver a la relación que tenía con ella. Le confesé que extrañaba nuestras charlas, nuestros encuentros de semana por la tarde y la forma en la que ella se reía de mis fracasos amororos. Vicky no dijo nada, se quedó callada siguiendo con los preparativos de la fiesta y evitó mirarme de frente. Como no conseguí una respuesta de su parte, decidí decirle que de mi parte no tenía ningún problema con ella y la invité a hacer algo al día siguiente si es que tenía ganas. Victoria dudó, me miró a los ojos, bajó la mirada y volvió a levantarla. Parecía como si quería decirme algo, pero a su vez quería tragarse las palabras.
- Si no te molesta, preferiría que las cosas sigan como están.- Me dijo dejándome helado.
No supe que hacer, no tenía palabras para ese comentario que acababa de decirme. En esa oportunidad fui yo el que bajé la cabeza y deseándole un feliz cumpleaños, me marché del departamento. Cerré la puerta y no supe que hacer, me sentía confundido y algo molesto por la forma despectiva en la que me había tratado. Yo solo quería arreglar las cosas con ella, yo solo quería que volviéramos a llevarnos bien. Pero parecía que ella no estaba dispuesta a ello, parecía que ella quería seguir jugando el papel de ofendida cuando yo no había hecho nada para ponerla en ese lugar. Empecé a enojarme, mi cabeza no pensaba de manera correcta.
Le abrí la puerta a Sofía tan solo media hora más tarde. Ella pasó luego de saludarme con un beso y me preguntó qué era lo que quería hablar. Rápidamente le dije que lo mío con Vanina no había funcionado y que me encantaría volver a estar con ella. Me abalancé sobre su cuerpo pero Sofía me frenó de golpe. “Tenemos que hablar” me dijo y en ese momento me imaginé que me iba a decir que se había puesto de novia. Por suerte, descartó esa hipótesis enseguida y me contó que la iban a trasladar. Pensando que solo se iba a tener que mudar a otro departamento traté de volver a lo nuestro pero nuevamente volvió a frenarme de golpe.
- No entendiste…- Me dijo mirándome a los ojos.- Me tengo que mudar a otra ciudad.
Ahí me contó que era una cuestión de la provincia y la ciudad. Al parecer había disputa por la dirección de la policía y bastante personal iba a ser trasladado a la provincia y por ende reubicado. En ese momento comprendí que no iba a volver a verla por mucho tiempo y le pregunté cuando se tenía que ir. “Me dijeron que en dos semanas me trasladarían definitivamente” me contó y sentí tristeza por un instante. La cosa con Sofía se había dado de otra forma, pues lo nuestro había sido plenamente sexual. Más allá de eso, habíamos congeniado muy bien y solíamos sentirnos a gusto con el otro. Era más que solo sexo como con Daniela. A veces se daban conversaciones o charlas atrapantes y entretenidas y de vez en cuando debatíamos cuestiones personales que no se suelen hacer con cualquiera.
Nos quedamos en silencio por unos segundos y luego de juntar un poco de coraje, levanté la cabeza y le dije: “te voy a extrañar”. Ella, que siempre se mostraba como una mujer firme y feroz, agachó la cabeza y titubeando me dijo que también me iba a extrañar. Acto seguido, y con la intención de distender un poco, le dije que teníamos que aprovechar esas dos semanas antes de que se fuera. Sofía levantó la cabeza y me regaló una sonrisa que solo significaba una cosa. De golpe, me había olvidado de Victoria y de cómo me había lastimado su rechazo. Ahora solo pensaba en mi otra vecina y en las ganas que tenía de aprovechar el tiempo con ella antes de que se fuera.
Casi como si se tratase de unos amantes que se reencuentran después de mucho tiempo, nos levantamos y nos comimos la boca con un beso bien apasionado en el centro del comedor. Nuestros labios se rozaban una y otra vez y la lengua no tardó en aparecer de ambos lados. El abrazo que rodeaba dicho beso se fue haciendo mucho más fuerte y las manos empezaron a descontrolarse en cuestión de segundos. Los dos lo sabíamos, eso no iba a terminar ahí nomás. Nos dejamos llevar por el impulso, por el calor, por la calentura de saber de qué esa iba a ser una de nuestras últimas veces y poco a poco nos fuimos trasladando hasta la habitación. Sofía entró primero y se arrojó en la cama y yo la seguí sediento de sexo y con ganas de pasar un momento increíble con ella.
En cuestión de segundos los dos estábamos completamente desnudos y yo me encontraba entre sus piernas complaciéndola con mi boca. “¡Ahhh sí!” gimió Sofía al sentir uno de mis dedos entrar en su cuerpo al mismo tiempo que mi lengua rozaba su clítoris. Le comía la conchita como loco, mis labios estaban todos empapados y mi lengua iba de un lado al otro totalmente descontrolada. Con una de mis manos le mantenía las piernas abiertas y con la otra le metía un dedito una y otra vez, poniéndola a gemir como a mí me gustaba. Ella me miraba fascinada, me revolvía el pelo de la cabeza y me regalaba unos suspiros de placer que me rompían la cabeza.
Poco a poco le fui levantando la cintura y sus rodillas llegaron hasta su pecho. Sin dejar de jugar con mis dedos sobre su concha, bajé mi boca hasta su culito y empecé a comérselo con ganas. Si esas dos semanas iban a ser nuestras últimas, iba a hacer que sean dignas de recordar. Empecé moviendo mi lengua de un lado al otro por sobre su culo y cuando este estuvo todo mojad, bajé mi mano y dejé que los dedos jugaran en la zona. “¡Ay sí! ¡Me encanta!” me dijo ella cuando uno de mis dedos entró y comenzó a moverse a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás. Sofía era una diosa en la cama y sabía cómo volarme la cabeza.
Sin poder aguantarme las ganas, me arrodillé entre sus piernas y le metí mi pija bien dura en la concha. Esta estaba tan mojada que sentí como mi verga resbalaba hasta el fondo y pude escuchar un gemido hermoso. Estaba tan caliente que me empecé a mover a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás, metiendo y sacando mi verga casi por completo de adentro de su concha. Ella gemía como loca, se agarraba las tetas con fuerza y gritaba de placer. “¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te estoy cogiendo?” le dije dejándome llevar por la calentura y ella me respondió que sí a los gritos. Sentía como la humedad de su cuerpo provocaba que mi pija resbalara y que esta entrara y saliera de su conchita a toda velocidad.
Por mi cabeza pasaba la idea de que esa iba a ser nuestra última vez, no pensaba en las próximas dos semanas, por lo que le pedí que se sentara arriba mío y que me dominara un ratito, a pesar de que estábamos en mi departamento. Con una sonrisa bien morbos, Sofía se acomodó sobre mi cintura y una vez que volvió a tener mi verga adentro, se empezó a mover como loca encima de mi cuerpo. Saltaba, bailaba, se bamboleaba en todas direcciones y lo hacía de una manera espectacular. Con una de sus manos había sujetado las mías por encima de mi cabeza y con la otra me arañaba el pecho, dejándome la marca de sus garras. “¡Ay cómo me gusta cogerte, hijo de puta! ¡Cómo me calienta hacerte mío!” me decía y yo sentía un calor inmenso hacer el mismo recorrido que hacían sus dedos. Mis ojos se clavaban en sus enormes tetas, las cuales iban en todas direcciones y rebotaban encima de mí de una manera divina.
El juego de roles volvió a cambiar cuando la agarré de la cola y la levanté de golpe. Me senté en el borde de la cama con los pies en el piso y ella permaneció arriba mío, envolviéndome con sus piernas. Utilizando la fuerza de mi cuerpo, empecé a levantarla una y otra vez por los aires obligándola a caer, cada vez con más fuerza, sobre mi pija. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” decía ella en cada oportunidad que su conchita hacía desaparecer mi verga por completo. Le comí la boca con ganas, le mordí los labios y ella tiró la cabeza hacia atrás provocando que estos se le cortaran un poco. Su sonrisa morbosa me puso aún más loco y me llevó a mover su cuerpo aún más rápido, provocando que cada una de sus caídas fuera más violenta que la anterior.
- ¡Así! ¡Cogeme! ¡Me encanta!- Me decía gimiéndome y mientras veía un pequeño hilito de sangre formarse en sus labios.
Entonces la levanté por completo y me paré de golpe. Giré mientras hacía fuerza para que Sofía no se cayera al piso y la solté encima del colchón dejándola caer de golpe sobre las sábanas. Ella me miró sorprendida por ese acto de fuerza y destreza pero antes de que pudiera abalanzarse sobre mi cuerpo y llevarme hacia ella, yo le dije que se diera vuelta y se pusiera en cuatro. “Te voy a romper el culo, morocha hermosa” le dije arcándome al oído y ella me regaló un gemido que indicaba emoción. Me agaché detrás de su cuerpo y le abrí los cachetes de la cola de par en par y volví a pasar mi lengua por ese culito que estaba todo mojado. Mis dedos no tardaron en entrar en acción y cuando me di cuenta, Sofía ya tenía dos bien metidos adentro del orto.
Me paré de nuevo y apoyé mi pija sobre su culito y fui haciendo presión. Poco a poco vi como esta entraba en su cuerpo y pude oír esos gemidos que tanto me gusta oír. “¡Así nena! ¡Mirá como se abre ese culito divino que tenés!” le dije haciéndole saber que a mí también me encantaba aquello que estábamos haciendo. Podía ver como las manos de Sofía se aferraban a las sábanas con fuerza y como su cuerpo se contraía. Yo mantuve abiertos los cachetes de su cola con mis manos y cuando tuvo toda la verga adentro, me empecé a mover despacio para que se acostumbrara a ella. Se sentía bien apretado, me encantaba. Ella no dejaba de gemir y de gritar como loca con cada movimiento que yo daba y eso me motivaba a seguir moviéndome.
- ¡Más duro! ¡Cogeme más fuerte!- Me pidió de golpe.
Si Sofía quería que hiciera eso, yo iba a hacerlo. Empecé a moverme hacia atrás y hacia adelante a toda velocidad, cogiéndole el orto de una manera increíble. Ella no tardó en ponerse a gritar como una trola, gimiendo como loca y pidiéndome más y más, motivándome con sus palabras. Elevé una de mis manos y la dejé caer de golpe sobre una de sus nalgas pintándola de roja con el contorno de mi mano. “¡Tomá, puta!” le grité a lo bestia y me la seguí cogiendo. Me había puesto como loco, me había dejado llevar por la calentura y ahora movía mi cuerpo totalmente desaforado. “¡Cómo me calienta romperte el orto!” le dije y volví a pegarle una nalgada que se escuchó en toda la habitación.
Sofía no tardó en acabar pegando un grito de placer absoluto y su alarido me partió la cabeza. Inclinándome hacia adelante, moviéndome aún más rápido y estampando mi cuerpo contra el suyo de forma más violenta, me la seguí cogiendo hasta que no pude más. Di un golpe en seco, me quedé clavado en su cuerpo y sentí como la lente empezaba a salir de mi pija y le llenaba el culo a mi vecina. “¡Sí, puta de mierda! ¡Tomala toda! ¡Tomá toda la lechita!” le dije acabando y gimiendo de placer como nunca antes lo había hecho. Ella no paraba de moverse gozando con su orgasmo y veía como se refregaba en las sabanas con el culito bien en alto. Cuando se la saqué, el hilito de semen empezó a caer por su cuerpo y a entrar en su conchita rosada, esa imagen fue la frutilla del postre.
Nos pegamos una ducha para refrescarnos, nos secamos y nos cambiamos para cada uno seguir con su día. Cuando le abrí la puerta para que se fuera, Victoria abrió la suya y se subió al ascensor para seguramente bajar a abrirle una amiga. Sofía me despidió con un beso bien fogoso y pude sentir el gusto a sangre del corte que le había provocado al morderle los labios. Cuando bajó sentí un poco el vació en el pecho. Sabía que no iba a ser la última vez que nos viéramos, pues todavía teníamos dos semanas, pero no pude evitar sentirme algo solo. Me quedé mirando la puerta del departamento de Victoria y cuando escuché que el ascensor llegaba nuevamente al 9no piso, cerré la puerta de golpe.
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