¡Por fin volvió el sol!
Después de días de lluvia, el verano parecía terminado, pero aquí estaba de nuevo.
El sol despierta mis sentidos.
Estoy sola en casa, desde varios días, solo espero a que vuelva mi hombre para descargar con él toda la pasión de mujer que se mira al espejo y ve en la mirada reflejada una calentura insatisfecha.
Tengo que distraerme, un buen libro mientras disfruto de este sol en la terraza, pienso.
Me quito la ropa y busco una malla en el armario, en eso:
- ¿Quién diablos es él ahora? - me pregunto mientras suena el teléfono.
- ¿Siiii? - contesto y pregunto al mismo tiempo
- ¿Sos vos Inés? - averigua una voz masculina al otro lado.
-Si, soy yo ¿Quién es?-
-Alfonso ¿Te acordás?.... Me dijo un pajarito que tu marido otra vez está de viaje-
El vientre se me contrae, una serie de sensaciones placenteras invaden mi cuerpo, desnudo.
-Si….me acuerdo – contesto con voz que delata una fuerte emoción. Guapo, alto, bien peinado, sonrisa atrayente, ojos expresivos y…... muy bien dotado. ¡Claro que lo recuerdo!
-…pero, te dije que lo nuestro había sido el juego de dos noches,….. sin posibilidad de réplicas- agregué demasiado rápido
-Extraño, la chica de esas dos noches... - dice la voz
Una intensa sensación en el bajo vientre me hace susurrar:
- Te dije... fue solo un juego de un par de noches, no estoy disponible para otros juegos-
- ¿Qué puede convencerte de volver a jugar?-
- ¡Nada!-
- Creo que si querés volver a jugar… ¡No lo podés ocultar! Tu voz te deschava- dice
Tiene razón quiero jugar…. con Carlos, mi hombre, lo quiero ya... ¡pero no está!
- Te propongo un gambito de dama - dice la voz
- ¿Vamos a jugar ajedrez? – respondo y me quiero morder la lengua.
-Vos sabés a lo que quiero jugar…. ¡Convertite en otra mujer! - propone
- ¿Qué querés decir?-
- Cambiá maquillaje, sacá esas joyas que guardaste en el fondo del cajón… ponete un vestido que no sea de tu estilo…. teñí tu cabello, inventate otro nombre y… listo. Será otra que juegue conmigo la primera vez, no la tercera.-
-¡Dejate de boludeces!-
Su propuesta me seduce, estoy por entrar en el juego. Recurro a una floja defensa
- ¡Podría convertirme en una mujer que no te guste!.... ¿Mirá si elijo prostituta, me vas a tener que pagar?-
-¡Lo que vos quieras! Sos una diosa, bajo cualquier forma, no hay varón que se resista. ¡Nunca!!... te voy a seguir el juego -
Quedé callada demasiado tiempo mientras pregusto lo que podría ocurrir.
-¿Lo estás pensando? Te vuelvo a llamar - insiste con voz persuasiva.
Me intrigó qué sentiría al cambiar completamente el color del cabello.
Así que, el día siguiente, me compré una tintura de pelo temporal, negro, azabache.
Me gustó mi cara reflejada en el espejo, mi piel bronceada parecía realzada por el cabello negro... desentonaba ese mechón pelirrojo, ahí abajo en el entrepiernas…. no tuve ganas de teñirme ahí también!
¬¬¬¬¬¬Terminé de arreglarme.
Es en la tarde temprano, el sol calienta,
Visto un tailleur negro, livianito (que rescaté de una caja guardada en el placard). Me puse unos lentes negros, demasiado grandes para mi cara (que sólo uso si mis favoritos se rompen)
Subo al auto para ir a la cita. Mi ilusión es la misma de siempre, la de todas mis chanchadas.
Llego. Le toco bocina, su indecisión es palpable en la forma de mirarme. Le hago señas de acercarse, a través de la ventanilla:
- ¿Inés...? - comienza
- ¡No señor, hoy soy Estela.-
Me examina, luego traga saliva:
- Te ves bárbara con el pelo negro...-
- ¡Gracias!-
Termino de estacionar el auto, me bajo, lo bloqueo con el control remoto y me acerco a él “cadereando” a pesar de mis calzados sin tacos.
- ¿Tomamos un trago?- pregunta
-¿Qué…. me citaste para chupar?- rechazo
Me invita, entonces, a su casa, en un barrio cerrado fuera de la ciudad.
En su auto, durante el trayecto, hablamos poco. Está demasiado ocupado en ojear, lo que de mis tetas y piernas, deja ver mi trajecito.
Una vez en su casa, me lleva primero al jardín con una linda piscina escondida entre seto vivo y los árboles, luego me propone visitar el resto de la casa.
Pero, para mí, el juego ya se demoró demás:
-¡Tenés una hermosa piscina…. ¿Nos damos un chapuzón?-
Mientras digo eso, me quito la chaqueta del talleur, desabrocho la pollera que cae a mis pies y las coloco sobre una mesa, luego, sin girarme, me saco zapatos, levantando las piernas alternativamente. Me quedo inmóvil frente a él con bombacha y corpiño negros puestos.
Espero por su movida que no llega, así que también me saco las dos últimas prendas y las pongo sobre la mesa.
Camino lentamente poniendo un pie delante del otro en una línea imaginaria. Sé qué efecto tiene este paso en mis nalgas e imagino hacia dónde apuntan sus ojos.
Bajo, muy lentamente, por la escalera al agua.
Inés se habría zambullido pero Estela, con la tintura temporal en el cabello, no puede.
El agua me llega a las tetas. Lo busco con la mirada y veo que se desnuda, su ropa va a parar sobre la mía y se acerca al borde de la pileta.
Todavía no me metió una mano, yo ni siquiera lo toqué pero está excitado. Él quiere y yo quiero. En mi mente está sólo en coger, sólo en su verga erecta que me abre, empuja y me llena.
“Ahora se zambulle, me encara y me coge” pensé pregustando el placer.
¡Error!!
Se sienta en el borde con piernas hundidas en el agua y la verga, más que respetable, tiesa apuntando a mi cara. Me mira como si nunca antes hubiera visto una mujer y eso, reconozco, me gratifica enormemente.
- ¡Sos única, de veras!-
- ¿Te parece?
- ¡Sí, hermosa, sensual y sabés que significa ser hembra!-
Me acerco a él, lentamente le lamo el glande y disfruto de sus gemidos satisfechos, me meto la pijota en la boca y comienzo a mamársela. Se estremece y me acaricia la cabeza, con una mano en mi cabello me atrae hacia su pelvis obligándome a tragar la verga hasta la garganta.
La mamada es corta, muy corta.
- Vení... - me invita a salir del agua
- ¡Dale! - susurro
Subo por la escalera, me toma de una mano y me lleva hacia una colchoneta tendida en el piso..
- ¡Acostate! – me dice
- No, acostate vos. - replico.
Me mira a los ojos mientras se sienta, pero en lugar de acostarse, me agarra las nalgas y mete la cabeza entre mis piernas. Su lengua se desliza sobre los labios gruesos y encuentra inmediatamente el clítoris, me hace gemir.
- Dajame, te quiero adentro... ¡ya! – le digo mientras me aparto con fuerza.
Se acuesta y sostiene, con una mano, la verga en posición vertical.
Me arrodillo sobre él, siento la “cabecita” bien ubicada, bajo y su carne dura se desliza dentro de mí y llena ese vacío que me tuvo en ascua durante días (desde que mi marido viajó al exterior). La cachucha se contrae alrededor de su carne. Me quedo quieta, un ratito, para gozar la maravillosa sensación de mi cuerpo lleno de carne de hombre, luego empiezo a moverme.
Empiezo a subir y bajar, despacito, gozo las lentas e intensas penetraciones. Luego más rápido y sin parar, cuando bajo, un estremecimiento de placer me nubla la mente y me suelta la lengua.
Satisfecha de haber iniciado y controlado el polvo, lo que quise:
- ¡Vení encima mío! – le susurro al oído.
Parece que no esperaba otra cosa.
Me acuesto, se acomoda entre mis piernas abiertas, me besa y me mete la poronga, nada despreciable en tamaño, con fuerza y empieza a cogerme. Me encanta el entra y sale, vigoroso, de su verga y escucharlo jadear y gemir.
Levanto y meneo el monte de venus, así lo disfruto más. Y él goza a full.
-¡Asï... así... así…. ¡No aguanto más……! – murmulla
- ¡Estoy por acabar… non te quedés….. seguí…. Seguí…! – le suplico
Mantiene el ritmo a pesar de su respiración, cada vez más rápido, me hace entender que está al límite.
Lo miro, su cara está roja pero no se rinde.
Él me mira, mis ojos repletos de placer son más de lo que puede aguantar.
Gime, baja la velocidad pero no detiene el mete y saca.
Un empujón más a fondo seguido por el dulce espray de la eyaculación.
El orgasmo final se apodera de mí en ese preciso momento.
Arqueo la espalda, grito y dejo que el instinto haga el resto.
No hay tiempo para algo más que higienizarse y vestirse (tengo que ir a buscar mis “hijitos de puta” en la casa de mis suegros)
Ya es tarde cuando llegamos de regreso al estacionamiento donde dejé el auto. De vez en cuando me mira, parece decidido a decir algo y luego se calla. Nos damos un beso de despedida.
Cuando bajo de su auto me pregunta:
- ¿Cuándo nos vemos de nuevo?-
- Estela muere hoy.-
- ¿E Inés?-
- ¡Inés no está acá!- contesto mientras camino hacia mi coche.
Después de días de lluvia, el verano parecía terminado, pero aquí estaba de nuevo.
El sol despierta mis sentidos.
Estoy sola en casa, desde varios días, solo espero a que vuelva mi hombre para descargar con él toda la pasión de mujer que se mira al espejo y ve en la mirada reflejada una calentura insatisfecha.
Tengo que distraerme, un buen libro mientras disfruto de este sol en la terraza, pienso.
Me quito la ropa y busco una malla en el armario, en eso:
- ¿Quién diablos es él ahora? - me pregunto mientras suena el teléfono.
- ¿Siiii? - contesto y pregunto al mismo tiempo
- ¿Sos vos Inés? - averigua una voz masculina al otro lado.
-Si, soy yo ¿Quién es?-
-Alfonso ¿Te acordás?.... Me dijo un pajarito que tu marido otra vez está de viaje-
El vientre se me contrae, una serie de sensaciones placenteras invaden mi cuerpo, desnudo.
-Si….me acuerdo – contesto con voz que delata una fuerte emoción. Guapo, alto, bien peinado, sonrisa atrayente, ojos expresivos y…... muy bien dotado. ¡Claro que lo recuerdo!
-…pero, te dije que lo nuestro había sido el juego de dos noches,….. sin posibilidad de réplicas- agregué demasiado rápido
-Extraño, la chica de esas dos noches... - dice la voz
Una intensa sensación en el bajo vientre me hace susurrar:
- Te dije... fue solo un juego de un par de noches, no estoy disponible para otros juegos-
- ¿Qué puede convencerte de volver a jugar?-
- ¡Nada!-
- Creo que si querés volver a jugar… ¡No lo podés ocultar! Tu voz te deschava- dice
Tiene razón quiero jugar…. con Carlos, mi hombre, lo quiero ya... ¡pero no está!
- Te propongo un gambito de dama - dice la voz
- ¿Vamos a jugar ajedrez? – respondo y me quiero morder la lengua.
-Vos sabés a lo que quiero jugar…. ¡Convertite en otra mujer! - propone
- ¿Qué querés decir?-
- Cambiá maquillaje, sacá esas joyas que guardaste en el fondo del cajón… ponete un vestido que no sea de tu estilo…. teñí tu cabello, inventate otro nombre y… listo. Será otra que juegue conmigo la primera vez, no la tercera.-
-¡Dejate de boludeces!-
Su propuesta me seduce, estoy por entrar en el juego. Recurro a una floja defensa
- ¡Podría convertirme en una mujer que no te guste!.... ¿Mirá si elijo prostituta, me vas a tener que pagar?-
-¡Lo que vos quieras! Sos una diosa, bajo cualquier forma, no hay varón que se resista. ¡Nunca!!... te voy a seguir el juego -
Quedé callada demasiado tiempo mientras pregusto lo que podría ocurrir.
-¿Lo estás pensando? Te vuelvo a llamar - insiste con voz persuasiva.
Me intrigó qué sentiría al cambiar completamente el color del cabello.
Así que, el día siguiente, me compré una tintura de pelo temporal, negro, azabache.
Me gustó mi cara reflejada en el espejo, mi piel bronceada parecía realzada por el cabello negro... desentonaba ese mechón pelirrojo, ahí abajo en el entrepiernas…. no tuve ganas de teñirme ahí también!
¬¬¬¬¬¬Terminé de arreglarme.
Es en la tarde temprano, el sol calienta,
Visto un tailleur negro, livianito (que rescaté de una caja guardada en el placard). Me puse unos lentes negros, demasiado grandes para mi cara (que sólo uso si mis favoritos se rompen)
Subo al auto para ir a la cita. Mi ilusión es la misma de siempre, la de todas mis chanchadas.
Llego. Le toco bocina, su indecisión es palpable en la forma de mirarme. Le hago señas de acercarse, a través de la ventanilla:
- ¿Inés...? - comienza
- ¡No señor, hoy soy Estela.-
Me examina, luego traga saliva:
- Te ves bárbara con el pelo negro...-
- ¡Gracias!-
Termino de estacionar el auto, me bajo, lo bloqueo con el control remoto y me acerco a él “cadereando” a pesar de mis calzados sin tacos.
- ¿Tomamos un trago?- pregunta
-¿Qué…. me citaste para chupar?- rechazo
Me invita, entonces, a su casa, en un barrio cerrado fuera de la ciudad.
En su auto, durante el trayecto, hablamos poco. Está demasiado ocupado en ojear, lo que de mis tetas y piernas, deja ver mi trajecito.
Una vez en su casa, me lleva primero al jardín con una linda piscina escondida entre seto vivo y los árboles, luego me propone visitar el resto de la casa.
Pero, para mí, el juego ya se demoró demás:
-¡Tenés una hermosa piscina…. ¿Nos damos un chapuzón?-
Mientras digo eso, me quito la chaqueta del talleur, desabrocho la pollera que cae a mis pies y las coloco sobre una mesa, luego, sin girarme, me saco zapatos, levantando las piernas alternativamente. Me quedo inmóvil frente a él con bombacha y corpiño negros puestos.
Espero por su movida que no llega, así que también me saco las dos últimas prendas y las pongo sobre la mesa.
Camino lentamente poniendo un pie delante del otro en una línea imaginaria. Sé qué efecto tiene este paso en mis nalgas e imagino hacia dónde apuntan sus ojos.
Bajo, muy lentamente, por la escalera al agua.
Inés se habría zambullido pero Estela, con la tintura temporal en el cabello, no puede.
El agua me llega a las tetas. Lo busco con la mirada y veo que se desnuda, su ropa va a parar sobre la mía y se acerca al borde de la pileta.
Todavía no me metió una mano, yo ni siquiera lo toqué pero está excitado. Él quiere y yo quiero. En mi mente está sólo en coger, sólo en su verga erecta que me abre, empuja y me llena.
“Ahora se zambulle, me encara y me coge” pensé pregustando el placer.
¡Error!!
Se sienta en el borde con piernas hundidas en el agua y la verga, más que respetable, tiesa apuntando a mi cara. Me mira como si nunca antes hubiera visto una mujer y eso, reconozco, me gratifica enormemente.
- ¡Sos única, de veras!-
- ¿Te parece?
- ¡Sí, hermosa, sensual y sabés que significa ser hembra!-
Me acerco a él, lentamente le lamo el glande y disfruto de sus gemidos satisfechos, me meto la pijota en la boca y comienzo a mamársela. Se estremece y me acaricia la cabeza, con una mano en mi cabello me atrae hacia su pelvis obligándome a tragar la verga hasta la garganta.
La mamada es corta, muy corta.
- Vení... - me invita a salir del agua
- ¡Dale! - susurro
Subo por la escalera, me toma de una mano y me lleva hacia una colchoneta tendida en el piso..
- ¡Acostate! – me dice
- No, acostate vos. - replico.
Me mira a los ojos mientras se sienta, pero en lugar de acostarse, me agarra las nalgas y mete la cabeza entre mis piernas. Su lengua se desliza sobre los labios gruesos y encuentra inmediatamente el clítoris, me hace gemir.
- Dajame, te quiero adentro... ¡ya! – le digo mientras me aparto con fuerza.
Se acuesta y sostiene, con una mano, la verga en posición vertical.
Me arrodillo sobre él, siento la “cabecita” bien ubicada, bajo y su carne dura se desliza dentro de mí y llena ese vacío que me tuvo en ascua durante días (desde que mi marido viajó al exterior). La cachucha se contrae alrededor de su carne. Me quedo quieta, un ratito, para gozar la maravillosa sensación de mi cuerpo lleno de carne de hombre, luego empiezo a moverme.
Empiezo a subir y bajar, despacito, gozo las lentas e intensas penetraciones. Luego más rápido y sin parar, cuando bajo, un estremecimiento de placer me nubla la mente y me suelta la lengua.
Satisfecha de haber iniciado y controlado el polvo, lo que quise:
- ¡Vení encima mío! – le susurro al oído.
Parece que no esperaba otra cosa.
Me acuesto, se acomoda entre mis piernas abiertas, me besa y me mete la poronga, nada despreciable en tamaño, con fuerza y empieza a cogerme. Me encanta el entra y sale, vigoroso, de su verga y escucharlo jadear y gemir.
Levanto y meneo el monte de venus, así lo disfruto más. Y él goza a full.
-¡Asï... así... así…. ¡No aguanto más……! – murmulla
- ¡Estoy por acabar… non te quedés….. seguí…. Seguí…! – le suplico
Mantiene el ritmo a pesar de su respiración, cada vez más rápido, me hace entender que está al límite.
Lo miro, su cara está roja pero no se rinde.
Él me mira, mis ojos repletos de placer son más de lo que puede aguantar.
Gime, baja la velocidad pero no detiene el mete y saca.
Un empujón más a fondo seguido por el dulce espray de la eyaculación.
El orgasmo final se apodera de mí en ese preciso momento.
Arqueo la espalda, grito y dejo que el instinto haga el resto.
No hay tiempo para algo más que higienizarse y vestirse (tengo que ir a buscar mis “hijitos de puta” en la casa de mis suegros)
Ya es tarde cuando llegamos de regreso al estacionamiento donde dejé el auto. De vez en cuando me mira, parece decidido a decir algo y luego se calla. Nos damos un beso de despedida.
Cuando bajo de su auto me pregunta:
- ¿Cuándo nos vemos de nuevo?-
- Estela muere hoy.-
- ¿E Inés?-
- ¡Inés no está acá!- contesto mientras camino hacia mi coche.
0 comentarios - La tercera fue singular