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Román y Fiorella. Segunda cita (I)

No pudieron juntarse al día siguiente como tenían planeado. Por el trabajo de ambos no pudieron juntarse por una semana. Los dos reventando de excitación y compartiendo sus pajas e ideas por el chat para la noche que pasarían juntos.
Hasta que llegó el sábado en que podían volverse a ver. Quedaron de nuevo que Fiorella iba a ir a la casa de Román.
Ya se sentía cómoda con él y al vivir solo los liberaba un poco de testigos inoportunos. 
El pobre roommate otra vez tuvo que ser expectorado de su propia casa, esta vez con un poco más de protestas que la semana pasada, pero entendiendo la situación como buen amigo.
- Ya estoy abajo.
- Sube.
Esta vez Fiorella llegó más recatada, como intentando  controlar sus impulsos. Tenía puesto un jean pegado, un polo blanco y una casaca de jean. Nada peculiarmente “sensual”, pero con las ganas que se tenían para Román era como tenerla en lencería. 
Román abrió la puerta de su departamento apenas escuchó la puerta del ascensor abrirse en su piso. La miró desde el umbral y sin palabras la invitó a pasar. 
No había nada que decir. Ella pasó y cerraron la puerta. Solo se miraron y entendieron lo que iba a pasar.
Ella dejó caer su cartera al piso y se sacó la casaca en un mismo movimiento. Las manos de él fueron a su cintura y espalda y la aprisionaron mientras se fundían en un  caliente beso, un beso que les permitía por fin expresar todo lo que se habían aguantado en la semana. Mientras se besaban, Román le sacó el polo y el brassier en una sola jugada. Fiorella nunca se dio cuenta del momento en que le soltó el broche del sostén; no sabía si por la habilidad de Román o por sus tremendas ganas de estar desnuda entre sus manos.
Román pasó entonces a besarle las tetas mientras ella lo dirigía con sus manos en su cabello. Mientras le chupaba el pezón le iba abriendo el jean. Cuando cambió a darle atención al pezón izquierdo, Fiorella luchaba por sacarse las zapatillas sin perder un poco de concentración.
Apenas Román advirtió que los zapatos estaban al costado, le bajó el pantalón hasta casi la rodilla en un movimiento brusco. Fiorella se daba cuenta cada vez más que estas brusquedades de Román la ponían más caliente; cuando sintió su pantalón en sus rodillas se mojó tanto que la tanga que había elegido para la ocasión cambió de color de lo mojada que estaba.
Román la volteó 180 grados y la puso mirando a la puerta de entrada; Fiorella para no perder equilibrio se apoyó en la puerta y aun así casi se cae cuando sintió la mano derecha de Román moviendo la tanga a un lado y empezar a jugar con su concha empapada.
Román la jalaba del pelo para dejar el cuello expuesto; se dedicó a morderle y besarle el cuello mientras jugaba con sus labios exteriores, deleitandose con la humedad que evidenciaba lo excitada que estaba Fiorella, rozando delicadamente el clitoris y sintiendo como se escarapelaba con cada nueva estimulación.
- Por favor basta
- Quieres que pare?
- No carajo, quiero que me la metas ahorita, estoy muy mojada; necesito sentirte dentro mío
- Todavía no.
Román se daba cuenta de lo caliente que estaba Fiorella, pero aun así decidió esperar. Quería llevarla al límite.
Le bajó la tanga a medio muslo y se arrodilló atrás de ella. Aguantó el impulso de sumergirse entre esas nalgas y saborear sus flujos, que ya le bajaban por el interior de sus muslos. Pegó la cara, tomó una bocanada de aire y esperó.
Fiorella no podía más de la arrechura y se sacó el pantalón y la tanga al mismo tiempo. Se abrió de piernas y sacó más la cola. 
Eso era lo que esperaba Román. Que ella se entregue al momento y se deje llevar. Que no calcule más como en la primera cita. 
Por lo caliente que estaba Fiorella no fue necesario mucho tiempo hasta que se venga en la boca de Román. Román saboreaba cada descarga de Fiorella, disfrutando lo loca que la estaba volviendo. La volteó para poder concentrarse en chupar su clitoris y meterle tres dedos en la concha hasta que se volvió a correr entre gritos que seguramente todo el edificio había escuchado.
- Por qué yo soy la única desnuda?
- Porque yo lo he decidido así.
(Una nueva descarga eléctrica recorrió el cuerpo de Fiorella)
- Ah si? y ahora que va a pasar?
- Ahora te vas a arrodillar y me la vas a chupar.
(Un río de jugo de concha rompió la represa y discurría por los muslos de Fiorella)
- Mierda que rico. Sí, quiero chupartela.
Se besaron con una pasión aun más intensa que la del primer beso, con las manos de él apretandole las nalgas, acercándola hacia él para que sienta su erección a través de su ropa. Las manos de ella viajaron hacia el cierre de su pantalón y con cuidado lo abrió y se lo bajó.
- Mierda huevón me encanta tu pinga.
A pesar de ya haberla probado la cita anterior ansiaba volver a sentirla en su boca. Se arrodilló rápidamente para no perder tiempo. La agarró con ambas manos y se la puso encima de su cachete. Empezó a darse cachetadas con la pinga de Román. No sabía por qué, pero esa acción la calentaba en demasía. Cada golpe de pinga la mojaba más y más. Intentó metersela toda en la boca pero solo logró llegar a la mitad y soltar unas lágrimas por el esfuerzo.
Pero eso no hizo que desistiera, siguió chupando y lamiendo todo el tronco y cada vez más se la lograba meter más. Logró metersela toda en la boca mirando a Román a los ojos; esta era su jugada maestra. Nunca nadie se le había resistido a esa chupada con mirada a los ojos con cara de putita. 
Nadie. 
Nunca. 
Hasta Román. 
Mucho le costó pero aguantó estoicamente y no le llenó la garganta de leche de milagro. Por los continuos intentos de tragársela toda, se estaba llenando las tetas de su saliva y para aprovechar la situación, Fiorella se metió la pinga de Román entre sus tetas para hacerle una turca mientras le chupaba el glande. Román no iba a poder aguantar más, así que la agarro del cuello y gentilmente, pero firme, la puso de pie, la beso y la volteó.
- POR FAVOR METEMELA YAAAAAAAAAA
Fiorella se abrió con las manos las nalgas para que Román tenga un acceso más directo. Román ni siquiera tuvo que apuntar, simplemente se arrimó y la embocó en una. Encajaban perfectamente. Fiorella estaba tan excitada que le entró toda de golpe. Hasta el fondo. Lo que hizo que se viniera apenas se la metió. Nunca antes le había pasado. Román solo se la había metido y ella ya había tenido un orgasmo espectacular.
Román sintió todas las contracciones en su pene dentro de la vagina de Fiorella. Le costó una barbaridad no correrse al mismo tiempo que ella, pero lo logró. Aguantó la primera estocada, esperó a que Fiorella termine y empezó a taladrarla contra la pared. Le tenía que tapar la boca por lo escandaloso de sus gritos; considerando que estaban tirando en la puerta principal del departamento. A centímetros del pasadizo común del piso.
- Pon las manos en el piso
Fiorella no entendió pero lo hizo. En esa posición Román le iba a poder meterle la pinga hasta el fondo. Ella no lo sabía todavía, pero esta se volvería su pose favorita.
- Que vas a hac--- AYYY MIERDAAAA ESTAAA AL FONDOOOO!! NO PARES! NO PARES! POR EL AMOR DE DIOS NO PARES ME VENGOOOO
Y por cuarta vez en la noche tuvo un orgasmo que esta vez sí le hizo doblar las piernas y caer al piso. Mientras ambos se reían, Román la ayudaba a levantarse y le dijo:
- Vas a ir a mi cuarto y te vas a poner en cuatro con la cola apuntando a la puerta. Te vas a ir masturbando mientras yo ordeno y guardo todo acá afuera. Si no te encuentro tal cual te estoy diciendo te voy a castigar.
Fiorella ya no le prestaba atención al hecho de que estaba totalmente desnuda. Solo tenía cabeza para lo que Román le estaba diciendo. Nunca había estado tan caliente. Tuvo que controlarse bastante para poder responderle.
- Y como me castigarías? -no pudo evitar que se le quiebre la voz al final por la arrechura.
- Pues para empezar no te vienes más hoy. Seguiremos tirando, solo que cuando estés cerca de venirte, pararé en seco. Y cuando te vayas se quedan decomisadas tres prendas. Las que yo elija.
Fiorella empezó a hacer las cuentas. Tenía tanga, sostén, polo, medias, pantalón, casaca y zapatos. Decididamente quería más pinga. NECESITABA más de su pinga. Pero no se la iba a poner tan fácil tampoco.
- Y que prendas serían?
- Sostén, polo y calzón.
- No seas loco, como me voy a ir a mi casa con las tetas al aire?!
- Entonces haz lo que te digo y anda a mi cuarto. Quiero escucharte masturbandote desde acá afuera.
Fiorella dio dos pasos en la dirección correcta; paró, puso ambas manos en las paredes del pasadizo y dijo:
- Y si me empiezo a masturbar acá? Me la metes acá o me castigas?
- También te castigo.
- (cara de zorra)
- Pero no voy a desperdiciar la oportunidad de metertela.
- Ven entonces.
Una vez más Fiorella sacó cola y esperó que Román la vuelva a ensartar. 
Estaba herida en su orgullo. Román todavía no se venía a pesar de que se la había chupado y teniendo ella 4 orgasmos ya. Tenía que hacer que se venga. Quería sentir dentro la leche de este extraterrestre que le daba todo lo que buscaba en el sexo.
Román se sacó el polo y lo tiró al suelo. Tenía que castigarla por no haberle hecho caso, así que se esforzaría el doble. Se acercó por detrás pero no se la metió como ella esperaba. Entró casi por el costado, la agarró del cuello y apretó un poco. Fiorella cerró los ojos y se mordió los labios de la calentura. Con la mano libre le empezó a estrujar la teta izquierda. Haciendo mucha presión en su pezón, llegando al límite de hacerle daño, pero sin cruzarlo. Le soltó el cuello y le metió dos dedos a la boca. Ella los empezó a chupar como poseída esperando que se los meta luego en la concha. Román apuntó directo a su culo y le metió los dos dedos de golpe. Fiorella soltó un grito/gemido y empezó a mover las caderas acompañando el movimiento de los dedos dentro de ella.
- Metemela por favor, estoy a punto de venirme
Román no dijo nada. Solamente se ubicó atrás de ella y apuntó su glande a la entrada de la concha de Fiorella.
Fiorella no podía más de la excitación y esperaba la estocada. Estaba segura que iba a volver a pasar. Apenas se la metiera iba a explotar en el quinto orgasmo de la noche.
Sentía como la pinga de Román se paseaba por los labios de su vagina; sin dejar ningún punto sin explorar, incluyendo su culo cerradito, un par de veces sintió el glande en contacto con su asterisco y sintió un poco de miedo y bastante de emoción. Quería que Román le desvirgara el culo.
Esa noche no. 
Otro día. 
A la mierda, esa noche podía ser.
Cuando sintió la cabeza a punto de entrar, sintió como Román se retiraba.
- No seas así, no seas así; metemela de una v---
Román la agarró del cuello e interrumpió su súplica
- Te dije que me esperes en el cuarto y empieces a tocarte; este es tu castigo. No te vas a correr hasta que no me hagas caso.
- Pégame - no sabía por qué lo había pedido, pero lo necesitaba.
- Ah? - Román estaba confundido. Siempre fue agresivo en el sexo. Intenso. Pero nunca "agresivo". 
- Si, méteme una cachetada. Castígame - volteó y lo miró con una cara de zorrita espectacular, mordiendose el labio inferior; y mientras lo masturbaba continuó - me he portado muy mal, me tienes que castigar.
A Román le importó tres carajos su plan. La agarró del cuello, la puso contra la pared y la besó con una pasión que hasta ahora no había sentido.
La levantó del culo y la ensartó sobre él. No le soltaba el cuello mientras ella intentaba gritar del placer que estaba experimentando. Le empezó a dar cachetadas controladas. Sin mucho vuelo, pero con firmeza. Para probar.
- Esto querías no putita? Que te reviente
- Si mierda. Revientame siempre. Soy tu perrita.
- Que cosa eres?
- SOY TU PERRAAAAAA
Fiorella tenía el orgasmo más intenso de la noche hasta ahora. Entre la ahorcada, las cachetadas y la taladrada que estaba recibiendo Fiorella estaba a punto de desmayarse. Y Román no aguantaba más.
La desmontó. La agarró del pelo, hizo que se arrodille y le empezó a dar cachetadas un poco más fuertes, dejandole la mejilla roja.
- Quieres que te dé tu leche?
- Si carajo quiero que te vengas en mi cara y en mis tetas. Y en mi culo y en mi concha. Quiero tu leche yaaaaa. 
Román se masturbaba en la cara de Fiorella y no tardó mucho en soltarle toda la corrida. Le llenó el pelo, los ojos, la boca, las tetas de leche. Leche que Fiorella se encargó de recoger y tragar mientras miraba a Román a los ojos.
Los dos estaban exhaustos y satisfechos. Román la agarró del pelo, la hizo pararse, la volvió a besar y le dijo:
- Te vas al cuarto y me esperas masturbandote en cuatro con la cola apuntando a la puerta. Ahí voy.
Esta vez Fiorella no dijo nada. Agarró su ropa, le mandó un beso volado y enrumbó al cuarto, tocandose mientras caminaba.

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