Quiero mucho a mi sobrino, el hijo de mi hermano que vive en provincia, me encargó a mi sobrino para lo cuide mientras estudia aquí en la ciudad, en ese momento era un adolescente de tercero de secundaria, que llegó a invitar a algunos de sus amigos a mi casa; se reunían a ver el fútbol, a escuchar música o simplemente a platicar. Algo normal entre jóvenes. Yo siempre acepté que sus amigos lo visitaran, pues prefería que estuvieran en un lugar seguro a exponerse en la calle. Para darles su espacio, privacidad, y que pudieran estar más a gusto, yo solía salir a visitar alguna amiga, si no es que tenía trabajo.
Uno de ellos, Dante de nombre, particularmente me intimidaba a decir verdad, pues si bien tenía la edad de mi sobrino, no puedo dejar de reconocer que era un chico atractivo al que se le estaba formando además un buen cuerpo. Me miraba de forma especial también, no era indiferente a mi figura, a mis atuendos, y siendo sincera, a esa actitud cachonda que me es natural. Por supuesto siempre puse una raya para darme mi lugar, además de no incomodar más a mi sobrino, al que con frecuencia le molestaban porque "tu tía está bien buena", "qué buenas nalgas", "¿no quieres que sea tu tío?", y un sinfín de cosas propias de chamacos calientes. Sé que a mi sobrino no le hacía gracia que sus compañeros tuvieran fantasías conmigo, y claro, que se masturbaran pensando en mí, pero mi hijo había forjado su carácter sin confrontaciones pero con madurez.
En alguna ocasión, me pareció que Dante anduvo husmeando entre mis cajones de ropa cuando mi sobrino estaba bañándose y lo esperaba para irse a una fiesta. Yo regresé de compras unas cosas del supermercado y cuando le grité a mi sobrino para que me ayudara, Dante salió al paso, pero alcancé a oír el golpe de la puerta de mi recámara cerrándose. Cuando se fueron, noté un cajón entreabierto, el cajón de mi ropa interior. "Escuincle jarioso", pensé.
Pero lo más intenso estaba aún por venir. En una tarde lluviosa de sábado, un cliente me citó en un hotel que está casi frente al aeropuerto. Llegué antes de la hora a la zona para pasar a una plaza que está enfrente al hotel, del otro lado del circuito interior, a comprar condones. Por azares del destino, me pareció ver a Dante en un expendio de comida rápida, pero no creí que fuera él; "traes a ese chamaco en la mente, caliente", me dije a mi misma en mi cabeza. En fin, creyendo que sólo era mi imaginación, seguí mi paso. Esa vez llevaba un vestido corto y ceñido a mi cuerpo, blanco con flores rojas y trazos negros, zapatillas de tacón negros, los labios en rojo y mi cabellera suelta. Como suele pasar, las miradas masculinas se aferraban al contoneo de mis caderas. Crucé el circuito y llegué al hotel, pasé el interrogatorio de rigor en las recepciones, pese a que en más de un hotel ya me conocen, jaja. Subí el ascensor y busqué la habitación. Me planté segura frente a la puerta y toqué. Escuché los gemidos del televisor detenerse repentinamente, jaja, como si fuera el único cliente que mientras me espera se pone a ver porno.
- ¡Hola!
- Hola hermosa, pasa. Me dijo el cliente.
Se trataba de un cliente nuevo, así que poco a poco fuimos rompiendo el hielo. "La famosa Lynna", dijo. "¿Famosa, y por qué? jaja".
Me contó que me seguía en Twitter, en Instagram, y que se quedó picado con mis relatos en Youtube, y que así fue conociendo un poco de mi hasta llegar a mi blog.
- Te seguí la pista hasta que finalmente me decidí a llamarte y concretar la cita.
- Qué bueno, pues espero que te la pases muy bien para que repitas, jaja.
Comenzamos con el faje, sus manos de inmediato se posaron en mis caderas y nalgas, recorriéndolas en forma circular y presionándome contra él. Frente a frente, noté entre los besos y las caricias que su pene comenzaba a erectarse. Llevé mi mano a su entrepierna y sí, ya la tenía bien tiesa.
Comenzó a quitarme el vestido, mientras que yo le besaba los labios y el cuello. Me agradó el aroma de su perfume y la firmeza de sus manos, se notaba un hombre maduro en la cama, experimentado. Era un caballero de más de 45 años. con el cabello entrecano pero que conservaba el vigor. Nos despegamos sólo para quitarnos la ropa, me pidió que me dejara las zapatillas y la tanga pequeñita y blanca, me chupaba los pezones con deseo y me puso bastante húmeda.
Le pedí que se acostara para comenzar a mamar su miembro, pues ya me tenía bastante caliente este caballero y necesitaba llevarme su verga a la boca, quería saborearla. Se la froté haciendo leves giros con mi muñeca hasta que la sentí súper dura, me senté en la cama para ponerle el condón mientras él seguía de pie, ya bien enfundado, se la chupé mientras le acariciaba con suavidad los huevos. Nos acomodamos después en la posición del 69 para que yo se la mamara y él me mamara la panocha, con la tanga aun puesta, se confundía la humedad de su salva con la de mi lubricación vaginal.
Cogimos muy rico, lo monté, pasamos a misionero y me hizo terminar cuando me puso en cuatro y tomándome con firmeza de las caderas sentí el vigor de su pene embistiéndome con virilidad. Sus gemidos, combinados con los míos entrelazaron una sinfonía de lujuria.
Cuando me vine, él eyaculó largamente dentro de mi, sentí los chorros de su leche caliente en mi interior, esa maravilla de los condones de reciente generación que casi casi te hacen sentir como si lo hicieras al natural es algo delicioso. Nos quedamos recostados en la cama platicando. Me contó de las preocupaciones con uno de sus hijos, de las complicaciones laborales y de su soledad, pues era un hombre viudo. Tomamos una copa de ron, yo con cola y él derecho, y compartimos unos cigarrillo. Pasamos un rato muy a gusto de relajación sexual y mental. Sin una prisa mecánica por la hora, nos dio tiempo para un segundo encuentro sexual. Al terminar la cogida, nos bañamos, vestimos y nos despedimos. Él se quedó un rato más acostado en la habitación.
Salí contenta por la rica experiencia. Claro está que lo hago por dinero, pero también me gusta disfrutar del buen sexo, y ese hombre era un amante bastante competente. Bien relajada, y con mi dinerito en la bolsa, me dispuse a regresar a casa a reposar una noche tranquila.
Mi sorpresa fue cuando al salir del hotel a buscar un taxi, me llamaron por mi nombre. "Señora.... X". Era Dante.
- Hola señora, ¿cómo le va?
- Bien. Dije dudando, titubeando, confundida por la situación. - ¿Qué haces aquí?
- Ah, es que la vi en la plaza y la seguí, se me hizo extraño que anduviera por estos rumbos y me dio curiosidad, además con ese vestidito se ve bien antojable señora...
- ¡No te pases, cabrón!
- Bájele señora, bájele, que la tengo grabada entrando al hotel, con la hora registrada y también la grabé ahora que salió. No va a querer que su sobrino se entere de esto, ¿verdad?
- A mi sobrino no lo nombres, yo tengo derecho a hacer mi vida y no tienes por qué juzgarme.
- No, no, no, si no la juzgo señora, a su sobrino lo aprecio, es mi amigo, y no veo necesidad de causarle ningún problema, con el y con su papá, si usted y yo nos entendemos...
- A mi no me vas a chantajear, ¡escuincle pendejo!. Lo dejé con la palabra pues abordé el taxi que pocos instantes antes se detuvo.
En los siguientes días mi sobrino no tuvo ninguna reacción diferente conmigo, todo parecía normal, así que pensé que Dante sólo había mentido. Pero por desgracia no fue así. Una mañana, mientras servía el desayuno, noté a mi sobrino con una sonrisa extraña. Se la pasaba mirando el celular frenéticamente, contestando mensajes. Alguna noviecita, pensé. Lo que sucedió no fue tan inocente. Cuando le pregunté qué se traía entre manos, no me dijo nada. Pero al verlo tan raro, insistí hasta que me dijo: "no es nada, son babosadas de la escuela".
- ¿Qué babosadas? No andarás en problemas...
- Nada tía, es que van a publicar en un chat del grupo unas fotos de la mamá de un compañero en un hotel de paso, y andamos tratando de adivinar de quién se trata, pero al final seguro es un invento.
Sentí como si me cayera una cubetada de agua helada. Era un viernes. Ese día no supe qué hacer, ni cómo ponerme en contacto con Dante, el muy cabrón podía causarme un problema serio con mi sobrino y mi hermano, sobre todo por exponerlo a la vergüenza de adolescentes inmaduros que no entienden las situaciones de la vida adulta. En la tarde, estuvo sonando el teléfono de la casa, el fijo, cuando mi sobrino contestaba nadie respondía. Pero cuando pasó el tercer intento, le pedí a mi sobrino que fuera al súper por despensa. A regañadientes lo convencí de que él fuera, pues yo supuestamente tenía leves indicios de fiebre. Logré que saliera de la casa y me anclé al teléfono, hasta que sonó finalmente.
-¿Sí?.
- Hola señora.
- Dante.
- Servidor y amigo.
- No estoy para pendejadas.
- Yo tampoco.
- ¿Qué quieres? Deja de estar chingando o te va a ir mal.
- No nos compliquemos. Yo sé que podemos arreglar esto rápido.
- Ajá. ¿Cómo?
- Mire señora, yo me siento muy atraído por usted desde hace tiempo, por eso la seguí en la plaza, nada más por verle ese cuerpo tan sabroso que tiene contoneandose, sus caderotas, sus nalgotas...
- ¿Qué quieres pendejo?
- Cogérmela.
El hijo de la chingada me tenía en sus manos, tenía el sartén por el mango y era una forma simple de arreglar esto.
- Si usted me inicia, yo borro las fotos. Soy virgen todavía y quiero que sea mi primer mujer, mi primer hembra. Y le prometo que las borro, es más, usted misma las borra.
- Como si no pudieras hacer copias.
- No, se lo juro.
No tuve opción más que creer en la palabra de ese escuincle inescrupuloso. Era un riesgo, pero al menos lo tranquilizaba por el momento y ganaba tiempo. Nos arreglamos para vernos en la plaza, y entrar juntos al hotel pues notoriamente como menor de edad, le negarían el paso. Y como está cerca del aeropuerto, íbamos a simular ser turistas, madre e hijo.
Entramos al hotel y se notaba su nerviosismo. Así que decidí ser yo la que ahora manejara la situación.
- A ver, ya estamos aquí, dame ese celular, voy a borrar las fotos.
Para que no opusiera mucha resistencia, me quité el vestido rojo, en señal de buena voluntad y me quedé en la lencería roja y las zapatillas del mismo color. Lo aflojé de inmediato. Se quedó atónito y me entregó el celular. Borré las fotos y le exigí que se desnudara. Quedó encuerado un cuerpo delgado, con un pene más bien de mediano a chico, al fin un chamaco en formación. No le devolví el teléfono, y fui yo quien ahora lo grabó. Le pedí que confesara su fechoría en pelotas.
- Yo te voy a cumplir el trato, nene. Pero entiende que así no se hacen las cosas, y si insistes con joder a mi sobrino, voy a publicar tu confesión hasta que la vean tus padres y la vergüenza ahora la pasen ellos.
- No, no no, señora, yo sólo quiero estar con usted, es que no sabe lo que me gusta, me tiene embrujado, la amo...
Decidí terminar esa conversación y pasar a los hechos. Así que comencé a besarlo, evidentemente era muy malo besando, muy inexperto, pero bueno, ya estaba ahí. Introduje mi lengua en su boca, sentí la reacción de su verga, como si tuviera un resorte, ventajas de la juventud. No sabía cómo tocarme, así que yo guiaba sus caricias en mi propio cuerpo. Decidí llevarlo al éxtasis cuando me acosté en la cama y comencé a masturbarme. Me metía los dedos de una mano mientras los dedos de la otra los lamía y succionaba con mi boca, mis pechos estaban expuestos y yo gemía, mientras él se masturbaba.
- Deja de jalártela, para eso tienes tus películas, ven y cúmpleme, ¿no que muy hombre?
Se acercó Dante y me empezó a besar con torpeza las tetas. Mis pezones se erectaron pues entre el morbo de estar con un amigo de mi sobrino, que pese a su inexperiencia no estaba de mal ver, la situación del chantaje, el saberme vulnerable a ese escuincle, pero al mismo tiempo estarlo domando, me sacaron de lo habitual y me convertí en una amazona cachonda.
Le puse el condón con los labios y casi se viene el chamaco.
- ¡Ni se te ocurra terminar, eh!
Le enseñé unos trucos de respiración y prolongué el momento, dosificando su calentura con mis besos, mis caricias y unas chupadas de verga leves. Ya cuando lo sentí firme, bien plantado pero más seguro, me puse encima de él. No permití que me cogiera de misionero, porque así se podía venir más pronto. Me monté y comencé a menearme cadenciosamente sobre su verga bien dura. Comencé a disfrutarlo y me vine pero conteniéndome, sin grandes gritos para no darle demasiado de qué presumir.
Luego me puse en cuatro para que me penetrara de esa forma y naturalmente al ver mi culo a su disposición me tomó de las nalgas y me embistió. Cuando quise, hice meneos con mis caderas para hacerlo venir, y obviamente eyaculo a chorros largos e intensos. La leche de la juventud, jajaja.
Me agradeció, me dijo que nunca iba a olvidar ese día, etcétera, etcétera.
- Sólo te digo una cosa Dante, ahora obtuviste lo que querías por las malas. Y te falta mucho para convertirte en un hombre de verdad, sólo te recomiendo que en lugar de actuar como patán, te conviertas en un caballero, vas a lograr muchas más conquistas de esta forma. Créeme.
En los siguientes meses las cosas fueron calmándose, la amistad con mi hijo se fue transformando en algo más distante, pues tomaron rumbos separados al cambiar de escuela cuando entraron a prepas diferentes. Supe que Dante tuvo una novia y que se llevaban muy bien. Pero al año y medio de aquella experiencia en la que fui chantajeada por un chamaco jarioso, acudí a una cita en aquel hotel frente al aeropuerto. Era Dante, había terminado con su novia, me pagó dos horas por adelantado, y comenzó otra experiencia que narraré después.
(Relato tomado de las experiencias de esta dama, escort mexicana, Lynna Montiel.)
1 comentarios - Chantaje caliente.