Laura y yo, nos amamos, nos sentimos muy bien en el matrimonio, y queremos mantenerlo.
Pero disfrutamos de la transgresión.
Ser infiel, es emocionante y divertido. Son momentos robados, arrancados a la moral de una sociedad que pone la fidelidad como la obligación principal en una pareja.
El adulterio aún está mal visto. Pero, una transgresión vale todos los afrodisíacos que se te ocurran.
El estreno de compañero/a de cama, es ¡Un cóctel inigualable!
No pretendemos que tenemos que ser infieles en cualquier momento y de cualquier modo (ni que es imprescindible ser infiel), sostenemos, contra viento y marea que el amor apasionado, disfrutado con alguien que te hace sentir mariposas en el bajo vientre y mojar la bombacha / te provoca una gloriosa erección, es algo demasiado precioso para ser desperdiciado.
Pero no siempre fue así. Los primeros años de matrimonio fueron “intachables” para “la moral”.
Hasta que Laura, mi esposa, entró a trabajar en una gran empresa internacional de tecnología, como supervisora. Al poco tiempo, yo notaba que se arreglaba mucho para ir a la oficina.
Un día le pregunté si algún compañero trataba de seducirla.
Reconoció que sí, que era el gerente de soporte clientes.
Le pregunté que si tenía ganas de ceder a la seducción.
Me confesó que sí, que la intriga inicial y el envanecimiento de saberse deseada se habían, transformado en algo más intenso: excitación, anhelo.
Aunque tenía claro que la intención de su compañero era, sólo, llevarla a la cama.
Me pareció excitante la idea y le di permiso a que decidiese ella.
El viernes de la semana siguiente, quince minutos antes del horario de salida de su oficina (18:00 hs), recibí un mensaje suyo avisándome que tardaría en volver a casa, por un imprevisto e impostergable problema de trabajo.
“Mala tos le siento al gato” pensé. No estaba desencaminado.
Volvió casi a las 22:00.
Confesó que, José Luis, la llevó a un hotel alojamiento hasta las 9 de la noche.
Que el tipo estaba muy bien dotado y la había hecho gozar superlativamente.
Me dio algo de celos, sin embargo, la dejé seguir con sus encuentros sexuales.
A cambio yo tuve el “visto bueno de encame” con otra.
Curiosamente, mi primera transgresión, no fue encamarme con la mujer que me provocó una soberbia erección, lo hicimos con el culo de ella, sobre su escritorio.
La primera infidelidad de Laura, germinó en la oficina pero la gozó en un “hotel”; la mía, menos de 30 días después, brotó y se consumó en la oficina.
Erika era una colega, bonita, sociable y con sentido del humor. No había confianza entre ambos por lo tanto si teníamos deseos de intimar, el uno con la otra o viceversa, no lo habíamos “blanqueado” (en mi caso si tenía ilusión de hacerlo con ella).
Me llamó a mi interno pidiendo que vaya a su oficina, a ayudarla con su PC bloqueada. Eran las 17:55. A las 18:00 la oficina quedaba, prácticamente desierta.
-Erika ¡Claro que voy a ayudarte, mañana a primera hora!-
-¡Nooo por favor ahora! No pude salvar el trabajo que me costó horas de trajín. ¡Lo voy a perder!-
Allá fui. Por suerte en unos minutos le desbloqueé el PC y pude recuperarle, prácticamente todo su trabajo.
Me senté frente a su escritorio
-Ya está, si queres fijate.-
Ella, al volver a su lugar (con la idea de verificar si todo estaba ok en la PC), con o sin intención, pasó su culo, nada desdeñable, a centímetros de mis ojos.
Mi verga rápidamente reaccionó.
-¡Graciasss! Te debo una, Julio- dijo sonriente, pocos minutos después.
En son de broma pero en serio, repliqué, también con sonrisa, pero intencionada:
-¿Sólo una salida? ¿No es poco?-.
Se levantó, apoyó el culo sobre el escritorio frente a mí, con su blusa azul marino, pollera a la rodilla, tacos altos, y las piernas colgando. Nunca había hecho algo así, tan atrevido.
-¿Salir para qué?- murmuró con voz sensual.
-No te hagás la “caída del catre”. Para eso que estás pensando- Me re-excitaba, Me la comía con los ojos. Me jugué.
Abrió las piernas dejando que vea su bombacha negra.
No me esperaba una respuesta tan explícita. Mi verga se desmadró.
Me levanté de un salto, fui a la puerta, corrí la traba, volví y me abalancé sobre ella para besarla y manosearla.
Ella nada de pasiva: me bajó el cierre del pantalón, tiró hacia abajo mi slip para liberar la verga soliviantada, la rodeó con la mano y mientras me pajeaba, murmuró:
-¡Uhhyy… va a estar buena la “hora extra”!!!-
Me di, momentáneamente, por satisfecho con sobarla y manosearla lascivamente. Me bajé el pantalón y terminé de bajarme el slip, La bajé del escritorio, le bajé la bombacha, volví a sentarla y se la saqué del todo. Le apoyé la verga y se la metí de una y comencé a cogerla. Ella gemía bajito e intercalaba exclamaciones de placer.
Me vi en un espejo que había en una pared lateral, eso me aceleró más de lo que ya estaba, seguí bombeando fuerte y rápido.
De pronto me di cuenta que ella gozaba y tenía orgasmos callados. La miré y vi que mordía un lápiz blanco y amarillo para no gritar.
Supongo que percibió que yo estaba próximo a acabar. Soltó el lápiz, entre mis bombeadas, suplicó:
-…porfa… no acabés adentro…. mejor…. en mi… boca…. para… saborear.. tu-
Ahí saqué la verga de su concha, ella “pescó” que le daba el gusto, se bajó de rodillas en el suelo y se metió la punta de la verga en la boca.
Mientras me la masturbaba, me lamía el glande y me masajeaba los testículos.
No tardé en metérsela e inundarle la boca. No solo saboreó sino que también se tragó todo lo eyaculado.
Nos miramos yo de pie, ella de rodilla aún con la verga aún en la boca. Me pareció
bien cogida, feliz y bien puta. Me lo confirmó, rodeó la verga con el índice y el pulgar, y con sus ojos fijos en los míos:
-¡Qué buena herramienta, tenés, guacho….. y que bien la usás!!!-
Se puso de pie, manoteó la bombacha negra sobre el escritorio, se la puso, agarró el celular y
-…mi amor, el técnico ya arregló mi PC… en 10 bajo y te espero en la puerta, así no estacionás-
Se despidió con un hasta mañana y un beso.
Café de por medio, el día siguiente, me confesó que nunca había tenido tantos orgasmos, nunca se había sentido tan mojada y tan puta.
Yo no dejé de adularla.
Arreglamos repetir la semana siguiente pero, como dúo de infieles que se precie, en un hotel transitorio.
Pero disfrutamos de la transgresión.
Ser infiel, es emocionante y divertido. Son momentos robados, arrancados a la moral de una sociedad que pone la fidelidad como la obligación principal en una pareja.
El adulterio aún está mal visto. Pero, una transgresión vale todos los afrodisíacos que se te ocurran.
El estreno de compañero/a de cama, es ¡Un cóctel inigualable!
No pretendemos que tenemos que ser infieles en cualquier momento y de cualquier modo (ni que es imprescindible ser infiel), sostenemos, contra viento y marea que el amor apasionado, disfrutado con alguien que te hace sentir mariposas en el bajo vientre y mojar la bombacha / te provoca una gloriosa erección, es algo demasiado precioso para ser desperdiciado.
Pero no siempre fue así. Los primeros años de matrimonio fueron “intachables” para “la moral”.
Hasta que Laura, mi esposa, entró a trabajar en una gran empresa internacional de tecnología, como supervisora. Al poco tiempo, yo notaba que se arreglaba mucho para ir a la oficina.
Un día le pregunté si algún compañero trataba de seducirla.
Reconoció que sí, que era el gerente de soporte clientes.
Le pregunté que si tenía ganas de ceder a la seducción.
Me confesó que sí, que la intriga inicial y el envanecimiento de saberse deseada se habían, transformado en algo más intenso: excitación, anhelo.
Aunque tenía claro que la intención de su compañero era, sólo, llevarla a la cama.
Me pareció excitante la idea y le di permiso a que decidiese ella.
El viernes de la semana siguiente, quince minutos antes del horario de salida de su oficina (18:00 hs), recibí un mensaje suyo avisándome que tardaría en volver a casa, por un imprevisto e impostergable problema de trabajo.
“Mala tos le siento al gato” pensé. No estaba desencaminado.
Volvió casi a las 22:00.
Confesó que, José Luis, la llevó a un hotel alojamiento hasta las 9 de la noche.
Que el tipo estaba muy bien dotado y la había hecho gozar superlativamente.
Me dio algo de celos, sin embargo, la dejé seguir con sus encuentros sexuales.
A cambio yo tuve el “visto bueno de encame” con otra.
Curiosamente, mi primera transgresión, no fue encamarme con la mujer que me provocó una soberbia erección, lo hicimos con el culo de ella, sobre su escritorio.
La primera infidelidad de Laura, germinó en la oficina pero la gozó en un “hotel”; la mía, menos de 30 días después, brotó y se consumó en la oficina.
Erika era una colega, bonita, sociable y con sentido del humor. No había confianza entre ambos por lo tanto si teníamos deseos de intimar, el uno con la otra o viceversa, no lo habíamos “blanqueado” (en mi caso si tenía ilusión de hacerlo con ella).
Me llamó a mi interno pidiendo que vaya a su oficina, a ayudarla con su PC bloqueada. Eran las 17:55. A las 18:00 la oficina quedaba, prácticamente desierta.
-Erika ¡Claro que voy a ayudarte, mañana a primera hora!-
-¡Nooo por favor ahora! No pude salvar el trabajo que me costó horas de trajín. ¡Lo voy a perder!-
Allá fui. Por suerte en unos minutos le desbloqueé el PC y pude recuperarle, prácticamente todo su trabajo.
Me senté frente a su escritorio
-Ya está, si queres fijate.-
Ella, al volver a su lugar (con la idea de verificar si todo estaba ok en la PC), con o sin intención, pasó su culo, nada desdeñable, a centímetros de mis ojos.
Mi verga rápidamente reaccionó.
-¡Graciasss! Te debo una, Julio- dijo sonriente, pocos minutos después.
En son de broma pero en serio, repliqué, también con sonrisa, pero intencionada:
-¿Sólo una salida? ¿No es poco?-.
Se levantó, apoyó el culo sobre el escritorio frente a mí, con su blusa azul marino, pollera a la rodilla, tacos altos, y las piernas colgando. Nunca había hecho algo así, tan atrevido.
-¿Salir para qué?- murmuró con voz sensual.
-No te hagás la “caída del catre”. Para eso que estás pensando- Me re-excitaba, Me la comía con los ojos. Me jugué.
Abrió las piernas dejando que vea su bombacha negra.
No me esperaba una respuesta tan explícita. Mi verga se desmadró.
Me levanté de un salto, fui a la puerta, corrí la traba, volví y me abalancé sobre ella para besarla y manosearla.
Ella nada de pasiva: me bajó el cierre del pantalón, tiró hacia abajo mi slip para liberar la verga soliviantada, la rodeó con la mano y mientras me pajeaba, murmuró:
-¡Uhhyy… va a estar buena la “hora extra”!!!-
Me di, momentáneamente, por satisfecho con sobarla y manosearla lascivamente. Me bajé el pantalón y terminé de bajarme el slip, La bajé del escritorio, le bajé la bombacha, volví a sentarla y se la saqué del todo. Le apoyé la verga y se la metí de una y comencé a cogerla. Ella gemía bajito e intercalaba exclamaciones de placer.
Me vi en un espejo que había en una pared lateral, eso me aceleró más de lo que ya estaba, seguí bombeando fuerte y rápido.
De pronto me di cuenta que ella gozaba y tenía orgasmos callados. La miré y vi que mordía un lápiz blanco y amarillo para no gritar.
Supongo que percibió que yo estaba próximo a acabar. Soltó el lápiz, entre mis bombeadas, suplicó:
-…porfa… no acabés adentro…. mejor…. en mi… boca…. para… saborear.. tu-
Ahí saqué la verga de su concha, ella “pescó” que le daba el gusto, se bajó de rodillas en el suelo y se metió la punta de la verga en la boca.
Mientras me la masturbaba, me lamía el glande y me masajeaba los testículos.
No tardé en metérsela e inundarle la boca. No solo saboreó sino que también se tragó todo lo eyaculado.
Nos miramos yo de pie, ella de rodilla aún con la verga aún en la boca. Me pareció
bien cogida, feliz y bien puta. Me lo confirmó, rodeó la verga con el índice y el pulgar, y con sus ojos fijos en los míos:
-¡Qué buena herramienta, tenés, guacho….. y que bien la usás!!!-
Se puso de pie, manoteó la bombacha negra sobre el escritorio, se la puso, agarró el celular y
-…mi amor, el técnico ya arregló mi PC… en 10 bajo y te espero en la puerta, así no estacionás-
Se despidió con un hasta mañana y un beso.
Café de por medio, el día siguiente, me confesó que nunca había tenido tantos orgasmos, nunca se había sentido tan mojada y tan puta.
Yo no dejé de adularla.
Arreglamos repetir la semana siguiente pero, como dúo de infieles que se precie, en un hotel transitorio.
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