Mi esposo maneja un remis por 14 horas al dìa, y la situaciòn se hacìa cada vez màs dificil para la economìa familiar. yo le planteaba el buscar un trabajo para coloborar, nuestros hijos estàn criados, son libres, no necesitabamos mucho màs. Al principio no le gustò mi idèa pero al tiempo lo convencì y comencè a contactarme. Mi esposo tenìa un cliente, que siempre solicitaba su automovil con el que mantenìa una relaciòn excelente. Dagobert era su nombre, un anciano alemàn,que fuè un alto directivo de una empresa de su paìs y que despuès de pasar por Brasil y ser destinado a Argentina, decidiò radicarse en este paìs. No pasò mucho tiempo cuando el señor Dagobert le comentò a mi marido que deseaba contratar una secretaria. Necesitaba una persona de confianza, que estè unas horas en su casa, que organice sus actividades, le maneje el ordenador y comparta un cafè, le lea algùn diario y dialoge un poco con èl. Mi esposo le comentò sobre mi y mi voluntad de tener un trabajo. El Sr. le pidiò mis datos y al dìa siguiente me llamò para mantener una entrevista. Cuando fuì a esa coqueta casa y toquè el timbre y la puerta se abriò, me desilusionè. Esperaba encontrar a un señor alemàn que pese a su edad fuera un gigantòn, parco, etc. Sin embargo me encontrè con un viejito pequeño, su estatura no superaba la altura de mis orejas, de voz suave y obviamente con el acento propio de su idioma, se desplazaba con ayuda de un bastòn y amablemente mi invitò a pasar. Nos sentamos en una sala, y me indico cuales serìan mis tareas; tambièn cuàl serìa mi paga. Las tarèas eran màs que sencillas y mi sueldo superaba mi espectativa, por lo que al dìa siguiente comencè a trabajar en su casa. Pasaron varios meses sin novedad, me gustaba el trabajo y estaba còmoda; el señor Dagobert era amable y daba gusto trabajar para alguièn asì, amable y siempre de buèn humor. Un dìa le comentè que serìa madrina de bautismo de una bebe amiga de mi familia. Al dìa siguiente: sabado, le mostrè las fotos de la celebraciòn que tenìa en mi celular. Al verlas, exclamò: "usted usa minifaldas ?"; me sorprendìò esa observciòn a la que respondì; "si por que". Tenìa puesto un conjunto de saco con una falda que tenìa unos 15 centìmetros sobre la rodilla, (nada extraordinario); luego sonriendo agregò: "nunca vino con faldas". Es verdad le respondì desconcertada, solo algunas veces vestìa asì. "Me gusta como le queda, me gustarìa que viniera alguna vez con ellas". Me sorprendìo, su voz era suave, amable pero me sentì incomoda. Despuès agrego; "Si viene asì de atractiva, le incrementarè su sueldo". Esto me cayo como una bomba, no le contestè pero me sentì muy mal. Sentì que pese a esa amabilidad me trataba de prostituta. Se diò cuenta que me sentìa ofendida y antes de irme me ofreciò una disculpa; " se que me excedì, pero se lo digo con todo respeto. A mi edad solo aspiro apreciar la belleza: es solo eso, como incentivo le ofrezco un 20% de incremento, considerelo por favor". Me fuì molesta a mi casa, "quièn se cree que es este viejo verde enano importado" maldecìa en mi interior. Tampoco deseaba hacer un drama, tal es asì que cuando mi marido (que se diò cuenta de mi malestar), me preguntò, inventè una escusa con la que pude zafar. Pero las palabras del señor Dagobert me giraban en mi cabeza; mirè mis fotos en el celular y algo curioso comenzò a sucederme; mi enfado comenzaba a desaparecer; esas palabras y esa propuesta no me sonaban tan ofensivas. De ùltima me habìa ofrecido un aumento salarial por vestirme de manera normal como lo hacìa habitualmente en reuniones familiares. Por lo tanto al final de ese Domingo me respondì.... "y porque no !!!". Al dìa siguiente ingresè a su casa, nos saludamos cortezmente, èl estaba sentado en su sillòn preferido dela sala; yo pase a la cocina, preparè todo para servir su desayuno, pero mientras tanto fuì al cuarto de baño, me cambiè, me puse ese traje con inifalda que lucìa en la foto, calce mis tacos altos; lugo tome la bandeja con la taza etc.y me dirigì a la sala. Cuando me viò abriò sus ojos grandes, entrelazo sus manos y se las llevo a su boca, diciendome "gracias", agregando, "gracias por complacer a este viejo que solo desea ver, ni siquiera tocar, solo ver y contemplar la belleza de una mujer como usted. Se que la ofendì con mi propuesta. Le agradezco su generosidad de hacerme felìz. A mi edad el regocijo solo es a travès de los ojos y usted no de imagina lo que disfruto de ello". El tiempo paso y Dogobert y yo nos hicimos cada vez màs amigos y confidentes. Nos comenzamos a tutear, el me hablaba de su mujer fallecida y a veces le caìan làgrimas al recordarla. Casi sin darme cuenta comenzamos a tener una relaciòn màs intima y secreta. Las faldas se acortaron mucho màs, llegaron las transparencias, las medias caladas, los portaligas, las tangas, el hilo dental, los soutien diminutos y despuès sin ellos. Nunca Dagobert me toco por cerca que estuviera de èl, disfrutò mucho, nos reìmos,, parecìa rejuvenecido, el buèn humor lo hizo màs increìble aùn; compartimos tè, cafè, helados, etc., el sentado en su sillòn preferido y yo en otro frente a èl o recostada sobre la alfombra, practicamente desnuda. Un dìa llegue como siempre y en la sala estaba acompañado por un señor de traje muy formal, me dijo"el Sr.es me Escribano y decidè que cuando yo no estè lo mìo sea tuyo. Me sentì confundida, dije que no. Insistiò con firmeza; "yo lo quiero asì, si no aceptas el dìa que yo muera todo lo mìo pasarà a ser des estado y yo deseo que sea para tì y tu familia". Aceptè y firme. En los ùltimos dìas de la primavera Dagobert se sintiò muy mal. Su mèdico ordeno ingresarlo de urgencia a un Hospital. El mdiagnòstico no fuè alentador, sus màs de 85 años de edad le jugaban en contra. Pude verlo por ùltima vez en la sala de terapia intensiva; ya no hablaba, pero me mirò e hizo una sonrisa leve, dulce, tan còmplice como siempre. Su maqno apretaba la mìa muy debilmente, la ùnica y ùltima vez que su mano tocò mi cuerpo. Dagobert, morìa horas despuès. Ya pasaron varios meses de su partida. Todos los dìas voy a la casa, a la misma hora como siempre; coloco una flor a su retrato, preparo el cafè, y voy al cuarto de baño, me desnudo, me pongo la bata transparente, las sandalias con pulsera y taco agûja que tanto le gustaba; voy a la sala y me siento frente a su sillòn, cruzo mis piernas sobre mi vagina depilada como a èl le agradaba y siento un aire tibio, misterioso, que roza mis pezones y mi cuerpo; imagino su rostro, su sonrisa traviesa y porque no el roce de su mano por mis partes màs ìntimas que en la realidad nunca existiò. Se que estàs aquì y todos los dìas te espero mi amigo Dagobert.
8 comentarios - Mi amigo Dagobert.
un encanto de relato!