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¿Habrá empate o ya hubo?

Yamila, es una hermosa mujer que por hábitos, metas, gustos y pensamientos se parece mucho a Laura, mi esposa. Tiene alquimia con ella, son muy amigas, comparten, a veces con demora, secretos. Este relato, es uno de ellos.

Un día, después de cenar, Laura, con una expresión particular en su cara me dice:

-Hoy, en la casa de Yamila, me pasó algo que ni loca me lo esperaba. -
-¿Qué te pasó?-
-Estábamos conversando, café de por medio, en el living, de pronto se abrió la puerta que da al dormitorio y salió Raúl, imponente, con sus 1,95 metros de altura, sólo con un boxer puesto. Se sorprendió al verme, atinó a cubrirse el bulto entrepiernas, con ambas manos, sonrío, balbuceó una disculpa, dio media vuelta, mostrándome el culito y volvió al dormitorio-
-Reímos las dos por el imprevisto-
-…… Estaba durmiendo la siesta como muerto. Disculpame, voy a ver que necesita, comentó Yamila y se dirigió al dormitorio-
“Al rato volvió y ocurrió lo impensado, para mí, bromeando le dije-
- Che Yamila, Raúl está para darle y no cobrarle. ¿A vos que te parece, si le doy, pasamos de ser, sólo amigas, a parientas políticas?-
-Ahí fue cuando me tiró “el golpe bajo”. Me respondió: NO, Si fuera un partido de tenis sería DEUCE, quedaríamos empatadas.-
-Me costó, un rato, entender su respuesta……… ¿Qué me estás diciendo?...... ¿Te cogiste a mi Julio!-
-¡Sip! Me dijo ella.-

Lo que siguió fue Laura echándome en cara, no el haberme cogido a la amiga, sino habérselo ocultado:
-¡Que par de pájaros fallutos, ¡Vosss y ella!!! Cogieron y callaron.-

¿Vaya uno a saber, si con el desahogo, acabó el intríngulis?
¿O hubo o habrá empate entre las dos amigas?

¿Cómo fue que voltee a Yamila?

Tenía que cambiar la batería a mi celular. Como el costo me pareció un disparate, esa tarde salí temprano de la oficina y fui a un famoso negocio de electrodoméstico para evaluar precios de celulares nuevos.
Ahí di con Yamila.
-¡Juliooo! ¿Qué hacés aquí sin Laura?-
Se lo dije y, a su vez, pregunté qué hacía ella ahí sin su marido.
-Raúl está en Uruguay por un par de días. Yo vine a ver televisores Smart de 60 pulgadas-
Me explicó que el marido se resistía a comprar uno, que ella había “juntado” la plata necesaria, que quería, poner al marido frente a la compra consumada y volver con él, al negocio, para retirar el televisor ya que ella no manejaba y no quería gastar en envío a domicilio.
De pronto se le iluminó la cara:
-¿Vos viniste en auto?-
Conclusión, compró el televisor, lo llevamos a su casa en mi auto.
Lo entré. Me mostró donde iba a instalarlo en el dormitorio. Al lado de la cama, tuve una incipiente erección.
Nos sentamos en el sofá a tomar una copa de cola con ron y jugo de limón (Cubalibre).
Charlamos de todo un poco. Intercalé algunos cumplidos mechados con algunas insinuaciones veladas. Ayudado por el ron fui cada vez más atrevido. Ella correspondía a mis alusiones sin mostrar indignación, real o fingida.
Estábamos separados apenas unos pocos centímetros. Instintivamente acaricié su mejilla izquierda con mi mano derecha. Le empujé un mechón de cabello detrás de la oreja y traté de besarla.
Sentí la presión de sus manos en mi pecho.
-¿Qué carajo estás haciendo? - protestó.
- Lo que debería haber hecho hace tiempo- respondí, con calma fingida, mientras la retenía cerca tomándola de la cintura. Le susurre el deseo reprimido que tenía por ella. Traté de besarla de nuevo, me dio una fuerte cachetada.
-¡Pará, déjame, sos el marido de mi mejor amiga¡... ¡Mierda ¡!!- me gritó y se puso de pie.
No le aflojé. Me paré, la abracé y con mi mejilla acaricié la suya, lamí su oreja, le susurré que, su amiga, mi esposa... no estaba allí y que nunca sabría, lo de esa tarde; sería nuestro secreto.
Amagó liberarse de mi agarre, pero su presión disminuía cada vez más. Nos quedamos un momento o tal vez dos en total silencio. Los labios se tocaron y nos prendimos en un beso apasionado con lenguas arremolinadas. Le subí el vestido hasta la cintura, le manosee su gran culo y el entrepiernas. Podía palpar el calor proveniente de su bombacha. Mi verga, parecía explotar de excitación.
Volvimos al dormitorio.
Comenzamos a desnudarnos
Cuando se quitó el corpiño, me zambullí en sus tetas. Eran maravillosas, dos limones de carne con una aureola rosada y un pezón hinchado, cada uno. Los lamí, besé y mordí.
La empujé sobre la cama y le quité la bombacha. Una pelusa en su concha, no completamente depilada, apareció ante mis ojos. Le pasé la lengua a lo largo de los majestuosos labios mayores.
Se los separé, ligeramente, con los dedos. Estaban mojados, empapados de humores. Empecé a hacerle cosquillas en el clítoris. Yamila se sacudió, lo lengüetee, jadeó con la cabeza arqueada hacia atrás. Le agarré el culo con ambas manos, metí labios y nariz en el entrepiernas. Era casi como penetrar la concha con mi cara. No sólo se la estaba lamiendo, sino se la estaba comiendo. Su respiración era cada vez más trabajosa. Levanté la cabeza con mi rostro empapado en sus líquidos, me ubiqué sobre ella, nos miramos, nos besamos y sin decir nada, le emboqué la verga que entró sin encontrar resistencia. Se estremeció. Comencé a cogerla primero con calma y después con cada vez más ardor. Gozaba ese polvo, gozaba a Yamila. Ella se estremecía y yo empujaba con más fuerza, por el instinto animal que sentía adentro. En esa habitación resonaba el crujido de la cama acompañando nuestros quejidos, nuestras respiraciones, nuestros jadeos. Curiosamente, como me ha pasado otras veces, estaba cogiendo sin decir palabra, sin alboroto, sin "insultos". Incluso Yamila sólo soltaba gritos de placer sin decir nada.
Entonces sentí que estaba a punto de acabar. No pude resistir más, solté copiosa cantidad de semen adentro de ella, que, después de unos pocos bombeos más, chilló fuerte su orgasmo final.

Después de reponer las fuerzas con la quietud de varios minutos, nos higienizamos. Ella primero.
Cuando salí del baño, invité a Yamila, acostada, a sentarse en la cama.
Mi verga, tensada, apuntaba a su cara. Ella entendió lo que quería. Tomó el pene con la mano, tiró la piel hacia atrás, provocándome un leve dolor, que inmediatamente se alivió por la humedad de su lengua que comenzó a girar lamiendo el glande, luego a recorrer el tronco hasta las bolas, volvió al glande y se tragó la verga por completo y comenzó una mamada espectacular. La sensación fue única. Yamila había abandonado todas las reservas y, hecha una trola, me la estaba chupando enardecida.
La adrenalina se adueñó de mi cerebro. Estuve tentado de agarrarla por el cuello y cogerla por la boca metiéndosela hasta la garganta. Me contuve, me pareció demasiado. La chupada, fuera de serie, terminó con abundante eyaculación en su boca. A ella le gustó y me lo dijo.

Se deduce con facilidad de lo sucedido previamente, que la tarde terminó con una segunda cogida en pose misionero.
Nos despedimos con la promesa de no revelar nuestro festival de sexo sin moderación.

Yamila, no pudo y se la confesó a Laura. No se conque nivel de detalles.

1 comentarios - ¿Habrá empate o ya hubo?

chamaco281
Se lo va a cojer sin piedad al marido de la amiga