Aquella tarde después de lo sucedido me bañe y me fui a trabajar, mi sensación era la misma de una semana antes, me sentía sucia, y con un gran cargo de conciencia, pero sabía que en el fondo todo era para salvar mi matrimonio con Gerardo.
Las cosas en mi nuevo trabajo transcurrían bien, Felipe era el nombre del dueño de la librería y mi relación con él era muy cordial, tenía 62 años, era muy alto, superaba el metro noventa de estatura, era delgado, su hobby era andar en bicicleta, y eso lo había mantenido bastante bien, se peinaba su pelo blanco hacia atrás constantemente con sus inmensas manos, y vivía solo, ya que era soltero. Era un persona muy correcta, muy caballero, me trataba muy bien, pero no sé si era por mi experiencia con Don Elbio, pero yo me imaginaba un cierto interés de parte de Don Felipe, quizás yo estaba muy susceptible, pero cuando él me pasaba algo, sus dedos se tocaban con los míos más de lo normal, y sentía sus ojos siempre sobre mi, pero quizás era solo mi imaginación. Yo en esa época de calor iba a trabajar con ropa liviana, no me vestía provocativa, pero era inevitable ir con faldas cortas y remeras ajustadas, que por las generosas medidas de mis pechos, parecían romperse.
Un día él me estaba dictando una nota, yo estaba sentada escribiendo en la computadora y él parado atrás sobre un costado, no podía concentrarme en lo que escribía, porque sentía su mirada clavada en mi escote, desde su posición tenía una vista inmejorable, para colmo se empezó a apoyar inconcientemente o ex profeso en mi hombro, por su altura lo que me apoyaba era su muslo, toda esa situación me puso muy nerviosa, estaba como agitada, pero la cosa no pasó de allí. Otro día hacía un calor increíble, estaba hecha agua, me corría la transpiración por todo el cuerpo, Don Felipe se dio una ducha y salió como nuevo, y me invitó a que yo me duchara, mi primera respuesta fue no, le dije que estaba bien, que no era necesario, pero insistió y acepté. El baño está al fondo del salón, entrando por un pasillo, una vez adentro del baño, trabé la puerta con un pasador, y empecé a desvertirme, me pareció escuchar un pequeño ruido tras la puerta, pero no le di importancia, me bañé y luego procedí a vestirme, me cambié la bombachita por una que siempre llevo en mi cartera de repuesto, cuando terminé de vestirme volví a sentir ruidos en la puerta, como si alguien se alejara, la puerta estaba cerrada pero tenía el orificio de la cerradura libre, me imaginé que Don Felipe estuvo tras la puerta mientras me bañaba y quizás me vio algo por la cerradura, pero quizás fue solo mi imaginación.
Pasaron un par de días, y comencé a sentir algo que cambió mi vida para siempre, estaba una siesta recostada en mi cama sólo con bombacha y corpiño, pensando en nada, de repente adopto una posición que me permitía verme en un gran espejo que llega hasta el piso y está ubicado en la pared que da al mi costado de la cama, me gustó lo que veía, me sentía linda, mis pechos, mis piernas, y de repente Don Elbio y Don Felipe ocuparon mis pensamientos, no lo podía creer, en lugar de pensar en mi marido, un hombre de 32 años, apuesto, que era la envidia de mis amigas, estaba pensando en hombres sin ningún atractivo que lo doblaban en edad, lo peor de todo es que empecé a tocarme y a imaginarme que estaba con alguno de ellos, el asco que me originaba Don Elbio se estaba transformando en deseo, cuando comprendí lo que pasaba, me lo negué mil veces, no podía ser de ninguna manera y me repetía una y otra vez, que yo por mi inquilino sentía asco, aversión y odio, porque era un ser despreciable que me obligaba a entregarme bajo amenazas.
Traté de concentrarme en el amor que siento por mi marido, esa noche lo esperé vestida muy sensualmente, le preparé una cena especial, luego de comer, él entró a bañarse, y yo lo seguí, nos besamos apasionadamente e hicimos el amor bajo el agua, en un momento yo me incliné hacia delante y apoyando mis manos en las llaves del agua, le ofrecí mi cola paradita, mi esposo aprobó la invitación y me penetró vaginalmente desde atrás, yo lo estaba disfrutando, cuando mi mente me traicionó otra vez, comencé a imaginar que quien me tenía desde atrás era Don Elbio, y terminé en un orgasmo profundo, que me dejó algo de angustia por lo que pasaba por mi imaginación.
Finalmente llegó el tercer y último miércoles, almorcé sola, ya que mi marido trabajaba en horario corrido, y luego me bañé, me perfumé y me vestí con pantalón corto y una musculosa, mi ropa interior era normal, pero pequeña tal cual es mi costumbre. Y me dispuse a esperar a Don Elbio, mi cabeza daba mil vueltas por minuto, sabía con seguridad que estaba enamorada de mi esposo y que él era lo más importante para mi, también sabía que Don Elbio, era un ser despreciable que se estaba aprovechando de su calidad de acreedor de una deuda que nunca tuve que tener y que bajo amenazas lo estaba a punto de repetir, aquellos pensamientos calientes en donde me imaginaba estar con él, habían desaparecido, rogaba que no fuera miércoles, no lo quería ver, quería terminar de una vez por todas con esa situación. Pero sabía que la única manera de hacerlo era estar una última vez con el viejo.
Llegó puntualmente a las 14.30 horas, lo recibí y le pedí que se sentara que quería hablar con él, accedió y entonces le expliqué que ya no soportaba más esa situación, que yo amaba a mi esposo, que en tres o cuatro días le pagaría todo lo que le debía y que por favor respetara lo acordado y no me molestara más. Él me prometió cumplir con su palabra y si yo le pagaba todo, se terminaría esta "relación" y nunca más me molestaría. Pero inmediatamente después agregó:
Bueno pero hoy tenés que hacer todo lo que yo te diga.
A qué se refiere?
Que me tenés que hacer caso, y si sos buenita conmigo te prometo que todo se termina acá.
Está bien Don Elbio, pero por favor le pido que me respete un poquito, no se olvide que soy casada y que nunca antes estuve con nadie que no fuera mi esposo.
Tranquila, por favor, ponete de pie y empezá a desvertirte, pero lentamente...Así, muy bien, mirame siempre a los ojos, mostrame esos lindos pechos, te dijeron antes que son espectaculares?
Sí muchos por la calle, pero solo los había visto desnudos mi marido.
Bueno ahora yo tendré el gusto de chupártelos, acercate un poquito.
Yo me acerqué, él se puso uno de mis pezones en su boca, y empezó a chuparlo como a un caramelo, me manoseaba ambos pechos con maestría, con firmeza pero sin hacerme daño. De repente bajó una de sus manos y me tocó la cola, por sobre el pantaloncito, me metió algunos dedos, pero seguía concentrado en mis lolas. Pasaron varios minutos y me pidió que me sacara toda la ropa, me saque el pantalón y la bombacha, y me dijo:
Ahora quiero que me saqués la ropa a mi, vení mamita, sacame los zapatos... ahora el pantalón...
Yo estaba arrodillada en la alfombra del living, y sin querer rocé mi cara con su entrepierna y aún con los calzoncillos puestos noté su gran erección. Al bajar su boxer, saltó su verga hinchada y me apuntó directamente a la cara.
Ya sabés lo que me gusta flaquita, chupame la pija, yo sé que a vos te encanta mi pedazo, dale.
Y empecé a besárcela, por surte estaba con olor a recién bañado, realmente es muy grande la pija de Don Elbio, acostumbrada a la de mi marido, ésta era cuatro centímetros más larga (19 cm) y por lo menos un centímetro más de ancho (5 cm), con mi boca siento esta diferencia, Don Elbio me empujaba su aparato dentro de mi boca, y me costaba mucho recibirla. Ya a esa altura mis pensamientos ya estaban a contramano otra vez, lo que sentía en ese momento era morbo, estaba realmente excitada, me quería comer esa enorme pija, Don Elbio entraba y salía, como si estuviera cogiéndome por la boca, en un momento creí que iba a acabar y me llenaría mi boca con su semen, porque los sentí muy agitado, me dio un poco de asco pensarlo, pero a esa altura ya no me importaba nada, estaba poseída. Me hizo poner de pie, me apretó fuerte contra su cuerpo y me dio un beso terrible, con la boza totalmente abierta, me pasó su lengua por toda mi cara, cuello y orejas, sus manos mientras tanto exploraban mi sexo con cierta violencia, pero ya estaba muy lubricada por lo que solo me daba placer, de pronto con su mano derecha comenzó a manosearme la cola y uno de sus dedos lubricado en mi vagina logró ingresar en mi apretado ano, muy poco pero lo suficiente como para causarme dolor, hice un movimiento de separación y él con una sonrisa sarcástica me dijo:
Estás muy sensible, no te hagas problema, ya lo vamos a lubricar bien y no te dolerá nada.
En ese momento se sentó en el sillón doble del living con su pija apuntando al techo, se veía grande, gruesa y brillante, me invitó a sentarme sobre él, pasé ambas piernas por los costados de su cuerpo y me senté lentamente sobre su verga, se sentía realmente hermoso, estaba tan lubricada que resbaló fácilmente, él me tenía agarrada por la cintura y me levantaba y me bajaba sobre su pija, me la sacaba practicamente toda y me la volvía a enterrar hasta mis entrañas, así estuvimos largos minutos, entonces me pidió que fuéramos a mi dormitorio, le dije que no, que prefería quedarme en el living, que la cama matrimonial no, etc.etc., pero él insistió diciéndome que yo había prometido a acceder a lo que me pidiera ya que era la última vez y que lo quería hacer bien, acepté pero le pedí que no nos demoráramos tanto, es que tenía que dejar todo limpio y ordenado antes de irme a trabajar, ya que en muchas ocasiones mi marido volvía a casa antes que yo.
Se levantó de su asiento sin separarme de él, empezó a caminar hacia el dormitorio y me llevaba ensartada en su verga, sentía su prominente panza contra mi cuerpo, casi iba sentada sobre ella, luego de llegar al dormitorio, con mi ayuda porque primero entró equivocadamente al baño. Antes de continuar quisiera aclararles que los términos pija, verga, poronga que antes de esa experiencia no conocía ni en sueños, me los enseñó a decir Don Elbio, él siempre me obligaba a repetir cosas, yo a su pedido decía frases como:
Quiero su pija Don Elbio
Por favor métame la verga hasta el fondo
También hacía que lo tuteara:
Comeme la concha Elbio.
Todo esto que al principio me daba aversión, ahora me causaba un cierto placer, estaba saliendo a la luz, una Verónica desconocida, dormida en mi interior, me sentía una puta.
Ya en el dormitorio, me recostó y él sin salirse de mi, inició una nueva cogida, yo estaba de espaldas y con mis piernas abiertas y encogidas, él sobre mi y me penetraba con todo el peso de su cuerpo, quizás su estómago impedía una total penetración, pero yo igual sentía que me llegaba hasta el fondo. Luego de estar como cinco minutos en esa posición, me sacó su pija y subiéndose sobre mi la puso entre mis pechos, al ser grandes y con la yuda de las manos de Don Elbio, formaron un túnel perfecto para su pija, que al estar lubricada con mis jugos vaginales, inició un rápido movimiento que en su parte superior chocaba contra mi boca, él hizo que la abriera y en cada sube y baja metía la punta de su pene en mi boca, esto me producía mucho placer, no tanto por el estímulo sensitivo sino por el visual, veía su pija resbalarse por mis tetas y meterse en mi boca, realmente era todo muy zafado.
De repente se incorporó y me pidió que me acostara boca a bajo, empezó a besarme en la nuca, después bajó por mi espalda, todo con mucha saliva, sentía todo muy húmedo, fue bajando, empezó a recorrer mis nalgas, esto me hizo poner la piel de gallina, lo mismo cuando me besaba la parte posterior de mis muslos, posteriormente con sus dos manos abrió mis nalgas y pasó su lengua por toda mi canaleta, desde mi vagina, iba hasta mi culito con maestría, cuando la introdujo en mi orificio anal, creí desmayarme, me encantó, esa parte sí la había vivido con mi esposo, él en varios juegos preliminares llegaba hasta el beso negro, pero nunca pasó de allí, pero Don Elbio había tomado la decisión de pasar esa barrera, me puso las dos almohadas debajo de mi vientre, mi cola quedó levantada, me llenó mi agujerito con saliva, lo mismo hizo con su pija, igual ya estaba bastante lubricada, me la apoyó directamente contra mi orificio y empezó a hacer presión, yo estaba entre asustada, excitada y dolorida, pero ya no había vuelta atrás, mi esposo Gerardo nunca ni siquiera me lo pidió, y ahora estaba entregando mi última virginidad a Don Elbio, el dolor aumentaba, ya era muy agudo y me quejé entre sollozos, me pidió paciencia diciéndome que ya se me iba a pasar, yo sentía que ya la tenía toda adentro cuando me dijo:
Ya entró la puntita, relajate flaca que te la voy a meter toda.
Por favor Don Elbio, pare que me duele mucho, ahhh!!!
Pero era inútil, no había ruego capaz de hacer cambiar de idea al viejo, juro que ya no sportaba el dolor, pensaba cómo podía haber personas que disfrutaran eso, lentamente entraron más centímetros de su verga, ya tenía la mitad adentro, según sus palabras, el dolor no había disminuído pero yo ya me había acostumbrado a él, entonces me concentré en la situación concreta, estaba siendo cogida por el culo por el viejo dueño del departamento en donde vivía, en la propia cama en donde duermo con mi marido y lejos de arrepentirme en ese momento, me puse a mil, me volví totalmente loca, y empecé a disfrutar de esa cogida, su pija entraba y salía, sus manos estaban aferradas a mis costados y me atraía y me alejaba con mucha fuerza, el dolor seguía estando pero había pasado a un segundo plano, me sentía una perra, Don Elbio empezó a insultarme, primero me extraño e inmediatamente ayudó también a mis sentimientos de puta, él empezó a respirar cada vez más fuerte, dio un par de ronquidos graves y pegó un grito que rogué no fuera escuchado por el resto del edificio, sentí su semen dentro de mi cola, me la enterró hasta el fondo o eso creí, la sentí palpitar dentro de mi y en ese momento estallé en un orgasmo impresionante que me llegó a doler, él se desplomó sobre mi cuerpo, todo transpirado al igual que yo, el roce de nuestros cuerpos producía un sonido acuoso, me dijo varios piropos subidos de tono, yo sólo le pedí que se fuera rápido, le pedí que se fuera de mi departamento y de mi vida, él se sonrió y me dijo que algún día yo le iba a pedir vivir otra vez lo que acabábamos de compartir, y recuerdo que me sonó a increíble, yo no quería verlo más.
Ese día llamé a Don Felipe al trabajo y le dije que no me sentía bien, en realidad no podía caminar del dolor, inventé cualquier excusa para que mi marido no notara mi casi renguera, había terminado una experiencia crucial en mi vida, le había sido infiel por primera vez a mi marido, y las cosas para mi empezaban a tener otro color, con el tiempo descubrí que sigo amando a mi marido, que él es mi vida, pero que en determinados momentos necesitaría algo más, y prometo contarles pronto lo que sucedió.
Las cosas en mi nuevo trabajo transcurrían bien, Felipe era el nombre del dueño de la librería y mi relación con él era muy cordial, tenía 62 años, era muy alto, superaba el metro noventa de estatura, era delgado, su hobby era andar en bicicleta, y eso lo había mantenido bastante bien, se peinaba su pelo blanco hacia atrás constantemente con sus inmensas manos, y vivía solo, ya que era soltero. Era un persona muy correcta, muy caballero, me trataba muy bien, pero no sé si era por mi experiencia con Don Elbio, pero yo me imaginaba un cierto interés de parte de Don Felipe, quizás yo estaba muy susceptible, pero cuando él me pasaba algo, sus dedos se tocaban con los míos más de lo normal, y sentía sus ojos siempre sobre mi, pero quizás era solo mi imaginación. Yo en esa época de calor iba a trabajar con ropa liviana, no me vestía provocativa, pero era inevitable ir con faldas cortas y remeras ajustadas, que por las generosas medidas de mis pechos, parecían romperse.
Un día él me estaba dictando una nota, yo estaba sentada escribiendo en la computadora y él parado atrás sobre un costado, no podía concentrarme en lo que escribía, porque sentía su mirada clavada en mi escote, desde su posición tenía una vista inmejorable, para colmo se empezó a apoyar inconcientemente o ex profeso en mi hombro, por su altura lo que me apoyaba era su muslo, toda esa situación me puso muy nerviosa, estaba como agitada, pero la cosa no pasó de allí. Otro día hacía un calor increíble, estaba hecha agua, me corría la transpiración por todo el cuerpo, Don Felipe se dio una ducha y salió como nuevo, y me invitó a que yo me duchara, mi primera respuesta fue no, le dije que estaba bien, que no era necesario, pero insistió y acepté. El baño está al fondo del salón, entrando por un pasillo, una vez adentro del baño, trabé la puerta con un pasador, y empecé a desvertirme, me pareció escuchar un pequeño ruido tras la puerta, pero no le di importancia, me bañé y luego procedí a vestirme, me cambié la bombachita por una que siempre llevo en mi cartera de repuesto, cuando terminé de vestirme volví a sentir ruidos en la puerta, como si alguien se alejara, la puerta estaba cerrada pero tenía el orificio de la cerradura libre, me imaginé que Don Felipe estuvo tras la puerta mientras me bañaba y quizás me vio algo por la cerradura, pero quizás fue solo mi imaginación.
Pasaron un par de días, y comencé a sentir algo que cambió mi vida para siempre, estaba una siesta recostada en mi cama sólo con bombacha y corpiño, pensando en nada, de repente adopto una posición que me permitía verme en un gran espejo que llega hasta el piso y está ubicado en la pared que da al mi costado de la cama, me gustó lo que veía, me sentía linda, mis pechos, mis piernas, y de repente Don Elbio y Don Felipe ocuparon mis pensamientos, no lo podía creer, en lugar de pensar en mi marido, un hombre de 32 años, apuesto, que era la envidia de mis amigas, estaba pensando en hombres sin ningún atractivo que lo doblaban en edad, lo peor de todo es que empecé a tocarme y a imaginarme que estaba con alguno de ellos, el asco que me originaba Don Elbio se estaba transformando en deseo, cuando comprendí lo que pasaba, me lo negué mil veces, no podía ser de ninguna manera y me repetía una y otra vez, que yo por mi inquilino sentía asco, aversión y odio, porque era un ser despreciable que me obligaba a entregarme bajo amenazas.
Traté de concentrarme en el amor que siento por mi marido, esa noche lo esperé vestida muy sensualmente, le preparé una cena especial, luego de comer, él entró a bañarse, y yo lo seguí, nos besamos apasionadamente e hicimos el amor bajo el agua, en un momento yo me incliné hacia delante y apoyando mis manos en las llaves del agua, le ofrecí mi cola paradita, mi esposo aprobó la invitación y me penetró vaginalmente desde atrás, yo lo estaba disfrutando, cuando mi mente me traicionó otra vez, comencé a imaginar que quien me tenía desde atrás era Don Elbio, y terminé en un orgasmo profundo, que me dejó algo de angustia por lo que pasaba por mi imaginación.
Finalmente llegó el tercer y último miércoles, almorcé sola, ya que mi marido trabajaba en horario corrido, y luego me bañé, me perfumé y me vestí con pantalón corto y una musculosa, mi ropa interior era normal, pero pequeña tal cual es mi costumbre. Y me dispuse a esperar a Don Elbio, mi cabeza daba mil vueltas por minuto, sabía con seguridad que estaba enamorada de mi esposo y que él era lo más importante para mi, también sabía que Don Elbio, era un ser despreciable que se estaba aprovechando de su calidad de acreedor de una deuda que nunca tuve que tener y que bajo amenazas lo estaba a punto de repetir, aquellos pensamientos calientes en donde me imaginaba estar con él, habían desaparecido, rogaba que no fuera miércoles, no lo quería ver, quería terminar de una vez por todas con esa situación. Pero sabía que la única manera de hacerlo era estar una última vez con el viejo.
Llegó puntualmente a las 14.30 horas, lo recibí y le pedí que se sentara que quería hablar con él, accedió y entonces le expliqué que ya no soportaba más esa situación, que yo amaba a mi esposo, que en tres o cuatro días le pagaría todo lo que le debía y que por favor respetara lo acordado y no me molestara más. Él me prometió cumplir con su palabra y si yo le pagaba todo, se terminaría esta "relación" y nunca más me molestaría. Pero inmediatamente después agregó:
Bueno pero hoy tenés que hacer todo lo que yo te diga.
A qué se refiere?
Que me tenés que hacer caso, y si sos buenita conmigo te prometo que todo se termina acá.
Está bien Don Elbio, pero por favor le pido que me respete un poquito, no se olvide que soy casada y que nunca antes estuve con nadie que no fuera mi esposo.
Tranquila, por favor, ponete de pie y empezá a desvertirte, pero lentamente...Así, muy bien, mirame siempre a los ojos, mostrame esos lindos pechos, te dijeron antes que son espectaculares?
Sí muchos por la calle, pero solo los había visto desnudos mi marido.
Bueno ahora yo tendré el gusto de chupártelos, acercate un poquito.
Yo me acerqué, él se puso uno de mis pezones en su boca, y empezó a chuparlo como a un caramelo, me manoseaba ambos pechos con maestría, con firmeza pero sin hacerme daño. De repente bajó una de sus manos y me tocó la cola, por sobre el pantaloncito, me metió algunos dedos, pero seguía concentrado en mis lolas. Pasaron varios minutos y me pidió que me sacara toda la ropa, me saque el pantalón y la bombacha, y me dijo:
Ahora quiero que me saqués la ropa a mi, vení mamita, sacame los zapatos... ahora el pantalón...
Yo estaba arrodillada en la alfombra del living, y sin querer rocé mi cara con su entrepierna y aún con los calzoncillos puestos noté su gran erección. Al bajar su boxer, saltó su verga hinchada y me apuntó directamente a la cara.
Ya sabés lo que me gusta flaquita, chupame la pija, yo sé que a vos te encanta mi pedazo, dale.
Y empecé a besárcela, por surte estaba con olor a recién bañado, realmente es muy grande la pija de Don Elbio, acostumbrada a la de mi marido, ésta era cuatro centímetros más larga (19 cm) y por lo menos un centímetro más de ancho (5 cm), con mi boca siento esta diferencia, Don Elbio me empujaba su aparato dentro de mi boca, y me costaba mucho recibirla. Ya a esa altura mis pensamientos ya estaban a contramano otra vez, lo que sentía en ese momento era morbo, estaba realmente excitada, me quería comer esa enorme pija, Don Elbio entraba y salía, como si estuviera cogiéndome por la boca, en un momento creí que iba a acabar y me llenaría mi boca con su semen, porque los sentí muy agitado, me dio un poco de asco pensarlo, pero a esa altura ya no me importaba nada, estaba poseída. Me hizo poner de pie, me apretó fuerte contra su cuerpo y me dio un beso terrible, con la boza totalmente abierta, me pasó su lengua por toda mi cara, cuello y orejas, sus manos mientras tanto exploraban mi sexo con cierta violencia, pero ya estaba muy lubricada por lo que solo me daba placer, de pronto con su mano derecha comenzó a manosearme la cola y uno de sus dedos lubricado en mi vagina logró ingresar en mi apretado ano, muy poco pero lo suficiente como para causarme dolor, hice un movimiento de separación y él con una sonrisa sarcástica me dijo:
Estás muy sensible, no te hagas problema, ya lo vamos a lubricar bien y no te dolerá nada.
En ese momento se sentó en el sillón doble del living con su pija apuntando al techo, se veía grande, gruesa y brillante, me invitó a sentarme sobre él, pasé ambas piernas por los costados de su cuerpo y me senté lentamente sobre su verga, se sentía realmente hermoso, estaba tan lubricada que resbaló fácilmente, él me tenía agarrada por la cintura y me levantaba y me bajaba sobre su pija, me la sacaba practicamente toda y me la volvía a enterrar hasta mis entrañas, así estuvimos largos minutos, entonces me pidió que fuéramos a mi dormitorio, le dije que no, que prefería quedarme en el living, que la cama matrimonial no, etc.etc., pero él insistió diciéndome que yo había prometido a acceder a lo que me pidiera ya que era la última vez y que lo quería hacer bien, acepté pero le pedí que no nos demoráramos tanto, es que tenía que dejar todo limpio y ordenado antes de irme a trabajar, ya que en muchas ocasiones mi marido volvía a casa antes que yo.
Se levantó de su asiento sin separarme de él, empezó a caminar hacia el dormitorio y me llevaba ensartada en su verga, sentía su prominente panza contra mi cuerpo, casi iba sentada sobre ella, luego de llegar al dormitorio, con mi ayuda porque primero entró equivocadamente al baño. Antes de continuar quisiera aclararles que los términos pija, verga, poronga que antes de esa experiencia no conocía ni en sueños, me los enseñó a decir Don Elbio, él siempre me obligaba a repetir cosas, yo a su pedido decía frases como:
Quiero su pija Don Elbio
Por favor métame la verga hasta el fondo
También hacía que lo tuteara:
Comeme la concha Elbio.
Todo esto que al principio me daba aversión, ahora me causaba un cierto placer, estaba saliendo a la luz, una Verónica desconocida, dormida en mi interior, me sentía una puta.
Ya en el dormitorio, me recostó y él sin salirse de mi, inició una nueva cogida, yo estaba de espaldas y con mis piernas abiertas y encogidas, él sobre mi y me penetraba con todo el peso de su cuerpo, quizás su estómago impedía una total penetración, pero yo igual sentía que me llegaba hasta el fondo. Luego de estar como cinco minutos en esa posición, me sacó su pija y subiéndose sobre mi la puso entre mis pechos, al ser grandes y con la yuda de las manos de Don Elbio, formaron un túnel perfecto para su pija, que al estar lubricada con mis jugos vaginales, inició un rápido movimiento que en su parte superior chocaba contra mi boca, él hizo que la abriera y en cada sube y baja metía la punta de su pene en mi boca, esto me producía mucho placer, no tanto por el estímulo sensitivo sino por el visual, veía su pija resbalarse por mis tetas y meterse en mi boca, realmente era todo muy zafado.
De repente se incorporó y me pidió que me acostara boca a bajo, empezó a besarme en la nuca, después bajó por mi espalda, todo con mucha saliva, sentía todo muy húmedo, fue bajando, empezó a recorrer mis nalgas, esto me hizo poner la piel de gallina, lo mismo cuando me besaba la parte posterior de mis muslos, posteriormente con sus dos manos abrió mis nalgas y pasó su lengua por toda mi canaleta, desde mi vagina, iba hasta mi culito con maestría, cuando la introdujo en mi orificio anal, creí desmayarme, me encantó, esa parte sí la había vivido con mi esposo, él en varios juegos preliminares llegaba hasta el beso negro, pero nunca pasó de allí, pero Don Elbio había tomado la decisión de pasar esa barrera, me puso las dos almohadas debajo de mi vientre, mi cola quedó levantada, me llenó mi agujerito con saliva, lo mismo hizo con su pija, igual ya estaba bastante lubricada, me la apoyó directamente contra mi orificio y empezó a hacer presión, yo estaba entre asustada, excitada y dolorida, pero ya no había vuelta atrás, mi esposo Gerardo nunca ni siquiera me lo pidió, y ahora estaba entregando mi última virginidad a Don Elbio, el dolor aumentaba, ya era muy agudo y me quejé entre sollozos, me pidió paciencia diciéndome que ya se me iba a pasar, yo sentía que ya la tenía toda adentro cuando me dijo:
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Por favor Don Elbio, pare que me duele mucho, ahhh!!!
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Ese día llamé a Don Felipe al trabajo y le dije que no me sentía bien, en realidad no podía caminar del dolor, inventé cualquier excusa para que mi marido no notara mi casi renguera, había terminado una experiencia crucial en mi vida, le había sido infiel por primera vez a mi marido, y las cosas para mi empezaban a tener otro color, con el tiempo descubrí que sigo amando a mi marido, que él es mi vida, pero que en determinados momentos necesitaría algo más, y prometo contarles pronto lo que sucedió.
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