Después de la visita a mi suegro quedé más cachonda que de costumbre, me veía al espejo desnuda y disfrutaba de ver mi cuerpo, el cual pone locos a los hombres, a pesar de no ser ya muy joven mis pechos grandes se mantenían firmes, mis caderas anchas me hacían ver sexy donde fuera y mi trasero duro y parado provocaba miradas por donde pasara, a eso, mi rostro de mujer pícara y caliente era una combinación letal para cualquier hombre, eso me hacía sentirme con una alta autoestima.
Al bañarme recordaba mis aventuras extramaritales, las cuales lejos de provocarme vergüenza me hacían sentir feliz, como si explotara la mujer caliente y fogosa que llevaba dentro y que quizás muchas mujeres casadas no despiertan por no atreverse a hacer cosas nuevas o probar fantasías eróticas.
Mi marido no es que fuera lo peor en la cama, pero sus actos rutinarios me aburrían, simplemente se me tiraba encima y me penetraba sin mucha vitalidad, quizás el disfrutaba más que yo, por eso trataba de menearme bien para que se viniera rápido y así recordar esos sementales a los cuales les había abierto mis piernas con sumo placer.
De la noche a la mañana usaba ropa más ajustada, que mostrara mi silueta, parte de mis piernas y senos, eso provocaba una serie de piropos atrevidos hacia mí por donde pasara, lo cual me causaba risa y satisfacción, jamás había pensado que portarme muy liberal me causaría tanto placer, sentirse deseada era una sensación increíble.
Tenía un vecino que recién se mudó, se llamaba Ramón, de unos cuarenta y tres años, gordo, barbudo, todo lo que yo jamás imaginé como amante, por las mañanas salía a sembrar flores, momento que aprovechaba para espiarme en mis quehaceres domésticos, cuando yo salía a regar el jardín el hombre se ponía a mirarme con ojos de lujuria, me causaba asco ya que no tenía nada de atractivo.
Unas vecinas chismosas me contaron sobre él, era un plomero, viudo, nadie sabe por qué vino a mudarse, sin embargo, resultaba de mucha utilidad para algunas familias que requerían de un plomero que les resolviera algunos problemas en sus hogares, una de ellas dijo que el señor era bien atrevido ya que se le insinuó cuando lo buscó por una tubería rota en su casa, nos contó que él le dijo que podía ayudarla en lo que el marido no podía, que tenía una herramienta bien grande para sacarla de apuros, ella le dijo que no necesitaba de eso y le pagó sus servicios y se marchó.
Eso me permitió estar alerta a cualquier atrevimiento de él, al pasar los días observaba que a su casa entraban mujeres de la mala vida, las cuales demoraban horas en salir, según noté, el señor era bien caliente y tenía cómo pagar ese vicio que a muchos hombres les encanta, igual no soy quién para juzgarlo si yo he hecho cosas que no son muy decorosas.
Ese hombre empezó a tocar a mi puerta, preguntándome si no necesitaba de alguna ayuda suya, yo estaba un tanto nerviosa pues como no lo conocía temía que me fuera a violar o a hacer algo, si bien, creo que yo le desperté ese deseo hacia mí por vestirme tan provocativamente.
Acepté conversar un poco con él, y lo dejé pasar a la sala, se mostró muy cortés conmigo, me contó que después que enviudó se deprimió tanto ya que su mujer era muy atenta con él, no soportó vivir de los recuerdos y se mudó, tratando de disfrutar de lo que le quede de vida, yo le dije: “y por eso mete amigas a su casa”, se rio y me dijo que su esposa era muy caliente y él ya estaba acostumbrado a tener sexo a diario, me dijo que su esposa se parecía físicamente a mí, con cuerpo echo para dar placer sexual.
Solté la risa y le dije: “¿osea que yo también estoy echa para dar placer sexual?”, y me dijo que no me enojara pero que era sincero y sentía que una mujer como yo necesitaba un buen macho que la hiciera venirse con ganas, con lo que me dijo era causal para echarlo de la casa pero no sé por qué me excité al oírlo hablar tan suciamente, le dije que para eso tenía mi marido, a lo cual me respondió que yo pasaba casi todo el día sola y el vestirme tan sexy denotaba que me faltaba hombre, le respondí: “¿osea que soy una hembra en celo?” y él me dijo que quizás sí, pero que si le ponía cuernos a mi marido debía hacerlo con uno que la tenga grande para que recordara las embestidas.
Me reí frente a él y le dije que decía muchas locuras, al reírme noté que veía el movimiento de mis tetas, y le dije: “por favor, míreme a los ojos y no a mis tetas ya que son ajenas”, él entrando en mayor confianza me dijo: “esas tetas son del que usted desee ofrecérselas”, inmediatamente le dije: “bueno son de mi marido no creo que se las de a más nadie” (obviamente ya se las había dado a otros más).
Le ofrecí un café y se me cayó la cucharita al suelo, él muy educadamente me dijo que él la recogía, yo me senté y al agacharse me miró las piernas gruesas, yo sabía que me estaba mirando y mi loca mente me dijo: “abre las piernas”, así lo hice, dándole un buen espectáculo de mi ropa interior, le pregunté: “¿aún no haya la cucharita?” y me dijo que ya casi la agarra, que estaba por debajo de la mesa, abrí más mis piernas para que se deleitara con mi ropa interior, llevaba un panty de hilo, semitransparente, de color blanco, que apenas cubría mis labios vaginales, el sentir que me espiaba por debajo de la mesa hizo que me mojara, lo cual seguro él descubrió, se levantó con la cucharita y fue a limpiarla, al regresar se tomó el café y se despidió de mí con un beso en la mejilla, me dijo: “para cualquier cosa que necesite búsqueme” y le dije que estaba bien.
Esa noche pensé en ese hombre, tanto que lo aborrecí y con solo insinuarse quedé con ganas de ver el tamaño de su herramienta, traté de olvidar eso pensando en mis otros amiguitos pero ese asqueroso hombre lo tenía en mi cabeza.
Al día siguiente amanecí con tremenda calentura, necesitaba aplacarla y mi marido ya se había ido a trabajar, recordé el mensaje que me dio el plomero y con una llave ajustable que tenía mi marido aflojé parte de la tubería donde lavo los platos, llamé a mi vecino y el raudo y veloz tocó a la puerta, lo recibí con una bata de dormir semitransparente, lo cual hizo que su paquete se le notara bastante, le dije del problema con la tubería y se apresuró a solucionarme el problema.
Rápidamente se dio cuenta de que el daño no era nada del otro mundo, sin embargo demoraba en reparar la tubería, yo me le acerqué mientras estaba tirado sobre el piso de la cocina y me puse a conversar con él, ni lento ni perezoso se puso a ver mis muslos gruesos que sobresalían sobre la bata que me daba por arriba de la rodilla, tenía un amplio ángulo de mi ropa interior y aproveché para insinuármele lo más que podía, ese hombre me ponía cachonda, notaba cómo su paquete crecía al estar tan cerca de él, le dije:
Yo: vecino, ¿cuánto me va a cobrar por el arreglo?
Vecino: por eso no se preocupe, le cobraré bien barato.
Yo: me alegra vecino, pues mi marido no me dejó dinero.
Vecino: tranquila vecina, hay otras maneras de pagar.
Yo: ¿Cómo cuál vecino?
Vecino: bueno, para empezar puede dejar de calentarme y empezar a mamarme la verga como la puta que eres.
Yo: vecino no sea atrevido, no soy puta.
Vecino: claro que lo eres, si ayer vi cómo te chorreaste en tus flujos cuando me agaché por la mesa, andas con ganas de polla (se desabrochó el pantalón y sacó un pene descomunal, grueso, cabezón y lleno de venas, con unas pelotas parecidas más a las de un animal semental que de un hombre).
Yo: vecino atrevido, ¿cómo puede mostrarme eso?
Vecino: deja de hablar tanto y agáchate y chúpamela.
Como si una fuerza misteriosa se apoderara de mí me agaché y empecé a mamársela, tenía un olor fuerte a macho sudado que me ponía más alborotada, me la tragué completa.
Vecino: haaaa vecina, vaya perra que tiene tu marido en casa, me imagino que ya le has puesto los cuernos con alguien más, me la estás chupando mejor que las putas que les pago por visitarme.
Yo: si vecino, soy puta, su verga está deliciosa, quiero metérmela por todos lados.
Vecino: ven zorra, siéntate en ella y disfrútala.
Me levanté y me quité la bata, estaba decidida a follar con ese asqueroso hombre, él me hacía sentir sucia y la adrenalina de comerme una nueva verga de las que me gustan me ponía excitada, me quité la ropa interior, mostrándole mis tetas grandes y mi vagina depilada, él no despegaba los ojos de mi cuerpo y me dijo: “ven puta, siéntate en mi verga”.
Lentamente me fui sentando en su verga, la cual se clavaba en mi vagina con dificultad por lo gruesa que era, la sentía hasta lo más profundo de mi útero y ya con toda la verga metida en mi interior empecé a menearme suave para gozarla, chorros de flujo corrían entre mis piernas, haciendo que la penetración fuera más fácil y deliciosa, el hombre con sus manos sucias me acariciaba las nalgas, me nalgueaba duro y eso me hacía pegar gritos de placer, él se dio cuenta que disfrutaba de sus maltratos y me ordenó: “ponte en cuatro sobre la mesa de la cocina”, me levanté e hice lo que me ordenó, se levantó y empezó a lamer mis nalgas, metía su lengua por mi vagina hasta llegar a mi culo, el cual notó que lo tenía abierto, me dijo: “qué puta eres, se nota que ya te han reventado por el culo”, le respondí: “deja de hablar y métemela por donde más te guste”.
Como una bestia me la hundió de golpe dentro de mi orificio anal, yo grité de gusto y empezó a cogerme con violencia, sus pelotas golpeaban ferozmente mis nalgas, para estar gordo sabía moverse bien y no se cansaba.
Yo: hay vecino, qué grande la tiene, me está matando.
Vecino: y tú vecina tienes un culo delicioso, echo para follarlo, ¿te gusta sentirla por el culo?
Yo: si vecino, me encanta, no pare de hundirla, ahhhh qué rico, mmm (no paraba de gemir ya que mientras me la metía me daba nalgadas).
Vecino: llévame al cuarto donde duermes con tu marido, quiero llenarte de leche en su cama y dejar las sábanas olorosas a sexo.
Me la sacó del culo y caminé frente a él guiándolo hacia mi cuarto nupcial, mientras caminaba meneaba mis grandes nalgas, cosa que lo ponía más caliente y me nalgueaba mientras lo hacía, llegamos al cuarto y me abrí lo más que pude, él se abalanzó sobre mí y empezó a lamerme la concha hasta provocarme fuertes orgasmos, se fue para arriba y empezó a chuparme duro las tetas, eso me ponía más fogosa, tenía todo un corneador en mi cama, empecé a besarme con él, metiendo nuestras lenguas mutuamente, mis piernas lo abrazaron por la cintura y sentí su enorme verga en mi vagina.
Me estaba matando a punta de pinga, yo no paraba de gemir y gozar al igual que él de ese polvazo, sacó su pene y lo puso entre mis tetas, empezó a follarme las tetas, la cabeza de su polla entraba a mi boca con suma facilidad, al lado de la cama había un espejo grande y me miraba siendo culeada por ese tipo, me sentía tan puta y sucia, pero lo gozaba.
Me volteó de espalda y me la clavaba con fuerza halándome el cabello, yo no paraba de gemir y me vino un fuerte orgasmo mientras me nalgueaba, su sudor corría por mi espalda, mojando la cama y dejándola olorosa a sexo, yo me le senté encima y empecé a cabalgarlo, no me importaba si me rompía por dentro, su verga entraba y salía con suma facilidad.
Yo: ohhh vecino, está muy rica su verga.
Vecino: y tu raja está más sabrosa, ya no aguanto más, voy a venirme dentro de ti.
Yo: hay si vecino lléneme de leche (cambiamos la posición y puso mis piernas sobre sus hombros para penetrarme más profundamente).
Yo: ohhh vecino, deme su leche ahhhhh, ayyyy, ufffff, culeame duro, deja tu leche dentro, lléname toda…
Vecino: si puta, te llenaré de leche, qué rico culeas putita, tu concha es mía, ahhh, me vengoooo (ríos de semen salieron disparados hacia mi vagina, causándome una fuerte venida, nuestros fluidos se mezclaron, era tanta su leche que me dejó la cama llena de semen, al sacármela, salía leche de mi concha, la cual probaba metiendo mi dedo y pasándolo por mi lengua.
Vecino: veo que te gusta tragar leche, chúpamela que aún tengo más para tu boquita.
Empecé a darle una mamada, su sabor a verga con leche me ponía loca, le pasaba la lengua por la cabeza, se la escupía y volvía a engullirla, me pidió que hiciéramos el sesenta y nueve para yo también sentir su lengua y nos mamamos mutuamente, mientras me mamaba la concha (no le importaba si tenía su leche dentro de ella) me metía dos dedos por mi culo, nalgueándome, no aguanté y me vine en su boca, se la mamé más duro y se vino dentro de mi boca, me tragué toda su leche, sorprendentemente su segunda venida era igual que la primera, casi me ahoga en semen.
Lo abracé y nos besamos con lengua, dormimos un rato y seguimos culeando, esta vez era por el culo ya que quería hacerme el servicio completo, la cama estaba muy mojada a sudor, fluidos vaginales y semen, se vino en mi culo dejándomelo lleno de leche, vaya que sí tenía bastante, se levantó y se despidió con un beso, me dijo la misma frase que me dijo antes: “cuando me necesites, estoy a la orden para lo que sea”, yo desnuda le mostré mi vagina y le dije: “ si papi, cuando ande con ganitas te llamaré para que me cojas y aplaques mi arrechera”.
Se fue y quedé acostada, quedé satisfecha por la tanda de verga que probé, me dediqué a sacar leche de mi culo y saborearlo, fue una buena sesión de sexo, y espero llamarlo pronto.
Al bañarme recordaba mis aventuras extramaritales, las cuales lejos de provocarme vergüenza me hacían sentir feliz, como si explotara la mujer caliente y fogosa que llevaba dentro y que quizás muchas mujeres casadas no despiertan por no atreverse a hacer cosas nuevas o probar fantasías eróticas.
Mi marido no es que fuera lo peor en la cama, pero sus actos rutinarios me aburrían, simplemente se me tiraba encima y me penetraba sin mucha vitalidad, quizás el disfrutaba más que yo, por eso trataba de menearme bien para que se viniera rápido y así recordar esos sementales a los cuales les había abierto mis piernas con sumo placer.
De la noche a la mañana usaba ropa más ajustada, que mostrara mi silueta, parte de mis piernas y senos, eso provocaba una serie de piropos atrevidos hacia mí por donde pasara, lo cual me causaba risa y satisfacción, jamás había pensado que portarme muy liberal me causaría tanto placer, sentirse deseada era una sensación increíble.
Tenía un vecino que recién se mudó, se llamaba Ramón, de unos cuarenta y tres años, gordo, barbudo, todo lo que yo jamás imaginé como amante, por las mañanas salía a sembrar flores, momento que aprovechaba para espiarme en mis quehaceres domésticos, cuando yo salía a regar el jardín el hombre se ponía a mirarme con ojos de lujuria, me causaba asco ya que no tenía nada de atractivo.
Unas vecinas chismosas me contaron sobre él, era un plomero, viudo, nadie sabe por qué vino a mudarse, sin embargo, resultaba de mucha utilidad para algunas familias que requerían de un plomero que les resolviera algunos problemas en sus hogares, una de ellas dijo que el señor era bien atrevido ya que se le insinuó cuando lo buscó por una tubería rota en su casa, nos contó que él le dijo que podía ayudarla en lo que el marido no podía, que tenía una herramienta bien grande para sacarla de apuros, ella le dijo que no necesitaba de eso y le pagó sus servicios y se marchó.
Eso me permitió estar alerta a cualquier atrevimiento de él, al pasar los días observaba que a su casa entraban mujeres de la mala vida, las cuales demoraban horas en salir, según noté, el señor era bien caliente y tenía cómo pagar ese vicio que a muchos hombres les encanta, igual no soy quién para juzgarlo si yo he hecho cosas que no son muy decorosas.
Ese hombre empezó a tocar a mi puerta, preguntándome si no necesitaba de alguna ayuda suya, yo estaba un tanto nerviosa pues como no lo conocía temía que me fuera a violar o a hacer algo, si bien, creo que yo le desperté ese deseo hacia mí por vestirme tan provocativamente.
Acepté conversar un poco con él, y lo dejé pasar a la sala, se mostró muy cortés conmigo, me contó que después que enviudó se deprimió tanto ya que su mujer era muy atenta con él, no soportó vivir de los recuerdos y se mudó, tratando de disfrutar de lo que le quede de vida, yo le dije: “y por eso mete amigas a su casa”, se rio y me dijo que su esposa era muy caliente y él ya estaba acostumbrado a tener sexo a diario, me dijo que su esposa se parecía físicamente a mí, con cuerpo echo para dar placer sexual.
Solté la risa y le dije: “¿osea que yo también estoy echa para dar placer sexual?”, y me dijo que no me enojara pero que era sincero y sentía que una mujer como yo necesitaba un buen macho que la hiciera venirse con ganas, con lo que me dijo era causal para echarlo de la casa pero no sé por qué me excité al oírlo hablar tan suciamente, le dije que para eso tenía mi marido, a lo cual me respondió que yo pasaba casi todo el día sola y el vestirme tan sexy denotaba que me faltaba hombre, le respondí: “¿osea que soy una hembra en celo?” y él me dijo que quizás sí, pero que si le ponía cuernos a mi marido debía hacerlo con uno que la tenga grande para que recordara las embestidas.
Me reí frente a él y le dije que decía muchas locuras, al reírme noté que veía el movimiento de mis tetas, y le dije: “por favor, míreme a los ojos y no a mis tetas ya que son ajenas”, él entrando en mayor confianza me dijo: “esas tetas son del que usted desee ofrecérselas”, inmediatamente le dije: “bueno son de mi marido no creo que se las de a más nadie” (obviamente ya se las había dado a otros más).
Le ofrecí un café y se me cayó la cucharita al suelo, él muy educadamente me dijo que él la recogía, yo me senté y al agacharse me miró las piernas gruesas, yo sabía que me estaba mirando y mi loca mente me dijo: “abre las piernas”, así lo hice, dándole un buen espectáculo de mi ropa interior, le pregunté: “¿aún no haya la cucharita?” y me dijo que ya casi la agarra, que estaba por debajo de la mesa, abrí más mis piernas para que se deleitara con mi ropa interior, llevaba un panty de hilo, semitransparente, de color blanco, que apenas cubría mis labios vaginales, el sentir que me espiaba por debajo de la mesa hizo que me mojara, lo cual seguro él descubrió, se levantó con la cucharita y fue a limpiarla, al regresar se tomó el café y se despidió de mí con un beso en la mejilla, me dijo: “para cualquier cosa que necesite búsqueme” y le dije que estaba bien.
Esa noche pensé en ese hombre, tanto que lo aborrecí y con solo insinuarse quedé con ganas de ver el tamaño de su herramienta, traté de olvidar eso pensando en mis otros amiguitos pero ese asqueroso hombre lo tenía en mi cabeza.
Al día siguiente amanecí con tremenda calentura, necesitaba aplacarla y mi marido ya se había ido a trabajar, recordé el mensaje que me dio el plomero y con una llave ajustable que tenía mi marido aflojé parte de la tubería donde lavo los platos, llamé a mi vecino y el raudo y veloz tocó a la puerta, lo recibí con una bata de dormir semitransparente, lo cual hizo que su paquete se le notara bastante, le dije del problema con la tubería y se apresuró a solucionarme el problema.
Rápidamente se dio cuenta de que el daño no era nada del otro mundo, sin embargo demoraba en reparar la tubería, yo me le acerqué mientras estaba tirado sobre el piso de la cocina y me puse a conversar con él, ni lento ni perezoso se puso a ver mis muslos gruesos que sobresalían sobre la bata que me daba por arriba de la rodilla, tenía un amplio ángulo de mi ropa interior y aproveché para insinuármele lo más que podía, ese hombre me ponía cachonda, notaba cómo su paquete crecía al estar tan cerca de él, le dije:
Yo: vecino, ¿cuánto me va a cobrar por el arreglo?
Vecino: por eso no se preocupe, le cobraré bien barato.
Yo: me alegra vecino, pues mi marido no me dejó dinero.
Vecino: tranquila vecina, hay otras maneras de pagar.
Yo: ¿Cómo cuál vecino?
Vecino: bueno, para empezar puede dejar de calentarme y empezar a mamarme la verga como la puta que eres.
Yo: vecino no sea atrevido, no soy puta.
Vecino: claro que lo eres, si ayer vi cómo te chorreaste en tus flujos cuando me agaché por la mesa, andas con ganas de polla (se desabrochó el pantalón y sacó un pene descomunal, grueso, cabezón y lleno de venas, con unas pelotas parecidas más a las de un animal semental que de un hombre).
Yo: vecino atrevido, ¿cómo puede mostrarme eso?
Vecino: deja de hablar tanto y agáchate y chúpamela.
Como si una fuerza misteriosa se apoderara de mí me agaché y empecé a mamársela, tenía un olor fuerte a macho sudado que me ponía más alborotada, me la tragué completa.
Vecino: haaaa vecina, vaya perra que tiene tu marido en casa, me imagino que ya le has puesto los cuernos con alguien más, me la estás chupando mejor que las putas que les pago por visitarme.
Yo: si vecino, soy puta, su verga está deliciosa, quiero metérmela por todos lados.
Vecino: ven zorra, siéntate en ella y disfrútala.
Me levanté y me quité la bata, estaba decidida a follar con ese asqueroso hombre, él me hacía sentir sucia y la adrenalina de comerme una nueva verga de las que me gustan me ponía excitada, me quité la ropa interior, mostrándole mis tetas grandes y mi vagina depilada, él no despegaba los ojos de mi cuerpo y me dijo: “ven puta, siéntate en mi verga”.
Lentamente me fui sentando en su verga, la cual se clavaba en mi vagina con dificultad por lo gruesa que era, la sentía hasta lo más profundo de mi útero y ya con toda la verga metida en mi interior empecé a menearme suave para gozarla, chorros de flujo corrían entre mis piernas, haciendo que la penetración fuera más fácil y deliciosa, el hombre con sus manos sucias me acariciaba las nalgas, me nalgueaba duro y eso me hacía pegar gritos de placer, él se dio cuenta que disfrutaba de sus maltratos y me ordenó: “ponte en cuatro sobre la mesa de la cocina”, me levanté e hice lo que me ordenó, se levantó y empezó a lamer mis nalgas, metía su lengua por mi vagina hasta llegar a mi culo, el cual notó que lo tenía abierto, me dijo: “qué puta eres, se nota que ya te han reventado por el culo”, le respondí: “deja de hablar y métemela por donde más te guste”.
Como una bestia me la hundió de golpe dentro de mi orificio anal, yo grité de gusto y empezó a cogerme con violencia, sus pelotas golpeaban ferozmente mis nalgas, para estar gordo sabía moverse bien y no se cansaba.
Yo: hay vecino, qué grande la tiene, me está matando.
Vecino: y tú vecina tienes un culo delicioso, echo para follarlo, ¿te gusta sentirla por el culo?
Yo: si vecino, me encanta, no pare de hundirla, ahhhh qué rico, mmm (no paraba de gemir ya que mientras me la metía me daba nalgadas).
Vecino: llévame al cuarto donde duermes con tu marido, quiero llenarte de leche en su cama y dejar las sábanas olorosas a sexo.
Me la sacó del culo y caminé frente a él guiándolo hacia mi cuarto nupcial, mientras caminaba meneaba mis grandes nalgas, cosa que lo ponía más caliente y me nalgueaba mientras lo hacía, llegamos al cuarto y me abrí lo más que pude, él se abalanzó sobre mí y empezó a lamerme la concha hasta provocarme fuertes orgasmos, se fue para arriba y empezó a chuparme duro las tetas, eso me ponía más fogosa, tenía todo un corneador en mi cama, empecé a besarme con él, metiendo nuestras lenguas mutuamente, mis piernas lo abrazaron por la cintura y sentí su enorme verga en mi vagina.
Me estaba matando a punta de pinga, yo no paraba de gemir y gozar al igual que él de ese polvazo, sacó su pene y lo puso entre mis tetas, empezó a follarme las tetas, la cabeza de su polla entraba a mi boca con suma facilidad, al lado de la cama había un espejo grande y me miraba siendo culeada por ese tipo, me sentía tan puta y sucia, pero lo gozaba.
Me volteó de espalda y me la clavaba con fuerza halándome el cabello, yo no paraba de gemir y me vino un fuerte orgasmo mientras me nalgueaba, su sudor corría por mi espalda, mojando la cama y dejándola olorosa a sexo, yo me le senté encima y empecé a cabalgarlo, no me importaba si me rompía por dentro, su verga entraba y salía con suma facilidad.
Yo: ohhh vecino, está muy rica su verga.
Vecino: y tu raja está más sabrosa, ya no aguanto más, voy a venirme dentro de ti.
Yo: hay si vecino lléneme de leche (cambiamos la posición y puso mis piernas sobre sus hombros para penetrarme más profundamente).
Yo: ohhh vecino, deme su leche ahhhhh, ayyyy, ufffff, culeame duro, deja tu leche dentro, lléname toda…
Vecino: si puta, te llenaré de leche, qué rico culeas putita, tu concha es mía, ahhh, me vengoooo (ríos de semen salieron disparados hacia mi vagina, causándome una fuerte venida, nuestros fluidos se mezclaron, era tanta su leche que me dejó la cama llena de semen, al sacármela, salía leche de mi concha, la cual probaba metiendo mi dedo y pasándolo por mi lengua.
Vecino: veo que te gusta tragar leche, chúpamela que aún tengo más para tu boquita.
Empecé a darle una mamada, su sabor a verga con leche me ponía loca, le pasaba la lengua por la cabeza, se la escupía y volvía a engullirla, me pidió que hiciéramos el sesenta y nueve para yo también sentir su lengua y nos mamamos mutuamente, mientras me mamaba la concha (no le importaba si tenía su leche dentro de ella) me metía dos dedos por mi culo, nalgueándome, no aguanté y me vine en su boca, se la mamé más duro y se vino dentro de mi boca, me tragué toda su leche, sorprendentemente su segunda venida era igual que la primera, casi me ahoga en semen.
Lo abracé y nos besamos con lengua, dormimos un rato y seguimos culeando, esta vez era por el culo ya que quería hacerme el servicio completo, la cama estaba muy mojada a sudor, fluidos vaginales y semen, se vino en mi culo dejándomelo lleno de leche, vaya que sí tenía bastante, se levantó y se despidió con un beso, me dijo la misma frase que me dijo antes: “cuando me necesites, estoy a la orden para lo que sea”, yo desnuda le mostré mi vagina y le dije: “ si papi, cuando ande con ganitas te llamaré para que me cojas y aplaques mi arrechera”.
Se fue y quedé acostada, quedé satisfecha por la tanda de verga que probé, me dediqué a sacar leche de mi culo y saborearlo, fue una buena sesión de sexo, y espero llamarlo pronto.
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