Estábamos de invitados en una boda familiar, mi esposa y yo, y sentada enfrente, al otro lado de la mesa, ella, mi hermana, 54 años, a la que hacía tiempo que no veía. Es prostituta, y sigue siendo una mujer hermosísima, melena rubia, ojos verdes, anchas caderas y unas piernas magníficas torneadas por sus zapatos de alto tacón.
Mi hermana lucía un vestido ligero, con un amplio escote que mostraba el nacimiento de sus tetas hermosas y una espalda espléndida dorada por el sol. Yo la miraba y sentía como temblaba mi verga, como crecía y se me ponía más dura cada vez pensando en las mamadas que ella hará todos los días y que me podía hacer a mí.
En mi mente se iba formando una idea que estaba decidido a poner en práctica, a la menor ocasión. En efecto, en un momento dado oí a mi hermana decir que iba al baño un momento, e híce lo propio: "Yo también voy a ir", dije. Caminamos a los servicios, ella se dirigió al de señoras, la seguí y cuando entraba, la empujé y entré con ella.
"¿Pero, ...qué haces", preguntó. La agarré del cuello, la empujé contra la pared y la amenacé: ¡Como grites, te mato, pónte de rodillas!". Me abrí la bragueta, saqué mi pene que estaba a punto de explotar, agarré a mi hermana por el pelo, se lo metí en la boca y le ordené que me lo chupara. Temblando de miedo, ella lo chupó y lo chupó, me lo llenó de saliva y, cuando ya no pude más, la hice levantar, la puse contra el lavabo, de cara al espejo, levanté su falda, bajé sus bragas a tirones, puse mi verga entre sus nalgas, disfrutando de su culo hermoso y apetecible, y la penetré hasta el fondo de su vagina, húmeda y caliente, mientras ella gemía entre el placer y el dolor.
Con toda la fuerza de mi deseo irrefrenable, empujé mi verga adelante y atrás, follándola como un caballo hasta que sentí el semen atropellarse en mi prepucio. Me lancé hasta el fondo, soltando en su interior un chorro largo y ardiente y disfrutando de mi inmensa corrida, chocando mi verga con el fondo de su vagina y sintiendo por sus quejidos, temblores y estremecimientos que ella también se había corrido.
Me saqué el pene, todavía con sus jugos y mi semen, le agarré del pelo a mi hermana que mostraba en sus ojos vidriosos y brillantes los efectos de su orgasmo, y se lo metí en la boca para que lo chupara y me relajara, mientras ella se veía turbada de gusto y dolor. Me volví la verga dentro del calzoncillo, me ajusté un poco la ropa, cogí a mi hermana de la barbilla y hundí mi lengua en su boca en un beso forzado pero largo y húmedo: ¡Dios, qué buena estás so puta, qué bien me has dejado!.
Me dirijí a la salida y la miré a los ojos: "¡Eres una puta, so guarra, eres una puta cerda, estaba deseando follarte!", le dije. Salí, cerré la puerta trás de mí, respiré hondo y me volví a la mesa donde, en la alegría de la fiesta, nadie había reparado en nada raro. Al poco, llegó también mi hermana, se había arreglado y otra vez se mostraba radiante, se sentó en su lugar, ante mí, como si nada hubiera pasado.
Al rato la miré, nuestros ojos se encontraron, adiviné en su mirada un gesto de placer relajado, de satisfacción y de complicidad, de promesa para próximas ocasiones y con los ojos le envié un mensaje: "¡Voy a repetir esto en cuanto pueda, voy a meterte mi verga y a correrme en tu boca siempre que me apetezca, so cerda, puta más que puta!".
Mi hermana lucía un vestido ligero, con un amplio escote que mostraba el nacimiento de sus tetas hermosas y una espalda espléndida dorada por el sol. Yo la miraba y sentía como temblaba mi verga, como crecía y se me ponía más dura cada vez pensando en las mamadas que ella hará todos los días y que me podía hacer a mí.
En mi mente se iba formando una idea que estaba decidido a poner en práctica, a la menor ocasión. En efecto, en un momento dado oí a mi hermana decir que iba al baño un momento, e híce lo propio: "Yo también voy a ir", dije. Caminamos a los servicios, ella se dirigió al de señoras, la seguí y cuando entraba, la empujé y entré con ella.
"¿Pero, ...qué haces", preguntó. La agarré del cuello, la empujé contra la pared y la amenacé: ¡Como grites, te mato, pónte de rodillas!". Me abrí la bragueta, saqué mi pene que estaba a punto de explotar, agarré a mi hermana por el pelo, se lo metí en la boca y le ordené que me lo chupara. Temblando de miedo, ella lo chupó y lo chupó, me lo llenó de saliva y, cuando ya no pude más, la hice levantar, la puse contra el lavabo, de cara al espejo, levanté su falda, bajé sus bragas a tirones, puse mi verga entre sus nalgas, disfrutando de su culo hermoso y apetecible, y la penetré hasta el fondo de su vagina, húmeda y caliente, mientras ella gemía entre el placer y el dolor.
Con toda la fuerza de mi deseo irrefrenable, empujé mi verga adelante y atrás, follándola como un caballo hasta que sentí el semen atropellarse en mi prepucio. Me lancé hasta el fondo, soltando en su interior un chorro largo y ardiente y disfrutando de mi inmensa corrida, chocando mi verga con el fondo de su vagina y sintiendo por sus quejidos, temblores y estremecimientos que ella también se había corrido.
Me saqué el pene, todavía con sus jugos y mi semen, le agarré del pelo a mi hermana que mostraba en sus ojos vidriosos y brillantes los efectos de su orgasmo, y se lo metí en la boca para que lo chupara y me relajara, mientras ella se veía turbada de gusto y dolor. Me volví la verga dentro del calzoncillo, me ajusté un poco la ropa, cogí a mi hermana de la barbilla y hundí mi lengua en su boca en un beso forzado pero largo y húmedo: ¡Dios, qué buena estás so puta, qué bien me has dejado!.
Me dirijí a la salida y la miré a los ojos: "¡Eres una puta, so guarra, eres una puta cerda, estaba deseando follarte!", le dije. Salí, cerré la puerta trás de mí, respiré hondo y me volví a la mesa donde, en la alegría de la fiesta, nadie había reparado en nada raro. Al poco, llegó también mi hermana, se había arreglado y otra vez se mostraba radiante, se sentó en su lugar, ante mí, como si nada hubiera pasado.
Al rato la miré, nuestros ojos se encontraron, adiviné en su mirada un gesto de placer relajado, de satisfacción y de complicidad, de promesa para próximas ocasiones y con los ojos le envié un mensaje: "¡Voy a repetir esto en cuanto pueda, voy a meterte mi verga y a correrme en tu boca siempre que me apetezca, so cerda, puta más que puta!".
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