Como todos los jueves con el grupo de hombres de la playa (entre ellos mi padre “ya el gran cornudo y Marcos, esposos de “Mena”, el nuevo cornudo) se había programado una embarcación de pesca hasta el domingo por la mañana.
Ello dio lugar a que mi madre y “Mena” organizaran también su “finde libre” de maridos, por lo que se turnarían en salir una noche cada una. El plan estaba resuelto, la primera en salir sería mi madre con Mingo, “su joven amante”; habían decidido ir a un boliche en La Barra, a unas playas de la nuestra y pasar la noche donde el juego acabara.
Mi madre, mujer muy culta como atractiva y con dejos de cortesana fina, riendo dijo —desde hoy ya en las noches seré “Xochi”.
“Mena” y Mingo se miraron sin entender; el buen cornudo de mi padre, solo dijo: —pero siempre lleva preservativos en tu cartera— como profetizando o sintiendo las cornamentas sobre su cabeza, aunque no sabía de qué trataba el tema y menos aún sospechaba que mi madre ya no usaba preservativos con sus amantes, sino solo con él.
La Diosa Xochiquétzal, en la mitología azteca era la diosa de la sensualidad y la belleza, el arquetipo de una mujer joven en plena potencia sexual. Es la amante divinizada que evoca el amor, la voluptuosidad, la sensualidad, el deseo sexual y el placer en general. —Esta era mi madre, una cortesana de mitologías, cuando se apareció en la puerta de su dormitorio como encerrada en el marco de un cuadro. Depilada, perfumada, elevada sobre botas negras con tacos, las que cubrían parte de su metro veinte de piernas, dejando sus muslos bronceados y tratados con aceites aromáticos por debajo de un vestido negro entallado a sus caderas, el que subía sobre su escultura cubriendo el deleite de sus senos dibujados y su “entre senos” por donde correría la lujuria de esa noche.
“Mena” quedó helada al ver semejante “perra” vestida para el pecado. Mingo, pasó sus manos por sus cabellos rubios y se mordía los labios.
Mi madre me miró (yo ya estaba recostado en el living haciéndome el dormido) se acercó me dio un “pico” con sus labios sobre los míos, creo que algo le hizo recordar a mi padre, que ya no estaba en la casa sino de pesca, cuando se reveló en un pensamiento algo íntimo, —“seré una perra, una ramera de clase, con un incómodo liguero y una tanga que se clava en mis carnes, pero soy fiel a mis instintos y deseos”.
Mingo la tomó de su mano y la hizo girar bajo su brazo, como exhibiendo el pecado, besándola y corriéndole el labial rojo como herida de sangre sobre su boca, —esta noche boliche, sexo y acabar desnudos en la playa.
— No bebe, esta noche no es tuya, hoy también vos, vas a sentir los cuernos que te va a poner esta perrita, tomándole el bulto, —Tu putita.
— ¿Qué…? dijo “Mena”
— ¿Pero…? balbuceó Mingo
La bocina de un auto que se había detenido delante del chalet, sonó dos veces…
Mi madre se corrigió el labial rojo, lo besó otra vez con un simple piquito —pórtense bien— y la puerta se cerró detrás de las curvas de sus caderas sujetadas por ese vestido encajado y la fina línea de la tanga perdiéndose en sus zancas.
Me trepo a la ventana y mamá se abraza con un hombre que no distingo en la oscuridad de la noche, este le pasa su palma de la mano desde la espalda desnuda hasta esa cola dibujada, ella levanta su pierna izquierda hacia atrás, como saludando a los que estábamos detrás de las ventanas, “Mena” y Mingo desde el living, y yo espectadores del morbo de un beso interminable. Se escucha decir:
— Desde esta tarde en la playa, se me ha hecho interminable la espera.
— Desde la época de la facultad que deseaba este momento Lau, y tu marido que no te larga.
— No, para vos esta noche y siempre seré Xochi, la diosa, la amante divinizada, la sensualidad, tu deseo sexual y mi placer.
Él le abre la puerta del auto, ella se sienta con la fina delicadeza de una dama y el auto se pierde en la noche.
“Mena” en silencio y boca abierta, se queda mirando a su hermano Mingo.
—Tremenda puta, pero la amo. —Exclamó el amante engañado.
— Yo también la amo, me calienta, me la quiero coger y sentir que tiene en la piel ese pubis exquisitamente dibujado, frotar sus labios con los míos. —Mena suspira.
(…)
Amanecía, eran las siete y media de la mañana según mi reloj, (suelo despertarme con la primera claridad del día) cuando siento que se abre la puerta de casa con sigilo; mamá volvía con sus botas en la mano, sus pies con arena, su pelo desprolijo, sus ojeras delatando excesos de alcohol y su falda subida dejando ver su tanga negra traspasada de jugosos orgasmos.
— ¿Lau… te ves tremenda, se ve que aprovechaste la noche hasta la última gota del rocío.
— Si Filo, la última gota quedó en mi boca… ¿No viste la última paja que le di recién con mis labios?
— No, pero déjame sentirla, déjame saborearla desde tu boca.
“Mena” excitada, caliente y en bikini, se acercó y en punta de pies le comió la boca, mi madre respondió rodeándola con sus brazos; se apoyaron los senos y mi madre le ofreció un juego de salivas que de boca a labios era lujuria lésbica ante mis ojos.
— ¿Qué rico semen tiene ese guacho, o es tu sabor que me empalaga?
— Ven a mi cuarto que te cuento. La tomó y se la llevó de la mano.
Mi madre le volví a meter la lengua dentro de sus labios, “Mena” dejó correr un hilo de saliva que fue a rodar al encaje de su corpiño, los pezones en un juego lésbico del amanecer, se erotizaron.
¿Todos dormían, me distrae Mingo (quien dormía en mi cuarto), su bulto se mueve erecto debajo de la zunga blanca —soñará con mi madre— No sintió el murmullo de las hembras en celo, pero yo sí.
Los besos de mi madre sobre los labios de “Mena” despertaron aún más el vicio, “Mena” apretó más su boca contra la de mi madre y sus manos comenzaron a quitarle el ajustado vestido; mi madre no traía puesto el corpiño, sus pezones era como siempre la evidencia, la marca cierta de su calentura extrema.
— Contame perra, ¡ahora también vas a ser mi hembra y yo tú perrita!, me volviste loca anoche, me dejaste muy caliente con el chupón que le diste a ese tipo.
— Se llama Paulo, fuimos compañeros de la “facu” y lo crucé en la playa hace unos días; es diplomático y nos habíamos gustado y franeleado varias veces, pero nunca pudimos cogernos.
— Guau… calentura de tiempos contenida (balbuceó Mena)
— Ni te imaginas la pija que tiene, un semental acabando interminable por toda mi piel. Se la había sentido hasta bailando en los ágapes en embajadas, pero nunca pudimos. Anoche me dejó morbosa.
— Tu amante Mingo, también se quedó caliente, sentí que se hacía una paja encerrado en el baño.
— Hmmmm. Me imagino a los dos cogiéndome, cabalgando como una puta con mis dos amantes.
— Sos capaz…
— Me dejo coger por mi hijo y su amigo Eduardo, ¡mirá sino me voy a “enfiestar” con mis dos amantes! —Te cuento…
— Anoche en el boliche, mientras bailábamos con Paulo se acercó un amigo, tremendo moreno y me apretó por detrás, me hizo sentir la pija, era un tubo rígido apoyado en mi cola, mientras “Pau” me apoyaba en la pelvis sus veinticinco centímetros que después me devoré en el Vip… Deliré ahí nomás, morbo, sexo y más morbo.
— ¿Te cogiste a los dos?… preguntaba “Mena” mientras acariciaba la tanga húmeda de mamá, dándole mordisco a sus pezones, para después besarle suavemente los labios, una y otra vez.
— Fue tremendo Mena, bailé con uno, con otro y con los dos juntos mientras me estrujaban entre ellos subiendo caricias a cuatro manos sobre mi falda, bebí demasiado, después solo recuerdo que estábamos en la playa, Paulo me penetraba, yo de rodillas clavada sobre él, besándonos sin aliento de años, mientras el moreno Carlo pretendía cogerme abriendo mi cola, pero era inmensa, me ardía el esfínter, pero no logró dilatarme, solo podía entrar por mi boca, me acabaron por todos lados, yo no paraba con mis orgasmos, era un “femme fontaine”.
— Ahora vas a acabar en mi boca, dame ese clítoris, todavía estás llena de “semen” en esa concha, se siente espesa y te sigue bajando… Puta, ahora sos mía.
Mamá se tumbó en la cama con su tanga todavía puesta, mientras que “Mena” le empezó a enterrar la lengua enloquecida y sus dedos entre sus labios, los revolvía buscando combinados derrames de semen y de flujo, los que llevaba luego a su boca y a la de mi madre; era un ardor entre ambas. “Mena” descubrió que de esa vulva de salía un hilo rojo del cual comenzó a tirar suavemente, mamá curvó su espalda, cerró sus ojos y abriendo su boca en un jadeo, exhaló:
— Tirá… tirá despacio de ese hilo y vas a ver una sorpresa….
— ¿Qué tenés?
Comenzó a jalar suavemente de ese hilo rojo, una serie de bolas rojas y húmedas cada vez más pequeñas comenzaron a salir de la concha de mi madre.
— Me las fue metiendo Paulo mientras me besaba anoche en el vip del boliche, después que el negro me cogió un rato largo con esa tremenda “pija de negro” que dejó morir adentro; mientras yo eyaculaba el semen de Carlo, Pau aprovechando la lubricación, me enterró esas bolas, las tengo desde anoche, me las sacó en la playa para volver a cogerme entre los dos y me las puso de penitencia porque no le di mi colita; ¡me vuelven loca!
— Dejame limpiarlas con mis labios, con mi lengua. (Exclamó Mena)
El beso fue interminable entre ambas perras, mientras se unieron cruzando sus piernas una sobre otra, frotaron sus labios mojados, gimieron, acabaron una vez más. Mamá se tumbó sobre el cuerpo de “Mena”, le comió la boca locamente mientras se la cogía como si la otra tuviera un falo erecto, iba y venía refregándose, hasta que un mismo orgasmo las invadió otra vez, restos de semen y flujos de una y de otra quedaban sobre las sábanas blancas. Volví a mi cama, me masturbé imaginándome y sintiendo la suave piel del pubis rasurado de mi madre, cuando la escuché decir:
— Ah. Nos invitó a navegar en su barco, mañana nos viene a buscar a las siete, te tenemos una sorpresa.
— Yo me cojo al moreno, insistió “Mena”
— Eso lo veremos, respondió mi madre.
Ello dio lugar a que mi madre y “Mena” organizaran también su “finde libre” de maridos, por lo que se turnarían en salir una noche cada una. El plan estaba resuelto, la primera en salir sería mi madre con Mingo, “su joven amante”; habían decidido ir a un boliche en La Barra, a unas playas de la nuestra y pasar la noche donde el juego acabara.
Mi madre, mujer muy culta como atractiva y con dejos de cortesana fina, riendo dijo —desde hoy ya en las noches seré “Xochi”.
“Mena” y Mingo se miraron sin entender; el buen cornudo de mi padre, solo dijo: —pero siempre lleva preservativos en tu cartera— como profetizando o sintiendo las cornamentas sobre su cabeza, aunque no sabía de qué trataba el tema y menos aún sospechaba que mi madre ya no usaba preservativos con sus amantes, sino solo con él.
La Diosa Xochiquétzal, en la mitología azteca era la diosa de la sensualidad y la belleza, el arquetipo de una mujer joven en plena potencia sexual. Es la amante divinizada que evoca el amor, la voluptuosidad, la sensualidad, el deseo sexual y el placer en general. —Esta era mi madre, una cortesana de mitologías, cuando se apareció en la puerta de su dormitorio como encerrada en el marco de un cuadro. Depilada, perfumada, elevada sobre botas negras con tacos, las que cubrían parte de su metro veinte de piernas, dejando sus muslos bronceados y tratados con aceites aromáticos por debajo de un vestido negro entallado a sus caderas, el que subía sobre su escultura cubriendo el deleite de sus senos dibujados y su “entre senos” por donde correría la lujuria de esa noche.
“Mena” quedó helada al ver semejante “perra” vestida para el pecado. Mingo, pasó sus manos por sus cabellos rubios y se mordía los labios.
Mi madre me miró (yo ya estaba recostado en el living haciéndome el dormido) se acercó me dio un “pico” con sus labios sobre los míos, creo que algo le hizo recordar a mi padre, que ya no estaba en la casa sino de pesca, cuando se reveló en un pensamiento algo íntimo, —“seré una perra, una ramera de clase, con un incómodo liguero y una tanga que se clava en mis carnes, pero soy fiel a mis instintos y deseos”.
Mingo la tomó de su mano y la hizo girar bajo su brazo, como exhibiendo el pecado, besándola y corriéndole el labial rojo como herida de sangre sobre su boca, —esta noche boliche, sexo y acabar desnudos en la playa.
— No bebe, esta noche no es tuya, hoy también vos, vas a sentir los cuernos que te va a poner esta perrita, tomándole el bulto, —Tu putita.
— ¿Qué…? dijo “Mena”
— ¿Pero…? balbuceó Mingo
La bocina de un auto que se había detenido delante del chalet, sonó dos veces…
Mi madre se corrigió el labial rojo, lo besó otra vez con un simple piquito —pórtense bien— y la puerta se cerró detrás de las curvas de sus caderas sujetadas por ese vestido encajado y la fina línea de la tanga perdiéndose en sus zancas.
Me trepo a la ventana y mamá se abraza con un hombre que no distingo en la oscuridad de la noche, este le pasa su palma de la mano desde la espalda desnuda hasta esa cola dibujada, ella levanta su pierna izquierda hacia atrás, como saludando a los que estábamos detrás de las ventanas, “Mena” y Mingo desde el living, y yo espectadores del morbo de un beso interminable. Se escucha decir:
— Desde esta tarde en la playa, se me ha hecho interminable la espera.
— Desde la época de la facultad que deseaba este momento Lau, y tu marido que no te larga.
— No, para vos esta noche y siempre seré Xochi, la diosa, la amante divinizada, la sensualidad, tu deseo sexual y mi placer.
Él le abre la puerta del auto, ella se sienta con la fina delicadeza de una dama y el auto se pierde en la noche.
“Mena” en silencio y boca abierta, se queda mirando a su hermano Mingo.
—Tremenda puta, pero la amo. —Exclamó el amante engañado.
— Yo también la amo, me calienta, me la quiero coger y sentir que tiene en la piel ese pubis exquisitamente dibujado, frotar sus labios con los míos. —Mena suspira.
(…)
Amanecía, eran las siete y media de la mañana según mi reloj, (suelo despertarme con la primera claridad del día) cuando siento que se abre la puerta de casa con sigilo; mamá volvía con sus botas en la mano, sus pies con arena, su pelo desprolijo, sus ojeras delatando excesos de alcohol y su falda subida dejando ver su tanga negra traspasada de jugosos orgasmos.
— ¿Lau… te ves tremenda, se ve que aprovechaste la noche hasta la última gota del rocío.
— Si Filo, la última gota quedó en mi boca… ¿No viste la última paja que le di recién con mis labios?
— No, pero déjame sentirla, déjame saborearla desde tu boca.
“Mena” excitada, caliente y en bikini, se acercó y en punta de pies le comió la boca, mi madre respondió rodeándola con sus brazos; se apoyaron los senos y mi madre le ofreció un juego de salivas que de boca a labios era lujuria lésbica ante mis ojos.
— ¿Qué rico semen tiene ese guacho, o es tu sabor que me empalaga?
— Ven a mi cuarto que te cuento. La tomó y se la llevó de la mano.
Mi madre le volví a meter la lengua dentro de sus labios, “Mena” dejó correr un hilo de saliva que fue a rodar al encaje de su corpiño, los pezones en un juego lésbico del amanecer, se erotizaron.
¿Todos dormían, me distrae Mingo (quien dormía en mi cuarto), su bulto se mueve erecto debajo de la zunga blanca —soñará con mi madre— No sintió el murmullo de las hembras en celo, pero yo sí.
Los besos de mi madre sobre los labios de “Mena” despertaron aún más el vicio, “Mena” apretó más su boca contra la de mi madre y sus manos comenzaron a quitarle el ajustado vestido; mi madre no traía puesto el corpiño, sus pezones era como siempre la evidencia, la marca cierta de su calentura extrema.
— Contame perra, ¡ahora también vas a ser mi hembra y yo tú perrita!, me volviste loca anoche, me dejaste muy caliente con el chupón que le diste a ese tipo.
— Se llama Paulo, fuimos compañeros de la “facu” y lo crucé en la playa hace unos días; es diplomático y nos habíamos gustado y franeleado varias veces, pero nunca pudimos cogernos.
— Guau… calentura de tiempos contenida (balbuceó Mena)
— Ni te imaginas la pija que tiene, un semental acabando interminable por toda mi piel. Se la había sentido hasta bailando en los ágapes en embajadas, pero nunca pudimos. Anoche me dejó morbosa.
— Tu amante Mingo, también se quedó caliente, sentí que se hacía una paja encerrado en el baño.
— Hmmmm. Me imagino a los dos cogiéndome, cabalgando como una puta con mis dos amantes.
— Sos capaz…
— Me dejo coger por mi hijo y su amigo Eduardo, ¡mirá sino me voy a “enfiestar” con mis dos amantes! —Te cuento…
— Anoche en el boliche, mientras bailábamos con Paulo se acercó un amigo, tremendo moreno y me apretó por detrás, me hizo sentir la pija, era un tubo rígido apoyado en mi cola, mientras “Pau” me apoyaba en la pelvis sus veinticinco centímetros que después me devoré en el Vip… Deliré ahí nomás, morbo, sexo y más morbo.
— ¿Te cogiste a los dos?… preguntaba “Mena” mientras acariciaba la tanga húmeda de mamá, dándole mordisco a sus pezones, para después besarle suavemente los labios, una y otra vez.
— Fue tremendo Mena, bailé con uno, con otro y con los dos juntos mientras me estrujaban entre ellos subiendo caricias a cuatro manos sobre mi falda, bebí demasiado, después solo recuerdo que estábamos en la playa, Paulo me penetraba, yo de rodillas clavada sobre él, besándonos sin aliento de años, mientras el moreno Carlo pretendía cogerme abriendo mi cola, pero era inmensa, me ardía el esfínter, pero no logró dilatarme, solo podía entrar por mi boca, me acabaron por todos lados, yo no paraba con mis orgasmos, era un “femme fontaine”.
— Ahora vas a acabar en mi boca, dame ese clítoris, todavía estás llena de “semen” en esa concha, se siente espesa y te sigue bajando… Puta, ahora sos mía.
Mamá se tumbó en la cama con su tanga todavía puesta, mientras que “Mena” le empezó a enterrar la lengua enloquecida y sus dedos entre sus labios, los revolvía buscando combinados derrames de semen y de flujo, los que llevaba luego a su boca y a la de mi madre; era un ardor entre ambas. “Mena” descubrió que de esa vulva de salía un hilo rojo del cual comenzó a tirar suavemente, mamá curvó su espalda, cerró sus ojos y abriendo su boca en un jadeo, exhaló:
— Tirá… tirá despacio de ese hilo y vas a ver una sorpresa….
— ¿Qué tenés?
Comenzó a jalar suavemente de ese hilo rojo, una serie de bolas rojas y húmedas cada vez más pequeñas comenzaron a salir de la concha de mi madre.
— Me las fue metiendo Paulo mientras me besaba anoche en el vip del boliche, después que el negro me cogió un rato largo con esa tremenda “pija de negro” que dejó morir adentro; mientras yo eyaculaba el semen de Carlo, Pau aprovechando la lubricación, me enterró esas bolas, las tengo desde anoche, me las sacó en la playa para volver a cogerme entre los dos y me las puso de penitencia porque no le di mi colita; ¡me vuelven loca!
— Dejame limpiarlas con mis labios, con mi lengua. (Exclamó Mena)
El beso fue interminable entre ambas perras, mientras se unieron cruzando sus piernas una sobre otra, frotaron sus labios mojados, gimieron, acabaron una vez más. Mamá se tumbó sobre el cuerpo de “Mena”, le comió la boca locamente mientras se la cogía como si la otra tuviera un falo erecto, iba y venía refregándose, hasta que un mismo orgasmo las invadió otra vez, restos de semen y flujos de una y de otra quedaban sobre las sábanas blancas. Volví a mi cama, me masturbé imaginándome y sintiendo la suave piel del pubis rasurado de mi madre, cuando la escuché decir:
— Ah. Nos invitó a navegar en su barco, mañana nos viene a buscar a las siete, te tenemos una sorpresa.
— Yo me cojo al moreno, insistió “Mena”
— Eso lo veremos, respondió mi madre.
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