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Al servicio de una puta

Aún hoy me considero un hombre tímido. Pero de joven lo era mucho más. Durante mis largos años de universidad, en Trujillo, en el norte del Perú, fui un parroquiano metódico, una vez a la semana, si tenía dinero hasta dos veces, iba al burdel de la ciudad donde vivía, lo recorría de ida y vuelta y siempre terminaba cogiendo con mi "casera", mi puta de confianza a quien le era absolutamente fiel hasta que ella partía a trabajar a otra ciudad y me buscaba una nueva casera.
Entre las varias caseras que tuve puedo decir, sin vergüenza, que me enamoré de una, Miriam. Estuvo más de un año por Trujillo y luego de ser sólo un cliente más para ella, nuestra relación terminó siendo más intensa y no me cobraba, lo que me permitía ir a verla tres, hasta cuatro veces a la semana. Pagando sólo el auto colectivo en el que iba y bueno, sí, no lo voy a negar, los chocolates que eventualmente le llevaba.
Obviamente si ella estaba atendiendo, esperaba pacientemente. Si estando en su puerta llegaba otro cliente, igual, me ponía detrás de él y esperaba que estuviera desocupada. No me cobraba por coger, pero tampoco era mi intención robarle tiempo en el que podía estar ganando algo de dinero.
Era bonita, no preciosa o impactante y de hecho era muy pequeñita, quizás sólo algo más de 1.50 m, pero su cuerpo era firme, con senos bien formados y muy duros.
Hoy solo quise contar uno de los incidentes bizarros que tuve con ella.
Una noche me dijo que uno de sus clientes le había pedido hacerlo delante de "su novio", que joder, ya en el burdel todos me conocían como "el novio". Ella le dijo que me consultaría y como acepte quedamos que al día siguiente, cuando su cliente volvería, yo estaría allí, entraríamos juntos y vería como trabajaba.
Entre esa noche y la siguiente estuve muy inquieto, nervioso, fantaseando sobre el como sería. Yo estaba realmente enamorado, pero sabía que ella era puta, sin embargo, no podría saber como reaccionaría al verla teniendo sexo con otro hombre. Pero las cartas estaban ya echadas. Fui a la hora acordada.
Su cliente era un parroquiano al que había visto con frecuencia, incluso intercambiado algunas palabras. Sin mucho preámbulo entramos ambos y me dijo que para estar cómodos, mejor nos desnudemos todos, pero que yo sólo miraría. Ese era el trato y acepte.
Me senté en una silla, él se acostó y Miriam empezó a chupársela. Desde que estuvo flácida era obvio que era grande, pero ya erecta si que era muy grande. Y vaya que era obvio que a Miriam le gustaba tenerla en su boca. El señor (que era unos 20 o 25 años mayor que yo), me dijo “lámele la zorra a tu novia para que esté lista para mí”. Y nos acomodamos. El acostado, Miriam en 4 patas chupándosela, yo me puse atrás lamiéndole el coño y el culo. Estaba muy excitado ya y ella más, entre su cliente y su novio. Llegó con mi lengua en su culo y la verga de su cliente en su boca.
Cuando ella llegó, su cliente le dijo ahora me toca. Y ella se puso a cabalgar sobre su verga, la cara de placer de ambos me tenía a mi, mirándolos a unos pocos centímetros, completamente hechizado. A una instrucción suya, ella le permitió entrar por su culo, en la misma posición, cabalgando sobre él. Estaba absolutamente loca. Me empezó a decir “amor bésame, bésame” y empecé a hacerlo, sentí el sabor de verga en sus labios y eso me calentó mucho. Ella volvió a llegar y a los instantes su cliente llegó.
A los pocos segundos recibí la orden del cliente "límpiala". Obedecí, con papel higiénico le limpie primero la húmeda vagina y el culo sucio, con semen y algo de mierda. Luego cogí una palangana que ella usaba para limpiarse luego de atender clientes y con una pequeña toalla húmeda terminé la limpieza. Ella estaba en silencio, yo también. Mientras tanto su cliente se había vestido. Se despidió diciéndonos “ahora los dejo solos jóvenes enamorados”.

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