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Las hermanas del pueblo. Intervención 8

Las hermanas del pueblo. Intervención 8

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Intervención 8: Friendzone (Gabriel)
   - ¡Ay Gabi! ¡Pero vos sos mi amigo!- Me dijo cuando apenas teníamos 15 años y me bloqueó por siempre.
   Yo, un niño tímido, introvertido y que apenas se animaba a hablar con los demás, me había animado a encararme a la chica que le gustaba y recibí esa respuesta. Claramente, las cosas no salieron como lo tenía previsto y eso me bloqueó mucho más. Pasé a ser más introvertido, más tímido, más callado y a alejarme un poco de las personas. No me sentía cómodo hablando con los demás o estando mucho con otras personas, en especial con las mujeres. Seguía viendo a esa chica que me había dicho “pero vos sos mi amigo” desde lejos y seguía sintiendo que era hermosa, que era la chica ideal para mí.
   Con el tiempo fui creciendo y algunas cosas empezaron a cambiar. Me dediqué mucho al estudio y mi inteligencia me ayudó a ganarme el estigma de ser el nerd del pueblo. Pero a mí poco me afectaba, ya que la gran mayoría me pedía ayuda con las tareas o con los exámenes, por lo que todos me trataban bien gracias a eso. Así fui acercándome a Manuel y a Santiago, quienes tenían ya un grupito algo formado. Gian Francio, Valeria, Cintia, Azul y Clara conformaban el resto del grupo, por lo que volví a tener un trato cercano con mujeres y me hice amigo de ellas. Pero había alguien más que era parte del grupo y se trataba de ella: Luciana.
   Me encantaba, estaba loco por ella. Me parecía una chica hermosa, con una carita preciosa y un cuerpo que a medida que íbamos creciendo se ponía cada vez mejor. Volví a encarármela cuando teníamos 16, pero la respuesta fue la misma. “¡Basta Gabi! ¡Ya te dije que vos sos mi amigo!” me decía como si fuese una broma, un chiste interno. Ella no sabía que de verdad me gustaba, que de verdad sentía cosas y que me volvía loco por estar con ella. Luciana pasó por algunas otras relaciones, estuvo con otro chico del pueblo y tuvo algo con uno de los pibes que conoció en Bariloche y yo tuve que soportar siempre verla con alguien más.
   A pesar de que seguía siendo mi amor platónico, yo también avancé con mi vida. Empecé a entrenar, a comer más sano y a sociabilizar un poco más y mi actitud cambió muchísimo. Para salir un poco de la intimidad del pueblo, me empecé a escribir con una chica que conocí de otro lugar cerca de aquí y ella fue mi primera vez. Claramente la relación no avanzó y solo estuvimos unas pocas veces, pero a raíz de eso le agarré gusto al sexo y tuve la confianza para hacer de las mías. Otra chica le siguió a la primera y cuando me di cuenta ya me había acostado con tres mujeres diferentes en menos de cuatro meses.
   Llegó Bariloche y mientras todos estaban distraídos por la nueva relación de Manuel y Clara, yo aproveché para coger con una de las chicas del otro curso que viajó con nosotros. Estuve con ella tres de las noches que estuvimos allí e intercambiamos celulares para ver si la cosa seguía después, a pesar de que no progresó. Ya para ese entonces, varios me seguían teniendo como el nerd o ñoño del pueblo, pero yo sabía adentro mío que era algo completamente distinto. No era tímido, no era introvertido, le había perdido el miedo a hablarles a las mujeres y me encantaba disfrutar del sexo. Tenía 18 años y todo el mundo por delante.
   En ese momento se dio la noche de la fiesta en la casa de Vale. No sé muy bien como sucedió, yo estaba bastante borracho, pero de golpe terminé desnudo en la cama con Naiara. Claramente la situación me superó de golpe, pero no iba a desaprovechar esa situación y terminamos teniendo sexo. ¡Me encantó! Estar con una piba 8 años más grande me calentó muchísimo y me dejó más motivado que nunca. Mi idea era mantenerlo en silencio, de la misma forma que había mantenido todas mis otras aventuras, pero ni bien salí de la habitación me encontré a Vale con Azul y Cintia del otro lado de la puerta. No supe que hacer, así que salí corriendo y volví a la fiesta como si nada hubiese pasado.
   Pero al día siguiente todo el cuero sabía lo que había hecho la noche anterior. Azul le contó a Clara, Clara le dijo a Manuel y este último lo divulgó por todos lados. A partir de ese momento pasé a ser uno de los chicos populares, todos en el colegio sabían de mí y me pedían por favor que les contara lo que había pasado. A pesar de eso, también me hablaban muchas mujeres, ya que parte del rumor decía que era muy bueno complaciendo a las chicas. Yo me aferré de eso y empecé a verme con algunas otras chicas del pueblo, con quienes cogía de vez en cuando. Llegué a recibir insinuaciones de algunas mujeres mayores y de la MILF número uno del pueblo, Cecilia Moreau, conocida como “la madame”.
   Sin embargo, por mi mente seguía pasando el rostro de Luciana y cada vez que estaba con ella se me aceleraba el corazón. Pensé que con esa nueva fama las cosas iban a ser diferentes, pero no. Me acerqué a ella un día después del colegio y terminamos hablando para luego decirle que siempre me había gustado y que siempre la había querido. La respuesta fue la misma de siempre. Ella me dijo que me veía como un amigo y que no sentía lo mismo por mí. El problema era que Luciana se estaba viendo en ese momento con Gian Franco y este nos contaba con lujo de detalles lo que hacían juntos. Yo me moría por dentro.
   Esa misma tarde Vale me pidió que fuera a su casa para explicarle algo de matemáticas, pero en realidad tenía otras intenciones. Terminamos haciéndolo en su habitación y luego trasladando la acción a la ducha. Acordamos que lo nuestro iba a ser algo del momento, que no íbamos a repetirlo y enseguida supe que eso era lo mejor. “Vos te vengaste de Luciana” me dijo pero yo no lo veía de esa forma. No quería vengarme de ella, quería poder darle placer y hacerla feliz al menos una vez. Me fui de su casa pensando en eso, pensando en si esa era la idea que iba a tener que reconfortarme de ahí en más.

   Pero llegó la noche de la graduación y cambió todo. Luego de la fiesta nos fuimos a la casa de uno de los chicos del curso y para mi sorpresa, me encontré a Vale y a Gian Franco besándose en el pasillo. Ellos no se dieron cuenta y yo me fui de allí para avisarle a Luciana de lo que estaba pasando. El problema fue que esta estaba tan borracha que dormía sobre el sillón. La desperté y le dije que su novio estaba con Vale en ese momento y pareció no importarle. Era obvio, todos sabíamos que esa relación era un fiasco, pero nadie se animaba a decirle nada. Cuando logré que se levantara, la llevé al baño y ella me manifestó que quería irse a su casa. Me abrazó con fuerza y empezó a llorar de golpe.
   Salimos de la casa y la subí al auto sin entender muy bien que le pasaba. “Soy una pelotuda” me dijo de golpe y se largó a llorar aún más. Agarré el auto y empecé a manejar. Salí del pueblo mientras Luciana lagrimeaba y me metí en un camino de tierra que lleva hacia un bosquecito que hay ahí cerca y frené el auto. Volví a preguntarle que le pasaba y Luciana tubo un sincericidio conmigo. Me confesó que no amaba a Gian Franco y que de hecho ni siquiera le gustaba, que solo estaba con él porque se sentía mal por ser la única del grupo que no estaba viéndose con nadie en ese momento.
   Rápidamente me contó que al parecer todas las chicas estaban saliendo o viéndose o teniendo sexo con alguien menos ella y que decidió tomar la iniciativa con Gian Franco en Bariloche. Al parecer después de que él le dijera que no, fue a buscar para estar juntos la última noche y ahí empezaron a verse. Que Vale volviera con Mateo ayudó a que ella pudiera estar con él y terminaron poniéndose de novios por presión suya. “Si le decía que quería algo serio pensé que no iba a querer estar de nuevo con otras minas. Pero soy una pelotuda” insistió ella sin dejar de llorar.
   Hablaba muy rápido u me costaba entender lo que me decía. Trataba de procesar las palabras y de conectar las ideas pues había algunos puntos de la historia que me estaba perdiendo. Más allá de eso la idea me había quedado clara, Luciana no quería a Gian Franco y de hecho se arrepentía de haberse puesto de novia con él. Seguía diciéndome cosas y hablando acerca de sus decisiones, pero apenas podía concentrarme en ello. No dejaba de mirarla, de ver sus labios subiendo y bajando. A pesar de estar llorosa y despeinada, estaba hermosa y eso me desconcentraba.
   - Tendría que haberte dado bola a vos cuando tuve la oportunidad.- Dijo de golpe.- Sos un pibe lindo, bueno y siempre me trataste bien.
   Sin dudarlo, me acerqué a ella y la besé. El beso duró unos pocos segundos, pero pude notar como ella me lo devolvía tras la sorpresa. Cuando me alejé, nos miramos unos segundos e intenté besarla nuevamente pero Luciana me dijo que no, que estaba de novia y no quería engañarlo. “¡Gina Franco se está cogiendo a Valeria ahora mismo!” le dije para que entrara en razón y dejara de respetar a ese pelotudo. Se quedó callada. Me miró fijo, miró alrededor para ver bien donde estábamos y levantando los hombros me dijo “tenés razón” y me besó de nuevo.
   Todo se descontroló muy rápido que cuando me di cuenta, estábamos en el asiento de atrás, yo con la camisa desabrochada y ella con el vestido por la cintura. Luciana se acostó sobre los asientos y yo me acomodé encima suyo mientras nos besábamos fogosamente y tocábamos todo el cuerpo. Ella terminó por sacarme la camisa y por besarme el cuello con ganas mientras yo me excitaba más y más rozando sus muslos con mis piernas. No podía creer la suerte que estaba teniendo. Me estaba volviendo loco y quería volverla loca a ella también.
   Bajé por su cuerpo y mientras ella se sacaba el vestido yo me acomodaba como podía entre los asientos y sus piernas. Apoyé mis manos en sus muslos y los fui acariciando mientras besaba su cintura. Luciana se desprendió también del corpiño y subí unos segundos a besarle las tetas pero enseguida bajé de nuevo. Quería hacerla feliz, quería que se relajara y disfrutara como no podía hacer con su novio. Le saqué la bombachita con mucha delicadeza y empecé a besarla.
   Comencé rozando mis labios con los suyos, sintiendo el calor de su cuerpo. Poco a poco fui abriendo la boca y dejé que mi lengua empezara a participar de ese festín. A medida que pasaban los segundos me iba volviendo más intenso y trataba de que Luciana disfrutara más y más. Ella tenía los ojos cerrados y la boca semi abierta, por donde dejaba escapar unos pequeños quejiditos que me encantaban. Seguí comiéndole la concha más y más, quería dejarla toda mojada, completamente empapada. Luciana empezaba a retorcerse, a moverse por todo el asiento del auto.
   Seguí lamiéndosela cada vez más rápido. Llegué a su clítoris y con mi lengua dibujé círculos encima de este y ella me regaló una risita hermosa que me motivó a continuar. Una de mis manos se acercó poco a poco hasta su entrepierna y comencé a jugar con uno de mis dedos en su conchita para darle más placer. “¡Ahhh! ¡Ahhh!” gemía ella y mi cabeza laburaba a mil por hora. No quería irme de ahí, no quería dejar de chupársela. Noté como mi saliva empezaba a mezclarse con los jugos de Luciana y como su cuerpo se retorcía más y más. El placer aumentaba y con ello el movimiento de mi dedo, que entraba y salía de su conchita a toda velocidad.
   Me volví a colocar encima de ella y la besé nuevamente. Estaba al palo, no me aguantaba más las ganas. Me terminé de sacar la ropa como pude y mientras buscaba un preservativo en la guantera, Luciana me tocaba la pija con ganas. Dejé que me masturbara por unos segundos y después me puse el forro para seguir avanzando. Quería cogérmela ya, no me aguantaba las ganas de penetrarla y escucharla gemir en mi oído. Me acosté sobre ella y me atrapó con sus piernas al mismo tiempo que yo colocaba la punta de mi pija sobre su conchita empapada. Empecé a hacer presión y sentí como esta entraba de lleno hasta el fondo.
   Como loco, empecé a cogérmela con todas mis ganas. Ella me abrazó también con sus manos y me atrajo hasta su cuerpo para besarme nuevamente de forma apasionada. Yo movía mi cintura hacia arriba y hacia abajo a toda velocidad, metiendo y sacando mi pija de su cuerpo y sintiendo un placer increíble. Me costaba asumir que estaba ahí con ella y que por fin se me estaba dando con la mina que me tuvo atontado durante años. Luciana me besaba, me acariciaba la espalda y me miraba a los ojos haciendo que mi cabeza estallara. Mis movimientos eran cada vez más rápidos y mi cuerpo parecía no responderme.
   Después de un rato, me senté en medio del asiento trasero y ella se colocó encima mío, mirándome de frente. Sus tetas quedaron estampadas contra a mi cara y al mismo tiempo que empezaba a cabalgarme, yo me dediqué a chupárselas por un rato. Usaba mi lengua, mis labios y hasta mis dientes para hacerle saber lo loco que me volvían esas tetitas preciosas que tenía. Luciana subía y bajaba por mi pija, clavándosela bien hasta el fondo y volviéndose loca sobre mí. Mis manos se aferraban con fuerza de su cola y la ayudaban en sus movimientos. ¡Se sentía increíble!
   Luciana comenzó a gemir y podía escuchar sus suaves gemidos entrar a mi cabeza y volverme loco. Sus movimientos se fueron acelerando al mismo tiempo que mi corazón y noté como caía con mayor violencia sobre mis muslos para clavarse mi pija hasta el fondo. “¡Dale! ¡Seguí! ¡No pares!” la motivé yo de golpe y ella agachó su cabeza para que nuestros labios se encontrar nuevamente en un beso bien caliente. Me encantaba, la mina me volaba la cabeza y lo sabía muy bien.
   Le dije que se pusiera en cuatro e intenté colocarme detrás de ella. Pero el auto era muy bajo, por lo que tuve que abrir la puerta y pararme del lado de afuera para conseguir comodidad. Luciana se colocó bien contra el borde y me llamó moviendo la colita. La penetré hasta el fondo y tomándola de la cintura la volví a coger a toda velocidad. Veía su culito en primer plano y me encantaba. No me animé a pegarle una cachetada, aunque me tentó mucho la idea de hacerlo. Sin embargo no dejé de cogérmela por un solo segundo y le di bien duro hasta escuchar como gemía adentro del auto.
   De golpe se resvaló del asiento y una de sus piernas cayó hacia el piso donde estaba parado. Frené por un segundo esperando que ella se acomodara, pero en su lugar bajó la otra pierna y empezó a salir del auto, todo con mi pija adentro. Se paró delante de mí y girando la cabeza me pidió que siguiera cogiéndomela. Apoyó sus manos en el auto y yo me agarré nuevamente de su cintura para volver a meter y sacar mi pija de su concha. Me gustaba la pose, pero a ella claramente la volvía loca.
   Empecé a cogérmela más y a más rápido, a darle bien duro y a hacer sentir toda mi verga adentro de su conchita empapada. Luciana ya no gemía, gritaba de placer y se aferraba con fuerza al costado del auto. Su cuerpo empezó a temblar, vibraba como loca y sentí como sus piernas temblaban con cada movimiento que daba. “¡Dale! ¡Acabá!” le ordené susurrándole en el oído y sin dejar de moverme y ella obedeció. Comenzó a eyacular como nunca antes había visto en mi vida, dejando salir chorros de su conchita que mancharon el costado del auto, el piso y hasta mis piernas. Eso me puso aún más loco y seguí cogiéndomela con todas mis ganas.
   No podía parar, mi cuerpo no se detenía y sentía que estaba a punto de explotar. Pero antes de hacerlo, sentí como Luciana acababa de nuevo, tan solo unos minutos después de la primera vez y de nuevo estallaba delante de mí. Estiré una de mis manos, la llevé a su conchita y sentí lo mojada que estaba. La subí hasta su teta y se la apreté con fuerza mientras seguía cogiéndomela. Estaba como loco. No quería que terminara ese momento. Pero tampoco podía aguantarme mucho más, estaba cogiéndomela tan rápido que mi cintura iba y venía a toda velocidad.
   Acabé golpeando de lleno el cuerpo de Luciana y me quedé quieto con toda la pija adentro de su conchita empapada mientras llenaba el preservativo de leche. Nos quedamos quietos unos segundos y ella giró la cabeza de nuevo para besarme una vez más. Me alejé, me saqué el preservativo y nos cambiamos rápidamente para volver a sentarnos en el auto. Nos miramos unos segundos y ella empezó a reír y me confesó que no podía creer que su mejor sexo lo había tenido conmigo y no con su novio. Eso puso una sonrisa en mi rostro.
   Emprendimos la vuelta de una manera completamente distinta. La música sonaba fuerte en el auto y Luciana cantaba completamente feliz y satisfecha, como si estuviese alegre después de mucho tiempo. No lo hablamos, no se lo pregunté, pero sabía que se había dado cuenta que Gian Franco no era para él y que lo iba a dejar. No estaba seguro si quería algo serio con ella o si quería simplemente divertirme mientras pudiera, lo que era seguro es que quería repetirlo. Llegamos al pueblo, pasamos por el bar y vimos a Naiara y a Rochi tomando algo en una mesa de la calle y nos miraron al ver a Luciana cantando a los gritos. De golpe, y por un segundo, pensé en que ya había estado con dos de las tres hermanas y me moría de ganas de gritar ¡Bingo!


SIGUIENTE


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CONSULTA MÉDICA (HISTORIA CORTA)
CUARENTENA TOTAL. CAPÍTULO 1
MIS VECINAS. CAPÍTULO 1

5 comentarios - Las hermanas del pueblo. Intervención 8

juuli88 +1
ahhh lo sabiaaaaaaaaaaaa!!!!
HistoriasDe +1
Es que sos muy intuitiva! jajaja
juuli88 +1
y la otra muy zorra jajaja
daros82 +1
jaja si habre caido en la friendzone 😞
HistoriasDe
A nosotras también nos pasa!
garcheskikpo +1
Y el bagre insistió e insistió hasta tener su recompensa 😉😬
HistoriasDe
En ningún momento se dijo que era un bagre jajaja
juanp4288 +1
Lindo quilombo se va a armar después de esto jajajaja, el final va a ser tremendooo
HistoriasDe
Jaja gracias por pasar!