Por fin me había liberado de mi marido, ahora sería mi ex, un hijo de puta que por suerte no tendría que ver más. Vivo con mi único hijo, se peleaba constantemente con mi marido, hasta que se dejaron de hablar, yo siempre apoye a mi hijo y tenía razones para hacerlo, me defendía de lo violento que era su padre, varias veces me había pegado y con mi hijo llegaron a las trompadas. Por suerte esta relación enferma quedo atrás.
Los días habían cambiado para siempre, ahora los dos vivíamos en armonía, mi nombre es Laura y tengo 38 años, mi hijo se llama Leandro y ya cumplió 19, es todo un hombre, termino la escuela y está buscando trabajo, la mayor parte del día se la pasa en casa, yo trabajo dos días de la semana en una oficina y los demás días desde casa.
Leandro hace dos años está de novio y aunque su novia es media posesiva, yo me llevo relativamente bien con ella, tampoco me gusta molestarlos, prefiero que hagan su vida. Pero todo cambio de una manera inesperada.
Un día temprano por la mañana me preparo para ir a la oficina, voy al baño y cuando abro la puerta del mismo, estaba mi hijo afeitándose frente al espejo, como lo hace todos los días, pero esta vez fue diferente, estaba completamente desnudo, como lo veo de espaldas veo su culo perfecto, duro, musculoso, como el de una estatua.
-Perdón, perdón
-Hola, Ma, está bien, no pasa nada, me estoy afeitando.
-No, nada, termina que sólo quería hacer pis.
-No hay problema ya termino, pasa si quieres.
-No, está bien Lean, puedo aguantar.
-Dale pasa que no miro.
No digo nada, entro en silencio y me levanto el vestido, me bajo la ropa interior y me siento en el inodoro. No pude aguantar girar la cabeza y mirarle el pene por un instante. No podía creer lo que le colgaba entre las piernas, que tamaño impresionante, nunca imaginé que le haya crecido tanto. Rompo el silencio con el ruido del chorro de orina que expulsé con fuerza en el inodoro, las cerámicas del baño parecían que amplificaban los sonidos y ese pissss parecía interminable. Con total naturalidad me dijo.
-Menos mal que te deje entrar sino ibas a inundar el pasillo.
-jajaja no seas tonto, dale termina de afeitarte.
- ¿Cómo me quedará si me afeito?
- ¿la cara? Si siempre estas afeitado
-No, la pija.
-El pene ¿Por qué?
Yo trataba de no mirar mientras me hablaba, pero siguió hablando del pene que le colgaba entre sus piernas.
-Por Leila (la novia), vos sabes cómo es ella.
- ¿Pero que le molesta?
-Le molestan los pelos.
Ya me había secado, así que me empiezo a subir la ropa interior y bajar el vestido. Yo mostraba cierto apuro en terminar, aunque era lo que menos quería en ese momento. La conversación siguió.
-Pero no le hagas caso, es muy caprichosa.
-No puedo negarme, hice que se depilase toda, yo se lo pedí y me hizo caso.
-Bueno, está en vos darle el gusto.
Él ya estaba terminando de afeitarse, mientras yo estando a su espalda, no podía alejar la vista del culo, me daba unas ganas incontrolables de morderlo.
-No es eso, es que me quiere depilar ella y la verdad no quiero que lo haga, me puede lastimar con la hoja de afeitar y menos que lo haga con cera, ni loco.
-Bueno, vas a tener que ir de una depiladora, si quieres te paso el número de la mía o sino que te diga Leila donde va ella.
-No, ni loco. ¿Por qué no me depilas vos?
- ¿Quién, yo? Ni loca, esas son cosas tuyas y de tu novia.
-Dale, Ma, mira como la tengo toda llena de pelitos, jajajaja
-Salí, de acá
Se da vuelta, se toma la pija con una mano y la empieza a mover para todos lados, como si fuera una maraca, yo salgo del baño y el amaga a que me corre con la pija en la mano pero se queda en el baño. Yo acelero la marcha hacia mi habitación, para terminar de cambiarme y poder ir al trabajo.
En la habitación me miro la cara en el espejo y estaba toda colorada, un poco por vergüenza y gran parte por excitación, no podía quitarme la sonrisa de la boca, necesitaba ponerme seria para parecer enojada, pero me era imposible, meto la mano en la tanga y estaba toda mojada, me la saco y me pongo una limpia no podía ir a trabajar así. No podía creer lo que me había excitado la situación. Me termino de cambiar y tratando de hacer el menor ruido posible salgo rápido, casi corriendo en puntas de pie, por el pasillo hacia el trabajo.
Pocas veces me había pasado estar tan excitada, en el auto camino al trabajo, lo veía a mi hijo desnudo, tomando con su mano la enorme verga, mi imaginación no me dejaba concentrar en el camino, casi no veía los colores de los semáforos, varias veces sonaron las bocinas para que avanzara.
En la oficina estaba más distraída que de costumbre, me hablan y respondía con monosílabos, el morbo me había sacudido de tal forma la cabeza que estaba en otro mundo, me sentía flotar. Era cerca del mediodía cuando recibo un mensaje por Whatsapp, miro de reojo el aviso, era mi hijo.
--“Hola Ma, te está esperando”
--“¿Quién?”
--“mi amigo, quiere un corte de pelo”
--“¿Tu amigo?”
--“Si, éste”
No lo podía creer, me envía una foto de su pene erecto y en su cabeza le había dibujado dos ojos con un lápiz de labio, seguramente mío. Me puse roja como un tomate, enseguida miro para los costados para ver si había alguien cerca, no quería que nadie me viese en la oficina mirando ese pene inmenso, por un instante no sabía que contestar, me templaban las manos pero le contesto.
--“Ya te dije que no, no soy peluquera, dile a tu amigo que se busque otra peluquera”
--“Dale Ma, se pone triste”
Y me manda otra foto, ahora al pene le dibuja una boca para abajo, como triste. Le contesto.
--“no, ni soñando, ahora déjame seguir trabajando”
Le dije una mentira, ya no podía trabajar más, no podía dejar de mirar esas fotos, a escondidas miraba el teléfono a cada rato, seguí así hasta que llegó la hora de volver a casa. No sabía qué hacer, que decir, que actitud tomar cuando llegue a casa, si enojarme o mejor seguirle la corriente. Decido seguirle corriente, tal vez se olvidaría.
Llego a casa alrededor de las cuatro de la tarde, no veo a Leandro, así que voy directo a mi habitación a cambiarme, luego me doy una ducha, lo necesitaba más que nunca, necesitaba bajar mi calentura.
Ya relajada voy a la cocina a prepararme un té, mientras lo estoy tomando entra Leandro, en pantalón corto sin nada arriba.
-Hola Ma.
-Hola, porque me mandaste esas fotos, estás loco, mira si las vieran en la oficina.
-Que tiene de malo, se las hubieras mostrado a tus amigas, seguro que alguna me ayudaría con la depilación.
-Estás, loco ¿Cómo les voy a mostrar la pija de mi hijo? Seguro que alguna se ofrecería a depilarte, sé que son todas putas.
-jajajaja bueno, no te hagas problema, si vos no me quieres ayudar, ya sé que hacer.
- ¿Qué vas a hacer? Le vas a decir a Leila.
- No, mejor, mañana viene la abuela y le voy a decir a ella, hoy le mando las fotos.
- ¡No! ¡A la abuela no!
- Pero ella me va a entender, tampoco es tan grande tiene menos de 60 años, no se va a asustar como vos, no es tan conservadora.
-Yo no me asusto y tampoco soy conservadora.
- Entonces decidí, si me depilas vos o la abuela.
- Bueno… te depilo yo.
-Listo, vez que era fácil. Agarro las cosas y voy a tu habitación que es más grande, te espero.
No pude decir nada más, termino de tomar el té y quedo en manos del extorsionador de mi hijo. Estaba agitada y nerviosa, tomo coraje y voy a mi habitación consciente de la situación. Abro la puerta y ahí estaba Leandro tirado, desnudo, sobre la cama, pero tenía una pequeña toalla de manos sobre el pene. En una bandeja de desayuno había dejado una máquina de afeitar descartable, como la que usa todos los días para su barba, un vaso con agua y espuma de afeitar.
- ¿Estás listo?
- Si, cuando quieras.
Se puso las manos detrás de la cabeza y me observaba con una sonrisa, el desgraciado lo estaba disfrutando, yo también, pero trataba de no demostrarlo.
Llegó el momento de poner, literalmente, manos en el asunto, me siento a un borde de la cama, acomodo la bandeja y retiro la toalla que cubre el pene. Quedo con la boca abierta, era inmenso, estaba completamente erecto, le llegaba hasta el ombligo, de un grosor alucinante. De inmediato acerco la mano, decidida, sin demostrar miedo o vergüenza, lo tomo con firmeza, estaba duro como una roca y caliente, casi podía sentir sus latidos.
-Sí quieres, te puedes relajar.
-No puedo, tiene vida propia.
-jaja
Empiezo a pasar la crema de afeitar por todo alrededor del pene y los huevos, se los masajeo con una mano mientras sostengo el falo con la otra mano, no quería terminar más, el parecía cada vez más agitado, ya no me miraba, cerraba los ojos, perecía que hacía su mayor esfuerzo para no eyacular.
Dejo de manosearlo, tampoco quería que acabara y pierda su rigidez, entonces empiezo a afeitarlo, con cada pasada iba quedando más limpio, más lampiño, como un mástil erguido y lubricado.
De repente y sin haber terminado, el silencio y la tensión sexual del ambiente se corta, se escucha un ruido en el pasillo.
- ¿escuchaste?
-Sí, debe ser la abuela. Me dijo que iba a venir a la tarde.
-y ¿Por qué no me avisaste? ¿No era que venía mañana?
-No, avisó que venía hoy, te mentí
-Pero hoy… espera que te sec…
No termino de completar la frase, veo que gira el picaporte de la puerta de la habitación y se abre la puerta de par en par, era mi madre que asomaba la cabeza.
-Hola, estaban acá… ¿Qué le pasó al nene? ¿se lastimó?
-jajaja no abu, me está depilando.
No me dio tiempo de soltar el pene, todavía lo abrazaba con mi mano derecha, era como si se lo estuviese mostrando a mi mamá como un trofeo. Con la velocidad de un rayo de luz se acercó a mi lado y con la mirada clavada en el pene de Leandro me dice.
-Que grande que lo tiene, es hermoso, gigante.
- ¡Mamá! Es tu nieto
- Pero mira, es monstruoso. ¿lo puedo tocar?
- ¡No! ¿Estás loca?
- Dale Ma, deja que lo toque la abuela, no tiene nada de malo.
- No me digas abuela, decime Marta, no soy tan vieja tengo 59
- Bueno, hagan lo que quieran, si quieres tocarlo, toma tócalo
Le paso la posta a mi mamá y la toma con entusiasmo. No podía creer como lo miraba, cada vez le acercaba más la cara, para verlo de cerca. Mi hijo no podía disimular su alegría. Pasaron unos segundos que parecían una eternidad, no pude aguantar más, creo que estaba celosa y le digo.
-Bueno, ya está, deja que termine de depilarlo
-Pero mira lo duro que lo tiene, está por explotar.
-Dale, ya está, déjalo.
-como lo vamos a dejar así, pobrecito, porque no lo ayudamos y le hacemos una paja.
Una abuela descontrolada le empieza a hacer una paja a su nieto, delante de su mamá. No puedo reaccionar, al contrario, no quería reaccionar, mientras mi hijo lo disfrutaba, mi madre recorría el pene de mi hijo de abajo hacia arriba con su mano, con un ritmo constante, hipnótico. Era lo más excitante que había pasado en la vida, estaba por acabar antes que él.
Seguía con la paja hasta que agacha la cabeza y se lo mete en la boca, empieza una mamada profesional, recorría el glande con la lengua y se la volvía a meter entera. Con la pija en la boca levanta la vista y me mira, entonces se la saca de la boca para tomar aire y me dice.
-vamos a ahora te toca a vos.
Tal vez me tendría que haber negado, enojarme, insultarla, pero no dije nada, no pude resistirme a mi madre, ella sostenía el pene y me lo ofrecía. Me llevo la cabeza del pene a la boca y succiono, apenas me cabía, mientras mi madre me acompañaba lamiendo el pene en todo su largo. Las dos habíamos perdido el control, nos turnábamos la mamada, una chupaba mientras la otra succionaba, mi hijo gemía de placer. No me di cuenta cuando pasó, pero mi madre ya estaba desnuda y mi hijo había metido su mano debajo de mi pollera y trataba de buscar, con el dedo, la entrada a mi culo, lo pasaba de arriba abajo presionando hasta que logra meter la punta del dedo. En el momento en que siento que su dedo penetraba el ano, Leandro eyacula en mi boca, el semen entra con tanta fuerza y cantidad que chorrea por mis comisuras, lo que aprovecha mi madre para chupar y tragar.
Entre mi hijo y mi madre me desnudan con violencia, me tiran sobre la cama, ya no era dueña de mi cuerpo, era su esclava. Su pene pasó, en sólo unos pocos segundos, de flácido a una erección plena. Los tres habíamos perdido la cabeza, mi madre se abalanza sobre mi vagina y me la empieza a chupar, mis flujos y su saliva se derraman sobre la cama. La posición de mi madre la dejaba arrodillada sobre la cama y con el culo bien en lo alto cosa de la que se aprovecha Leandro, no pierde un segundo y la ensarta por el culo, pega un grito del dolor, pero el placer era mayor, me siguió chupando la vagina mientras gemía. Mi hijo arremetía a su abuela con mucha violencia y le gustaba, pero tal era la fuerza que en un momento no puede aguantar más y queda acostada a mi lado. Cuando saca el pene estaba erecto y rojo, por la violencia de sus embestidas, ahora era yo la que lo necesitaba dentro de mí.
Me pongo en posición de perrito sobre la cama y le ofrezco el culo, él sin esperar un segundo se tira sobre mí, me toma de la cintura y ensarta su gruesa verga en mi culo, siento como si me estuviera partiendo al medio con un garrote, suelto un grito de dolor y eso lo anima a empujar más fuerte sobre mi cuerpo y lo mete hasta el fondo, casi me quedo sin aire, pero él era imparable, seguía y seguía empujando con fuerza, mi madre mientras nos miraba, se masturbaba con una mano y con la otra me tocaba las tetas. De repente saca la pija con apuro y nos avisa que va a acabar, las dos empezamos a chupar la verga con fuerza, la pasábamos de una boca a otra hasta que empieza a disparar su esperma en nuestras bocas y caras.
Quedamos los tres acostados uno al lado del otro, mirando el techo, mi hijo en el medio, los tres estábamos fatigados, cansados, sólo se escuchaba el sonido de nuestra respiración agitada, parecía revotar en el denso aire de la habitación.
Primero se levantó mi madre y le dio un beso a Leandro, dijo que se iba a ducharse, dio unos pasos contorneando su hermoso culo, pero mi hijo salto de la cama para seguirla y me dijo que la acompañaba, yo casi no podía moverme de lo agotada. Mi hijo la alcanza cerca de la puerta y mientras salen de la habitación le empieza a tocar al culo hasta que desaparecen de mi vista.
Me quedo un minuto acostada, no quería pensar, pero no paraba de pensar, era una locura lo que estábamos haciendo, pero era puro sexo animal. Me paso la mano por el culo y con el dedo me toco el ano, me ardía, estaba mojado y dilatado, como nunca lo tuve, la verga de mi hijo hizo estragos, o, mejor dicho, un muy buen trabajo.
No quiero esperar más y me levanto, me visto con la bata de todos los días, pero sin nada abajo, necesitaba tomar algo, estaba sedienta y transpirada. Cuando voy caminando por el pasillo, escucho el sonido del agua caer de la ducha del baño, eso no es todo, escucho los gemidos de mi madre que eran casi gritos. La puerta del baño estaba abierta así que sin pensarlo miro, ahí estaban los dos bajo el agua, los dos de pie, mi madre de espaladas mientras mi hijo se la metía por atrás, parecían animales, los dejo a que terminen y sigo mi camino.
Me siento en la cocina para tomar algo, los sigo escuchando gritar hasta que acaban, habrán sido unos diez minutos, los que parecieron una eternidad, después pasaron algunos minutos más y llegan los dos desnudos abrazados y se sientan a mi lado. Les ofrezco algo de tomar y quedamos los tres mirándonos en la mesa. Yo decido romper el silencio.
-Esperemos que esto haya sido sólo una calentura, no quiero que se repita, esto que hicimos está mal.
-jajajaja Laura, que tiene de malo el sexo, acaso lo pasaste mal.
-No, no es eso, él no nos puede sacar nuestras calenturas, no lo podemos someter a nuestras necesidades.
-pero Ma, ustedes no me someten a nada, yo las violaría todos los días, sin dudarlo, se las chuparía cuando lo necesiten, que más en la vida quiero.
-Pero Leandro, esto no puede pasar, estas de novio y ella te puede dar lo que necesitas. Nosotras te hacemos mal.
-Hija, casi tengo 60 años y en todos estos años nadie, ni tu padre me la metió en el culo como tu hijo, tiene un pene enorme y no es para una sola mujer. Tenemos que sentirnos alagadas que lo quiera compartir con nosotras, tal vez vos consigas algún hombre y te vuelvas a casar, pero yo no, tampoco tengo ganas, hay que vivir la vida que es una sola. Ahora vamos a pensar en otra cosa, me cambio y voy a ver a mi amiga, prometamos que vamos a hacer lo que nos haga disfrutar, sin cuestionamientos.
-Quiero que los dos me prometan una sola cosa, que será un secreto entre nosotros tres.
-Prometido.
-Prometido.
Mi madre se fue a vestir al igual que mi hijo, luego nos besamos y se fueron uno a ver a su amiga y el otro a su novia, quede sola y mientras me duchaba no paraba de pensar y masturbarme.
Como cualquiera podría pensar, que fue una locura de un momento, algo pasajero y único, pero no fue así. Ese día fue en quiebre en nuestras vidas, tal vez fue un límite que al cruzarlo uno no puede volver atrás, por lo menos eso es lo que nos pasó.
Al día siguiente me levanto a la mañana como lo hago todos los días en los que trabajo desde casa, pero es día fue diferente. Estaba preparando el desayuno en la cocina, cuando siento que entra Leandro, sin decir nada se arrodilla a mis espaldas, me levanta la bata con la que ando por casa y me empieza a chupar el culo con desesperación, la lengua parecía un dedo lubricado que buscaba mi ano. No lo pude impedir, fue más fuerte que mis prejuicios, sólo lo dejé hacer, ser un objeto, ser su cautiva. Me penetro por el culo como a una puta, casi una violación, se ponía ciego, como un animal que no se podía controlar, pero yo necesitaba ese pedazo de carne dentro de mis entrañas. Desde ese día y casi todos los días me penetra de todas las formas posibles. Con mi madre no volvimos a tener un trío, pero Leandro muchas veces se queda a dormir con su abuela, no les pregunto nada, no necesito saberlo, me imagino que a las dos nos dilata el ano de la misma forma y con las mismas ganas.
Para el afuera somos una familia como cualquier otra, Leandro ya cambio de novia dos veces, mi madre nunca se queja de su nieto, hasta lo lleno de regalos como si fuera un gigolo al que mantiene. La única que me pregunto algo fue mi ginecóloga, conocedora de mi cuerpo, vio lo dilatado que tengo el ano, pero fue sólo curiosidad entre mujeres o envidia, se me ocurrió mentir sobre un amante misterioso y bien dotado. Espero al igual que mi madre poder seguir disfrutando de mi bien dotado hijo, por el mayor tiempo posible o hasta que la pija no se pare.
Los días habían cambiado para siempre, ahora los dos vivíamos en armonía, mi nombre es Laura y tengo 38 años, mi hijo se llama Leandro y ya cumplió 19, es todo un hombre, termino la escuela y está buscando trabajo, la mayor parte del día se la pasa en casa, yo trabajo dos días de la semana en una oficina y los demás días desde casa.
Leandro hace dos años está de novio y aunque su novia es media posesiva, yo me llevo relativamente bien con ella, tampoco me gusta molestarlos, prefiero que hagan su vida. Pero todo cambio de una manera inesperada.
Un día temprano por la mañana me preparo para ir a la oficina, voy al baño y cuando abro la puerta del mismo, estaba mi hijo afeitándose frente al espejo, como lo hace todos los días, pero esta vez fue diferente, estaba completamente desnudo, como lo veo de espaldas veo su culo perfecto, duro, musculoso, como el de una estatua.
-Perdón, perdón
-Hola, Ma, está bien, no pasa nada, me estoy afeitando.
-No, nada, termina que sólo quería hacer pis.
-No hay problema ya termino, pasa si quieres.
-No, está bien Lean, puedo aguantar.
-Dale pasa que no miro.
No digo nada, entro en silencio y me levanto el vestido, me bajo la ropa interior y me siento en el inodoro. No pude aguantar girar la cabeza y mirarle el pene por un instante. No podía creer lo que le colgaba entre las piernas, que tamaño impresionante, nunca imaginé que le haya crecido tanto. Rompo el silencio con el ruido del chorro de orina que expulsé con fuerza en el inodoro, las cerámicas del baño parecían que amplificaban los sonidos y ese pissss parecía interminable. Con total naturalidad me dijo.
-Menos mal que te deje entrar sino ibas a inundar el pasillo.
-jajaja no seas tonto, dale termina de afeitarte.
- ¿Cómo me quedará si me afeito?
- ¿la cara? Si siempre estas afeitado
-No, la pija.
-El pene ¿Por qué?
Yo trataba de no mirar mientras me hablaba, pero siguió hablando del pene que le colgaba entre sus piernas.
-Por Leila (la novia), vos sabes cómo es ella.
- ¿Pero que le molesta?
-Le molestan los pelos.
Ya me había secado, así que me empiezo a subir la ropa interior y bajar el vestido. Yo mostraba cierto apuro en terminar, aunque era lo que menos quería en ese momento. La conversación siguió.
-Pero no le hagas caso, es muy caprichosa.
-No puedo negarme, hice que se depilase toda, yo se lo pedí y me hizo caso.
-Bueno, está en vos darle el gusto.
Él ya estaba terminando de afeitarse, mientras yo estando a su espalda, no podía alejar la vista del culo, me daba unas ganas incontrolables de morderlo.
-No es eso, es que me quiere depilar ella y la verdad no quiero que lo haga, me puede lastimar con la hoja de afeitar y menos que lo haga con cera, ni loco.
-Bueno, vas a tener que ir de una depiladora, si quieres te paso el número de la mía o sino que te diga Leila donde va ella.
-No, ni loco. ¿Por qué no me depilas vos?
- ¿Quién, yo? Ni loca, esas son cosas tuyas y de tu novia.
-Dale, Ma, mira como la tengo toda llena de pelitos, jajajaja
-Salí, de acá
Se da vuelta, se toma la pija con una mano y la empieza a mover para todos lados, como si fuera una maraca, yo salgo del baño y el amaga a que me corre con la pija en la mano pero se queda en el baño. Yo acelero la marcha hacia mi habitación, para terminar de cambiarme y poder ir al trabajo.
En la habitación me miro la cara en el espejo y estaba toda colorada, un poco por vergüenza y gran parte por excitación, no podía quitarme la sonrisa de la boca, necesitaba ponerme seria para parecer enojada, pero me era imposible, meto la mano en la tanga y estaba toda mojada, me la saco y me pongo una limpia no podía ir a trabajar así. No podía creer lo que me había excitado la situación. Me termino de cambiar y tratando de hacer el menor ruido posible salgo rápido, casi corriendo en puntas de pie, por el pasillo hacia el trabajo.
Pocas veces me había pasado estar tan excitada, en el auto camino al trabajo, lo veía a mi hijo desnudo, tomando con su mano la enorme verga, mi imaginación no me dejaba concentrar en el camino, casi no veía los colores de los semáforos, varias veces sonaron las bocinas para que avanzara.
En la oficina estaba más distraída que de costumbre, me hablan y respondía con monosílabos, el morbo me había sacudido de tal forma la cabeza que estaba en otro mundo, me sentía flotar. Era cerca del mediodía cuando recibo un mensaje por Whatsapp, miro de reojo el aviso, era mi hijo.
--“Hola Ma, te está esperando”
--“¿Quién?”
--“mi amigo, quiere un corte de pelo”
--“¿Tu amigo?”
--“Si, éste”
No lo podía creer, me envía una foto de su pene erecto y en su cabeza le había dibujado dos ojos con un lápiz de labio, seguramente mío. Me puse roja como un tomate, enseguida miro para los costados para ver si había alguien cerca, no quería que nadie me viese en la oficina mirando ese pene inmenso, por un instante no sabía que contestar, me templaban las manos pero le contesto.
--“Ya te dije que no, no soy peluquera, dile a tu amigo que se busque otra peluquera”
--“Dale Ma, se pone triste”
Y me manda otra foto, ahora al pene le dibuja una boca para abajo, como triste. Le contesto.
--“no, ni soñando, ahora déjame seguir trabajando”
Le dije una mentira, ya no podía trabajar más, no podía dejar de mirar esas fotos, a escondidas miraba el teléfono a cada rato, seguí así hasta que llegó la hora de volver a casa. No sabía qué hacer, que decir, que actitud tomar cuando llegue a casa, si enojarme o mejor seguirle la corriente. Decido seguirle corriente, tal vez se olvidaría.
Llego a casa alrededor de las cuatro de la tarde, no veo a Leandro, así que voy directo a mi habitación a cambiarme, luego me doy una ducha, lo necesitaba más que nunca, necesitaba bajar mi calentura.
Ya relajada voy a la cocina a prepararme un té, mientras lo estoy tomando entra Leandro, en pantalón corto sin nada arriba.
-Hola Ma.
-Hola, porque me mandaste esas fotos, estás loco, mira si las vieran en la oficina.
-Que tiene de malo, se las hubieras mostrado a tus amigas, seguro que alguna me ayudaría con la depilación.
-Estás, loco ¿Cómo les voy a mostrar la pija de mi hijo? Seguro que alguna se ofrecería a depilarte, sé que son todas putas.
-jajajaja bueno, no te hagas problema, si vos no me quieres ayudar, ya sé que hacer.
- ¿Qué vas a hacer? Le vas a decir a Leila.
- No, mejor, mañana viene la abuela y le voy a decir a ella, hoy le mando las fotos.
- ¡No! ¡A la abuela no!
- Pero ella me va a entender, tampoco es tan grande tiene menos de 60 años, no se va a asustar como vos, no es tan conservadora.
-Yo no me asusto y tampoco soy conservadora.
- Entonces decidí, si me depilas vos o la abuela.
- Bueno… te depilo yo.
-Listo, vez que era fácil. Agarro las cosas y voy a tu habitación que es más grande, te espero.
No pude decir nada más, termino de tomar el té y quedo en manos del extorsionador de mi hijo. Estaba agitada y nerviosa, tomo coraje y voy a mi habitación consciente de la situación. Abro la puerta y ahí estaba Leandro tirado, desnudo, sobre la cama, pero tenía una pequeña toalla de manos sobre el pene. En una bandeja de desayuno había dejado una máquina de afeitar descartable, como la que usa todos los días para su barba, un vaso con agua y espuma de afeitar.
- ¿Estás listo?
- Si, cuando quieras.
Se puso las manos detrás de la cabeza y me observaba con una sonrisa, el desgraciado lo estaba disfrutando, yo también, pero trataba de no demostrarlo.
Llegó el momento de poner, literalmente, manos en el asunto, me siento a un borde de la cama, acomodo la bandeja y retiro la toalla que cubre el pene. Quedo con la boca abierta, era inmenso, estaba completamente erecto, le llegaba hasta el ombligo, de un grosor alucinante. De inmediato acerco la mano, decidida, sin demostrar miedo o vergüenza, lo tomo con firmeza, estaba duro como una roca y caliente, casi podía sentir sus latidos.
-Sí quieres, te puedes relajar.
-No puedo, tiene vida propia.
-jaja
Empiezo a pasar la crema de afeitar por todo alrededor del pene y los huevos, se los masajeo con una mano mientras sostengo el falo con la otra mano, no quería terminar más, el parecía cada vez más agitado, ya no me miraba, cerraba los ojos, perecía que hacía su mayor esfuerzo para no eyacular.
Dejo de manosearlo, tampoco quería que acabara y pierda su rigidez, entonces empiezo a afeitarlo, con cada pasada iba quedando más limpio, más lampiño, como un mástil erguido y lubricado.
De repente y sin haber terminado, el silencio y la tensión sexual del ambiente se corta, se escucha un ruido en el pasillo.
- ¿escuchaste?
-Sí, debe ser la abuela. Me dijo que iba a venir a la tarde.
-y ¿Por qué no me avisaste? ¿No era que venía mañana?
-No, avisó que venía hoy, te mentí
-Pero hoy… espera que te sec…
No termino de completar la frase, veo que gira el picaporte de la puerta de la habitación y se abre la puerta de par en par, era mi madre que asomaba la cabeza.
-Hola, estaban acá… ¿Qué le pasó al nene? ¿se lastimó?
-jajaja no abu, me está depilando.
No me dio tiempo de soltar el pene, todavía lo abrazaba con mi mano derecha, era como si se lo estuviese mostrando a mi mamá como un trofeo. Con la velocidad de un rayo de luz se acercó a mi lado y con la mirada clavada en el pene de Leandro me dice.
-Que grande que lo tiene, es hermoso, gigante.
- ¡Mamá! Es tu nieto
- Pero mira, es monstruoso. ¿lo puedo tocar?
- ¡No! ¿Estás loca?
- Dale Ma, deja que lo toque la abuela, no tiene nada de malo.
- No me digas abuela, decime Marta, no soy tan vieja tengo 59
- Bueno, hagan lo que quieran, si quieres tocarlo, toma tócalo
Le paso la posta a mi mamá y la toma con entusiasmo. No podía creer como lo miraba, cada vez le acercaba más la cara, para verlo de cerca. Mi hijo no podía disimular su alegría. Pasaron unos segundos que parecían una eternidad, no pude aguantar más, creo que estaba celosa y le digo.
-Bueno, ya está, deja que termine de depilarlo
-Pero mira lo duro que lo tiene, está por explotar.
-Dale, ya está, déjalo.
-como lo vamos a dejar así, pobrecito, porque no lo ayudamos y le hacemos una paja.
Una abuela descontrolada le empieza a hacer una paja a su nieto, delante de su mamá. No puedo reaccionar, al contrario, no quería reaccionar, mientras mi hijo lo disfrutaba, mi madre recorría el pene de mi hijo de abajo hacia arriba con su mano, con un ritmo constante, hipnótico. Era lo más excitante que había pasado en la vida, estaba por acabar antes que él.
Seguía con la paja hasta que agacha la cabeza y se lo mete en la boca, empieza una mamada profesional, recorría el glande con la lengua y se la volvía a meter entera. Con la pija en la boca levanta la vista y me mira, entonces se la saca de la boca para tomar aire y me dice.
-vamos a ahora te toca a vos.
Tal vez me tendría que haber negado, enojarme, insultarla, pero no dije nada, no pude resistirme a mi madre, ella sostenía el pene y me lo ofrecía. Me llevo la cabeza del pene a la boca y succiono, apenas me cabía, mientras mi madre me acompañaba lamiendo el pene en todo su largo. Las dos habíamos perdido el control, nos turnábamos la mamada, una chupaba mientras la otra succionaba, mi hijo gemía de placer. No me di cuenta cuando pasó, pero mi madre ya estaba desnuda y mi hijo había metido su mano debajo de mi pollera y trataba de buscar, con el dedo, la entrada a mi culo, lo pasaba de arriba abajo presionando hasta que logra meter la punta del dedo. En el momento en que siento que su dedo penetraba el ano, Leandro eyacula en mi boca, el semen entra con tanta fuerza y cantidad que chorrea por mis comisuras, lo que aprovecha mi madre para chupar y tragar.
Entre mi hijo y mi madre me desnudan con violencia, me tiran sobre la cama, ya no era dueña de mi cuerpo, era su esclava. Su pene pasó, en sólo unos pocos segundos, de flácido a una erección plena. Los tres habíamos perdido la cabeza, mi madre se abalanza sobre mi vagina y me la empieza a chupar, mis flujos y su saliva se derraman sobre la cama. La posición de mi madre la dejaba arrodillada sobre la cama y con el culo bien en lo alto cosa de la que se aprovecha Leandro, no pierde un segundo y la ensarta por el culo, pega un grito del dolor, pero el placer era mayor, me siguió chupando la vagina mientras gemía. Mi hijo arremetía a su abuela con mucha violencia y le gustaba, pero tal era la fuerza que en un momento no puede aguantar más y queda acostada a mi lado. Cuando saca el pene estaba erecto y rojo, por la violencia de sus embestidas, ahora era yo la que lo necesitaba dentro de mí.
Me pongo en posición de perrito sobre la cama y le ofrezco el culo, él sin esperar un segundo se tira sobre mí, me toma de la cintura y ensarta su gruesa verga en mi culo, siento como si me estuviera partiendo al medio con un garrote, suelto un grito de dolor y eso lo anima a empujar más fuerte sobre mi cuerpo y lo mete hasta el fondo, casi me quedo sin aire, pero él era imparable, seguía y seguía empujando con fuerza, mi madre mientras nos miraba, se masturbaba con una mano y con la otra me tocaba las tetas. De repente saca la pija con apuro y nos avisa que va a acabar, las dos empezamos a chupar la verga con fuerza, la pasábamos de una boca a otra hasta que empieza a disparar su esperma en nuestras bocas y caras.
Quedamos los tres acostados uno al lado del otro, mirando el techo, mi hijo en el medio, los tres estábamos fatigados, cansados, sólo se escuchaba el sonido de nuestra respiración agitada, parecía revotar en el denso aire de la habitación.
Primero se levantó mi madre y le dio un beso a Leandro, dijo que se iba a ducharse, dio unos pasos contorneando su hermoso culo, pero mi hijo salto de la cama para seguirla y me dijo que la acompañaba, yo casi no podía moverme de lo agotada. Mi hijo la alcanza cerca de la puerta y mientras salen de la habitación le empieza a tocar al culo hasta que desaparecen de mi vista.
Me quedo un minuto acostada, no quería pensar, pero no paraba de pensar, era una locura lo que estábamos haciendo, pero era puro sexo animal. Me paso la mano por el culo y con el dedo me toco el ano, me ardía, estaba mojado y dilatado, como nunca lo tuve, la verga de mi hijo hizo estragos, o, mejor dicho, un muy buen trabajo.
No quiero esperar más y me levanto, me visto con la bata de todos los días, pero sin nada abajo, necesitaba tomar algo, estaba sedienta y transpirada. Cuando voy caminando por el pasillo, escucho el sonido del agua caer de la ducha del baño, eso no es todo, escucho los gemidos de mi madre que eran casi gritos. La puerta del baño estaba abierta así que sin pensarlo miro, ahí estaban los dos bajo el agua, los dos de pie, mi madre de espaladas mientras mi hijo se la metía por atrás, parecían animales, los dejo a que terminen y sigo mi camino.
Me siento en la cocina para tomar algo, los sigo escuchando gritar hasta que acaban, habrán sido unos diez minutos, los que parecieron una eternidad, después pasaron algunos minutos más y llegan los dos desnudos abrazados y se sientan a mi lado. Les ofrezco algo de tomar y quedamos los tres mirándonos en la mesa. Yo decido romper el silencio.
-Esperemos que esto haya sido sólo una calentura, no quiero que se repita, esto que hicimos está mal.
-jajajaja Laura, que tiene de malo el sexo, acaso lo pasaste mal.
-No, no es eso, él no nos puede sacar nuestras calenturas, no lo podemos someter a nuestras necesidades.
-pero Ma, ustedes no me someten a nada, yo las violaría todos los días, sin dudarlo, se las chuparía cuando lo necesiten, que más en la vida quiero.
-Pero Leandro, esto no puede pasar, estas de novio y ella te puede dar lo que necesitas. Nosotras te hacemos mal.
-Hija, casi tengo 60 años y en todos estos años nadie, ni tu padre me la metió en el culo como tu hijo, tiene un pene enorme y no es para una sola mujer. Tenemos que sentirnos alagadas que lo quiera compartir con nosotras, tal vez vos consigas algún hombre y te vuelvas a casar, pero yo no, tampoco tengo ganas, hay que vivir la vida que es una sola. Ahora vamos a pensar en otra cosa, me cambio y voy a ver a mi amiga, prometamos que vamos a hacer lo que nos haga disfrutar, sin cuestionamientos.
-Quiero que los dos me prometan una sola cosa, que será un secreto entre nosotros tres.
-Prometido.
-Prometido.
Mi madre se fue a vestir al igual que mi hijo, luego nos besamos y se fueron uno a ver a su amiga y el otro a su novia, quede sola y mientras me duchaba no paraba de pensar y masturbarme.
Como cualquiera podría pensar, que fue una locura de un momento, algo pasajero y único, pero no fue así. Ese día fue en quiebre en nuestras vidas, tal vez fue un límite que al cruzarlo uno no puede volver atrás, por lo menos eso es lo que nos pasó.
Al día siguiente me levanto a la mañana como lo hago todos los días en los que trabajo desde casa, pero es día fue diferente. Estaba preparando el desayuno en la cocina, cuando siento que entra Leandro, sin decir nada se arrodilla a mis espaldas, me levanta la bata con la que ando por casa y me empieza a chupar el culo con desesperación, la lengua parecía un dedo lubricado que buscaba mi ano. No lo pude impedir, fue más fuerte que mis prejuicios, sólo lo dejé hacer, ser un objeto, ser su cautiva. Me penetro por el culo como a una puta, casi una violación, se ponía ciego, como un animal que no se podía controlar, pero yo necesitaba ese pedazo de carne dentro de mis entrañas. Desde ese día y casi todos los días me penetra de todas las formas posibles. Con mi madre no volvimos a tener un trío, pero Leandro muchas veces se queda a dormir con su abuela, no les pregunto nada, no necesito saberlo, me imagino que a las dos nos dilata el ano de la misma forma y con las mismas ganas.
Para el afuera somos una familia como cualquier otra, Leandro ya cambio de novia dos veces, mi madre nunca se queja de su nieto, hasta lo lleno de regalos como si fuera un gigolo al que mantiene. La única que me pregunto algo fue mi ginecóloga, conocedora de mi cuerpo, vio lo dilatado que tengo el ano, pero fue sólo curiosidad entre mujeres o envidia, se me ocurrió mentir sobre un amante misterioso y bien dotado. Espero al igual que mi madre poder seguir disfrutando de mi bien dotado hijo, por el mayor tiempo posible o hasta que la pija no se pare.
1 comentarios - Una madre desquiciada por su hijo