Mamá y yo pasamos el resto de la tarde viendo la tele en el sofá de casa. Obviamente yo no tuve ni voz ni voto y puso lo que quiso. Programas de moda, de cotilleos,… Mamá estaba tumbada en el sofá, con sus piernas recostadas sobre mí. Yo seguía solo vestido con unas braguitas de mi hermana y le masajeaba los pies.
A la hora de la cena mamá me dejo solo en el comedor. Me dijo que esperara mientras traía la cena. Llegó al cabo de un rato con un solo plato y un solo tenedor. Había preparado una tortilla. Me miró y me dijo- Tranquilo cariño, que la compartiremos. – El recuerdo de la experiencia de la comida empezó a excitarme. Mamá dejo el plato sobre la mesita que teníamos delante del sofá y volvió a dejarme solo, esta vez solo por unos segundos. Llegó con un trozo de cuerda. Automáticamente y sin que ella dijera nada me levanté y crucé las manos detrás de la espalda. Mamá sonrió complacida y me ató.
– Aprendes rápido. –Una vez atado me agarró el paquete y lo empezó a frotar. Mi pene no tardó en estar duro. Me soltó y me depositó en el sofá y se quitó la bata. Observé como la ropa interior blanca contrastaba con su piel morena. Cogió el plato y se sentó a horcajadas sobre mí. –Vamos a cenar cariño. –Volvió a sonreírme y cortó con el tenedor un trozo de tortilla. Masticó y engulló. – Abre la boquita cariño. – Dijo con tono infantil. La abrí mientras ella me miraba a los ojos, cortaba otro trozo y se lo llevaba a la boca. Masticó lentamente y en vez de engullir se posó sobre mi boca y dejó caer un trozo de tortilla masticada y llena de saliva. Saboreé aquel manjar todo lo que pude antes de tragar. – ¿Le gusta a mi niño la tortillita de mami?
– Si.- Contesté con la voz ronca por la excitación. Mamá empezó a masticar otro trozo y me lo volvió a dar, una vez yo lo hube engullido me besó con pasión. Dejó a un lado el plato y empezó a pajearme por encima de las bragas. Con la otra mano pellizcaba mis pezones. Se llevó un dedo a la boca y con él me humedeció uno de los pezones. Este rápidamente se puso duro y ella lo pellizco con fuerza. Un quejido ronco salió de mi garganta. – Shhh. Mi niño. No es hora de jugar, es hora de cenar. – Volvió a coger el plato y siguió comiendo ella y alimentándome a mi de aquella manera. De vez en cuando paraba y jugaba mí con polla o me pellizcaba los pezones. Cuando nos acabamos la tortilla se levantó y fue a la cocina. Volvió con un par de natillas y una cuchara. –Es hora del postre.
Mamá se quitó el sostén y las bragas. Me ordenó que me levantara, se sentó en el sofá con las piernas bien abiertas. Me indicó que me pusiera de rodillas enfrente de ella. Abrió una de las natillas y comió una cucharada. – Mmmmh, que rica, ¿Quiere mi niño? – Antes que yo pudiera responder se puso una cucharada en la boca y al igual que antes me dio la comida en la boca con una buena dosis de su saliva. Mamá dejo caer un par de enormes salivajos en la natilla y empezó a removerla. – Vamos a ver si a mi niño pequeño le gustan las natillas de mami. Llenó de nuevo la chuchara, pero esta vez desparramó su contenido por uno de sus pechos. Yo me abalancé sobre él, lamiendo todos los restos de natilla y saliva, demorándome succionando aquel pezón. Derramó otra cucharada sobre su barriga y yo lamí y succione, escarbando con mi lengua en su ombligo. Con su pie jugaba con mi pene. Fue derramando la natilla sobre diferentes partes: los pechos, los muslos, la barriga,… y mi boca tragaba cada gota. – Cómo come mi niño – Reía ella complacida. Abrió la otra natilla y me separó un poco. Bajó un poco la espalda y me plantó delante su vagina. Con cuidado derramó parte de la natilla sobre el vello de su pubis. Yo no lo pensé y rápidamente empecé a comerle el coño a mamá. Tragué tanta natilla como pude. Algunas gotas manchaban sus pelos, pero rápidamente aparecían mis labios y lengua y eliminaban cualquier rastro. Oí el gemido de mamá y derramó más natilla. Yo continué. - Cómo le gustan las natillas de mamá a mi niño. – Decía entrecortadamente. – A mi niño le gustan las natillas con pelo. – Repetía. Finalmente derramó el resto de la natilla y cuando un rato después llegó al orgasmo ya no quedaba ni un resto del postre.
Después de recuperarse del orgasmo mamá se levantó del sofá y me llevo con ella a su habitación sin desatarme. Me ayudó a tumbarme en la cama y agarrándome de la polla me dijo:
-Tranquilo que no me he olvidado de esta. Tendrás que tener paciencia, pero al ser realmente nuestra primera noche tengo algo especial para ti ¿Te fías de mami?
-Si mami – respondí adoptando también una voz infantil. Apretó otra vez mi pene con sus dedos de hierro, besó mi mejilla y se alejó hacia el baño. Había ya pasado un buen rato cuando volvió a aparecer por la habitación. Se había puesto un conjunto de lencería de encaje de color rojo y llevaba una bata de seda negra sin cerrar. En las piernas llevaba también medias negras con ligeros. Estaba realmente espectacular y yo me quede sin poder articular palabra.
- ¿A mi niño le gusta su mami? ¿Mi pollita virgen se pone cachonda viendo a su mami? – Decía mientras se acercaba a mí y volvía a pajearme por encima de las bragas. - ¿Hará mi zorrita virgen todo lo que le diga su mami?
-Si mami. – Respondí sin dudar un instante. Ella se acercó lentamente y cogió mi teléfono de su cómoda. Yo estaba recostado en la cama, con las manos atadas detrás de la espalda y vestido con solo unas infantiles braguitas viejas de mi hermana que no podían disimular mi pene totalmente erecto. Mamá me hizo un par de fotos. – Que guapa estás. – Se acercó y de nuevo, manejándome a su antojo me puso de rodillas, con la cabeza apoyada en la almohada. Me bajó un poco las braguitas y me separo las piernas. No podía separarlas bien pues las bragas a medio bajar hacían tope contra mis muslos. Noté un espeso y caliente salivajo sobre la raja de mi culo y como un dedo empezaba a pasearse por ahí, demorándose de nuevo en mi ano. Mamá se movió detrás de mí y esta vez fue su lengua la que se paseó, lentamente, sobre mi culo. Llegó al ano e introdujo la lengua, como si me estuviera besando en la boca. Un escalofrió recorrió mis espalda. Escupía y lamia con avidez cuando de repente me penetró con un dedo. Yo di un respingo. –Shhhh, tranquilo. – Su voz era sedante. Me relajé y cuando me penetró con un segundo dedo lo disfrute más que sufrirlo. Movía los dedos dentro de mi ano con lentitud pero con firmeza. Con la otra mano jugueteaba con mis testículos y mi pene. Sin levantarse abrió uno de los cajones y sacó su pequeño vibrador. Era algo más pequeño que un pene. Del mismo cajón sacó un preservativo y un bote de crema. Sacando los dedos de mí culo puso el preservativo en el vibrador y lo embadurnó bien de crema.
-Vamos a empezar a abrir de verdad el culito de mi pollita virgen. – Mi cara mostraba miedo.- Tranquilo, vas a disfrutarlo. – Empezó a besarme levantándome la cara tirando del pelo. Se separó de mí e instantes después noté la punta del vibrador sobre mi ano. Mamá lo fue introduciendo con lentitud mientras acariciaba mi pene. Otra vez la mezcla de dolor y placer era más de lo que podía soportar. Cuando ya tenía más de la mitad del vibrador dentro de mí me levantó las braguitas. La presión de ellas sobre el vibrador hizo que esté se introdujera un poco más dentro de mi ano. Yo protesté con un gemido. Mamá cogió de nuevo el teléfono y empezó a tomar fotografías de diversos ángulos. Una vez estuvo satisfecha se acercó a mi lado y levantándome la cara empezó a mostrarme las fotos.
- Mira qué guapa estás así. – Las fotos me mostraban de rodillas en la cama con la cabeza contra el colchón. Tenía las bragas subidas y un bulto saliendo de mi culo. Mi polla inflamada por el placer sobresalía por uno de los lados. – ¿Qué pensaría Alicia si te viera así de guapo con sus braguitas? ¿Y Júlia? ¿Crees que se las podemos enviar? – La mención a mi hermana mayor y a mi mejor amiga me asustó y me devolvió a la realidad.
-Yo,… no por favor.
-¿Por qué no? –Preguntó mamá con su tono burlón. – Yo creo que té muestran tal y como eres. Una putita sumisa.
-Me da vergüenza, por favor, -Supliqué.
-Tranquilo- dijo. -Las guardaremos por si cambias de opinión. – Mamá empezó a desatarme con lentitud, me bajó las bragas y me quitó el vibrador. Yo me tumbé sobre la cama y ella a mi lado empezó a besarme. Respondí a su beso y empecé a recorrer con mis manos su cuerpo. Amasaba sus pechos por encima del sujetador. Deslicé una de mis manos por debajo de las bragas de mamá y empecé a juguetear con los pelos de su pubis. Poco a poco ella volvió a estar encima de mí. En la cama aun descansaba el vibrador. Mamá lo cogió y empezó a deslizarse hacia mis piernas. Puso uno de los cojines debajo de mi espalda. Así tenia pleno acceso a mi culo y no tarde en sentir otra vez la punta del vibrador en la entrada del ano. Esta vez lo introdujo con más fuerza y sentí una punzada de dolor. Mientras lo hacía empezó a mamarme la polla. Su boca estaba caliente y húmeda. Latigazos de placer recorrían mi cuerpo. Cuando tenía casi todo el vibrador dentro ya estaba otra vez en aquella especie de placentero trance. Mamá empezó a follarme el culo mientras me regalaba con una magnífica mamada. Cuando notaba que mis jadeos aumentaban de ritmo paraba y me pellizcaba los testículos mientras se reía.
-Recuerda el castigo por correrse sin permiso. – Recordé el mordisco del cinturón sobre mi culo. – Y esta vez no solo serán cuatro golpes. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero mamá controlaba perfectamente y siempre, antes de llegar al orgasmo paraba para dejarme frustrado mientras se burlaba. – ¿Quiere mi niño correrse? No sé si dejarte así toda la noche.- Pero volvía a mamarme la polla una vez mi respiración se normalizaba.
-Te propongo un trato. –Dijo sacándose la polla de la boca cuando yo estaba a punto de correrme por enésima vez. – Podemos parar todo esto ahora mismo. Puedo devolverte tu teléfono, borrar todas las fotos y vídeos y sus copias y mañana puedes volver a casa. – Lo decía seriamente. Había levantado su cabeza y me miraba a los ojos. Mi mente estaba nublada por el placer. Por un momento pensé en recuperar mi vida y olvidar aquel surrealista día. Pensé en los golpes del cinturón. Pensé en las humillaciones en que me había sometido: lo que me había hecho decir, en cómo me había obligado todo el día a ir desnudo o vestido con las bragas de mi hermana, en sus amenazas de enviar las fotos a Alicia y Júlia. Mientras pensaba mamá volvió a agarrarme del polla y empezó un lento sube y baja. – O puedes simplemente aceptar que ya no tienes voluntad. Que le enseñare las fotos a quien quiera. Que le mostrare a quien yo quiera que eres la putita de mamá, que eres su niño virgen, su juguete. ¿Qué eliges? – Sin dejarme responder pasó su lengua por la base de mi pene y siguió lamiendo hasta la punta. En aquel momento me olvide de todo y simplemente podía pensar en la sensaciones que me venían de la polla y el culo. En el placer que me proporcionaba mamá. En los sentimientos que me despertaba.
-Yo,… quiero seguir contigo mamá. Te quiero. Haz conmigo lo que quieras. – Mi voz sonó lenta pero firme. Había tomado una decisión. Pensé en Alicia y en Júlia, pensé en lo que dirían de mí. Pensé en sus burlas y su asco. Pero todo aquello no importaba. Podía soportarlo. Lo que no podía soportar era que mi madre me dejara de tocar, de besar, de humillarme. Había escogido un camino que no sabía por dónde me llevaría pero en aquel instante no tenía dudas.
Ella me besó con ternura. – Muy bien mi niño. ¿Harás todo lo que diga mamá? – Sí. - En aquel momento retiró el consolador de mi culo y me ordenó que me levantara. La miré con frustración. Había esperado que por fin me dejara a llegar al orgasmo.
-Aún es pronto y quiero jugar un rato más. – Me lanzó uno los tangas de mi hermana. – Póntelo. – Yo la miré. Se había quitado la bata. Seguía aún con el sexi conjunto de lencería roja y las medias y ligeros negros. Era preciosa.
Sin dudarlo me puse el tanga. Era de color verde y seguramente en una chica joven como mi hermana habría resultado muy sexi. Yo creía que estaba ridículo con mi pene abultando mientras mis huevos sobresalían por los lados. Mamá no parecía pensar lo mismo y empezó a fotografiarme de nuevo. Me ordenaba que me pusiera en diferentes posturas: tocándome, de rodillas, mostrando mi culo,… cuando se cansó me lanzó otro de los tangas de Alicia y me ordeno cambiármelo. Este era una pieza negra, minúscula, con una pequeña apertura en el centro. – La última vez que tu hermana vino lo hizo con su novio. Un chico guapísimo, aunque no tanto como mi niño. –Añadió guiñándome un ojo. – Supongo que por las noches se lo pasaban bien. – Me imagine a mi hermana con aquel tanga mientras su novio se la follaba por la apertura situada justo donde debería estar la vagina. Aquella fue una imagen turbadora que rápidamente saqué de mi mente pues mamá me ordenaba nuevas poses y hacía nuevas fotografías. Mi polla salía por la apertura.
Después de algunas fotos mamá me indicó que me acercara y agarrándome de la polla dijo. – Con este tanguita me has puesto muy cachonda. ¿Por qué no le haces mimitos a mamá? – Me recosté sobre ella mientras ella se quitaba el sujetador. Besé sus labios. Su cuello, sus pechos. Mamá empujo suavemente mi cabeza hacia su pubis. – Quítamelas con la boca. – Dijo señalando sus bragas. Yo mordisque el borde y empecé a bajarlas con torpeza. Su mata de pelo me hacia cosquillas en la nariz. El aroma que desprendía aquel coño incitó mi deseo y apenas tuve acceso hundí mi boca en aquel bosque. Busqué con mi lengua su clítoris, lo lamí y bese. Recorrí sus labios con la lengua. –Acaba de quitarme las bragas con la boca. - Lo hice, recorriendo sus muslos, sus rodillas y sus pies hasta que las pude quitar del todo. Mamá abrió bien las piernas y me señalo su matojo y yo obediente me dirigí a él. Posó sus manos sobre mi cabeza y me iba apretando la cara contra su vagina. Mientras le comía el coño ella iba corrigiendo mis movimientos indicándome como quería que lo hiciera, entre gemidos cuando yo acertaba. Poco a poco fue hablando menos y jadeando más hasta que llegó al orgasmo empapando mi barbilla con sus flujos. Tragué tanto como pude de aquel néctar para después subir por su cuerpo besando sus muslos, su barriga, su ombligo, sus pechos, su cuello y para acabar sus labios. Mamá empezó a masturbarme de nuevo mientras nos besábamos. De prono ella se puso encima de mí sin despegar sus labios de los míos. Empezó a bajar por mi cuerpo y sentí su dientes mordisqueando uno de mis pezones.
-Es hora de que mi niñito virgen se desahogue. – Y siguió bajando hasta llegar a la altura del pene. Allí me quitó el tanguita de mi hermana y empezó a pajearme con él en la mano. -¿Quiere correrse mi pollita virgen?
-Sí,… por favor. –Mamá aumento el ritmo.
-Córrete para mami. – Mamá siguió aumentando el ritmo. El calor de su mano y la suavidad del tanga sobre mi pene eran algo delicioso. – ¿Te gustan las braguitas de Alicia? Te quieres correr en ellas verdad. Vamos mi zorrita virgen, córrete en las bragas de tu hermana. - Finalmente no pude más y empecé a correrme. Mamá lo celebró. –Si mi niño, así mi niño. – Cuando mi orgasmo terminó ella mi dio un suave piquito.
-¿Quieres a mami?
-Si. – conteste yo agotado.
Empezó a limpiar la corrida con el tanguita y lo tiro al suelo. Me besó y me abrazó. – Muy bien mi niño de mamá. Así me gusta. – Me acarició. – Es hora de dormir, mañana empieza tu nueva educación y quiero que estés descansado. - ¿Quieres dormir con mami? – Yo afirmé.
No tarde en conciliar el sueño. Dormimos desnudos y abrazados. Estaba expectante por saber que me deparaba el nuevo día.
Continuara…
A la hora de la cena mamá me dejo solo en el comedor. Me dijo que esperara mientras traía la cena. Llegó al cabo de un rato con un solo plato y un solo tenedor. Había preparado una tortilla. Me miró y me dijo- Tranquilo cariño, que la compartiremos. – El recuerdo de la experiencia de la comida empezó a excitarme. Mamá dejo el plato sobre la mesita que teníamos delante del sofá y volvió a dejarme solo, esta vez solo por unos segundos. Llegó con un trozo de cuerda. Automáticamente y sin que ella dijera nada me levanté y crucé las manos detrás de la espalda. Mamá sonrió complacida y me ató.
– Aprendes rápido. –Una vez atado me agarró el paquete y lo empezó a frotar. Mi pene no tardó en estar duro. Me soltó y me depositó en el sofá y se quitó la bata. Observé como la ropa interior blanca contrastaba con su piel morena. Cogió el plato y se sentó a horcajadas sobre mí. –Vamos a cenar cariño. –Volvió a sonreírme y cortó con el tenedor un trozo de tortilla. Masticó y engulló. – Abre la boquita cariño. – Dijo con tono infantil. La abrí mientras ella me miraba a los ojos, cortaba otro trozo y se lo llevaba a la boca. Masticó lentamente y en vez de engullir se posó sobre mi boca y dejó caer un trozo de tortilla masticada y llena de saliva. Saboreé aquel manjar todo lo que pude antes de tragar. – ¿Le gusta a mi niño la tortillita de mami?
– Si.- Contesté con la voz ronca por la excitación. Mamá empezó a masticar otro trozo y me lo volvió a dar, una vez yo lo hube engullido me besó con pasión. Dejó a un lado el plato y empezó a pajearme por encima de las bragas. Con la otra mano pellizcaba mis pezones. Se llevó un dedo a la boca y con él me humedeció uno de los pezones. Este rápidamente se puso duro y ella lo pellizco con fuerza. Un quejido ronco salió de mi garganta. – Shhh. Mi niño. No es hora de jugar, es hora de cenar. – Volvió a coger el plato y siguió comiendo ella y alimentándome a mi de aquella manera. De vez en cuando paraba y jugaba mí con polla o me pellizcaba los pezones. Cuando nos acabamos la tortilla se levantó y fue a la cocina. Volvió con un par de natillas y una cuchara. –Es hora del postre.
Mamá se quitó el sostén y las bragas. Me ordenó que me levantara, se sentó en el sofá con las piernas bien abiertas. Me indicó que me pusiera de rodillas enfrente de ella. Abrió una de las natillas y comió una cucharada. – Mmmmh, que rica, ¿Quiere mi niño? – Antes que yo pudiera responder se puso una cucharada en la boca y al igual que antes me dio la comida en la boca con una buena dosis de su saliva. Mamá dejo caer un par de enormes salivajos en la natilla y empezó a removerla. – Vamos a ver si a mi niño pequeño le gustan las natillas de mami. Llenó de nuevo la chuchara, pero esta vez desparramó su contenido por uno de sus pechos. Yo me abalancé sobre él, lamiendo todos los restos de natilla y saliva, demorándome succionando aquel pezón. Derramó otra cucharada sobre su barriga y yo lamí y succione, escarbando con mi lengua en su ombligo. Con su pie jugaba con mi pene. Fue derramando la natilla sobre diferentes partes: los pechos, los muslos, la barriga,… y mi boca tragaba cada gota. – Cómo come mi niño – Reía ella complacida. Abrió la otra natilla y me separó un poco. Bajó un poco la espalda y me plantó delante su vagina. Con cuidado derramó parte de la natilla sobre el vello de su pubis. Yo no lo pensé y rápidamente empecé a comerle el coño a mamá. Tragué tanta natilla como pude. Algunas gotas manchaban sus pelos, pero rápidamente aparecían mis labios y lengua y eliminaban cualquier rastro. Oí el gemido de mamá y derramó más natilla. Yo continué. - Cómo le gustan las natillas de mamá a mi niño. – Decía entrecortadamente. – A mi niño le gustan las natillas con pelo. – Repetía. Finalmente derramó el resto de la natilla y cuando un rato después llegó al orgasmo ya no quedaba ni un resto del postre.
Después de recuperarse del orgasmo mamá se levantó del sofá y me llevo con ella a su habitación sin desatarme. Me ayudó a tumbarme en la cama y agarrándome de la polla me dijo:
-Tranquilo que no me he olvidado de esta. Tendrás que tener paciencia, pero al ser realmente nuestra primera noche tengo algo especial para ti ¿Te fías de mami?
-Si mami – respondí adoptando también una voz infantil. Apretó otra vez mi pene con sus dedos de hierro, besó mi mejilla y se alejó hacia el baño. Había ya pasado un buen rato cuando volvió a aparecer por la habitación. Se había puesto un conjunto de lencería de encaje de color rojo y llevaba una bata de seda negra sin cerrar. En las piernas llevaba también medias negras con ligeros. Estaba realmente espectacular y yo me quede sin poder articular palabra.
- ¿A mi niño le gusta su mami? ¿Mi pollita virgen se pone cachonda viendo a su mami? – Decía mientras se acercaba a mí y volvía a pajearme por encima de las bragas. - ¿Hará mi zorrita virgen todo lo que le diga su mami?
-Si mami. – Respondí sin dudar un instante. Ella se acercó lentamente y cogió mi teléfono de su cómoda. Yo estaba recostado en la cama, con las manos atadas detrás de la espalda y vestido con solo unas infantiles braguitas viejas de mi hermana que no podían disimular mi pene totalmente erecto. Mamá me hizo un par de fotos. – Que guapa estás. – Se acercó y de nuevo, manejándome a su antojo me puso de rodillas, con la cabeza apoyada en la almohada. Me bajó un poco las braguitas y me separo las piernas. No podía separarlas bien pues las bragas a medio bajar hacían tope contra mis muslos. Noté un espeso y caliente salivajo sobre la raja de mi culo y como un dedo empezaba a pasearse por ahí, demorándose de nuevo en mi ano. Mamá se movió detrás de mí y esta vez fue su lengua la que se paseó, lentamente, sobre mi culo. Llegó al ano e introdujo la lengua, como si me estuviera besando en la boca. Un escalofrió recorrió mis espalda. Escupía y lamia con avidez cuando de repente me penetró con un dedo. Yo di un respingo. –Shhhh, tranquilo. – Su voz era sedante. Me relajé y cuando me penetró con un segundo dedo lo disfrute más que sufrirlo. Movía los dedos dentro de mi ano con lentitud pero con firmeza. Con la otra mano jugueteaba con mis testículos y mi pene. Sin levantarse abrió uno de los cajones y sacó su pequeño vibrador. Era algo más pequeño que un pene. Del mismo cajón sacó un preservativo y un bote de crema. Sacando los dedos de mí culo puso el preservativo en el vibrador y lo embadurnó bien de crema.
-Vamos a empezar a abrir de verdad el culito de mi pollita virgen. – Mi cara mostraba miedo.- Tranquilo, vas a disfrutarlo. – Empezó a besarme levantándome la cara tirando del pelo. Se separó de mí e instantes después noté la punta del vibrador sobre mi ano. Mamá lo fue introduciendo con lentitud mientras acariciaba mi pene. Otra vez la mezcla de dolor y placer era más de lo que podía soportar. Cuando ya tenía más de la mitad del vibrador dentro de mí me levantó las braguitas. La presión de ellas sobre el vibrador hizo que esté se introdujera un poco más dentro de mi ano. Yo protesté con un gemido. Mamá cogió de nuevo el teléfono y empezó a tomar fotografías de diversos ángulos. Una vez estuvo satisfecha se acercó a mi lado y levantándome la cara empezó a mostrarme las fotos.
- Mira qué guapa estás así. – Las fotos me mostraban de rodillas en la cama con la cabeza contra el colchón. Tenía las bragas subidas y un bulto saliendo de mi culo. Mi polla inflamada por el placer sobresalía por uno de los lados. – ¿Qué pensaría Alicia si te viera así de guapo con sus braguitas? ¿Y Júlia? ¿Crees que se las podemos enviar? – La mención a mi hermana mayor y a mi mejor amiga me asustó y me devolvió a la realidad.
-Yo,… no por favor.
-¿Por qué no? –Preguntó mamá con su tono burlón. – Yo creo que té muestran tal y como eres. Una putita sumisa.
-Me da vergüenza, por favor, -Supliqué.
-Tranquilo- dijo. -Las guardaremos por si cambias de opinión. – Mamá empezó a desatarme con lentitud, me bajó las bragas y me quitó el vibrador. Yo me tumbé sobre la cama y ella a mi lado empezó a besarme. Respondí a su beso y empecé a recorrer con mis manos su cuerpo. Amasaba sus pechos por encima del sujetador. Deslicé una de mis manos por debajo de las bragas de mamá y empecé a juguetear con los pelos de su pubis. Poco a poco ella volvió a estar encima de mí. En la cama aun descansaba el vibrador. Mamá lo cogió y empezó a deslizarse hacia mis piernas. Puso uno de los cojines debajo de mi espalda. Así tenia pleno acceso a mi culo y no tarde en sentir otra vez la punta del vibrador en la entrada del ano. Esta vez lo introdujo con más fuerza y sentí una punzada de dolor. Mientras lo hacía empezó a mamarme la polla. Su boca estaba caliente y húmeda. Latigazos de placer recorrían mi cuerpo. Cuando tenía casi todo el vibrador dentro ya estaba otra vez en aquella especie de placentero trance. Mamá empezó a follarme el culo mientras me regalaba con una magnífica mamada. Cuando notaba que mis jadeos aumentaban de ritmo paraba y me pellizcaba los testículos mientras se reía.
-Recuerda el castigo por correrse sin permiso. – Recordé el mordisco del cinturón sobre mi culo. – Y esta vez no solo serán cuatro golpes. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero mamá controlaba perfectamente y siempre, antes de llegar al orgasmo paraba para dejarme frustrado mientras se burlaba. – ¿Quiere mi niño correrse? No sé si dejarte así toda la noche.- Pero volvía a mamarme la polla una vez mi respiración se normalizaba.
-Te propongo un trato. –Dijo sacándose la polla de la boca cuando yo estaba a punto de correrme por enésima vez. – Podemos parar todo esto ahora mismo. Puedo devolverte tu teléfono, borrar todas las fotos y vídeos y sus copias y mañana puedes volver a casa. – Lo decía seriamente. Había levantado su cabeza y me miraba a los ojos. Mi mente estaba nublada por el placer. Por un momento pensé en recuperar mi vida y olvidar aquel surrealista día. Pensé en los golpes del cinturón. Pensé en las humillaciones en que me había sometido: lo que me había hecho decir, en cómo me había obligado todo el día a ir desnudo o vestido con las bragas de mi hermana, en sus amenazas de enviar las fotos a Alicia y Júlia. Mientras pensaba mamá volvió a agarrarme del polla y empezó un lento sube y baja. – O puedes simplemente aceptar que ya no tienes voluntad. Que le enseñare las fotos a quien quiera. Que le mostrare a quien yo quiera que eres la putita de mamá, que eres su niño virgen, su juguete. ¿Qué eliges? – Sin dejarme responder pasó su lengua por la base de mi pene y siguió lamiendo hasta la punta. En aquel momento me olvide de todo y simplemente podía pensar en la sensaciones que me venían de la polla y el culo. En el placer que me proporcionaba mamá. En los sentimientos que me despertaba.
-Yo,… quiero seguir contigo mamá. Te quiero. Haz conmigo lo que quieras. – Mi voz sonó lenta pero firme. Había tomado una decisión. Pensé en Alicia y en Júlia, pensé en lo que dirían de mí. Pensé en sus burlas y su asco. Pero todo aquello no importaba. Podía soportarlo. Lo que no podía soportar era que mi madre me dejara de tocar, de besar, de humillarme. Había escogido un camino que no sabía por dónde me llevaría pero en aquel instante no tenía dudas.
Ella me besó con ternura. – Muy bien mi niño. ¿Harás todo lo que diga mamá? – Sí. - En aquel momento retiró el consolador de mi culo y me ordenó que me levantara. La miré con frustración. Había esperado que por fin me dejara a llegar al orgasmo.
-Aún es pronto y quiero jugar un rato más. – Me lanzó uno los tangas de mi hermana. – Póntelo. – Yo la miré. Se había quitado la bata. Seguía aún con el sexi conjunto de lencería roja y las medias y ligeros negros. Era preciosa.
Sin dudarlo me puse el tanga. Era de color verde y seguramente en una chica joven como mi hermana habría resultado muy sexi. Yo creía que estaba ridículo con mi pene abultando mientras mis huevos sobresalían por los lados. Mamá no parecía pensar lo mismo y empezó a fotografiarme de nuevo. Me ordenaba que me pusiera en diferentes posturas: tocándome, de rodillas, mostrando mi culo,… cuando se cansó me lanzó otro de los tangas de Alicia y me ordeno cambiármelo. Este era una pieza negra, minúscula, con una pequeña apertura en el centro. – La última vez que tu hermana vino lo hizo con su novio. Un chico guapísimo, aunque no tanto como mi niño. –Añadió guiñándome un ojo. – Supongo que por las noches se lo pasaban bien. – Me imagine a mi hermana con aquel tanga mientras su novio se la follaba por la apertura situada justo donde debería estar la vagina. Aquella fue una imagen turbadora que rápidamente saqué de mi mente pues mamá me ordenaba nuevas poses y hacía nuevas fotografías. Mi polla salía por la apertura.
Después de algunas fotos mamá me indicó que me acercara y agarrándome de la polla dijo. – Con este tanguita me has puesto muy cachonda. ¿Por qué no le haces mimitos a mamá? – Me recosté sobre ella mientras ella se quitaba el sujetador. Besé sus labios. Su cuello, sus pechos. Mamá empujo suavemente mi cabeza hacia su pubis. – Quítamelas con la boca. – Dijo señalando sus bragas. Yo mordisque el borde y empecé a bajarlas con torpeza. Su mata de pelo me hacia cosquillas en la nariz. El aroma que desprendía aquel coño incitó mi deseo y apenas tuve acceso hundí mi boca en aquel bosque. Busqué con mi lengua su clítoris, lo lamí y bese. Recorrí sus labios con la lengua. –Acaba de quitarme las bragas con la boca. - Lo hice, recorriendo sus muslos, sus rodillas y sus pies hasta que las pude quitar del todo. Mamá abrió bien las piernas y me señalo su matojo y yo obediente me dirigí a él. Posó sus manos sobre mi cabeza y me iba apretando la cara contra su vagina. Mientras le comía el coño ella iba corrigiendo mis movimientos indicándome como quería que lo hiciera, entre gemidos cuando yo acertaba. Poco a poco fue hablando menos y jadeando más hasta que llegó al orgasmo empapando mi barbilla con sus flujos. Tragué tanto como pude de aquel néctar para después subir por su cuerpo besando sus muslos, su barriga, su ombligo, sus pechos, su cuello y para acabar sus labios. Mamá empezó a masturbarme de nuevo mientras nos besábamos. De prono ella se puso encima de mí sin despegar sus labios de los míos. Empezó a bajar por mi cuerpo y sentí su dientes mordisqueando uno de mis pezones.
-Es hora de que mi niñito virgen se desahogue. – Y siguió bajando hasta llegar a la altura del pene. Allí me quitó el tanguita de mi hermana y empezó a pajearme con él en la mano. -¿Quiere correrse mi pollita virgen?
-Sí,… por favor. –Mamá aumento el ritmo.
-Córrete para mami. – Mamá siguió aumentando el ritmo. El calor de su mano y la suavidad del tanga sobre mi pene eran algo delicioso. – ¿Te gustan las braguitas de Alicia? Te quieres correr en ellas verdad. Vamos mi zorrita virgen, córrete en las bragas de tu hermana. - Finalmente no pude más y empecé a correrme. Mamá lo celebró. –Si mi niño, así mi niño. – Cuando mi orgasmo terminó ella mi dio un suave piquito.
-¿Quieres a mami?
-Si. – conteste yo agotado.
Empezó a limpiar la corrida con el tanguita y lo tiro al suelo. Me besó y me abrazó. – Muy bien mi niño de mamá. Así me gusta. – Me acarició. – Es hora de dormir, mañana empieza tu nueva educación y quiero que estés descansado. - ¿Quieres dormir con mami? – Yo afirmé.
No tarde en conciliar el sueño. Dormimos desnudos y abrazados. Estaba expectante por saber que me deparaba el nuevo día.
Continuara…
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