Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
ANTERIOR
Capítulo 19: Zorra (Vale)
Sí, era cierto, el intento por rehacer la relación con Mateo duró menos que un hielo en el piso a plena luz del sol. No éramos el uno para el otro y esa nueva etapa zen que tenía le duró muy poco, en especial cuando una tal Cecilia le mandó un mensaje para reencontrarse. Fui un día a la casa y el muy estúpido se olvidó de decirle a su amante que estaba conmigo y no dejaba de mandarle mensajes. Cuando fue al baño le revisé el celular y encontré chats bastante calientes, fotos de ambos lados y acuerdos para volverse a ver. Se trataba de Cecilia Moreau, una vieja de casi 50 años que estaba toda operada y se mantenía porque el marido, un cornudo de aquellos, le pagaba todo. Después de eso, lo dejé, cortamos definitivamente y le dije que lo nuestro era algo imposible.
Mi madre se decepcionó al saber la noticia, para ella Mateo siempre había sido un chico bueno y amable, pero no sabía todas las cosas que habíamos vivido. Mi padre, por el contrario, era más perspicaz y ahora que estaba mucho mejor de salud, prestaba atención a todos los detalles. “Sos joven y ya vas a encontrar a alguien que de verdad te haga feliz” me dijo en medio de una cena y yo levanté la vista para sonreírle. Con quien más hablé (aparte de mis amigas) fue con Naiara, con quien tuvimos una charla interesante luego de que la encontrara teniendo sexo con Gabriel. Le confesé que Mateo no era para mí y ella entendió al instante y luego le conté que había estado con su ex amante. Al principio se sorprendió, pero enseguida se empezó a reír y le conté casi con lujo de detalles como lo había traído hasta la casa y había cogido con él solo para sacarme las ganas.
- Está bien. Vos sos libre de hacer lo que tengas ganas- Me dijo ella y decidimos no entrar en detalles sobre el tema.
Hasta Rocío parecía estar más agradable. Era evidente que algo había pasado con ella que de golpe su mal humor había desaparecido y se la notaba mucho más feliz y activa. Volvía a pintar como antes y hasta nos pidió de sacarnos una foto los cinco para después hacer un cuadro de dicha foto. Javier volvió a aparecer en casa después de varios meses. Vino a pasar un fin de semana y estuvieron todo el tiempo besándose y haciéndose caricias. Era un poco meloso y llegaba a ser desagradable para la vista, pero me alegraba que mi hermana fuese feliz después de tanto tiempo.
En cuanto a cuestiones personales, algunas cosas cambiaron. Es cierto, había cortado con Mateo porque él me estaba engañando con una mujer mucho más grande, pero yo tampoco era una santa. Le fui infiel con Gian Franco en dos oportunidades luego de que este me confesara que estaba saliendo con mi amiga Luciana. Lo peor de todo fue que al día siguiente de cortar con mi novio, ellos confirmaron su relación con el resto del grupo y de golpe pasaron a ser la pareja perfecta. Luciana se regodeaba, lo tocaba y lo acariciaba todo el tiempo y no desperdiciaba la oportunidad para darle besos en frente mío. Azul y Clara apoyaban al máximo la relación, en especial esta última que ya imaginaba salidas de a cuatro con ellas dos, Gian Franco y Manuel. La única que estaba de mi lado y reconocía que esa relación era cualquier cosa, era Cintia y es por eso que empecé a juntarme mucho más con ella que con las otras tres.
Para desquitarme un poco de ello, tuve sexo con Gabriel. Desde que había estado con mi hermana se había creado un mito en él de que era un gran amante y podía complacer muy bien a las mujeres. Era cierto, la verdad que la pasé muy bien estando con él y me gustó mucho la forma en la que me cogió. Pero no quería abusar de ello y luego de tener nuestra segunda vuelta en la ducha, le confesé que lo nuestro quedaba ahí y no iba a pasar a mayores. Él me entendió perfectamente y hasta llegó a aclararme que en realidad siempre se había sentido atraído por Luciana.
- Bueno… Vos te vengaste de ella por ponerse de novia con Gian Franco y yo de él por esta con Luciana.- Le dije riéndome y empujándolo contra la pared de la ducha para volver a calentarlo.
Lo cierto era que las cosas no habían quedado ahí nomás. Se acercaba fin de año y yo ya tenía bien en claro que quería irme a la ciudad a estudiar y hacer mi vida allí. Cintia, Azul, Clara y Luciana iban a seguir el mismo camino a pesar de que el grupo empezaba a fragmentarse. Gabriel tenía bien en claro que quería estudiar abogacía, Manuel quería ser ingeniero y Santiago estaba convencido de que iba a ser médico. Gian Franco, para sorpresa del resto, había tomado la decisión de quedarse en el pueblo. Su padre tenía un negocio bastante rentable y algunas propiedades que administrar, por lo que él prefería ir a lo seguro y nos confesó que no iba a seguir el mismo camino que el resto.
Luciana enseguida empezó a exagerar todo. “Vamos a seguir juntos. Nos amamos y somos el uno para el otro” decía sin darse cuenta que Gian Franco y ella no tenían nada en común. La noche de la graduación se acercaba y en cada momento, aprovechaba la oportunidad de decirnos que estaba devastada por tener que alejarse de su novio. “Pero si Rochi y Javier pudieron, yo también voy a poder. ¿No amiga?” me preguntó a mí un día y yo asentí con la cabeza sin prestarle atención. Se estaba volviendo insoportable y a pesar de que Gian Franco no me atraía de ninguna otra manera más allá de la física, me hervía la sangre.
Esa noche tan esperada, el salón se volvió rápidamente en una pista de baile y con mis amigas no nos quedamos quieta ni un solo segundo. Manuel y Clara tuvieron su momento meloso hasta que entendieron que esa noche era para el grupo entero y decidieron separarse por unas horas. Luciana no lo veía igual. Ella decía que esa era la última noche que iba a tener con su novio antes de separarse de él y por esa razón se aferró a Gian Franco como una garrapata. Este, apenas podía sacársela de encima y Azul y Cintia se propusieron darle mucho alcohol a nuestra amiga para ver si así se soltaba.
El plan funcionó, pero terminó yéndose para el otro lado y se puso tan en pedo que apenas estaba consciente de lo que hacía. Cuando terminó la fiesta, nos fuimos a la casa de otro de los chicos del curso, con la idea de seguir la fiesta. La música sonaba fuerte mientras el sol se asomaba por el horizonte y el alcohol seguía corriendo. Luciana se desplomó sobre un sillón casi apenas llegamos y no se levantó hasta varias horas más tarde. Era mi momento, era mi oportunidad. Alejándolo un poco del grupo de forma disimulada, me llevé a Gian Franco hasta el pasillo que conducía a las habitaciones y le comí la boca de un beso.
- No Vale.- Me dijo él corriendo la cara unos segundos más tarde.- No puedo… Luciana…
Pero su resistencia fue tan vaga que volví a besarlo y empezamos a transar de forma alevosa. Sus manos enseguida fueron a mi cola y la apretaron con fuerza mientras yo lo besaba con ganas. Cualquiera podía pasar por el comedor o ir al baño y vernos en esa situación y sin embargo a mí no me importaba. El ruido de la música y de los gritos de nuestros compañeros se escuchaba de fondo y yo no quería desaprovechar esa oportunidad. Gian apretó con más fuerza mi cola y cuando bajé a besarle el cuello se acercó a mi oído y me dijo: “¡Que zorra que sos!”. Levanté la mirada y le regalé una sonrisa morbosa. Lo tomé de la mano y sin dudarlo me metí en lo que debía ser la habitación de los padres del dueño de la casa.
Lo empujé contra la cama y me abalancé sobre él para empezar a besarlo con todas mis ganas. Ya lo sabía, lo tenía bien en claro, Gian Franco me excitaba y me estimulaba muchísimo y esa noche no iba a ser la excepción. Él me levantó el vestido que tenía puesto y me empezó a masajear las nalgas y a pegar chirlos que quedaban opacados por el ruido de la música que provenía del patio. Los besos se iban poniendo cada vez más intensos, la lengua ganaba protagonismo y el cuerpo pasaba a ser el campo de la acción. Le desabroché la camisa de forma acelerada y fui bajando por su pecho, relamiendo sus pezones y acariciando toda su piel.
Me paré para sacarme el vestido y él se sentó sobre el borde de la cama con los pies en el suelo. Rápidamente me arrodillé delante suyo y luego de darle unos besos fui en búsqueda de su pantalón, el cual desabroché aceleradamente. Le agarré la pija por encima del bóxer mientras él se inclinaba hacia adelante para besarme una vez más y después se acercó a mi oído y volvió a hablarme: “Chupame la pija putita” me dijo y yo sonreí. Le bajé el bóxer hasta los tobillos, tomé su pija con firmeza y lo empecé a pajear de forma acelerada mientras me relamía los labios. Gian Franco juntó todo mi pelo detrás de mi cabeza para darme comodidad y obedecí a sus órdenes.
Comencé a chupársela con toda. Me la metí bien de lleno en la boca y a toda velocidad iba subiendo y bajando mi cabeza por todo su tronco. Esta estaba al palo, totalmente dura. Sentía como mis labios se abrían ante semejante verga y jugaba con ella con mi lengua. Me la sacaba de la boca, lo pajeaba y volvía a metérmela para seguir chupándosela como sabía que a él le gustaba. De fondo sonaba una de las canciones del momento y podía escuchar como mis amigas la cantaban a los gritos sin tener idea de lo que pasaba en la habitación que estaba al lado de ellas.
Me levanté tras chupársela por un buen rato y lo empujé contra la cama. Lo ayudé a sacarse el pantalón y el bóxer y una vez que estuvo desnudo me desprendí del corpiño y la tanga para quedar igual que él. Me senté encima suyo y rozando mi concha sobre su pija, empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás con mis brazos apoyados en su pecho. Lo miraba a los ojos y a pesar de la oscuridad de la habitación, podía ver su sonrisa morbosa por los rayos de luz que entraba a través de la persiana. Entonces agarré su pija con la mano, la acomodé en las puertas de mi cuerpo y fui bajando hasta tenerla toda adentro.
Estaba muy excitada, envuelta en un fuego que no podía controlar. Mi cuerpo se movía a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás mientras que las manos de Gian Franco rozaban todo mi cuerpo. Apretaba mis pezones, las llevaba a mi cintura y después me pegaba cachetadas en la cola como podía. Yo no decía nada, apenas gemía un poco, pero por dentro la estaba pasando muy bien. Era una mix de sensaciones que se unían en una sola que era sumamente placentera. Volvía a estar con quien era mi amante desde hacía casi un año, me lo estaba cogiendo en lo que iba a ser una de las últimas veces que nos íbamos a ver y para colmo me estaba vengando de la chica que me lo había robado. Todo me calentaba.
Para mi sorpresa, esa noche Gian estuvo mucho más activo que en otras oportunidades. Se levantó de golpe y tras ponerme en cuatro, me empezó a coger a toda velocidad. No me pude controlar y dejé escapar varios gritos de placer que de haber estado apagada la música, se habrían escuchado claramente en el patio. Mis manos se aferraron a las sábanas con fuerza, mientras que su cuerpo se movía a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás. Sentía como su pija entraba y salía de mi conchita y como esta se iba empapando más y más.
Una de sus manos salió de mi cintura y cayó sobre los cachetes de mi cola con toda su fuerza provocándome un grito. Giré la cabeza y vi cómo estaba descontrolado, como me miraba con ganas. Enseguida supe que nunca iba a mirar así a Luciana, que nunca se la iba a coger de esa forma. El deseo en sus ojos era tan fuerte y la manera en la que me cogía era hermosa. “¡Sos tremenda, hija de puta!” me dijo y volvió a pegarme un chirlo en la cola sacándome un nuevo grito. Sentía como mi cuerpo se mojaba todo, como mis piernas temblaban y como mi corazón latía aceleradamente.
De golpe, Gian Franco estiró una de sus manos y me volvió a agarrar del pelo. Tiró con fuerza de este y levantó mi cuerpo para ponerme casi de rodillas y pegar mi espalda con su pecho. Una vez me tuvo así, siguió cogiéndome con ganas, pero con la otra mano empezó a tocarme las tetas y con su boca a besarme el cuello. Yo me tocaba todo el cuerpo y de vez en cuando me encontraba con sus dedos que acariciaban mis pezones para ponerlos bien duros. Su boca se fue desplazando de mi cuello hasta mi oreja. La lamió, la mordió y después la soltó para decirme al oído:
- ¿Querés que te rompa el culo, putita?
Sin soltarme, tiró más de mi pelo, apretó con fuerza uno de mis pezones y me miró esperando una respuesta. “¡Sí!” le dije sin divagar y enseguida Gian Franco me soltó y yo caí de golpe nuevamente sobre la cama. Sus manos fueron hasta mi cintura y volvió a cogerme a toda velocidad, poniéndome a gritar de placer y haciéndome sentir como su verga entraba bien hasta el fondo de mi cuerpo. Yo gemía ya sin poder controlar mi voz y notaba como mi cuerpo se movía hacia atrás y hacia adelante con cada golpe que él daba. Acabé, acabé con un grito y él se dio cuenta, pues siguió cogiéndome para que disfrute aún más de mi orgasmo.
“¡Date vuelta!” me dijo mi amante con voz firme y yo giré para quedarme boca arriba. Él se colocó entre mis piernas y elevándolas, empezó a chuparme la concha como loco. Yo ya la tenía toda mojada, estaba completamente empapada, pero disfruté de ese momento a pesar de que duró unos segundos. Acto seguido, me pidió que llevara mis rodillas hacia mi pecho y él bajó hasta mi culo, para comenzar a lamerlo con ganas. En cuestión de cejuntos, yo ya estaba toda mojada y tenía uno de sus dedos adentro de mi cola, dándome un placer increíble. “¡Ay sí!” gemí sin aguantarme cuando metió otro dedo en mi concha y empezó a satisfacerme por los dos lados.
Gian se levantó y se arrodilló delante de mí. Sujetando mis piernas con una de sus manos las llevó bien hacia adelante para que mi cola quedara lo más levantada posible. Apoyó su pija en mi culito y poco fue haciendo fuerza para que este entrara. “Despacito” le pedí yo y él accedió a mi pedido avanzando lentamente adentro de mi cuerpo. Sentí como esa enorme pija iba entrando poco a poco en mi cola y como me iba abriendo a medida que avanzaba.
Empezó moviéndose despacio, acomodando su cuerpo encima del mío. Yo llevé mis piernas hasta sus hombros y él se inclinó suavemente hacia adelante para que su cara quedara encima de la mía. Sus movimientos eran delicados y de forma circular, como si quisiera ir acostumbrando mi cuerpo al suyo. Yo lo miraba fijo a los ojos, con la boca entreabierta y dejando salir gemidos todo el tiempo. “¿Te gusta?” me preguntó y rápidamente le dije que sí, que me encantaba sentir toda su pija adentro de mi colita.
Poco a poco fue acelerando los movimientos y todo se prendió de golpe. Noté como mi cuerpo se encendía a medida que su cintura avanzaba y retrocedía y su pija entraba y salía de mi culo. Sentía un placer hermoso, gemía como loca sin preocuparme gracias a la música y gozaba de ese momento increíble. Gian Franco aumentaba la velocidad y su verga me volvía loca de placer. Se lo notaba desaforado, completamente encendido y me lo demostraba en la forma en la que me cogía.
Volvió a pedirme que me pusiera en cuatro y ni bien lo hice, me regaló un nuevo cachetazo. “¡Que orto hermoso que tenés, pedazo de zorra!” me dijo y volvió a pegarme antes de meterme bien a fondo. Me agarré con fuerza de las sábanas y empecé a disfrutar de sus movimientos que fueron de cero a mil en tan solo un segundo. Sentía el cuerpo de mi amante chocar contra el mío una y otra vez. Sentía su pija entrar bien a fondo de mi cola y como esta se abría para dejarlo entrar. Estiró de nuevo su mano y me agarró del pelo para volver a llevarme hasta su pecho.
- ¡Sos increíble! ¡Que puta que sos!- Me dijo y me mordió el cuello.
Estiré mi mano hacia atrás, le agarré del pelo y sin poder aguantarme le grité: “¡Cogeme, hijo de puta!”. Gian Franco me soltó y de nuevo empezó a darme a toda velocidad, pero en esa oportunidad lo hacía por mi cola. Su pija entraba y salía de mi cuerpo casi por completo y cada vez que me la metía bien a fondo, lograba sacarme un grito que se escuchaba en toda la habitación. No me importaba si me escuchaban afuera, no me molestaba que mis compañeros se enteren de lo que estaba haciendo, yo solo quería disfrutar, solo quería gozar de esa hermosa cogida.
Volví a acabar, esa vez por mi cola y sentí como el líquido que salía de mi conchita manchaba todas mis piernas. Mi amante se puso más loco ante eso y me siguió cogiendo hasta dejarme la cola toda abierta. De golpe sacó su pija de adentro de mi cuerpo y segundos más tarde sentí como acababa sobre mis nalgas. Una enorme cantidad de semen salió de su cuerpo y manchó el mío. Mis gemidos se mezclaban con los suyos y se podían oír claramente por encima de la música que provenía del patio. Había sido increíble, había sido la mejor cogida de mi vida.
Me limpié con las sábanas sin importarme nada, nos cambiamos y salimos de la habitación para volver a la fiesta como si nada. Cuando pasamos por el living vimos que Luciana ya no estaba más en el sillón y luego de que Gian Franco preguntara donde estaba, Manuel le respondió que Gabriel la había llevado a su casa. Me alejé de mi amante y salí al patio para ponerme a bailar como loca con mis amigas haciendo caso omiso a las preguntas de “¿dónde estabas?”. Esa noche la había disfrutado de principio a fin, todo había sido excelente. Esa noche había sido mi despedida del pueblo y había sido excelente.
SIGUIENTE
OTRAS HISTORIAS:
LA MAMÁ DE MI MEJOR AMIGO (FANTASÍA)
UN GANADOR. CAPÍTULO 1
EL ESPECTADOR SILENCIOSO (HISTORIA CORTA)
3 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 19