Anuket no necesita pedirme que vaya a buscarla, es al revés, tiene que disimular frente a su mama de todo el poder que tiene sobre mí. Le alcanza con mirarme y pronunciar cualquier palabra, el mecanismo de sus labios me hipnotiza, y sabe que voy a contestar que si, que es mi nena preferida desde que era así de chiquita y que voy a dibujar, desde el piso hasta el aire, alguna medida que la haga reír. La mama se enoja, se queja de como esa nena te manipula, el tonto del novio se enoja, busca argumentos psicológicos para hacerla sentir mal cuando ella, toda inocente, le confiesa que a su papa lo ama.
No es difícil de entender, amo a mi hija con el corazón y desde hace un tiempo, la amo también con los ojos. Este sentimiento me parecía repugnante, y al principio la culpa no me dejaba dormir. Lo negaba, me proponía evitarlo, pero siempre y en cualquier lugar la figura de mi hija cuyo cuerpo abandonaba para siempre a la niña y emprendía el camino a la mujer, ocupaba todo el espacio de mi mente. No podía dominarlo, era un sentimiento que se mezclaba en la oscuridad con el amor de padre.
Me prometí no cruzar el límite del cuerpo y jamás acercar un dedo al cuerpo de ella, pero esta es la historia de una derrota.
Comienza el día de su cumpleaños. Hay papeles de regalo en un camino desigual que parte del sillón y termina en la cocina donde, @Anuket-ra y sus tres mejores amigas, comen de un bizcochuelo que mi esposa preparo para un festejo intimo con la familia. Reina la alegría pero el fuego que la alimenta es, la promesa que hicimos de dejarla salir a bailar.
Pasada la tarde @Anuket-ra se despide de nosotros rumbo a la casa de Brenda, vestida con las botas que sus amigas le regalaron y un pantalón de jean. Usa una antigua camiseta de rock que me pertenecía pero que ella recorto y convirtió en musculosa. Cenamos con mi esposa y luego, miramos una película en la cama hasta que se duerme.
Espero y espero y espero, pero el tiempo se pasa y no llegan. Termino por pagar una consumición y entrar al lugar a buscarla
Está sentada encima de un tipo. Se cambió de ropa en casa de su amiga, la pollera que tiene ahora en la cintura no la tenía cuando bajo las escaleras y se despidió de nosotros. LA bombacha no puedo asegurarlo. Incluso casi no la veo. LA mayoría de la cola que se apoya sobre el tipo sentado esta desnuda.
Me dejo caer en un sillón frente a otra mesa y observo desde allí. Tiene mi edad, barba recortada y el pelo con canas naturales, sin tintura. Aprieta suave los pezones de mi hija y ella, levanta la cola como si fuera un gato que arqueara la espalda. Lo besa como una nena apasionada. El la besa como un degenerado que come una fruta jugosa.
Ahora mi nena mueve la cola despacio, de lado a lado, y el señor maduro que la tiene sentada encima, agarra con cada mano una nalga y las acaricia. Las separa y las aprieta una contra la otra. Cierro los ojos y, por un momento, puedo sentir el hilito de tela frotándose contra los labios húmedos de la concha de mi hija, sus nervios transmitiendo al cerebro esa orden caliente de someterse a los deseos de otro.
Quiero interrumpirla y sacarla de un brazo. Quiero cagar bien a trompadas al tipo. Quiero hacerme una paja viendo como mi pequeña, la nena que jugo conmigo en las playas de todas nuestras vacaciones, a quien deje en la puerta de la escuela y pase a buscar después de cualquier actividad que emprendiera, está sentada con una pequeña bombacha empapada y apretada entre sus piernas, frotando con su juventud el endurecido miembro del hijo de puta ese, al que envidio.
El de seguridad se me acerca y me dice que me vaya. Le dije que busco a mi hija pero se terminó su paciencia conmigo y no quiere escuchar más explicaciones. Me va empujando y entre los pocos espacios que deja su cuerpo veo que mi hija se puso de pie y el tipo acomodándose la pija o sirviendo más bebida en los vasos.
Bajo del vip y voy para el baño, planeando como llamar la atención de esa desconocida y regresarla a la vida normal que hasta hace unas horas vivíamos los tres junto a su madre.
Al salir, frustrado por retener el pis en mi pija parada pero habiéndome lavado la cara, me abro paso entre la gente y choco con mi hija que me reconoce y me abraza, contenta por el alcohol y las hormonas estimuladas a caricias. Siento su cuerpo pegado al mío. Sus tetas se clavan en la tela de mi camisa, las siento y siento su tibieza y el roce del pezón, endurecido. Sus labios pronuncian papi pero su cadera, apretada a mi bragueta por la gente, es la de una mujer excitada que baila al ritmo de la música del lugar.
- Nos tenemos que ir mi amor- le digo al oído y su perfume carga la palabra amor de otros significados.
- Déjame hacer pis pa- me pide y por un momento vuelvo a ser su papa protector y aparto a la gente para que pueda usar el baño.
La llevo de la mano hasta el auto. Bajo la luz veo que el vestido es verde, sin hombros, de una tela que se le ajusta al cuerpo. Está pensado para resaltar y el cuerpo de mi hija es una geografía con todos los climas. Sus hombros desnudos y sus piernas, parecen más blancos en la noche.
- Tengo frio pa y tenemos que pasar por lo de Brenda a buscar mi ropa- me informa
- Donde la dejaste’’- pregunto tratando de disimular como mis ojos suben despacio por sus tobillos y se detiene en la forma de su cola, apenas más ancha que su cadera pero que sobresale hacia atrás.
- Mama no me iba a dejarme poner esto-. Yo tampoco pienso, solo te lo permitiría usar dentro de una habitación conmigo, y para arrancártelo, subirlo hasta tu cadera y bajarlo hasta tu ombligo y besarte, morder tu carne y darte amor, mucho amor.
La espero en la reja de acceso a casa de su amiga. Tiene escondida una mochila con su ropa, detrás de un árbol de la propiedad.
Cuando regresa se sienta adelante. Está contenta y me da un beso en la mejilla. – Sos el papa más lindo del mundo- dice y mi orgullo, mi amor, no conoce límites. Acto seguido se baja la parte de arriba del vestido y por primera vez, en años, veo las tetas desnudas de mi hija. Es difícil decirlo con palabras. De pronto hay una gran cantidad de blanco y cuando acostumbro la vista, sus pezones marrones rosa anaranjado destacan en el centro de su belleza. Sus dos tetas apenas si caen, son gordas y tiemblan ligeramente. Se inclina, para sacarse el vestido por los pies, ellas la acompañan y chocan contra sus rodillas. Las tetas de mi hija son un espectáculo maravilloso. La naturaleza se esmera con algunas mujeres y mi hija figura entre las afortunadas.
Vuelvo a ver su bombacha. Una finísima franja de tela, en el bajo pubis, que se pierde en la oscuridad del asiento. Así, con la bombacha sola, revuelve en el bolso hasta encontrar su pantalón. Trata de ponérselo sentada, estira el cuerpo y hace maniobras extrañas para subirlo, que destacan su panza y la piel depilada debajo de su ombligo. Las tetas se recuestan apenas a los costados, los pezones ocupando toda la punta como si fueran otro gusto de helado, puesto sobre la deliciosa vainilla del cuerpo de mi hija.
Cuando se pone la remera llegamos a casa. En la puerta, antes de bajarse del auto, me dice – te quiero mucho pa- y espero un buen rato para seguirla.
Quiero creer que esa noche mi nena acaricio sus labios pensando en mí, insatisfecha porque no apague el motor en una zona arbolada y la hice mía, o porque no la lleve a un hotel, donde durante horas fuimos amantes. Quiero creerlo porque es la fantasía con la que me acaricio yo desde ese día.
No es difícil de entender, amo a mi hija con el corazón y desde hace un tiempo, la amo también con los ojos. Este sentimiento me parecía repugnante, y al principio la culpa no me dejaba dormir. Lo negaba, me proponía evitarlo, pero siempre y en cualquier lugar la figura de mi hija cuyo cuerpo abandonaba para siempre a la niña y emprendía el camino a la mujer, ocupaba todo el espacio de mi mente. No podía dominarlo, era un sentimiento que se mezclaba en la oscuridad con el amor de padre.
Me prometí no cruzar el límite del cuerpo y jamás acercar un dedo al cuerpo de ella, pero esta es la historia de una derrota.
Comienza el día de su cumpleaños. Hay papeles de regalo en un camino desigual que parte del sillón y termina en la cocina donde, @Anuket-ra y sus tres mejores amigas, comen de un bizcochuelo que mi esposa preparo para un festejo intimo con la familia. Reina la alegría pero el fuego que la alimenta es, la promesa que hicimos de dejarla salir a bailar.
Pasada la tarde @Anuket-ra se despide de nosotros rumbo a la casa de Brenda, vestida con las botas que sus amigas le regalaron y un pantalón de jean. Usa una antigua camiseta de rock que me pertenecía pero que ella recorto y convirtió en musculosa. Cenamos con mi esposa y luego, miramos una película en la cama hasta que se duerme.
Espero y espero y espero, pero el tiempo se pasa y no llegan. Termino por pagar una consumición y entrar al lugar a buscarla
Está sentada encima de un tipo. Se cambió de ropa en casa de su amiga, la pollera que tiene ahora en la cintura no la tenía cuando bajo las escaleras y se despidió de nosotros. LA bombacha no puedo asegurarlo. Incluso casi no la veo. LA mayoría de la cola que se apoya sobre el tipo sentado esta desnuda.
Me dejo caer en un sillón frente a otra mesa y observo desde allí. Tiene mi edad, barba recortada y el pelo con canas naturales, sin tintura. Aprieta suave los pezones de mi hija y ella, levanta la cola como si fuera un gato que arqueara la espalda. Lo besa como una nena apasionada. El la besa como un degenerado que come una fruta jugosa.
Ahora mi nena mueve la cola despacio, de lado a lado, y el señor maduro que la tiene sentada encima, agarra con cada mano una nalga y las acaricia. Las separa y las aprieta una contra la otra. Cierro los ojos y, por un momento, puedo sentir el hilito de tela frotándose contra los labios húmedos de la concha de mi hija, sus nervios transmitiendo al cerebro esa orden caliente de someterse a los deseos de otro.
Quiero interrumpirla y sacarla de un brazo. Quiero cagar bien a trompadas al tipo. Quiero hacerme una paja viendo como mi pequeña, la nena que jugo conmigo en las playas de todas nuestras vacaciones, a quien deje en la puerta de la escuela y pase a buscar después de cualquier actividad que emprendiera, está sentada con una pequeña bombacha empapada y apretada entre sus piernas, frotando con su juventud el endurecido miembro del hijo de puta ese, al que envidio.
El de seguridad se me acerca y me dice que me vaya. Le dije que busco a mi hija pero se terminó su paciencia conmigo y no quiere escuchar más explicaciones. Me va empujando y entre los pocos espacios que deja su cuerpo veo que mi hija se puso de pie y el tipo acomodándose la pija o sirviendo más bebida en los vasos.
Bajo del vip y voy para el baño, planeando como llamar la atención de esa desconocida y regresarla a la vida normal que hasta hace unas horas vivíamos los tres junto a su madre.
Al salir, frustrado por retener el pis en mi pija parada pero habiéndome lavado la cara, me abro paso entre la gente y choco con mi hija que me reconoce y me abraza, contenta por el alcohol y las hormonas estimuladas a caricias. Siento su cuerpo pegado al mío. Sus tetas se clavan en la tela de mi camisa, las siento y siento su tibieza y el roce del pezón, endurecido. Sus labios pronuncian papi pero su cadera, apretada a mi bragueta por la gente, es la de una mujer excitada que baila al ritmo de la música del lugar.
- Nos tenemos que ir mi amor- le digo al oído y su perfume carga la palabra amor de otros significados.
- Déjame hacer pis pa- me pide y por un momento vuelvo a ser su papa protector y aparto a la gente para que pueda usar el baño.
La llevo de la mano hasta el auto. Bajo la luz veo que el vestido es verde, sin hombros, de una tela que se le ajusta al cuerpo. Está pensado para resaltar y el cuerpo de mi hija es una geografía con todos los climas. Sus hombros desnudos y sus piernas, parecen más blancos en la noche.
- Tengo frio pa y tenemos que pasar por lo de Brenda a buscar mi ropa- me informa
- Donde la dejaste’’- pregunto tratando de disimular como mis ojos suben despacio por sus tobillos y se detiene en la forma de su cola, apenas más ancha que su cadera pero que sobresale hacia atrás.
- Mama no me iba a dejarme poner esto-. Yo tampoco pienso, solo te lo permitiría usar dentro de una habitación conmigo, y para arrancártelo, subirlo hasta tu cadera y bajarlo hasta tu ombligo y besarte, morder tu carne y darte amor, mucho amor.
La espero en la reja de acceso a casa de su amiga. Tiene escondida una mochila con su ropa, detrás de un árbol de la propiedad.
Cuando regresa se sienta adelante. Está contenta y me da un beso en la mejilla. – Sos el papa más lindo del mundo- dice y mi orgullo, mi amor, no conoce límites. Acto seguido se baja la parte de arriba del vestido y por primera vez, en años, veo las tetas desnudas de mi hija. Es difícil decirlo con palabras. De pronto hay una gran cantidad de blanco y cuando acostumbro la vista, sus pezones marrones rosa anaranjado destacan en el centro de su belleza. Sus dos tetas apenas si caen, son gordas y tiemblan ligeramente. Se inclina, para sacarse el vestido por los pies, ellas la acompañan y chocan contra sus rodillas. Las tetas de mi hija son un espectáculo maravilloso. La naturaleza se esmera con algunas mujeres y mi hija figura entre las afortunadas.
Vuelvo a ver su bombacha. Una finísima franja de tela, en el bajo pubis, que se pierde en la oscuridad del asiento. Así, con la bombacha sola, revuelve en el bolso hasta encontrar su pantalón. Trata de ponérselo sentada, estira el cuerpo y hace maniobras extrañas para subirlo, que destacan su panza y la piel depilada debajo de su ombligo. Las tetas se recuestan apenas a los costados, los pezones ocupando toda la punta como si fueran otro gusto de helado, puesto sobre la deliciosa vainilla del cuerpo de mi hija.
Cuando se pone la remera llegamos a casa. En la puerta, antes de bajarse del auto, me dice – te quiero mucho pa- y espero un buen rato para seguirla.
Quiero creer que esa noche mi nena acaricio sus labios pensando en mí, insatisfecha porque no apague el motor en una zona arbolada y la hice mía, o porque no la lleve a un hotel, donde durante horas fuimos amantes. Quiero creerlo porque es la fantasía con la que me acaricio yo desde ese día.
5 comentarios - MI hija, @Anuket-ra