En la primera parte de mi historia comenté que mi novia había cambiado de trabajo después de trabajar en la oficina de abogados, y ahora se encontraba trabajando en el departamento de contabilidad una empresa que se dedicaba al manejo de información y recopilación de datos para terceros y que muy cerca de ahí se encontraba la universidad donde ella haría su carrera profesional, lo cual para ella era una gran ventaja.
Al poco tiempo de haber ingresado a trabajar, sus nuevos compañeros (como no) comenzaron a hablarle y a hacerle invitaciones para salir, las cuales ella al principio rechazó elegantemente y siempre manteniendo una cierta distancia de ellos. Sin embargo de vez en cuando en medio de sus conversaciones ella les seguía un poco el juego con un poco de coquetería para mantenerlos cerca pero siempre sin pasarse de la raya.
Me decía ella que varios de sus nuevos compañeros de trabajo le habían hecho invitaciones a salir de forma independiente, es decir, no eran salidas en grupo. Nomás en el área donde ella trabajaba había al menos cinco hombres, sin contar con los del almacén con quienes tenía contacto frecuente y con otros más del área de operaciones. Definitivamente por su juventud y belleza ya estaba empezando a llamar la atención en varias partes de la empresa.
Sin embargo en medio de todo le habían llamado la atención dos de ellos: un joven mensajero de unos 25 años y el contador quien era un señor muy mayor, de aproximadamente unos 60 años pues nunca antes un hombre de esa edad le había hecho invitaciones a salir, y ese toque de extraña curiosidad había quedado dándole vueltas en la cabeza. En ese momento ella tenía apenas 21 años.
Estuvo pensándolo durante un tiempo mientras decidía qué hacer al respecto, incluso me comentó que no sabía si aceptarle la invitación al contador pues se encontraba indecisa. De lo que si estaba segura era de aceptarle la invitación al chico mensajero pues además de todo él le gustaba.
Yo le sugerí que aceptara primero la invitación de don Fernando, pues así se llamaba el contador y después saliera con Vladimir, el mensajero, pues de esa manera si no le gustaba la experiencia con un hombre mayor podía arreglarlo después con el otro que era más joven.
Siguió pensándolo unos días y decidió hacerlo así: Sería un viernes en la tarde. La excusa sería que a la 1 pm justo después de almorzar irían a visitar una sucursal de la compañía para revisar algunos procesos y documentos financieros lo cual les tomaría el resto de la tarde, pero en realidad saldrían a mediodía a almorzar juntos y de ahí tomarían un taxi que los llevaría a un motel que quedaba cerca de la empresa.
Ese día mi novia se vistió con una falda corta de color negro, medias veladas negras, zapatos de tacón, una blusa blanca con un escote insinuante pero decente y un abrigo negro también. Don Fernando como siempre andaba de traje y corbata.
Pasó la mañana y a mediodía salieron juntos a almorzar a un restaurante cercano y enseguida tomaron el taxi.
Yo me reuní con ella esa noche pues habíamos quedado de ir a comer hamburguesas y a comentarme su nueva y primera experiencia con un hombre maduro, y en sus propias palabras, lo que pasó después de que llegaron al motel fue lo siguiente:
El taxista no podía disimular su mirada al ver una pareja tan dispareja pues fácilmente podían ser abuelo y nieta. Bajaron del auto y mientras él pagaba la carrera ella sin ninguna vergüenza ya había entrado al motel y le pedía una habitación al recepcionista.
Tan pronto entraron a la habitación, fueron al baño cada uno a asearse un poco, ella primero y después él. Cuando él regresó a la habitación, ya se había quitado la corbata, se había aflojado la camisa y tenía los pies descalzos. Ella se había quitado su abrigo y sus zapatos, tenía la blusa desabotonada hasta la mitad, se había quitado el brassier de encaje blanco que llevaba y lo estaba esperando acostada sobre la cama con la falda un poco subida revelando casi por completo sus bellas piernas. El tiempo era limitado y solo estarían ahí unas cuantas horas pues don Fernando es un hombre casado, así que sin mas demora él se sentó en el borde de la cama y ella se incorporó colocándose a su lado, se miraron a los ojos y fueron acercándose poco a poco hasta besarse.
Mientras se besaban, él metió su mano derecha por la abertura de la blusa de Helena acariciando con su gruesa mano sus suaves y pequeñas tetas y con las puntas de sus dedos pellizcaba suavemente sus pezones que ya se encontraban bien duritos por la excitación del momento.
Minutos después ella se puso de pie frente a él y mientras don Fernando acariciaba sus piernas sobre las medias veladas y bajo la falda, Helena se quitó la blusa dejando a la vista de sus ojos sus blancas y pequeñas tetas y sus pezones rosados y erectos que ya apuntaban hacia él con bastante firmeza.
Agitó sus cabellos y enseguida se quitó la falda y las medias veladas quedando únicamente en los pantys blancos de encaje que hacían juego con el brassier para que él con sus propias manos lo quitara y de esa manera ella ya se encontraba completamente desnuda ante sus ojos. A ella siempre le ha gustado mantener todo su cuerpo completamente depilado y esa vez no era la excepción. Abrió un poco las piernas y se sentó frente a él en sus piernas mientras seguían besándose abrazados y él la manoseaba todo lo que podía.
Al cabo de un rato ya era el turno de don Fernando. Se puso de pie y se quitó primero la camisa y enseguida el pantalón y el bóxer quedando así completamente desnudos los dos. Don Fernando es un tipo moreno de mediana estatura, alrededor de 1.75 m, un poco canoso, lleva bigote y tiene una prominente barriga, tiene una gran calvicie en la parte superior de la cabeza y es bastante velludo por todos lados: el pecho, la espalda, las piernas, los brazos y hasta en el dorso de las manos y los pies. Quiero recordar que mi novia mide 1.60 m, tiene ojos cafés, es delgada, tiene la piel muy blanca y suave, cabello negro y liso hasta la cintura y un culito redondo y pequeño pero bien formado. 21 años ella y él rondaba los 60 o 61.
Estando él de pie y ella sentada en el borde de la cama empezó a darle una buena mamada, cosa para lo cual ella es toda una experta. Como no podía ser de otra manera, los genitales de don Fernando estaban bastante poblados en vello púbico medio canoso y su pene aunque de un tamaño promedio era bastante grueso y sin circuncidar. Los testículos quizás por efecto de la edad eran mas grandes de lo normal.
Antes de que él lograra eyacular con la mamada que ella le estaba dando, se retiró un poco para atrás y la hizo recostarse sobre el borde de la cama, boca arriba y abriéndole las piernas se agachó a comerle el coñito que ya estaba lo suficientemente lubricado como para permitir la penetración.
Estando así logró comérsela de una manera que le hizo tener su primer orgasmo.
Inmediatamente y sin perder tiempo él se montó sobre ella quedando en posición de misionero y a pesar que la estaba aprisionando con su enorme barriga, rápidamente con una mano dirigió la punta de su pene a la entrada de su vagina penetrándola de un sólo golpe arrancándole un ligero grito pues a pesar de estar muy lubricada el grosor de su pene le hizo doler un poco.
Así pasaron según Helena unos diez minutos en esa posición, él encima de ella con su gran barriga, penetrándola con cambios de ritmo, de movimientos rápidos a movimientos lentos hasta que logró una eyaculación bastante jugosa... Descansó un momento sobre ella sin sacarle el pene y luego se levantó. Ella se sentó rápidamente cerrando las piernas para que el semen no se saliera y manchara las sábanas y le limpió los restos de semen del pene con una buena chupada.
Don Fernando no le había dicho nada a mi novia pero con el almuerzo él se había tomado un Viagra de los de doble dosis y en ese momento su erección no bajaba a pesar de haber acabado de correrse dentro de ella, al contrario permanecía durísimo e hinchado, así que le comentó lo que había hecho y para aprovechar la situación la hizo darse la vuelta y ponerse en 4 sobre la cama para volverla a penetrar...
Primero le comió el culito un rato recorriéndole con su lengua los pliegues del ano mientras ella se retorcía del placer antes de volverla a penetrar. Helena le dijo que no iban a tener sexo anal pues no se encontraba preparada para hacerlo y tampoco iba a poder con ese pene tan grueso.
Don Fernando volvió a colocar el pene en la entrada de su vagina y se lo fué metiendo pero ahora ya más lentamente. Esta vez duraría un poco más en venirse, según sus cuentas fueron alrededor de 15 minutos de empujar y jalar, empujar y jalar, metérselo y sacárselo, a veces lento y pausado y a veces duro y rápido. En ese momento mientras ella se encontraba en esa posición y su veterano amante la montaba por detrás, tomó el teléfono y me llamó haciéndome entender en clave lo que estaba pasando, como si fuera una conversación normal para que don Fernando no sospechara nada aunque de vez en cuando yo si lograba escuchar sus gemidos al fondo...
-... Hola mi amor, cómo estás?... ah que bien, yo aquí trabajando en la oficina como siempre sino que paré un momento para tomarme un café y llamarte... Bueno mi amor, te dejo, seguiré aquí juiciosa como siempre en mi trabajo porque tengo muchas cosas que hacer, te llamo luego... -Decía ella girando la cabeza y mirándolo a él guiñándole un ojo mientras la penetraba, como para hacerle creer que yo no sabía nada...
Al rato el viejo logró venirse nuevamente entre suspiros y gemidos y de nuevo ella se volteó rápidamente y se sentó apretando sus piernas para evitar que el semen se saliera y manchara la cama, y nuevamente le limpió los restos de semen del pene con una mamada.
Estando así, ella sentada al borde de la cama y él de pie frente a ella pudo ver que ahora si la erección le iba bajando poco a poco y podían descansar.
Don Fernando se recostó sobre la cama, encendió la televisión, se colocó sus anteojos y se puso a revisar su teléfono mientras ella iba al baño a intentar dejar salir de su cuerpo lo que pudiera salir de las dos descargas que le habían acabado de inyectar...
Volvió con él a la cama y se acostó a su lado abrazándolo y pegándose a él, apoyando la cabeza y las tetas sobre su peludo pecho y una pierna doblada sobre él de tal manera que con su rodilla rozaba su verga ya medio dormida y hablaron de sus vidas y de otras cosas sin mayor importancia mientras él también la abrazaba con su brazo izquierdo.
Besito va y besito viene mientras conversaban y mas o menos una hora y media mas tarde con los cuerpos ya descansados y repuestos y después de haber tomado un café que pidieron a la recepción, los ánimos empezaron a calentarse de nuevo. Helena había estado acariciando con su pequeña mano el voluminoso y velludo abdomen de don Fernando, su pecho y de vez en vez bajaba la mano hasta acariciarle el pene y los testículos mientras él revisaba su teléfono celular. Le había llamado su atención los enormes y peludos huevos que tenía ese señor y ya luego no paraba de mirarlos y acariciarlos, jugaba con ellos, los cogía suavemente uno con cada mano. Según ella eran tan grandes que prácticamente solo le cabía de a uno en la palma de la mano y uno solo de ellos era tanto o mas grande que los dos míos. Él le dijo que siempre los tuvo grandes y que le habían crecido un poco más hacía unos años.
En ese juego de caricias don Fernando se volvió a excitar, dejó a un lado el teléfono, se giró un poco quedando de lado y empezó a tocarla a ella con la mano que tenía libre. Tocaba sus caderas, su cara y sus cabellos. Estaban ambos acostados de medio lado y de frente a frente pero luego él la acomodó a ella para que quedara boca arriba y de esa manera poderla tocar mejor. De nuevo volvió a manosearle las teticas y el vientre con esa mano casi completamente llena de pelos. Luego la bajó despacio hasta su vulvita y Helena abrió las piernas como los pétalos de una flor dejando que esa mano gruesa y velluda agarrara su coño mientras le iba introduciendo completamente primero uno y después dos de esos dedos gruesos en su ya húmeda vagina jugueteando y moviéndose adentro mientras tanto que la besaba metiéndole la lengua en su boca.
Iba a ser el tercero y último polvo de la tarde pues ya iba siendo hora de alistarse para salir. Después de haberla besado de esa manera un buen rato y de haberle metido los dedos en el coñito y ya estando los dos muy excitados la volvería a coger una vez más.
Esta vez ella lo cabalgaría a él. Acostado boca arriba, Helena se le puso encima dándole la espalda mientras con una mano le agarraba el pene para ponerlo en la entrada de su vagina y poderse sentar. De no ser por su voluminoso vientre hubiera podido mirarle el culo mientras ella iba bajando clavándose en su verga. Arriba y abajo ella controlaba los movimientos de penetración mientras apoyaba sus manos en las peludas piernas deslizándose en ocasiones hacia adelante hasta tocarle los pies.
Después de un buen rato ella se volteó para quedar de frente a él y continuar así. En esa nueva posición el viejo podía cogerla del culo con ambas manos y "ayudarle" a subir y bajar... Y también podía acariciarle las tetas mientras ella subía y bajaba agarrándose el cabello para que no le molestara.
En ésta posición ella controlaba la velocidad y el ritmo y mientras apoyaba sus manitas en el velludo pecho del viejo y él seguía manoseándole las tetas pudo calcular el momento en el que él se venía para ella venirse también y terminar al mismo tiempo.
Esta vez todo había durado unos 40 minutos aproximadamente. Unos 15 minutos en los manoseos y los besos y unos 25 minutos en la penetración a dos poses.
Al terminar, ella aún con el pene adentro, se recostó un par de minutos sobre el viejo para descansar y él aprovechó para abrazarla.
Enseguida se levantaron y fueron a ducharse. Mientras se levantaban y entraban a la ducha el semen había empezado a escurrir por la parte interna de su pierna izquierda y ya casi le llegaba al tobillo.
Entraron a la ducha juntos y acordaron que uno enjabonaría al otro y viceversa. Helena empezó a pasar el jabón por el pecho, los brazos y la espalda de él, entonces cambiaban turno y ella le entregó el jabón a don Fernando y él hizo lo mismo, jabonó su espalda, sus brazos, sus axilas y de nuevo le acarició las tetas mientras le pasaba el jabón.
Un nuevo cambio de turno y ella continuó jabonando su abultado vientre y agachándose lavó su pene y testículos con ambas manos, retrayendo su prepucio para asegurar un aseo completo. Luego se giró y aplicó jabón en sus nalgas introduciéndolo para lavarle bien el culo y así desde atrás volver a agarrarle los enormes huevos que tanto la habían asombrado. Bajó otra vez por las piernas hasta llegar a los pies. Ella se encontraba agachada frente a él y él levanto uno de sus peludos pies colocándolo sobre su rodilla para poder hacer mejor el trabajo, luego hizo lo mismo con el otro pie limpiando bien entre sus dedos.
Al terminar le tocaba a él continuar e hizo lo mismo. Helena abrió un poco las piernas y él lavó su coñito depilado por fuera y después solamente con agua introdujo un dedo para intentar limpiarla por dentro, aunque en realidad ella terminó ese trabajo... Igualmente, terminó por lavarle las piernas y los pies del mismo modo que ella lo había hecho con él.
Salieron, se vistieron y bajaron a la recepción. Pidieron cada uno un taxi y se despidieron de beso.
Esa noche me vi con ella para ir a comer algo y ahí fue donde me entregó éstos detalles que les acabo de compartir. Después de eso ella se quedó en mi casa y si, tuvimos sexo.
A mí en lo personal, lejos de molestarme éstas cosas, al contrario ya había empezado a gustarme, saber todo lo que hacía, la manera en que se la comían, cómo ella lo disfrutaba y hacía disfrutar a alguien más y finalmente siempre volvía a mí entera, no le faltaba nada.
Después que empezamos con éstos juegos y cuando vi que yo también lo disfrutaba, empecé a apoyarla para que lo siguiera haciendo, y esto se repitió muchas veces más. Incluso con el mismo don Fernando continuaron saliendo ocasionalmente en la medida que el tiempo lo permitía hasta el punto que ella llegó a hacerse conocida en éste motel adonde iban, como iba más o menos frecuentemente ya algunos empleados la conocían y la saludaban. Tanto así que un día le pedí que fuera conmigo para yo poder verlo con mis propios ojos y efectivamente así fue.
Al poco tiempo de haber ingresado a trabajar, sus nuevos compañeros (como no) comenzaron a hablarle y a hacerle invitaciones para salir, las cuales ella al principio rechazó elegantemente y siempre manteniendo una cierta distancia de ellos. Sin embargo de vez en cuando en medio de sus conversaciones ella les seguía un poco el juego con un poco de coquetería para mantenerlos cerca pero siempre sin pasarse de la raya.
Me decía ella que varios de sus nuevos compañeros de trabajo le habían hecho invitaciones a salir de forma independiente, es decir, no eran salidas en grupo. Nomás en el área donde ella trabajaba había al menos cinco hombres, sin contar con los del almacén con quienes tenía contacto frecuente y con otros más del área de operaciones. Definitivamente por su juventud y belleza ya estaba empezando a llamar la atención en varias partes de la empresa.
Sin embargo en medio de todo le habían llamado la atención dos de ellos: un joven mensajero de unos 25 años y el contador quien era un señor muy mayor, de aproximadamente unos 60 años pues nunca antes un hombre de esa edad le había hecho invitaciones a salir, y ese toque de extraña curiosidad había quedado dándole vueltas en la cabeza. En ese momento ella tenía apenas 21 años.
Estuvo pensándolo durante un tiempo mientras decidía qué hacer al respecto, incluso me comentó que no sabía si aceptarle la invitación al contador pues se encontraba indecisa. De lo que si estaba segura era de aceptarle la invitación al chico mensajero pues además de todo él le gustaba.
Yo le sugerí que aceptara primero la invitación de don Fernando, pues así se llamaba el contador y después saliera con Vladimir, el mensajero, pues de esa manera si no le gustaba la experiencia con un hombre mayor podía arreglarlo después con el otro que era más joven.
Siguió pensándolo unos días y decidió hacerlo así: Sería un viernes en la tarde. La excusa sería que a la 1 pm justo después de almorzar irían a visitar una sucursal de la compañía para revisar algunos procesos y documentos financieros lo cual les tomaría el resto de la tarde, pero en realidad saldrían a mediodía a almorzar juntos y de ahí tomarían un taxi que los llevaría a un motel que quedaba cerca de la empresa.
Ese día mi novia se vistió con una falda corta de color negro, medias veladas negras, zapatos de tacón, una blusa blanca con un escote insinuante pero decente y un abrigo negro también. Don Fernando como siempre andaba de traje y corbata.
Pasó la mañana y a mediodía salieron juntos a almorzar a un restaurante cercano y enseguida tomaron el taxi.
Yo me reuní con ella esa noche pues habíamos quedado de ir a comer hamburguesas y a comentarme su nueva y primera experiencia con un hombre maduro, y en sus propias palabras, lo que pasó después de que llegaron al motel fue lo siguiente:
El taxista no podía disimular su mirada al ver una pareja tan dispareja pues fácilmente podían ser abuelo y nieta. Bajaron del auto y mientras él pagaba la carrera ella sin ninguna vergüenza ya había entrado al motel y le pedía una habitación al recepcionista.
Tan pronto entraron a la habitación, fueron al baño cada uno a asearse un poco, ella primero y después él. Cuando él regresó a la habitación, ya se había quitado la corbata, se había aflojado la camisa y tenía los pies descalzos. Ella se había quitado su abrigo y sus zapatos, tenía la blusa desabotonada hasta la mitad, se había quitado el brassier de encaje blanco que llevaba y lo estaba esperando acostada sobre la cama con la falda un poco subida revelando casi por completo sus bellas piernas. El tiempo era limitado y solo estarían ahí unas cuantas horas pues don Fernando es un hombre casado, así que sin mas demora él se sentó en el borde de la cama y ella se incorporó colocándose a su lado, se miraron a los ojos y fueron acercándose poco a poco hasta besarse.
Mientras se besaban, él metió su mano derecha por la abertura de la blusa de Helena acariciando con su gruesa mano sus suaves y pequeñas tetas y con las puntas de sus dedos pellizcaba suavemente sus pezones que ya se encontraban bien duritos por la excitación del momento.
Minutos después ella se puso de pie frente a él y mientras don Fernando acariciaba sus piernas sobre las medias veladas y bajo la falda, Helena se quitó la blusa dejando a la vista de sus ojos sus blancas y pequeñas tetas y sus pezones rosados y erectos que ya apuntaban hacia él con bastante firmeza.
Agitó sus cabellos y enseguida se quitó la falda y las medias veladas quedando únicamente en los pantys blancos de encaje que hacían juego con el brassier para que él con sus propias manos lo quitara y de esa manera ella ya se encontraba completamente desnuda ante sus ojos. A ella siempre le ha gustado mantener todo su cuerpo completamente depilado y esa vez no era la excepción. Abrió un poco las piernas y se sentó frente a él en sus piernas mientras seguían besándose abrazados y él la manoseaba todo lo que podía.
Al cabo de un rato ya era el turno de don Fernando. Se puso de pie y se quitó primero la camisa y enseguida el pantalón y el bóxer quedando así completamente desnudos los dos. Don Fernando es un tipo moreno de mediana estatura, alrededor de 1.75 m, un poco canoso, lleva bigote y tiene una prominente barriga, tiene una gran calvicie en la parte superior de la cabeza y es bastante velludo por todos lados: el pecho, la espalda, las piernas, los brazos y hasta en el dorso de las manos y los pies. Quiero recordar que mi novia mide 1.60 m, tiene ojos cafés, es delgada, tiene la piel muy blanca y suave, cabello negro y liso hasta la cintura y un culito redondo y pequeño pero bien formado. 21 años ella y él rondaba los 60 o 61.
Estando él de pie y ella sentada en el borde de la cama empezó a darle una buena mamada, cosa para lo cual ella es toda una experta. Como no podía ser de otra manera, los genitales de don Fernando estaban bastante poblados en vello púbico medio canoso y su pene aunque de un tamaño promedio era bastante grueso y sin circuncidar. Los testículos quizás por efecto de la edad eran mas grandes de lo normal.
Antes de que él lograra eyacular con la mamada que ella le estaba dando, se retiró un poco para atrás y la hizo recostarse sobre el borde de la cama, boca arriba y abriéndole las piernas se agachó a comerle el coñito que ya estaba lo suficientemente lubricado como para permitir la penetración.
Estando así logró comérsela de una manera que le hizo tener su primer orgasmo.
Inmediatamente y sin perder tiempo él se montó sobre ella quedando en posición de misionero y a pesar que la estaba aprisionando con su enorme barriga, rápidamente con una mano dirigió la punta de su pene a la entrada de su vagina penetrándola de un sólo golpe arrancándole un ligero grito pues a pesar de estar muy lubricada el grosor de su pene le hizo doler un poco.
Así pasaron según Helena unos diez minutos en esa posición, él encima de ella con su gran barriga, penetrándola con cambios de ritmo, de movimientos rápidos a movimientos lentos hasta que logró una eyaculación bastante jugosa... Descansó un momento sobre ella sin sacarle el pene y luego se levantó. Ella se sentó rápidamente cerrando las piernas para que el semen no se saliera y manchara las sábanas y le limpió los restos de semen del pene con una buena chupada.
Don Fernando no le había dicho nada a mi novia pero con el almuerzo él se había tomado un Viagra de los de doble dosis y en ese momento su erección no bajaba a pesar de haber acabado de correrse dentro de ella, al contrario permanecía durísimo e hinchado, así que le comentó lo que había hecho y para aprovechar la situación la hizo darse la vuelta y ponerse en 4 sobre la cama para volverla a penetrar...
Primero le comió el culito un rato recorriéndole con su lengua los pliegues del ano mientras ella se retorcía del placer antes de volverla a penetrar. Helena le dijo que no iban a tener sexo anal pues no se encontraba preparada para hacerlo y tampoco iba a poder con ese pene tan grueso.
Don Fernando volvió a colocar el pene en la entrada de su vagina y se lo fué metiendo pero ahora ya más lentamente. Esta vez duraría un poco más en venirse, según sus cuentas fueron alrededor de 15 minutos de empujar y jalar, empujar y jalar, metérselo y sacárselo, a veces lento y pausado y a veces duro y rápido. En ese momento mientras ella se encontraba en esa posición y su veterano amante la montaba por detrás, tomó el teléfono y me llamó haciéndome entender en clave lo que estaba pasando, como si fuera una conversación normal para que don Fernando no sospechara nada aunque de vez en cuando yo si lograba escuchar sus gemidos al fondo...
-... Hola mi amor, cómo estás?... ah que bien, yo aquí trabajando en la oficina como siempre sino que paré un momento para tomarme un café y llamarte... Bueno mi amor, te dejo, seguiré aquí juiciosa como siempre en mi trabajo porque tengo muchas cosas que hacer, te llamo luego... -Decía ella girando la cabeza y mirándolo a él guiñándole un ojo mientras la penetraba, como para hacerle creer que yo no sabía nada...
Al rato el viejo logró venirse nuevamente entre suspiros y gemidos y de nuevo ella se volteó rápidamente y se sentó apretando sus piernas para evitar que el semen se saliera y manchara la cama, y nuevamente le limpió los restos de semen del pene con una mamada.
Estando así, ella sentada al borde de la cama y él de pie frente a ella pudo ver que ahora si la erección le iba bajando poco a poco y podían descansar.
Don Fernando se recostó sobre la cama, encendió la televisión, se colocó sus anteojos y se puso a revisar su teléfono mientras ella iba al baño a intentar dejar salir de su cuerpo lo que pudiera salir de las dos descargas que le habían acabado de inyectar...
Volvió con él a la cama y se acostó a su lado abrazándolo y pegándose a él, apoyando la cabeza y las tetas sobre su peludo pecho y una pierna doblada sobre él de tal manera que con su rodilla rozaba su verga ya medio dormida y hablaron de sus vidas y de otras cosas sin mayor importancia mientras él también la abrazaba con su brazo izquierdo.
Besito va y besito viene mientras conversaban y mas o menos una hora y media mas tarde con los cuerpos ya descansados y repuestos y después de haber tomado un café que pidieron a la recepción, los ánimos empezaron a calentarse de nuevo. Helena había estado acariciando con su pequeña mano el voluminoso y velludo abdomen de don Fernando, su pecho y de vez en vez bajaba la mano hasta acariciarle el pene y los testículos mientras él revisaba su teléfono celular. Le había llamado su atención los enormes y peludos huevos que tenía ese señor y ya luego no paraba de mirarlos y acariciarlos, jugaba con ellos, los cogía suavemente uno con cada mano. Según ella eran tan grandes que prácticamente solo le cabía de a uno en la palma de la mano y uno solo de ellos era tanto o mas grande que los dos míos. Él le dijo que siempre los tuvo grandes y que le habían crecido un poco más hacía unos años.
En ese juego de caricias don Fernando se volvió a excitar, dejó a un lado el teléfono, se giró un poco quedando de lado y empezó a tocarla a ella con la mano que tenía libre. Tocaba sus caderas, su cara y sus cabellos. Estaban ambos acostados de medio lado y de frente a frente pero luego él la acomodó a ella para que quedara boca arriba y de esa manera poderla tocar mejor. De nuevo volvió a manosearle las teticas y el vientre con esa mano casi completamente llena de pelos. Luego la bajó despacio hasta su vulvita y Helena abrió las piernas como los pétalos de una flor dejando que esa mano gruesa y velluda agarrara su coño mientras le iba introduciendo completamente primero uno y después dos de esos dedos gruesos en su ya húmeda vagina jugueteando y moviéndose adentro mientras tanto que la besaba metiéndole la lengua en su boca.
Iba a ser el tercero y último polvo de la tarde pues ya iba siendo hora de alistarse para salir. Después de haberla besado de esa manera un buen rato y de haberle metido los dedos en el coñito y ya estando los dos muy excitados la volvería a coger una vez más.
Esta vez ella lo cabalgaría a él. Acostado boca arriba, Helena se le puso encima dándole la espalda mientras con una mano le agarraba el pene para ponerlo en la entrada de su vagina y poderse sentar. De no ser por su voluminoso vientre hubiera podido mirarle el culo mientras ella iba bajando clavándose en su verga. Arriba y abajo ella controlaba los movimientos de penetración mientras apoyaba sus manos en las peludas piernas deslizándose en ocasiones hacia adelante hasta tocarle los pies.
Después de un buen rato ella se volteó para quedar de frente a él y continuar así. En esa nueva posición el viejo podía cogerla del culo con ambas manos y "ayudarle" a subir y bajar... Y también podía acariciarle las tetas mientras ella subía y bajaba agarrándose el cabello para que no le molestara.
En ésta posición ella controlaba la velocidad y el ritmo y mientras apoyaba sus manitas en el velludo pecho del viejo y él seguía manoseándole las tetas pudo calcular el momento en el que él se venía para ella venirse también y terminar al mismo tiempo.
Esta vez todo había durado unos 40 minutos aproximadamente. Unos 15 minutos en los manoseos y los besos y unos 25 minutos en la penetración a dos poses.
Al terminar, ella aún con el pene adentro, se recostó un par de minutos sobre el viejo para descansar y él aprovechó para abrazarla.
Enseguida se levantaron y fueron a ducharse. Mientras se levantaban y entraban a la ducha el semen había empezado a escurrir por la parte interna de su pierna izquierda y ya casi le llegaba al tobillo.
Entraron a la ducha juntos y acordaron que uno enjabonaría al otro y viceversa. Helena empezó a pasar el jabón por el pecho, los brazos y la espalda de él, entonces cambiaban turno y ella le entregó el jabón a don Fernando y él hizo lo mismo, jabonó su espalda, sus brazos, sus axilas y de nuevo le acarició las tetas mientras le pasaba el jabón.
Un nuevo cambio de turno y ella continuó jabonando su abultado vientre y agachándose lavó su pene y testículos con ambas manos, retrayendo su prepucio para asegurar un aseo completo. Luego se giró y aplicó jabón en sus nalgas introduciéndolo para lavarle bien el culo y así desde atrás volver a agarrarle los enormes huevos que tanto la habían asombrado. Bajó otra vez por las piernas hasta llegar a los pies. Ella se encontraba agachada frente a él y él levanto uno de sus peludos pies colocándolo sobre su rodilla para poder hacer mejor el trabajo, luego hizo lo mismo con el otro pie limpiando bien entre sus dedos.
Al terminar le tocaba a él continuar e hizo lo mismo. Helena abrió un poco las piernas y él lavó su coñito depilado por fuera y después solamente con agua introdujo un dedo para intentar limpiarla por dentro, aunque en realidad ella terminó ese trabajo... Igualmente, terminó por lavarle las piernas y los pies del mismo modo que ella lo había hecho con él.
Salieron, se vistieron y bajaron a la recepción. Pidieron cada uno un taxi y se despidieron de beso.
Esa noche me vi con ella para ir a comer algo y ahí fue donde me entregó éstos detalles que les acabo de compartir. Después de eso ella se quedó en mi casa y si, tuvimos sexo.
A mí en lo personal, lejos de molestarme éstas cosas, al contrario ya había empezado a gustarme, saber todo lo que hacía, la manera en que se la comían, cómo ella lo disfrutaba y hacía disfrutar a alguien más y finalmente siempre volvía a mí entera, no le faltaba nada.
Después que empezamos con éstos juegos y cuando vi que yo también lo disfrutaba, empecé a apoyarla para que lo siguiera haciendo, y esto se repitió muchas veces más. Incluso con el mismo don Fernando continuaron saliendo ocasionalmente en la medida que el tiempo lo permitía hasta el punto que ella llegó a hacerse conocida en éste motel adonde iban, como iba más o menos frecuentemente ya algunos empleados la conocían y la saludaban. Tanto así que un día le pedí que fuera conmigo para yo poder verlo con mis propios ojos y efectivamente así fue.
2 comentarios - Me enamoré de una ninfómana y no lo sabía (II parte)